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A Ñ O X X V III - N. 7

J u lio de 1913

Edición de España

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Boletín $alo$iano

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Turín — Via Coüolcngo N. 32.
SUMARIO.
La familia l a i c a ............................................................ 173
Libros regalados a nuestra R edacción ....................... 176
D e n u e s t r a s m i s i o n e s . — C h in a : £ íc ¿ « a í/ a í/ í» K > -

j¿ií í« un lazareto de a p e s ta d o s ............................174
d e M a r í a A u x i l i a d o r a : Un monu­
mento a Maria A u x ilia d o ra .....................................180

El Cu lto

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Gracias de María A u x iliad o ra ................................. iSo
P o r e l m u n d o s a l e s i a n o : El sucesor de D. Bosco
en España: Córdoba, Ronda, Madrid, Coraban
c h e l'A lt o .............................................................
183
198
Memorias biográficas de Mons. Luis Lasagna .
200
Tesoro espiritual
...............................................
200
Cooperadores Salesianos difuntos . - ...................

S*«1

el penúltim o número de gencia. L o s hay que han dom inado las
nuestra revista, al tratar alturas del pen.samiento humano, de.sdesde allí las profundas
de la ca te]u esis dom és­ cubriendo
tica, dejam os indicada la cuanto necesarias arm onías entre el
idea de que el laicismo mundo real y el mundo suprasensible;
escolar es consecuencia los hay que han escudriñado los g ra n ­
necesaria del laicism o casero, y hoy va­ des problem as del universo, encontrando
mos a com pletar nuestro pensam iento. El sí m isterios por doquier, m isterios que
asunto, adem ás de ser de perpetua actua­ dem uestran el misterio suprem o de la
lidad, es tam bién de im portancia suma. gran d eza del C read or y la pequenez
L a célula de la sociedad es la fa­ de la criatura; peno no la incom pati­
milia: el individuo sale a la sociedad bilidad de esos m isterios con los dogm as
tal com o la fam ilia lo hace; y si bien de la fe católica; sino más bien expli­
ésta no puede aisladam ente modificar cación de los m isterios del mundo
el am biente producido por el m ayor m aterial por los m isterios revelados.
número, puede, sin em bargo, escoger L o s hay, en fin, que han resistido a las
aquellos puntos del am biente donde seducciones de mundo y de la carne,
y que viven en m edio de la opulencia
el aire es más sano y soleado.
N o se puede n egar que, entre los pasando por los bienes tem porales sin
300 m illones de católicos distribuidos perd er los eternos, haciendo de aqué­
por el globo, los hay a m illares que llos m edios para alcanzar éstos.
T o d o s estos hom bres los unos han salo son de veras, de corazón e inteli­
N

— 174 —

líelo de fam ilias cristianas, tom ando la
palabra familia en su sentido más am plio,
o s e la han buscado ellos, form ándola
algunos a su im agen y sem ejanza.
¿Pero para qué pararnos a dem ostrar
el hecho que tenem os todos a la vista
de (jue tal com o sale el jo v en de la
fam ilia a los 20 y tantos años, así per­
m anece generalm ente toda su vida?
Y adrede hemos dicho a los 20 y tan­
tos añ o s; porque si sale antes, es d e­
m asiado prem aturo el cambio, y el nuevo
am biente modificará mucho los senti­
mientos y convicciones del adolescente.
En cam bio, un jo ven que, term inada
su educación intelectual y d esarrollo fí­
sico a los 20 o 25, en la fam ilia o en un
medio fam iliar donde asim ile las con­
vicciones y sentim ientos de aquella,
pasa a la vida pública para formar
otro hogar, como la dirección está dada
definitivam ente será caso raro que ese
hombre se salg a de los rieles tradicio­
nales; sobre todo si las ideas religiosas
del padre gobiernan aún su inteligen­
cia. Si a eso se añade la condición
social, que lo fija en una posición de­
term inada por iguales ideas, el joven
lleg ará a la virilidad por idéntica senda;
y eso dará lugar a una de esas g e n ea ­
logías en las que la religiosidad pro­
funda pasa de padres a hijos como
parte de la vida misma.
L o grar este fin, que el jo ven se forme
en ese am biente sano dentro o fuera
de la familia, es decir, a ratos fuera
y a ratos dentro, pero siem pre en el
mismo clima moral, debe ser el grande
anhelo de todos los padres cristianos,
(jue consideran la salvación de sus hijos
com o el fin último, y por tanto ab so ­
lutam ente necesario, de la educación.
Por desgracia muchísimas familias
cristianas pierden de vista ese fin ú l­
timo de la educación, que, en resum i­
das cuentas, no puede ser otro que el
fin del hom bre; sólo piensan en el fin
inm ediato, en el fin terreno, sin con­

