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A Ñ O X X V I I I ■ N . 12
Edición de España
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D icie m b re de 1913
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(boletín $ak$iano
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I^evisía de las Obras de Don Bosco
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T u rin — V ia Cottolengo N. 32.
SUMARIO. — Una necesidad imperiosa . . . .
313
Tesoro espiritual..................................................
. 316
Unas famosas c u a r t i l l a s ............................................. 3 <7
Un monumento y una feliz i d e a ...................................320
De n u e s t r a s m i s i o n e s . — Flores y frutos • . . 321
Algunos prodigiosos heclios atribuidos a la inter
cesión del Ven. S o s c o ..................................................325
El- CUL-TO DE M a r í a A u x i l i a d o r a .........................327
Gracias de María A u x ilia d o r a ....................................... 327
lO
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Po r El. MUNDO sALESiANo: Nuestros Misioneros
— Noticias de aquí y de alH: Bogotá, Guadala
jar-a, Alejandría de Egipto, Pisa, Quito
B ibliografía.......................................................
A v is o ..................................................................
N e cro lo g ía .......................................................
Cooperadores Salesianos difuntos . . .
Memorias biográficas de Mons. Luis Lasagna
Indice general oel año 1 9 1 3 .........................
33t
.134
338
33'
336
337
339
U n a n ecesid ad imperiosa»
J>
ICHOSO.S los padres que le
dan a la Iglesia un sa
cerdote! ¡Feliz mil veces
la m adre que logra dar
a C risto N uestro Señor un misionero
que lleve su palabra a los países re
motos donde aun se desconoce su nom
bre s a n to ! Feliz y dichoso el joven
que se siente suficientem ente generoso
para consagrarse a D ios como sacer
dote o como religioso I » Aáí exclam aba
lleno de fervor el P. Aime en la con
ferencia de despedida de los Misio
neros,
Y ten ía razón. E n tre las cosas di
vinas que se conceden al hom bre acá
abajo, la más divina, en cuanto a su
actividad hum ana se refiere, es sin duda
el enseñar la doctrina del R ed en to r a
los que no la conocen y conservarla
en m edio del ])ueblo fiel. Eso es em u
lar la misión de los A póstoles y del
mismo Jesucristo. Y así, no hay estado
tan sublime como el del sacerdocio, ni
vida más perfecta y bella que la del
religioso.
Pero es el caso que las vocaciones
divinas escasean y que el soplo helado
del indiferentism o religioso se ha de
jad o sentir hasta en el seno de las
familias más cristianas. A sí lo recono
cía el P adre Santo en su últim a con
ferencia con nuestro venerando G ene
ral, el Rvmo. P. A lbera.
U rge, pues, tra b a jar y o ra r para
d esp ertar vocaciones religiosas y ecle
siásticas. L a míes abunda cada día más,
al paso que escasean de día en día
los obreros. Crece la mies no sólo en
los pueblos salvajes e idólatras, que
— 314 —
m ediante la facilidad de comunicaciones
y los esplendores del progreso, se van
conociendo m ejor y se van acercando
a la Cruz, y es por lo tanto necesario
de toda necesidad instruirlos, educarlos,
forinarloe, dirigirlos; sino tam bién en
el seno mismo de nuestras sociedades
y familias, donde las necesidades reli
giosas y m orales se acrecientan de día
en día y de hora en hora. ¿Q ué nos
dicen tantos obreros abandonados y
am enazados, explotados y soliviantados?
Reclam an la obra del sacerdote y del
religioso. ¿Qué nos dice tanto rico igno
rante de sus deberes más elem entales
de justicia y caridad, de religión y
hasta de naturaleza? Q ue reclam an la
obra del religioso y del sacerdote.
¿Y tantos niñoá que crecen en el ab an
dono y a quienes las condiciones de
nuestra sociedad privan de la benéfica
acción de la familia? Q ue necesitan la
acción incesante, continua, perseverante
del sacerdote.
La necesidad existe, pues, y es muy
grave y muy urgente. Por tanto, es
grave y urgente el deber de todo cris
tiano, de trab ajar por rem ediarla. Y
todos podem os hacer algo. Luego todos
debem os hacerlo.
A este im portante argum ento dedica
D. A lbera buena parte de una pre
ciosa C arta Edificante que escribió a
sus súbditos a su vuelta de España,
inspirada quizás a la vista del entusiasm o
que reina en ella por la obra salesiana y de la grande penuria de p er
sonal que existe tam bién. N uestros be
névolos lectores nos agradecerán que
entresaquem os algunos pensam ientos
de esa C arta a sus hijos los Salesianos, y se los ofrezcamos, siquiera sea
toscam ente traducidos. Al fin y al cabo
los C ooperadores son p arte de la F a
milia Salesiana, son casi su T ercera
O rden, y su misión es ayudar a los
Salcsianos en sus trabajos, cooperar
con ellos en sus fines v en los medios
p ara lograrlos, unirse con ellos para
trab ajar por el reinado do Jesucristo
y la salvación de las alnu
*
*
,,L as vocaciones al estado eclesiás
tico, dice D . A lbera, constituyen el
tercer fin que se prefijó D . Bosco en
su obra (los otro s dos son la educación
de la juventud y las M isiones); más
a ú n : los O ratorios festivos, los cole
gios y las M isiones, sin estas vocacio
nes, perecerán inexorablem ente. El des
arrollo de los O ratorios. Colegios y
M isiones, está en proporción de las
vocaciones cultivadas, y éstas a su vez,
tienen su fuente en aquéllas. A nos
otros nos toca recogerlas, cultivarlas,
llevarlas a madurez. E l cultivo de las
vocaciones es p ara nosotros cuestión
vital, y no hay necesidad de recordar
los ejem plos y la solicitud de D. Bosco,
de D . Rúa, y de tan to s otros hermanos,
p ara persuadim os de ellos. ¿Quién de
nosotros no lleva g rab ad as en su mente
las m aravillosas industrias de N. V.
Padre p ara suscitar y cultivar las voca
ciones eclesiásticas y religiosas? ¡Cuán
tos de nosotros podem os repetir, glo
rificando la acción p o rten to sa de D.
B osco: ,,Si soy sacerdote, religioso,
misionero, lo debo únicam ente a él.
que con mano ex p erta supo buscar y
d esarrollar en mí la divina semilla y
hacerla m a d u ra r!“ T oda la vida de D.
Bosco fué una prudente pero solícita,
infatigable solicitud por las vocaciones
eclesiásticas y religiosas; y de ellas pro
veyó abundantem ente a muchas dió
cesis que escaseaban, a nuestra Pía
Sociedad, a varias otras congregaciones,
y bien podría llam ársele el apóstol por
excelencia de las vocaciones.
Igualm ente D . R úa, ¿qué no hizo,
qué no dijo p o r ellas! Leed todas sus
cartas y las h allaréis llenas de docu
m entos altísim os p ara la cultura de las
vocacioites, sobre los medios de desa-
— 315 —
rrollarlas, sobre el cuidado que se les
debe, sobre la obligación de cultivarlas
entre los artesanos, y sobre todo en
los O ratorios festivos, etc. D iríase que
no podía escribir a sus hijos sin ha
blarles de las vocaciones eclesiásticas.
Es que es una cuestión de vida o
muerte... jCuán consolador era ver en
los últimos años de la vida de N. V.
Padre, ver llenarse los Noviciados de
almas juveniles, anhelantes de la p er
fección y del apostolado sa le sia n o !
Provenían
de todos los Coleo-ios
v^
,
O
Oratorios, que parecían rivalizar en el
celo por ofrecer muchas flores vivas,
recogidas en el ja rd ín que cultivaban!
Y así continuó viéndolo D . Rúa po r
muchos años. Mas desofraciadamente
vio tam bién que m ientras aum entaba
la necesidad de nuevos sujetos para
sostener y ensanchar las num erosas
casas que la Providencia le confiaba,
disminuían las vocaciones....
...Sí, los tiem pos son difíciles... pero
todavía se puede y se debe trab ajar por
ellas. Sólo se necesita ser industriosos
como nuestro V. Padre, p ara superar
las dificultades o siquiera p ara hacerlas
menos sensibles. Para lograr este fin,
no olvidemos, am adísim os míos, que
D. Bosco nos ha ordenado cultivar las
ciencias hum anas, sólo para tener el
derecho de enseñar la ciencia divina,
que forma los verdaderos caracteres, y
sobre todo para suscitar, cooperando a
la obra del mismo Dios, num erosas
vocaciones en el campo inmenso con
fiado a nuestros cuidados. Dios es el
único A u to r de las vocaciones, pero
quiere servirse de nuestra cooperación
para hacerlas germ inar y fructificar.
En toda vocación existe la p arte de
Dios y la p a rte dél hom bre. Todo
llamamiento a la vida religiosa y al
apostolado, tiene su fuente natural y
fecunda en el Corazón de D ios; y po r
que Dios am a a su Iglesia y am a a los
Institutos Religiosos, que son su orna
m ento, porque am a a las alm as y quiere
salvarlas, incesantem ente y a manos
llenas arroja los gérm enes de la voca
ción en el corazón de sus hijos.
Pero así como la mies de los campos
se debe a la unión de las fatigas del
hom bre y de las bendiciones del Cielo,
así, las vocaciones no se desarrollan
sin el concurso nuestro. Por consi
guiente, debem os trab ajar como si su
éxito d ependiera sólo de nosotros, em
pero sin p erd er de vista que todo bien
viene de Dios... ».
Luego propone algunos medios para
desarro llar los gérm enes de vocación
que D ios ha puesto en las alm as. Helos
a q u í:
1° < C om batir los defectos que cons
tituyen el principal obstáculo a dichas
vocaciones, v. g. la corrupción prem a
tura, el debilitam iento del espíritu cris
tiano, la molicie y flojedad de carácter,
el espíritu m undano... obstáculos que
se vencen fácilmente con la aplicación
del sistem a preventivo, en el cual quiso
D . Bosco ba.sar toda la educación salesiana (i).
2 ° « Pero esto es trabajo m eram ente
negativo..... E s preciso desarrollarlas
positivam ente, desarrollando todas las
tendencias, gustos, puntos de vista na
turales o sobrenaturales que puedan
enam orar a los niños del estado reli
gioso y eclesiástico. C uando un jovencito se ha sentido llam ado, si averi
guáis la causa, veréis que ha entrado
po r una de las pu ertas que le habéis
abierto. U no, de naturaleza noble, ele
vada, no sabrá decir sino que « ¡es
cosa tan g ran d e y tan bella se r sacer(i) Sobre el Sislema preventivo ha escrito reciente
mente un tratado completo el P. Fierro; lo publica la
Escuela Tipográfica de Sarríá-Barcelona, y consta de dos
tomos de cerca de 300 págs. cada uno, en elegante for
mato de corte moderno: en el primero estudia la for
mación del carácter; dedica el segundo a la enseñanza
educativa. Todo está b a ^ d o sobre los ejemplos y ense
ñanzas del V . Bosco y cada regla y cada observación
está confirmada con un hedió o una palabra del V . Padre.
— .^l6 —
d o te ! » O tr o : < Me hago sacerdote o
religioso, porque ellos hacen tan to bien
al prójimo, y yo quiero hacer otro
tanto ». O tro, y será el caso más fre
cuente, m anifestará una vehem encia de
am or hacia Jesús, que es precisam ente
la que le decide ».
lin una palabra, conviene d ar a los
niños ideas claras, exactas, precisas
acerca de este estado: sus ventajas y
desventajas, su belleza, sublim idad, fa
cilidad p ara salvarse y salvar a los
demás, p ara vivir felices y hacer feli
ces a otros. « C uando el terreno está
bien preparado, agrega D. A lbera,
entonces brota y germ ina la sem illa
celestial.
« Inspirar en un niño deseos del sa
cerdocio y de la vida religiosa, es cosa
muy m eritoria, siem pre que tal deseo
vaya acom pañado de las condiciones
de una verdadera vocación. H ay niños
a quienes Dios llam a y ellos ni lo
sospechan siquiera: la disipación, la
irrellexión, tal vez las faltas, les im
piden verlo. Al educador (y educado
res son los padres, los m aestros, las
nodrizas mismas) toca prevenir a e.sas
alm as...
« .\ la luz de estos principios, fácil
m ente se com prende que la mayor
parte de las vocaciones dependen de
nosotros... Por consiguiente, procure
mos crear en torno nuestro un am
biente favorable a la germ inación de
vocaciones, sea con exhortaciones, con
lecturas, con una palabrita a tiem po
debido, y sobre todo con la bondad
de la villa y el esplendor de las vir
tudes. »
No poco pueden hacer nuestros bue
nos C ooperadores. H asta el respeto y
veneración con que saludan a un sa
cerdote por la calle, puede d espertar
una vocación latente,
Pero sobre todo, pueden trabajar
por las vocaciones, favoreciendo las
casas de formación, costeando la pen
sión de jóvenes que se sientan llama
dos a tan sublim e estado. E n España
existen, por ejemplo, las casas o mejor,
pequeños Sem inarios Salesianos, de
Cam pello (A licante), Ecija y dentro de
breve, T alavera de la R eina, cuyo fin
es cabalm ente educar jóvenes que dan
esperanzas al estado eclesiástico o re
ligioso. A nualm ente dan su contin
g en te a nuestra Pía Sociedad, a /os
Seminarios ciiocesa7ios y aun a otras Co
m unidades religiosas. A lgunos Coope
radores tienen el m érito de h ab er con
tribuido y contribuir a esta o b ra tan
urgente y m eritoria.
Q ue su ejem plo tenga muchos imi
tadores, no sólo en E spaña sino en todas
las naciones, pues en todas la necesi
dad existe y los Salesianos se ocupan
en rem ediarla.
« Así, term inarem os con nuestro Rmo.
P. G eneral, así proseguirá, benéfica y
salvadora, la O b ra del V ble. Padre, en
medio del m undo y de la sociedad. >
TESORO ESPIRITUAL.
Los Cooperadores Salesianos que confesados
y comulgados, visiten devotamente una iglesia
o capilla pública, o si viven en comunidad, la
propia capilla, y rueguen según la intención
del Sumo Pontífice, pueden ganar las siguientes
indulgencias plenarias:
Para el mes de diciembre:
El 8. La Inmaculada Concepción de María.
El 25. La Navidad de Ntro. Señor Jesu
cristo.
Cada mes:
1. Un día cualquiera de libre elección.
2. El día en que hagan el Ejercicio de lo
buena muerie.
3. El día en que tengan conferencia.
317 — __________________________________
Prometimos a nuestros lectores insertar en el
Boletín las cuartillas enviadas por el Presidente
de los Cooperadores, D. Bartolomé Feliú, para
ser leídas en la velada ofrecida a D. Albera por
los entusiastas Cooperadores de Madrid. Hoy
finalmente podemos cumplir el compromiso.
Helas aquí.
Reverendísimo Padre Superior,
No son ciertamente ni mi voz apagada, ni
mi cerebro amortiguado con las luchas de la
\dda, los más abonados para dar esplendores a
una fiesta de gala de nuestros queridos Salesianos. Muchos otros darían con ventaja ornato
y relieve a esta hermosa manifestación. Sin em
bargo, soy el portavoz de los cooperadores.
E n su nombre, debo saludaros y contribuir
a engendrar en vuestro pecho las más halaga
doras esperanzas. Así lo quisieron los directores
de esta Casa. ¿Por qué tal anomalía? Os daré,
sin molestaros mucho, la explicación debida,
para atenuar en mis buenos amigos el sonrojo
de la equivocación.
Soy un convencido y un enamorado de la
obra de Don Rosco. Nació mi inclinación en la
fuente original de su espíritu. E n el propio fun
dador del Oratorio. Sojuzgó mi entendimiento
el milagro viviente de sus conquistas. Por un
favor singular de la Providencia (nunca bastante
agradecido), hallé en mi camino al Varón de Dios;
le admiré, le estudié y me sentí por él atraído;
desde entonces no perdí un momento de vista
los caracteres distintivos de su misión prodigiosa
ni el tipo que había sabido crear el nuevo San
\'icente de Paúl. He aquí cómo lo había descrito
un Prelado insigne: • E l Salesiano, es el hombre de
de la abnegación y de la humildad, que vHve
muerto, sin pensar que lo está; que hace el bien,
creyendo que no hace nada; que se sacrifica sin
acordarse de ello, y aún casi ignorándolo, y que,
venido la hora postrera, se estima el último en
tre los servidores de la Iglesia. V a allí donde le
mandan; toma las cosas y las acepta como se las
dan, y fabrica su nido lo mismo entre las flori
das ramas del árbol frondoso, que en la piedra
saliente de tosca y desnuda roca. Sus caracterís
ticas virtudes son no quejarse nunca, aunque
todo se le tom e contrario, y no desmayar jamás,
esperando siempre en la Providencia ».
