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Boletín Salesiano
REVISTA DE LAS OBRAS DE DON BOSCO
Año XXXVI — N. 12.

Diciembre 1921.
x i n i x T

Sum arlo. — ■ iD on Albura ha macrta! ■ — Para el lercer cealenaria Je la muerte Je Soa
Francisco de Sales
Por la buena prensa — Contra la moda tmpúdicá — De nucifras Misiones:
China: La revolución ■ Peligro que corrieron dos misioneros — Los que mueren... E l limo.
Sr. Don Santiago Coslamagna. Obispo Titular de Colonia - Datos biográficos - Excmo. e limo,
Sr. Don Juan Marenco, Arzobispo Titular de Edesa e Internuncio Apostólico — Bibliografía
— Culto de María Auxiliadora: Gracias de María Auxiliadora - Indice generóle.

Igles'a Parroquial de Casteinuovo d’Astl,

pueblo natal del Ven. Don B o u o .

CALENDARIO SALESIANO
DE MARIA AUXILIADORA
para 1922
El primero de Agosto para América y el primero de septiembre para
España, comenzará a ser despachado nuestro C A L E N D A R IO D E PARED
P A R A 1922. Se ha aumentado notablemente este año la tirada de tacos, pero
De cartones te­
como gracias a Dios,
nemos variado sur­
va teniendo cada
tido, y son todos
año mayor acepta­
ellos verdaderas oción, estamos segu­
bras de arte.
ros de que en pocos
Adjunta presen­
meses quedará la
tamos su clasifícaedición agotada. Por
ción. A l fijar los pre­
ello, rogamos enca­
cios no se ha procu­
recidamente a los
rado buscar ninguna
señores libreros y
ganancia, aún legíti­
compradores al por
ma, tratándose sólo
mayor, se sirvan node hacer propagan­
tifícarnos con la de­
da católica. En los
bida anticipación el
adjuntos cuadros se
número de T A C O S
hallarán las condi­
que piensen adqui­
ciones de venta a
rir, para nuestra
que se han da suje­
norma y su meojr
tarse los pedidos.
servicio.
P R E C IO S Y

Taco suelto
Cartón solo
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C O N D IC IO N E S

Ptas. o‘ 50
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I.* Al hacerse los pedidos, deberá enviarse
su impone, bien en Letras o Valores decla­
rados, en sellos de correo, o en carta certi­
ficada o por Giro Postal, avisando a la ves.
a.® La mercancía viaja siempre por cuenta
del comprador, cargándosele los gastos de
correo y del certificado, si lo solicita.
3.* Del taco no serviremos pedidos infe­
riores a SEIS Cartones.
4.* Para los señores libreros y pedidos im­
portantes se hará el descuento del
por ciento.

DE

PARED

N. I . Cromo del Vble. Juan Bosco,
con las Escuelas de Sarriá, 40 por
o ‘50
25 cm ....................................... Ptas.
N. 2. Cromo de María Auxiliadora
presidiendo las obras Salesianas.
o'so
40 por 30
cm ......
»
N. 3. Cromo de la niñez del Vble.
Juan Bosco. estilo barroco. 40 por
29 cm.
. . . . . . .
» o‘50
N. 4. Cromo del Tem plo del Sa­
grado Corazón de Jesús en el T ibidabo. 39 por 28 cm. . .
> o'so
N. 5. Cromo tricromía de María
Auxiliadora, miniatura medioeval.
o'4*
33 por 23 cm.................
>
N. 6. Cromo Monumento a Don
Bosco. 40
por30. . . .
> o'so

Las pedidos diriprnase mI S r. Adtnor. de U U b re r iu SmiesieaM - S A R R IÁ (Barceloaa-EspeáM)

Año XXXVI - N. 12.

Diciembre de 1921,

BOLETÍN SALESIANO
REVISTA DE LAS OBRAS DE DON BOSCO
R ed ac ció n Y A dm inistración : Via Cottolengo, N. 32 - TURIN (Italia)

i DON ALBERA HA MUERTO!
La familia salesiana gime hoy bajo el frío y rí­
gido manto del dolor, víctima de la furia con
que la muerte ha repetido sus asaltos en el Líbano
salesiano y arrancado de cuajo sus más corpu­
lentos y empinados cedros. Una tras otra hemos
visto extinguirse en el término de un mes tres
lumbreras de primera magnitud, que brillaban
con destellos vivísimos en el firmamento de nues­
tra amada Congregación. La muerte entró como
ladrón en esta caSa, y después de haber arreba­
tado preciosos despojos episcopales, asestó
traidoramente su golpe certero en la cabeza de
nuestra Sociedad. Nuestro Rector Mayor Don
Pablo Albera ha muerto repentimente. Numerosa
tamilia esparcida en todo el mundo llora, sumida
en la más desconsoladora orfandad, la desapa­
rición del más augusto de sus miembros.
|Don Albera ha muerto! Y ha sido su muerte
un sueño dulce y plácido. Durmióse en el blando
seno de la noche, y con ligero intervalo de v i­
gilia pasó de los brazos de aquella a los de la eter­
nidad donde descansa con los justos, al calor
de un mismo regazo, de las fatigas que le acom­
pañaron sin abandonarle un sólo instante hasta
el último de sus días.
En medio de este lamentable desconcierto
nuestra lengua enmudece, y nuestra vista no
acierta a descubrir, porque la enturbia el dolor,
los anchurosos límites de tamaña desgracia.
Irreparable, inmensa desgracia para todos
los que creemos que los hombres cuyas frentes
resplandecen con rayos de délo, son los más efi­
caces bienhechores de sus semejantes en la tierra.
Y Don Albera derramaba en tom o suyo haces po­
derosos de luz celeste: su semblante pálido, mgoso, encaneddo y al mismo tiempo risueño y
dulce, fiel espejo de su fllma transparente y her­
niosa, traslucía el misticismo más evocador. Este
hada que la lumbre encendida de caridad que
*^día en su pecho hacia Dios, prendiera también

en el deseo de beneficiar a sus prójimos, con
preferencia al menos valido. Así fué su vida:
amor traducido en obras, en trabajo incesante
que le agotó por completo todas las energías.
Aquel cuerpo endeble, encorvado por los anos,
y más aún por el peso de una labor ruda e ince­
sante, ostentaba ^dsiblemente durante varios
meses el sello de los que padecen, Paso a paso
hemos seguido con ansia el proceso fatal de su
enfermedad. A l inclinamos para estampar un
beso en su mano blanca y fina como el alabastro,
no osábamos calcular la duración de su existencia
prodigiosa y llena de merecimientos; mas nunca
acertáramos a creer que aquella vida apuraba
entonces las gotas de existencia que quedaban
en el fondo de aquel cáliz mortecino, ni que su
acabamiento fuera tan improviso y fuera de
todo cálculo.
Aquellos ojos menuditos y siempre risueños
se cerraron a la luz del mundo en esta pequeña
Ciudad sanin de Valdocco, en medio dcl cariño
de los Salesianos y de los estudiantes y artesanitos que se aperciben en estas escuelas para
las luchas de la vida. Mirad al humilde sacerdote
tendido sobre el lecho, donde yace vestido de
traje talar; las manos cruzadas ante el pecho y
el rosario entre ellas. Don Albera parece vivo:
su semblante, recogido y devoto, como cuando
concentraba fervorosamente sus potencias y re­
cogía sus sentidos para comunicar con Dios y
deshacersé con él en un coloquio fervoroso y
tierno. Aquel cuerpo yacente ostenta rasgos de
humildad profunda, él os muestra la caridad
que animó su espíritu; su bondad incomparable
que difundía muy lejos de sí. ¡Santa bondad la
de Don Albera que salía al encuentro del desconsudo, lo mitigaba con palabras de aliento,
y detenía como con mano de hierro d infortunio
y la miseria, y los alejaba de cuantos llamaban
en demanda de socorro a las puerta de su caridad^

-

328 -

Pocos, muy pocos supieron como él hacer lle­
gar al alma la dulcísima palabra del amor. Pocos
su])ieron como él diluirla en tan \dva expresión
de dulzura, en efusiones tan calientes y encenílidas de cariño.
Aquel corazón tan anchuroso, cuyos límites
no alcanzaba a tocar un mundo de miserias,
sufría al sólo pensar en desventuras que no al­
canzaba a remediar. ¡Cuántas veces hacía par­
tícipes de este dolor a sus hermanos y amigos
dejando caer una gota en el corazón de éstos!
Iva guerra que ha sembrado por doquier la
desventura, ese monstruo creador de orfan­
dades, dió ocasión a Don Albera para -mostrar
sus entrañas de padre a un sinnúmero de niños
que gemían envueltos en luto y comían su mí­
sero y escaso pan mojado en las lágrimas de el
más desolador infortunio. Igualmente a otros
tiernos parvulillos a quienes el terremoto había
arrebatado junto con las paredes el calor del
hogar que alimentaban los seres que les dieron el
suyo; a estos también abrió de par en par las
puertas de sus casas, y dividió con todos su pan
y su amor. Bajo la protección de la Providencia,
abrió nuevos hogares al pobre, con aquella fe
ciega y confianza ilimitada en Dios, propias de
cuantos héroes alistados bajo las banderas de la
caridad han atravesado este valle de dolor.
Con la caridad por enseña y con las armas de
su .sencillez encantadora y su humildad profundí­
sima ejercía un poder avasallador y se imponía
donde quiera que aparecía. En el templo y en
la escuela, en el taller y en el patio donde bulle
y clamorea una turba de inquietos y juguetones
muchachos, entre las humildes viejecillas que
le asaltaban a la salida del templo, ante la púrl)ura y la mitra ante los príncipes y ministros
dcl rey, Don Albera se imponía a todos con su
tísico trémulo, encorvado ,modesto y venerable,
en extremo.
Por delante del lecho donde yacía, para siempre
dormido, pasaron Superiores y alumnos, admi­
radores y bienhechores, autoridades civiles y
eclesiásticas de Turín, elementos todos que for­
maron después imponente manifestación para
tributar el último homenaje a la caridad y a la
beneficencia encarnada en la ¡)ersona del se­
gundo sucesor dcl Ven. Don Hosco.

Ln muerte.
La visitera de su onomástico (27 de junio) su­
frió un leve ataque cardíaco; mas no por eso dejó
de tomar parte y presidir las Fiestas de la Grati­
tud que en tal día se celebran en el Oratorio, por
tradición que arranca desde los primeros tiem¡10S en que fué dirigido por el Venerable. Las

emociones de aquel día debieron de ser muchas
y muy fuertes, cuando al terminar la fiesta sintió
un cansancio y malestar extraordinarios, efectos
que se dejaron sentir al día siguiente con más
violencia en aquel cuerpo herido y a por la enfer­
medad.
Con algunos cuidados logró rehacerse al cabo
de pocos días; tanto que, tom ó de nuevo a su
régimen normal de vida. Pero en sus últimos días
hubo de aplicar a sus labios el cáliz del dolor
lleno hasta desbordar y apurarlo hasta la última
gota. La muerte de Mons. Costamagna y la de
Mons. Marenco acabaron por rendirle. Pero la
fuerza de su voluntad era tal, que lejos de acon­
gojar a los demás superiores participándoles su
mal estado de salud, se esforzaba en acorralar
momentáneamente su dolencia; había logrado
acallar el mal, mas no rendirlo, y así pasó su úl­
timo día recibiendo en audiencia a numerosas
personas que llenaban la antesala de su despa­
cho.
Nadie pudiera decir, juzgando por su exterior
que nuestro llorado Rector Mayor se hallara tan
al borde del sepulcro. L a noche antes de .morir
recibía informes de Don Rinaldi sobre varios
asuntos de la Congregación. Don Albera escu­
chaba sereno con su sonrisa habitual, con sus
ojos menuditos y tímidos, fijos en el pensamiento;
después, daba su opinión, aconsejaba y obser­
vaba. Durante la noche se vi 6 atormentado de
terrible insomnio. A las cuatro y cuarto, según
costumbre, dejó el lecho para comenzar el día
con el santo Sacrificio de la Misa. Pero las fuerzas
le abandonaban; sentía en su pecho latidos tre­
mendos que repercutían en su garganta y se la
anudaban impidiéndole el respiro. E n el cuarto
inmediato velaba su secretario el sueño del
padre, y advirtiendo el estado del enfermo entró
en su cuarto.
— «Quise celebrar misa, dijo Don Albera, pero
me hallé sin fuerzas. ¡ Que postración la mti!
Don Gusmano pre\'ió un desenlace tristísimo
y lo hizo acostar. El malestar crecía; el corazón
palpitaba con vehemencia e irregularidad tales,
que uo le permitía articular palabra; pero habla­
ba su mirada límpida y serena que se fijaba en
los que le asistían a su cabecera.
¡Entraba en agonía! La desgraciada noticia
había juntado a todos los Superiores del Capí­
tulo en torno al lecho del muribundo. Una hora
justa duró la agonía, durante la cual se adminis­
traron al moribundo los Santos Sacramentos.
Entre tanto llegaron los médicos; pero holgaba
su labor. Aquel cuerpo fulminado comenzaba a
luchar con la \nda; desmedidos esfuerzos des­
arrollaba para concentrar y mantener
y
lúcido el pensamiento.... después parecía qo®

r
— 330 —

rezaba..., el frío invadió sus miembros... momen­
tos después, los dedos secos de la muerte cerraron
su.s ojos, y por su boca entreabierta salió su
alma, como un suspiro de amor a Dios.
r<a noticia de la muerte de Don Albera se es­
parció en un momento como fuego sobre- un re­
guero de pólvora, despertando en todos un senti­
miento vivísimo de dolor, un desconsuelo inmen­
so por la pérdida de aquel sacerdote cuya frente
se hallaba circundada por brillantísima aureola
de santidad y veneración ante el pueblo turinés.
Y así, del ambiente de la intimidad, por así de­
cirlo, la infausta noticia corrió por la ciudad de
boca en boca, y en las plazas más céntricas, y
en los barrios más apartados no se oía otra cosa
que comentarios tristes y relaciones dolorosas
de la muerte del Superior General de los Salesianos. Don Albera gozaba de veneración, y era
estimado por multitud de gente que lo cono­
cían por haber tenido la fortuna de acercarse
a él. o haber recibido en momentos difíciles pro­
tección y ayuda.

La capilla ardiente.
Las dos y media de la tarde serían cuando el
cadáver de Don Albera bajaba en hombros de
cuatro salesianos las escaleras de su alcoba,
seguido de un reducido número de Superiores
y amigos que lo acompañaban, y era depositado
en la iglesia sucursal del templo de María
Auxiliadora. Ks aquella de reducidas dimensio­
nes. y a la hora en que fué depositado el
cadáver se hallaba enlutada con paños fúne­
bres en cuyo fondo oscuro se destacaban ale­
gorías de la muerte encuadradas en orlas de
ornamentación- severa y entre galones de plata
y blanco. En el centro de la iglesia se alzaba
un catafalco, sobre el cual fué puesto el cuerpo
de Don Albera. La muerte reflejaba todo lo que
puede tener de hermosa en aquel rostro venera­
ble y marmóreo. Los labios sutiles se veían
suavemente desplegados, como cuando sonreía.
Sus ojos escrutadores y claros se adivinaban
bajo el velo de los párpados; la frente nimbada
con la blancura de sus cabellos y surcada de
arrugas, huellas de continuos y nobles pensa­
mientos. Aquella cabeza tenía toda la majestad
de una escultura modelada por un genio. El
cuerpo, enq)ero, se perdía bajo las ropas talares.
A nuestras miradas se ofrecía D. Albera incor­
póreo, espiritualizado... Sus manos lx)ndadosas
cruzadas sobre el \Kcho eran dos puñados de
apretada nieve, sobre cuya blancura se destaca­
ban las cuentas del rosario y los brazos de una
cmcecita. Eran objeto de todas las miradas aque­
llas manos delicadas, inertes, que habían gober­
nado con firme pulso por tantos años el timón

de la Congregación, no sin que se atravesaran en
su gobierno épocas críticas y sangrientas.
Una ola de gente comenzó a invadir la pequeña
iglesia que muy pronto se vió llena y en continuo
movimiento de personas que entraban, se detenían
a rezar ante el cadáver, y salían para dejar lugar a
aquel cordón larguísimo que obstruía la entrada.
Allí se juntó medio Turín sin distinción de sexos,
clases, edades y condiciones: allí se mezclaba
el potentado con el pobre harapiento, el militar
y el estudiante, la noble dama y la humilde servienta, ancianos decrépitos y vivarachos niños...
¡muchos niños! L a niñez de Turín en masa ha
desfilado ante Don Albera, con timidez y respeto,
casi de puntillas, como si temiera turbar el sueño
del Padre indulgente.
Todos acudían a él en demanda de una beudición, poniendo como prenda de ello al con­
tactó de sus manos venerables, objetos en­
tregados a cuatro Salesianos que guardaban
el cadáver de todo atropello que pudiera oca­
sionar cualquier empuje del cordón viviente; los
cuales objetos eran recibidos con veneración,
besados y guardados como reliquias por sus res­
pectivos dueños. Un anciano se acercó temblo­
roso al féretro, se arrodilló, sacó del bolsillo dd
chaleco un reloj con tapas de amarillo azófar,
deslucido por el uso y por los años, y al contacto
con las manos del difunto exclamó en piamontés:
« ¡Bendicid, oh amado Don Albera, el poco
tiempo que aun me resta de vida! »
Y el alma de Don Albera ,en la paz del eterno
reposo donde mora sin duda, habrá escuchado
las plegarias ingenuas y amorosas de aquellos
corazones sencillos que le amaban con delirio.
L a capilla no se cerró hasta las 10 de la
noche, y durante ésta fué velado el cuerpo del
difunto por Salesianos, Hijas de María Auxilia­
dora y numerosos Cooperadores.
Al día sguiente, a las 5 de la mañana, se abrie­
ron de nuevo las puertas de la iglesia, y comen­
zaron las misas. Era domingo, y por esta circuns­
tancia la gente acudió de nuevo en mayor nú­
mero. Las misas se sucedieron hasta las lo; a las
I I y media llegó S. Erna, el Cardenal Cagliero.
celebró misa en su aposento, y enseguida visitó
el cadáver. A la 12 fueron cerradas las puertas,
para no volverlas a abrir hasta las 3 de la tarde,
hora fijada para la procesión fúnebre.