siderar que nuestra existen cia terrenal
es el m edio para alcanzar la vida eterna.
Y com o todo ser racional, aunque no
sepa que quiere decir lógica, coordina
los m edios al fin según sus alcances,
perdiendo de vista el fin verdadero,
se invierten los términos tomando los
medios por el fin ; de donde resulta
un fin de la vid a puram ente material,
p agan o , y todo se. d irige a eso. Qui­
tándole a la vida su fin sobrenatural,
lo mismo en la familia que en la so­
ciedad sino en teoría a lo menos en
la práctica, bien se ve que se va a
parar al laicism o absolu to; y en la fa­
milia sobre todo, donde se determina
y concreta el fin de la vida con la pri­
m era educación, ap arece el laicismo
casero que viene a ser después el lai­
cismo escolar, el laicism o jurídico, el
laicism o político, y tántos laicism os más
que se resumen en laicism o social, o
sea, en el ateísm o.
Pero no acaban aquí los ismos, el
más negro es el cataclism o que viene
después en el cual se hunden la fa­
milia, las instituciones, las autoridades,
las naciones m ism as; y finalmente, el
ismo más negro aún, el eterno abismo,
en el cual sufrirán torm entos inacaba­
bles, sin consuelo, sin amor, sin espe­
ranza, los que abandonaron volunta­
riam ente la senda del fin último. la
santa R eligión que nos conduce a Dios.
¿Qué hace falta, pues, para que el
laicism o no invada los h ogares? Que
en la conciencia de los padres se man­
tengan vivas las etern as verdades de
nuestra f e ; que el tem or de D ios y
la obediencia a sus legítim os repre­
sentantes informen la vida práctica, la
vida del h o g a r; lo dem ás vendrá de
suyo.
L as obras de beneficencia que la
caridad cristiana ha realizado y realiza
en la educación religiosa de los niños, no
miran a sustituir la acción de la familia,
sino a suplir sus deficiencias. E stas defi-

— I7S —

ciencias, voluntarias en los más, son las
que han m ovido a los apóstoles, de la
juventud a fundar congregaciones y
establecim ientos donde los niños reci­
bieran el pan del alma, y a veces el
del cuerpo, que sus padres no habían
podido o querido d arles.
Para los que no pudieron bastante
desgracia es el no haberlo p o d id o ;
pero los que por culpable negligencia,
cuando no por prem editada malicia,
introdujeron en sus h ogares la malí­
sima costum bre de no practicar ningún
acto de religión ni enseñarla, llevando
su negligencia o im piedad a prescin­
dir por com pleto de D io s y de la
Icrlesia en la vida del h o gar y en la
educación de los hijos, que es lo prin­
cipal de la vida dom éstica, ¿qué excusa
pueden alegar?
E s cosa que espan ta el pensar que
estas rachas de im piedad disfrazada de
laicismo, que soplan sobre todos los
órdenes de la vida, arrancan precisa­
mente del seno de las fam ilias, y de
familias que pueden muy bien educar
sus hijos según las máxim as de Jesu­
cristo y de su santa Iglesia.
N osotros que escribim os sobre todo
para nuestros cooperadores, los conju­
ramos por lo que más amen en este
mundo, que será sin duda el alm a de
sus hijos, a restaurar todas las cosas
en Cristo: pero entre estas cosas, la
principal que se debe restaurar es la
familia. Si la educación del niño lleva
en sí el porvenir del hom bre y de la
sociedad, la fam ilia que produce al niño
y lo transform a en hom bre es el v e r­
dadero taller donde se realiza la edu­
cación. En la instrucción interviene más
la escuela; pero ésta es en gen eral lo
que las fam ilias quieren que sea.
No se repetirá jam ás lo suficiente
que el hom bre se forma sobre las ro­
dillas de la madre. N apoleón quería
que la educación del niño com enzara
con la educación de la m a d re ; y si