Tal es en efecto, d cuadro moral que nos ofre
cen los hijos de Don Bosco en todas partes.
Dirigiendo colegios en las ciudades, como en
señando a los salvajes en los bosques vírgenes;
manejando las herramientas del taller, como sir
viendo las iglesias y los hospitales, siempre se
transparentan aquellas dotes preciosas, exorna
das con la sencillez más admirable, Pocas \ialabras y muchas obras; espíritu ex^^ansivo, ener
gía en los propósitos, desprendimiento, amor
inagotable a la juventud desamparada; he aquí
las notas salientes de los discípulos formados
por aquel varón singular, que sin aspirar a nada
grande, realizó las obras más estupendas.
Y a en 1892, contaba la Pía Sociedad Salesiana
con trescientos mil niños, recogidos de la miseria,
y educados religiosamente: seis mil sacerdotes
proporcionados a la milicia de la Iglesia; veinte
mil salvajes bautizados. De sus estadísticas ac
tuales, verdaderamente asombrosas, espero que
algún día nos hará el relato nuestro amado hués
ped.
Permitidme ahora bosqueje en dos palabras
el proceso de mis aficiones Salesianas.
E n Mayo de 1886, mno Dom Bosco a Bar
celona para visitar la Casa de Sarriá. Salimos
a recibirle muchedumbre de amigos y coope
radores de todas las clases sociales. Como re
presentante de la Asociación de Católicos;
viéndole tan encorvado por las fatigas de vida
tan aprovechada, me i>ennití ofrecerle mi brazo,
y tuve la dicha de acompañarle hasta colocarle
en un coche. Durante muchos días, formamos
mis compañeros de Junta y yo su guardia fa
miliar; recibimos de sus manos la Sagrada Co
munión, y en velada solemnísima, se le iiu])uso
la insignia de la Coq>oración.
Dos años más tarde (1888), sobre su Immilde
féretro, paseado triuníalmente por las calles de
Turín, se distinguía como única venera sfínal
(así lo tengo entendido), aquella artística me
dalla.
¡Cuánto hubimos de admirar! ¡Cuánto pudi
mos aprender en aquellos días, del Varón de
Dios! De mí, puedo repetir ante vosotros con
ingenuidad, lo que afirmé en 1892, celebrando
el 50.* aniversario de la obra Salesiana.
« Mi inclinación a su veneranda persona, fué
desde el primer momento tan honda y tan ve
hemente, como la que me inspiró su obra de re
generación, tan pronto como pude conocerla.
Verdad es, que aquel hombre extraordinario go
zaba de un priWlegio, a pocos concedido: el de
causar a todos la misma favorable impresión: la
impresión de la santidad. E s que había en su
sencillez característica, en su paz inalterable,
en la suave dulzura de su palabra, una diafanidad
espontánea, que permitía a todo el mundo leer
3i 8 -
en el espíritu de Don Bosco las señales de una
vocación providencial ».
Por ese íntimo convencimiento, saludaba
yo a Don Bosco ante los católicos de Barcelona
con estas sencillas palabras: « Bien venido seáis
señor, entre nosotros; bien venido con vuestra
caridad apacible, con vuestra modestia dulce y
conmovedora. Si en todas partes han repercu
tido suavemente vuestras empresas en bien de
la Iglesia santa, si en todas partes se suscita un
movimiento de simpatía hacia el hombre abra
sado de celo por la gloria de Dios, no es menor
el entusiasmo de los buenos en España, y en
particular en Barcelona, que tan de cerca ex
perimenta ya los saludables frutos de vuestra
o b ra ».
Al evocar estos recuerdos, para mí de perdu
rable memoria, y al volver mis ojos a vos, nues
tro Don Albera, salta de gozo mi corazón, re
coge las palpitaciones de los demás, condensa
las inspiraciones de las muchedumbres, que os
han ovacionado por doquier, y con santa liber
tad os digo : « Don Bosco vive en vos, para sal
vación de esta sociedad desventurada. Bendita
sea la Providencia de Dios; mil veces bendita
sea *.
Estas debieran ser mis últimas palabras. Mas
no opinarán así mis respetables y estimados re
presentados, los cooperadores, y sobre todo, la
Junta egregia de Damas, bajo cuya tutela va
desenvolviéndose en Madrid la obra Salesiana.
En nombre de todos, os he de confesar con sin
ceridad filial, y por qué no añadir, con un tanto
de amargura: Madrid no se ha dado prisa a co
nocer vuestra obra. E l celo y la abnegación de
muchas almas perspicaces y cristianas, no ha
logrado despertar aún de su letargo a los que
ni siquiera perciben la algazara y los avances
estruendosos del moderno Sanedrín, que grita
sin cesar: o No queremos que Cristo reine sobre
nosotros ».
Y a lo veis, amigo y señor nuestro. Después de
doce años de labor perseverante, heroica, de
vuestros religiosos, no cuenta la corte con más
elementos de acción Salesiana que este modesto
albergue. Vuestros seminaristas de Carabanchel
esperan todavía, resignadevs, la hora de las ex
pansiones. Una nota brillante, consoladora,
cjemplarísima. dio en fecha reciente un alma
espléndida, contribuyendo con donativo de
cuantía, bajo el anónimo, a elevar una parte del
edificio y el lindo templo dedicado a María
Auxiliadora. Desde que la efigie de la Madre de
Dios tomó posesión de su Trono, parece que
cada día inclina su amoroso cetro sobre los ni
ños del t'ratorio y los moldea, los suaviza, los
cristianiza y regenera, convirtiéndolos en após
toles de sus hogares. En cuántos de ellos, antes
yermos de fe, avisperos de odios, antros de
desesperación, reinan hoy las santas espe
ranzas, la laboriosidad y las prácticas más edi
ficantes.
Pues bien, nuestro amado señor Don Albera,
como el pavoroso problema de la cuestión social
dibuja y a los matices rojizos de su período ál
gido, queremos los cooperadores que vuestra
obra se difunda y robustezca, no sólo por estas
barriadas, sino por todos los distritos de la co
ronada villa.
Vuestra visita es para nosotros un rayo de
esperanza: digo mal, la solución de nuestros anhe
los. E l fuego de vuestra caridad, derretirá los
corazones tibios; vuestra palabra sugestiva,
pondrá en movimiento hasta a los paralíticos.
Don Bosco, desde el Cielo, hará eficaces vues
tras plegarias en favor de millares de deshere
dados, que han hambre y sed de justicia.
Es hora de concluir, porque rompí indiscre
tamente la consigna de la brevedad; pero sin ser
ningún vidente, trasluzco, señores míos, allá
en los últimos repliegues de vuestras almas un
dejo de tristeza, que se compadece muy mal con
los atavíos y alardes de esta regocijada solemni
dad. Y o, no puedo menos de añadir unas pala
bras revelando a Don Albera el secreto.
No se me oculta que los oratorios Salesianos
son casas de paz y de neutralidad cristiana. No
temáis, por lo tanto, que venga yo a perturbaros
con acentos de guerra. No obstante, habéis de
tolerar os traiga noticias sensacionales.
En las ciudades que acabáis de recorrer de
triunfo en triunfo, habréis sabido que agitan
el mar de las pasiones sociales \ientos hura
canados de fronda; y quizás habrán impresio
nado vuestros oídos los gritos de protesta de un
pueblo herido en la fibra más delicada de su con
ciencia. Manos pecadoras quieren arrebatarnos,
por derecho de conquista, el corazón de nuestros
hijos. {Aplausos). A tanto llega la osadía sec
taria de unos pocos que quieren suprimir en la
enseñanza el Catecismo {Ovación), el libro de oro,
donde se da la d ave de los más grandes proble
mas de la vida, de la muerte y de la eternidad.
E l instinto teológico de nuestro pueblo incom
parable, ha justipreciado en esa inicua, ilegal,
antipatriótica resoludón todas sus consecuen
cias demoledoras. E n ella, ve un atentado con
tra su fe, un alevoso asalto contra la moral del
niño, el engendro de una juventud desalmada,
oprobio de las familias, desnuda de todo noble
sentimiento, saturada de.odios para con Dios
y con la Patria. {Ovación). Las sutilezas de los so
fistas para defender semejante mutilación, el
pretexto hipócrita de una tolerancia embauca
dora. no han hecho más que arraigar en d ánimo
de los católicos españoles el triste convencí-
— 319 —
miento de que los favorecidos con el peregrino
expediente, ni son españoles de pura raza ni ado
ran a Dios, Uno y Trino.
Por asociación de ideas, me recuerda esto
lo que leí en E l Mensajero del Sapeado Corazón
del mes corriente, a saber: la tenebrosa conjura
urdida contra la Iglesia, y muy en especial,
contra España, allá en 1621, a que alude la Ve
nerable Agreda en sus inspirados escritos.
¡Cuántos otros de tendencia idéntica pudieran
traerse a colación! ¡Pobre Patria mía! siempre
el blanco de los enemigos de Cristo.
nuestros sagrados derechos. {Entusiásticos aplau
sos).
Otra súplica al reverendísimo General de los
Salesianos, y dejo de molestaros. Cuando vayáis
a la presencia del Padre de la Cristiandad, del
gran Pío X , que tanto nos ama, decidle que
vuestros cooperadores de Madrid, hijos fide
lísimos de la Iglesia, impetran sus consuelos >’ sus
bendiciones, para mantener íntegro el tesoro de
su fe; para abroquelar a sus hijos contra las ase
chanzas de impíos novadores. Sed, por fin, men
sajero de nuestra leal compromiso. Con la ayuda
G R A N A D A (N ic.) — E l E xem o. S r . C agliero en el C o legio Saleaiano.
Perdonad, mi Don Albera, estas notas lú
gubres. Sr\’an de estímulo a vuestro corazón
de apóstol, para rogar mucho por España. En
cargad a vuestro niños que cuando reciban
vuestra bendición eucarística, levanten sus ma
nos suplicantes a Cristo Redentor, para que no
permita se les arrebate el compendio de la
Santa ley, el áureo Catecismo.
Y va que para honra y complacencia nuestra
presiden la velada insignes Prelados, yo les pido
que nos bendigan y alienten en la defensa de
i.
de Dios y el patrocinio de María Auxiliadora,
seguiremos repitiendo de palabra y por obra, a
la faz de nuestros enemigos, el grito del buen
combate; ese grito repercutido con tanta fre
cuencia en las bóvedas de nuestros templos y
que a todos nos sabe a gloria:
♦ Ruja el Infierno,
brame Satán.
L a fe en España
no morirá.
{Clamorosa ovación).
— 320
Por e¡ Sdo. Corazón,
Un monumento p uno feliz ideo.
II.
Miles de gracias, buenisimos amigos, por la
simpática acogida que mereció de Vds. nuestra
idea; y digo nuestra, porque, encargada de difun
dirla con mis humildes escritos, resulto ser la pobrísima expresión humaiia de aquella altísima ins
piración divina.
Realmente es difícil, muy difícil, pedir para una
obra que está lejos del propio país y que aparen
temente no responde a ninguna necesidad de mo
mento, cuando son tantas las necesidades que des
graciadamente pululan a nuestro alrededor ; y pre
cisamente, cual Vds. muy bien indican, son los Salesianos quienes por s«s vastas empresas y por
dedicarse con preferencia a los pobres y humildes,
más necesitan de pan para sus niños, locales para
sus escuelas, menage para sus talleres y muchí
simo dinero para sus innumerablses obras donde
sus acogidos alaben al Señor y se formen hofnbres
completos. Y sin embargo, esa creencia de Vds.,
que filé la nuestra, sembró aquellas primeras es
pinas de desengaño que mencionaba en mi ante
rior.
Siendo el amor al Sacratísimo Corazón de Jési(s
patrimonio de todas las almas buems y de todas
las instituciones religiosas, buscamos fuera del
campo una cooperación que creíamos de indudable
éxito: y no una vez, sino varias veces nos dirigi
mos a prestigiosas persomlidades que en religión
y en sociedad podían al parecer prestarnos el más
valioso apoyo. Se nos recibió en cariño; se nos
oyó con complacencia; llegaron a sentir nuestro
entusiasmo y a ofrecernos lo que... por causas muy
agenas a su buetiísima
no pudieron luego
cumplimentar... Cada uno de estos fracasos {que
senliamos en lo humano) confirmaba más clara
mente. ¡a voluntad de Dios y en vez de amortiguar
nuestra fe, la enardecía: La revelación Divina
se dirigió a D. Bosco ; y el amiplimetíiarla era ho
nor y gloria perienecictUe a sus hijos. Ellos que
{según bellas palabras atadas por D. Bartolomé
Feliú en reciente homenage al Rdmo D. Alberá) son
« los hombres de la abnegación y la humildad, que
viven muertos sin pensar que lo están; que hacen
el bien creyendo que no Meen nada; que se sacri
fican sin acordarse de ello y aun casi ignorándolo
y que, venidos la hora postrera, se estiman los idtimos entre los servidores de la Iglesia » eUos,
cuyas virtudes características son « no quejarse
nunca aunque todo se les torne contrario y no des
mayar jamás, esperando en la Providencia %,
ellos son los que han de admirar al mundo con este
prodigio del siglo X X que en plena época de lucha
satánica, de superficialidad decadente y de refinado
egoísmo, pueden ofrecer a Dios -un monumento
tan grande de reparación y amor que desagraviando
al Sacratísimo Corazón de Jesús detenga los ri
gores de su Justicia y abra las fuentes de aquella
Divina Gracia que desea anegar al mundo entero
en los océanos de su Misericordia. No lo duden
Vds.: porque el salesiano es pobre y tiene mitchas
necesidades y ha de pedir para ellas, por eso Dios
los ha escogido, y como para probarlo y universalizar la obra, inspiró la idea del sacrificio « que
no merma ninguna limosna y que Msta el más hu
milde puede ofrecer'^. Y porque Dios desea que a
este conjunto de sacrificios, a esta verdadera « fra
gua de amor » contribuya el mundo entero, hizo
de ella el monumento expiatorio de un sacrilegio
inaudito, perpetrado en Barcelona, pero inspirado
por la anarquía mundial; y esdeuda dehonor cris
tiano el que en todos aquellos países donde infe
lices ilusos se manifestaron « pro Ferrer %, le
vantemos el glorioso estandarte dd sacrificio y nos
manifestemos pro Jesús *.
Tan extensa M sido mi contestación a la ligerísima observación de Vds. que ya no tengo ni
lugar M» tiempo para contestar a la cariñosísima
pregunta de Josdin y María sobre los sacrificios
de niños y jovencitas. ¡Cuan buenisimos son los
pobrecillos! Para dios serán mis próximas car
tas; yo les prometo hermosos ejemplos no sólo de
sacrificios ofrecidos, sino de las hermosas recom
pensas que por ellos obtuvieron. Para iodos Vds.
a Dios las pide
M. V.
DEJMUESTRAS MISIONES
Flores y frutos.
(De las Memorias de nuestros misioneros).
IV .
Una florecilia del desierto.
El año de 1898, atravesando un extensísimo
desierto de la Patagonia Meridional, con fuerte
viento Sur que nos helaba manos y cara, me
encuentro de manos a boca con una florecilia
de las más hermosas que haya visto en mi vida.
Todo, al rededor, era árido y seco; entre los
guijarros y en el arenal sólo se veían algunos
montones de yerba seca y tan puntiaguda, que
no podía uno sentarse encima, pues pasaba la
ropa y penetraba en la carne como las agujas.
Mientras tanto, la florecUla se erguía derecha
sobre un tallo de casi un metro, como desafiando
las tempestades. Me impresionó tanto su vista,
tanto me atrajo la fragancia de sus aromas,
que a pesar de mi cansancio y de la incomodidad
que se experimenta en los largos viajes cada vez
que hay que bajar del caballo, me apeé al mo
mento, recogí la flor y la guardé en un libro para
conser\'arla como recuerdo.
— ¿Cómo, habrá nacido y crecido en lugares
tan desiertos y expuestos a toda intemperie,
una flor tan bella y delicada?
Y cuanto más pensaba, menos comprendía.
Parecíame un misterio...
Poco hada que había vuelto de esa misión,
que duró dos largos meses, cuando topé con otra
fioredlla, de diversa espede pero muy superior a
la anterior, mucho más bella y perfumada. Tam
bién ella había naddo en un desierto, expuesta a
todos los vientos y a todas las intemperies. Y
era tan bella y tan predosa, como apenas se
puede uno imaginar. E ra ésta un niño sobre los
8 6 9 años, hijo de pobres pastores, en los alre
dedores de Puntarenas, sobre el estrecho de
Magallanes.
Habíalo dotado la naturaleza de raro y precoz
ingenio, muy superior a su edad.
