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FEBRERO 1937
Año L n -■ N. 2
R E V I S T A
DE
L A S
O B R A S
DE
D O N
B O S C O
INSCRIBIOS EN LA PÍA OBRA
DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
DE ROMA
¿ Quién no conoce la Oóra del Sgdo Corazón
de Jesús ?
Fue fundada por el Primer Sucesor de San
Juan Bosco, y benignamente aprobada por
S. S. León X III el 30 de junio de 1888.
Con sólo la limosna de una peseta, u otra
moneda equivalente, se adquiere derecho a
participar de todas las oraciones y buenas
obras de la Sociedad Salesiana y a la aplicación
de seis misas, que se celebran todos los días,
a perpetuidad, en nuestra Basílica del Sgdo
Corazón de Jesús de Roma, dos en el altar
mayor, dos en el de María Auxiliadora y dos
en el de San José.
Los que se inscriben en la Obra Pía pueden
aplicar el fruto de estas misas a sí mismos, o
a otras personas, vivas o difuntas, y variar la
intención cuantas veces les plazca.
Las limosnas recibidas por este conducto
destíñanse, de modo exclusivo, a promover la
gloria de Dios y los intereses culturales de la
sociedad, acogiendo a niños pobres y abando
nados, para educarlos cristianamente.
I
Quién no contribuirá, pues, con algunos
céntimos, que con tanta facilidad se gastan,
a esta invitación paternal de San Juan Bosco
y de la Iglesia, inspirada en ideales tan nobles
y caritativos ?
(JQuién no siente la necesidad de asegurarse
la benevolencia divina, en este mundo y en el
otro, mediante la aplicación de los méritos
infinitos del Santo Sacrificio del altar ?
¿ Quién no tiene almas queridas, vivas o di
funtas, a quienes obsequiar con tan espléndido
regalo espiritual ?
N o tardéis en pedir Hojas de suscripción.
R
ector
M
ayo r
de
los
S a l e s ia n
o s.
Cottolengo 32 - Turín Í109) (Italia).
Las limosnas pueden enviarse a l mismo Rector
M ayor o directamente a nuestra casa de Roma. Ospizio Sacro Cuore - Via Marsala, 42.
Normas para los corresponsales de B o letín S a lesia n o
I.
— Recibimos siempre con agradecimiento cuantas informaciones se nos quieran enviar,
que, de algún modo, pueden interesar a las Obras Salesianas. Aunque todas evidentemente no
podrán ser publicadas, servirán para enriquecer el Archivo de nuestra Casa Madre.
2.
— Las croniquillas de fiestas o acontecimientos de especial importancia deberán ser breves,
se evitarán en ellas repeticiones y detalles innecesarios, y, de ser posible, se escribirán a máquina
con líneas bien espaciadas.
3.
— Salvo rarísimas excepciones, la Revista no publica poesías ni trabajos ajenos a la Obra
Salesiana. N o inserta el nombre de los autores ni devuelve originales.
4.
— Siendo, de hecho, nuestro Boletín una Revista ilustrada, rogamos encarecidamente el
envío de buenas y luminosas fotografías. Hoy, un simple grabado dice a veces más que una cró
nica, y, cuando acompaña a ésta, la avalora de modo extraordinario. Aviven pues su celo nuestros
corresponsales, quienes deben saber a este respecto que de los diarios ilustrados que nos envían
no es fíosible reproducir ningún grabado.
5.
— A los que tienen la bondad de remitimos gracias o necrologías hemos de asegurarles
que, de llegar a nuestro poder, más tarde o más temprano las verán publicadas. Si a veces aparece
sólo el nombre, es, o porque no recibimos otra cosa, o porque a última hora nos viene a faltar
espacio, o porque la relación carece de especial interés.
•i'
REVISTA DE
LA S OBRAS DE
DON BOSCO
REDACCION
Y
BOLETIN
SALESIANO
ADM INISTRACION;
VIA
COTTOLENGO,
32
-
TURIN
Afto LTi • N úm ero a
FEBRERO
(log)
1937
ITALIA
S U M A R IO : E l d e b e r d e l a lim o s n a (ron tin uan ón ). • E l P a d re E n r iq u e P ir a ll . • B o d a s d e o ro y d e d o lo r d e la s
H ija s d e M a r ía A u x ilia d o r a e n E s p a ñ a . - L a O b ra d e D o n B o sco en España y A m ^ riea: L a s P a lm a s , L a fiesta
d e l c a te c is m o . • B r a s il, L a s B o d a s d e O ro d e la O b ra d e S . P a b lo • B e llo ra s g o d e l C a r d . P r im a d o d e B u en os
A ir e s . - D e nuestras M isio n es: M a to G ro s s o , S ig u ie n d o l a h u e lla s d e n u e s tro s m á rtire s (rontiMunridn). • Im presiones
d e la revolución española; D o s m e s e s e n tre lo s ro jo s (continuación). - C r ó n ic a d e g r a c ia s . - N e c ro lo g ía s .
EL DEBER DE LA LIMOSNA
(ContinuadóriS.
L a caridad de la Iglesia.
Todos los preceptos de ley mosaica y evan
gélica, referentes a la caridad, han venido a
cristalizar en la Iglesia.
En los Hechos de ¡os Apóstoles^ se lee: ...Toda
la multitud de los creyentes tenia un mismo co
razón y una misma alma: ni había entre ellos
quien considerase como suyo lo que poseía, sino
que tenían todas las cosas en común... A sí es que
no había entre ellos persona necesitada; pues to
dos los que tenían posesiones o casas, vendiéndo
las, traían el precio de ellas y lo ponían a los pies
de los Apóstoles, quienes, después, lo distribuían
según la necesidad de cada uno.
Este espíritu santamente colectivista, que
nada tiene que ver con el comunismo impío,
rastrero y apestoso de la hoz y el martillo,
mantúvose durante varios siglos con pujante
vitalidad
M ás de tres habían pasado, cuando Juliano el
Apóstata, viendo fracasadas todas sus cruelda
des contra la Iglesia, y melladas las armas de
la perfidia, que él como nadie supo esgri
mir, exclamó, desalentado: ¡Es inútil; no los
podremos vencer, estos cristianos se aman de
masiado!
El feroz enemigo personal del Galileo dió
en el clavo, porque es la caridad la que a los
católicos nos hizo y hará invencibles.
¿ No estamos viendo, ahora mismo, el em
peño que pone el infierno en desacreditarla y
destruirla, inculcando en los cerebros débiles
que las llamadas obras de caridad y misericor
dia son un insulto que se hace a la dignidad
humana ? ¿ N o ha visto con horror la pobre
España sonetizada como turbas frenéticas ex
tremaban su furia destructora contra las Insti
tuciones católicas que mayormente se distin
guen , por su carácter benéfico ?
L os corazones están hechos para amarse y
sólo el amor puede unirlos, y sena tiempo per
dido tratar de sustituirlo con otro aglutinante
cualquiera.
¿ Cómo hubiera sido posible, en los prime
ros tiempos cristianos, no digo conseguir, pero
ni siquiera imaginar, una fusión armónica de
elementos tan dispares y tan hostiles, como
eran judíos y paganos, romanos y griegos,
ricos y pobres, libres y esclavos, de no haber
intervenido esta fuerza milagrosa de la caridad ?
¿ No fueron acaso las obras de misericordia,
sembradas a voleo en las entrañas de una so
ciedad cruel y egoísta, escéptica y epicúrea,
con su enorme masa de esclavos envilecidos a
los pies de cuatro amos soberbios, las que más
acreditaron a la Iglesia como heredera autén
tica y fiel continuadora de las doctrinas de
Aquél que vino a la tierra a predicar el amor ?
En la espiritualidad más recóndita de aque
llos buenos cristianos vibraban, con un gozo
inefable, los sublimes y poéticos elogios que
de la caridad había hecho Pablo de Tarso,
genio insuperado en la fiel comprensión de
Cristo.
He aquí el gran panegírico, especialmente pro
nunciado para los fieles de Corinto, ciudad del
lujo y de la corrupción: Cuando yo hablase todas
las lenguas de los hombres y el lenguaje mismo
de los ángeles, si no tuviere caridad vendría a ser
como un metal que suena o campana que retiñe.
Y cuando tuviese el don de profecía, y pene
trase todos los misterios, y poseyese todas las
ciencias; cuando tuviese toda la fe posible, de
manera que trasladase de una a otra parte los
montes; no teniendo caridad, seria nada.
25
Cuando yo distribuyese todos mis bienes para
sustento de los pobres, y entregase mi cuerpo a
las ¡lamas; si me faltara la caridad, todo, lo
dicho no me serviría de nada.
I m caridad es sufrida, es dulce y bienhechora.
La caridad no tiene envidia, no obra precipitada
ni temerariamente, no se ensoberbece, no es am
biciosa, no busca stis intereses, no se irrita, no
piensa mal, no se alegra de la injusticia pero se
complace en ¡a verdad, a todo se acomoda, cree
todo el bien del prójimo, y lo soporta todo.
La caridad no perece nunca, en tanto que ter
minarán las profecías, cesarán las lenguas y se
acabará la ciencia.
¿ Qué de particular tiene que se derritieran
las entrañas maternales de la Iglesia al con
tacto de un fuego tan divino como el de estas
exhortaciones ? Por esto asombró al mundo,
inmediatamente, con sus millones de mártires
que fueron los primeros héroes de la caridad,
y rompió las cadenas de los esclavos, obra que
en aquellos tiempos excedía a toda compren
sión humana, y proporcionó amparo y defensa,
instrucción, pan y consuelos a los enfermos y
a las viudas, a los niños y a los ancianos,, a los
pobres y a los desheredados.
Apenas salió ella de las catacumbas y afirmó
su planta en las tierras bañadas de sol, pero
ariscas y escuálidas, creó ejércitos de monjes
que, alternando el trabajo con la oración, des
cuajasen y roturasen florestas, desecasen pan
tanos, construyesen puentes y caminos, y ase
gurasen a los pueblos hambrientos ubérrimas
sementeras.
Cuando, desaparecidas las cadenas, pudie
ron ocuparse los pueblos libres de enjoyar men
tes y corazones con las perlas gentiles de la
educación y de la cultura, otro fía t de la Igle
sia hizo surgir nuevos ejércitos de monjes, para
que, con paciencia de santos, transcribiesen
papiros ilegibles y vetustos pergaminos, fun
dasen bibliotecas y las sah^isen de las llamas,
cada vez que un aluvión de bárbaros bajase
de las e.stepas nórdicas; y entonces y siempre,
en los momentos más tristes de la humanidad,
en las horas más amargas de los pueblos, en
las pestes, hambres y guerras, la Iglesia tuvo
a su disposición voluntarios de la caridad, y
tuvo todos los que quiso, dispuestos a inmo
larse por el bien de los hemiarios.
Ninguna miseria humana, por terrible y re
pugnante que sea, ha dejado de sentir la caricia
amorosa de las manos de la Iglesia, ya se trate
de los hijos bautizados que ella estrecha en
su seno, o de pueblos infieles y salvajes.
Todo el mundo sabe que para dejar bien
ilustrado este aspecto de la aeth-idad de ía
2(S
Iglesia, habría que llenar cien gruesos volú
menes, y serían pocos.
N o hay ni una sola virtud' o prerrogativa
suya que no hayan negado, o por lo menos
discutido, sus enemigos; esta de la caridad y
de la beneficencia podrá ser también mali
ciosamente tergiversada, pero no la desconoce »
nadie.
Justicia y caridad.
Hemos conocido una época en que los pro
blemas de la justicia eran los que, de modo casi
exclusivo, preocupaban a los católicos. Cuando
el régimen económico liberal habíase exten
dido a todo el mundo, eran muchos los que
sólo pensaban en hacer que reinara de nuevo
la justicia, gravísimamente perturbada por
aquel sistema; una justicia totalitaria, como
ahora se dice, una justicia que habría de hacer
innecesaria la caridad.