bien la e.xpresión es un poco deficiente
encierra sin embargo, una gran verdau:
que sin la fam ilia no hay, generalm ente
hablando, educación posible. Pero como
al hablar de educación entendem os,
ante todo, la educación de los sen ti­
m ientos y de la voluntad para formar
el carácter, que da la fisonomía moral
al individuo, hay que añadir que a la
acción de la madre debe acom pañar la
del padre.
En la niñez propiam ente dicha la
m adre es quien gu ía ordinariam ente
la conciencia del n iñ o ; al entrar en
la ad olescencia la joven continuará
m irando a la m adre; el niño se va
sintiendo hom bre y tom a de la con­
ducta del padre las enseñanzas de la
vida. ¿Quién no sabe que en la m a­
yo r parte de los casos la obra religio sa
de la madre se desm orona por la acción
invisible pero eficaz de la indiferencia
paterna?
E s que así com o en el orden fisio­
lógico la Providencia ha querido que
unidos por el am or concurran los dos
a la formación del ser humano, del
mismo modo en el orden psíquico, para
que la obra sea perfecta, han de ser
am bos los <[ue deben concurrir a la
formación del ser m o ra l; y la forma­
ción religiosa, base de la educación
moral, debe ser también obra del padre
y de la m adre, a no ser que la Pro­
videncia disponga otra cosa.
L o que sucede ordinariam ente es
que la madre suele ser confesional y el
padre neutro, para hablar la je rg a del
d ía ;d e modo que el laicismo entra poco
a poco en la vida dom éstica y va ro­
yendo los sentim ientos religiosos de
los m ayorcitos, llevando al jo ven a la
indiferencia o incredulidad patern a,
aunque sig a respetando y aun adm i­
rando la piedad sincera de la m adre.
\ vosotros, pues, lectores, que sois
je fe s de fam ilia os toca dar buen
ejem plo. C o o p erad a la labor cristiana