Xaddo y creado en el campo, lejos del con
sorcio humano, de padres muy pobres e igno
rantes, no había redbido ninguna instrucción,
jamás había salido de su cabaña si no era para
apacentar algunos rebaños en los alrededores; e
hijo único, nunca había visto persona humana,
fuera del padre y de la madre y de algunos pa
rientes que algunas veces se dejaban ver por
allá. Y el pobrecito había caído enfenno, y la
enfermedad que duraba yoL más de un año, lo
había cubierto de llagas completamente, menos
la cara y las manos. Y siu embargo, por grandes
que f ueran sus dolores, jamás exhalaba ni quejas
ni lamentos, para no contristar a sus padres, que
lo adoraban y que se veían admirablemente
correspondidos.
Un día, pues, pasando por cerca de aquella
cabaña, me detuve para preguntar de quién
era, y oyendo que había un niño enfermo, me
detuve para visitarlo. Apenas entré, el mucha
cho se incorporó en su camilla y se puso a mi
rarme fijamente con manifiesta curiosidad.
— ¿Cómo estás, amiguito? le pregunté.
— Muy bien! ¿Y tú?
— Y o estoy muy bien como ves, pero no me
parece que tú lo estés mucho.
— No es gran cosa, por cierto, esto es nada.
— ¿Y qué te duele?
Alzando un poco la manta o colcha que lo cu
bría, me íué mostrando una a una las horribles
llagas que lo cubrían, diciendo: — Aquí, aquí,
aquí... Pero no importa... no es nada, no es nada.
Y sonreía graciosamente.
Qué niño singular! pensé para mis adentros;
tan enfermo y tan alegre y simpático!
Y él continuaba mirándome fijamente, hasta
que comenzó a decirme:
— ¿Sabes, vestido negro, que la noche pa
sada soñé contigo?
— ¿Cómo es posible que hayas soñado conmi
go si no me conocías?
— Sí, sí, repuso, ahora que te veo bien, eres
tú mismo el vestido negro que he visto en sueños.
— Bien, pues, cuéntame cómo ha sido eso.
— Soñé que estaba jugando a las orillas del
mar, cuando de improviso veo venir desde lejos
dos hombres, muy negros y muy feos. Espan
tado, comencé a correr, pero ellos se pusieron
— 322 —
a perseguirme. Y o corría, corría a lo largo de la
playa, y ya no podía depuro cansado... aquellos
hombres malos estaban para alcanzarme... Y o
gritaba recio, muy recio, tenía miedo, mucho
miedo, pero nadie me oía porque no había nin
guno. Y ellos ya estaban alargando las manos
para prenderme, cuando te presentaste tú con
un bastón alzado en són de amenaza, gritando
a esos monstruos: Hola! no persigáis ese pobre
niño porque es mío. Los hombres negros se pa
raron inmediatamente, y rechinando de rabia
los dientes, desaparecieron como el humo. En
tonces, lleno de alegría y de gratitud, me arrojé
en tus brazos y fué tan grande la alegría que
tuve, que mi corazón empezó a latir muy fuer
temente y me desperté. Díme, díme, pues; no
eres tú el vestido negro que vi en el sueño?... Sí,
sí, te reconozco... eras tú mismo... Oh! permí
teme que te dé un abrazo como el de anoche.
Y sin esperar mi respuesta, se me-echó al
cuello, estrechándome fuertemente con sus bra
zos y me besó en la frente, repitiendo:
— Gracias! gracias! Vestido negro! te llamo
así porque no sé tu nombre. Ahora estoy con
tento! estoy contento!
Y o no sabía qué decirle, pero él prosiguió con
grande insistencia:
— Pero dime, vestido negro ¿quiénes eran
aquellos hombres?... ¿qué querían de mí?...
y para qué me perseguían?... ¿qué me habrían
hecho si me hubieran cogido?... Y o no los había
visto antes... no les había hecho mal a ellos... ni
a nadie!...
Y al recuerdo de la triste escena, rompió a
llorar.
— No llores, amiguito mío, le dije, no vol
verán más esos monstruos, y aunque volvieran,
estoy siempre dispuesto a defenderte. Estáme
alegre!
A estas palabras se serenó, y volvió a insistir.
— Díme, díme ¿quiénes eran esos monstruos?
— Tal vez los demonios, me atreví a decirle.
— jDenionios?... ¿qué cosa son los demonios?
Y así fué como él mismo me dió la manera de
empezar a catequizarlo. Comencé sin más a
darle alguna instrucción religiosa, haciéndole
conocer a Dios, la creación de los ángeles y la
rebelión de Lucifer y sus secuaces, la creación
del mundo y de cuanto hay en el universo... El
muchacho, avidísimo de si\ber más y más, in
sistía en sus preguntas;
— ¿Por qué esto? ¿por qué aquello?
Y o le daba gusto y gozaba el pobrecillo de
saber tantas cosas que antes, como decía, igno
raba del todo.
Más de dos horas duré instruyéndolo en
las cosas indispensitbles para la salvación
eterna, dos horas que pasaron rapidísimamente
para mí y para él: para mí, porque veía un alma*
cándida, deseosa de instruirse en las cosas de
Dios; para él porque disfrutaba al conocer to
das esas verdades. Y no se cansaba de escuchar
y añadía pregunta sobre pregunta.
Cuando me despedí, las lágrimas surcaban sus
mejillas y besándome con ternura la mano,
mientras yo estrechaba las suyas, me suplicaba
que volviese a verlo. Se lo prometí, también
para continuar su instrucción y prepararlo a
la primera Comunión.
Dos días después, estaba yo nuevamente
con mi querido enfermito. Lo encontré acostado
en su camilla. Apenas me vió, sentóse, y con
rostro alegre y sonriente:
¡Qué bueno eres! me dijo, vestido negro, que
me vienes a visitar tan pronto! Sábete que yo
en estos días he pensado en ti y en las cosas
que me has contado. Oh! cuéntame otras, que
tú sabes tantas y me gustan tanto a mí!
— He venido para esto, querido, y saciari
tus anehlos inmediatamente. Y sentándome a su
lado, le presenté un Crucifijo preguntándole:
— ¿Sabes quién es este que ves clavado en
este madero?
E l muchacho tomó el Crucifijo, lo miró fija
mente y me respondió;
~ No lo sé. ¿Pero es acaso un hombre este?...
¡Oh! ¿porqué lo trataron así?... ¿Qué males
liizo para merecer tantas penas?... ¡Pobredto!
¡Cuánto habrá sufrido!
— Sí. E l es un hombre, p>ero no es hombre
solamente. E l es también el Hijo de Dios.
— ¡Cómo! exclamó aturdido el muchacho,
¿era Hijo de Dios y lo trataron así? ¿Y por qué?
Tú me dijeste el otro día que Dios es tan bueno,
que quiere tanto a los hombres, porque son sus
hijos y el mismo los ha creado... Pero tal vez
E l tuvo un hijo malo, cuando lo clavaron en la
cniz...
— No, querido mío, este Hijo no era malo,
sino muy bueno, hacía el bien a todos, sanaba a
los enfermos con solo tocarlos y hasta resucitaba
a los muertos: era el más amable y más bueno
de los hijos de los hombres.
— ¡Y entonces por qué lo pusieron en la
cruz? ¿Quién ha sido el malvado que osó poner
sus manos en el Hijo de Dios y tratarlo de ese
modo?
— Han sido hombres malos... y el amor que
El les tenía lo indujo a morir en una Cruz por
ellos y por todo el mundo... E l pecado deAdán
había cerrado el paraíso y ninguno más hubiera
entrado si el Hijo de Dios no nos lo abría, y para
abrirlo vino El a este mundo, donde murió la
muerte de la Cruz, queriendo borrar los pecados
de los hombres y merecemos a todos una muerte
tranquila.
— 323 —
— ¿De veras?... ¿ Y es de veras así?...
— Te lo aseguro, es exactamente como te lo
digo.
— jOh querido Hijo de Dios, empezó a decir
el jovencito estrechando entre las manos el cru
cifijo: qué bueno has sido! ¿por qué has querido
sufrir tanto? Esto es demasiado! morir con una
muerte tan crud para que los hombres pudie
ran ser felices para siempre. Oh! yo te amo,
Hijo de Dios. Dame a mí una muerte dulce...
cuando muera!...
Y lo cubría de besos.
Luego se volvió a mí, y con una ansia suave:
— Déjame, exclamó! ah! déjame esta ima
gen.
— Sí, te la regalo; que ella te recuerde el
amor grande que ha tenido también por ti, el
Hijo de Dios al morir sobre la cruz.
— Oh! gracias infinitas! Y en pago te doy un
abrazo si me lo permites. — Ruega también por mí al Hijo de Dios,
para que yo también pueda gozar algún día con
El en el Paraíso.
— ¿Pero cómo? ¿El ha muerto y puede escu
char mis oraciones?
— Sí, porque después de tres días resucitó
del sepulcro y ahora vive glorioso en el Paraíso
rodeado de multitud de espíritus bienaventu
rados, y no morirá y a más, sino que con el Pa
dre y el Espíritu Santo vivirá allá, dónde ya no
hay ningún mal, sino .el bien solo, todo bien, hoy
mañana, siempre, eternamente.
— ¿ Y tú y a has estado en ese lugar?
— No, querido mío, pero tengo esperanza de
ir allá.
— Entonces ¿cómo sabes todas estas cosas?
— Las sé, porque nos las ha revelado Dios
y nos las ha confirmado el H ijo mismo de
Dios, cuando \úno a la tierra.
— ¿ Y eres tú en esto?
— Pues claro que creo:' ¿no quieres tú que
crea al Hijo de Dios que vino expresamente del
cielo para enseñamos estas cosas y mostramos
el camino del cielo?
— Si tú me aconsejas creer, creo porque tú
eres bueno y seguramente no me quieres enga
ñar.
— E l mismo Hijo de Dios, que se llama Je
sucristo, ha dicho que el que no quiere creer,
será juzgado y condenado al infierno, donde se
sufren toda dase de males por siempre jamás.
— ¡Oh! Y o no quiero ir al infiemo... con los
monstmos negros... Quiero ir ai délo con el
Hijo de Dios y contigo... creo... sí, creo cuanto
tú me dices que crea.
— Bien, pues debes creer también que Je
sucristo antes de subir al délo instituyó siete Sa
cramentos, que no son otra cosa que medios sen
sibles por medio de los cuales .Dios concede su
grada a los hombres. Ellos son como siete ca
nales que nos traen las aguas de sus gracias.
Uno es el Bautismo, que nos hace hijos de Dios,
hermanos de Jesucristo y herederos del Paraíso.
Sin el Bautismo no podemos entrar en el cielo.
— Mi padre me ha dicho que yo recibí el
Bautismo cuando era pequeño, muy pequeño;
pero yo no me acuerdo; ¿conque seré yo también
Hijo de Dios?
— Seguramente, y hemiano de Jesucristo, y
tienes derecho de ir al ciclo cuando mueras,
siempre que no ofendas gravemente a Dios.
— Y o no sé si lo habré ofendido... pero mi
padre debe saberlo.
— Si tií lo hubieses ofendido, basta que te
arrepientas y pidas perdón al Señor. Jesús ha
predsto también esta circunstancia y para ello
institU3*ó otro Sacramento: el de la Penitencia
o Conjesión...
Y así, 150C0 a poco le di a conocer todos los
Sacramentos. Cuando le expuse en qué consistía
el sacramento de la Corúesión;
— ¡Qué bueno es Jesús! obsen.’^ó; ¿y quién no
lo amará? ¿Por qué no le he conocido antes? ¡Lo
habría amado con todo mi corazón! Pero de hoy
en adelante lo amaré siempre, siempre... has
dicho que es mi hermano y ha muerto por mí...
pues lo amaré, siempre, siempre... — Y se enju
gaba una lágrima ardiente que surcaba sus
mejillas.
También se alegró mucho cuando le dije que
dentro de poco lo confirmaría, y que antes de
que muriera, el sacerdote le daría la IL\trema
Unción. Pero lo que más le impresionó fué la
doctrina sobre la Eucaristía. Lo veo aún, como
si fuera ayer, lleno de suave sorpresa, abriendo
ávidamente los ojos y l>ebiendo ansiosamente
las palabras de la exposición, y me parece oírlo
exclamando:
— ¿Cómo? ¿cómo? Jesús muestro alimento?
¿El lÜ jo de Dios comida nuestra? Esta es cu
riosa... Jesús bajo las apariciencias de un poco
de pan? ¡Qué bonito debe ser verlo!... )Y se
dejará comer de todos? ¿y también de mí?
— Seguramente, y no sólo se deja comer,
sino que en cierto modo nos obliga a hacerlo,
diciendo: « Y o soy el pan vivo que descendió del
délo; el que come de este pan vivirá eterna
mente. Mi carne es verdadera comida y mi san
gre verdadera bebida. El que come mi carne y
bebe mi sangre, en Mí mora y Y o en él... Y el que
no me come no tendrá la vida en sí mismo ».
Estas son palabras suyas. Como ves. El nos ani
ma a alimentamos con su cuerpo y su sangre,
lo desea, lo quiere y nos amenaza si no lo ha
cemos, nos amenaza con la privadón del pa
raíso.
— ^2A -— ¿ y tú lo crees? ¿crees que esto es así?
¿ Y has visto tú a Jesucristo en la Hostia?
— Y o creo como si lo hubiese visto, porque es
E l quien lo ha dicho y su palabra no puede en
gañar.
— Si así es, creo yo también. Tú tampoco me
quieres engañar. ¿Y cuándo me darás a Jesús?
— S i . estás bien dispuesto y lo deseas de
veras, te lo daré muy pronto.
Y continué visitándolo. Y naturalmente, la
conversación cayó sobre la vida de Jesús, sobre
su infancia, sobre su Madre, la Santísima Virgen
María.
— Ella, le decía, ama mucho a los niños como
tú; cuando uno de ellos la invoca, le escucha
y ayuda en sus necesidades. N o se ve pero se
siente su protección. Mira su retrato. Tómalo, te
lo regalo, pónlo al cuello con un cordoncito. —
Y así diciendo, le presenté una grande medalla
de María Auxiliadora. — Todos los que son de
votos de la Virgen Santísima se salvarán, por
que Ella los ama y protege como a sus verda
deros hijos.
— Ohl gracias, gracias: Vestido negro! tú no
acabas de darme regalos a cual más lindo.
¿Cómo te pagaré tanta bondad? ¡Oh! el hermoso
retrato de la Madre de Dios... Y o te agradezco
mucho y lo llevaré siempre aquí, aquí sobre mi
corazón. — Y lo besaba una y cien veces con
gran ternura.
Este día respondí también a su pregunta:
— ¿Y tú porqué eres tan bueno para con
migo?
Y lo hice, hablándole de la misión dada por
Jesucristo a los Apóstoles y a sus sucesores; le
hablé de la Palestina y de Roma, de S. Pedro y
del Papa, de Turín y de D. Bosco y de D. Rúa y
de todos sus hijos esparcidos por el mundo para
instruir á los hombres y salvar tantas almas se
pultadas en las supersticiones y la barbarie. El
buen muchacho se enterneció y lloró, y excla
mó:
— También yo. Padre, también yo haría lo
que haces tú si supiera lo que sabes y supiera
que un hombre ignora lo que yo ignoraba.
La última visita que le hice, tuvo lugar el 5
de agosto, fiesta de íítra. Sra. de las Nieves. Al
día siguiente cayó tan abundante nevada y los
caminos se cubrieron de tanto fango, que era
imposible transitarlos.
Hube, pues, de retardar mi visita hasta el 10
del mismo mes, y creo que fué una verdadera
disposición de la Providencia, para que el niño
— llamado Lorenzo González — pudiera hacer su
primera Comunión el día de su santo. Apenas
entré en la choza, el muchacho, contra costum
bre se echó a llorar.
— ¿Qué tienes, Lorencito? ¿te sientes peor?
— No, Padre, estoy muy bien; pero lloro por
que has tardado tanto. T ú me has engañado...
— Perdóname, amiguito, porque no he te
nido la culpa. Y a ves cuánto ha nevado estos
días... los caminos han estado tan malos, que
era imposible viajar. Ahora que el hielo los ha
consolidado, me he apresurado a venir, y aquí
me tienes, y estaré algún tiempo contigo.
— ¿Te has acordado de traerme el Pan del
Cielo, en donde está Jesús, el Hijo de Dios?
— Sí, amigmto m ío; conmigo lo tengo y te
lo daré. Pero antes recemos juntos para preparar
tu corazón a recibirlo.
— ¡Oh! sí, sí! estoy contento! Recemos, re
cemos para que J esús venga de buena gana a mi
corazón.
Y se arrodilló sobre su camilla, juntó las ma
nos y esperó a que yo le sugiriera las palabras
de prepiaración, que él repitió con vivo y sensible
fervor.