Acentuada más y más aquella tendencia, se
llegó al extremo de considerar a la caridad
como un peligro, y ¡cosa increíble!, se incurrió
en la monstruosa aberración de llamar enemigos
de los menesterosos a los que hasta entonces
habían sido tenidos por grandes bienhechores
de la humanidad; a un Juan de Dios, a un
"Vicente de Paúl, a un Cottolengo, a un Don
Bosco... Claro que los que así pensaban no
eran católicos. Una seudo filosofía, jaleadora del
superhombre, complacíase en llenar de injurias,
que luego han hecho suyas los partidos obre
ristas ateos, hasta a los heroicos religiosos que
se dedican al cuidado de los degenerados y
enfermos, de los cretinos y locos. Decían que
lo que ellos hacen es perpetuar la imbecilidad
y las taras fisiológicas de todo género.
D e aquí que hayamos presenciado el tre
mendo ultraje heqho a la humanidad de ver
fusilados, en Barcelona, como malhechores, a
los Hermanos de San Juan de Dios, y, en A n
dalucía, a las Hermanitas de los pobres.
Es ésta una de las más pérfidas maldades ex
cogitadas por e! infierno para destruir, si posi
ble fuera, la dulce y piadosa resonancia que
la caridad de la Iglesia ha encontrado siempre
en el corazón de los pueblos.
¡A y del mundo — exclama Mons. Bemareggi — si la justicia gobernara sola! Sería
un desierto helado, una exposición de muertos
rivos, un escenario de autómatas como los de
la Rusia Soviética 1” .
N o; la justicia jamás remediará ella sola los
males que afligen a la humanidad. Muchas de
las soluciones justas que en aquellos tiempos
se propugnaban hanse visto realizadas, tienen
hoy fuerza legal, y no por ello se ha achicado
el inmenso mar proceloso de las miserias y
le s ú s c o n s o la n d o a lo s q u e es tá n fa tig a d o s . ( F ig u r a c io n e s re lig io sa s d e M . A . B a rb e ris).
desventuras que a gritos están pidiendo re
medio.
Y es que las causas hay que buscarlas en un
plano muy superior al de las soluciones econó
micas y políticas. Por algo dijo San Pablo, en
su ya citado panegírico de la caridad, estas pa
labras que parecen paradógicas: “ Aunque dis
tribuyese todos mis bienes a los pobres, si no
tengo caridad, de nada me servirá".
Con esto nos advierte que hacer limosna a
los pobres no es bastante, que más allá de la
limosna material está la caridad, o sea la unión
religiosa del hombre con Dios, que es la que
produce y mantiene la unión de los hombres
entre sí. Faltando este lazo, el amor de hom
bre a hombre se hace imposible, y si no hay
este amor, no hay base para la justicia. He
aquí porque el Apóstol hace caso omiso de
ésta.
Si falta el amor, no hay justicia; pero si
faltara la justicia, aún puede suplir el amor.
M ucho deja que desear todavía, por desgra
cia, la justicia en nuestras relaciones socia
les, y he aquí porque la caridad resulta más
y más necesaria. L a que hoy se hace es conso
ladora, pero no basta; para que el mundo se
salve de la catástrofe a que se ve abocado,
son precisos verdaderos derroches de candad,
océanos de caridad.
El Papa, en su maravillosa Encíclica “ Qua-
je s ú s p a rte s u p a n c» n la s tr a b a ja d o re s . (F ig u r a c io n e s r e l^ io s a s d e M . A . B a rb e ril).
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dragísimo anno” , tiene a este respecto acentos
sublimes de preocupación paterna, deplora una
vez más las ruinas producidas por el egoísmo,
desea ver los corazones de todos los hijos de la
Iglesia encendidos en llamas de caridad.
Algunos dirán: Hoy esto es cosa del Estado;
van siendo las Instituciones públicas las que
adquieren el compromiso de dispensar, pro
mover y asegurar la beneficencia.
No hay duda que es mucho lo que en este
campo puede -hacer y hace el Estado moderno,
dados los medios de que dispone y las inapre
ciables facilidades que la técnica coloca en sus
manos. I..a Iglesia se felicita de ver cada día
más despierta la sensibilidad de los hombres
de gobierno, a este respecto, y bendice sin
reservas toda esta bella floración de obras de
asistencia social, de justicia legal, creadas y
administradas por los poderes públicos. Ni
siquiera le duele a la Iglesia que iniciativas
de caridad exclusivamente suyas se hayan
luego convertido en espléndidas instituciones
benéficas del Estado.
A algunos podría parecerles que, ante este
carácter de bienhechor universal que hoy se
atribuye el Estado, la caridad no tiene razón
de ser, que está ya prácticamente superada.
En primer lugar — decimos nosotros —
I es que ya la beneficencia pública ha resuelto
todos los problemas que plantea la miseria hu
mana y remediado todas las necesidades ? ¿ Es
que ya ios pueblos están saturados de benefi
cencia ?
i
A y !, pese a todos los desvelos de los gobier
nos, aún nos hallamos a distancias siderales de
una respuesta satisfactoria; aún el dolor, en
todas sus formas, y la más espantosa miseria
moral e intelectual ocupan estratos extensísi
mos de nuestra torturada sociedad moderna.
En segundo lugar, y dado que algún día, por
modo milagroso, se pudiera responder afirma
tivamente a estas preguntas, ¿ podría la benefi
cencia laica curar las heridas de ia humanidad
enferma como las cura la caridad cristiana f
No, en absoluto. L a madre es y será siempre
insustituible. Sean cuales fueren las beneme
rencias de la previsión y asistencia sociales del
Estado moderno, o del que pueda venir ma
ñana, el mundo no podrá nunca prescindir de
la función básica que a-la caridad asignó Cristo
Señor Nuestro. L a caridad vino a la tierra para
cumplir deberes maternales, su campo es infi
nito, y no puede ser suplantada, absorbida,
sustituida, sin que hombres y organismos so
ciales sientan dolor y desazón en lo más ín
timo y delicado de su entraña vital.
[Se continuarás.
L a a m p lia c ió n d e l a B a s ü ic a d e M a ria A u x ilia d o r a d e T u r in . - R e s u e lta fe lix m e n te l a p a r te c o n s tr u c tiv a co n
e l re m a te d e l a c ú p u la , c o m ie o a a a h o r a l a e n o rm e , c o s to s a , e n tr e te n id a o b ra d e d e ta lle 'y o rn a m e n ta c ió n , q u e
lo d o lo e s p e ra d e l a g e n e ro s id a d in c a n s a b le d e c u a n to s a n h e la m o s v e r la te r m in a d a .
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d
VIDAS H E R O I C A S
EL
PADRE
ENRIQUE
Nos envían de Colombia la esquela mortuo
ria del sacerdote salesiano Don Enrique Pirali,
y con ella unos datos biográficos del mismo
que dan un valor excepcional a este carita
tivo, heroico y malogrado Hijo de Don Bosco.
Nacido en Gattico, pueblo riente de la bella
Italia, sito en la bellísima región de los lagos
norteños, acababa de cumplir los 6o años
cuando le sorprendo la muerte.
En la casa paterna transcurrió su primera
niñez, dócil e impoluta, trasladándose a Turín
cuando tenía 15 abriles, para estudiar el ba
chillerato en el Colegio Salesiano del Martinetto. Allí recibió, con el diploma de estudios,
la gracia del llamamiento divino a la vida re
ligiosa.
Y a salesiano, fué destinado al Brasil, en
1898, siendo allí su primer campo de trabajo
el Colegio de San Pablo.
Deslizáronse, en aquel grandioso emporio de
actividades salesianas, cuatro años, que el no
vel Hijo de Don Bosco aprovechó maravillosa
mente, dando excelentes pruebas de su bon
dad de carácter, de su pasión por el estudio, dé
su celo por el bien de las almas; y, transcurrido
este tiempo, recibió orden de ir a Campiñas
donde acababa de fundarse la casa de San
Juan.
El joven Pirali hacía entonces las primeras
armas en el apostolado sacerdotal, y no había
nada que pudiera oponerse al ímpetu fogoso
de su caridad, capaz de arrollarlo todo.
En una de las barriadas de Campiñas existía
una Colonia de leprosos, regida y administrada
por una Sociedad benéfica, la cual encontraba
no pocas dificultades para hallar un sacerdote
que quisiera encargarse de la asistencia espiri
tual de aquellos desgraciados.
Súpolo Don Enrique Pirali, y, sin reparar
en los quehaceres agobiadores que ya pesaban
sobre sus hombros, presentóse a su Director
para decirle que él desempeñaría con gusto
aquella obra de caridad, y tendría a mucho
honor ser llamado capellán de ios leprosos.
El ofrecimiento fué aceptado, y la Sociedad
encargada del Leprosario \-ió el cielo abierto.
AI principio, el joven salesiano tuvo que
luceise una riolencia indecible, y extirpar con
mano dura las veleidades de su índole delicada
y aristocrática. Aquellas pústulas infectas, aquel
aliento pestilente, aquellos cuadros desoiadores
de la miseria humana, crispaban su sensibi
PIRALl
lidad, pero Dios le había dado un alma de
temple heroico y la lucha duró muy poc(^
L a caridad que ardía en su pecho era más
fuerte que todas las repugnancias de los sen
tidos, y el pensamiento de que en cada uno
de aquellos enfermos estaba la persona adora
ble de Jesús doliente, daba alas a su solicitud
sacerdotal.
El les visitaba con toda la frecuencia que per
mitían las ocupaciones regulares e imprescindi
bles de su Colegio, él les confesaba y consolaba
como un padre amoroso, él corría a la cabe
cera de los moribundos, él les decía la misa y
administraba la comunión.
Así, por espacio de tres años, en los que
los seres aquellos, atenazados por el dolor de
sus gangrenas progresivas, y por el otro dolor
aún más punzante de la segregación social, del
aislamiento, llegaron a cobrarle una admira
ción y un cariño enormes.
Y durante todo este tiempo, alegría juvenil,
cordialidad, derroches de salud y de buen hu
mor, hasta que, un día, manchas sospechosas
aparecidas en su cuerpo le hicieron palidecer
levemente. ¿ Sería la lepra ?
U n reconocimiento médico confirmó la fatal
sospecha; era en efecto el terrible morbo; al
P. Pirali le habían contagiado sus queridos
enfermos.
Pero la turbación — bien humana y com
prensible — le duró muy poco al joven y
heroico sacerdote salesiano. Concentróse unos
días, recobró en seguida su serenidad y buen
humor habituales, y dió gracias a Dios de todo
corazón por haberle hecho digno de sufrir
aquella prueba. Su mayorj alegría era poder
continuar sus ministerios en la Colonia, in
ternado como uno de tantos enfermos, y en
más íntimo contacto que antes con sus hijos
espirituales. Las leyes eran inexorables; el
Padre Pirali tenía que ser segregado de la Co
munidad Salesiana.
Así las cosas y cuando mayor era su satisfac
ción, optaron los superiores por alejarlo del
Brasil y enviarlo a Colombia, al Lazareto de
Agua de Dios a caigo de la Sociedad Salesiana.
En julio de 1922. entraba obediente y resig
nado en su nueva demora, y, al término de
aquel mismo año, la terrible enfermedad ha
bía hecho tales progresos que tenía invadido
ya todo su organismo; su cuerpo era una pura
llaga, y el rostro estaba tan monstruosamente
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deformado que era casi imposible reconocerle.
Fue* una prueba muy dura que sólo una virtud
como la suya y una jovialidad como la que a él
le era habitual podían soportar.
Habiéndose mitigado más tarde la virulencia
dcl mal, y cansado él de su continua inacción,
pidió que le dejaran dar alguna clasecita a los
pequeños leprosos del Asilo «Miguel U n ia »,
siéndole concedido.
Rápidamente el maestro leproso fué cauti
vándose el afecto de los 150 niños también
infectados, como flores que se agostan en el
momento mismo de abrir sus corolas, y no
pasó mucho tiempo sin que le tuvieran no
sólo de maestro sino de Director, cargo que
el ejercitó, con una caridad y paciencia ine
fables, hasta el-año 1930.