176 —

de vuestras devotas esposas; y ya que Tubinga, era el hombre más a propósito para rea­
lizar el grandioso plan de esta apología que abarca
en ese delicioso tem plo de vuestro ho­ todos los grandes problemas de la religión y la
g a r os ha hecho el Señ o r pontífices, ciencia.
La obra se divide en tres partes; cada parte cons­
no seáis pontífices laicos. En ese tem­ tará de dos volúmenes en 4®, por consiguiente, la
plo vosotros sois sacerdotes del A ltí­ obra entera se compondrá de seis gruesos volú­
menes en 4®, de 400 a 500 páginas cada uno, im­
sim o: ahí os está encom endada la presos en papel verjurado de superior cualidad,
predicación, el culto y la p legaria pú­ con todo el esmero y pulcritud propios de los ta­
lleres de e.sta Casa.
b lica; vuestra bendición es un sacra­
Lo mismo podemos decir de la encuadernación,
mento, sino en el sentido propio, en pues para darle mayor realce, se ha hecho una
plancha especial alegórica, la cual, tirada en oro y
un sentido muy verdadero, pues a ella, colores, en rica tela inglesa, da a los tomos un
como nos enseñan los libros santos, aspecto agradable y artístico, digno del áureo con­
tenido de la obra.
están vinculadas las gracias del Cielo.
P A R T E P R IM E R A : D IO S Y L A N A T U R A L E Z A .
Predicad con la palabra y el ejem plo:
I. .Apología y A pologética. II. H istoria de la A pología. 111. Re>
llgián e H isto ria. IV . L a Religión y el hom bre. V . Conocimiento
la palabra del padre puede resonar en na
tu ra l de Dios. T radicionalism o y ontologism o. V I. Principio y
V il. L a vida. V IH . L a planta y el anim al. IX . El animal y
el corazón del jo ven con más eficacia elñii.hom
bre. X . F in y objeto. X I. V irtu d y recom pensa. X II. Esen­
cia y existencia de Dios. X III. E l alm a. X IV . M onism o y dua­
que la palabra del sacerdote, porque lism o. X V . L a C reación. X V I E l re la to bíblico d e la creación.
II, El sistem a del m undo. X V III. U nidad d e la especie hu­
hay circunstancias en la vid a tan so­ Xm Vana.
X IX . A ntigüedad del hom bre. X X . E l diluvio.
P A R T E S E G U N D A : D IO S Y L A R E V E L A C IÓ N .
lem nes que asocian para siem pre la
I. L a historia d e las religiones y el C ristianism o. II. L a reli­
voz del padre a los recuerdos más hon­ gión d e los indos. 111. L a religión de los iranios. IV . L a religión
V . 1.a religión rom ana. V I. L a religión germ ana. V II. La
dos, porque es asociar la voz del mi­ griega.
religión ch in a. V III. La religión egipcia. IX . L a religión de los
sem itas. X . E l pueblo d e Israel. X I. £1 Talm udism o. X II. El isla­
nistro de D io s a la voz del ministro mism o. X III. Lü.s pueblos bárbaros. X IV . O rigen del Cristianismo.
X V . L a Revelación. X V I. L a s profecías. X V II. E l .Milagro. X V lil.
de la naturaleza. E jerced el culto: un Razón y fe. X IX . A utenticidad d e la S a g ra d a E sc ritu ra. XX. ins­
piración de la S agrada E scritura. X X L Exposición de la Sagrada
hogar sin prácticas religiosas, sin cua­ E sc ritu ra. X X II. E l E vangelio y los E vangelios. X X Ill. La vida
d e Jesús. X X IV . L a persona y existencia d e Jesú s. X X V . Doc­
dros de santos y de la V irg en , sin trin a y obras de Jesús. X X V I. D ios y el hom bre.
P A R T E T E R C E R A : J E S U C R IS T O Y L A IG L E S IA .
crucifijo, es un tem plo iconoclasta, sin
I. La R evelación c ristia n a y el desarollo de la doctrina ecle­
liturgia, sin altares y sin im ágenes. siástica. 11. El Reino de Dios. I l i . L a Iglesia en la S agrada Escri­
tu ra . IV . N otas de la v e rd a d era Iglesia. V. L a Iglesia Apostólica.
En presencia de Jesús crucificado y de V I. L a unidad de la Igle.sia. V IL L a Iglesia católica. V III. La
iiifalibilidad d e la Iglesia. IX . L a Igle-ia única q u e d a la justicia.
su bendita M adre, dirigid la oración X. La san tid ad d e la Iglesia. X i. E scritu ra y T radición. X H . PiiniBcia d e San Pedro. X III. Prim acía del Papa. X IV . Infalibilidad
común, que es la plegaria pública de iw ntiñcia. X V . L a Iglesia y la civilización.
ese tem plo. Q ue vais ya a la iglesia a
C on dicion es g en e ra le s de venta.
rezar y a cumplir con vuestros deberes La obra que Dios mediante, quedará terminada en
religiosos, tal vez lleváis a vuestros todo el corriente año de 1913, se publica por tomos
al precio de 6 pesetas cada uno en rú.'ítica, y 8 lu­
hijos... es necesario, pero no basta. josamente
encuadernado. El precio total de la obra
¿Por qué hemos de ser cristianos en será de 36 pesetas en rústica y 48 en tela. Todo
a la obra recibirá los tomos, a niediila
la ig lesia y pagan os en casa? ¿No es subscriptor
que se vayan publicando, francos de porte y certi­
ficados por su precio corriente de 6 peseids en rúesto crear la familia la ic a l
.stica y 8 encuadernados. En cuanto a los de Amé­
rica y extr.anjero, deberán añadir 1 peseta por cada
tumo y 6 por la obra completa, jjara atender el au­
mento de gastos que ocasiona el envió.