Imponente manifestación fúnebre.
No fué una mera ceremonia; ni menos no
acto oficial desposeído de .sincero afecto; el
entierro de Don Albera fué una espontánea
apoteosis cristiana, un testimonio más de fid^
lidad salesiana. Rara vez se ha \*isto en Tunn

despertar el cadáver de un anciano tanta vene­
ración, tanto respeto.
A las dos de la tarde las calles que llevan a la
barriada de Valdocco eran otras tantas arterias
de gente que iba concentrándose en el lugar
de donde había de partir el cortejo fúnebre.
De los barrios más apartados, muchos de ellos,
como quieren los moradores del interior, guaridas
a propósito para diablos, mandaron represen­
taciones compuestas de miles de personas. Media
hora después, la plaza era intransitable. E n el
patio mayor del Oratorio se agrupaban numero­
sísimas representaciones con sus banderas a la
cabeza. Una tras otras van llegando y ocupando
su lugar designado. Imposible contarlas; en me­
nos de una hora son más de cien, momentos des­
pués pasan de doscientas. A la hora de la salida,
en el gran patio no cabe un alfiler, pues se halla
completamente lleno de elementos juveniles aso­
ciados que aguardan sólo la señal de partida.
Entre tanto, en el jardincillo que se hace a la
entrada de la pequeña iglesia, se van reuniendo
el duelo y las autoridades, mientras en la granplaza que rodea la Basílica se estrecha la gente
de manera, que es imposible dar rm paso, porque
allí no se divisa otra cosa que im mar de cabezas
y algunas banderas que han quedado rezagadas.
Forman el duelo los Superiores del Capítulo
y los parientes del finado, recién llegados de
None y Pinerolo a dar el último adiós a uno
de sus augustos miembros. Son mujeres modes­
tas, en cuyos semblantes se pinta el dolor, y
cuyos ojos hinchados y rojos vierten sin cesar
amargas lágrimas. Son hombres de manos ca­
llosas, de tez bronceada y mirar duro, como el
trabajo a que los sujeta la tierra, de la cual
han de arrancar el sustento con el sudor de su
rostro.
Entre las autoridades se hallaban presentes los
Obispos Mons. Ferio, Vicario Apostólico de Kenia
y Mons. Masera, obispo de Colle V al d ’Elsa,ambos
con ornamentos pontificales. Se hallaban además
representaciones de la Casa Real, de S. A. la Prin­
cesa Eaetitia, de los Duques de Saboya y del
Clero; el Gobernador de la ciudad de Turín, mu­
chos comendadores; el alcalde y varios conce­
jales; infinidad de títulos de nobleza; los Cón­
sules de algunas naciones, y representaciones de
casi todas ellas.
A las tres en punto comenzó a desfilar el en­
tierro. En vista de la inmensa concurrencia fue
preciso momentos antes de empezar la marcha,
modificar el itinerario y prolongarlo, para que
la cabeza del cortejo fúnebre no llegara al punto
de partida antes de que hubiera arrancado de él
el coche. Hora y media tardó en moverse éste
desde que comenzó a abrirse la marcha de la

procesión. Más de dncuenta mil personas for­
maban las filas, y más de otras tantas la pre­
senciaban desde las acercas. Y en estas, y desde
los balcones, y en cada grupo de los que formaban
el cortejo, no se oía otra cosa que un sublime con­
cierto de plegarias que se elevaban al cielo como
-suaves aromas de incienso. Valdocco entero se
había convertido en un templo inmenso, cuyas
columnas arrancaban de los edificios y se alar­
gaban hasta perderse en el azul del cielo,bóveda
hermosa de aquel grandioso templo. Todos re­
zaban el rosario en voz alta, y a todos embriagaba
la emoción suave de piedad y de consuelo que
penetra en el alma con la oración. No faltaba
en aquel concierto la voz del desgraciado. Ochomil albergados en el Hospital del Ven. Cottolengo se apiñaban en las ventanas, uniendo su
voz a las del cortejo; y hasta en el mirar estú­
pido de aquellos deformes cretinos y de aquellos
infelices idiotas, los más desgraciados moradores
de aquella casa donde el dolor tiene su asiento,
parecía brillar un rayo de inteligencia, ligero y
rápido como el parpadeo de una estrella.
Grupos de municipales y de la Guardia Real se
destacaron en varios lugares del recorrido y
otros a los lados déL coche rendían honores,
acompañándolo durante el recorrido con el
arma a la funerala. Detrás del duelo venían
las autoridades y representaciones de las di­
ferentes nacionalidades; a continuación unacolumna compacta de amigos, y , por último, una
fila interminable de banderas con grupillos de
asociados detrás de sus enseñas respectivas. Allí
holgaba todo elemento oficial mantenedor del
orden. Aquella inmensa oleada de cincuenta mil
personas se ordena y mantiene su puesto por sí
misma. Y así, el coche fúnebre escoltado por la
guardia real y por un grupo de huerfanitos de
guerra, los predilectos del malogrado Don Albera recorría en triunfo las calles de Valdocco,
bañado en la dorada luz de una tarde esplén­
dida de otoño, ataviada con todos los encantos
de una melancolía dulce y soñadora.
Serían las seis cuando el coche fúnebre llegaba
a las puertas del Santuario; a la entrada de éste
aguardaba al cadáver el Cardenal Cagliero. ha.
iglesia se llenó de bote en bote, y multitud de
gente se agolpaba a las puertas. Cantóse un res­
ponso, invocó el Cardenal las bendiciones y el
eterno reposo sobre el difunto, y fue dejando la
gente poco a poco el templo, mientras las aso­
ciaciones que aun quedaban en la plaza desfi­
laban a la luz mortecina del crepúsculo, que ago­
nizaba por momentos.
A la 9’30 del día siguiente, se celebraron los
funerales de cuerpo presente en la Basílica de
María Auxiliadora. E l templo estaba llenísimo de

— 332

gente del pueblo, Autoridades y representaciones.
Pontificó S. Bma. el Cardenal Cagliero, con asis­
tencia pontifical de los Excmos. e limos. Mons.
Ptnardi, Obispo Auxiliar de Turín, en represen­
tación del Emmo. Cardenal Arzobispo; Mons.
Masera, Obispo del Colle V al d’Elsa;Mons. Ferio
Vicario Apostólico de Kenya y Mons. Scapardini, Arzobispo de Vigevano.
Hallábase presente el Colegio de Párocos de
Turín, representaciones de Institutos religio­
sos de ambos sexos, asociaciones católicas de
obreros y de círculos con bandera, etc. etc.
A las once y media terminó el pontifical e in­
mediatamente se cerró la Basflica.
Por la tarde a las dos, a puertas cerradas, se
procedió a soldar la caja de cinc, cubierta de ma­
dera, que guarda tan preciosos restos. Por úl­
tima vez vieron aquellas facciones venerables
todos los Salesianos del Oratorio, los Directores
de casi todo el Piamonte y un crecido número
de Plijas de María Auxiliadora. E l cadáver con­
servaba perfectamente las facciones como si
estuviera vivo. Colocóse en él antes de cubrir y
sellar el féretro, un tubo de vidrio que en­
cierra un pergamino artístico, lleno de firmas
de casi todas las Autoridades civiles y ecle­
siásticas que acudieron al entierro. Tradu­
cido el escrito dice ásí:
<f En el nombre de Dios. Amén. La piedad filial
colocó en esta urna los restos mortales del llorado
Rdmo. Don Pablo Álbera, que vió la luz en Nono
el 6 de junio de 1845; fue elegido Rector Mayor
de la Pía Sociedad Salesiana el 16 de agosto
de 1910, muerto el 29 de octubre de 1921, el
año V i l del pontificado de S. S. Benedicto X V ,
y X X I I del reinado de Víctor Manuel I I I de Saboya, gobernando la Archidiócesis de Turín el
Emmo. Cardenal Richelmy. Segundo Sucesor del
1'en. Don Bosco consolidó y expansionó eñ el mundo
la obra de sus predecesores; fundó nuevas misiones,
se ofreció como padre a inumerahles niños, huérfa­
nos de la sangrienta guerra, fue testigo de la apo­
teosis que un pueblo tributó a su Ven. Padre en la
inauguración del monumento erigido en su honor,
y enlazó el jubileo de sus bodas de oro con el de M a­
ría Auxiliadora ».
E l féretro, oculto en un carro fúnebre, seguido
de los coclies que ocupaban el duelo y el acom­
pañamiento, salió del Oratorio después de recibir
el último adiós de los niños formados en los pa­
tios del mismo.

A Valsáiice»
I n conducción de los restos mortales a Valsálice se efectuó en forma privadísima. A la
llegada del coche conductor se hallaban presentes
el Emmo. Cardenal Cagliero, los Superiores del



Capítulo, muchos Salesianos, Hermanas, Coope­
radores y representaciones de Círculos y Aso­
ciaciones con banderas. Todos aguardaban en el
espacioso patio del Colegio de Misiones extranje­
ras, situado a las afueras de Turín.
E l cadáver fué recibido por el Director del Se­
minario que precedía a los seminaristas reves­
tidos de sobrepelliz. Cantaron éstos la antífona
Beati mortui, mientras el Cardenal se revestía
los ornamentos sagrados y se disponía la gente
para dar la vuelta en procesión por los patios del
colegio. Durante aquella se impresionaron va­
rias cintas cinematográficas.
Subido el cadáver a la capilla, rezó el Cardenal
las absoluciones de rúbrica, y enseguida tejió
un elogio conmovedor en extremo, del difunto,
evocando al misino tiempo la figura de Don Bosco
y de Don Rúa, y trazando a grandes rasgos el
admirable desarrollo de la Congregación en
todo el mundo, durante el tiempo que la gobernó
el llorado Don Albera.
Los restos mortales descansan bajo el pórtico
de la capilla que guarda las reliquias sagradas
de Don Bosco.
A l lado de estos dos colosos de la caridad y del
trabajo hallan descanso digno, y reposa aquel
corazón compasivo y remediador de tantas des­
venturas. Y con Don Bosco y con Don Rúa se­
guirá dispensando su protección a la Sociedad
Salesiana, a sus Cooperadores y beneficiados,
para llevar a cabo la misión que constituyó el
aliento de su vida: la gran obra de la frater­
nidad cristiana y del amor.

líos íniembros del Gapflulo Superior
a g r a d e c e n a lo s se ñ o re s
a m ig o s d e la s O b r a s

C o o p e ra d o re s y

S a le s ia n a s

la s

de­

m o s tr a c io n e s de d u elo r e c ib id a s con oca­
sió n d e la d o lo r o s a m u e rte de su Rector
M ayor, al
to d o s s u s

m is m o

tiem p o que

B h ie n e c h o r e s se

ruegan

d ig n e n

a

conti­

n u ar d is p e n s a n d o su c a r id a d h a c ía dichas
O b r a s , d irig ie n d o lo s d o n a tiv o s y corres­
p o n d e n c ia , d u ra n te la v a c a n t e del R ector
M ayor, al

M. Rdo. Sr. D. FELIPE RINALDi
Prefecto General de la Pia Sociedad Salesiaao

Via Cottoleago, N, 32
T U R I N (9)

— 333 —

Para el tercer centenario de la muerte
de San Francisco de Sales
Todos los festejos proyectados en las casas de la P ta Socirdad Salesiana para conmemorar el
tercer centenario de la muerte de su glorioso T itu la r y Patrón, se basarán en el siguiente programa.

por medio de conferencias sencillas, al alcance
de la tierna inteligencia del auditorio; serán tam­
i.o El 28 de diciembre de 1921, día que deter­ bién estimulados los niños a celebrar una velada
músico literaria, con objeto de informar al público
mina la’ apertura del año centenario, se f a r d a r á
fiesta en todos los Institutos Salesianos, y en tal en el conocimiento de la vida de nuestro Santo,
mayormente en el período de su juventud.
•día se citará a los alumnos para celebrar cultos
2.® E n todos los Colegios Salesianos se rea­
solemnes en honor de nuestro preclaro Patrón,
con objeto de alcanzar por su valiosa mediación lizará en tiempo que se juzgue más oportuno,
un acto conmemorativo solemne, con el mayor
exuberancia de bendiciones espirituales para
número posible de invitados, sin exclusión de
toda la Obra Saksiana.
2.
° ha. Familia Salesiana en su triple manifes­clases. E n dicho acto se pondrá de relieve la
tación celebrará la fiesta de S. Francisco de Sa­ figura moral del Santo de la mansedumbre y de
les del año de 1922 con toda la mayor solemnidad la dulzura.
que esté a su alcance. En todas las Casas pre­
. 3.® Promuévanse en cada Inspectoría o Casa
cederá a la fiesta una novena o triduo predi­ Salesiana, reuniones de jóvenes, cuya mira sea
cado, y en nuestras iglesias públicas durarán reproducir en su espíritu las virtudes que caracterizarou a S. Francisco, y principalmente
los festejos tres días consecutivos.
3.
®Celébrese también durante el ano jubilarsu afabilidad y dulzura encantadoras y su for­
con especial devoción, el primer viernes de raes,
taleza de subidos quilates: virtudes todas ellas,
en memoria de haber sido S. Francisco el ini­ íjue brillaron ya desde la niñez con todo su
ciador de la devoción al Sagrado Corazón, o se­ esplendor en nuestro Santo
4.
®Inicíense también en las Ispectorías Sagún expresión de Sta. Juana Francisca de Chantal, « el hijo predilecto del Sagrado Corazón
lesianas y en las naciones donde se cuenten
residencias, reuniones locales y nacionales de
de Jesús ».
4.
® Revestirá asimismo particular esplendorCooperadores y Exalumnos; en las cuales, al
la fiesta del Sagrado Corazón, que acostumbra
mismo tiempo que se resuelvan diversas cues­
celebrarse todos los años en las Iglesias y Cole­ tiones sugeridas por necesidades de cada orga­
nización local, sirvan para tributar, al fin de
gios salesianos.
5.
® Por último, el 28 de diciembre de 1922,las mismas, un homenaje de reconocimiento y
aniversario tres veces secular del glorioso trán­ alabanza a nuestro Titular.
5.
®En tiempo oportuno se iniciarán también
sito de nuestro Titular y Patrón, será dedicado
reuniones internacionales en la forma que se
a rendirle nuevamente devoto homenaje.
En tal día o el último del año, según la opor­ acaba de indicar; ellas tendrán por objeto abrir
tunidad, se cantará en todas las iglesias sale- llantar más la figura del Santo, y sobre todo, evi­
sianas un solemne Tedéura de acción de gracias,
denciar el influjo de su doctrina en la Iglesia
Católica, y el de su espíritu en nuestra Pía So­
que pondrá remate a las fiestas centenarias.
ciedad Salesiana.
6.
®Durante el año jubilar el Bólelín Salesiana
II - Sección conmemorativa.
se constituirá propagandista y divulgador de
pensamientos y máximas del Santo, al mismo
I.® Dispónganse los n i^ s de las E cuelas y Ora­
tiempo que informará a sus lectores de todas las
torios Festivos Salesianos a la celebración de las
publicaciones que vean la luz en el curso de este
próximas Fiestas Jubilares, mediante previa y
centenario.
adecuada preparación, la cual se llevará a cabo

I - Sección religiosa.

Queda a l arbitrio de los señores inspectores y Directores, integrar e l presente programa con

oíros números, donde las circunstancias locales lo requieran, siempre que ello añada mayor esplendor
° la solemnidad con que se celebren los referidos fe^ ejos.

— 335 —
aera que logre la entrada en los referidos esta­
blecimientos.
Xo será labor perdida organizar una brigada
de muchachos que, esparcidos por las calles a
la hora de salida de la prensa, anurcien el diario
católico, y lo faciliten a los transeúntes, adelan­
tándose a ofrecérselo. Una ligera recompensa
como premio a los miembros de esta liga humil­
dísima, es cierto pero sumamente fructífera,
servirá para desatar la timidez y respeto humano
que pudiera encogerles .al principió, para pre­
gonar de buen grado el diario, cuya circulación
nos proponemos.
Medio de propaganda, que bien empleado
puede reportar exquisitos frutos, sería designar
en los pueblos y ciudades varios centros con­
curridos y muy conocidos, en los cuales sea po­
sible la lectura gratuita del periódico. Sería
digno de alabanza el que, después de haber leído
el diario al cual está suscrito, lo pasara después
a los referidos centros donde quedase a disposicióir de los que quisieran aprovecharse de su
lectura. Dígase otro tanto de las re\-istas, fo­
lletos, etc. No faltarán personas que presten su
cooperación a obra tan salvadora.
En todas estas formas juega un papel impor­
tantísimo la acción individual; pero con frecuen­
cia puede encallar en dificultades de mil géneros
Es, por consiguiente, cosa muy acordada tra­
bajar al abrigo de una Junta, por medio de la^
cual los socios se presten mutuo apoyo, y la"
labor de unos estimule y secunde la de los otros,
y viceversa.
En no pocas diócesis, por no decir en todas,
hay establecidas Secrelatlas Diocesanas para la
dijusión de la Buena Prensa, dependientes de las
Juntas diocesanas. Es, pues, necesario coordinar
la acción individual con la directiva, y mantener
estrechas relaciones con ésta y perfecta confor­
midad en sus acuerdos, a fin de multiplicar ener­
a s , recibir con oportunidad auxilios, conse­
jos. folletos, libros de propaganda, de utilidad
prácticq, adaptados a las necesidades y al am­
biente de cada región.
Hemos consignado arriba el otro campo de
acción, cuyo programa abarca exclusivamente
difusión del buen libro; acción menos inme^ ta.si se quiere, pero no menos benéfica y
seria, la cual se halla compendiada en el estable­
cimiento de Bibliotecas Circulantes.
Como primera providencia, es necesario el
Dorabramiento de una Junta compuesta de per^nas serias y competentes, i>orque en instituc^l^-nes de este jaez y en otra similares, con fa­
cilidad la acción indi\-idual, inclinada de suyo
^ perderse en un mar de dificultades reales o
aparentes, necesita un empuje vigoroso que la
^que a flote, preservándola así del naufragio.