N i las mordeduras crueles del virus que lle
vaba en la sangre, ni las fiebres nerviosas.
cada vez más raras, y, al cabo de unos diez
meses, los médicos constataron la desapari
ción del bacilo infectante. Dos reconoci
mientos más, practicados con seis meses de
intervalo, confirmaron la curación definitiva,
y el P. Pirali fué autorizado para dejar el L a
zareto.
M ás aún que al aceite maravilloso, atribuyó
él, -sin embargo, aquella curación al poder y
bondad de Don Sosco, al cual no se cansaba
de dar gracias, y a cuya glorificación, con
motivo de haber sido declarado Beato, le fué
dado asistir, en Bogotá, con inmensa satis
facción de su alma.
Y al verse ya completamente sano, ¿ qué
decidió el P. Enrique ? ¿ volver al Brasil ? No,
su vida había sido ofrendada sin ninguna
reserva a sus queridos leprosos, y, a fuerza
de rogar e importunar, consiguió que le de-
Encomendemos a la Misericordia Divina a nuestros mártires, Salesianos,
Hijas de María Auxiliadora, Cooperadores y Ex Alumnos, qne en España han
derramado su sangre, víctimas de las barbarie roja; a los que heroica y
generosamente han sucumbido en el campo de batalla en defensa de la Re
ligión y de la Patria; a los que siguen luchando, y a los que, cautivos de
la hidra revolucionaria, sufren horas de agonía.
i Que el buen Jesús, por intercesión de María Auxiliadora y de San Juan
Bosco, conceda a los muertos el premio eterno, y a los demás gracias espe
cíales que los hagan soportar la prueba con invicta fortaleza cristiana.
propias de la enfermedad, que a menudo le
acometían, pudieron jamás ensombrecer su
natural alegre ni retardar el ritmo acelerado
de sus ministerios. Estuviera como estuviera,
el explicaba regularmente sus lecciones, asistía
con escnipolosa diligencia a sus niños, prepa
raba con entusiasmo las fiestecitas que se ha
cían en el .Asilo, y hasta peroraba en las sen
cillas academias que a menudo organizaban
aquellos niños; todo ello sin omitir ninguno
de sus deberes como Director.
En recompensa de tantos y tan heroicos sacrifiws, la Divina Providencia le premió con
una siitisfacción completamente inesperada.
.Acabábase de introducir en aquel Lazareto
una nueva cura antileprosa, el aceite de « chalmogra o, y el Dr. Delgado Palacios, hijo del
inventor de este remedio, que amaba entra
ñablemente al P. Pirali, decidióse a hacerle unas
aplicaciones, con efectos maravillosos. La en
fermedad fué cediendo, las manchas se hicieron
30
jaran en Agua de Dios para practicar su minis
terio en la parroquia de la Leprosería, du
rante los años que aún le quedaran de vida,
que fueron bien pocos.
Minada su salud y deshecho su organismo,
a causa de tantos y tan prolongados sufri
mientos, fué sosteniéndose todavía cuatro
años heroicamente en la brecha, hasta que un
ataque fulminante de uremia llevóle al cielo,
el día II del pasado julio, para recibir allí la
corona de los mártires de la caridad.
¡ Loor al Padre Pirali, víctima voluntaria del
más exquisito de los apostolados, ángel conso
lador de la clase de seres más desgraciados
que hay en la tierra!
Roguemos por él, ya que no nos corresponde
a nosotros canonizar sus virtudes, pero tenga
mos presente su heroísmo y pongámoslo muy
alto ante la vista, como faro esplendoroso, hoy
especialmente en que tanto abundan los co
razones mezquinos y los desertores del deber.
T
Las Hijas de María Auxiliadora en España.
B
odas de
O
ro
: B
T om am os d e " L a
odas
de
dolor
y
de
san gre
.
G a c e ta R e g io n a l" d e Sa la m an ca :
El día 19 de este mes de octubre, día consa
grado a San José, hizo cincuenta años que
llegaron a nuestra Patria las cuatro primeras
Hijas de María Auxiliadora, con el íin de fun
dar la primera Casa salesiána.
Día era este de echar las campanas al vuelo,
lanzando a los cuatro vientos la cristianísima y
patriótica labor que, durante este medio cente
nario, han realizado estas Religiosas. Ahora
deberían haberse hecho grandes fiestas en to
das las ciudades donde hay Casas de Hijas de
María Auxiliadora. Las Antiguas Alumnas hu
bieran rivalizado en hacer resaltar ante España
entera lo que la Congregación ha h ech o . en
bien del pueblo, de los humildes, de esa clase
de la sociedad para la cual Jesucristo y su Igle
sia han tenido siempre sus complacencias. Pero
España está de luto; las Hijas de María Auxi
liadora también. Dios las ha honrado haciendo
de ellas víctimas propiciatorias de los pecados
de un pueblo envenenado, que, en su embria
guez revolucionaria, ha querido mancharse con
la sangre más pura del alma española.
Un sueño de D on Bosco.
La venida de las Salesianas a España había
de ser la realización de- un sueño dorado de
Don Bosco. El Apóstol había soñado con una
torre a manera de fortaleza, o castillo dorado,
en la que había de tener asiento el amor, la
caridad cristiana, el Evangelio vivido y prac
ticado en bien de las niñas más necesitadas
de la ciudad de Barcelona. Era la Torre de
Gironella el objeto de la visión del Santo. La
\ irgen, su Auxiliadora, la que le inspiraba,
y la que le resolvía todas sus dificultades,
le había señalado esa torre para primera Casa
de sus Hijas en España. Grandes eran las di
ficultades que había que vencer para lograrlo
y que no son ahora de exponer. Todas se
vencieron con la a}'uda de María y la pro
tección que le dispensó aquella santa Coo
peradora Salesiana, que se llamó Doña Do
rotea de Chopitea,
La torre, por la que se pidió una fabulosa
suma, se compró sólo con las 70.000 pesetas
que Doña Dorotea guardaba para su vejez.
L as prim eras Religiosas.
El 19 de octubre de 1886 llegaron a Barcelona
las primeras Religiosas Salesianas. Eran cua
tro Hermanas nada más, de las cuales sólo una
es superviviente: la Rda. Madre Lucía M artí
nez, superiora actual de la Casa de Salamanca.
Con estas cuatro religiosas, formadas por el
mismo Don Bosco, comenzó el Instituto de
María Auxiliadora a vi\nr en España. Ellas
fueron el granito de mostaza que, al calor del
Sagrario y regado por las gracias de la Virgen,
se ha convertido en árbol fecundo. AI dirigir
una mirada a través de estos años, lo vemos
crecer hasta contar 22 Casas en España, y otras
varias fundaciones que se han hecho en Am é
rica a base de religiosas españolas. Estas hijas
de Don Bosco han trabajado y trabajan en la
primera y segunda enseñanza; sostienen escue
las nocturnas y profesionales. Oratorios festi
vos, cantinas y Colonias escolares, etc. etc., y
todo ello en bien de la niñez y juventud,
siendo siempre la más atendida la de las fa
milias obreras.
Además de estas 22 Casas, cuenta la Congre
gación con un Noviciado y una Casa de For
mación.
Regalos del Cielo.
Dice la gran confidente del Corazón de Je
sús, en una de sus cartas; Santa Margarita M a
ría de Alacoque, que Jesucristo el mejor regalo
que hace a las almas que ama, es la cruz. Y
con la cruz ha premiado Dios a las Salesianas.
En la semana trágica de 1909, vieron sa
quear y quemar su Casa por los jóvenes bár
baros de Cataluña y los discípulos de Ferrcr.
En 1931, fueron quemados y saqueados los
Colegios de Madrid y de Valencia. Colegio
magnífico el de Madrid, en Cuatro Caminos,
que hace un año vimos sin concluir de restaurar
y en que percibían enseñanza gratuita más de
700 niñas, y que en mayo pasado había de ser
nuevamente quemado, cometiéndose con las re
ligiosas graves atropellos, arrastrándolas por las
calles y dejándolas heridas a todas ellas, que
hubieran muerto en manos de las turbas a no
haberlas defendido los guardias de Seguridad.
En la revolución actual, habían de figurar
también ellas, otra vez, entre las víctimas.
Cuando esto escribimos aún no se sabe la suerte
de gran número de religiosas Salesianas.
Por la salvación de España las buenas Hijas
de M aría Auxiliadora habrán pedido segura
mente que caiga su sangre sobre el altar de la
Patria, y ahora han celebrado sus Bodas de Oro,
que son bodas dé Pasión y Sangre, y han re
cibido, en este cincuentenario, la mejor corona
de méritos que Dios podía colocar sobre las
Hijas de Don Bosco: la corona del martirio.
-
LA OBRA DE DON BOSCO EN
ESPAÑA Y AMÉRICA
Relaciones enviadas al Rector Mayor.
ción: “ Certamen Catequístico 1936” , y con
una alegre excursión al interior de la isla.
El cronista, que, con gran satisfacción pre
senció todos estos actos, hace fervientes votos
por que llegue pronto el día ?n que en todo el
Tradicionales se van haciendo todos los años
mundo, en todas las paiToquias, y en todos los
en las Escuelas Salesianas de Las Palmas los
colegios, se celebre con actos parecidos la fiesta
certámenes catequísticos, con motivo de la
del Catecismo; solamente así cooperaremos
clausura de curso; el de este año de 1936
eficazmente a la grandeza de la Religión y de
ha revestido una importancia extraordinaria. • la Patria.
El día 5 de julio, el colegio salesiano era
BRASIL - Las Bodas de Oro de la Obra
una verdadera colmena; la alegría de los ven
Salesiana de San Pablo. — Grandiosas
cedores desbordante. En la misa solemne, el
solemnidades. - La Cámara de Dipu
M uy Rvdo. Sr. Director del Colegio, en bri
tados, en Sesión ordinaria, celebra el
llantes párrafos, cantó las glorias de la Religión,
acontecimiento.
poniéndola como base de la grandeza y resur
gimiento de los pueblos y al mismo tiempo
Siguen sucediéndose, en. nuestra Sociedad
como felicidad de los individuos. Parafraseando
Salesiana, las fiestas conmemorativas, entre
el texto del Sagrado Evangelio “ Eúntes docete
repiques de campanas y entusiasmos de mu
omnes gentes” inculcó a los jóvenes escolares
chedumbres. Ahora le ha tocado a la rica me
el apostolado de la enseñanza del Catecismo,
trópoli de San Pablo recordar con júbilo el
proponiéndoles como modelos los ejemplos de
Quincuagésimo Aniversario dé la llegada de los
Domingo Savio y Miguel Magone, lirios pu
Hijos de Don Bosco.
rísimos de la Escuela de Don Bosco.
El ciclo de fiestas duró desde el 15 al 18
A las cuatro menos cuarto, suena la campana,
de agosto, siendo celebradas en los amplísimos
y los escolares se encaminan al Salón Teatro.
locales de! Instituto del Sgo Corazón de Jesús,
ESPAÑA (Canarias) - Las Palmas. — La
Fiesta del Catecismo en las Escuelas
Salesianas.
Tomamos del diario local '*Acción":
L a velad a.
Ejecutado por la banda un alegre pasodoble,
pónense todos en pie, y cantan el Himno del
Catecismo.
El Sr. Director abre el acto con breves pala
bras; suena un timbre, y empiezan las elimina
torias finales.
No se puede repetir ni variar ninguna pala
bra, dice la presidencia.
A muchos, por no decir a todos, se les ve
santiguarse antes de ser preguntados; es un
verdadero fuego graneado, se acude a todos los
medios y resortes para hacerlos caer... Son
muchos los vencedores, dice el tribunal, pero
vsc vuelve a la carga... Se hacen hasta cuatro
preguntas seguidas al mismo individuo... todo
inútil, resultando al fin vencedores nueve
de la clase i*; ocho de la 2®; tres de la 3»;
trece de la 4*^; cuatro de la clase 5® y seis ar
tesanos, los cuales dieron, además, una amena
exhibición disertando sobre la existencia de
Dios y sobre la institución del Sacramento de
la Pcttitencia. A todos los vencedores se les tri
butó una calurosa ovación. A todos obsequió
el colegio c.on una banda que lle\“a esta inscrip
32
que cuenta actualmente 2.400 alumnos.