Colocando entre dos cirios sobre un altar im
provisado con cajones, el relicario de plata que
contenía la Hostia consagrada, acabé de pre
pararlo y le administré la Confirmación y la Sa
grada Comunión. Cuando vió la Santa Hostia
en mis manos, mientras yo decía: <1Domine, non
suni digntts iU intres sttb tectum meum... » fijó
sobre ella sus ojos sin pestañear, y con con su
rostro inflamado dejaba entender que anhelaba
recibir a Dios y estrecharlo en su corazón.
Y lo recibió llorando de alegría y de ternura.
No bien lo tuvo en su pecho, cerró los ojos y
cruzó los brazos sobre el corazón, tan fuerte
mente como si estrechase visiblemente a Jesús;
se dejó caer sobre la almohada con gran recogi
miento. Su -rostro estaba inflamado y tan bello,
que parecía un ángel. Las pocas personas que
estaban alU, decían>
— ¡No parece el mismo!
— ¡Mira qué hermoso continente!
— ¡Parece un ángel!
Tampoco yo había \*isto jamás un rostro tan
celestiahnente hermoso como el de aquel niño
cuando hubo recibido la Sagrada Comunión.
Estuvo largo tiempo absorto en Dios, sin hablar
con ninguno, en íntimo coloquio con Jesús,
rogando siempre con el corazón y con la mente.
Y o no me atreví a distraerlo de su unión con
Dios. Cuando se rehizo, no acababa de dar gra
cias a Dios que le había concedido tan gran fa
vor y deda:
— Creo, Señor, creo todas las verdades de la
Fe y os amo cuanto puedo.
Viendo que el nijil avanzaba, le administré la
Extrem a Unción.
jk
— 325 —
Cuando me despedí, se puso a llorar, me dió las
más expresivas gracias por el bien que le había
hecho y, segiin su costumbre, me recompensó
con un afectuoso abrazo.
Y yo — ruega por mí, le dije, ruega por mí,
Lorencito, cuando estés en el paraíso, para
que también 5’’o pueda ir contigo a gozar para
siempre de Dios, en compañía de María Santí
sima y de todos los Santos.
Me lo prometió, y:
— V'en todavía a verme pronto, añadió,
]X>rque tu presencia, Padre mío, me hace muclio bien; cuando tú estás aqm', no siento dolor
ninguno y mi corazón goza mucho, mucho. Oh!
si tú supieras cuánto te quiero! Tú me has en
señado las cosas del ciclo. ¡Hasta pronto. Padre,
hasta pronto.
— Hasta pronto, Lorencito, repetí en alta
voz, y añadí para mis adentros; O en esta mise
rable vida o en cielo.
Salí conmovido de aquel tugurio donde había
visto tantas maramllas, y continué pensando:
SDI
s aifiDUi
El acuerdo de publicar algunos de los hechos
prodigiosos atribuidos a la intercesión del V'enerable Bosco, lo hemos tomado tras maduro
examen para satisfacer vehementes y repetidas
ins' andas de los agraciados, y después de haber
sido debidamente autorizados.
Con ello no pretendemos prevenir el juicio de
la Santa Iglesia ni mucho menos contravenir a
sus disposidones sapientísimas, y así, volvemos a
protestar solemnemente que no damos a cuanto
se refiera, otra autoridad que la que merecen
atendibles testimonios humanos. Hijos del V.
Bosco, nuestra mayor gloria es ser liijos sumisos
y obedientes de la Santa Iglesia Católica.
He aquí una florecilla del desierto que los An
geles acogerán pronto para transportar al cielo.
Demasiado bella es para que sea digna de ella la
tierra: sí, es mejor que sea trasplantada a los
jardines del cielo, antes que vengan los hielos
y las tempestades de las pasiones.
Y fué esa la última vez que i>ude ver a mi
amado niño. A consecuencia de los magullamien
tos del viaje y del intenso frío, hube de guardar
cama jxjr varios días y me fué impo.sible volver
a verle. Supe que había volado al cielo el día de
la Asunción de la Sma. Virgen María, es decir,
cinco días después de su primera y última co
munión, y que había tenido una muerte envi
diable. L a Virgen Santísima, la dulce Madre de
Jesús, había querido tenerle consigo para cele
brar su triunfo.
M a yo r in o B o r g a t e l l o , Pbro.
Mis. Salea.
alai
una terrible fiebre tifoidea, reducida a tal es
tado, que ya los médicos desesperaban. La tarde
del 27 de junio se le administraron los Santos
Sacramentos, estando ya para morir. Dos dis
tinguidas damas de Poirino, sal>edoras del he
cho, dieron a la moribunda las imágenes de Ma
ría Auxliadora y de D. Bosco y comenzaron en el
acto una novena con la i)romesa de publicar la
gracia en el Boleíin SalesiaTto. Antes de terminar
la novena, la enferma mejoró y en breve se res
tableció completamente.
Poirino, 5 de octubre de 1913.
Los consortes B a r b é r i s , Afaestros.
II.
I.
D e m uerte a vid a .
Los infrascritos elevan de lo íntimo dei corazón
on himno de gratitud a María Auxiliadora y a
D. Bosco, por la prodigiosa curadón de su hija.
Más de un mes llevaba de cama, enferma de
Dos años hace que una sobrina mía cayó gra
vemente enferma. E l médico dijo que se trataba
de una inflamación intestinal, le prescribió al
gunas medicinas y , agravándose más el mal,
multiplicaba sus \*isitas. L a pobre criatura,
después de 15 días de atroces sufrimientos, ha
bía llegado a tal estado, que el médico la declaró
« *
--
próxima a la muerte. Figúrese cada cual ú dolor
que experimentamos su madre y yo, tanto más
que se me acusaba como a causa de ta l desven
tura. No sabíamos ya a qué santo encomendar
nos y el peligro aumentaba, cuando Dios nos
envió providencialmente una reliquia del V.
D. Bosco, en un billetito donde estaba la novena
que debía hacerse. Con gran fe tomé la reliquia
y la coloqué debajo de la almohada de la mo
ribunda y con la confianza de un niño en la
propia madre, supliqué a María Auxiliadora y
D. Bosco de dignaran escucharme no mirando
mis deméritos, y también para evitar los duros
reproches de mi hermana y mi cuñado. Y arro
dillada al pie de la cama de la enfermita, empecé
la novena. No había acabado de rezar los tres
Padrenuestro, cuando la niña se sacude, cambió
posición, y con una dulce sonrisa como cuando
estaba sana, se durmió. Se despertó la mañana
siguiente y sentándose empezó a decir: « Mamá,
ven a vestirme, quiero ir a jugar con los otros
niños
Y vestida que estuvo, con admiración de to
dos, corrió alegre a divertirse en el patio, como
si jamás hubiera estado enferma. ¿Xo es este un
favor extraordinario?
'
¡Viva I). Bosco, a quien guardaré eterna gra
titud 1
Cast«ll’ Alfero d'Asti, 6 octubre 1912.
Ida S e r r a .
C u ració n del tétano.
Cayó mi hija Gina de una planta, en un lugar
solitario y sólo después de tres días la encontra
ron con el cuerpo rígido. Fué llamado el médico
y declaró que se trataba de un caso de tétano.
Se la llevó al hospital; una estaca le había que
dado metida en la carne hasta entonces. Se le
extrajeron, y a las pocas horas, la infeliz perdió
el sentido sin dar señales de vida. En este es
tado permaneció cuatro días. Todos la tenían
por muerta.
'
Mi padre, apenas conoció la gravedad del
mal, interjiuso la mediación del Vble. Bosco.
ante María Auxiliadora, enviando una oferta y
exhortándonos a todos a tener igual confianza
en Dios. Lo que hice no sin éxito, y debo ahora
darle rendidas gracias, porque al cuarto día mi
hija volvió en sí y empezó la convalecencia.
He mantido mi palabra al Vble. D. Bosco, en
viando al Santuario de M aría Auxiliadora mi
—
oferta, y ahora cumplo el coraprimiso de darle
públicas gracias en el Boletín.
Sirva este favor (si fuese necesario) para pro
bar que María Auxiliadora dispensa muchos fa
vores per intercesión del V. D. Bosco.
S. Pedro in Cerro, 5 mayo 1913
A l b in a
de
P arm a.
C urado instantáneam ente de herisipela.
E n el mes de marzo p. p. enfermé de herisipela
y durante un mes se fué agravando más y más,
produciéndome gravísimos dolores. Viendo que
todo era inútil, me dirigí al Vble, D. Bosco ro
gándole me curase o a lo menos me alcanzase las
fuerzas necesarias para sufrir con paciencia la
enfermedad. E l primer día no tuve ningún re
sultado; pero al día siguiente lo invoqué con
más fe y le supliqué vivamente: « ¡Oh D. Bosco,
vos que durante vuestra vida estuvisteis tan
íntimamente unido a María Auxiliadora, y de
Ella nos alcanzabais tantas gracias, no os hagáis
sordo a mis súplicas, curándome del mal o al
canzándome la fuerza de sufrir con mérito
esta enfermedad! »
En ese instante, siendo media noche y hallán
dome despierto como ahora, veo a D . Bosco de
lante de mí, y con gran bondad y dándome una
grande alegría, con la cabeza me hizo señal de
que había sido escuchado. Y desapareció.
Desde ese momento me sentí libre del mal y de
todo dolor, no quedándome sino el efecto de la
larga enfermedad, es decir, la debilidad; pero
pude inmediatamente comenzar a alimentarme,
y al segundo día ya pude levantanne, adqui
riendo siempre mayor fuerza, de tal manera
que, mientras durante la enfermedad desespe
raba de poder volver al trabajo, ahora me en
cuentro fuerte y robusto como si nada hubiera
pasado por mí, antes bien, mejor que nunca.
Habiendo narrado el hecho a D. Rúa, me
mandó que para gloria de Dios y honor de su
fiel sier\’o D. Bosco, hiciera la relación, lo que
cumplo ahora, después de haber cumplido mi
promesa de mandar celebrar una Misa.
Tnrin, ao de junio de 1909.
Ju a n M o s c a .
EL CULTO
de María ítuxiliadora
N6s tenemos U persuasión de que. en las vicisitudes deUresas de los tiempos
que atravesamos, no nos quedan más consuelos que los del Cielo, y entro estos,
la poderosa protección de la Yirien bendita, que tud en toda tiempo el Auxilie
de les Cristianos.
n o x.
PENSAMIENTOS.
La devoción a Nuestra Señora es para el alma
como la respiración para el cu erpo: señal y causa
de la vida.
S. Germán.
María es astro y norte que guía nuestra nave
a puerto seguro.
.S. Bemardino de Bustos.
Es el arca en la cual encerró Dios todos los
tesoros de misericordia, de virginidad y de sa
biduría, tales cuales solo Dios podía darlos y
en la medida que una creatura podía recibirlos.
S. Antonino.
§
f e
de los Salesianos estuvieron! a dos dedos de la
muerte, pues la exhalación ios dejó por uu mo
mento desvanecidos por el olor asfixiante de azufre
que dejó a su paso. D e todo nos hemos lilnudo,
gracias al Sagrado Corazón de Jesús y a nuestro
pararrayos, María Auxiliadora, que está en la cum
bre déla fachada de nuestro edificio. No quedó
más desperfecto que el agujero del techo y de la
pared para testimoniar una vez más el poder de
Aquél que toca las montañas y humean, y su mise
ricordia infinita en ponemos sobre aviso que de
mía señal suya penden la vida y la muerte, y que
por lo tanto hemos de estar siempre preparados.
Huesca, 7 de Setiembre de 191.V
T o m á s N e r v i,
Piro. Salesiano.
E s verdadero A uxilio de los C ristianos!
Gracias de María Auxiliadora.
=
~
=
V iv o por gracia.
He recibido tina gracia señaladísima que yo
atribuyo al Sagrado Corazón de J esús y a la inter
cesión de la que es el poderoso Auxilio de los Cris
tianos.
El día 3 del corriente, a eso de las 9 de la noche,
se desencadenó una espantosa tormenta sobre
esta ciudad; los relámpagt» y truenos fueron au
mentando cada vez más vivos y más violentos
hasta las diez ttiár o menos; cayeron varios rayos
sobre la ciudad y uno de ellos sobre nuestra casa;
se descargó con tal violencia que traspasó el tejado
y la pared y fué a parar a mi cuarto, en dirección
a la cabecera de la cama, carbonizando el hilo
eléctrico y dejando a su paso una horrorosa huella
de n ^ ro y azufre. Eran las diez menos cuarto
cuando esto sucedía, y yo por nna feliz inspiración
o mejor, gracia di\'ina, no me había acostado como
de costumbre, y me encontraba en la Capilla del
Colegio. Debo también hacer «>nstar que algunos
Con el más vivo ent iLsiasmo y sincero agradeci
miento hago públicos los muchísimos favores <¡ue
María Auxiliadora me ha dlspeinsado en el año (jue
acaba de tenuinar.
E l 27 de agosto próximo pasado por la tarde
caí gravemente enferma y en circmistancias bien
tristes f>or encontrarse mi es|X}so unsente, y como
el país estaba en revolución, no jxxlíaél venir a mi
lado ni siquiera recibir uoticias míos, ])u&s la ciudad
donde a él le había sorjircndido la revolución estaba
completamente incomunicada con la ciudad donde
yo me encontraba eníemia. Viéndome en tantas
angustias invoqué con fé viva al Sagrado Corazón
de Jesús, a María Auxiliadora y a San José pi
diéndoles no me dejaran morir de aquella enfer
medad. E l 28 amanecí peor y me dijo el doctor
que me asistía que el único medio de salvarme era
someterme a «na operación. Yo, aunque contra
mi gusto, tuve consentir, pero antes me encomendé
a María Auxiliadora y me preparé a bien morir.
Fui operada y la operación tuvo el éxito más feliz;
no tuve ninguna complicación y pocos dias después
fui declarada fuera de p>eligro.
E n el estado en que yo me encontraba cualquiera
-
3^8 -
impresión podía cansarme la muerte instantáneamente, y süi embargo en los once días que perma
necí acostada llevé sustos a cada momento sin que
me hicieran el menor daño.
Ivl 8 de Setiembre recibimos la orden todos los
habitantes de la jxjblación de desocuparla, porque
estando ya minada, era peligroso permancecer
en ella; ese día me levanté por primera vez y tuve
el descoJLsuelo de convencerme de que ne podía
andar, y como me era imjw.sible la salida, me resigné
a esperar a(]uí lo ejue Dios quisiera enviarnos. Pero
como la fé se aviva cuando el peligro crece, puse
toda mi confianza en la Santísima Virgen María
Auxiliadora y lilla nos salvó de todos los peligros
y socorrió todas nuestras necesidades; desde los
principios de Setiembre habían cortado la cañería
y ya no cutral • agua a la ciudad, pero a nosotros
nunca nos faltó, pues milagrosamente se conservó
la ix>ca qrie teníamos hasta el fin de la guerra.
K 1 8 de Setiembre atacaron por primera vez esta
plaza, el fuego duró dos o tres horas, pero aimque
la.s bulius pasaban jxjr millares sobre nuestra casa,
ni una .sola cayó en ella; el 13 enq>ezó el bombardeo
(|ue duró tre.s días y el 15 atacaron de nuevo esta
ciudad emixízando el fuego como a las 6 se la m a
ñana y concluyendo a las .j de la tarde; todo ese
día, que fué tan angustioso, lo pasamos con la
Imagen de María Auxiliadora en vela, e invocándola
a cada momento; y lo mismo que la primera vez,
lilla nos salvó de todos los peligros; el 16 sitiaron
esta ciudad, los alimentos se escasearon, yo no pude
ya encontrar ningún alimento de los que necesitaba
cu mi estado tan delicado, y desde entonces empe
zamos a pasar hambres, pues lo que podíamos con
seguir era ]X)CO y malo, pero María Auxiliadora
(juiso conservamos la salud y a pesar de aquella
alimcutación tan escasa y tan mala y a la que no
estábamos acostumbrados, ningima de no.sotras
tuvo la más ligera enferaredad.
lil 26 empezó de nuevo el bombardeo sobre esta
ciudad pero ya de una maiiera terrible y causando
numerosas víctimas; el 28 en la mañana estalló una
granada en una de las piezas de mi cosa, desbara
tando la puerta y caitóaudo serios desi^rfectos en
las paredes, pero felizmente nadie se encontraba
allí. K 1 29 entró otra granada en la nüsma pared
de mi casa, i>ero allí se enterró sin estallar.
lintouces comprendimos llenas de terror que
estábamos cu \mo de las lugams de mayor peligro,
pues imc.strn casa queda a una cuadra del cuartel
y tenítumvs al frente \ma trinchera qxte se veía
<lel camiMi enemigo; así es que las granadas eran
Umzadíxs directamente sobre nosotros; pero ni así
nos rx\st>lvii\ias a dejjir nuestra casa, pues no había
ningún lugar cu la ciudad que estuviera enteramente
líbre do peligro. Esa misma noche del 29 horrori
zada yo |xir las muchas víctiiuas que había habido
esc día y llena de temor por lo que a nosotras pudie
ra siKXHleruos. prometí a María Auxiliadora, si nos
libraba de la mxierte. publicar el milagro, llevar xma
limostxa a los Salcsíanos y otra a las Hijas de
María Auxiliadora que acababan de establecerse
en la vecina ciudad de Granada y conxxilgar 24
\*eces en la fecha 24. y desde ese monxento no me
separé de una imagencita de María Axxxiliadora
que venero hace y a muchos años.