Una vez formada la Junta, su primer trabajo
será allegar fondos con que dar origen e infundir
nueva vida a la Biblioteca que se pretende abrir.
La cuestión puede resolverse recurriendo a per­
sonas piadosas y hacendadas del lugar, o echando mano de los expedientes de beneficiencia público colectiva, como serian: tómbolas,
funciones benéficas, suscripciones. Bancos y
Cajas de beneficencia, y mil otros recursos que
con facilidad se hallan al alcance de la caridad in­
geniosa.
Una vez hecha la recaudación de fondos, urge
pensar en adquirir los libros, a cuya selección,
que tanta responsabilidad acarrea, deberán
concurrir personas cultas, conocedoras de los
autores y cada una de sus 'obras. Si no se tuviere
conocimiento de algún libro, no se proceda a su
adquisición sin antes haber pedido consejo a
persona de reconocida competencia.
Ha de reinar variedad en la compra, teniendo
siempre en cuenta la calidad de lectores a los
cuales se destina la Biblioteca. No faltarán en
ella lecturas religiosas y ascéticas, sociales y
morales, manuales de agricultura e industria,
sin excluir novelas y cuentos que deleiten, al
paso que robustezcan el espíritu.
Podrá implantarse la Biblioteca en algún Cír­
culo católico, en la Casa parroquial, o también
en el domicilio de cualquier persona piadosa y
distingmda, siempre que las circunstancias, de
acuerdo con la prudencia, aconsejen como más
conveniente lo contrario.
Donde se juzgue acertado, se puede imponer
una cuota fija pagadera al tiempo de retirar el
libro; dicha cuota se destinará al funcionamiento,
renovación y ampliación de la Biblio-teca.
Mas tarde, cuando ésta se halle con provisión
más que suficiente de elementos, y con manifestad
ciones de vitalidad pujante, entonces es el caso
de lanzarse al encuentro de almas que agonizan
en tinieblas bascando la verdad y la luz, y
alúmbrales el camino con fe y corazón de her­
mano, con generosidad y amor, como lo hacía
el Ven. Don Bosco, que se humilló y no aguardó
a que se llegaran a él las almas, sino que fué en
busca de ellas con inefable ternura.
Desígnense, por último, para la distribuciíui
de los libros personas que reúnan en sí la
piedad con la cultura, dotadas de cierta ins­
trucción que los guíe para dar con acierto y
precaución los libros, teniendo en cuenta los ca­
racteres y necesidades morales de los lectores.
No dejará Dios de fecundar y bendecir nuestra
labor animosa, desinteresada y sin otra mira
que llevar un rayo de luz y de esperanza a las
inteligencias y a los corazones hambrientos de
\ erdad y de bien. Contribuiremos eficazmente a
propagar y extender el reino de la Verdad y a

— 336 —

Los hombres de todos los tiempos han admi­
rado la seriedad de la mujer, han reconocido
siempre la sublimidad e importancia de la misión
femenil; nos limitaremos a escoger entre mil tes­
timonios las siguientes palabras de Napoleón I.
<f La prosperidad de la nación se labra en las ro­
dillas de la madre ». L a corrupción de un país
puede tener sus raíces en el exceso de riqueza y
poderío de que disfruta; pero sobre todo, y con
más profundidad, en el lujo, en la molicie, en la
moda provocativa: plagas todas ellas juntas y
cada una por sí, para arrastrar a los pueblos a la
decadencia y a la muerte.
Contra la moda impúdica,
Fruto de este congreso ha de ser la formulación
■ Kn el Congreso regional de Ivxalumnas de las de este propósito santo: declarar guerra abierta
Hijas de María Auxiliadora, celebrado última­ hasta arrinconarla a esa moda indecente que se
mente en Roma, despertó sincero entusiasmo pasea por calles y plazas; y que esta noble cru­
.«na carta de S. Knia. el Cardenal Gasparri, Se­ zada que emprendemos no se limite a palabras,
cretario de Estado de S. S. , en la que hacía saber sino que debemos hacerla efectiva con el ejem­
que el Papa se mostraba complacido del Con­ plo. Y , puesto que moda y ejemplo arrastran, no
greso, al mismo tiempo que abrigaba fundadas nos contentemos con meras exhortaciones por
esperanzas de que las jw enes concurrentes a él buenas que sean, sino que, imitando a nuestras
«despU^arian su actividad de un modo especial y hermanas de América y Niza, formulemos un có­
eficaz en combatid Ja moda impúdica que tan enor­ digo para combatir esa moda indecorosa.
Luchemos de palabra y mostrando al mundo
ines estrados está causando en las huellas cosíinncon intrepidez nuestro ejemplo de modestia que
bres y en la moral cristiana i>.
echa lejos de sí toda simulación y excluye hasta
Formaron el nervio de lo tratado en la reunión
el deseo de contemporizar.
los deseos manifestado por el Sumo Pontífice, y
Nuestro vestido de paseo no ha de sufrir posnosotros nos complacemos en dar aquí informes
a nuestros lectores acerca de dicha reunión con­ »tizos destinados a cubrir desnudeces al tiempo
de presentamos ante nuestras queridas Supefiados en que todas las señoras Cooperadoras,
\- particularmente las asociadas a la Unión de rioras. Lejos de nosotras esos escotes vergonzan­
tes que se mantienen a medio declarar por la
iíxalunmas, habrán de formar una liga santa
para combatir enérgicamente tan funesta plaga. suave presión de un alfiler; a un lado esas des­
«La palabra moda, dice la ralación, es hoy si­ nudeces del brazo mal piladas, con la suave piel
nónimo de escándalo. Paseando por las calles de un guante largo. Como nos presentamos en
<lc la ciudad tropezamos frecuentemente con la Mesa Eucarística, como entraríamos a viseñoras graves y señoritas enmascaradas que .sitar el colegio que frecuentamos en nuestra
nos dan la sensación de hallarnos en perpetuo niñez, hagamos gala en las escuelas ,en los des­
carnaval, o en contacto con los infelices morado­ pachos, en sociedad: donde qmera que vaya­
mos, sin atender a las risas burlonas de quien
res de las Pampas y de la Tierra del l'uego. V
ha perdido hasta la noción más elemental de
este atentado a la honestitad, cuya reparación
se verifica a costa de inauditos esfuerzos desple­ cristiano pudor, hagamos gala de esparcir en
gados por celosos misioneros, priva hoy entro tomo nuestro el suave prefume del rubor cris­
tiano, incapaz de escandalizar al ojo más puro,
nosotros porque se ha hecho objeto de, moda.
¿Qué es la mujer? ¿Qué es la sociedad? La mu­ y de levantar \nolentos huracanes de pasión
jer, la 1.ladre cu los tiempos que corremos ter­ rastrera en los corazones de los que han de
giversa el com.'cpto de tal y su misión; entiende tratar con nosotras.
Aunemos nuestras fuerzas para combatir tam­
haber cunqiUdo con fidelidad su cometido de
sacerdotisa del hogar, porque, envuelta en un bién el lujo desenfrenado, ese moustmo insacia­
mundo de ocupaciones de tocador, visitas, fies­ ble que disipa los modestos sueldos de tantas
tas, recejK'iones y teatros, ordena a sus criados jóvenes obreras y oficinistas que pretenden con­
que adornen con elegancia los salones, o jwrque fundirse con lo granado de la arostocracia, ha­
ha hallado un momento para dar una escapada ciendo ostentación fastuosa de vestidos y som\- ver de pris;\ a su lindo bebé, que se pasa el día breror, y avergonzándose de morar en viviendas
cosido a las faldas de la niñera o de la institutriz, huniUdes, y de presentarse ec público en com­
a quienes profesa mayor cariño que a su madre, pañía de sus padres.»
porque así so lo acreditan sus continuos scr\ icios.
modelar las conciencias en los troqueles de la
honestidad y del bien más puro y acendrado.
Abriguemos la firme persuasión, celosos Cooperadore.s y animosas Cooperadoras, de que la
difusión de la buena prensa es una forma de apos­
tolado moderno necesario en extremo para
convertir multitud de almas, impedir la caída
de otras en el error, y mantener un número
aún mayor en el fervor e integridad de la vida
cristiana.

CHI NA
La revolución. - Peligro que corrieron
dos misioneros.
Desgraciadamente la provincia de Kouaiig
Toung se agita hoy convulsiva bajo la garra de
la revolución. Puede decirse que fué dicha pro\*mcia la primera en alzar bandera de rebelión
en 191T contra la dinastía de Manciu, que a la
sazón ocupaba el trono imperial, para volver
momentos después a la lucha en defensa de la in­
dependencia del nuevo gobierno de Pekín. Aco­
sada por la necesidad de escudarse contra los
tiros del aborrecido dominio del norte, se alzó
con gobierno propio: o por mejor decir, con un
gobierno compuesto todo él de capitanes aven­
tureros, jefes de bandería. Cada uno de estos
reyezuelos tiene reclutado a expensas propias
un número más o menos crecido de soldados
que le reconocen como soberano, con exclusión
de todo otro poder; de suerte que, no obstante
la división ficticia entre ellos, cada caudillo se
arroga más o menos autoridad, en proporción
al número de mastines que le guardan la piel.
K1 congreso es una forja original de leyes y dis­
posiciones; por cuenta de él corre lanzar al aire
decretos y fulminar amenazas a diestro y sinies­
tro. Los cabecillas, si les parece bien obedecer, se
someten, de lo contrario alzan bandera de re­
belión y niu3' luego se ven rodeados de sus bra­
vos. Es fácil comprender, por lo que llevamos di­
cho, cómo las ambiciones, intrigas, traiciones, y
con frecuencia también la ruptura de hostilida­
des, sean aquí el pan de cada día.
Debo consignar que los amagos de guerra, que
como nubes de temporal venían acumulándose
sobre esta población, eran inminentes durante la
\Tsita que hice a Y a n Fa, y me voy a complacer
en narrar su origen y desarrollo.
Todo el territorio de nuestra misión estaba
al mando de un Suyanés que hacía mangas y ca­
pirotes de su autoridad a todo su sabor. El gene­
ralísimo de Yuna, a vista de tales desaguisados,
decidió trasladarlo, mandando en substitución
de aquel a otro cabecilla a quien acompañó
toda su mesnada; pero el destituido, apoyado
por el gobierno de Cantón se negó a obedecer.
Mediaron órdenes y contraórdenes, cuyo resul­
tado no fué otro que recurrir a las armas y venir

a las manos ambas tropas. E l combate se desarolló en tres puntos diversos: uno, a corta dis­
tancia de Cantón; otro, al norte de nuestra mi­
sión, entre Nam Yong y Chi Hcng\ y el tercero,
al noroeste, entre Ysoung Shan y L iu Chow.
Nuestros dos infatigables hermanos Don Guarona y Don Dalmasso se vieron a dos pasos de la
muerte, a causa de estos inesperados sucesos.
« Acabábamos de partir de Kam Kong, escribe
este último, y nos dirigíamos a nuestro dis­
trito de Chi Heng, cuando, apenas entrados eft
Nam Song, comenzamos a tropezar con mul­
titud de grupos de fugitivos que abandonaban la
ciudad. Las puertas de las casas y de los comer­
cios, cerradas: en los caminos que recorren las
afueras de la ciudad, carabanas de militares y
paisanos mal vestidos cargados con todo su
bagaje a cuestas; por la campiña ni un alma, no
obstante hallarse las cosechas en la época de
mayor ajetreo. Más adelante topamos con pan­
dillas de soldados, algunos de los cuales mante­
nían sus posiciones agazapados sobre la Colina,
al paso que otros emprendían el camino en di­
rección a la ciudad. Todos nos contemplaban
admirados de vemos viajar con tanta despreo­
cupación. Tras larga jomada de tres horas, hici­
mos alto en K u Tok, y mientras nuestros faquines
se entregaban a los deletéreos encantos del opio,
nosotros salimos a la calle con intención de dar
una vuelta por la ciudad. No vimos en ella alma
viviente; las casas mostraban sus puertas abier­
tas de par en par; pero muy desalojadas de cuan­
to puede llenar las manos entregadas al saco
más espantoso; creíamos hallamos en el corazón
de un desierto. Volvimos a nuestros palanquines
y emprendimos la salida de la ciudad. No hubi­
mos andado veinte pasos, cuando rasgó los aires
el silbido de un proyectil que halló tierra tan
cerca de nuestros vehículos, que no dudaría en
asegurar haber sido disparado contra nosotros.
Un momento de indecisión nos tuvo suspensos;
al fin, resolvimos continuar; pero en el mismo
punto cien balas pasaron rozando nuestras ca­
bezas. El. terreno en que nos habíamos metido
está constituido por una serie de colinas,
lugar a propósito para emboscadas y gue­
rrillas. Don Guarona, que abría la marcha, agitó
en el aire el sombrero en señal de neutralic^d,
al mismo tiempo que yo desde lo alto de mi si­
lla me imaginaba hallarme sobre un catafalco,
para lo cual nada faltaba a mi vehículo, ni la

m
- . 33« forma, ni el color de los paños: para decirlo
todo de una vez, nos hallábamos en zona de com­
bate (cosa que solo en China puede darse, sin que
se halle un alma buena que lo impida), y las balas
llovían que era un contento. Pero ^ra el día de
la Anunciación y María Santísima nos protegió
con cariño de madre. I/)s faquines que llevaban
en hombros la litera avanzaban serenos y con pie
seguro, y aunque paganos, iban repitiendo: —
o Podre, él Señor te proteja » y en electo, salimos
ilesos de aquel mal paso. 'A poco más de cien
metros el camino se encarama monte arriba has­
ta tocar la cima, para después precipitarse ser­
peando por la ladera opuesta, al pie de la cual
nos aguardaba otro nuevo incidente, con el que
no habíamos contado. Nos hallamos de manos a
boca en medio del ejército de Chi Heng en el mo­
mento en que el de Nam Y ong se daba a vergon­
zosa fuga. E l mismo general nos hizo llamar y
conducir a su presencia; quería entrevistarse con
nosotros. Era este un jovencito vestido de paisa­
no sin más armas que una fusta o latiguillo de
montar. Nos pidió noticias de Nam Yong, pero
nosotros nos echamos a un lado y respondimos
con evasivas. Usó de exquisita afabilidad con
nosotros, y nos suplicó entregáramos al genera­
lísimo de Chi Heng un parte breve que él mismo
extendió sobre una tarjeta mía de visita, que yo
mismo le ofrecí. Mediaron los cumplidos de des^Mídida, y, una vez en camino seguro, concentra­
mos todas nuestras fuerzas para dirigir un gracias
salido de lo más hondo del corazón a nuestra
Virgen, por habei salido ilesos de tantos peligros».
Aquí termina la relación de Bon Dalmasso.
líntre tanto la facción de los vencidos hubo
de replegarse en Nam Yong. Toda la oficialidad
y las autoridades civiles al enterarse de la derrota
pusieron pies en polvorosa, y sólo pensaron en
l>oner la pelleja lejos del alcance de los que
los buscaban para cebarse en ellos. Dos oficiales
que contaban numerosa familia, desconfiando de
la seguridad de ésta si los acompañaba, las refu­
giaron en la casa de la misión, distante de la ciu­
dad a una hora de camino. No habían olvidado
que dos años atrás nuestra casa había sido se­
guro asilo contra la ferocidad salvaje de sus mis­
mos soldados.
Fineza inesperada - Una obra de caridad.

Pasados algunos días a partir de estos lamen­
tables sucesos, dos individuos escoltados por nu­
merosa gente de armas se presentaron en nuestra
residencia de Shiu Chow, y sin más preámbulos
nos ofrecieron algunos presentes. No acertando
a adivinar el motivo de tan exquisita cortesía,
me atreví a pedir explicación de lo que estaba
viendo; entonas uno de los del griqH-» con mu­

cho aplomo me respondió: «Vosotros no sois chi­
nos; con todo, no podemos menos de reconocer
que sois hombres de bien (era lisonjero el cum­
plido) . Prueba evidente de lo que voy diciendo es
la generosa hospitalidad que vuestros misione­
ros de Nan Yong han dispensado a nuestras
familias.
— No andáis desacertados, respondí yo son­
riendo, ahora que os veis acosados por el infor­
tunio os acogéis a la Iglesia Católica, a la cual
habéis despreciado hasta hoy con tanta dureza
de corazón.
— No, no, se apresuró a replicar. Somos todos
hermanos, demasiado sabemos que la Iglesia Ca­
tólica no tiene otra mira que la de conducir a los
hombres al término de su felicidad; yo también
creo en la verdad católica y adoro a SheongTai
(nombre que los protestantes dan a Dios), y de
ello te pudiera dar evidente prueba postrán­
dome aquí mismo en tierra, en señal de rendida
adoración; pero es el caso que ahora tengo los
pies muy lastimados y no puedo arrodillarme
para unir mi oración a la vuestra; pero puedes
estar seguro de que, apenas me dejen estos dolo­
res, haré que todos los aquí presentes adoren
a tu Dios, yo inclusive.
— No otra cosa espera, el Señor de vosotros,
le añadí; ahora decidme sin rodeos qué queréis.
— T e lo diré, respondió. Mi mujer y mis hijos
viven en la casa de la misión con todas las garan­
tías de seguridad que cabe ofrecer; por esto me
ocasiona dolor tenerlos que sacar de donde ellos
se encuentran tan a gusto.
— Perfectamente, seguid.
— Pero es el caso, continuó, que debemos
partir para el sur, y me parece que no estará
de más que nos acompañen también nuestras
familias.
— Conforme, añadí yo, no me disgusta el acuerdo, ante bien me parece muy puesto en ra­
zón.
— Así pensamos nosotros, pero sucede que
los caminos están tomados por las tropas del ven­
cedor, y si por nuestra mala fortuna nos detienen
al pasar, no nos libraremos de probar el plomo
de sus balas.
— Y ¿que queréis que os haga yo?
— Quisiéramos que, por favor, nos acompa­
ñaras. .. ten por ciertb que este favor no caerá en
pecho tan mal nacido, que no te lo sepa agra­
decer, y a su tiempo, también recompensártelo.
— Pero, repliqué yo, ¿qué sacáis en limpio
con que os acompañe; si de todas maneras os
han de coger, y habréis de correr la misma tuerte.
— De ningún modo; nosotros entraremos en
tu compañía, como gente de tu séquito.
— Entendidos pues, » le contesté.
Si bien sus palabras no me infundieron so-

— 339 —
brada confianza, con todo, tratándose de devol­
ver a aquellos infelices sus familias, pensé que,
nsta la aventura desde cualquier punto, siem­
pre resultaba ser ocasión de realizar una obra de
caridad. Accedí sin más a sus deseos, tanto más
cuanto que a mí me resultaba indiferente partir
antes a Nam Sono que a Sin Chow, y decidióse
al punto el día de la salida, cuyos preparativos
corrieron a cargo de ellos.
Puntualísimos fueron a la cita el día fijado
para ella. Un palanquín de tres hombres para
mí,otros dos muy ordinarios para los dos interesados ycinco soldados de séquito: he aquí toda
la caravana.
Los dos oficiales, \-estidos con ropas vulgare.s,
ocuparon sus asientos, y formaron entre los de mi
comitiva el grupo de mis domésticos. Al verlos en
actitud tan humilde, he de confesar que sentí pe
na; pero pensé después que esta humillación no
dejaba de ofrecer su lado favorable para ellos,
y hasta justo, en vista del desprecio y aborreci­
miento profundo con que acostumbran tratar
al extranjero. Sin más, subí a la silla e hice señal
de partir, confiando la seguridad de mis huesos
a las nervudas y resistentes espaldas de mis palanquineros.
El palanquiaero.