Asistieron a ellas el Exemo. Sr. Nuncio de
S. S. Mons. Masella; doce Arzobispos y Obis
pos, en su mayoría salesianos; los Sres Don
Pedro Berruti y Don Pedro Tirone, respecti
vamente Prefecto General y Director Espiritual
de nuestra Sociedad, quienes fueron expresa
mente de Turín en representación del Rector
M ayor; Ministros, Cuerpo Diplomático, Auto
ridades, aristocracia, y nutridísimas represen
taciones de las clases populares.
Como monumento oficial, que recuerde a las
generaciones venideras la gratitud salesiana y
ciudadana a la Divina Providencia por los be
neficios sin cuento de ella recibidos en estos
cincuenta años, inauguróse un nuevo Instituto
en el banio obrero de Moóca, el cual, día y
noche, tendrá abiertas sus aulas gratuitamente
a ios hijos de las clases trabajadoras.
El Parlamento del Estado de San Pablo, que
riendo subrayar ante los ojos del pueblo lo que
es y representa para el interés patrio esta Con
memoración cincuentenaria, en la Sesión de
17 de agosto, presidida j>or el Honorable Sr.
Laertes de Assun^ao, adhirióse oficialmente a
i
S a n P a b lo . - L o a E x c m o s . P re la d o s e ilu s tre s A u to r id a d e s q u e p re s id ie ro n la s fie sta s Ju b ilares.
S a o P a b lo - E l n u e v o In s titu to S a le s ia n o in a n g n r a d o e n e l b a r r io o b re ro M o ó c a .
síntesis pedagógica", y que el Santo ideador, Don
Bosco, complacíase desde un principio en llamarlo
"Sociedad de la alegría" yo.Jo califico de "E s
cuela elemental de la democracia"...
S i luego nos fijamos en las Misiones Salesianas,
es un asombro el trabajo que hacen los Hijos de
Don Bosco para educar a l salvaje y traerlo a la
vida social. ¿ Hay necesidad de describir ese tra
bajo ? Basta, para comprenderlo, citar los lugares
donde inmolan su vida estos abnegados misione
ros: Porto Velho, Registro de Araguaya,y allá,
en el Norte Brasileño, el Rio Negro con sus ri
beras pestíferas. Permitidme, Señores Diputados,
que a l pronunciar estos nombres me incline reve
rente ante la memoria del EvangeUzador de los
Indios Chavantes, Don Sacilotti, en nombre pro
pio y del Territorio que represento, en e l que,
llevado por las auras que rizan las ondas del
Paraiba, aspírase el perfume de santidad de la
vida de aquel mártir salesiano.
B r a s il - S a n P a b lo . - L a p r e c io s a ig le s ia b a s illc a l
s a le s ia n a d el S g d o C o ra z ó n .
los festejos salesianos, y acordó por unanimi
dad conceder un voto de gracias a los Hijos
de Don Bosco.
Fueron varios los Sres Diputados que hicie
ron uso de la palabra, en esta ocasión, para
enaltecer los beneficios de la Obra Salesiana y
expresar la gratitud del Estado.
El Honorable Sr. Pinto Antunes, después de
hacer destacar la suerte del Brasil, que vive,
decía, como en “ estado de gracia” en estos años
tempestuosos en que una gran parte del mundo
vive en “ estado de expiación” , exaltó con sen
tida elocuencia el impulso que de los Salesianos ha recibido la fonnación católica del alma
popular, Cvspecialmcnte por medio de los Ora
torios Festivos y de las Misiones.
tu Oratorio Ffstivo — dijo — es una
obra destinada a recoger a mitos y jóveneSy en
¡os dias de fiesta^ para enseñarles el Catecismo^
entre un continuo sucederse de honestos entrete
nimientos. Pobres y ricos, en cristiana camara
dería, mientr<is encuentran allí solas para sus
almas con diversiones inocentes apropiadas a sus
diversas edades y condiciones, adquieren a la vez
sólidos hábitos de virtud, que ni el mundo ni el
tiempo podrán jamás destruir. Esto, que un maes
tro de fam a mundial ha definido "una genial
34
E l Diputado Sr. Antunes terminó su dis
curso entonando im himno apasionado a la
Obra Salesiana y a la M adre Iglesia Católica,
Apostólica, Romana, y acto seguido, pidió lá
palabra el Honorable Sr. Madeiros, Jefe del
Partido Republicano Paulista.
He aquí un brevísimo resumen de su dis
curso:
En todos los trabajos que la Sociedad Salesiana
ha realizado en el Brasil se ven rasgos de una
rara belleza moral.
Afitman los. críticos que en las obras de arte
distinguense, intimamente unidos y armonizados,
estos dos caracteres: la unidad y la variedad.
Pues bien, a través de las empresas salesianas
del Brasil y de los varios aspectos con que suelen
manifestarse: Institutos de educación primaria,
secundaria y superior. Casas de beneficencia.
Asilos para enfermos e inválidos. Misiones, Es
cuelas Agrícolas, Gimnasios, Liceos, Escuelas
Profesionales para las clases obreras, yo veo esa
variedad característica que es propia de las obras
de arte, y veo, asi mismo, una maravillosa unidad.
Lo que especialmente distingue a la educación
salesiana es el espíritu de abrtegación; una pa
ciencia de pura marca evangélica; un anhelo, un
propósito de reparar las injusticias sociales, y
sobre todo, un inmenso amor a l prójimo.
¡Quién no ve la importancia de esta caracte
rística, tratándose de la educación! S i el maestro
carece de amor, la obra educadora es imposible.
H e aquí e l tesoro que e l educador salesiano posee
en abundancia, como fie l dechado que es del M o
delo Divino; Salésianus alter Christus.
Lo que distingue a l H ijo de Don Bosco es el
amor que siente por sus educandos. E l Salesiano
es un maestro que se da por completo a sus disci-
M
►
'v
'
putos, sin aspirar a otro premio más que a l que
habrá de recibir de Dios...
A la luz de estas razones, la Cámara no puede
menos de adherirse a l gozo de esta Casa, modelo
de educación, que se llama Instituto del Sgdo. Co
razón de Jesús, casa que en 1886 empezó su apos
tolado con sólo 25 alumnos, y ahora tiene 2.400.
Este enorme y magnífico progreso es más elo
cuente que todos los discursos. Aunque en este
magno Instituto se dan hoy las más variadas
enseñanzas, es necesario recordar que fu é él, al
principio, el que echó las bases de la gran obra
de la enseñanza profesional en nuestro Estado,
cabiéndole la honra de ser en absoluto é l aban
derado indiscutible de la instrucción y educación
de las clases obreras.
Sentimos no poder seguir al eximio orador
en su Discurso, que fué acogido por toda la
Cámara con grandes y prolongados aplausos.
Después del Sr. Madeiros, habló la Dipu
tada Sra Rodríguez, demostrando, con origi
nales y luminosas razones, que Don Bosco,
como educador, es la figura más eminente de
estos últimos tiempos.
Finalmente, el Sr. Fairbanks, en nombre del
Partido Integralista, dijo substancialmente lo
que sigue:
Para nuestro Parlamento es un honor y una
satisfacción ver que, a la sombra del árbol cinaientenario, tenemos entre nosotros al Excmo.
Sr. Nuncio Apostólico y a los Rvmos Sres Don
Pedro Berruti y Don Pedro Tirone, Superiores
Mayores de la Sociedad Salesiana, venidos
expresamente de Turin para saborear los frutos
de las actividades de su Congregación en el
Brasil, durante estos cincuenta años pasados.
La Obra de Don Bosco no debe ser considerada
sólo desde el punto de vista de la enseñanza
cristiana; no, lo principal en ella, a juicio mío,
es el método con que las juventudes se entrenan
en el trabajo...
Lo verdaderamente
característico de Don
Bosco es que él no se
Umita a iluminar las
inteligencias de ¡os que
quieren hacer del estu
dio la base de su exis
tencia, sino que prefiere
educar y formar converñentemente a los que
derraman sus sudores y
prodigan sus energías
en fén ica s y talleres,
deseoso de elevar y en
noblecer las manos encalleadas del trabajo.
B r a s il. • U n á n g u lo
No puede establecerse comparación alguna en
tre estos hombres que siembran según el espíritu
luminoso de la caridad cristiana, y esos otros que
siembran en las tinieblas insidiosas del laicismo...
Nosotros no admitimos que haya separaciones
entre el obrero y el intelectual. Es preciso que
ambos armonicen su vida, am pliendo cada uno
la misión que le es peaiUar, para subir por
medio de ellos a la armonía del Estado, regulador
supremo de sus actividades. E l Estado, a su vez,
debe moverse con sujeción a la soberanía de Dios
que está por encima de todas las soberanías.
También mirada desde este punto de vista, la
Obra de Don Bosco es acreedora a nuestra mara
villa , porque aquellos 25 discípulos que, hace ahora
cincuenta años, crecían en tomo de una diminuta
capilla, hanse ahora convertido en 2.400, esto
sólo aquí, en San Pablo, sin tener en cuenta su
prodigiosa extensión y multiplicación por las
demás localidades del Estado, como Nichteroy,
Río Janeiro, y demás provincias brasileñas.
Estas razones, Sr. Presidente, Sres Diputados,
me inducen a pedirle a Dios que ese m e lifico
gemplo que nos viene de la Iglesia Católica sea
im itado,y que défrutos abundantes entre nosotros,
no sólo en las almas de los jóvenes que se adies
tran en la práctica de las virtudes cristianas,
sino en todas las actividades oficiales del Brasil.
Una gran salva de aplausos ahogó las últimas
palabras del orador, pasando el Parlamento a
votar por unanimidad su adhesión y aplauso
oficiales a la Sociedad Salesiana, y acordando
ofrecer pleito homenaje de estimación y re.speto
a los Superiores del Instituto, y a todos los Sres
Arzobispos y Obispos Salesianos que habían
acudido a San Pablo, en ocasión de las fiestas.
Sacada copia de las Actas de esta memorable
Sesión, fué llevada por una Comisión de Dipu
tados al Sr. Director del Instituto del Sgdo
Corazón.
d e n u e s tro g r a n d io s o C o le g io d e S a n P a b lo .
35
Las Hijas de
Notas gráficas dep»
S u s a c tiv id a d e s c r e c e n to d o s lo s d ia s ea
to lá d b a b a r c a y a to d o e ! m u n d o y todo A L
n in o ta n e x te n s o , d e iic a d iK
£1 m o n u m e n to
a M a r ia A u x ilia d o r a , e n el ié)n<
r e v e la c ió n so b re n a tu ra l q u e s e r e fe r ia a I i| ^
ri^uxiliadora
i^iáña.
fti6n g e o m é tric a . - S u a p o s) aitfifi c a tó lic o - s o c ia l fem e-
d^géneo.
I ^ B d e S . J. B o sco tu v o u n a
Ia( d e su s H ija s e n E s p a ñ a .
Rasgo bello y magnánimo
del Emmo. Cardenal Pri
mado de Buenos Aires.
Ante el deplorable estado de n\iseria en que
queda la Iglesia española, después del sacrilego
y leroz atentado anarco-coAunista contra sus
templos y altares, villanamente robados, incen
diados, destruidos, con todos los objetos necesa
rios al culto litúrgico, que generaciones piado
sas habían ido acumulando, muchos de ellos
riquísimos como la fe de sus donantes, y de
incalculable valor artístico, el Emmo. Cardenal
Primado de Buenos Aires ha dirigido a todos
los católicos de su Arquidiócesis un vibrante y
nobilísimo llamamiento, para que, en tan crí
ticas circunstancias, muestren generosamente
su solidaridad con los de la Madre Patria, tanto
más cuanto que ellos, los católicos españoles,
han sido también víctimas, como sus templos,
de inicuas expoliaciones y de martirios.