CIbros recalados a nuestra Redacción.
D e la L ib r e r ía H E R E D E R O S de Juan G ilí
C o rtes 581, B arcelo n a.
ApoloKia del Crisllaaismo poc el dr. Hablo Sclianz.
Tradución del Dr. D. Modesto H. Villaescii.sa.
Ksta famosa apología, una de las mejores que la
sabia .-Mcmania ha producido en estos últimos tiem­
pos, fonna parte de has Obras apotoí^éticas, que con
tanto esmero y sentido de Ta realidad viene edi­
tando la casa Gilí. Kl Dr. Schanz, muerto santa­
mente en 1905, siendo rector de la Universidad de

P a g o an ticip ad o.
A los que se suscriban a la obra y anticipen el
importe total de la misma, se les librará el recibo
correspondiente y seles hará una importante rebaja,
esto es, les costará la obra completa 30 pesetas en
rústica y 4a encuadernada, cantidad que deberán
remitir a los Editores para obtener la ventaja que
ofrecen. En las mismas condiciones la recibirán los
de América y los del extranjero, añadiendo 6 pesetas
ni imjHjrie de 30 en rústica y 42 encuadernada.
Agradecemos el ilustre traductor la atención del
primer volumen y esperamos ir recibiendo los res­
tantes.

1

DEJMUESTRAS MISIOJ^JES
CIÑA.

Estenas lastimosas en nn lázatelo de apeslados.
(Carta de D . L uis Versiglia)
Heung-Shaa (Macao, China) 24 de enero de 1913.

Hacía más de una semana que el contagio con­
tinuaba en toda su intensidad y el lazareto es­
taba siempre lleno, no faltando entre aquellos
desgraciados algunas almas que se convertían.
Um hombre de estatura gigantesca, un ver­
dadero Hércules, luchaba con la enfermedad,
atado con dos fuertes cadenas por los pies, pre­
caución que no tenía nada de superflua, pues si
aquel coloso estuviese suelto, en un ímpetu de
delirio, podría causar alguna desgracia. Me
acerqué y empecé naturalmente a hablarle del
mal y él me mostró cuatro grandes bubones que
tenía en los sobacos y el cuello.
Le hablo de Dios y del cielo, y me escucha
maravillado y satisfecho al mismo tiempo; le pre­
gunto si quiere bautizarse y me responde que sí.
Muy contento yo de haberlo alcanzado tan fácil­
mente, me apresuré a completar la instrucción
que las circunstancias permitían y lo bauticé.
Cuando sintió el agua sobre la cabeza, dió
de repente una sacudida con un grito que pa­
recía un rugido.
— ¡No, no! exclamó.
Tal vez fuese una tentación del demonio o
una ficción suya. Me desconcerté y le dije casi
sin darme cuenta;
— ¡Infdizl ¿ Y así me has engañado? ¡Cui­
dado, que con Dios no se juega!
El pobre hombre más desconcertado que yo,
con un movimiento instintivo me agarra de la
sotana y me dice casi llorando;
— ¡Perdóname, padre; no supe lo que hice!
¡El agua fría que has vertido sobre mi frente cal­
deada por la fiebre, me ha hecho ima impresión
demasiado violenta; no pude contenerme, per­
dóname; no te vayas; yo quiero ir al cielo; per­
dóname, perdóname!
C aá me daban ganas de llorar.
(1) V. aúmero anterior.