E l 2 de Octubre como a las 8 de la noche estando
en el lugar que nos parecía menos peligroso. vi venir
xma granada, pero tan rápida y certera, que yo
levanté la Virgencita pidiéndole que nos salvara; en
ese momento oímos xma detonación horrorosa sobre
nuestras, cabezas 7 cayó sobre nosotras xma lluvia
de pedazos de teja y de cuartanos y envolvió
xma nube de polvo asfixiante y acre; cuando éste se
disipó xm poco, volví a ver la hamaca en que estaba
mi madre y la v i inmóvil; lo que pasó por mí en
ese momento no puedo describirlo, fué xm instante
de suprema angustia, pues creí que mi madre estaba
muerta, j>ero felizmente pronto nos convencimos
de qxxe no estábamos m golpeadas ni heridas, sali
mos al corredor pues allí se encontraban como diez
personas texmidas, porqxxe estaban comiendo y a
su lado de ellas cayó la granada dejándolas ilesas.
Cuando entraron las personas que estaban en
la trinchera a pregxmtar si algxmo había muerto, nos
llamaron la atención sobre el peligro que habíamos
corrido, pues la granada rompió el techo donde está
bamos mi madre y yo, pasó sobre mi cabeza rom
piendo la pared y rompió el techo del corredor que
es mucho más bajo, cayendo sobre xmas maderas
sin estallar. Cuando la levantaron nos dijero qxie
era xm verdadero milagro que no hubiera estallado,
pues tenía todas las señales de que había estado
a pxmto de estallar.
Las tres roturas que caxxsó la granada son para
mí tres monumentos que me recordarán siempre
el poder y la bondad de la Santísima Virgen María
Axrsiliadora. Toda esa noche siguió el bombardeo
y yo rogxxé sin cesar a María Axxxiliadora me ilu
minara lo que debía hacer, pues aquí corría peligro
mi vida y hasta podía perder la razón de un sxxsto
estando ya tan débil y tan nerviosa y temía mucho
si abandonaba la ciudad, que el viaje me ocasionara
la muerte.
A media noche nos avisaron que las pocas fa
milias que había eii la ciudad estaban saliendo,
pues ese día se esperaba el ataque; a las tres de la
ixxañana salimos de nuestra casa y a las cinco aban
donamos la ciudad imnmierables personas. Hxiinanamente hablando, este \-iaje debía haberme
ocasionado la nxuerte, pues anduve más de xma
Icgxxa a pié, ensegxxida en carreta, después en
tren y más tarde en coche, desde las tres de la ma
ñana en continuo movimiento hasta las siete de la
noche en que txxve la dicha de encontrar a mi espo»
después de más de dos meses de no tener ni noti
cias de él.
Otros muchos favores recibí en este tiempo de
^^aría Axxxiliadora; pero que no le prometí ni debo
hacerlos pxxblicos, pero que vix*irán en nxi corazón
eternamente.
Publico estos beneficios para cumplir la pro
mesa y para animar a todos a recurrir con fé a
María recordando aquellas palabras de San Ber
nardo: que nadie ha sido nxmea desoído de laVirgen
^lasuya (Nicaragua), mayo de 1913.
E
m i l i .^ ñ o ñ e z d e
Solórzan o.
— 32<3 —
Belén.— Hace un mes enfermó gravemente de
mciola mi hijo de 3 años y 10 meses de edad,
)• en pocos días se le cambió en bronco-pulmom'a
doble. £ sta desgracia sumió en la consternación a la
familia. Llevé la niña al hospital y la confié a las
cuidados maternales de las Hijas de la Caridad y
del Dr. Henry.
Pero desgraciadamente la niña se agravó de tal
suerte, que se perdió toda esperanza de salvación.
Esto era el 23 de junio,víspera de S. Juan Bautista.
Desalentado, pues y a toda esperanza era vana,
esperaba de im momento a otro la desgracia, cuando
idno a verme im Salesiano, y sabiendo la causa de
mi dolor, puso al cuello del eufenuito una medalla
de María Auxiliadora y me recomendó hiciera una
novena en su honor. Además prometí publicar la
gracia si E lla me la concedía, y no contento con
la oración en familia, supliqué al buen Padre que
hiciera rogar en el Orfelinato Don Belloni. Así lo lu
cieron y al día sigueinte los huerfanitos imploraron
la salud de mi hijo ante el altar de María Auxilia
dora, en la capilla del colegio. También unieron sus
oraciones los Padres Franciscanos y otros reli
giosos.
Oh! gran poder de la Virgen María! Desde el
primer día de la novena, el niño comenzó a mejorar
y al quinto estaba conjurado el mal. Actualmente
goza de una salud en\'idiable, por lo cual doy ren
didas gracias a María Auxiliadora.
¡O h ! vosotros todos los que sufrís, acudid a
María Auxiliadora, la Virgen de Don Bosco y sin
duda seréis consolados.
G ir ié s J a co b .
C o lta (Ecuador). — A principios de Agosto de
este año, atacóme tal irritación, que pareaame lle
gaba el fin de mi \’ida; pues que eran horribles los
síntomas que j>oseía. En tales circmistancias, elevé
mis plegarias a mi poderosa Auxiliadora, ofrecién
dole una misa en acción de gracias y además una
prequeña limosna si me concedíael restablecimiento.
|0 h portento de mi M adre! Ráijidamente sentía
mejorar, y hoy me encuentro sano. Un cuya virtud,
me apresuré en cumplir mi promesa referida. <jue
consistió también en publicar la gracia de Aquella
que sabe acudir cuando la invocan.
Hoy, pues, no sólo me honro en declarar que
fui alimmo del Colegio Salesiano de Riobamba, sino
que soy Cooperador de sus Obras.
T om as B. O lk a s
C ó rd o b a (España).— Hace algimos meses que
me hallaba en mi grave apuro: yo ni tenía medios
de salir de él, ni por más que discurriera, encon
traba el modo de procurarlos.
En tan angustiosa situación, me encomendé a
María Auxiliadora y le hice una novena en la
segura asnfianza que me ayudaría, como ha hecho
siempre que he recurido a Ella.
En efecto: a los pocos días de terminar la novena
recibí lo que necesitaba por un conducto tan ines
perado y de una manera tan prodigiosa, que no
puedo atribuirlo a nadie má»; que a la intercesión
de Nuestra Señora, por lo que cumplo lo que pro
metí. dando el estipendio para que apliquen una
Misa en su honor, rogando que hagan público en
el Boleiin Salesiano tan señalado favor en testi
monio de gratitud a María Auxiliadora, y con el
objeto de fomentar la devoción hacia Ella.
21 de abril de 1913.
M a r ía d e t. a C on c epc ió n G on x .v i.e z .
C a b e za del B u e y (Eí?paña). — Inés Arias y
Núñez de 10 años de edad, estuvo j>or eajjncio de
15 días en hemorragia de sangre por las narices
y vómitos de sangre, .sin sal>cr lo.s médicos, cuáles
serían las causas, aj>csar los reconocimeintos facul
tativos. Durante los cuatro días últimos se agravó
de tal forma, que s\i madre no ^•ió más recxirso <pie
María Auxiliadora. Kncomendándase y ]>oArándose
a s\is plantas, pidióle con fer\-or salvara a su niña.
E l día 24 por la tarde, estando de gravedad la
niña lé vino mi vómito muy fuerte, y cuando .se
temía mi fatal desenlace, quedó la niña relativa
mente bien. Gracia bien patente de María Auxilia
dora; y sus padres en acción de gracias, le mandan
una Imiosna a María Auxiliadora y desean ejue se
publique este favor en el Boletín Salesiano.
29 junio 1013.
L u c io A rlas y M a t il d e N u ^íe z .
C h a r a lá (Col.).— Hallándonos en im campo en
nuestra casa de habitación, como a eso. de las tres
de la tarde, una violenta tempestad nos amenazaba
terriblemente. E n semejante trance rae acordé de
la Virgen Sraa. de los Auxilios, mandé a una niña
que colocara un medallón de esta imagen en la ven
tana de la alcoba donde dormía otra iiinita de un
año. Ella colocó la medalla y rezó el Magníficat
y volvió junto a mí: la niña que acaba de llegar y
cae una centella e invade ca.si toda la casa. Corro
llena de profundo dolor a ver la niña (¡uc creía
perecida ¡«njue una chtsjja e.stuvo junto u ella: la
llamé y se despertó; .seis personas fueron libres de
este desastre. Carezco de expre.siones suficientes
para dar gracias a Nuestra Celestial Madre ])or este
insigne favor; lleno mi cora//m de ctenio ^ la d e
amiento a mi Madre de los Auxilios, ofrecí publicar
este milagro.
J u n i o d e 1913 .
F I.O R E N T IN A
DE v
S a R M IE S T O .
Den tsmbleii tracias 1 M'arfs Aaxiiladora y envían ■ ■
lim otna:
Alba (It.) — D. Félix Marmo, por gracias reci
bidas, 10 frs.
Barranquilla (Col.). — D. Luis M. Ibáñez y se
ñora, por la curación de uno de sus hijos.
Buenos Airea (R. A .). — Da. M. Z. Ardoy por
un señalado favor.
Cali (Col.). — Da. Petrona Mafia de Ramírez,
D. Eustoquio Porras, D. Ernesto Castillo, Da. Te
resa Cuevas Vásquez, Da. .Mercedes Tello, D. Gre
gorio Jiménez, Da. Evarísta Ayala de Alvarez, Da.
Ernestina Charria B .— Una hija de Maria, por favoses y gracias recibidas. D. .Miguel Cheng, por la
salud de dos hijos suyos.
— 3.10
Curiti (Col.). — D. Ignacio V . Díaz, Pbro. por
haberle devuelto el sentido a un moribundo para
poderlo confesar.
Gimbita (Col.). — D. Luís E. Ramírez por un
gran favor.
Granada (Nic.). — D. José Dini, Pbro. Da. Domitila Morales, Da. Juana Gutiérrez, Da. Matea M.
V . de Gutiérez, por gracias y favores.
Junia (Col.). — D. Antonio Ortiz Veiasco. id.
La Corufta (Esp.). — D, E. U. por su visible pro
tección en todos los asuntos que le enconuenda, y
envía en varias remesas 76 ptas. para su culto.
Lehman. D. Emilio Olivier, por la salud de su
señora.
Málaga (Esp.). — M. M., por liaber devuelto la
Puerto Tejado (Col.). — Da. Damiana Romero,
por id.
Popayán (Col.). — D. Joaquín Negret, por varios
favores 5 frs.
Ortega — Da. Sebastiana Benítez, por varios fa
vores.
Salao (Col.). — Da. Vicente Carvajal de Espinosa,
por la salud otorgada.
S. José (Col.). — D. Mario Pinilla, por un favor,
S. Marcos (Nic.). — D. Francisco A . Campos y
Sra. Da. María V . de Arévalo por una grande gra
cia a su hijo único.
S. Vicente (Col.). — Da. M. Antonia de Gómez,
D. Luis Osorio, Da. Nicolasa Dorán, Da. Rafaela
de Pinilla, por gracias recibidas.
Los nuevos Misioneros Salesianos.
salud a un hermano suyo y por otro favor. — Id.:
O. P.Vda.tle H. ll.. por un grandi.simofavor y da
300 pías, de limosna para el Asilo de S. Barto
lomé. — Id.: J. Ramírez, por un gran favor del
que dependía la suerte de su familia, y da 20 ptas.
de limosna.
Mendoza (Arg.). — C. C. T . por un favor reci
bido; lím. 10 pesos.
Mercadal (Esp.). — H. P. M., por haber de
vuelto la paz a su familia.
Morales (Col.). — Da. Evangelina Lacumi, Da.
Rafaela Ocampo de C.. Da. Bernardina Veiasco de
N., Da. Rosario N’elasco, Da. Eudoxia Mera de V.
Da. Dolores Chacón de G., D. Teodoro López, por
gracias y favores.
Orense (Esp.).— Da. Constantina Sobrinho, por
un favor recibido.
Palma (Esp.). — Un devoto por un favor.
Sinácota (Col.). — Da. M. Josefa de Gómez, por
la curación de su esposo.
Tumaco (Col.). — Da. Mercedes d e C . Leeder y
Da. Vicenta de Manzi, por favores y gracias recibi
das. Da. Julia A . Campos W. por un favor señalado.
Yamundi (Col.). — Da. Mercedes Bonilla de Her
rera, Da. Paulina Sardi, Da. Elvira Herrera de Her
nández por varios favores obtenidos.
Zarzo de Tajo (Esp.). — Da. Francisca Belendren. Da. Celedonia G arda, D. Eugenio García,
por gracias recibidas.
PIDEN ORACIONES
a sus cofrades los Cooperadores:
D. T . I. R. por la conversión de un ser caro •
su corazón. D. Raimnndo Díaz, D. Domíciano Pa
redes, Da. Dolore.s Izquierdo, D. M. Ayala.
1
POR EL NUriDO SflLESISNO
fíuc^fros ^isioncro^.
Con algún refuerzo de personal, aunque no
con todo, ni mucho menos, el que necesitaban,
se han embarcado ya para sus respectivos des
tino, los jefes de misión: unos han ido a la
China y la India, otros a La Patagonia, otros
a Colombia, Venezuela y Curasao, éstos al
Perú, Ecuador y Bolivia y quiénes al Matto
Grosso - Brasil.
Estos últimos, capitaneados por el infatigable
P. Slalán, llevan consigo, de retorno a su Pa
tria, al indígena Tiago (Santiago) Márquez,
inteligente y vigoroso joven, traído a Europa
por el P. Malán, en premio de su correspon
dencia a los desvelos de los Misioneros. Tiago
tiene 17 años, pero revela por lo menos 20:
alto, fornido, esbelto, llevando en los ojos y
en la boca y en el color moreno de su tez,
el distintivo de la raza, una raza fuerte y no
contaminada de la malicia, ha llamado justa
mente la atención de todos cuantos le han
visto en París, Lyón, Marsella, Roma, Turín,
Milán etc. por su trato culto y su envidiable
despejo. Habla corrientemente el portugués,
el francés y el italiano. ¡ Y pensar que sin el
auxilio de los misioneros, vagaría, salvaje, por
las selvas! Tiene vivo a sus padres y se
hallan en la Colonia del Sagrado Corazón.
La vista de Tiago Márquez es por sí sola
una apología de las Misiones Católicas. Así lo
comprenden nuestros Cooperadores y se alegran
de cooperar a obra tan excelsa como la civi
lización de los pobrecitos salvajes.
BOGOTÁ (Colombia). — El Primer Congreso
Encarístico Nacional. — H a sido un triunfo, tm
verdadero triunfo de Jesucristo, Soberano de las
Naciones. Cuanto se diga, será siempre poco y no
llegará a dar ni siquiera una idea pálida de la rea
lidad. Congregarse em Bogotá, en aquel, admirable
si, pero al fin altísimo • nido de águilas * (2640 ms.
sobre el nivel del mar), miles y miles de Congre
sistas de lodos los ámbitos de la Nación, con
los Prelados al frente, vario.? de los cuiUe.s. ya de
avanzada edad, han debido hacer viajes largos,
hasta de un mes. parte en tren, parte en buques
o barcas, parte a caballo, a través de río? iuiueusos,
de llanuras ardientes, de bosques espesísimos, de
montañas abruptas, es cosa que demuestra un
entusiasmo grande, mi amor profundo y activí
simo. Y no podía ser menos: Colombia es un jiueblo
que ha conser\-ado, como preciosa joya, como re
cuerdo sagrado, el legendario carácter de lo.s Espa
ñoles del siglo X V I, con su fe inquebrantable, con
su valor indomable, con su generosidad rica en recur
sos y sacrificios. Y a esto debe su vida y su relativo
bienestar en medio de tantas luchas, de tantas
pruebas, de tan dolorosas sufrimientos como ha
debido llevar; y en esto está también su grandeza,
la simpatía que su solo nombre inspira en todas
partes, y en esto está también, digámoslo clara
mente, porque así lo han reconocido sus prohombres,
en esto está su por\*enir.