He aquí el hernioso documento del Prelado:
Nos, Dr. Santiago Luis Cardenal Copello,
por ¡agracia de Dios y de la Santa Sede Apostó
lica, arzobispo de ¡a Santísima Trinidad de Bue
nos Aires, primado de la República Argentina.
Siendo todos los creyentes miembros de un
cuerpo espiritual, la Iglesia, cuya cabeza es Cristo,
cualquier sufrimiento que torture a una parte de
él repercute necesariamente en los demás, de modo
que una persecución desencadenada contra ¡os
católicos de una región remota hemos de séntirla
como si fuera propia. Y ello es más verdadero
todavía cuando entre ¡os así acongojados y nos
otros existen vínculos especiales de amistosa ca
ridad y de honda gratitud.
Tal ocurre en ¡a hora actual con España. D é
ella recibió América ¡a fe ; su pueblo y sus misio
neros erigieron nuestros primeros altares, bendi
jeron nuestras primeras fam ilias, prepararon
nuestros primeros sacerdotes, consagraron nues
tros'primeros obispos. Hay entre ¡a iglesia espa
ñola y ¡as americanas una relación de madre e
hijas, que ningún acontecimiento histórico podrá
destruir. ¿ Cómo no estremecernos entonces, cómo
no sufrir cual en carne propia ante la tremenda
prueba que ¡a acongoja?
Por esto intitamos a ¡os fieles de nuestra A r
quidiócesis, desde el primer momento, a participar
en ¡as rogativas, que presidimos Nos mismo, y
es nuestro deseo que la plegaria no cese, a fin de
38
-
que el Señor alivie y abrevie la persecución desen
cadenada. H e aquí el deber primordial de los
católicos argentinos. Pero a esto ha de unirse un
socorro de otra categoría.
Centenares de templos han sido saqueados, des
pojados de sus vasos sagrados y de sus ornamentos
litúrgicos, cuando no reducidos a escombros. Desde
catedrales antiquísimas, célebres én el mundo en
tero por el esplendor de los tesoros artísticos que
contenían, hasta modestísimas ermitas situadas
en la montaña, han sido victimas de ese vanda
lismo que la humanidad civilizada, sin distinción
de ideas, ha condenado justamente. Los sacerdotes
sobrevivientes a las masacres no disponen, en
muchos pueblos, de lo más indispensable para
celebrar la santa misa. Y , sobre todo, en las pe
queñas aldeas y en los barrios suburbanos de las
grandes ciudades, la generosidad española, con
ser inmensa, se hallará casi imposibilitada para
subvenir a necesidades perentorias.
En estas circunstancias, debemos auxiliar a la
Iglesia de España. Durante más de dos siglos
ella proveyó a nuestra patria de todo lo necesario
para el culto. Nos proporcionó nuestras imágenes
de mayor devoción, y hasta las paredes de nuestra
Catedral Metropolitana fueron edificadas por las
manos de obreros hijos suyos. La caridad y la
gratitud se unen, pues, para exigir de nosotros
un esfuerzo, no para sustituirnos a los católicos
de España, sino para llevarles nuestra contribu
ción afectuosa.
¡..a generosidad nunca desmentida de nuestra
ciudad, impulsada por beneméritas instituciones,
ha organizado el au.xilio de los grandes dolores
físicos que ocasiona la guerra. Deseamos que los
grandes dolores morales de los templos devastados
y profanados tengan también rmestro socorro.
Con este objeto, resolvemos se verifique entre
nuestros fieles una colecta destinada a proveer ¡os
objetos de culto más indispensables a l mayar nú
mero posible de templos españoles.
Encomendamos a l limo. Mons. Gustavo J .
Franceschi, canónigo de nuestra Catedral Metro
politana, ¡a organización de cuanto se refiere a
este movimiento, con eru:argo de darrxos cuenta
de la constitución de cord ones, plan de trabajos
y demás modalidades del mismo.
Dado en Buenos Aires, en ¡a fiesta del Cuarto
Centerusrio de su fundación, octubre del año del
Señor de 1936. —- Santiago L . Card. Copello,
arzobispo de Buenos Aires. — Por mandato de
S . Emcia. Revma., Tomás J . Solari, secretario*.
DE N U E S T R A S M I S I O N E S
B R A SIL (M ato G rosso)
Prelatura de R egistro de A raguaya
Siguiendo las huellas
de nuestros mártires.
(Continuación).
La primera noche en e l R io das Mortes.
Al cabo de cinco o seis horas de viaje en que
adelantaron 25 kilómetros, viendo los misione
ros que el sol estaba para ocultarse y la noche
se les echaba encima, buscaron sitio a propó
sito para acampar, y atracaron en un profundo
ensanchamiento de la orilla.
Allí, a pocos metros del agua, y a un tiro
de ballesta del bosque, dispusiéronse a pasar la
noche, no sin hacer antes provisión de leña,
ya que, en aquellos parajes infestados de fieras,
es precaución inexcusable que el fuego esté
siempre encendido.
Para dormir, tanto a orillas del Das Mortes
como del Araguaya, no hay que preocuparse
gran cosa de la cama, especialmente en los me
ses de seca, o sea desde mayo a setiembre. Las
arenas finísimas que tapizan la playa, a aquella
hora, suaves y calientes, son más apetecibles
que un colchón de blanda pluma. Las estrellas
del firmamento empezaban a encenderse para
velar el sueño de los misioneros, y el Angel
de la Guarda estaba ya allí dispuesto para acom
pañarles.
Hubo un rato de amena conversación, luego
rezaron sus oraciones, y a dormir, en la paz de
Dios. Pero los ojos del P. Colbacchini, que, como
ya hemos dicho, es soldado ducho en las lides
de la floresta, no se quisieron cerrar tan pronto
prefiriendo quedar desvelados. Tum bado como
los demás, pero alerta siempre como solícito
centinela, sus pupilas se entretenían en tala
drar las tinieblas que envolvían el pequeño
campamento en toda la inmensa zona no ilumi-'
nada por el fu ^ o , cuyas llamas rojizas, re
flejándose en las movibles ondas del río, sal
taban y se divertían haciendo caprichosos jue
gos de pirotecnia.
M edase la noche en un silencio solenme,
casi religioso, que sólo interrumpían, de cuando
en cuando, el chirriar destemplado de algunas
aves, y el leve rumor del ramaje, extremando
por una dulce brisa.
Era aquélla una serenidad que arrebataba
e! alma, pareciendo como si el cielo y la tierra
se hubiesen dado cita para celebrar un himeneo
de delicias, allí precisamente donde acechaba
a todas horas la insidia de la muerte.
D e este modo, la imaginación despierta del
misionero seguía vagando por aquellas playas
y bosques, por aquellas aguas convertidas por
el fuego en pantalla rojiza, donde se dibujaban,
como si estuvieran vivos, los rostros inolvida
bles de los hermanos allí sacrificados.
Ahora é!, con los otros salesianos, segui
ría las huellas de aquellos mártires, para ha
llar a sus verdugos y enseñarles la ley del amor,
implantando en sus dominios terribles la so
beranía adorable de Cristo.
D os puntos fosforescentes.
Absorto el misionero en estos pensamientos,
no se daba cuenta de que el fuego se iba ex
tinguiendo. D e los rescoldos ya sólo se des
prendía, de tarde en tarde, una débil Hamaque,
brillando como un relámpago, lo dejaba luego
todo sumido en profunda oscuridad. En uno
de aquellos guiños del fuego moribundo, los
ojos del Padre creyeron distinguir sobre las
negras aguas dos puntos fosforescentes, y al
instante se incorporó para ver mejor.
No era ilusión... a cada guiñada de la llama,
aquellos puntos hacíanse más vivos y más cer
canos, apareciendo en seguida dos más, y luego
otros dos...
Conocedor de las sorpresas de aquellos lu
gares, donde el hombre tiene que desconfiar
de todo y de todos y encontrarse siempre listo
para cualquier contingencia, el misionero, sin
perder de vista los movimientos de aquellas
sospechosas luciérnagas, púsose en pie de un
salto y avivó e! fuego, viendo con indecible
espanto que, sobre la blanca arena, reptaba un
cuerpo laigo y negro ya a pocos metros de uno
de los que, ignaros del peligro, dormían de
liciosamente. Rápido como el pensamiento,
cogió el fusil que tenía al lado, dió un grito,
e hizo fuego...
El monstruo, que estaba a punto de atrapar
a su víctima, giró nerviosamente sobre sí mismo,
dió un formidable golpe de cola sobre la arena,
que se arremolinó por los aires ,y con lúgubre
y aterrador estrépito, precipitóse en el río.
Ni que decir tiene que todos se levantaron
despavoridos, preguntando lo que había ocu
rrido. — Casi nada, díjoles el Padre muy tran
quilo; por poco si un enorme coc»drilo yacaré
se merienda a uno de vosotros...
39
M a to G ro sso - L o s d o s c a im a n e s q u e c a z a r o n lo s m is io n e r o s .
/
/
{
-
, '‘r - ¥
M a to G ro s s o • A é s te d e c id ie r o n r e n to lc a r lo h a s ta d o n d e s e b a ila b a n lo s c o m p a ñ e ro s m u e rto s.
Es increíble el encarnizamiento de esos fe
roces anfibios. Acechan a su víctima por espa
cio de horas y horas, y cuando logran apode
rarse de ella, aferrándola coif*sus poderosas
mandíbulas, se sumerjen en lo más hondo deí
río, y allí la devoran tranquilamente.
Nadie pudo ya dormir aquella noche. Des
pués de bendecir a María Auxiliadora por el
terrible percance de que les había librado,
echaron al fuego leña y más leña, y, sentados
en tomo de la hoguera, diéronse a comentar
y a chancear, mientra los perros» excitados e
inquietos, se lanzaban impetuosos a la orilla.
N o obstante, entre broma y broma, la vigi
lancia continuaba, porque para ellos era cosa
segura que las fieras no se darían por vencidas,
y volverían a su empeño. Y efectivamente, aún
no había transcurrido media hora, cuando nue
vos puntos fosforescentes emergían de la oscuri
dad: cuatro, seis, ocho... todos en semicírculo,
como una avanzadilla pronta al ataque. Acercábanse los feroces caimanes rizando levemente
las ondas, y en vista de ello, los misioneros,
dada la voz de ¡alerta!, aprestáronse a la de
fensa dispuestos a hacerles frente. Viendo que
uno de los monstruos, al parecer más impa
ciente que los otros, avanzaba flechado hacia
ellos, hicieron una descarga, y el animalote dió
un salto terrible, sepultándose en la corriente
en medio de un gran estrépito.
Parece increíble; ni el ruido de los dispa
ros que retumbaron por los ámbitos de la
selva aletai^da, ni el furioso ladrar de los pe
rros, ni las vivas llamaradas del fuego, fueron
bastantes para atemorizar a los saurios, que,
durante todo el resto de la noche, siguieron
ojo avizor, viendo si podían sorprender a los
Padres.
Cuando el alba comenzaba a teñir el hori
zonte, todavía estaban al acecho, medio ocultos
en su trinchera móvil del río, no obstante que
alcanzados dos de ellos por los disparos, yacían
panza arriba sobre la arena, y que mal herido,
otro, debatíase cerca de la orilla, enseñando
en actitud de desafío los puñales marfileños
de sus mandíbulas entreabiertas.
.\ éste decidieron remolcarlo hasta donde se
hallaban sus compañeros muertos, consiguién
dolo a trueque de grandes fatigas, no exentas
de peligro, porque el herido luchaba furiosa
mente, a golpes de cola, para no dejarse apri
sionar, arrastrando a veces y derribando con
\iolencia a sus aprehensores. Los caimanes
muertos medían cerca de cuatro metros; el
otro, que, a pesar de tener el cráneo medio
destrozado, se agitaba continuamente, era bas
tante más grande.
E l torm ento de los m osquitos.