— E stá tranquilo, le repliqué, está tran­
quilo; he comprendido.
L e puse al cuello un pequeño crucifijo, que
besó llorando, diciéndole al mismo tiempo:
Estréchalo de cuando en cuando contra tu
pecho, y dile con todo tu corazón: ¡Jesús Sal­
vador, ten piedad de mí!
Me lo prometió con un movimiento de ca­
beza, pues la emoción le impedía bhablar; yo
en tanto lo bendije y me alejé.
E l día después, vuelvo a verle y había ya
muerto; pero todavía estrechaba el crucifijo
contra su corazón.
D i la vuelta de costumbre y me pareció que
aquél sería un día infnituoso; hasta creí adivinar
entre los sirvientes del hospital alguna maniobra
hostil. Y a me disponía a salir resiknado, cuando
oigo unos gritos lastimeros de la parte del mar.
— ¿Qué pasa? pr^ u nté a los enterradores
que estaban allí.
— ¿No ves? me respondió uno con mucha
indiferencia.
Me fijo, y veo una pobre mujer desgreñada que
seguía un ataúd dentro del cual venía un hijo
suyo de unos cinco años. La desgraciada lo traía
al lazareto para curarlo; había venido en una
lancha y al desembarcar se le desmayó en sus
brazos; se lo cogieron y lo echaron sin más en el
ataúd, llevándolo al depóáto de los muertos. Me
volví a los que lo llevaban y les rogué me lo
dejasen ver.
— E sta muerto ya, me respondieron. ¿ Quieres
resucitarlo?
No hice caso de la pulla y los seguí al depósito,
que estaba lleno de cadáveres deformes, amon­
tonados sobre el pavimento. Sin fijarme dema­
siado en tan horrible espectáculo, me acerqué al
cuerpo del pequeño, le toqué la frente y estaba
todavía tibia; le cojo la manita y me pareció
sentir un l^ero tem blor; puse la mano sobre
su corazón y latía aún. ¡Deo gratias! Temos
tiempo. Lo bautizo, y apenas terminé la fórmula,
otro estremecimiento convulsivo me indicaba
que acababa de expirar. L a infeliz madre llora
y grita desesperada desde afuera; los guardianes
la miran con una sonrisa casi burlona; pero su
pequeñuelo estaba y a entre los ángeles.



178

He dicho que me parecía adivinar alguna hos­
tilidad en los sirvientes del hospital, y era ver­
dad; examiné la cosa y encontré en seguida el
medio de hacérmelos amigos dándoles, alguna
propina.
La misma tarde volví al lazareto. Uno de
ellos, como para hacerme ver el interés que se
tomaba, me condujo a un compartimiento donde
se hallaba un enfermo vestido de mandarín pre­
parado para una gran ceremonia. En posición
supina sobre las dos tablas, tenía los zapatos de
rúbrica, una túnica vieja y larga, algunos ador­
nos supersticiosos en el pecho y en la cabeza
su airoso sombrero de mandarín; los zapatos y
el sombrero eran de papel.
Lo examino, y veo que la piel de la cara parecía
un pergamino ahumado cubriendo un esque­
leto. Tenía los ojos cerrados y las manos ex­
tendidas rígidamente a los lados como un cadá­
ver; y tal lo hubiera creído si una leve oscilación
del pecho no me indicara que aun respiraba.
Al ver aquella figura no pude disimular una
sonrisa y le dije al enfermero.
— I Para qué me has traído?
— Pregiintáselo a él.
— lEh! Si« Síríig (maestro) ¿qué haces aquí?
— Me preparo para que me reciban en el
otro mundo, me respondió con voz débil sin
inmutarse.
— ¿Y quién te recibirá?
— Jitn-lo-vong (el rey del abismo).
— ¿Y no sería mejor que te recibiese el Rey
del Cielo?
— Y o no sé el camino.
— Te lo enseñaré yo.
No me dijo ni sí ni no; tomó una actitud como
si dijera: Véambslo.
Le expliqué un poco de catecismo, hablán­
dole de la existencia de Dios, Creador de todas
las cosas, del deber de adorarle, del premio que
reser\*a a los buenos y el castigo de los malos,
de la Encarnación, Pasión y muerte de Jesús,
del primer medio de aplicar los méritos de la
redención, el bautismo, etc. etc. A l fin le pre­
gunto:
— ¿Qué te parece de esta doctrina? ¿Quieres
abrazarla y que te bautice?
— ¡Hon 14 / (está bien).
— Entonces quítate ese sombrero y demás
objetos supersticiosos. Y sin más alargo la mano
y le quito el sombrero... jNo lo hubiese hecho
nunca! Se sentó de un golpe aullando como una
fiera:
— ¡No! ¡No será jamás que yo me presente en
el otro mundo sin las insignias de mi dignidad...!
— ¡Vaya un moribundo! dije para mi sotana;
procuré calmarlo, pero inútilmente.
— ¡Me presentaré al rey del abismo! seguía