El palanquinero chino cabe de ordinario en el
encasillado de la clase más miserable que se estila
por estas tierras; con todo, son gente de fuerza
prodigiosa y agilidad sorprendente. Una vez en­
cima de sus hombros el pesado palanquín, em­
prenden la marcha con pasmosa rapidez, y la con­
tinúan casi a carrera tendida, persuadidos de
que aligerando el paso, se hace más leve a su vez
la carga; y así, andan y andan sin interrumpir la
marcha hasta una hora larga de caminata; al
cabo de la cual, descansan el tiempo suficiente
para tomar un refresco, o echarse al cuerj)o un
par de tazas de te hirviendo, o algún bizcochuelo
de los que se hacen aquí, o dar dos chupadas a la
pipa cargada de opio, todo lo cual acarrea un
•<asto que no sube de cuatro a cinco sapechc
(unos cuatro céntimos) por individuo. Se apuran
la tazas, se apaga la pipa, se vuelve a cargar el
palanquín, y otra vez a correr por esos caminos.
Hacia el mediodía el alto se hace en el primer
ventorro que se encuentra, y en él se descansa
lo que dura la comida. Un poco de arroz, otro
tanto de verdura cocida, sin ningún aliño, la taza
de te, y pare usted de contar. Toda esta manio­
bra dura diez minutos. Despachada la pitanza,
se arrima otra vez el hombro a la carga, y de
nuevo a la carrera, como antes.
No hay lugar escabroso, ni agria y empinada
<^esta, ni fatigoso pedregal cap ao s de arrancar

a aquellos hombres un esfuerzo mayor que el que
pueden desarrollar cargados con su palanquín
por el adoquinado de una calle sin pendiente.
El solo intentar apearse del palanquín para ali­
gerarles la carga, no lo sufren y con dificultad
lo consienten. ¡Cuántas veces en mis viajes me
he \usto sobre las perchas flexibles de bambú
suspendido al borde de un profundísimo ba­
rranco, o sobre el vacilante y estrechísimo
puente de un torrente, cuyas agua se despeñan
con una rapidez capaz de provocar el vértigo en
la cabeza más serena! ¡Cuantás y cuantás en
semejante conjuntura me vi presa de un
calofrío que corría pol todo mi cuerj)o, al pensar
que sólo un paso dado en falso i>or uno de mis
conductores bastaría para dejar mi cuerpo
hedió polvo en el fondo de una barranca o en las
fauces del monstruo que ruge por entre las que­
bradas de oscuros torrentes, casi ocultos por
matas de espinos, y de maleza!
A llí huelga todo temor; nuestros hombres po­
seen una elasticidad a toda prueba «¡Síao Sim! »
En estas dos palabras queda sintetizada la
psicología del palanquinero en tan difíciles pasos.
« Reduce el corazón, sujétalo, concéntralo, no lo
dejes vagar, aparta de él todo otro cuidado ».
El corazón es para aquellos hombres curtidos
la sede del pensamiento, de la imaginación, de
la inteligencia, y también en parte, de la vo­
luntad. <1 iSíflo Sim! » Siempre adelante, im­
pasibles- fríos ,serenos, veloces, seguros... Sus
músculos se contraen y se estiran, se retuercen
y se extienden como si fueran de goma, diríase
que son acróbatas consumados. Parece asimismo
que sus pies tienen la propiedad de adherirse y
cogerse a las escabrosidades del terreno, a los
maderos que salvan los ríos: parecen algo así
como extremidades de cuadrumano.
En todos mis viajes, que son muchos, jamás
me ha acontecido incidente grave por parte de
mis conductores. Sólo puedo contar algún tro]'iezo, de tanto en tanto, que da con alguno
de ellos en tierra; pero sucede siempre en te­
rreno llano, cuando el trayecto no exige especial
atención, cuando no precisa recurrir al re.sorte
psicológico de ‘‘ ¡Siao Sim! •> en algún caso de
éstos suelen caer; i>ero caen con todas las del
arte; porque, una vez en tierra, permanecen
inmóviles hasta tanto que la silla y el que va
sentado en ella no se hayan asegurado, evitando
así agravar el incidente con movimientos que
no deben entrar en la cuenta.
La primera vez que fui espectador de sensejante maniobra quedé alarmado un buen trecho,
convencido de que el pobredllo caído que no
bullía pie ni mano deljajo del palanquín, había
acabado su \úda con el golpe; pqro no hube pues­
to el pie en tierra y bajado de mí asiento, cuando

— 340 —

lo vi aly.arse tranquilamente, darse dos palmadas
en la parte dolorida, coger la piedra causantedel tropcv/m, reflexionar un instante sobre ella,
ech arle la imprecación de nibrica: <-¡Así tropiece
tu madrel » y con mucho aplomo retirarla a un
lado del camino, para que no tropiece el que
venga detrás; después, volver a ocupar su puesto
entre las risotadas y pullas de sus compañeros.
listas desventuradas criaturas son en su ma­
yoría empedernidos fumadores de opio; sin em­
bargo no faltan cuadrillas bien organizadas, que
no sólo declaran guerra al opio, sino que además
hacen gala de la más exquisita cortesía: ejemplo
de ello son nuestros palanquineros de
Distínguense por su jovialidad singularísima;
cantan y bromean alegremente, aún en los pasos
más difíciles y arriesgados. Con el cuerpo des­
nudo hasta la cintura y bronceado por el sol, la
piel brillante del sudor que les corre formando
regatos a lo largo de la espalda, del pecho y de
los brazos, caminan a gran velocidad, suavi­
zando las durezas de la jomada con dichos finí­
simos y agudos. Si alguna vez se levantan alter­
cados por la desacertada elección del camino,
todo ello no pasa de palabras; basta un dicho
agudo vuestro para disipar el nublado. « ¡Mira,
dicen, mira con qué nos sale ahora el Padre! »
Rompen en una cascada de risas, y allí concluye
todo. A l llegar al sitio donde debe reposar la ca­
ravana, antes de procurarse para sí, piensan ellos
en acomodaros a vosotros. Si paráis en una venta,
os eligen la pieza mejor, os preparan el lecho, os
guisan la comida: en fin, usan con vosotros aqrrellas delicadas atenciones de que seríais objeto,
si os cupiera la suerte de ser sus huéspedes. Si
dejáis entrever que lleváis en vuestros equipajes
objetos de valor, podéis descansar con entera
tranquilidad: no los perderán de vista; aun cuan­
do por qualquier motivo os veáis precisados a
abandonar el palanquín, vuestros equipajes que­
dan bien custodiados, y una vez hayáis llegado
al lugar de la expedición, lo primero que os en­
tregan es vuestro bagaje, y esto lo hacen con un
aire de satisfacción, como diciéndoos: « No te
puedes quejar; lo he cuidado bien ¿eh? Creo que
no podrás negarme la propina
I Por fío llegamos — Ruinas de uns cristiandad flo­
reciente — La iglesia abierta de nuevo ai culto
divino.

En hombros de mis palanquineros hice el tra­
yecto de Shiu Choxv a ^am Song. En todo él,
nada aconteció digno de interés, excepción hecha
de las atenciones exquisitas que a cada parada
me dispensó mi comitiva, y sobre todo los dos
oficiales, a los cuales les estaba muy a cuenta in­
fundir eti los curiosos la opinión de que pertene­

cían a mi séquito, si querían mantener la cabeza,
segura sobre los hombros.
El primer día hicimos doce leguas de camino;
al comenzar al siguiente la caminata, ocurrieron
dos incidentes que hubieran acarreado serias
consecuencias, porque se rompió repetidas veces
un travesano, y dos de ellas vine a tierra sin que
gracias a Dios, tuviera que contarlo con dolor de
mis huesos. Llegamos a Nan Chow el tercer día
por la mañana; apenas divisamos la ciudad, mis
valerosos amigos sintieron revivir su antiguo se­
ñorío; el pueblo entero los' conocía, por consi­
guiente, no podían seguir adelante con la farsa.
No bien pusimos pie en la ciudad, cuando todos,
uno tras otro, desaparecieron de mi lado, no que­
dando conmigo más que un solo criado. Aguardé
una pieza, y en vista de que aquellos buenos se­
ñores se preocupaban poco de volver, subí a mi
asiento, con ánimo de continuar la jomada hasta
llegar a nuestra residencia. Viendo el criado fiel
mi resolución de seguir, comenzó a dar voces a
sus amos para que volviesen, las cuales voces no
fueron escuchadas, y así continué la marcha
hasta Kam Chow,
Cogió de sorpresa a D. Colombo y a D. Bossio mi llegada imprevista, y ello fué causa de
evitarme el embarazo de un recibimiento, que,
según el ceremonial chinesco, debiera haber re­
vestido una solemnidad rara vez usada.
Nuestros compañeros se apresuraron a seguir
ei camino de la posada, donde hallarían, sin duda
a sus camaradas, y a mi me cupo la satisfacción
de pasar aquellos días entre mis queridos her­
manos.
Creía yo que con lo hecho podría dar por aca­
bada mi misión; mas no fué así. Al anochecer se
presentaron en casa los oficiales, protestando
que no querían arriesgar la piel- regresando a
Shiu Coou' sin el Lao Fau (forastero). De nada
sirvió que yo les ofreciera como garantía de se­
guridad la que nos había acompañado durante
el camino.
— « Padre, si no nos acompañas, nosotros no
nos atrevemos a volver solos ». Esta era toda la
respuesta que daban a mis razones. Por otra parte
me precisaba mucho pasar unos días con los her­
manos, así que, por no contrariar a mis domés­
ticos de papelón mandé llamar a Don Guarona
eliice que los acompañara hasta Shiu CAorp.no
sin que antes de partir cumplieran una de 1^
promesas que me lucieron, dejando para la mi­
sión cien dólares en moneda sonante.
En Kam Young tuve ocasión de adlmirar los
progresos de nuestros hermanos en las letras
chinas y de visitar la escuela abarrotada de
muchachos cristianos y paganos.
Como Don Colombo no podía dedicarse al nunisterio por no hallarse aún entrenado en el

— 341 —

idioma, dirigía la parte material de la misón,
levantando un poco la hacienda^ abriendo su
mano al miserable que se llega a nuestra puerta,
y dando ejemplo de actividad a todos sus auxiIkres. De más está decir que D. Bosio le ajnidaba en todo con afecto e inmejorable acuerdo.
Por aquellos días se habían emprendido en
l'ong Moi Hang las obras de reparación en la
iglesia de S. José, construida hacia la mitad del
siglo pasado. Un sinmímero de vicisitudes la ha­
bían dejado en completo abandono; pero a des­
pecho de las inclemencias del tiempo y de la obra
'demoledora de los paganos, y lo que es peor, de
algunos apóstatas, aun se 5^ergue majestuoso des­
afiando a sus enemigos, este soberbio monu­
mento, testigo fidelísimo del estado floreciente
en que se había hallado tiempo atrás aquella
desgraciada cristiandad, tan numerosa enton­
ces, que según estadísticas, contaba más de mil
cristianos en su seno.
El edificio mide 24 metros y medio de largo,
por 10 de ancho y 14 de alto; el estilo es de ba­
sílica romana, con tres naves. L a central está
separada de las laterales por dos juegos de 36
columnas, 18 por parte, que aguantan grandes
arc»s. sobre los cuales, descansa un friso corrido;
encima de este friso hay colocadas 52 columnas
esbeltísimas, que determinan otras tantas ven­
tanas rematadas en arcos de medio punto, los
cuales a su vez sostienen el artesonado de la
nave central, más elevado que el de las later^es,
que arrancan del presbiterio y recorren la iglesia
en toda su longitud.
Las paredes exteriores están fabricadas de
ladrillos, expresamente cocidos para esta obra,
cada uno de los cuales lleva vaciada la inscrip­
ción SU. Joseph Domus. El interior se hallaba
enlucido con estuco blanco, decorado casi todo
él con finísimas pinturas y artísticos bajorelieves; de todo lo cual no quedan hoy más que
ligeros restos, suficientes para dar idea lastimosa
de su primera hermosura.
En tomo a la iglesia se descubren montones
de escombros, que dan idea acabada de la belleespaciosidad y excelente construcción de
aquellos edificios en ruinas.
Fácilmente nos fué dado reconocer a un lado
de la iglesia la residencia del misionero, con su
escuela, habitaciones para los profesores y cria­
dos, la cocina, etc. A l otro lado de la iglesia, el
convento de las K u Neong (religiosas indígenas),
también en ruinas, con sus respectivas escuelas
y el Orfanotrofio.
La historia de los referidos monumentos, no
faay que buscarla muy lejos: es de ayer, como
íoien dice. En 1897, el P. Eugenio Brugnon, de
^ Congr^ación des Afissions Étrangérc^, apa­
recía por primera vez en estas tierras, con objeto

de continuar la obra de evangelización implan­
tada por sus prédecesores.
Una vez allí, compró un reducido solar, donde
levantó una capillita con casa de residencia al
lado; hasta que un día, requerido por otros pue­
blos que esperaban su obra redentora, montó a
caballo, y así atravesó el país de Kong M oi Lao,
L a superstición tenía echadas hondas raíces en
este territorio, y no podía consentir que el trans­
eúnte lo atravesara encima del palauquíno a ca­
ballo. Y a sea que lo ignorase, o que despreciara
tan inveterada superstición, lo cierto es que en
mala hora continuó el P. Brugnón su camino sin
apearse. Los habitantes de aquellos pueblos,
ofendidos en lo más vivo de su fanatismo ante
semejante proceder, en el cual quisieron ver un
manifiesto atentado a la memoria de sus abuelos,
buscaron ocasión de venganza y la encontraron
a la vuelta del misionero. Se apostaron en el ca­
mino, lo asaltaron y lo arrastraron hasta orillas,
de un río con intención de asesinarlo y echar su
cadáver a la corriente, cuyas aguas rojizas lava­
rían la mancha afrentosa que el atrevido había,
echado sobra todo un pueblo. Fortuna fué la lle­
gada del inandarín en aquellos momentos; su
presencia detuvo a los agresores, y puso a salvo
al misionero llevándoselo consigo. Pero aquel mar
de fondo que se agitaba en los pechos rencorosos
de la plebe fué a estrellar sus espumas contra
los muros de la residencia. Volaron aYo«g Aloi
Hang, saquearon la capilla y la \rivienda, y cuan­
do no quedó rincón por registrar, pegaron fuego a
todo, dejando la iglesia y la residencia reducidasa un montón de cenizas y ladrillos denegridos.
Instruyóse por la autoridad competente el pro­
ceso de los ejecutores de tan bárbaro suceso,
y el P. Brugnon se vio indemnizado con entera
justicia, así de los daños materiales, como de los
inferidos en su honra, con una cantidad conside­
rable de dinero que empleó en levantar la iglesia
y edificios adyacentes.
En 1882, exasperados los chinos contra el pro­
ceder de Francia por la ocupación de Tonquín,
obligaron a todos los súbditos de aquella nación a
refugiarse en Hong Kong; entonces los malvados,
aprovecharon la ausencia del P. Brugnon para
destruir completamente ambas residencias, sin
perdonar la igleaa.
Merced a la solidez y altura de ésta, no llegasus intentos a más que a echar abajo el coro,,
arrancar el pavimiento, derribar las barandillas,
y desquiciar puertas y ventanas; pero lo másde lamentar fué la ráfaga de odio sangriento que
se levantó de aquellos pechos hacia la Iglesia
Católica, y qu^ por muchos años impidió al m i­
sionero la entrada en aquellas infortunadas tie­
rras.
Cuando por vez primera Don Olive, de santau

— 342 —

iiifcuioria, comenzó su residencia en lugar de
taiíta tragedia, aquella cristiandad no contaba
en su seno más de quince cristianos, cuya fe ago­
nizaba presa de marmórea frialdad; pero al roce
suave de la caridad y paciencia del misionero
fueron temi)Iando su decaído fervor, 5' apoco el
número de cristianos subió a cuarenta. Actual­
mente cuenta nuevos catecúmenos y alienta aún
la esperanza de atraer al camino de la verdad
multitud de ovejas que incautamente se des­
carriaron.
Hemos hecho sólo las reparaciones precisas e
indispensables para detener la ruina total de la
iglesia; así que, hoy se halla en disposición de
poder ser abierta al público.
Si los frutos que dé esta cristiandad corresjionden a las flores risueña!- de esperanza que ci­
framos en ella, no dudo que serán por demás

LOS

consoladores, y que la Providencia nos dará con
larga mano las expensas necesarias para restituir
este templo a •su antiguo esplendor.
Tres días no enteros duró mi estancia en Nain
Y p«?, y he de confesar que me despedí con
hondísimo pesar de aquellos queridos .hermanos;
porque.fué mi adiós como preseritimiento de fu­
turas desdichas. En efecto, por última vez me
desprendía de los brazos cariñosos del malogrado
Don Colorabo, quien poco después abandonaba
casi de improviso este destierro, en él mo­
mento crítico, en que su labor parecía a nues­
tros ojos materiales más apremiante y necesa­
ria que nunca.
IvUIS \'iíRSIULIA

Obispo iiiular de Caristo •
Vicario Aposlóüco de Shiii Chow.

QUE MUEREN. .