Cuando de nuevo emprendieron el viaje, el
sol derretía los sesos. Como tenían que remon
tar las aguas del río, la marcha se hizo lenta
y fatigosa, tanto más cuanto que, a trechos, la
corriente era muy rápida. El Das Mortea ofre
cía allí continuas sinuosidades, siendo cada
una de sus curvas un nuevo y magnífico esce
nario de insospechada hermosura, pero los m i
sioneros, en presencia de aquellas miríadas de
árboles vetustísimos y en su mayor parte
floridos, ^ólo pensaban en las almas de los po
bres salvajes que entre ellos vagaban, huyendo
porfiadamente de quienes, con los brazos
abiertos, buscánbanles, para salvarlos y hacer
los felices.
E l segundo día de viaje terminó como había
terminado el primero, refugiándose en la
playa para descansar y pasar la noche. H i
cieron una cena frugal, encendieron unas bra
zadas de leña, y, después de breve oración,
tumbáronse a dormir.
Pero los misioneros no habían contado con la
huéspeda. Aunque durante todo, el viaje les
habían acompañado grandes nubes de mosqui
tos de todas las especies, millones y trillones
de ellos hicieron allí su aparición, apenas
intentaron cerrar los ojos. Era algo que nunca
hubieran podido imaginar. Su música pega
josa, continua, enloquecedora; sus refinamien
tos de verdugo en el pinchar, causaban a los
pobres un desasosiego y nerviosidad indeci
bles, haciendo huir el sueño de sus párpados,
no obstante que el cuerpo estaba deshecho de
fatiga.
Sólo sumergiéndose en la acre y densa hu
mareda que producen en el fuego las madera.s
y hojas podridas, se consigue ahuyentar a estos
animalitos, pero ¿cómo respirar?... Son pocos
los que resisten, y nadie lo logra sin la pro
testa terrible de sus pulmones que en seguida
se deshacen en espasmos de tos, y entonces
no queda otro remedio que volver al aire li
bre a batirse desesperadamente con el formi
dable ejército de pigmeos ávidos de chupar,
sangre.
Así pasaron nuestros salesíanos más de la
mitad de la noche, hasta que un airecillo fresco
dispersó aquella plaga, dándoles unos mo
mentos de tregua... Y entonces habrían po
dido dormir un poco, si de nuevo no se lo hu
biesen estorbado los cocodrilos, que también
infestaban aquellos lugares... Tuvieron pues
que estar alerta y muy desvelados, con los
perros dispuestos y el fuego bien encendido,
para evitar desagradables sorpresas.
AI fin, como Dios quiso, despuntó la estrella
41
de la mañana del 4 de agosto, día de domingo.
Armado en seguida el pequeño altar portátil,
el mismo en que los PP. Fuchs y Sacilotti ha
bían celebrado su última misa, dispusiéronse
todos a oír la. que dijo el P. Colbacchini.
Terminada la augusta ceremonia, nunca tan
augusta como cuando tiene por templo y tes
tigo la inmensa naturaleza, con toda la opulen
cia que le ha dado el Divino Hacedor, tomaron
un tentempié, y levantaron de nuevo el campo
para seguir su viaje.
La navegación fue tranquila hasta que llegó
el mediodía, en que, exhaustos y medio aletar
gados por el asfixiante calor tropical, hicieron
alto en urr recodo’ del río, ampliamente som
breado por la floresta y muy propicio a desca
bezar un sueño, que de modo invencible les
iba cerrando los párpados.
Cuando el silencio era completo y sólo se
oía la respiración cansina que produce la mo
dorra, el indio Carajá da un salto y, con ins
tinto de podenco de fina casta, comienza a
ventear en todas direcciones, observa, clava in
móvil sus ojos de aguilucho en la maraña del
boscaje, y, extendiendo la mano hacia un punto
del horizonte, lanza unos monosílabos; “ Allá...
salvajes... Chavantes... humo... fuego... nos
han visto” . Restregándose los ojos álzanse
todos en seguida y divisan, en efecto, una
tenue neblina que, en forma de columna, se
eleva muy lejos.
“ Es la señal — sigue gritando alarmado el
hijo de la selva, nos han de.scubierto y avisan a
sus compañeros que hay peligro” , El P. Col
bacchini recuerda entonces lo que tantas veces
les había oído referir a los viejos Bororos, y
especialmente a su fidelísimo amigo Uke-W aguu. “ En nuestro territorio, cuando uno ob
serva algo anormal, avisa inmediatamente a los
demás que viven dispersos y descuidados, lan
zando al cielo una columna de humo en la
hora precisa én que el ^ol se halla en su cénit.
Es la señal de alerta” .
Así obran estas gentes. Advertido el peligro,
uno de los salvajes trepa ágil hasta la extremi
dad del más alto Burity (palma que, a más de
20 metros, extiende su magnífica cabellera
M auritia Vinifera), y allí, sobre el cogollo, de
posita una brazada de hojas secas de la misma
palma, con ramas y otros combustibles, y les
prende fuego. Bien pronto una blanca columna
de humo, visible desde todos los puntos de la
selva, anuncia la orden de concentración.
Miráronse unos a otros los misioneros, sin
decir palabra, mientras el indio, presa del pá
nico, seguía gritando: « No hay duda, nos han
visto. Quien sabe ahora lo que harán” .
L a impresión no turbó, sin embargo, la ha
bitual alegría de los salesianos, ni su apetito
que era excelente. Hicieron su frugal refección,
y a navegar sin descanso, puesto el pensa
miento en aquellos pobres Chavantes que tanto
deseaban ganar para Cristo, pero sin acertar
a vislumbrar la táctica con que podrían ser
conquistados.
{Continuará)
B r a s il. M a lo G ro s s o . • L a s H ija s d e M a rta A u x ilia d o r a e v a n g e liz a n d o a lo s C a r a já s .
42
r
Impresiones de la revolución española
Dos meses entre los rojos,
{Continuación).
Los registros.
En previsión de posibles desmanes, los salesianos
hemos colgado con honda amargura la sotana, y nos
vestimos todos de paisano.
L a transformación alarma un poco a los niños;pero logramos tranquilizarlos mostrándoles el salvo
conducto, firmado, para ellos, por el Comité de
Defensa.
N o nos habíamos cizañado.
A media tarde del martes, se presenta una Com i
sión, integrada por una docena de milicianos arma
dos, con órdenes de practicar un registro.
Les han asegurado que en los sótanos del colegio
guardamos gran cantidad de armas, y vienen a bus
carlas. N o podemos resistirnos. Nos encierran en la
sala de visitas, con guardias a la vista, y el registro
detallado y minucioso de toda la casa dura tres lar
gas horas.
Los niños ven desfilar por el patio de recreo la
ñamante comisión, armada hasta los dientes; pero no
se asustan porque ya están prevenidos.
El registro no ha tenido consecuencias.
El miércoles se desliza tranquilo y monótono.
R o n d a . - S a n ta M a r ia l a M a y o r , ig le s ia q u e p rim e ro fu6
m e z q u it a y d e sp u é s a b a d ia . E ste g ra n d io s o m o n u m e n to
d e p ie d ra faa s id o ta m b ié n s a q u e a d o y p r o fa n a d o p o r
l a v e s a n ia co m u n is ta .
R o n d a . • L a t a l a d e v is ita s d e n u e s tro C o le g io d o n d e
fu ero n e n c e r ra d a s lo s S a le s ia n o s , m ie n tr a s la s tu r b a s
ro m p ia n y s a q u e a b a n .
aunque el griterío de las turbas, que desfilan cantan
do la internacional, en sus camiones ñamantes, se
enseñorea de la ciudad.
U n rale, escrito a manó, pero sellado y refrendado
con los sellos de las distintas agrupaciones obteras,
nos obliga a dar de comer a los milicianos que mon
tan la guardia en la cárcel y en la plaza. L os seiAdmos nosotros mismos. Hay, en los rostros bronceados
de algunos, surcos gloriosos abiertos por el sudor y
el polvo, y hasta palabras llenas de gratitud y de
nobleza.
La mayoría, sin embargo, mira recelosamente.
Están engañados los pobrecítos. jS i supieran que
los amamos de verdad!
U n rumor ha circulado al caer de la tarde, insisten
temente. L os moros, aliados con los fascistas, vienen
sobre Ronda. Esto sólo ha bastado para poner en
pie de guerra hasta dos mil hombres. Abundan las
escopetas y pistolas de todos los estilos y de todas
las épocas. Se ha reforzado la guardia de la cárcel
y dicen que, apenas asome el enemigo, ésta arderá
con los 8o fascistas que contiene. Durante toda la
noche, se dobla también la guardia por nuestra
parte. Se han visto grupos extraños apostados ante
la verja del Colegio, en actitud sospechosa.
Amanece el Jueves 23. Tam bién hoy se rezan las
oraciones en la Capilla y se dice la Sea. M isa, aun
que a puertas y ventanas cerradas, y sin cantar, ni
tocar las campanillas.
A todos nos in\-ade la misma inquietud. <Qué
novedades nos mandará el Señor en este día?
Son las diez y media de la mañana. Acabo de dar
la ciase a los niños, cuando veo avanzar por la
plaza unos grupos armados. Observo atentamente;
vienen perfectamente uniformados. Son más de 300
y se dirigen al Colegio.
A l llegar frente a la puerta, destacan varios núme
ros que toman militarmente todas las salidas del
edificio. Otro grupo ha rodeado c! Colegio F>of la
43
Á
jíin t
R o n d a . • U n r a y o d e s o l, a p ro v e c h a n d o c ir c u n s ta n c ia s
e x c e p c io n a le s , h a lo g ra d o p e n e tra r h a s ta e l fo n d o d e l
” T a j o '' ilu m in a n d o e l s it io lla m a d o
“ B a ñ o d e la R e in a m o r a " .
parte del barrio, e irrumpen todos violentamente
hacia el interior. Nos han cof^ido entre dos fuc>j03 .
A voces, a gritos, a empellones, nos intiman la en
trega de las armas. Respondemos serena y llanamente
que en el Colegio no existen armas de ninguna clase;
peto arrecian los gritos, los insultos y blandiendo las
que llevan, en son de amenaza, nos increpan dura
mente. Apenas logran contener a los dirigentes Don
Manuel Pérez y l>jn Manuel M . Martín, quiene.s,
con un manojo de llaves y encañonados constante
mente, le.s preceden por todas partes.
Ií8 turba se ha desparramado por la casa, rom
piendo y saqueando a su placer. lx»s .salesianos so
mos, um> a uno. registrados y encerrados nueva
mente. Cuatm milicianos han montado la guardia a
nuestra pueita rntiUndonos con sus escopetas. Su
consigna es terrible: Apenas suene un tiro, sean
fusilados todos. Hay en las miradas y en los gestos
un odio implacable. Los niñivs suspenden sus juegos,
y en lila, entre pistoleros, los sacan al patio. Tam bién
a ellos les ponen guardias y los encañonan brutal
mente. Una angustia mortal nos atenaza y oprime.
N o pK)demi>s ni hablar. Serenamente, con la sereni
dad y entereza que presta a las almas la inocencia,
nos prej'Minmuw a ntorir. Sea lo que Dios quiera.
Hasht nuestros oídos llegan los golpes de hachas,
que dcrrilran puertas y armarioé, los golpes sordos
de las palanquetas y picos que hunden tabiques y
IcNtmtan jwvimentos.
44
Unos mozalbetes han ci^uzado ante nuestra puerta
llevándose libros, cuadros, y objetos de toda dase.
T odo lo destrozan y pisotean en el patio, a la vista
de los niños.
No han respetado la estatuíta del Corazón de Je
sús de la sala de visitas. Por tres veces la arrojan al
suelo para destrozarla. A l fín, la pisotean y rematan
bárbaramente con una piedra. Las turbas han pene
trado también en la capilla. A puñetazos, abren el
sagrario derramando las sagradas formas por el ara.
L a estatua del Corazón de Jesús cae a tierra hecha
pedazos. A la estampa de San Juan Bosco la pintan
letreros procaces. Los vasos sagrados, los ornamen
tos, las sotanitas de los niños, los misales, todo yace
por tierra. Sólo María Auxiliadora sigue en pie,
triste y llorosa, tendiéndo desde su trono, sobre los
profanadores y sacrilegos, su cetro de Madre y Reina.