vociferando. Y desgraciadamente no hubo medio
de convencerlo.
Desde entonces la peste fué disminuyendo, y
debiendo trasladarme a otra cristiandad por
varios .días, me sustituyó en las visitas al laza­
reto D. J. Olive que había llegado aquellos días,
con Otros hermanos; el celo de cada uno de ellos
hizo también nuevas conqmstas.
Una vez de vuelta, volví al lazareto. En
esta ocasión casi todos los enfermos eran niños.
Con éstos, cuando se ve que hay esperanza de
vida, si los padres no consienten en bautizarlos,
se espera un momento en que no haya nadie,
y lo que importa se hace pronto. De este modo
salvamos más de treinta.
Se presenta!>an también adultos, pero no con
síntomas graves; y como había esperanza de cu­
ración, manifestaban mucha repugnancia a con­
vertirse.
Entre ellos estaba una mujer y a entrada en
años a qiiien su marido no perdía de vista. Más
de una vez procuré persuadirla a que se hiciera
cristiana; el marido no se oponía; pero ella re­
sistía siempre.
— Man, man, (más tarde) decía; lo pensaremos.
Sin embargo, el mal, que había estado estacio­
nario durante algunos días, se agravó de súbito
y la puso en poco tiempo fuera de sí.
Pasando de nuevo por allí la llamé; el marido
mismo la sacudió, pero ella no daba señales de
comprender y sólo exhalaba algún gemido de
cuando en cuando.
Como no se había negado absolutamente, la
bauticé sub condiiione... L a pobrecita luego
murió.
Finalmente, los casos se hicieron cada vez más
raros; y un día, en que no había nada que hacer
en el lazareto, fleté una barca, pasé el estrecho
y me llegué hasta Macao. En el Seminario y en
otras casas algunos amigos me invitaron a
pasar allí la noche. Pero yo contesté que debía
volver al lazareto.
— Tal vez, añadí, no encuentre y a al que en
vano busqué hoy.
Vuelvo, en efecto, y me encuentro con una
joven de unos viente años que acababa de lle­
gar. En su semblante se veía el cansancio; a su
lado estaban la madre y dos hermanos.
— ¡Pobrecita; Sufres mucho ¿verdad?
— Utn-kong-tak-ciot-kei-io (no puedo decir
cuanto).
— ¿Quieres irte al cielo? Allí estarás muy
bien y acabarás de sufrir.
— Y a van dos días que llevo caminando para
llegar aquí; ahora estoy cansadísima y no puedo
moverme; no puedo dar ni un paso más.
— No se trata de caminar; cree en Dios y él
pensará en llevarte al cielo sin fatiga alguna.