Et limo. Sr. Don Santiago Costamagna
Obispo Titular de Colonia,

siado; í> así se lo inculcaba el Rmo. P. Sató, RectcT
del Seminario en 1878, y así se lo repetían los di¡cípulos que lo rodeaban en su última enfermedad,

muerto en Bernal el día 9 de Septiembre de 1921.
Una muerte plácida y serena, suavizada aún
más por lus muy fcrvieiite.s aspiraciones de la ora­
ción. oiulnlzada por las melodías de la música li
Uirgicu y por los últimos arranques de una mística
jíoesía, santificada por la vida eucarística, que es
prenda y presagio de la inmortalidad, y rodeada
<lc lo vSonsiblo asistencia de la Virgen de Don BoBco,
la muerte .santa de Mons. Costamagna corona la
vida heroica de labor y sacrificio del insigue edu­
cador sale.siano, del Obispo uú.sionero ile casi toda
la América del Sur, del hijo predilecto de Ven.
Don B0.SCÜ. del Vicario.de Don Kúa en toda.s las
Inspectorías del Pacífico, del Apóstol de las Jíva­
ros. del Padre y Director de tantas almas religiosas,
ilel Pa.stor y Padre de tantos t'acerdotes Salesiauos
y de tantas Hijos de María Auxiliadora, que hoy
.salvan y educan a otros miles y miles de niñas y
niñas en las inmensas Repúblicas Americanas.
Ciqcuenta y cuatro años de sacerdocio: cuarenta y
cuatro años de misión, veintisiete añas do epis­
copado, toda una vida de enérgica actividad sin
un in.stautc de descanso, sin un momento de tregua,
inculcando a todas el trabajo, excitando y diri­
giendo el movimiento y la labor de todos los. que
le rodeaban hasta el último momento: y todo ese
trabajo subordinado a la vida religiasa para el
ministerio sacerdotal, en conformidad con la acción
■ eiixicadora y segiin el ejemplo y las eixseñanzas
del Apóstol de la Jíivetitud, el Ven. Don Bosco.
Sabemas que destle que llegó a la Argentina
hasta el lUtimo instante de su vida se le hacia una
•esjAvial recmuendacum: la de t tto trabajar dema-

a quienes él respondía incesantemente con su
maestro D. Bosco: « Trabajo, trabajo, trabajo.
¡DeBcaiisaremos en el Paraíso! *

F
— 343 —
Toda la Argentina recuerda el precioso *RamilUU • de fundaciones salesianas realizadas, y de vo­
caciones sacerdotales y religiosas cultivadas, por el
limo. Mons. publicado como obsequio de sus Bodas
de Oro Sacerdotales y Bodas de platas Episcopales
(1918). — Las cincuenta y ocho Casas y C o la o s
Salesianos de la República Argentina están hoy
en su mayoría r ^ d a s por personal educado en la
escuela d ¿ inolvidable Inspector D. Santiago Costamagna: y una pléyade de Exalumnos exparcidos
por todas las ciudades y pueblos de la Argentina
deben su bienestar moral y aún m aterial. a la
sabia educación de ese aprovechado discípulo del
Ven. Don Bosco — Lo mismo podría repetirse de
los treinta y cinco Colegios de las H ijas de María
Auxiliadora, de sus numerosos Centros de Exaliunnas, y de tantas óptimas familias constituidas
sobre la base de la educación cristiana, recibida en
anibos institutos de la Obra de Don Bosco.
Jamás se ha visto mía corona fúnebre formada
por tan variadas y perfumadas flores, de tantos .
janlines de educación, esparcidos por la Repú­
blica Argentina, Cliile, Uruguay. Bolivia, Peni,.
Ecuador, Colombia, Méjico. San Salvador, etc.,
donde hay personal o elementos que disfrutaron
de la educación salesiana bajo la dirección de este
incansable Superior.
Bajo una corteza un tanto áspera y cierta apa­
riencia de severidad escondía un corazón de madre,
y bastaba ponerse en contacto con él para experi­
mentar toda la dulzura y la delicadeza de sus mo­
dales V lo acertado y seguro de sus criterios doctri­
narios y morales. Delam ism a manera debemos for­
mamos justo concepto de cierta intransigencia en
cuestión de modas y escotes, que hoy profanan el
templo y llegan hasta el Altar sembrando la voluptuo.údad más asquerosa y repugnante ¿1 el lugar
sagrado, al rededor del confesionario 5’ en el mismo
comulgatorio. •
¿No es propio de un misionero y de un Obispo
el reprender tales abusos siempre y doquiera?
¿No corresponde al sacerdote educador el clamar
ante la juventud que se pervierte y se escandaliza,
contra ese nuevo medio de corrupción que in­
vade todos los ámbitos de la familia, de la escuela
y de la sociedad?
Mons. Costamagna no pudo y no quiso callar:
pero su .misma insistencia, su intransigencia,
encontró eco en el sentimiento de los buenos cató­
licos v se ganó la aprobación de los ciudadanos
honestos y cuidadosos de la pureza de costmnbres
de la juventud.
Nuestro querido Monseñor enseñaba y practi­
caba: lo que imponía a otros, antes se lo exigía
a sí mismo. E ra celoso y rígido en el cumpli­
miento de los deberes eclesiásticos y en la obser­
vancia religiosa: quería que los ritos sagrados, las
ceremonias del culto, el canto eclesiástico, las fun­
dones sagradas, el adorno de los altares, los orna­
mentos sacerdotales, los libros ütúrgicos: todo lo
que se refiere a Dios y a la Iglesia estuviera bien
r^lamentado, preparado y ensayado debidamente.
Sabía alabar y sabía reprender, según los casos;
pero endulzaba también la píldora quando notaba
que había buena voluntad para cumplir lo que

manda la Ley eclesiástica. Allí están sus últimos tra­
bajos: E l Tesoro Litúrgico y los Cánticos Sagrados'
del Mes de María, cuya revisión y publicación le
causaron sus últimos ataques al corazón por la
preocupación, el esmero y el apuro, con que quiso
corregirlos para ofrecerlos pronto al Clero, a las
Religiosas y a las personas piadosas.
No entraremos en pormenores sobre las otras pro­
ducciones de su vasta erudición eclesiástica y mí.'<tica. Las conferencias para religiosos y religiosa,s,
su rico 5' variado repertorio de música sagrada y
de cantos educativos, sus hennasas e interesantes
relaciones de misiones viajes y apostólicos, jun la
Patagonia, la Pampa, por BoUvia, Peni .Ecuador,
Méjico, etc.; que fonnan un tesoro precio-so de co­
nocimientos geográficos e hi.stóricas, prueba de
su infatigable celo y de su dedicación a la evaugelización de los pueblos, (véanse los 40 tomos del Bo­
letín Salesiauo (años 1877-1977): todo esto, añadido
a una asombrosa correspondencia epistolar con
todos aquellos que de mil maneras se relacionaban
con él amigable y espiritualmente, nos dará una
idea de la inmensa labor y asombrosa fecundidad
espiritual de este varón apostólico.
Al fin tuvo que rendirse y su cuerpo quebran­
tado y su corazón exhausto contestaiou repetidas
veces a su férrea volun tad:«no podemos m ás». En­
tonces dió una mirada a su alrededor para escoger
su lugar de relativo descanso y de tranquilidad es­
piritual. Renunció ante el Sumo Pontífice al cargo
de Vicario Apostóhco de Méndez y Gualaquiza,
dejó en aquellas alturas incompatibles con su en
fermedad a sus queridos Indios Jívaros, a quienes
había dedicado 25 años de ruda misión (aunque
siguió siempre enviándoles el óbolo de la caridad
que llegaba a sus manos), y Ubre de toda respon­
sabilidad, vino, como él decía, a prepararse a l-a
muerte en su querido Ahuagro y en su predilecto
Bernal, que para él representaban Valdocco y Valsálice de Turín.
Se iniciaba esta última etapa de su vida con las
Bodas Sacerdotales y Episcopales de 1918; en esos
días ya entonaba el Nunc dimiiíis del Anciano
Simeón al tener a Jesús en sus manos. Se habían
cmnplidos todos sus anhelos: se veía rodeado por
dos generaciones de hijos espirituales, en quienes
había inten ^ u en te infimdido el amor a Don Bos­
co. a su Congregación, a su vocación: ya tenía mil
herederos de su espíritu y continuadores de su mi­
sión: era un Patriarca, que podía pasearse de una
a otra familia religiosa sin poder y a contar los
lujos y las hijas de su inmenso apostolado. — Sus
dehdas eran, como lo atestigua la edición de su
obra * Compelía inirare », predicar la Eucaristía,
promover la Comunión diaria y cantar las ala­
banzas de María Auxiliadora. Pero su corazón
se desahogaba especialmente en las predicacio­
nes de Ejercicios a los Hermanos de Congrega­
ción. E ra imposible no conmoverse y no sen­
tirse hondamente impresionado por el espíritu
de fe, de piedad y de santo temor de Dios que se
traslucía en su vibrante elocuencia: tenía algo de
S. Vicente Ferrer, de S. Leonardo y de S. Alfonso.
Alguien decía que tronaba, como el hijo del trueno,
Santiago Apóstol, de quien llevaba e l nombre; pero

r

m
— 344 —
tronaba bien y oportunamente, porque luego se­
guía la lluvia (le la gracia y después el arco iris en
las conciencias de todosl
I/O.s viltimos días de Monseñor eran una continua
aspiración del Cíelo: todoeram úsicay cantocelestial
en atjuel aposento colocado en el Noviciado, pared
por medio del altar. E l deseaba que los Novicios
que le asi,stían, tufnándose de día y de noche, le
cantasen las alabanzas de la Sma. Virgen, himnos
tucarí.sticos, cantos litúrgicos; y venciendo cierta
delicadeza de uno de nuestros cantores, consiguió
que le cantase en gregoriano toda la Misa de D i­
funtos, con invitatorio, responsorios y antífonas
del Oficio, para poderlo meditar y saborear espi­
ritualmente. A la media noche cesaba el canto para
empezar la preparación a la Sta. Comunión con
aspiraciones y oraciones, intercaladas con fervien­
tes jaculatorias.
El día de la Natividad d éla Sma. Virgen, después
de administrársele a Monseñor la Sta. Comunión,
los estudiantes de filosofía remúdos en la pieza
inmediata a su cuarto, cantaron la i Salve Regina*
(pie él decía haberla oído cantar a su mamá
cuando niño, y que él mismo les había antes en­
señado. Conmovióse Monseñor al oír ese canto an­
gelical en un día de tantos recuerdos y creyó real­
mente que la Sma. Virgen lo llamaba al Cielo; pasó
alegremente todo ese día y descansó bien de noche
hasta las dos de la madrugada. Quiso levantarse, y
\'endó la resistencia de su asistente diciéndole que
también su gnmde amigo Mons. Terrero, había
muerto sentado fuera de la cama. Una hora des­
pués, al moverse, pareció que ya iba a exhalar
|)laoidamete su espíritu, y recibida la Sta. Unción,
se durmió en el beso del Señor.
Así mueren los santos; así descansan los após­
toles y así pasan de esta valle de lágrimas y de
pruebas los fieles siervos del Señor.
Había cumplido los setenta y seis años de su vida,
toda consagrada al servicio de otros, a la salva­
ción de las abuas, y para bien de la juventud y de
la humanidad.
Mons. Costamagna quería a la Argentina como
a su .segimda patria, a la manera de tantos misio­
neros que prefieren la patria espiritual adquirida
con su apostolado, a la otra natural que los vió
nacer. En esta Patria Argentina prefirió a Almagro
porque representa toda la obra de Don Bosco
que él vino realizando en esta Casa central; pero al
fin encontró su última morada en Benial, porque
allí se fonna el personal salcsiano: el Postulante,
el Novicio, el Muestro y el Sacerdote de D. Bosco,
para la salvación de la niñez y del pueblo. Allí donde
se forma el espíritu del Salesiano, había de en­
contrar el lugar de su descanso el gran Prelado
Salcvsiauo Argentino, el gran nú.sionero de Don
B0.HC0.
Su.s rest(\s sagrados hablarán a los jóvenes lla­
mados a seguirle. « Deíunctus adlmc Icxjuitur —
Todavía fstr
nos hablará en vida! * Se ha re­
suelto grabar sobro la lápida ipie cubrirá sus restos
la inscripción bíblica: ♦ Haec recluios meal hic habitalK), quoniam elegi canil * ¡Este es el lugar de mi
descanso: iv
u^m, ,^orque es el lugar que yo
n:c elegí! »

Datos biográficos.
E l Ihno. Sr. D. Santiago Costamagna vió la Im
en Caramagna, pueblecito de la provincia del Piamonte, el 23 de marzo de 1846. Ingresó en el Ora­
torio de Turíu el 8 de diciembre de 1858, y en 1877
fué emdado por D. Bosco a América, formando
parte de la tercera expeciición de rúísioneros.
E n 1878 intentó penetar en Patagonia; y el 79,
cuando el general Roca inició la conquista del de­
sierto, se ofreció voluntariamente ,en compañía del
salesiano D. Luis Botta, para ayudar en la labor
de civilización, catcquesis y administración de
bautismos al Exemo. Mons. Espinosa, renunciando
a la donación de terreno con que el gobierno dis­
puso se remuneraran los trabajos apostólicos de
los que habían tomado parte en aquella expedi­
ción, dando a entender con . semejante renuncia
(jue no se limitaba a solas palabras el consejo que
tantas veces había caído en su corazón de labios de
D. Bosco: r-Buscad almas, y no pongáis vuestros deseos'en los bienes perecederos ».
Nombrado Provincial de Argentina, puso mano
a la implantación de numerosos establecimientos
de educación y beneficencia, y sin demora recorrió
a este objeto Cliile, Perú, Bolivia Ecuador y Centro
y Norteamérica.
Años después fué preconizado Vicario Apostó­
lico de Méndez y Gualaquiza, y elegido Obisjx) Ti­
tular de Colonia por S. S. León X III, de santa me­
moria, el 18 de marzo de 1895. Desde entonces co­
mienza su labor civilizadora en medio de los Jí­
baros, a los que, como a hijos espirituales confia­
dos a su paternal solicitud, consagró todas sus
energías y entusiasmos.
La salud de JIons. Costamagna comenzó a de­
caer en junio del añg presente «Ruega por mi» es­
cribía al Sr. D. Albera, porque estoy bajo la férula
de la gripe.
Y a se creía restablecido, cuando a fines de mes
le cogió de sorpresa el primer ataque cardíaco.
•Los médicos garantizaron la curación completa
del enfermo, asegurando que con ligeros cuidados
podría prolongarse tan preciosa vida muchos años.
Mas apenas comenzaba a cobrar fuerzas aquella
fibra incansable, cuando volvió de nuevo a sus
inveterados hábitos de trabajo, metiéndose con
ansia febril en la labor de imprimir un
de María que él había compuesto, y tomó
al ejercicio del ministerio sagrado, oficiando en
funciones de solemnidad que pedían más aguante
de lo que aquel cuerpo p(x3ía dar. Celebró de
póntifical por última vez el día de S. Alfonso,
y ya lo tenían todos por sano y restablecido,
cuando la noche del 21 de agosto le sobrerino
un segundo ataque. Tampoco esta vez se dió por
\‘cncido, y así, volvió a los caminos del trabajo,
apenas las fuerzas <x)menzaron a avudarle. Pocos
días después dejó su residencia habitual y se tras­
ladó a Bem al donde asistió de piontifical a la
misa el día de Sta. Rosa; pero en la noche del 30
al 31 de agosto im tercer ataque le postró de
manera que no le dió lugar a reponerse.
E l 10 de septiembre se celebraron los funerales

— 345
y el entíerro, con tan enonne concurrencia de gente
de la capital y pro\dnda, que resultaron una ma­
nifestación imponente de estima y afecto hacia el
finado, y a toda la Congregación Salesiana.
Asistieron a la ceremonia el Gobernador de la
provincia de Buenos Aires, D. Luis Monteverde,
Mons. Francisco Alberti, Obispo preconizado de La
Plata, quien llevaba la representación del Excmo.
señor Ar2X)bispo de Buenos Aires; ilons. Silvani,
auditor de la Nxmciatura, en representación del
Escmo. señor Nimcio Apostólico; el Vicario Ge­
neral de L a Plata, Mons. Claudio Burdet; Mons.
Santiago M. Copello , Obispo auxiliar de L a Plata,
el presbítero D .J ose Vespignani, Inspector salesiano,
el diputado nacional D. Augusto Otamendi. el in­
tendente de Quilines, doctor Roca, el presidente del
consejo deliberante, Don Francisco Frissone, y los
concejales doctor D. Manuel Salas,'D on Sanúago
Poggio, Don Carlos Bo, el presidente de la Cámara
Comercial de L a Plata, doctor Don Manuel Estévez,
el presidente del consejo escolar deQuihues, doctor
Don Atanasio Lanz, y nmnerosas y distinguidas
representaciones del Clero secular y regular.
Llegado el féretro a la puerta de la capilla,habló
en representación de los exalumnos de Don
Bosco de la capital, el s^ñor D. Juan B. Podestá.
En nombre de los más antiguos alumnos de Don
Bosco en la Argentina, habló elocuentemente el
doctor García Reinóse, historiando brevemente
la acción múltiple y fectmda del ilustre muerto.
En seguida liizo uso de la palabra Mons. Fran­
cisco Alberti. Su discurso impresionó vivamente
a la concurrencia, que bien pronto participó de la
emoción intensa que dominaba al Prelado. Fué la
suya una bella oración, impregnada de ternura, en
la cual destacó las virtudes del Obispo Salesiano,
de quien dijo que si había hecho voto de no perder
ni un instante de tiempo, no tendría que dar cuenta
a Dios por haberlo quebrantado, pues fué durante
toda su vida, y hasta el último día, trabajador
incansable.
Acompañado por las preces litúrgicas, el ataúd
fué transportado al interior de la capilla, donde se
le dió sepultura, junto al altar de María Auxilia­
dora.
Durante todo la ceremonia, hizo la guardia de
honor el batallón de Exploradores de Don Bosco
de Santa Catalina.
Los sagrados restos de Mons. Costamagna repo­
san en hermoso plantel de vocaciones salesianas,
como semilla prolífica de futuros y robustísimos
^bustos de virtudes y de celo que han de ofrecer
a los que cansados del camino busquen donde
cobijarse de los ardores de los vicios y las agita­
ciones de la lucha, sombra fresca y frutos de
virtudes y consuelos.
El espíritu de Monseñor vive en dos generadónes
de hijos espirituales engendrados en el trabajo y
en el sacrifido, hijos que continuarán su labor sin
cejar un punto, ni menos dejar vacilantes las
Afinas en la refriega. A l postrarse ante aquella
btmba sentirán su voz irresistible en el fondo del
3hna, voz de aliento y de sostén en la lucha
nntigua del error contra los continuadores del
reino de la verdad

Ecc.mo e limo Sr. D. JUAN MARENCO
Obispo que f u é de M a ssa C arrara, últim a m en íe
A rzo b isp o T ih ila r de E d essa e

In ternu ncio

A postólico y D elegado E x tr a o 7 dinario de la
S ta . Sed e en las R epú blicas Centroam ericanas.

No hay frases adecuadas con que expresar el
dolor que sufre la Fam ilia salesiana con la desaparidón de un varón apostólico tan extraordinario
por sus preclaras dotes de inteligencia y de corazón
y por el cúmulo de méritos a que se había hecho
acreedor en las luchas apostólicas que sostuvo,
siempre ventajosamente, en pro de la Iglesia Cató­
lica y de nuestra amada Congregadón.
De los 68 años de mortal carrera consagró 50 a
la Congregadón Salesiana. no cesando ni un punto
en este largo período, de trabajar por el esplendor
de la misma, ni de observar vida salesiana en toda
su integridad, aún en sus últimos doce años,
cuando, elevado por sus rdevantes méritos a la ple­
nitud del saceerdodo, hubo de consagrar sus
energías a su Diócesis primero, y más tarde al
desempeño de la N im datura que el Vicario de
Jesucristo en la tierra le confiara.
N ad ó el Exemo. Mons. Marenco en Ovada, lu­
gar de la diócesis de Acqui el 27 de abril de 1853.
Habíale dotado el délo de un natural suave y
dócilísimo, dotes que fácilmente le encauzaron
por los senderos d d bien, cuyos ejemplos le alecdonaron en el seno de su distinguida y noble
familia, donde bebió a grandes sorbos aquella
exquisitez y delicadeza de trato, nota la más
saliente de aquel complejo de excelentes dotes,
que por sí sola bastaba, cual poderoso imán, a
mover y arra.strar los corazones de cuantos le tra­
taban.
De ingenio abierto y tenaz, cursó sus estudios en
el Seminario Diocesano .donde los superiores, vién­
dole piadoso, aplicado al estudio y equilibrado en
todos sus actos, habían cifrado en él .sus más li­
sonjeras esperanzas y se prometían los más exíjuisitos frutos que había de gustar la Diócesis entera;
pero otros eran los designios de Dios: porque al
terminar el tercer curso de teología, atraído por la
fama que nuestro Ven. Padre gozaba y por el aposlado que ejercía en medio de los niños, decidió agre­
garse a los contados miembros de la Fía Sociedad
Salesiana, que por entonces se hallaba en los
comienzos de su fundación.