Uno por uno, son llamados todos los salesianos
para abrir sus respectivas dependencias. Se reprodu
cen los insultos, los gritos, las blasfemias, las ame
nazas, los empellones brutales. Todos tenemos el
alma en un hilo. María Auxiliadora no consiente
que a la chusma desbordada y loca se le escape ca
sualmente un solo tiro que, como se ha dicho, hu
biera sido nuestra sentencia de muerte. N o sa
bemos en qué parará todo este aparato de fuerzas.
Hacia las 12 y media del día, llegan, en un auto,
los diligentes Escalante y Carrillo. Deben ser figuras
de relieve porque todos se retiran a su pasa. Apenas
llegan, mandan desalojar el edificio.
— A quí manda el Comité. Nómbrese una Com i
sión de peritos, que practique el registro, y todos a
la calle. l Que no se lleve nadie nada!
Todos obedecen. A propuesta del Com ité, un salesiano se pone en la puerta, para registrar a los que
salen. Difícil cometido. L o que este salesiano oye en
aquel punto de peligro, lo que escucha y lo que sufre
sólo Dios lo sabe.
A Is una y medía, los niños son bajados al come
dor. El camarada Escalante les dirige la palabra
desde la puerta:
— Comed, niños; vuestras vidas están garantizadas.
Y Carrillo, que le acompaña, añade:
— N o sos astisttís, que no sos pasará nada.
A las dos ha desñlsdo ya casi toda la turba y queda
sólo la Comisión armada con palos y picos.
Tam bién bajan los salesianos a comer, mientras
una pareja de milicianos hacen guaidia a la entrada.
Poco dura el acto. Nos cruzamos breves palabras a
media toz , y otra vez al encierro, a escuchar los
golpes acompasados de la piqueta que va perforando
los sótanos.
Don Amiano ha corrido precipitadamente a la
capilla y ha sumido las sagradas formas.
A las 6 de la tarde han terminado. Se destaca un
número al Com ité pera recibir instrucción, y se re
tiran.
Quedamos solos. Unas lágrimas de emoción rue
dan por nuestras mejillas. La Virgen nos ha sah'ado.
Volamos al lado de los niños y los hallamos tranqui
los y serenos. Sea el Señor bendito. Luego recorre
mos la casa. Primero a la iglesia. Una tristeza muy
honda se nos cla\-a en el alma como agudo puñal-
T
La mirada bondadosa de la Virgen nos sosiega y
conforta.
Todo lo han revuelto. A todos nos felta algo.
Hasta a los niños les roban.
Las oraciones las rezamos en el comedor, y Don
Marcos, que no ha sido testigo de la dura jornada,
poi hallarse ausente, nos dice en las Buenas Noches
que hemos podido ser mártires, y nos anima con
fervorosas y cálidas palabras, al martirio.
Una interrogación inquietante queda flotando en
las sombras: i Volverán mañana ?
A la calle.
Empieza a claiear el día. En la plaza de la D u
quesa de Parcent se notan concentraciones extrañas.
A las seis, los salesianos se encuentran en la capilla
profanada, haciendo la, meditación.
Golpes en la verja del jardín. Las puertas del
Colegio se abren de par en par. El S r‘. Prefecto,
D . M tnuel Pérez y D . Manuel María se llegan a la
verja. Toda la plaza es un hormiguero de milicianos.
— Venimos a desalojar el edificio.
— Perdonen ustedes. Los niños están aún dur
miendo.
— i Que se levanten 1
Es imposible contener la avalancha. En un se
gundo, cuatro milicianos armados suben por la esca
lera principal.
La puerta del dormitorio la abren casi a culatazos.
— Muchachos, larribal i D e prisa!
No atienden a razones.
Se visten los niños, se lavan, y con lo puesto los
bajan al patio. Una gran fila escoltada por milicianos
armados, y a la calle. Los angelitos, al desfilar ante
la puerta, miran por última vez a sus salesianos y
en los ojos quedan temblando lágrimas amargas.
Frente a! Ayuntamiento, los paran y empiezan a
registrarlos, uno a uno.
R onda. -
£1
r io G o a d a le v in . lle n o d e In z j
A todos los salesianos los encierran de nuevo. Me
he mezclado entre los niños por ver si logro acom
pañarlos. El camarada Escalante ha sorprendido la
maniobra.
— Es Vd. harto remiso. Le he llamado la aten
ción dos veces. ] Entre dentro 1
U%os pistoleros me empujan hacia el cuarto donde
mis hermanos aguardan resignados.
El camarada grita:
— A éste, mucho ojo.
Dos guardias nos encañonan desde la puerta.
Burlando su vigilancia, logramos confesarnos to
dos. Flota en el cuartito un silencio de tumba. Pasan
dos horas. Rafael, el sirviente noble y fiel, nos trae
una tacita de café. L a emoción ha sellado sus labios.
Con los ojos llorosos nos dice tantas cosas.
El registro continúa. L a piqueta demoledora sigue
hundiéndose en los muros con una furia loca. Y
llega hasta nuestros oídos, hiriente, como daga de
acero, este grito de rabia:
— ¿ N o quieren decir donde están las armas, eh ?
¡Pues ya cantarán!
A la una de la tarde, el Camarada Trujillo, brigada
de Carabineros y alma de la revolución triunfante,
viene a visitamos.
Se sienta, y cuando todos esperamos tranquilos
oír nuestras sentencias, nos propone una fórmula.
— Preparen sus maletas, y salgan donde crean
conveniente. El Colegio no les pertenece.
La emboscada no podU estar mejor urdida. La
había oído ya el día anterior de labios de los diri
gentes.
—- ¡ A la calle con elloa! I.£8 pondremos guardias,
y por la noche...
M e levanto, y, señalando a los tics salesianos ve
nidos de Montilla con los niños, alego nuestra con
dición de Maestros de la Colonia Escolar.
a le g r ía , d e s p u é s d e d e ia r lo a a n tro s to m b r io i d e l “ T a io ”
45
— Nosotros rio podemos abandonar a estos chicos.
Sus padres han depositado en nosotros su conñnaza
plena, y nosotros moriremos, si es preciso; pero a
su lado. Es nuestro deber.
lia sido una inspiración.
Nos separan de los demás.salesianos, que salen del
cuarto y se dirijen a sus celdas a preparar la maleta.
Hien poco han tardado. Cuando, momentos des
pués, bajamos al comedor, ya están ellos en sus
puestos.
Los cuatro milicianos que nos acompañan, cua
drándose en la puerta y alzando sus puños, nos ame
nazan.
— Ahora, en vez de tantos padrenuestros y gloiia
patris, H gritar con nosotros y bien fuerte: “ Viva el
comunismo libertario’ ’....
Luego se retiran y pasean, dos a dos, por el corre
dor, haciendo guardia.
Nos sentamos. Se cruzan nuestras miradas. Todos
qucicm os animarnos, y ninguno se atreve a romper
el silencio. Sólo las lágrimas hablan. Tam bién lloran
como niños los buenos sirvientes Goloh y Rafael,
mientras atienden a la mesa. Sin probar apenas
bocado, como por instinto, nos hemos puesto todos
de pie. Ilay que separarse.
I>a pluma se resiste a describir la escena.
El Señor Director se ha levantado el primero.
Quiete hablar. l..a emoción le anuda la garganta.
— Bueno; adiós, hijitos. Hasta el...
N o ha terminado la fiase. El Sr. Prefecto, D . M i
guel Molina, se ha unido a él en un abrazo fuerte,
irrompiblc. Ambos lloran. L e imitamos. En un si
lencio augusto y solemne, ungido de lágrimas, nos
vamos abrazando todos.
La despedida tiene una sola fórmula.
— IAnim o! D . Bosco nos espera. Hasta el cielo.
L a escena de los mártires, abrazados en las obscu
ras mazmorras de las Catacumbas, momentos antes
de partir hacia las arenas del Coliseo, se ha reprodu
cido. Sólo nos falta el Pan eucarístico que no hemos
podido saborear esta mañana.
L a guardia ha sorprendido el cuadro.
— 1 Pronto! ¡ Que es tarde 1
Don Antonio no puede serenarse. L o espero. Le
ayudo a subir las escaleras. En la sala de visitas nos
espera Escalante, sentado en el diván central, ter
ciada sobre las rodillas la escopeta de dos cañones,
para presenciar nuestro registro. Sonríe con sarcas
mo. L a operación la realiza un carabinero. Es come
dido y coirecto. A medida que terminan, van sa
liendo, uno a uno. L a turba, suelta y desbandada, ha
intentado agredir a los primeros, y entonces se acuer
da conducimos, en autos del Comité, hasta nuestras
moradas.
M e quedo el último con el Director. Es muy
grande el cariño que le profeso. Había sido mi maes
tro. Apoyándose en mis hombros, me va diciendo,,
al salir:
— Que seas valiente, querido. Que animes a tus
niños. N o los abandones jamás. Si a mí me ocurre
algo, que no se diga nada a mis padres. Son tan
viejos... ¡Adiós! Otro abrazo. Hasta el cielo.
Cuatro milicianos lo llevan, casi en volandas,
hasta la casa de .Don José Furet, mientras los cuatro
maestros volamos en auto a los hoteles, donde sufren
tristes y llorosos, nuestra ausencia, los sesenta niños
de la Colonia..
(Continuaréi)
C h in a . - L o s n iñ o s d e n u estra s E s c u e la s P ro fe s io n a le s d e S h a n g a i. coostru > 'en p ia n o s
46
Crónica de Gracias
conseguidas p o r n te d ia c ió n d e M s t í o A u x i
lia d o ra , d e S a n J u a n B o s c o y
d e n u e stro s
S ie rv o s d e D io s
E SP A 53A (Canarias) Las Palmas, junio de 1936.
— Encontrándome enfermo de bastante gravedad,
me encomendé a S. Juan Bosco y, gracias a su pro
tección, pronto me vi fuera de todo i>eligro. Cum
plo lo prometido de publicarlo en el B^etin Salesiam.
N . N.
A R G E N T IN A , Buenos Aires. — M e encontraba
sufriendo las consecuencias de una pleuresía que
durante seis años fué mi constante martirio. Para
dicha mía me puse bajo la protección de María
Auxiliadora y de San Juan Bosco, y hoy puedo decir
que estoy casi curada, esperando de ellos me da
rán pronto completa mejoría.
C lara F ilomena C erheon.
A R G E N T IN A - Mar del Plata, 3 de Nov. de
*936. — Habiendo enfermado gravemente mi her
mano Narciso Guillermo, y viéndose deshauciado
por los médicos, recurrí, junto con otros familiares,
a hacer novenas a la excelsa Madre María Auxilia
dora y a su siei^o predilecto San Juan Bosco, para
conseguir la gracia corporal, si así convenía a la
mayor gloria de Dios, bien de todos, y salvación de
su alma. Supliqué a la vez que, si de ello no éramos
dignos, no.le negara al menos una muerte tranquila,
exenta de los crueles dolores a que estaba expuesto,
según el diagnóstico de la enfermedad, y especial
mente le concediera morir en la amistad de Dios,
cosa difícil pues mi hermano hacía tal vez más de
20 años que no recibía los santos Sacramentos.
Ante tan tremenda situación, recurrimos, como
he dicho, a María Auxiliadora y a San Juan Bosco,
V al poco tiempo, el enfermo, sin la menor resisten
cia, confesaba y comulgaba, sufiiendo su larga y
penosa enfermedad con la mayor lesignación, y,
repitiendo varias veces la confesión y comunión,
entregó ai fin su alma al Todopoderoso sin moles
tia alguna, pues los dolores, en vez de aumentar,
fueron cesando.
Sumamente agradecida, cumplo la promesa de
publicar estas gracias en el Boletín Salesiano, exhor
tando a las personas que tengan necesidad de algún
favor a que recurran a tan buena Madre y a su hijo
predilecto Don Bosco, y en\'ío la limosna prome
tida para las obras salesianas.
L iria J. G émoli.
COLOMBI.-^ (Nariño) Berruecos, 7 junio de 1936.