E l nombre de Jesucristo Rey,, de Jesús Amor, to
cando íntimamente las fibras de ese pueblo, lo ha
levantado, sin esfuerzo, en movimiento unánime
de amor y adoración, como decía uno de sus ora
dores, de manera que hoy parece que vuelven a
brillar las róseas auroras entrevistas ix>r su fun
dador cuando soñó despierto .sobre el Chimborazo,
mirando precisamente hacia la Nueva Granada,
hacia esa Colombia, que hoy, nueva, joven y vigo
rosa, libre y cristiana, entona, en coro unísono,
un hosanna que repercute fuera de los patrios
linderos y llega, como mensaje de amor, hasta la
morada del augusto Jerarca de la Iglesia, amigo
de Colombia, oveja tal vez pequeñuela, j)cro fiel,
de la inmensa grey de Cristo.
Así es seguramente, porque sus ecos nos llegan
hasta aqm', hasta Turín, y hacen vibrar de júbilo
nuestros corazones.
Colombia desbordó su entusisamo por ♦ J esucristo
Soberano de las naciones », en asambleas nutridí
simas, en procesiones utunerosas y llenas, y sobre
todo, en comuniones innumerables y fervorosas
y en obras exquisitas de caridad y religión.
Todos los elementos tomaron parte en ese inol
vidable plebiscito de fe y amor; los Pastores de la
Iglesia y el Presidente de la República, el Oero
secular y regular, las vírgenes consagradas a la
enseñanza v la caridad, los Poderes públicos, la
Magistratura, las Cámaras l^islativas, el Ejército,
el Comercio, el pueblo, todos, todos; y esto con una
espontaneidad maravillosa, porque la afortunada
república, tras im siglo de luchas, de sangre, de
— .-Í32 —
easayos, ha comprendido que «la libertad y la gran
deza de un pueblo no están solamente en lomaterial,
sino sobre todo cu lo intelectual y en lo moral y en
la seguridad de vivir tranquila y ordenadamente
al amparo del derecho, así en el seno de la familia
como en la sociedad civil y política ».
Por eso la Nación, que se considera y es — porque
lo ha demostrado con los hechos más de mía oca
sión — baluarte de la libertad, ha proclamado la
soberanía social de Jesucristo. Uno de sus oradores,
no sacerdote ni religioso jx>r cierto, sino jurista
y diputado, exclamaba: v Mucho importa conser
var y culti.var con esmero y aumentar cuanto sea
posible todo lo (|ue hemos alcanzado en la ciencia
y en las artes, en la administración, en la educación
popular, en los progresos niaícriales, en los avances
de la industria y del trabajo; pero hay algo que
está j)or sobre todo esto, y es el imperio de Jesucristo
en la marcha de las naciones y en los destinos de los
pueblos. No es dable prescindir de E l en el desen
volvimiento de las cosas humanas, ni solicitar
lejos de ICl la fuente de la civilización, ni echar
lejos de su infhijo las bases de la grandeza nacional *.
Con razón esperan de Jesucristo los Patriotas
colombianos, « la armonía de las voluntades en un
ideal supremo, annoiiía que constiüiye la unidad
de los ciudadanos en el amor de la Patria ».
Todo esto es para coiLsolar y alentar a los que
trabajamos por el reinadd de Jesucristo en el
mundo. Y acontecimientos como este, aunque
materialmente desarrollados allá en un rincón de
los Andes, moral mente se desarrollan en el mundo
entero, y nos compensan sobradamente de las injxirias y persecuciones y caliuunias y de la guerra
toda rjue se nos mueve y se mueve a Jesucristo,
cjue qxtieran o no quieran las potestades inferiores,
ha de triunfar necesariamente y establecer en
todo el mundo su reinado didcísimode amor. ¡Bien
por Colo3ubia!
*
Bien f|uisiéramos dar una idea exacta de los
actos del Congreso, pero nos es absolutamente imjiosible y ademas, >abemos (pie se están impri
miendo las actas del mismo. Diremos solamente
algo de la parte que tomaron los Salesionos, como
no podían dejar de hacerlo, siendo hijas del Vble.
Bixsco, y por lo mismo, entusiastas y patriotas.
Durante todos los días del Congreso, es decir,
del 8 ul I de septiembre, hubo ExIx^sición solemne
en la iglesia del Cíumcn, colegio de I<eón X III.
K 1 9 hubo en la Catedral Basílica una Comunión
general de las Socios y Socios de la Archicofradía
de Marín Auxiliadora y las Hermanas de la Co
munión reparadora de la iglesia del Carmen,
anexa al Colegio Solesiano. de los Cooperadores
Salesianos, Alumnos y ex-aluituios del Colegio y
del Oratorio festivo, Alumnos y ex-alunui;is de los
colegios de las Hijas de Mana Auxiliadora y de
varios otros colegios. Celebró la Misa el Hxemo. Sr.
Cayeedo, Arzobispo de Medcllín y la Schola Caníoñtm del Colegio León X III ejecutó los Motetes.
Tmego se bendijo el estandarte de María Auxilia
dora y se trasladó solemnemente a la iglesia del
Carmen.
Ix)S colegios reunidos cantaron antes y después
de la Misa el * Himno a Jesucristo ».
A las 12 hubo, misa con Trisagio. A las 15^
sermón eucarístico y bendición solemne, dada por
el limo, y Revmo. Sr. Guiot, Vicario Apostólico
de las Misiones de San Martín.
Por la noche tuvo lugar una gran velada músicoliteraria con disemsos y poesías, himnos y cánticos,
todo eucarístico, y proyecciones ilustradas sobre
S. Tarcisio, primer mártir de la Eucaristía. El
discurso del Rev. Sr. Director de la casa, D. Er
nesto Briata, sobre «L a Eucaristía y la sociedad »,
y el magistral soneto del eximio literato D. An
tonio Gómez Restrepo, son dos piezas de alto valor
literario y teológico.
En la gran procesión de niños y en la inmensa
procesión final tomaron notable parte nuestros
alumnos y oratoriaiios.
Asimismo, la Escolanía del Colegio León X III
tuvo el alto honor de ser la escogida para cantar
en la Catedral basílica, por elección imánime y a
propuesta del organista de la misma.
Otros actos importantes realizaron los Salesianos,
sus almnnos y cooperadores en esos benditos días,
presidiendo Exemos. Prelados y encendiendo el
fuego sagrado del amor en muchos corazones.
Enríe otros, recordaremos la velada músico-lite
raria que tuvo lugar el día 12 por la noche, con la
representación de la tragedia S. Eustaquio. Tam
bién declamó una poesía el y a anciano pero no ago
tado vate D. Enrique Alvarez Bonilla; como ^jedagogo y admirador de Don Bosco, cantó « al Ven.
Juan Bosco y los niños ».
Sobre nuestro escritorio tenemos el programa
de las funciones y actos del colegio León X III
con ocasión del Congreso. Tipográficamente es
un trabajo artístico de mérito, y el contenido
demuestra que no insignificante fué la parte to
mada por los Hijos del Ven. D. Bosco en ese triunfo
de Jesús Sacrametado. De todo sea gloria y ala
banza a El, que es nuestro Centro y nuestro Todo.
Sentimos que la estrecliez del espacio no nos per
mita ser más precisos v completos.
Hacemos votos ardientes porque la República
de Colombia, que parece ser la predilecta del Co
razón de Jesús, acaso porque es la que más varo
nilmente le lia acompañado en la ascensión al Cal
vario, prosiga siempre, con no intemmipida cons
tancia, por el camino emprendido, de manera
que viéndola grande y poderosa, respetada y rica,
podamos mirarla cual modelo, y mostrándola como
ejemplo, decir; Ved ahí cómo se elevan los pueblos
ipie comienzan por proclamar la soberanía social
de Jesucristo ».
GUADALAJARA (Méjico). — Exposición de las Es
cuelas Profesionales. — Los diarios hablan con en
tusiasmo de una exposición escolar de las E ducías
Salesianas. Véase, p. ej. este recorte de t E l Diario
Occidental »:
No puede ser mejor la impresión que se recibe
al observar los trabajos presentados por los alumnos
y en los cuales se revela ya la Tnann del buen obrero
que comienza a trabajar no por simple rutina.
— 333 —
sino guiado por principios científicos y p>or obser
vaciones prácticas que harán de él un artesano
hábil y consciente en su arte al cual podrá impulsar
y con el que se mantendrá dignamente.
Entramos primeramente a la exposición de los
trabajos de fundición.
Engranajes, ruedas múltiples, campanas, can
celes, pasamanos y piezas diversas de fundición
se exhiben en aquel recinto, descollando im engra
naje perfeccionado destinado a los autos, hecho
con verdadera perfección.
Fuimos de allí a la exposición de trabajos de im
prenta y encuademación. Verdaderamente notables
son los trabajos que en este ramo .se hacen en los
agradable: habíamos entrado a la morada del tra
bajo. donde pequeños obreros laboran por su poiv'enár, por ese más allá incierto que todos desconocen.
Frente a aquellas máquinas potentes que giran
y trabajan con sordo movimiento, habíamos visto
las caritas risueñas de pequeñuelos que para nbrir.se
paso en la vida, siendo útiles a su patria, cruzan
primero por las aulas del trabajo, para continuar
después' por una senda ya expedita ».
ALEJANDRÍA DE EGIPTO. — En el Instituto D.
Bosco se inauguró el 20 de Julio una Exposición
didáctico-profesional. Asistieron al acto las más
salientes notabilidades de la ciudad. T.a visita a
A L E J A N D R I A D E E G I P T O — L o s alum nos en el dia de la excursión escolar.
talleres de la Escuela de Artes dcl Esi>íritu Santo,
llamando en gran manera la atención los impresos
de grabados a colores, perfectamente acabados,
revelando, no el trabajo del que imprime por ru
tina. sino el del maestro que estudia los tonos, que
mezcla colores, para conseguir sobre el papel mi
««junto de tonalidades que en concierto forman
un cuadro verdaderamente artístico.
En xm álbum titulado « Alrededores de Guadalajara », puede verse ese trabajo maestro, que tal
parece salido de las manos del fotógrafo y no de las
prensas de imprimir.
jY los trabajos de carpintería? Hay allí obras
que revelan al artífice que ha conseguido dominar
ri arte; obras de talla que no desdecirían figurando
en calones aristocráticos.
Un mueble estilo Luis X V se exhibe, que es de
nn acabado perfecto.
Salimos del Colegio Salesiano con ima impresión
las salas fué por demás intere,sante. Sastres, zapate
ros, tipógrafos, encuadernadores, cerrajeros, mecá
nicos y especialmente los ebanistas se han huádo
de veras. En la sección didáctica se admiraban
dibujos bellísimos, que llamaron extraordinaria
mente la atención.
El domingo 27 tuvo lugar la distribución de los
premios. Después a cada alumno se le dió un ettademo, donde estaban asignados los tem as a desarro
llar durante las vacaciones, con oportunas indica
ciones didácticas. ¿Quién duda que es ventajo
sísimo a los alumnos tener un trabajo fijo y con
veniente para ocuparse algunas horas duraaile las
vacaciones?
PISA (Italia). — El Centro ,,Venble. D. Bosco,**
se hizo promotor de una serie de festejos para
conmemorar el X VI Centenario conslantiniano:
conferencias, conciertos, veladas, dramas, etc.
— 334 —
lies muchos imitadores y
éxito completo!
QUITO (Ec.). — Ecos de
las Bodas de plata. — Tras
de las fiestas reseñadas en
números anteriores, vino un
solemne acto literario-draniAticü-muscial. ofrecido ix>r
los alumnas a los coopera
dores sulesianos en agrade
cimiento de la parte imixjrtanlísinia cpie habían toma
do en las fiestas. Tamixico
aquí faltó la voz entasiasta
de los admiradores de la Obra
Salesiana: en efecto, los dis
cursos del Dr. Telmo R. Viteri, ministro fiscal del la
Corte vSupi'vior del Distrito,
D. Manuel Chiriboga, D.
Manuel Elicio y D. Miguel
Prado, presidente de la * So
ciedad artística e industrial
del Pichincha », produjeron
salvas de aplausos y dejaron
gratísimos recuerdos.
I,os alumnos ix>r su parte
interpretaron el drama * Una
venganza de Atila », y el
cuadro alegórico « Duzbel »
P IS A
Después de los prem ios.
y dieron muy buenos con
(En el cen lf’ ' S. l-.nteia. el lardenai Maffi,
ciertos.
Dios bendiga esos cauqxxj
fecundos donde derramó sudor precioso el inol cualquier país, siempre que hallara un traductor
digno del autor. Y le halló cumplido en el Sr.
vidable P. Calcnño!
San M.artin.
Aunque, naturalmente, el presente libro no tiene
la abuiul.ancia de datos ni la copia de hechos que
tiene la « Vida oficial », digámoslo así, que re
cientemente ha publicado el Secretario de D, Bosco.
P. Lemoyne, tiene atractivos especíale.s, debidos al
criterio con que está escrita. Se ve al hombre v
Pora eoifar re tra so s y extravíos, rogo- al santo, al asceta y campechano, al apóstol y al
al místico y al pedagogo afable y risueño,
mos a h s benem éritos Cooperadores que ciudadano,
en fin, la figura completa de Juan Bosco, en quien
envíen fas lim osnas p ara ¡a Obra de Don armonizaron por modo singular lo divino y lo hu
B osco d irecta m en te a nuestro venerando mano.
S u p e rio r, R evm o. S r . D . Pabío R ib e ra ,
Via Cotfoiengo, 3 2 - Turín (Italia).
Coplis y refranes por D. R a m ó n F r a n q u e u o . Tip.
del .Asilo de S. Bartolomé, Málaga. El presente
— 335 —
librito, galantemente cedido por el autor a los
huerfanitof del Asilo, es, como su nombre lo in
dica, una preciosa colección de fáciles coplas y
refranes puestos en verso, acomodados a las nece
sidades y vicios y costumbres de nuestra sociedad:
divierten y enseñan. Por todo esto lo recomenda
mos a nuestros lectores.
Flores Maiafueñas. Es el título de la Colección de
discursos y poesías pronunciados y leídas en la so
lemne velada que los Salesianos y Cooperadores
ofrecieron al Rvmo. P. Albera en su reciente visita.
Afortunada ha sido la idea de recoger esos brotes
del corazón, y felicitamos por ella a la Tipografía
Salesiana.
De la L ib rería de H erd er, (Friburgo de
Brísgovia).
6.° Compendio de Geografía, dispuesto por el Padre
C a r lo s L a s a l d e , de las Escuelas Pías. Cuarta
edición, cuidadosamente revisada y mejorada. Con
•35 grabados y 4 mapas en color. (X y 290 págs.)
En rústica Fr. 3,25; en media tela Fr. 3,60.
Es un hermoso compendio arreglado según los
últimos datos de la Estadística. La parte física tam
bién se recomienda por su seguridad y. claridad.
De la L ib rería Internacional de Luis Gilí,
(Barcelona).
Los miligros de San Vicente Ferrer, por el M. R. P.
F r . L o r e .n zo G . S e m p e r e , Dominico. — Contiene
un Bosquejo de la vida del Santo. Un volumen de
II V2X i 3 ‘/í cm., de XX Vm -528 págs. En rústica,
Ptas. 3.50; elegantemente encuadernado en tela,
Ptas. 4.50. (Por correo, certificado, Ptas. 0,45 más).
Es obra sumamente amena, pues puede dejarse
su lectura en cualquier momento sin que se pierda
el hilo de la narración, por lo mismo que consta
de tantas narraciones como milagros. Será útil para
los predicadores, que siempre deben amenizar sus
sermones con ejemplos de Santos.
Ex sotanas... alo conocer. (El Pae Ferrándiz, el ciu
dadano Pey, Fray Gerundio^ el Cura del Trust,
por F. V e n z k l P r o u t a , .Académico de número de
la de Agullana y otras hierbas. — Un folleto de
izVs'^aocm. En rústica. Ptas. 0,50. (Por correo
certificado, Ptas. 0,30 más).
El autor de le Defensa de la Compañía de Jesús,
que tantos elogios ha merecido de Prelados y sa
cerdotes, hace en este folleto el .sacrificio de .su
intimidad a trueque de descubrir a los apóstatas
que más se distinguen en desprestigiar al clero;
y ya con las manos en la masa, como quien dice,
quizás no tarde en darnos la pintura exacta de ios
seglares que en la Prensa radical secundan a los
apóstatas en tan demoledora obra.
Todo de natural y sin inventar nada, pues cita
nombres y fechas, por lo que excusan de toda pon
deración estos folletos.
Coloqgios iatlmos del alma amante con el Sagrado
Corazón de Jesús para los primeros viernes de cada
mes. Obra escrita por una Adoratriz Perpetua del
Sanüáimo Sacramento y traducida al castellano,
de la segunda edición italiana, por el Dr. D. R i
card o -Ár a g ó , Pbro. Un volumen de 8x14 cm.,
de 188 páginas. — Elegantemente encuadernado
en tela. Ptas. r. (Por correo, certificado, Ptas. 0,30
más).