E l 17 de m ayo de 1873 ingresó en el Oratorio de
Turín'a las órdenes del Ven. Don Bosco, quien
muy luego echó de ver el tesoro que la Congre­
gación había adquirido en aquel joven, y como
a tal lo custodió y lo estimó.
Contaba entonces el joven teólogo 20 años, y
poseía tm caudal inagotable de energías y de ro­
bustez, que armonizaba maravillosamente con su
porte fino y distinguido y con una suavidad de for­
mas tales, quesellevabadecalleloscorazonesde sus
hermanos los Salesianos, en cuya compañía ejercía

— 346
su ajxjstolado bajo la mirada paternal del Vene­
rable. Al mismo tiempo que daba remate a sus
(■ .s lulio.s de teología, por los que mostraba predileocidn, comenzaba con felices auspicios sus ejercu-io.s ílidácticos y pedagógicos, y simultáneamente
se preparaba para tomar el título de maestro
normal.
Ivl 8 de diciembre-del mismo año comenzó en
el Oratorio el Noviciado, y al terminarlo el i8 de
septiembre de 18^4 Iiizo su primera profesión reli­
giosa. Más tarde, el 15 de septiembre de 1875, se
anexionó definitivamente al Venerable por medio
de la profesión pe^etua, emitidas esta y la primera
ante el mismo Don Bosco en el colegio de
Lanzo Turinés, donde acosmnbraba recogerse éste
todos los años para hacer los líjerciciosKspirituales.
La presencia del nuevo profeso mostraba un
tinte de serenidad jamás divorciada de cierta gra­
vedad y prudente reser\'a, <|ue revelaban la calidad
del que más tarde había de ejercer la preeminencia
sobre los miembros de la Comunidad, a cuyos des• velos más tarde se le confiara.
Ordenado sacerdote el 12 de diciembre del 85
j)ur Mons. Manacorda, Obispo de I'ossano, fué des­
tinado p<jr algunos años, primero al Colegio mmiicipal de Altussio, y después al de nobles, abierto en
Valsalice a las afueras do Turín, donde se dedicó
a la enseñanza. Pasó después a Lucca con orden
de abrir y dirigir un colegio y la iglesia de la Sta.
Cruz. lín este nuevo campo dió muestras tan es­
clarecidas de celo iluminado y prudente en la di­
rección. y de amor y solicitud por el esplendor de
la casa de Dios, que, transcurridos cuatro años, Don
Rosco juzgó acertado confiarle tm campo de más di­
latados horizontes, nombrándole primer Rector dela magnífica iglesia de S. J uan Evangelista de Turín,
abierta al culto en octubre de 1882. Tenía Don
Hosco puesto su pensamiento y su corazón en
esta igle.sia, levantada a costa de titánicos esfuerzos
c inauditas fatigas, y destinada a ser monmuento
perenne de la gratitud vivísima que alentaba en
el pecho del Venerable hacia su primero y más es­
clarecido bienhechor, el angelical Pío IX . Los ojos
de Don Bosco se fijáron en Don Marenco, a (luien
encomendó sin vacilar la rectoría del templo, con­
vencido de que el iniciado en ella, sería su más pre­
cioso y bello ornamento. En nuda se oponía este
no ubríuniento a los planes que Don Bosco tenía
trazados sobre Don Marenco, de levantarle a
oficios unís altos en la Congregación. A sU o dejó
tra.slucir en cierta ocasión en que. presentando
al joven presbítero ante el Emmo. Cardenal Alimouda. Arzobispo de Turín, se penuitió en son
de bruma la siguientes expresión: tComo S. Etna,
puede e.'har de rer. D >n Bosco es pobre, y aikl nido
el tiempo h será más: pero se decir a S. Erna, que
dispondrá siempte que le plazca de un Marenco» (1).
Y corresjx)udió a lo< desvelos paternales del
\ eucrable, y colmó s.l.^ esperanzas hasta el punto
de (Ujar lormados a i poco más de cinco años un
ambiente perfumado de virtud y un recunlo inipi.recc>lero de su celo apostóliw en bien de las almas,
(O MareuRo f u italinno siguiíica doblón, luis (piexad e
a io de veinte francés'.

a las cuales dirigía suavemente por los senderos
de la perfección cristiana.
Muerto Don Bosco, el venerando Don Rúa. su
sucesor, siguió dispensando plena confianza a
Don Marenco ,y así, le confió la dirección de va­
rias casas difíciles y más tarde le nombró Inspector
de Liguria y Toscana.
Pero una misión más delicada e importante le
deparaba la Providencia. Don Rúa, después de
tocar con mano la habilidad desplegada por aqud
en oficio tan delicado, transcurridos cuatro años,
lo llamó a Turín y lo nombró su Vicario General,
con objeto de consolidar más y más el Instituto dé
las Hijas de María Auxiliadora.
No es dado declarar en breve reseña el acierto
con que desempeñó tan difícil misión y los frutos
opimos que de ella reportó; sólo sabremos decir
(¡ue una de las más gloriosas páginas que fonnan
los anales del referido Instituto, la componen, sin
género de duda, los ocho años que Don Marenco
lo dirigió. Todos estos trabajos no le embarazaban
el estudio, antes bien, su ingenio halló facilidades
par prepararse a tomar el título de licenciado en
teología y Derecho Canónico, títulos que adquirió
después de manera sobresaliente en la universidada
de Turín.
El primero de noviembre de 1899 expiraba plá­
cidamente en Rom a don César Cagliero, nuestro
Procurador General a la sazón ante la Sta. Sede.
Ante la necesidad de proveer al nuevo cargo,
todas las miradas fueron a converger en Don Ma­
renco, y aquel mismo mes se vió investido con el
cargo de Procurador, que sostuvo por diez año.s
con exquisito tacto, prudencia y circunspección uo
comunes, viniendo así a prestar ser\'icios incal­
culables a nuestra vSociedad.
Después de la \-iSita de pre.sentación de creden­
ciales, el Emmo. Cardenal Parocclii, Vicario Aprstólico de S. S. 3' Protector de nuestra Pía Sociedad,
en carta dirigida por éste a Don Rúa le felicitaba
por lo acertado de la elección, 3’ elogiaba al nuevo
Procurador en estos términos: « Veo en el a núestro llorado difunto, su modestia, su duisura, su
prudencia, su actiiidad».
La labor dcl nuevo Procurador reviste trascen­
dental importmicia en la historia de la Congrega­
ción Salesiaiia por las cuestiones vitales que se diU:.cidaron, sianpre satisfactoria 3’ ventajosamente
para nosotros. Su carácter dulce, su trato exejui.sito bastaban a superar toda suerte de obstáculos
3’ a remediar qualquier equivocación. Acertaba
.sianpre a ver las cuestiones, por intrincadas que
fuesen, de.sde su verdadero punto de vista; de niauera c¡ne ante la clarividaicia de sus razones a a
forzoso rendirse a sus coucluslones. No nos deten«Iremos en enumerar los trabajos 3’ fatigas que j)asarou p>or él mientras se desvivió por el increiueiito
de nuestra Congregación y del Instituto de las Hijas
de María Auxiliadora en Roma. A él principal­
mente se debe la erección de la bellishua iglesia de
Sta. María Libettaáora a i Testaccio, 3* la vuelta
del templo de S. J uan de la Pigna a su antiguo
esplendor, después que S. S. Pío X , de santa
memoria, se dignó confiarlo a la residencia de la
Procuraduría.

..ft'.

— 347 “
Fué Consultor de varias Congregaciones, en
dejar de serlo, encariñado con el clero y con el
las cuales descollaba por su vasta cultura, por
pueblo, obsequioso con las Autoridades, siucero
y llano con sus familiares; cortes y afable sin
la lucidez de su inteligencia, por el manejo de
medida con todos, con entrañas de padre para los
los n^ocios eclesiásticos y por su generoso coraniños, que de continuo le cercaban, y más blando
lón siempre abierto de par en par a toda inicia­
aún para la juventud consagrada al estudio, cuyos
tiva noble y elevada. No es de maravillar que el
peligros de incurrir en el ateísmo, que privaba en
Padre Santo lo promov-iera a la silla episcopal de
los Éistitutos, encendían con más viveza el fuego
ilassa-Carrara, una de las diócesis más difíciles
de caridad de que estaba henchida su alma ar­
V espinosas de Italia.
A raíz de esta elección, escribía con fecha 12 de
diente y generosa.
abril de 1909: t L a Pascua del corriente año no me
T al es en síntesis el retrato que hicieron de él
ha traído cosa de qué alegrarme. E l Sabado Santo • sus diocesanos, cuando el Papa lo arrancó al afecto
por la tarde me llamó el Enuno. Cardenal De Lai,
de ellos para destinarlo a más elevados ministe­
para comunicarme en nombre del Padre Santo
uii elección a la sede de Massa-Carrara. Aña­
dióme que no diera, pasos para exonerarme de tan
abrumadora carga, porque aparte de no confor­
marse ningún género de protesta con la volun­
tad del Papa, tampoco serían admitidas las ra­
zones que opusiera a dicha aceptación. Así es que,
el día del/4/W«ya venía a resultar para mí el co­
mienzo del Calvario. E l Cardenal, en calidad de
amigo sincera y desinteresado se mostró altamente
complacido, en expoiienne personalmente el co­
municado y tuvo la delicadeza de abundar en
expresiones calurosas de aliento; mas no lo fueron
tanto que bastaran a evaporar el sentimiento pro­
fundo que me ocasionaba tan inesperada elección,
Dos pensamiento amargaban y siguen amargando
mis días; la responsabilidad inherente a mi nuev a
dignidad, y el consiguiente apartamiento de mi
Congregación a la cual por añadidura habré de
ocasionar no ligeros gastos».
-Accediendo a la voluntad de Don Rúa fué con­
sagrado Obispó en el nuevo templo de Sta. María
Libertadora el 16 de mayo del mismo año. por el
Emiio. Cardenal Satolli, y el 29 de mayo, día de
Pentecostés, se presentaba en el Oratorio para
oficiar de Pontifical.
En extremo commovedor e imborrable fué el
encuentro de Don Rúa con su amado hijo en uno
de los patios del Oratorio y en presencia de un
ánmimero de niños que aplaudían con todo el en­
tusiasmo de su alma. Los mismos sentimientos
despertó la velada en obsequio al nuevo Prelado, en
la qjie éste recibió de D. Rúa como preciosa reli­
quia la cruz pectoral que llevaba al cuello Mons. Lasagna en el trágico momento en que murió víctima
de un accidente ferroviario. « Este pectoral, ha­
bló asi el festejado, lo llevaré en los días más so­
rios. Podríamos enumerar largamente la.s larcas
lemnes de mi vida, y, cuando el Señor sea servúdo
llevarme consigo, es mi deseo que pase <pro tempere apostólicas «lue realizó, con las cuales hiiprimió
nueva fisonomía e ínfmidió nueva vida a su
a manos de los Superiores de la Pía Sociedad Salequerida diócesis.
siana para que lo transmitan de pecho en peché
Trabajó sin descanso, con o cumple a un verda­
a los hermanos de la misma Congregación que des­
dero hijo de Don Bosco, y sembró el bien por do­
pués de nosotros hayan de sentarse en sülapeisquiera pasó, captándose el respeto y las simpatías
copal:. Hoy lo devuelve enriquecido con la piedra
hasta de los perversos, que reconocían en él cierta
predosa de doce años de episcopado fecundísimo.
Traspasaríamos los limites que nos hemos tra­ superioridad que los subyugaba.
Esta superioridad no era otra cosa que fruto de
bado en estos rasgos biográficos si mos deluviéra:nos a exponer año por año los siete de aposte - la serenidad y dulzura con que abría sus brazos
a todos, mayormente a los infelices extraviados:
lado qerádo en Massa-Caxrara. Con lineas generadulzura, afabilidad y paciencia inalterables, que le
li^imas trazaremos dicho período de su vida díseñoreaban hasta eL punto de no liaber oído nadie
•icndo qne fué ésta de activñdad, oración y aposto­
sabr de sus labios una piilabr| menos suave.
lado incesantes, Himiilde .«iempre. modesto sin

— 343 —
ivii 1916 quedó vacante la Internunciatura Apos­
E n septiembre del año pasado comenzó su salud
tólica de Centroainérica por haber sido elevado a
a ser minada por fiebres intermitentes, acompañadas
los honores de la Sagrada Púrpura Mons. Caghero.
de tos pertinaz, de opresión de pecho, inapetencia,
Kl Pontífice actualmente reinante que distinguía
cansancio y agotamiento general. A pesar de todo,
con particular amor a nuestro Mons. Marenco, y que
continuó derecho al pie del cañón por varios meses,
conocía su habilidad nada común en el desempeño
alentado siempre por la esperanza de que pronto
le dejarían aquellas incomodidades. Llegado a co­
<le los negocios eclesiásticos, lo elevó a la dignidad
tle Arzobispo Titular de Üílessa, nombrándolo al
nocimiento de la Santa Sede el estado lamentable­
•mismo tiempo en 27 de enero de 1917 Internuncio
mente ruinoso, del Arzobispo, juzgando oportuno
A|X)stólico de Costa Rica, Nicaragua y Honduras.
remedio para su salud un cambio de clima o la
vuelta a Italia, el mes de mayo del año pasado,
No sin gran contradicción de su voluntad ,se re­
signó a esta nueva y escabro.sa misión; mas no por •la Sta. Sede le comimicaba la decisión de trasla­
e.so dejó de aceptarla, porque abrigaba la segu­ darlo a otra república sudamericana, o, si fuese
necesario, de hacerle traspasar el mar y confiarle
ridad de que ello, era disposición providencial de
nna diócesis en Italia. Pero él alucinado en un mo­
Dios, « cuya asistencia sapientí.sima, amorosísima
mento de mejoría, respondió que no hallaba por
y blanda como entrañas de madre — declara él
entonces necesidad, ni de traslado ,ni de regreso.
mismo — he experimentado personalmente; todo lo
cual me movió a compendiarla en cifra y darle
Pero aquella n^cjoría era sólo ficticia. Viendo en­
tonces los médicos que el mal ahondaba y ganaba
cabida en mi escudo con el siguiente mote; * Doterreno por momentos, hicieron al enfenno presión
ininus regií me
No bien se hubo esparcido en la diócesis la noticia
paira que solicitara un año de licencia, con objeto
de su partida, cuando se levantó un clamoreo
de restaurar su quebrantada salud. Así lo manifestó
general, un llanto de dolor inmenso: era el duelo de
enseguida a la Santa Sede, a lo que éstfi contestó te­
legráficamente, haciéndole constar su conformidad.
un pueblo (jue veía alejarse para siempre al Pastor
Di.spúsolo todo de manera que no tuvieran que su­
celoso, amable, laborio.so y .santo. Kn una pastoral
frir detrimento alguno los negocios de la Interdirigida a sxis fieles en la cuaresma de aquel mismo
año, duba el adiós conmovedor y tierno a sus que­ nunciatura durante su ausencia, y ehgió.como sa­
ridas ovejuelas; y el 27 de febrero salía de incóg­ natorio la Casa Madre de Turín, a la sombra de
nito de Massa-Carrara a fin de evitar lanct'sdesgar­ cuyo Santuario, y con la compañía de Ic»s vene­
radores, compañeros inseparables de toda despe­ randos Superiores Mayores ^’■ ería resurgir la fuer­
zas y s^ dar las quiebras de su cuerpo ya des­
dida.
Deseo cumplido hubiera sido para él llegar ense­ hecho.
E n tanto que preparaba su vuelta a Europa no
guida al término de su destinación: pero, debido a
desistió del trabajo; antes bien, desoyendo las
las dificultades cjue se opusieron en aquellos días
de desconsuelo, le fué forzoso aguardar al 17 de
protestas de su maltrecha salud, consagró todavía al
marzo y dirigirse a Barcelona con objeto de lograr
nuevo Arzobispo de Costa Rica, acompañó a Mons.
embarco immedinto.
Monestel en la toma de posesión de la uue\ a dió­
cesis de Alagúela, y nombró un Administrador
El 17 de marzo salió de este puerto, y el 19 de
Apostólico para la nueva \'icaría de Limón.
abril desembarcaba felizmente en Costa Rica,
L a misma víspera de la partida, qmso experi­
<lomlc fué recibido .solemnemente por las Autori­
mentar la satisfacción de consagrar al nuevo Ar­
dades civiles y Eclesiásticas, que cordialísimamente
zobispo de la República de Guatemala en la Ca­
habían dispuesto todos los preparativos de un
tedral de CostaRica. Puede decirse que trabajó un
recibimiento sin otro igual en aquellas Repiíblicas.
Entraba en nombre del Señor, y no le retiró
año entero, continuamente roído por el gusano de
un momento su favor y asistencia. Cuatro años y
la enfermedad, y es de maravillar que le pennetiera
medio transcurrió en América trabajando sin tregua
todavía efectuar el viaje de regreso, tan largo y
por el bien de la Iglesia Católica y de aquellas Re­ penoso.
públicas que prometían síibrosas frutos cu lonta­
Por fin llegó a su querido Oratorio el 28 de sep­
nanza, sin (pie lograran hacer huella en aquel
tiembre; pero en un estado tan lastimero, que daba
cuerpo ya maduro por la edad los cambios ra­ compasión mirarlo, y inuclio más aún a aquellos
pidísimos y casi increíbles de temperatura, pro­ que lo vieron partir derrocdiando salud y robustez.
pios de aquel clima; para defensa de los cuales
[No era y a el Mons. Marenco de cinco años atrásl
no basta el refugio de lavS habitaciones, antes los
Muy luego se vió rodeado de cuantos cuidados
hacen más sensibles, por hallarse éstas fabricadas
líuede prodigar la ciencia médica; pero no tardó
con tablas muy sutiles, a causa de lc« terremotos,
ésta en declarar que no había que dar lugar a es­
tan frv.'cuontes, jwr desgracia, cu aquellas tierras.
peranzas, porque la enfermedad ganaba campo raConsuelo grande fué para el ilustre Prelado ver
pidísimamente. Hallaba placíer en conversar la^as
definitivamente restablecida en la Repiiblica la horas con el Emino. Card. Cagliero, a quien hizo
Jerarquía líclesiástioa, eon la creación del Arzosabedor dé todos sus trabajos, para que hiciera
bisjMilo en la capital, de la nueva diócesis en
relación de ellos a la S ta . Sede.
Alagúela, y con la implantación del Vicariato
E l 13 de octubre le fué forzoso guardar caira
ApcKstólico de Limón. Visitó además las repú­ a causa de la fiebre; el 18, retñbió el Viático deu:anos del M. Rdo. P. Albera, quien, al considerar'a
blicas de Nicaragua, lü Salvador y Honduras,
e:i laS cuales fue recibido con v'^^lenmes festejos
enonne pérdida que se venía encima para la Congre­
y profunda veneraoiqii.
gación Salesiana. se commovió hasta el punto de