— El 22 de septiembre de 1935, haciendo un cerco,
me atravesé la muñeca derecha con dos puntas de
caña, las que me comprometieron los nervios prin
cipales. Con la mano izquierda saqué las puntas, que
tenían como cinco centímetros, y quedó la mano
derecha algo paralizada. .Al cabo de un mes, asomó
una carnosidad a!’ o dur.i. la que fué creciendo hasta
formar un lobanillo del ancho de la muñeca y de
tres centímetros de alto; «mn algimos remedios se
ablandó y reventó, arrojando mucha pus y algunas
fibras de caña. Siguió supurando diariamente y llegó
a parecer incurable.
En julio de 1935, imploré la protección de San
Juan Bosco e hice celebrar una Misa en su ho
nor, y en enero de este año, sentía tales dolores
que parecía me arrancaban los nervios. Princi|íié una
novena a nuestro Santo y, a los tres días de termi
nada, al reventar nuevamente esa carnosidad, ob
servé que se iba desprendiendo un punto amarillento
que había estado adherido a ,los nervios: era una
parte de la astilla de caña. N o quise que la extra
jeran por temor de que cortaran los nervios, en cuyo
caso quedaría la mano más imposibilitada, y anun
cié a mi familia y amigos que Don Bosco completaría
su obra. Efectivamente, al terminar otra novena.
- la astilla fué sacada, después-de haber permanecido
dentro de la muñeca de la mano derecha 3 años
5 meses! A los 8 días la mano recobró todos sus
movimientos y quedó la muñeca libre de aquel
tremendo lobanillo. Hoy hago celebrar una Misa
de acción de gracias por el favor alcanzado.
El pedazo de caña y la relación de este favor,
colocados junto al altar del Santo, en la ciudad de
Pasto, están pregonando mi gratitud y lo poderoso
que es ante Dios este Santo para socorrer con lar
gueza a los que a él acuden en demanda de favores.
Juan B. M ontero S.
I T A L I A - Tarín, 15 noviembre de 1936. — El
día 10 de junio, viajaba en automóvil con otros cua
tro salcsianos, cuando, de improviso, nos vimos a
corta distancia de una turva de la carretela, que do
blaba en ángulo tecto y estaba flanqueada, a uno y
otro lado, por terraplenes de unos dos metros rdc
profundidad.
L a catástrofe era inminente; el chófer no podía
maniobrar a tiempo para prevenirla. En menos de
un segundo el automóvil envestía la curva, y, no
pudiendu superarla, lanzábase en línea recta hacia
el borde de lá carretera, patinaba terraplén abajo,
dando una espantosa vuelta de campana, luego un
cuarto de vuelta, y quedando como clavado al pie
de la escarpadura.
Apenas advertido el peligro, invoqué en el acto 2
María Auxiliadora, y seguí invocándola durante los
pocos segundos que duró el incidente. “ Debió que"dar muerto más de unode V dcs” , decían los testigos,
y esto mismo es lo que presentíamos también
nosotros en la agonía de aquellos terribles momentos,
no obstante lo cual, todos salimos con vida áunque no incólumes.
Uno de los bennanos resultó con una herida que
tardó ocho días en curarse, y yo con un penoso
traumatismo muscular, de resultas del cual tuve
necesidad de guardar cama durante xm mes, y ayu
darme otro mes del bastón para poder andar, no
sin grandes dificultades, piueba evidente de la enor
me gravedad del percance.
Ahora, completamente curado, hago pública la
gracia recibida de María Auxiliadora y reitero mi
gratitud filial a esta buena Madre, suplicándola me
47
1
dé fuerzas paia consagrar toda mi vida, que su bon
dad ha querido prolongarme, a extender más y más
su devoción.
D . P. BERRUti, Salésiano.
C O O P E R A D O R E S D IF U N T O S
N IC A R A G U A -■ Bluefields, 7 de noviembre de
1936. — Agradecida a la Santísima Virgen Auxilia
dora por haberse dignado aliviarme de una graví-
En Pasto-Colombia, acaba de rendir tributo a la
muerte este benemérito Cooperador Salésiano, que
con gran entusiasmo ayudó siempre a las Obras y
a los cultos de nuestro Santo Fundador. F ué un
verdadero patricio que practicó las más austeras vir
tudes. Durante muchos años, soportó con heroica
resignación la enfermedad que le llevó a la tumba.
Sufraguemos abundantemente su alma para que
pronto brille para él la luz eterna.
D on Bernabé M oncayo.
Ir. D on E m ilio Chaves.
Ha muerto también, en Pasto-Clolombia, el 2 9 'de
septiembre de 1936, a la edad de 91 años. Verdadero
modelo de padres cristianos, practicó la religión sin
respeto humano y, con gran resignación, soportó los
achaques de los últimos años de su larga vida. Espe
cialmente en el poder judicial prestó importantes
servicios, siendo un magistrado íntegro e incorrupti-
Uon Benabe Moncayo.
sima enfermedad que me llevó al borde del sepul
cro, cumplo con la promesa que, al acudir a Ella con
toda confíanza, hice de publicar mi agradecimiento
más efusivo'en el Boletín Salésiano, enviando a la
vez a T urín una limosna para las obras de amplia
ción del Santuario de mi celestial Bienhechora.
E melina C. de P ineda.
M E X IC O - Capital. — Doy gracias a María A u
xiliadora por el insigne favor que, por intercesión
de S. Juna Bosco, me concedió en la persona de mi
hermana Josefina. Padeciendo, en efecto, de un ma
ligno tumor, para cuya extirpación era necesaria una
muy difícil operación, acudí llena de confianza a mis
celestiales protectores, l^a peligrosa operación se
lleNxS a cabo precisamente el día 24 de mayo y todo
resultó felizmente. Llena de agradecimiento, mando
una limosna para las Obras Salcsianas.
C oncepción
Pimkntel
de
C hapa .
N E C R O L O G ÍAS
S A L E S I A X O S D IF U N T O S
Domingo Zonolotíi, coadjutor — de Aburzano
(Italia) t en T urín , el 21 de octubre de 1936.
jleremías De Felici, coadjutor — de Montebuono
(Italia) t en Bari, (id.) el 23 de octubre de 1936.
David Ortega, sacerdote — de Escalona (España)
t en Buenos Aires, el 15 de agosto de 1936.
Ambrosio Della Beffa, sacerdote — de Bubbiano
(Italia) t en Gualdo Tadino (id.), el 15 de noviem
bre de 1936.
José Miglio, coadjutor — de Beliinzago (Italia)
+ en Cuenca (Ecuador), el 21 de noviembre de 1936.
48
D r . D o n E m ilio C h a v e s
ble, y colaborando con gran eficiencia en el mejo
ramiento de la instrucción pública. Sumamente
adicto a la Obra Salesiana, ostentaba con orgullo su
diploma de Cooperador, firmado por D on Rúa, y
ayudó moral y pecuniariamente a difundir el espí
ritu salésiano, el Boletín, y las 6 misas diarias. L a in
tegridad de su vida, fundada en la más estricta mo
ral del Evangelio, nos hace confiar en que >3 goza
del premio prometido por Dios a los que se sujetan
a su suave >’ugo. Sin embargo, le encomendamos a
las oraciones de nuestros lectores.
Han muerto también en la paz del Señor:
C olombia-P asto. — Pbro. Pedro Hecker.
.^GENTtNA (Santa Fe) S armiento . — Juan Cristaudo.
Islas F ilipinas - M.aNila . — Felicísima Valdés
de Aguas.
C o n a p ro b a c ió n d e la a u to rid a d e c le s iá s t ic a - D ire c to r-re s p o n s a b le : D . G U I D O F A V I N l
K s t a b le c im ie n to T ip .d e la S o c ie d a d E d ito r a I n te r n a c io n a l - T u r in . C o rs o R e g in a M a r g h ., 176
Tesoro Espiritual
Relación de las Indulgencias Plenarias
que los Cooperadores Salesianos pue
den ganar en el transcurso del año.
I . — Una vez cada día, elevando a Dios, en
medio del trabajo y aunque sea sólo mentalmente,
una piadosa invocación cualquiera, previas las
demás condiciones ordinarias, o sea el estado de
gracia, la confesión y comunión sacramentales
y la visita a alguna iglesia u oratorio público,
rogando por la intención del Soberano Pontífice.
Esta indulgencia del trabajo santificado pue
den ganarla los Cooperadores Salesianos, Hijas
de M . Auxiliadora y sus respectivos alumnos
y ex-alumnos. Si, hallándose en estado de gracia,
se sigue repitiendo la misma piadosa invoca
ción, u otra, cualquiera durante el trabajo, se
puede ganar, cada vez, una indulgencia parcial
de 400 días.
2 - Un día de cada mes, el que uno elija.
3 - £/ día en que se hace el piadoso Ejercicio
Mensual de la Buena Muerte.
4 - £■ / día que se asiste a ¡a Conferencia
Mensual Salesiana.
5 - E l día en que uno inscribe su nombre en la
Pía Unión de Cooperadores Salesianos.
6 - E l día en que por primera vez se consagra
uno al Sgdo. Corazón de Jesús.
7 - Cada vez que practique los Santos Ejerr
cicios Espirituales, de ocho días.
% - A la hora de la muerte, con tal que, con
fesado y comulgado o por lo menos arrepentido
de sus pecados, invoque, con los labios o con el co
razón, el nombre sacratísimo de Jesús.
EN CAD A UNA
DE LAS SIGUIENTES FIESTAS:
^
i) M O V IB L E S :
Sagrada Fatmlia (el primer domingo después
j
de la Epifanía).
¡ Dolores de la Srna Virgen (El viernes de Pasión).
! Domingo de Ramos.
I Pascua de Resurrección.
Ascensión del Señor.
j Domingo de Pentecostés.
j Fiesta de la Sma Trinidad.
I Corpus Christi.
1 . Fiesta del Sgdo Corazón de Jesús (primer viernes
I
después del Corpus).
: Fiesta del Sgdo Corazón de M aría (día siguiente
del anterior).
2) F IJ A S :
EN E R O
[
- Circuncisión del Señor.
2 - Santísimo Nombre de Jesús.
I
-
_
r
_____________________
18
23
25
29
-
Cátedra de San Pedro en Roma.
Desposorios de la Sma Virgen.
Conversión de San Pablo.
Fiesta de San Francisco de Sales.
FEBRERO
2 - Purificación de la Sma Virgen.
22 - Cátedra de San Pedro en Antioquia.
M A R ZO
19 - Fiesta del Patriarca San José.
25 - Anunciación de la Sma Virgen.
M AYO
3 - Invención de la Santa Cruz.
8
- Aparición de San M iguel Arcángel.
I I - Aniversario de la Coronación de María
, Auxiliadora.
24 - Fiesta de M aría Auxiliadora.
JUNIO
24 - Natividad de San Juan Bautista.
29 - Fiesta de San Pedro y San Pablo.
30 - Conmemoración de San Pablo.
J U L IO
1 - Preciosa Sangre de Ntro Señor Jesu
cristo.
2 - Visitación de Ntra Señora.
16 - Fiesta de la Virgen del Carmen.
A COSTO
6 - Transfiguración de! Señor.
15 - Asunción de la Sma Virgen.
16 - Fiesta de San Roque.
SE TIE M B R E
8
12
14
15
29
-
Natividad de la Sma Virgen.
Dulcísimo Nombre de María.
Exaltación de la Santa Cruz.
Los Siete Dolores de la Sma Virgen.
Dedicación de San M iguel Arcángel.
OCTUBRE
7 - La Virgen del Rosario.
II - Maternidad de María.
16 - Pureza de María.
N O V IE M B R E
21 - Presentación de N tra Señora.
22 - Fiesta de Santa Cecilia.
D IC IE M B R E
8
- Inmaculada Concepción.
25 - Natividad de Jesús.
Para lucrar las antedichas Indulgencias
se requiere, además de las condiciones ordi
narias, que los Socios de la Pía Unión recen
cada día un Padrenuestro, Avemaria y Gloria
con la invocación Sánete Francisce Salesi, ora
pro nobis, según la intención del Romano Pon
tífice.
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