Creemos sinceramente que los amantes del Sa
grado Corazón ganarán no poco leyendo este li
brito y no menos ganarán los que aún no lo son.
De la misma Casa: el Catecismo .Mayor de Pío X
en imágenes. Hermoso Manual de 232 págs. con
bellos grabados, reproducción de las grandes lá
minas preparadas para la Enseñanza del Catecismo
por la Asociación de Eclesiásticos para el Aposto
lado popular. En tela 3 ptas.
El cíelo en la tierra según Santa Teresa de Jesús,
por F r . Si.MEÓN d e l o s SS. CC., Carmelita Des
calzo. — Uu volumen de 8 */í X i 5 cm., de 368 págs.
Elegantemente encuadernado en tela, Ptas. 1. (Por
correo, certificado, Ptas. 0,35 más).
El jardín de mi alma según Santa Teresa de Jesús,
por el P. S im eó n d e l o s SS. CC., Carmelita Des
calzo.— Un volumen de 8 ‘ /«X15 cm., de 344 págs.
Elegantemente encuadernado en tela, Ptas. i.(P o r
correo, certificado, Ptas. 0,35 más).
Para fomentar los escritos de Santa Teresa de
Jesús por medio de publicaciones populares, según
lo acordado en el Congreso eucaristico de Viena,
se han escogido de las obras de la Santa algunos
pensamientos sobre las virtudes cristianas, y a su
luz compuesto estos dos libros que contienen pensa
mientos, consideraciones, coloquios, generalmente
tomados de los escritos de la Santa, pero conve
nientemente distribuidos. Cuánto fervor respiren
y cuán sólidamente fomenten la piedad, es cosa
que fácilmente se deja entender.
El buzón dt las cuestiones (The Question Box), o sea,
respuestas dadas a las preguntas recibidas en las
misiones a los no católicos, por el R. P. B e r t r a n d
L. CoNWAY, de la Congregación de San Pablo.
Traducción directa del inglés por el P . P . Martin
Blanco García, O. S. A . con un prefacio por el
C a r d e n a l G ib b o n s , Arzobispo de Baltimore. —
Un volumen de 11X 16 cm., de X-684 págs. En
rústica, Ptas. 2,50; en tela inglesa, Ptas. 3,50.
(Por correo, certificado, Ptas. 0,40 más).
Los resultados obtenidos en los Estados Unidos
por medio de la lectura de este popular libro lian
sido altamente satisfactorios, como lo prueban las
conversiones innumerables obradas, con la gracia
de Dios, y el haberse vendido cerca de i.ooo.ooo
de ejemplares.
De la L ibrería S aíesian a de B arcelon a (Apar
tado 175).
Por ios campos sociológicos. Los Oratorios (estivos o
el Arte de atraer y catequizar a los niños y a los
jóvenes, por el R . P. R o d o i .f o F ie r r o T o r r e s ,
Salesiano. — Un volumen de 10X16 cm., de 228
págs. En rústica. Ptas. i; en tela, Ptas. 1,50. (Por
correo, certificado, Ptas. 0,35 más).
Obra premiada en el Congreso Catequístico Na
cional.
Obra verdaderamente intere.sante y útilísima para
cuantos se dedican a la acción social y a la peda
gogía, especialmente para los señores curas, direc
tores y presidentes de circulas y maestros.
El Oratorio festivo, institución poco conocida en
España, por desgracia, pero extendida en Italia,
Francia, Bélgica, Inglaterra, Austria y América,
es la más completa de cuantas se han ideado para
los jóvenes y es la base para las de los adultos.
Un ilustre Prelado la llamó la «célula madre de
todas las obras sociales».
Su Santidad Pió X no sólo la ha recomendado
y bendecido, sino que la ha fundado en Roma.
— .ríí’ —
I£1 objeto principal del Oratorio festivo es formar
hombres formando niños; preservar, que vale más
que curar. En el seno del Oratorio festivo caben
lo.s deportes — sin excluir los mismos boy-scouts
— las instituciones económico-sociales, etc., etc.
Paulatinamente educan al ahorro, previsión, sindi
calismo católico, etc., poniendo por base el ejer
cicio de la Religión.
El P. Fierro explica todo esto de una manera
amena, historiando la obra, enseñando el modo
cómo se fundan, cótno se pueblan, cómo se dirigen
los Oratorios festivos, demostrando hasta la evi
dencia su utilidad, su necesidad, la facilidad de
fundarlos, etc., y descendiendo hasta detallar los
juegos más a propósito para atraer a los niños y
jóvenes.
NECROLOGIA
' 40 b, k.
tuciones se hicieron célebres. Elevado al Arzo
bispado de Burgos, hizo lo mismo que en Lugo,
reunió concilio provincial, fundó un hermoso
seminario, organizó el V Congreso Católico Eispañol y no quedó una de las 1300 parroquias
de la vasta arquidiócesis, sin recibir la visita
del celoso Pastor. En Burgos recibió el capelo.
A la muerte del Emnio. Card. Sancha, pasó
a la silla primada, y en los cuatro años que la
ocupó, se ganó todos los corazones no sólo de los
toledanos, sino de todos los católicos españoles,
que su entereza admiraron, que su prudencia,
sabiduría, mansedumbre irresistible experimen
taron en la discretísima y firmísima dirección
de las batallas religiosas y sociales que por des
gracia han sido frecuentes en España de algunos
años acá.
Como Legado del Papa presidió los Congresos
Internacionales de Zaragoza y Madrid, Mariano
y Eucaristico. Era excelente orador, sobresa
liendo por una unción que no da la ciencia sola.
Su humildad era profunda, su caridad inago
table. No tuvo ni lecho p ro p io ; que todo lo
distribuía ; y rogó que a su cadáver no se hi
cieran los honores de Capitán General a que
tenia derecho.
Para con los Salesianos tuvo delicadezas pa
ternales y con algunos de ellos correspondencia
privada, para animarlos en determinados tra
bajos o felicitarlos por sus esfuerzos en bien de
la sociedad.
¡Descanse en paz el Primado de la Iglesia Es
pañola y vele desde el cielo por la felicidad de
esta Patria querida, tan digna de suerte prós
pera y feliz 1
Exemo. Sr. D. Alejandro Pidal.
El Enimo. Card. Fr. Gregorio Aguirre
Arzobispo de Toledo y Prlmtdo de Espafia.
Dejó, este valle de dolor el 9 de octubre,
después de una penosa enfermedad, sobrellevada
como saben hacerlo los santos. Tenia 79 años,
habiendo nacido cu Hola de Cordón (Prov. de
León) en 1834. .A los 18 vistió el hábito Fran
ciscano. Pronto se distinguió por sus virtudes
y talentos. Fué Rector de los colegios de su
Orden en Consuegra. Pastrana y Alm agro y
estuvo también en Filipinas.
Nombrado v^bispo de Lugo, llevó a la silla
episcopal la misma austeridad dulce y atractiva
que gobernaba su conducta en el claustro. Re
ligioso perfecto, continuó siéndolo en los pa
lacios, y por eso fué Prelado perfecto. Visitó
varias veces toda su montañosa diócesis, levantó
un seminario, celebró un Sínodo, cuyas consti-
Falleció en Madrid el 19 de octubre. En el
próximo número le dedicaremos un recuerdo.
Mientras tanto, lo encomendamos a las oraciones
de nuestros Cooperadores.
Cooperadores Salesianos difuntos.
ESPAÑ A.
D. Daniel Tourón Pbro. y Beneficiado de AlOrense.
barracin.
»
Ü. Serafin Auta, Abogado.
>
Da. Socorro Espiada.
Paulina Feijoo.
Teresa Lozano.
Nieves Losada.
Julia Vázquez.
1
—
337 —
MEMORIAS BIOGRAFICAS
DE MONS. LUIS LASAGNA
CAPITU LO L II.
Una corona literaria — El tributo de la poesía, de
la elocuencia y de la música — ¡Oh muerte,
cuántos corazones has lastimado. — El Paraguay
á Moas. Lasagna — Un magnífico escudo de bronce
— Honores póstumos — Temores y promesa —
— Una locomotora intitulada ^Monseñor Lasagna *
— Conclusión.
Tantos honores fúnebres tributados a la memoria
de nuestro Obispo Misionero no les parecieron
bastantes a mudios de sus admiradores, amigos
y ex-alumnos americanos y excogitaron otra pia
dosa manifestación de su indecible dolor. Se propu
sieron ofrecer a la veneranda memoria del mártir
ima coroixa liUraria que recordase a los más lejanos
venideros las benemerencias de este malogrado
apóstol y el reconocimiento de sus faverecidos.
Apareció, pues, tma nota del Presidente de la Aso
ciación de los Ex-alumnos del Colegio Pío que
exhortaba encarecidamente a todos los socios
a ofrecer ima flor intelectual con que adornar las
sienes del amado Superior y Padre. Despertóse
entonces una nobilísima piorfía cuyo solo recuerdo
enternece a los corazones bien nacidos. Los más
iliistres personajes de la República Oriental del
Uruguay reclamaron también el alto honor de
concurrir a esta corona, afirmando con el Senadoi
Bauzá que « los discípulos de Monseñor I,<asag^a
deben clasificarse en dos grupos: la juventud que
recibió directamente sus enseñanzas de maestoo,
y los hombres que recogieron consejos y ejemplos
frecuentando el trato de aquel Prelado-ilustre ».
Senadores, diputados, lo más granado de la so
ciedad se honraba en pertenecer a este segundo
grupo. ¿Quién no ve, pues, la importancia que íué
adquiriendo esta corona de flores literarias que se
quiso deponer sobre la llorada tumba? En tejerla
colaboraron los más felices ingenios, las más cultas
inteligencias, los cotazones más nobles y delicados:
resultó digna del Maestro y de los discípulos.
E l primero en deponer su flor fué el Amgel de
la Iglesia U r t^ a y a , Mons. Mariano Soler y a nadie
causará extrañeza que afirmemos que esta fué
la Tná<; fragante y peregrina. E l autor condensó
en breve espacio muchos robustos y elevad ísimos
pensamientos, inspirados por el amor y la admira
ción al Misionero y por el sentimiento de su muerte
prematura: aquellas pocas p^;inas son a im tiempo
el má.<ü elocuente dic^io y la más tierna el^ ia.
E l Arzobispo termina con estas palabras: * E l Co
legio Pío de Vüla Colón fué el centro de sus opera
ciones evangélicas y como la cuna de su apostolado.
A lH pues, debe erigírsele un monumento que en el
II
bronce y en el mármol pregone, así sus virtudes
y gloria, como nuestra gratitud » (i).
Son lozanísimas flores bellamente entrelazadas
las composiciones de otros Obispos, de Senadores
y Diputados, los telegramas de los Pre.-identes
y de los Ministros, todos los cuales rinden homenaje
al llorado extinto que al bien de aquellos iiaíse,s
habían consagrado sus talentos, sus fuerzas y .su
vida. Siguen las llorosas endechas de hombre.s
distinguidos por su dignidad o sus caudales, de
los más altos ingenios que honran al furo, a las
letras, a la prensa: hombres que hoy están engol
fados en el torbellino de los negocios, y que ayer
no más se sentaban en los bancos de la escuela de
Mons. Lasagna: donde él los formaba en la virtud
y el trabajo. Leyendo aquellas páginas no se sabe
qué admirar más, sí la elevación de las ideas o la
delicadeza de los sentimientos; si la pericia del
escritor o la gratitud del discípulo. Sí, al leer aque
llas páginas conmuévese el corazón y asoma el
llanto a los ojos y brota naturalmente de los labios
esta queja; « ¡Oh muerte, cuántos corazone.s has
lastimado! ».
Como la poesía y la elocuencia, también el arte
m\isical depositó su triste flor en aquella venerada
tumba: y es d eximio Maestro Salesiano P. Pedro
R ota quien se hace intérprete del dolor común
\-istiendo con flébiles melodías las sublimes pala
bras con que la Iglesia Católica ruega al Dios de
las misericordias que conceda a los difimtos refrifgerio, luz y paz eterna. Aquella misa fúnebre
que los jueces competentes califican de obra maes
tra por la profimdidad de ciencia musical que revela
en el autor, a los Salesianos les describe toda la
integridad del afecto filial que se la inspiró al
excelente Hermano.
Han pasado y a cinco años desde que
cerró
aquella tumba y la corona literaria sobre ella depo
sitada por acjuellas manos cariñosas guarda toda
su fre.scura, fragancia y lozanía. La Asociación de
los Ex-Aluimios ha logrado su intento, porc¡ue
dió a sus condolencias la fonna más patética y
duradera que se pueda imaginar. Y no podía ser
otro el éxito de mía idea inspirada por el afecto,
el amor y la gratitud.
Aquí debiera terminar la narración de las fú
nebres conraeraoracioues del Obispo Misionero
en quien nos preciamos de saludar a un hermano
nuestro: mas no seríamos exactos sí no reprodujé
ramos el eco fiel que aquellas tuvierom en las re
motas comarcas del Paraguay. Por esta infortu
nada República Monseñor había llevado a cabo
muchas menos empresas que por el Uruguay y el
Brasil, pues había descendido a la tumba antes
de poder enviar allá sus misioneros. Sin embargo
tan vivo estaba allí el recuerdo del Obispo y de su
(1) E l 25 d« ag osto d e >902, afio jo b iia r d el C o le gio Pió, por
in iciativa de U Sociedad E x -aln m n o s, fué colocad a en la plazole ía qn e se abre frente al C o legio , la piedra fundam ental del mo
no m eato i M ertseflor Lasagn a, quedando a s ie n vías d e realizació a d pensam iento d el E xcelen tísim o S r. A rzobispo d e M o n t»
víd eo. A len tam os la firm e e ^ e r a n z a d e q u e m u y pronto se le
dará cu m plida cim a.
rM del T J .
— 338 —
ardiente deseo de trabajar en pro del país, que la
ciudad de la Asunción no quiso ceder la palma a
ninguna en sufragar el alma de Monseñor y honrar
su memoria. Aim no haljían transcurrido seL®; meses
desde que el Obispo Salesiano había dado un Pas
tor a la Iglesia Paraguaya; en su pensamiento este
debía ser el primer eslabón de la cadena que le
había de vincular a aquella República tan amada;
y por el contrario, con aquel acto se despidió de
ella para siempre. Dios en sus adorables juicios
permitió que la capital de aquella República cono
ciese el buen corazón de Mons. Lasagna, la apacibilidad de su trato, el ardor de su celo, sus agi
gantados proyectos, para que má.s amargamente
llorase su repentina de,saparición de la escena del
mundo. Cuál fué el dolor del Obispo, del Presidente
y de los Ministros al recibir el triste anuncio, lo
muestran los telegranas de pésame que enviaron
a los Salcsianos. Pero sentían una necesidad im
periosa de hacer algo más y el 13 de febrero cele
braron un solemnísimo funeral aí (jue fueron dele
gados los Salcsianos Padres Turriccia y Rota. Tres
meses no habían sido parte para menguar en los
Paraguayos la impre.sión recibida al primer anuncio
de la catástrofe de Juiz de I'ora, ni a mermar su
anhelo de exteriorizar su reconocimiento a la
amada víctima. La catedral fué enlutada con tal
pompa y con tan cxcjuisito gusto, que superaba
a todo lo que los dos salcsianos presentes habían
admirado en otras ciudades: el catafalco grandioso,
severo y elegante estaba coronado por las insigriias
episcopales, y por lui magnífico escudo de bronce
doraiio, destinado a la tumba del malogrado Pas
tor: hubo empeño en exponerle allí a la vista de
toda la población antes de enviarlo al cementerio
de Juiz de I'ora. vSe debe a la generosa iniciativa
de Doña Josefina Rivarola Aceval y al arte exqui
sitísimo del presbítero Iribarnegaruy. En la parte
inferior representa dos locomotoras en el acto de
chocarse, rotas, descarriladas, indicando las efectos
de la catástrofe; a la derecha , jnlaiws aislados,
ojivas destacadas del edificio a que pertenecían,
trozos de col mima esparcidas por el suelo: triste
pero verdadero símbolo de las minas que cubren
los caminos de la muerte; a la izquierda algunos
árboles de follaje verdinegro, últimas compañeros
del hombre, sombrean trLsteniente una tumba
que en el medio del cuailro se levanta: sobre ella
se
la estatua yacente de Mons. Lasagna. re\-estido lie los ornometos pontificales. A la cabecera
está su Angel Custodio que ni aun después de la
muerte se decide a abandonarle y a lo cimero del
escudo estas dos textos: 7'ÓHCMri Dominum in die
defunctionis suae benedicetur (1) — In cognatione
sapMHiia$ «st imntortalitas (2) — « E l que teme a
Dios será bendecido en el día de su muerte — En
unión con la sabiduría se halla la inmortalidad *.