F

1
— 349 —

dejar escapar de su pecho lastimosos gemidos que
font Rose. E l nombre d d autor basta para elogiar
jnoneron a compasión a todos lo drcimstantes.
la obra. L a reducdóu llevada acabo con todo es­
Desde entonces el malogrado Arzobispo no pensó
mero ha hecho que en todas partes donde se ha re­
en otra cosa que en morir santamente. Con fre­ presentado, haya adquirido tm éxito maravilloso.
cuencia se le oía repetir que se consideraba el hom­
Am bas obras se venden en la Librería Salesiana,
bre más libre de inquietudes que pudieran exi­ Apartado 175, Barcelona.
stir, porque no le escarbaba la conciencia ningún
remordimiento, pues había cmnplido con su deber,
De la L ibeer ll C a tó lica I n te r n a c io n a l de
s^ Q toda la medida de sus fuerzas y en la mejor
Barcdona.
manera posible que se le alcanzaba.
C uando d mal arreciaba con más violencia, pa­
Compendio de Historia de la Filosofía, por el M.
recía sustraerse a todo lo de abajo y comenzar tma
ILTRE. Sr . D r . D. A nselm o H krr .\nz y E sta u u íz ,
vida ultramundána. E n la mañana del 21 se la ad­ Pbro., Catedrático de Filosofía en el v^eminario y
ministró la Extrem a Unción, que recibió con edifi-. hoy Canónigo Magistral de la Catedral de Gerona.
cmte atención y recogimiento, y el sábado 22, día
Tercera edición. — Un volumen de 12^x19^^0111.,
consagrado a la Santísima Virgen, de la cual había
de 350 páginas. En nisticn, Ptas. 5: en lela, Ptas.7.
sido siempre devoto enamorado, colmó la carrera
(Por correo certificado, Ptas. 0,60 más) — Luis
de sus días, trasladándose, como es de fesperar, a
Gili, Editor, Córcega, 415, Barcelona, Apartado 415.
la Patria del G elo a recibir el premio de su vida,
Tenemos la satisfacción de ofrecer al piíblico
colmada toda ella de méritos sin cuento y virtudes
la tercera edición de este Compendio de Historia de
singulares.
la Filosofía, tan conocido en los centros docentes,
El ammcio de su muerte suscitó un verdadero
y sobre todo en los Seminarios de España y Amé­
plebiscito de duelo en todas partes; pero sobre rica. K o necesita elogios esta obra, que se reco­
todo en la diócesis de Massa-Carrara, donde dejó
mienda. por sí misma y se ha impuesto como obra
memoria imperecedera. Durante el sábado y el
de texto en todas partes. L a crítica no se ha can­
domir^o un continuo afluir de gente ^^sitó el ca­ sado de aplaudirla y el P.Ugarte de Ercilla, a quien
dáver y se postró ante él, elevando al Señor una
nadie negará competencia y autoridad en materia
plagaría por el eterno descanso de quien había
filosóficas, ha dicho desde las columnas de Razón y
aniquilado sus miembros en el trabajo por la gloria
Fe que era el mejor y más claro, metódico y sustan­
de Dios.
cioso Compendio de Historia de la Filosofía que
Los restos descansan en d pantéon de la F a ­ teníamos en España.
milia Salesiana al lado de otros hennanos, que
como él habían inmolado su vida en aras del
Calcado sobre la gran Historia de la Filosofía
del insigne Cardenal González, de la cual es breve
trabajo por ia gloria de Dios y la salvadón de
las almas,
y clarísimo resumen, el Dr. Herrauz completó su
obra liistoriando la filosofía moderna y la uo^•íR . I. P,
sima. a la cual concede importancia simia por ser
la que vivimos hoy en día y la que más sugestiona
a las inteligencias de nuestros jóvenes e.studioscs.
De allí la extensión que le concede en su Compen­
B IB L IO G R A F IA .
dio. Las últimas manifestaciones del Idcalisn.o
Kantiano ,el Escolasticismo moderno, la Psicología
Libros recibidos en esta Redacción:
moderna, la Escuela de Lovaina, él Modernismo, y
la Filosofía Española d íl Siglo X I X , son capítulos
De la L ib r ería S.u .e sia n a d e S arria (Barce­
de filosofía palpitante que se leen con gran interés
lona) Leiuras Católicas, Septiembre de 1921.
y delectación. L a integridad, la claridad, la pre­
cisión, el método, la facilidad y soltura en la frase,
Vida popular de Dante, por d Revdo. P. R odolfo
sin pretenciones de ilustración pedantesca y li­
Fierro T orres . E s un estudio liistórico-crítico de
rismos hueros, son las cualidades que avaloran esta
la vida del gran poeta florentino y de la producdón
obra de texto y detrás de las cuales se descubre
mmortal de su ingenio, c La Divina Comedia *.
el saber y la experiencia de un profesor que, como
pocas páginas expone d P. Fierro con la eruel Dr. Herranz, pasó la' myor parte de su vida en­
didón que le carecteriza más de lo que pudiera
señando filosofía en la Cátedra del Seminario.
erigirse para adquirir idea acabada de la obra sin­
Para que nada le falte, es m uy económica, dadas
gular que infunde continuamente nueva vida a la
las circunstancias y los precios que alcanza hoy
dulce lengua, de la que fué creador d gran Prín- los libros dedicados a la enseñanza.
dpede-las letras italianas.
La sencillez de estilo, la amenidad y delicadeza
de enseñanzas morales que ostenta, atraen de ma­
cera, que con dificultad se deja de las manos hasta
El amor al prójimo es uno de los mayores
00 haber Iddo la ultima de sus páginas.
Trampa y Cartoo. — Jugete cómico en dos actos,
original de D. Pedro Muñoz Seca y D. Pedro Perez
Fernández. Reducido a un solo sexo por J . Bdla-

y más excelentes dones que la Divina Bondad
puede conceder a los hombres.
(S. Franco, de Sales)»

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CULTO

de María Auxiliadora #
N6a tenemoa ¡a pcrauaatón de que, ea las vicisitudes doloeosas de los tiem­
pos que atravesamoa, ao nos quedan más consuelos que los del Cielo, y eatie ^
éstos, la podetvaa protección de la Virgen bendita, que fue en todo tiempo el ^
Auxilio de loa Crlatlanoa.
PIO X.

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Gracias de M aría Auxiliadora.
R. B. — Declaramos que todas estas relaciones expresan
el parecer y juicios de personas que creen haber sido
favorecidas por la Sma. Virgen; y que, por tanto, fuera
de til cpie la Iglesia ha fallado con el suyo infalible, no
se les debe más fe que la meramente humana.
A ij c a n t e . — Hallándome deshauciada por va­
rios médicos intiy acretlitados, visité a la Santísima
Virgen Auxiliadora, y, al besarle el pie, le pedí me
concediera la salud con tal que ello íuera para glo­
ria de Dios y bien de mi alma. Contra el parecer de
los médicos y a los cinco años de enfenua, empecé
a mejorar de nvotlo, que a los sei.s meses estaba ya
fuera de peligro, y al año. completamente buena.
Agradecida publico la gracia para gloria de la Reina
del cielo.
Villajoyosa, enero de 1921.
B e a t r iz R e b a d á n .

D oy gracias a María Auxiliadora por haberme
mejorado de mi enfemiedad, y aitrego una limosna
de 50 pesetas.
A n t o n ia R it a A r a g o n é s .

También nosotras te damos gracias por la me­
joría y pedimos concluyas de darnos la salud, y,
al mismo tiempo que solicitamos otro favor, damos
para tu citlto 7 pesetas de limosna.
4 de enero de 1921.
V ic e n t a y C o n ch a A r .u io n é s .

A emURía . — Afligíame un gran dolor al pecho que
no me dejaba sosegar un momento. Recurrí a María
Auxiliadora, prometiendo dar cinco losetas de li­
mosna y publicar la gracia. Hoy me encuentro cu­
rada y me apre.suro a cumplir lo ofrecido.
Vera, 27 de abril de 1921.
A n a J o a q u in a T o r r e s L ó p e z .

líncontrátuiose mi madre enferma de gravedad,
ofrecí a María Sma. Auxiliadora dar mía limosna,
si le devolvía la salud. Actualmente goza de per­
fecta salud, y yo cumpliendo mi promesa entrego
cien pesetas para su culto, al mismo tiempo que
doy a tan e.^clarecida Reina mis más rendidas gra­
cias.
Abril de 1921.
A n t o n io F k r r k r G a l in d o , Pbro.

B a r c e l o n a . — Nuestro único hijito padecía el
terrible mal de Corea hacía ya cinco meses. Había
perdido el habla, y se hallaban paralizado todos sus
miembros menos la extremidades, que se agitaban
continuamente, presa de convulsiones horribles.
Consultado el caso con tres médicos de la ciudad,
declararon que el mal había hecho presa en aquel
cuerpecito con tanto ímpetu, que no le daban
quince días de vida.
E n trance tan desconsolador no nos quedaba
otro recurso que el del Cielo. Comenzamos una no­
vena a María Auxiliadora, al cabo de la cual nues­
tro niño recobró el habla, e immediatamente se
inició franca mejoría.
Agradecidos a tan bondadosa Madre, hacemos
público el prodigio.
20 de octubre de 1921.
J u a n M ie e s y M a r ía L i .e ch á ,

Acudí a María Auxiliadora pidiendo me otor­
gara un favor de carácter íntimo y de suma
inportancia, ofreciéndole, si tal gracia me con­
cedía, mandar celebrar mía misa en su altar de
la iglesia del Instituto Salesiano de San José de
esta ciudad y publicarlo en el Boletín. Como en
otras ocasiones, también en ésta atendió la cestial
Madre mis súplicas y me concedió el beneficio so­
licitado. Muy gustosa he cimiplido lo prometido,
y quedo reconocida a María Auxiliadora por la
nueva merced de E lla recibida.
16 de febrero 1921.
F e r n a n d a A l v a r e z d e M orera

Cumplo la promesa que hice de publicar en el
Boldtin Salesiano los favores recibidos por media­
ción de María Auxiliadora, si me concedía lo que
fervorosamente le pedí.
L a soberana Reina del O elo atendió mis sú­
plicas. Agradecida a tan señalado favor, mando
una limosna para la Obra Salesiana.
12-6-1921.
L'íifl devala de María A uxiliaáora.
Padecía dolores agudos en una pierna, y
nían tal, que llegué a desesperar de la curaci<^Acudí confiado a María Auxiliadora, prometién-

dolé una misa si conseguía la curación, y publicar
la gracia en el Boletín Salesiano.
Hoy me encuentro bien y cxmiplo gustoso mi
promesa.
i6 de marzo de 1921.
JOSE R ig o i , P a d e s .

Doy las más expresivas gracias a María Auxilia­
dora por varios favores de Ella recibidos: el último
fué encontrar colocación ima persona de mi familia
que la veía m uy difícil; y tan pronto le prometí
hacer pública tan deseada gracia, la conseguí.
Ahora os suplico o Señora, devolváis la salud a mi
hermana, que yo cumpliré mis promesas. Vuestra
hija agradecida.
Sarria 1921.
N. A.
CAdiz . — Encontrándome enferma y sin alivio,
supliqué a nuestra Sma. Madre María Auxiliadora
me devolviera la salud, y habiéndome concedido
dicho favor hago púbUca mi gratitud.
Arcos de la Frontera, 20 Mayo de 1921.
A . L.
Enfermé gravemente del corazón. L a ciencia
médica se estrelló contra ima enfermedad que le
era completamente desconocida, y yo, falto del
sueño reparador, pues hacía varios días no'había
podido dormir, sentía que mi \uda se estinguía por
momentos. E n tan horrible situación mis herma­
nas me propusieron invocar a María Auxiliadora,
de la que siempre he sido fiel devoto, y comenza­
mos en familia el Santo Rosario.Tenninóse el rezo,
comenzamos las letanías y ¡oh prodigiosa Virgen
de Don Bosco, bendita seas! al llegar a la invoca­
ción Auxilium Christianonun en el breve inter­
valo de la respuesta, me quedé profundamente
donnido sin p>oder prommciar ora pro nóbis. Todo
fué cosa de un momento, pues con pleno conoci­
miento y sin los síntomas del sueño, proutmcié el
Auxilium. no así el ora pro nobis, pues estaba ya
profundamente dormido. Mis hermanas salieron de
puntillas del dormitorio y a las doce horas desperté
sin notar en mí trastorno algrmo, con gran sorpresa
del Doctor y no menos mía y de mi famiha que
lloraban enternecidos.
iGracias sean dadas a María Auxiliadoral Cum­
plo fielmente lo prometido y concluyo ahimando
a todos, para que en las luchas y penas de la vida
acudan a esta Celestial Señora.
Arcos de la Frontera, junio de 1921.
F. S. F.
Teniendo mi hijo mayor enfermo de mucha gra­
vedad, lo encomendé a María Auxiliadora, y pro­
metí que si me lo pom'a bueno publicaría tan seña­
lado favor en su Boletín y le oiría ima Tni«;ta en su
capüla. E l r u ^ o no se hizo esperar; pues, el mismo
día eu que el enfermo recibió la bendición de un
P- Salesiano, hizo crisis la enfermedad, y desde
entonces goza de ima salud completa. Cumplo mi
promesa.
Una devota.

Encontrándose un hijo mío muy pequeño con im
ojo malo y poniéndosele cada vez peor, el médico
opinó que era una rija y que no se le podía operar
dada la corta eded del niño. E n esta aflicción le en­
comendé a María Auxiliadora, prometiendo, si lo
ponía bueno, publicar la gracia en su Boletín', el
favor no se hizo esperar, pues, el día 24 de mayo,
día de la Sma. Virgen Auxiliadora, amaneció el
niño con el ojo completamente bueno, sin que eu
un año transcurrido desde entonces, lo haya te­
nido enfermo. Gracias, Madre mía, por tan sañalado favor.
M. J. V. G.
Cumpliendo un deber de gratitud hacia la Sma.
\’irgen María bajo su su admirable advocación
de Auxiliadora de los Cristianos, y para honor y
gloria de su dulcísimo Nombre, hago público el
singular favor obtenido por su mediación de haber
devuelto la tranquilidad y la alegría perdidas a
toda ima familia, desolada por la grave enfermedad
de uno sus miembros queridísimos, el Doctor Don
Antonio- Miguel y Ramón, que se encuentra ya
desde hace algún tiempo corápletamente curado.
N o dudando que en ello han influido las preces
que solicité en favor suyo de los PP. Salesianos,
doy a los mismo infinitas gracias por su coopera­
ción, y mando para' el culto de Nuestra Sma. Madre
María Auxiliadora la cantidad de 25 pesetas que
tenía ofrecidas, si conseguía la salud del enfermo.
Aunque ésto se hizo esperar, no por eso fué menor
el gozo y el agradacimiento al conseguirlo.
Valladolid (España) 24-5-1921.
Z. G. DE S.
A s g e n Tin a . — Afligidos por tribulaciones suma­
mente penosas mi esposa y yo, resolvimos acudir
a María Auxiliadora en demanda de auxilios, ofre­
ciendo publicar el favor en el Boletín,y como quiera
que la Sma. Virgen no desoyó nuestras súplicas,
cumplo com el deber de publicar la gracia.
Buenos Aires, Julio 21-1921.
L u is J . GA lv iíz .

Mi hijo Antonio José sufrió un fuerte ataque
de eclampsia que lo puso al borde del sepulcro
y sin esperanzas de ctiración. Comencé una no­
vena a María Auxiliadora, y fué grande mi sor­
presa al ver que mi hijo recobró luego el sentido
en momentos en que le creíamos muerto.
Agradecida cumplo la promesa de publicar la
gracia.
Manga, .Agosto de 1921.
J o s e f in a d e G a r c ía .

Después de una enfermedad que duró unos dos
años y medio y en manos de buenos facultativos,
mi hija Elisa, a la que se le prodigaba toda clase
de medicinas, con alguna mejoría al principio,
cayó deq>ués en tm estado de gravedada tal,
que el doctor la dejó deshauciada, tras cruda lucha
con la enfermedad. Entonces fué cuando redoblé
mis súplicas a María Auxiliadora, prometiéndole

— 352 —
cooperar en la construcción de su Santuario en
I’orlín Mercedes.
Gracias a esta Virgen benditísima, mi hija goza
al presente de perfecta salud.
Buenos Aires, agosto de 1921,
líUSA J. DE M ic h e .
K 1 que suscribe, religioso Salesiano, residente
en Vicdma, y hermano de la agraciada, atestigua
l(j relatado.
E n r iq u e E . M ic h e .

Estando el niño Domingo Monópoli gravemente
enfermo de broncopneumonía, ya desechados los
recursos de la ciencia, se acudió con inmensa coníianza a María Auxiliadora, después de haber puesto
al cuello del niño la medalla bendita. Con sorpresa
de los suyos y añn del médico, comenzó a reaccio­
nar, y hoy, completamente curado, da gracias de
todo corazón a la queridísima Madre Auxiliadora,
(fue por su medio le devolvió cariñosa la salud.
¡Dichoso mil veces el que confía en tí. oh María!
Buenos Aires, 24 de agosto de 1921.
G en oveva d e Monópow .

De largo tiempo atrás venía mi esposo siendo ve­
jado y calumniado por mautenrse constante en la
fe y piedad cristiana, hasta al punto de verse boyco­
teado en su profesión, pretendiendo sus adversarios
cercarlo por hambre y atarlo al carro de su
infame propósito, llevándolo al abismo con ellos.
Al tln resolvió poner su causa en manos de María
Auxiliadora, interesándola con im pequeño por­
centaje de sus ganancias en favor de la misión sale.siaua de esta localidad.
Su confianza y la de toda la famiHa en tan bon­
dadosa y potente Madre, lejos de quedar defrau­
dada. se vió coronada del más halagüeño éxito.
Desde entonces cambió de tal suerte, su situación,
que en breve quedaron saldadas las deudas, re­
nació la alegría y vino la tranqitilidad a sentar sus
reales en nuestro cristiano hogar.
Agradecida a tan bondadosa Madre, doy pxihlicas gracias por esta tan señalada, para que cuan­
tos son visitados por las tribulaciones inherentes
al hombre en este valle de lágrimas, recurran con­
fiados a María Auxiliadora.
Comodoro Rivadavia, 15 de agosto 1921.
C l a r a G o n z Ai .kz d k H e r r e r a .

Habiendo padecido por espacio de dos años
grave enfenuedad que me ocasionaba muclias mo­
lestias, ofrecí a María Auxiliadora publicar esta
gracia, en el Boletín Salesiano si me la concedía.
L a Siua. Virgen accetlió a mis ruegos, por lo que
cumplo mi promesa.
Córdoba, 8-9-1921.
V a l e n t in a M. d e Mo l l .

Da. Elvira E. E. de Jonás da gracias a María Au­
xiliadora y se complace en publicar la merced re­
cibida. tic haber librado a su hijita de un ataque
cerebral que la tuvo al borde del sepulcro.

C u b a . — Doy gracias a María Auxiliadora por
haberme concedido que mi hijo pudiera terminar
su carrera, pues debido al delicado estado de salud
en que se encontraba no creí pudiera terminarla.
Invoqué con fe a la Sraa. Virgen Auxiliadora pro­
metiéndole maridar decir ima misa, lo que ya
cumplí, y pubhcar la gracia en el Boletín Salesiano
si me la concedía.
H oy, pues, con el corazón lleno de gratitud emnplo mi promesa, m uy agradecida por tan señalado
favor.
Caniagüey, 27 de septiembre de 1921,
J .S .
E c u a d o r . — D oy de lo más íntimo de mi alma
mi más rendido agradecimiento por dos visibles
favores que me ha dispensado la que es el con­
suelo del mortal. Estando trabajando un poncho
de agua, se bañó por completo, y al ver mi tra­
bajo perdido, invoqué de corazón a María y al Ven.
J uan Bosco, que atendieron mi humilde ruego,
pues al momento quedó el poncho perfectamente
bien. L a secunda gracia fue que el 2 del presente,
a las 10 de la noche, me acometió un fuerte
colerín, que, según el carácter de la enfermedad,
creí sería aquel el último día de mi vida, mas
viéndome casi sin auxilio hrunano y en altas horas
de la noche, imploré el amparo de la que es Re­
fugio del pecador, para que no permitiera muriese
su pobre celador sin los Santos Sacramentos. ¡Oh
prodigio singular! el mal fué poco apoco desapare­
ciendo y con pocos remedios desapareció totalmente.
Agradecido a tan visibles favores hago público
mi reconocimiento, y envío s)2 ecuatorianos, para
la celebración de una misa.
Vicéns, julio 16 de 1921.
R e in a l d o V ii ,lota

Coooperador y Celador Salesiano.
Hallábase mi mamá gravemente atacada de una
fiebre catarral y era desesperado el caso; invoqué
a la Sma. \'irgen con su hermosa advocación de
Auxiliadora de los Cristianos, y todo prosiguió
con felicidad.
Para corresponder al gran favor envío dos
sucres para el Santuario de Turúi, otros dos para
los niños pobres del Ven. Don Bosco, y otro para
la causa del mismo \*cuerable.
Ríocliico, junio de 1921.
R osa A m ira A l v a r a d o M.

Mi hijo lio se atrevía en manera alguna a hacer
su primera Comunión por temor a las burlas de
sus compañeros. Supliqué entonces a esta buena
Madre le hiciera vencer el respeto humano, pro­
metiendo hacer publicar la gracia. H oy cmnplo
mi promesa.
Nadie recurre a Tí, \’irgen bendita, sin ser aten­
dido en sus necesidades.
Puntaxenas, 1921.
C. B.
MÉJICO. — Tenía hacía siete u ocho meses a una
hermana mía gravemente enferma, y después de
haber acudido a muchos médicos y hecho uso de

todas las medicinas para dicha enfermedad sin
resultados satisfactorios, recurrí a María Auxilio
de los Cristianos, prometiéndole rezarle su nove­
nario, recibir nueve comuniones y publicar la
gracia: y como a tan buena hora fué hecha la
promesa, satisfecha del buen éxito obtenido, me
complazco en publicar la gracia.
Agosto de 1920.
Otra hermana m ía fué atacada de ima fiebre
tifoidea, y ensegmda de ima como parálisis total.
Deshauciada casi por los médicos, ccm la misma
promesa obtuve la felicidad de verla sana, y hasta
la fecha se encuentra en perfecto estado de salud,
por lo que infinitamente agradezco a María su
favor y lo publico.
Enero de 1921.
N .

L .

Nic a r a g u a . — E l día 9 de junio de 1918, mi hija
Guillermina Robleto, fué atacada de ima violenta
congestión, que me liizo perder toda esperanza de
rida,. pues todos los síntomas mortales se manifes­
taron en ella. E n situación tan apurada, clamé a
María Auxiliadora, autora de tantos milagros y
beneficios que llenan im sinnúmero de páginas,
y prometüe que si restablecía la vida de m i bija,
publicaría el prodigio para mayor gloria suya y
en acción de gracias; y tan potente fué su inter­
vención milagrosa, que no de otra manera puede
llamarse esta curación sorprendente. A l hacer esta
pública y espontánea manifestación de gratitud
hada esta milagrosa \’irgen, elevo al Cielo mis más
ferinentes gracias por este inmenso favor recibid®,
y envío diez centavos de limosna.
Comalapa, abril 30 de 1920.
H e r m is e n d a E n r íq u e z .

Encontrándome agonizante a consecuencia de
un ataque de pulmonía aguda, que me tuvo pos­
trada durante catorce días, imploré el auxilio de
la Virgen Auxiliadora, que nunca deso3'e a los que le
piden con verdadera fe. Inmediatamente se inició
mi mejoría y me encuentro completamente restabledda. Llena de agradecimiento a tan piadosa Se­
ñora, doy público testimonio de mi curación y
envío cincuenta centavos de limosna y un exvoto.
Comalapa, 7 de mayo de 1919.
T eo d o sio G ó m e z .

Encontrándome en grande peligro de muerte,
a causa de una fiebre maligna, ofrecí a la Sma.
Virgen Auxiliadora inscribirme como Cooperador
Salesiano. rezarle su novena y dar una limosna
para sus pobres. H oy que me encuentro con salud
doy infinitas gracias a tan piadosísima Señora y
cumplo gustoso mi promesa.
,
Comalapa, mayo ,i de 1920.
MiGUEE G a r c ía .

Encontrándome m uy afligida por tener que diridimos unas fincas rurales y estar en desacuerdo
tres de m « hijos mayores, acudí al auxilio de la
Vx^en Santísima, prometiéndole mandar publicar
la grada y enviarle im dólar de limosna para la

educación de los niños huérfanos. Todo se arregló
satisfactoriamente, por lo cual doy infinitas gracias
a la Santísima Virgen Auxiliadora que es madre
amantísima de todos los que confían en eUa.
Comalapa, 21 de julio de 1921.
C a n d é e -a r ia R e y e s .

Pasaron cinco meses largos de agudísima enfer­
medad que me impedía celebrar la santa Misa 3*
rezar las más breves oraciones; mas ahora he vuelto
al ejercido de mi sagrado ministerio, gracia-s a la
bondadosa intercesión de la que es salud de los en­
fermos, María Auxiliadora, y de su castísimo e.spqso San José a quienes he acudido cii deuianila
de la salud perdida. Por fin, el día de la N ativi­
dad de la V irga i pude, en acción de gracias, ce­
lebrar el augu.sto sacrificio de la Misa, y hace ya
treinta días que vengo celebrándolo sin ninguna
interrupción. Mil gracia.s sean dadas a la que
es tienia Madre y refugio de los pecadores.
Granada, 8»de octubre de 1919.
F r a n c is c o A i .f a n o Pbro.
Dan también gracias a María Auxiliadora y en­
vían una limosna:

Vera (España).. Da. Carmen Ferrer, por favor
recibido; envía cinco pesetas — Da. Josefa Ruiz
Cruzado, por dos favores, eniría dos pesetas. —
Da. Zoila Espinosa por haber sanado de una do­
lencia de estómago.
Inotepe (Nicaragua). — D. Florencio García y
Señora dan rendidas gracias a J>Iaría Auxiliadora
por haber alcanzado la salud de un hijo que sufría
enfermedad penosa 3* prolongada.
Montemorelos (Méjico). — Da. Dolores Hurtado,
por haber concedido una gracia extraordinaria a
su querido papá en punto de muerte.
Monterrey (Méjico). — Da. Jacoba Cli., viuda de
Valdés, por haber devuelto la vista a su hija María.
Bucaramanga (Colombia). Da. Adelina C. de Ordóñez da gracias a María .Auxiliadora por haberle
obtenido la salud a su mari<lo, y envía dos pesos
para los huerfanitos del Ven. Don Bosfo.
Comalapa (Nicaragua). — D. Santiago Urbina
y señora por haberle salvado a su hijita Dalia ele
fiebre intestinal que la puso al borde <U4 sepulcro,
envían cincuenta centavos para los huerfanitos.
D .José Andrés Sánchez, por varios favores reci­
bidos de la Santísima Virgen Auxiliadora, remite
0,30 r. de limosna — D a. Emiliana Re3’es por ha­
ber curado a su hijo Lucas Estrada de epilep-sia.
— D. Teodulo Sandóval muy agradecido a Slaría
Auxiliadora por un favor envía un exvoto de plata.
— Da. Regina Duarte por haber curado a su hijito
de una tos ferina mu3' rebelde. — Da. Felipa y
Da. Petrona Duarte por haber librado a un liijo
de la primera, de fiebre pulmonar, envían i5p. de
limosna. —
Dan también gracias infinitas a María Auxilia­
dora y envían limosna Da. Bemilda Somaza, Da.
Paula Sándigo, D. Francisco Garda, D. Nícasío
Duarte, D. Genaro Leiva, D. Máximo E. Amador,
y D. Femando Alvarez.

— 354

INDICE GENERAL DEL AÑO 1921.
Artlcuíos y documentos.

Carta fiel Revmo. Sr. D. Pablo Albera a los Sres.
Cooperadores Salesianos, pág. 3.
Idumaiiiiento a los Sres. Bienhechores de la Obra
de Don Bosco, 35.
Una carta que merece ser leída, 101.
Discurso del Dr. D. Modesto Hernández VUlaescusa,
203 y sigtes.: 237 y sigtes.
Nota del mes de enero, 10.
Actividades juveniles, 10.
Auras del Tibidabo, 38 y 132.
Nonnas directivas de organización y acción de
los Cooperadores Salesianos, 37 y 69, 235.
A nuestros Exalumnos. 68.
^
l ’idiendo socorro, 71.
Voz de alerta, 99.
Una palabra confidencial a nuestros amigos y
lectores, 100.
Laúdate piten Domhinm, 125.
El vSagrudo Corazón de Jesús y el Ven. Bosco, 151.
l ’rograma de acción salesiaua para nuestros E x ­
alumnos, 154.
Acción de los Sres. Cooperadores en las Parro­
quias, 175.
Para el nuevo Curso escolar, 297.
Las Misiones Católicas, 299.
El Smno Pontífice y los Salesianos de Viena, 12.
Un monumento a la memoria del P. Evasio Rabagliati, 12.
Iniciativas ejemplares , 39.
La Obra de Don Bosco en Austria, Alemania y
Hungría, 41 y sigtes.
Actitud valiente, 52.
líl Rduio. Sr. D. Pablo Albera a los pies del
Padre Santo, 67.
Un gran concurso catequístico, 72.
Un tributo de admiración al sistema educativo
del Ven. Bosco, 74 y sigtes.
Im ciativas ejemplares, 102.
Un certamen dramático nacional, 104.
La Basílica del Sagrado Cortizón de Jesús en
Roma, 125.
La Obra de Dou Bosco en un rincón de París, 128.
La cripta funeraria de Don Miguel Rúa, 155 y
siguientes.
La Obra Salesiaua en Polonia, 178.
Iniciativas ejemplares, 308.
Congreso Nacional Cate<iuístico y de los Oratorios
Festivos de Oágliari, 207 y sigtes.
Un templo en honor de Jesús Adolescente, 210
y sigtes.
Vida do expansión. 239.
La fiesta del l ’adre, 242.

Nuevo Oratorio en Turín, 243.
Sor Teresa Rota, 245.
Homenaje a Mons. José Fagnano, Prefecto Apos­
tólico de la Tierra del Fuego, con ocasión del
IV Centenario de Magallanes, 266.
Un Centenario y una Obra santa, 264,
La Obra Salesiana en Tucumán, 269.
Tercer Centenario de la muerte de S. Francisco
de Sales y Cincuantenario de la fundación del
Instituto de María Auxiliadora, 295 y sigtes.
¡Don Albera ha muerto! 327.
Para el Tercer Centenario de la muerte de San
Francisco de Sales, 333.
Por la buena prensa, 324.
Contra la moda impúdica, 336.
Misiones.

A fr i C-4 Crn Tr .^t.: Diez años de apostolado salesiano en el corazón del Africa Central, 113.
Una expedición apostólica a través de los señoríos
del Congo, 135.
Las poslriiiierías de la Pagoda de Leu Kong, 138.
A r g e n t in a : Noticias de Patagonia, 79.
Nueva residencia y previsión de Don Bosco sobre
Patagonia, 272.
Expedición a la Tierra del Fuego, 106.
Exposición de las Misiones Salesiaiias en la Tierra
del Fuego. 220.
BRASIL: Río Negro. Una trabajosa misión en la
región inferior del Río Negro, 16.
Nuevo Prefecto Apostólico, 19.
Llegada de nuevos misioneros, 84 y T12.
Ma to G rosso : Viaje a través de la gran meseta
central, 158.

Los buscadores de diamantes, 160.
E cuador : Misiones de Méndez y Gualaquiza, 14.
D u n a : Noticias del Vicariato Apostólico de ShiuKou, 182.
Páginas de oro para la lüstoria de la Obra de Don
Bosco en China, 187.
Entrada de Mons. Versiglia en Shiu-Kou, 246.
« E l mes de las misiones », 249.
Una visita a los distritos del Vicariato de SbiuKou, 301.
L a revolución. — Peligro que corrieron do?
misioneros. 337. — Una iglesia abierta de nue\o
al culto, 340.
L a Obra de Don Bosco en el Territorio de Maga­
llanes. 215.
L a Obra de Don Bosco en el Paraguay, 50.
Despedida de misioneros. 20.
Nueva Misión Salesiana en el Chaco paraguayo. 51-

I

— 355 —
Culto de María Auxiliadora.

Fiestas de María Auxiliadora en Calí (Colombia) y
en Buenos Aires (Argentina), 23.
Entrada triunfal en Alguera, 53.
Fiestas en I‘.Iorella.(Méjico), 53.
Una calle dedicada a María Atixiliadora en Carmona (Sevilla), 53.
Habana (Cuba), María Auxiliadora en un sana­
torio 88.
El mes de las Flores. 118.
Entronización de María Auxiliadora en la iglesia
parroquial de Hinojosa del Duque (Córdoba)
España, 144.
Lima (Perú). E l templo de María Auxiliadora, 163.
Las pesias de María Auxiliadora en su BasilicaSantuario de Turin, 192 y sigtes.
Fiestas de María Auxiliadora en Baracaldo (Bilbao).
Córdoba, Sarria, Valencia, Cindadela (Menorca).
Alicante y Cannona (Sevilla), págg. 121, 122 y
123.
Fiestas de María Auxiliadora en Madrid, Alcalá
de Guadaira, Orense. Habana, Camagüey, Morella (Méjico). Patagones (Argentina), Serena
(Chile), 250, 251 y 252.
Inauguración de una nueva iglesia de María Auxi­
liadora en Montevideo (Uruguay), 277.
Fiestas de nuestra Auxiliadora en Zaragoza, en
Lima, en Aoigostura (Colombia), en Bucaramanga (Colombia), en Sigsig y en Portov^ejo
(Ecuador), 278 y 279.
Un nuevo Santuario en Guayaquil (Ecuador), 309.
Fiestas patronales en Rodeo del Medio, 309.
Id. en Ensenada (Argentina) y en Cabo Malo (Ecua­
dor)
Gracias de María Auxiliadora.

V¿a>isr las pagitias 23 y siguientes, 54 y sigtes., 88
ysigtes., iig y s ig te s ., i4 5 ysigtes., i6 3 ysigtes.,
X94 y sigtes., 123 y sig.es., 253 y sig.es., 279 y
sigtes., 312 y siguientes.

.

Favores del Ven. D. Basco.

Véanse págs. 56, 90, 227, 255
Hijas de María Auxiliadora.

Patagones (Argentina), 58 .
Ecos de la Casa-Madre, 227.

General Roca (Argentina), Bendición de un nuevo
colegio, 256.

Montevideo, Una esculea y un sindicato, 281.
Punta Arenas de Magallanes. Monografía del co1^ 0 « María Auxiliadora *, 317.

De nuestros exalumaos.

Veanse págs. 27, 68, 197, 283, 318.
Varios.

Por el Sier\-o de Dias Domingo Savio, 57.
Por el Sier\'o de Dios Andrés Beltrami; 203.
Consagración episcopal de Mons. Domingo Comín, 59.
L a causa de beatifición del Ven. Cafasso, 117.
Homenaje de im exalumno a María Auxiliadora,
117.
P or el mundo Saleslano.
E spa Ñ.\: Arcos de la Frontera, 320. — Baracaldo,

123 y 259. — Cádiz, 259. — Cannona, 286. —
Córdoba, 285. — Madrid, 231. — Mahón, 00. —
Palma de Mallorca. 231. — Pamplona. 29. —
Salamanca, 29, 60. — Sarria, 232, Sevilla. 123.
— Talavera de la Reina, 258 y 321.
Utrera,
200.
E x tr -ANJERO: París, 201. — Marsella, 201. —
Viena, 286. — Abnagro, 287 — Asunción, 320.
— Bahía Blanca, 260. — Bemal, 124, 202. —
— Buenos Aires, 60, 230. — Camagüey, 200. —
— Caracas, 92. — Concepción, 93. — El Salvador
123. — Guayaquil; 92. 321. — Lima. 171, 286. —
— Maldonado, 3 2 1.— Morella, 6 1 .— Panamá,
61 y 158. — Paraguay, 146. — Puntarcnas, 61. —
Rodeo del Medio, 171. — Salto, 148. — Santa
Ana, 123 — Santa Tecla. 287. — S. Nicolás de los
Arroyos, 260. — Santiago de Cliile, 93. — Sucre.
171 y 172.— Valaparaíso, 287. — Villacolón, 173.
— Varias noticias breves, 124 y 158.
Véanse^lus págg.:
122, 170, 232, 236, 241, 268,
y 319.
Necrología.

S. Enia. el Cardenal Ferrari, 127.
Don Juan Moiitaldo, 125.
limo. Sr. I)r. D. José Gaspar Sork, 149.
Dr. D. Joaquín M. Cullen, 149.
Sra I) I M.Tcetlcs Barrieiitos de Barrientos, 150.
D. J. Eni hjue Sr. de Roinaña, 150.
E x a n o e lim o. Mons. Rodolfo Cároli, 173.
Ibno. y Rdiiio. Sr. Dr. D. Celestino Loza Vülalba,
X73Da. Di'lores Betancourt y Agramonte, 202.
R lo. P .\ime, 232, 2O1 y 288.
Da. Cü jcepdón Avallos. Vda. de S. Román, 62.
Otros Señores Cooperadores difuntos, 62, 94, -50,
174. 202. 291 y 322.
El I! :i') Sr. D. Santiago Costaraagna, 342.
Eic...o. e linio. Sr. D. Jan Marencc, 345.

Con aprobación de la Autoridad Eclesiá-stica: Gerenie; G E M IN IA N O F E R R A R I,
Establee. Tip. de U >oaedad Editora liU eruaciuiial. — Corso K cgm a Margiieríta, N. 174 - TURIN

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