Estos dos sentencias .sirvieron también de argujuento a la estupenda oraeión fúnebre pronunciada
por el Dr. D. Ilenucuegüdo Roa. oración que es
|X)r si sola un monumento aerf pfrfunius, erigido
tO Eccli. 1. 1.^.
la) tU p . v iii, 17.
por el Paraguay a aquel a quien el Ministro de
Guerra, D. Emilio Aceval, llama el regenerador de
su país.
E n aquella religiosa ceremonia se vió al Gobierno
a la cabeza de todo am pueblo, a un Pastor al frente
de toda su diócesis, rogando por el Obispo mártir,
aunque ya le creían en posesión de la gloria celeste,
le proclamaban santo y hasta narraban de él par
ticularidades maravillosas.
Rivalizando en afecto y gratitud con el Uruguay
los ciudadanos de la Asunción depusieron tam
bién sobre el túmulo del Misionero una corona lite
raria intitulada: Honores póstnmos tributados p:->r
el pueblo paraguayo a la memoria del Ilustrisimo
Sr. Dr. D. Luis Lasagna Obispo de Trípoli. El Mi
nistro de Relaciones Exteriores del Paraguay de
claraba que consagrando aquel recuerdo de amor
y gratitud a un mártir tan ilustre, los escritores
rendían el más noble tributo de gratitud y justicia
al mérito y a la virtud con la firme convicción de
que el pueblo paraguayo no olvidará nimca el
nombre querido de su amado bienhechor. Escri
biendo con tal idea, supieron imprimir a aquellas
páginas tanta eficacia, que leyéndolas no se puede
contener el llanto, y h ay que exclamar: « ¡Oh, so
brada razón tem'ais de cifrar en este hombre tan
halagüeñas esperanzas, como ahora que ya no
existe tenéis razón de llorarle! ¡Cuánto habéis
perdido! ».
En efecto, de aquellos escritos se trasparenta el
recelo de que no surgiera ya el instituto que Mons.
I.,asagna había prometido fimdar en la Asunción.
E sta parecía que había de ser mía de las tristes
pero necesarias consecuencias de su muerte, y
elocuentemente la expresó el Dr. D. Hermenegildo
Roa: « E l rayo que hiere la añosa encina, hace
necesariamente estremecer el suelo en que descaiLsa
el robusto tronco, y abrasa la liiedra que entre
lazada a ella sube con ella a los alturas, y seca la
yerba que bajo su sombra crece, y calcina las plan
tas y arbustos que en torno suyo se levantan.
De la misma manera la figura de Mons. Lasagna
erguíase-en el campo de la sociedad, con la majestad
propia del genio y de la virtud, y en brazos de sn
caridad elevaba el nivel moral de las clases des
heredadas y hacía florecer bajo la sombra de sus
instituciones las artes y las profesiones útiles y
con la instrucción y la educción cultivaba, cual pre
ciosas plantas, la inteligencia y el corazón de la
ju\-entud. \'ino a herirlo el rayo de la muerte y a su
golpe fatal la sociedad se resiente profundamente. *
Todos los ciudadanos de la Asunción hacían fer
vientes votos porque los Salesianos, herederos
del espíritu y del (¿lo del malogrado Obispo, no
dejasen fallidas tantas esperanzas como se cifra
ban en ellos, y pusieran manos en la fundación
del colegio: y aquellos votos fueron muy pronto
escuchados. Los dos sacerdotes salesianos que
habían ido del U n ^ u a y . llevaban cartas de Mons.
Cagliero en las que prometía enviar en breve a los
misioneros bajo algunas (xmdiciones. que el Pre
sidente de la República se apresuró a aceptar. Así
antes que el año 1896 tocase a su fin,vol\*ióel P.
Turriceña al Paraguay para dar prÚKÚpio al insti-
\r
-
339
tuto, que todos coiivinitr''n en designa: con el nom
bre de Mons. L¿L>ugna, qv.e io había ideado. Sus
comienzos son liunuldes y laboriosos; pero es de
esperar que, después del acostumbrado bautismo
de sangre que está reservado a las obras de Dios,
dará de sí copiosos y sazonadísimos frutos.
Y no fué sólo el Paraguay el que hizo popular
el nombre del segundo Obispo Salesiano. dedicán
dole un instituto; el Brasü quiso reservarse el
mismo honor dando a una locomotora el nombre
de Mons. Lasagna. Monseñor Cagliero, pasando
por Juiz de Pora un año después de la catástrofe,
sintió estremecerse todas las fibras de su corazón
al leer aquel nombre queridísimo en la máquina
que le trasportaba.
Y aquí conviene que dé fin a este pobre trabajo
y a la dulce conversación que vine sosteniendo con
el lector acerca de las obras maravilloas de Mons.
Lasagna. Pero en este punto no puedo librarme
de un pensamiento molesto, es decir, del recelo
de haber por m i impericia literaria empequeñe
cido la grande y amable figura del buen religioso,
del celoso misionero, del segundo Obispo Salesiano,
del infatigable apóstol, del mártir glorioso, cuya
vida he tratado de bosquejar. Consuélame-sin em
bargo la esperanza de que tú, sabio lector, hayas
suplido mi ineptitud. Convencido por la elocuencia
de los hechos, habrás tocado con la mano cómo la
gracia de Dios, secundada por la energía de la volimtad, logró poco a poco transformar el carácter
ardiente del joven I.,asagna, le hizo recorrer a
grandes paso.s el camino de la perfección, le puso
en el candelabro, le colocó entre los príncipes del
pueblo de Dios, y se valió de él como de instru
mento para la salvación de muchos. Permitió, en
una palabra, que tuviese que librar grandes com
bates, para que fuese coronado de espléndidos
trixmfos. Certamen forte dedil illi ut vinceret. Lucha
tú también y vencerás.
A tu mente sagaz no se le habrá ocultado jxjr
cierto la parte inmensa que tuvo Don Bosco con
su sistema de educación, todo celo y caridad, en
guiar a este su hijo queridísimo al cmnplimiento
de los altos designios que la Divina Providencia
tema cifrados en él. Así te persuadirás más y más
de que la labor de aquellos educadores ejue no edi
fican sobA* la base de la práctica de la religión es
labor estéril y baldía.
La narración de los trabajos incesantes, de los
viajes peligrosos, de los continuos sacrificios de
este intrépido misionero, hágante más aficionado a
aquella única verdadera Iglesia Católica, que con
sagrándole ministro suyo y confiriéndole la alta
misión, le inspiró el valor de realizarlos, a aquella
Iglesia que es sola maestra de civilización, la sola
fuente de bienestar para todos los pueblos: Ecí V.cío Dei vivi, columna et firmamenium veritatis (i).
F in .
(i) 1, Tim . ril, 15.
Js^
-
INDICE GENERAL
del año 1913.
D o c u m e n to s .
Carta del Revmo. P. Albern a los Cooperadores
Sal., I .
La V I Reunión de Directores Diocesanos, 6.
Un autógrafo del Padre Santo, 7.
Asamblea de los .-K. .A. del Piamonie, 33.
Discurso de D. Alfredo Barros Errézuriz, 68.
25° Aniversario d é la muerte del Venerable Juan
Bosco, 89.
La Exposición del Colegio León XIII de Bo
gotá, 121.
E l monumento al Ven. Bosco y la Federación
de Ex-Alum nos, 62, 117, 144.
La Religión en la Escuela (de) Sr. Guisasola,
Arzob. de Valencia), 150.
El 50“ Aniversario del primer Colegio Sale
siano, 204.
Un excelente Manual del Cooperador Salesiano
y del Conferenciante, 283.
Por el Sgdo. Corazón de Jesús, 289, 320.
Unas famosas cuartillas, 317.
A r t íc u lo s d e fo n d o .
El Sgdo. Corazón cumple sus promesas en el
Tem plo Exp. Nal. del Tibídabo, 21.
La caridad en la Educación, 29, 57, 85, 229,
257. 285.
La catcquesis doméstica, 113.
El X V I Centenario de la paz de la Iglesia, 141.
La familia laica, 173.
El monumento a Don Bosco, 201.
L a elección de Colegio y la cooperación salesiana, 257.
Una nece.s¿ílad imperiosa, 313.
A d v e r te n c ia s » 20, 62, 153, 208.
C a r t a s y n o t ic ia s d e fa m ilia .
E l X X V aniv. de la obra sales, en Chile, 236,
263.
El Instituto de las Hijas de María A u x ., 66.
De Piura, 120.
Fiestas Jubilares de la Iglesia del Sgdo. Corazón
en Roma, 232.
Nuestro Superior a los pies del Pedre Santo, 259.
Bodas de plata del Instituto Sal. en Q uilo, 260.
La V ida del Veiierable D. Bosco, por el P. Lemoyne, 290.
D e n u e s t r a s m is io n e s .
Brasil-Bororos — Un viaje de exploración, 36;
Gratas noticias, 269.
China — Primera visita a la capital del distrito
de Heung-.Shan, i i ; Escenas lastimosas en
un Lazareto <le apestados, 154, 174; IJbrado
de una banda de piratas, 206 ; Otra vez los
piratas; la bondad de M. A u x ,, 266.
Congo Belga, 241.
India — Orfelinato de Tanjore, 240.
Repfddica A rg . — Las necesidades espirituales
de la Patagonía. 70 — Flores y frutos, 264 ;
340 -
Primavera de fe a las orillas del Rio Negro,
95: Sostengamos la Misiones, 124: del Altó
Neuquén; escasez de Misioneros 124; Frutos
abundantes, 124; Tierras niagallánicas, 29 1;
Con dos tribus indígenas, 291; Un centro que
promete muclio, 292; Espigando, 294; Una
florecí lia del desierto, 321.
C u lto d e A la ría A u x ilia d o r a .
Fiestas — Un monumento a María Auxiliadora,
180, la solemnidad en el .Santuario de Turin,
209; Bogot.i, 210: Baracaldo (Bilbao), Ciuda<lela, Cuenca, Málaga, Mataré, Madrid, V a
lencia (Ven.), 244 ; Asunción, 269; Mosquera,
(Col.), 296.
Gracias — 18. 46, 73, 98, 128, 158, 180, 211,
246, 271, 296, 327.
Keflexiones — 125, 158, 327.
Hechos prodigiosos atribuidos a la iatercesión del
Ven. Bosco, 325.
Tesoro espiritual - 7, 35. 72, 94, 126, 150, 200,
227. 243, 270, 296, 316.
Bibliograíía — 17, 61, 97, 119, 171, 176^ 242,
2«3. 298, 334.
P o r el m u n d o s a le s ia n o .
E l Re-emo. D . Albera en España — Mataré, 49;
Barcelona, 76 ; Sarriá, 77, l o i , 253; Ciudadcla, 100; Valencia, 103; Canipello, 134Málaga, 130; Sevilla. 160; Cádiz, i ', 4 ; San
José del Valle, 168; C arm ona, 169; Sala
m anca, 2 12; Hé¡ar, 2 15 ; C órdoba, 182;
Ronda, 189; Madrid, r.91 ; Carabancliel Alto,
197: Vigo, 217 : Santiago de Compostela, 224;
1.a Coruña, 224; Siunander, 273; BaracaldoBilbao, 248; Huesca, 251; Gerona, 253; Utrera, 300.
Otro viaje de D . Albera — 305.
Fiestas de S. Francisco de Sales — 102, 137.
Crónica de los A . A . — M adrid, Oswi^cl’n ,
53 ; Ciudadela, 83 ; Vigo. 109 ; Sevilla, 170;
Cindadela, 170, 254; Buenos Aires. 255.
Crónica de ios Oratorios festivos — \'igo, 22 ;
Madrid, 82 ; Buenos .^ires. 280; Bernal,'3o6;
Cindadela, 306: Sta. Ana, 307; Pisa. 333
JVoticias varias - Barcelona. V igo, Babia Illanca,
Sta. Ana. 23; Santander, Cindadela, Barce
lona. 52: Ibagué, Viedma, \'iena, Barbacena,
Hiit’sca, V igo, 79 : Mataré, loS; S. Paulo.
ro9: Bogoi.'i. V ied m a, Buenos Aires, 137;
Milán, 227 : Mataré (Exámenes), 255: Sarria^
255: \ 'g o , 256: Buenos Aire.s, Tegiicigalpa,
276 : Turin ; la despedida de los ^iisionc^os
299: B o go tá, Buenos Aires, Almagro, 306;
Guadalajara (Méj.), Aiejandria, Quito, 334.
Bogotá: el Congreso Nacional Eucaristico, 331.
D a to s n e c r o ló g ic o s .
Exemo. elim o . Sr. Dr. F'r. FranciscoJ. Valdés,
Obispo de Salamanca, i n : D. Manuel Felip
y Simas, 112 ; Da. Isabel S e n a v Cbopitea.
22S; Rev. 1). Juan B. Casas. 256: D. V en
tura Terrado. 2S4; Emmo. Card. \’ives. I).
Manuel Pita y López; Da. Juana Ross. V. de
Edwars, Da. Margarita Niño. Da. Luisa de
Pastor, D. Celestino Lorenzetti, 308; Emmo
Card. Aguirre, E.xcmo. D. Alejandro Pidal, 336.
Cooperadores Salesianos difuntos: 56, 112, 140
200, 308, 3.. «Orem os por ellos» (art.)*, 307'
Memorias biográficas de Mons. L uis Lasagna ]
26, 53, 83, l i o , 139, 171, 198, 280, 308.
G rab ad o s.
Sta. A na : Alumnos del Colegio de S. José y
Círculo « La Unión », 8 y 9; Bahía Blanca:
Secciones deportivas del Colegio Don Bosco
12 ; grupos de alumnos, 15, 23 ; Vigo (Arenal)
Grupo de niños, 2 5; Matto G ro sso : Colonia
de S. José, 47 ¡ una Misa en la selva, 38;
Colonia de la Inmaculada, 42 ; Indios cazando'
44 : Vigo : Grupo de Oratoríanos, 50; Bar
celona; iglesia de S. José, 24; Don Bosco
en 1882, 63; V ie n a : Alumnos internos
del Col, Sal., 67 ; Circulo Don Bosco, 81;
R ed fe: Colegio del Sgdo. Corazón, 69: Bar
bacena: capilla del Orat, fest., 74; S. Paulo:
alumno^ del certamen catequístico, 90; el sa
ro o : Barcelona:
Barcelona • Llegada
T Uo-cHo
lón durante el acto, 109:
del P. General, 76 ; Sarriá: id., 77 y 78, en
el santuario de M. Auxiliadora, 50, Saludo y
homenaje de las autoridades locales, 77; Turín : Exposición de bocetas para el monumento
al Ven. Don Bosco, u 8 , 119, el Jurado, 144,
detalles, 145, 147, 1^9, 151; Ciudadela: visita
del P. Albera. 100; los Ant. Alum n. lo i;
Valencia, id. 103, 104, 105, 106, 107; Campello, 131. 133, 134, X35; China: asistiendo
a un apestado, 155 ; Puntarenas : monumento
a María A u x ., 181, 181; S evilla : visita del I’.
Albera, 161, 163; Cádiz, id. 165, 16 7; Carmona, id. 168, 168, 169 ; Borgo S. Martino:
grupo de A . A ., 205; Milán: Orat. Sal., 207;
alumn. de primera Com ., 203 ; Córdoba:
Vis. del P. .\lbera. 185, 187; R ond a, 190.
19 1, Madrid, id. 193, 195; Rom a; Grupo
de A , A ., 233, la Junta, 235: Collesalvetii:
A . A ., 239: Congo Belga; Casa-misíón, 241,
un latlc^ de negros. 242, una clase, 243; Ma
drid: l’ iosta de María A u x., 245, 245: \'alencia (Ven.): la igl. de María A .. 246- Sa
lam anca: Vis. del P. Albera, 2 14 ; Béjar. id.
216; V ig o : Vi.s. del P. n lbera, 218, 221, 223,
225, 226; Santander: Vis. del P. Albera. 262,
269. 274: Hue.sca. id., 249, 252, 253: Rdo.
Dr. D. Juan B. Casas, 256: Sta. Catalina:
Ll P. Bellingcri y sus A . A ., 264; Beriial;
Grupo de catequistas del Orat. Fest., 286,
287: Milán : visita del P. Albera, 289': Ma
cérala, 3 0 1; Caserta: 305; Fueguinos de
la Candelaria, 295: Emmo. Card. Vives y
Tutó, 308: Da. Isabel Serra, 228; Granada
(Nic.), Excnio. Sr. Cagliero en el Colegio
Sal., 319- Alejandría de E gip to: Alumnos
de excursión, 3 3 3 : Emmo. Sr. Card. Aguirre,
3.3ó : Los nuevos misioneros, 330.
Con aprobación de la .Autoridad Eclesiástica:
( fr e n t e : JO SE G.AMBINO.
E stablee. Tip. de la .S. .A. I n t .d e la Buena Prensa
C o rso R egin a M argherita, N . 176- T U R IN .