— ^79 -

Sus grandes ojos, que reflejaban una cierta in­
genuidad, se volvían ya a la madre y a a los her­
manos, como preguntándoles qué debía hacer.
Estos le respondieron a una:
— Si no tenemos dinero... ¿cómo nos arre­
glamos para adorar a Dios?
— El Dios de los cristianos, repuse, no es
como vuestros dioses que no se pueden honrar
sin dinero. N i yo tampoco lo quiero; lo que de­
seamos los misioneros es hacer bien a las almas.
— ¿Posible? [Y tú rezas sin que te paguen?
dijo uno de los hermanos. ¡Qué diferencia de
nuestros bonzos!
— Pues bien, repuso por fin la madre, y a que
lo haces por caridad y no por dinero, nos fiamos
de ti ¡oh extranjero! Creo en tus palabras y te
mego que hagas por mi hija cuanto puedas para
que sea feliz.
La joven escuchó con mucha satisfacción la
buena nueva que yo le evangelizaba, consintió
explícitamente en que se la bautizase, y la bau­
ticé. También le enseñé algimas jaculatorias,
y me fui dado gracias a Dios.
El día después no la encontré.
— ¿Dónde está? le pregunté al portero.
Me indicó la montaña de en frente, es decir,
cementerio.
— ¿Cuándo murió?
— Ayer tarde, poco después de que te fuiste.
¡Cuán grande es la misericordia de Dios!
Me detuve algunos días más en el lazareto; y
haciendo mis cálculos, resultó que pasaban de
94 las almas que habíamos bautizado.
Hacía ya un mes que el lazareto estaba cerrado,
cuando un día se me presente un joven bien ves­
tido y muy sano que pregunta por el Padre.
Me llaman y al verlo me besa la mano, diciéndome:
— ¿No me conoces?
— En verdad que no recuerdo... ¿Quién eres?
— Me llamo Jok Cheong, estoy en Macao...
— Con esos datos no caigo...
— ¿No recuerdas que me bautizaste en el laza­
reto de Wan Chai, poniéndome por nombre Juan?
Miro el registro de los bautismos administra­
dos entonces, y
— No cabe duda, exclamé; he aquí el Padre
fu e te bautizó.
Entraba en aquel momento el P. Bemardini
al cual besó también la mano, añadiendo;
— E l buen Efios que me hiciste conocer, me
salvó de la pestilencia, y ahora vengo a darte
las gracias y a rogarte que me enseñes a dár­
selas también a Dios por el doble beneficio.
Le dimos xm catecismo y una recomendación
¡■ ara un sacerdote de Macao a fin de que completase su instrucción... y ahora es un buen cris­
tiano.

Otro escapó también del terrible azote; pero
volvió a su tierra y no volvimos a saber de él.
Antes de terminar, debo elogiar la conducta
de nuestro diligente catequista Wong Tcium;
éste nos ayudó muchísimo no sólo en la expli­
cación del catecismo, sino además en la asis­
tencia de los enfermos; pues habiendo sido en­
fermero de un hospital inglés, nos servía admi­
rablemente para indicamos cuando no había
tiempo, para bautizar en seguida, y cuando po­
díamos esperar; y difícilmente fallaba. Trataba
a los apestados con toda exactitud, arreglaba su
ropa, las mantas, y les daba de comer con de­
licadeza maternal. L e preguntamos si no tenía
miedo de contagiarse;
— ¿Por qué? respondió. ¿No estamos en las
manos de Dios? Y o vengo de mil amores a prac­
ticar estas obras de caridad, porque cuantos
más bauticemos más protectores tendremos en
el cielo que rogarán por nosotros.
Cuando lográbamos bautizar un buen nú­
mero, vohria a casa más contento que unas
pascuas y no se le caía de los labios esta expre­
sión; « ¡Hoy tres... cuatro... cinco protectores! *
Y así diciendo levantaba los ojos y la pipa (no ya
de opio) al cielo...
Mientras la peste nos daba tanto qué hacer,
no descuidábamos lo demás; y gracias a Dios
de cuando en cuando no falta algima conversión
de familias que entran en el seno de la Iglesia...
¡Cuánto más haríamos si tuviéramos buenos ca­
tequistas!
Los chinos del campo son ordinariamente
más sencillos y están mejor dispuestos para
aceptar la verdad; pero como son trabajadores y
¡lobres, no tienen tiempo para aprender la doctri­
na. Es preciso por lo tanto visitar sus casas una
ix)r una al anochecer, que es cuando se les en­
cuentra.
Por esto hacía falta en cada pueblo un ca­
tequista permanente, para poder visitar algu­
nas cada noche. La dificultad está en los medios.
Encontrar ya se encontrarían catequistas, pero
hace falta pagarlos bien y mantenerlos. En suma,
se necesita formar catequistas de uno y otro
sexo y al mismo tiempo tener recursos para re­
tribuirles convenientemente su trabajo; con esto
quedaría el problema resuelto en gran parte.
He aquí, Rmo. Padre, algo de lo que van ha­
ciendo con la gracia del Señor estos sus hijos
lejanos. Ténganos presentes en sus oraciones, y
baga de modo que otros hermanos llenos de celo
y energía se dispongan a venir aquí, para re­
correr estos pueblos en busca de almas.
Bendíganos, amado Padre, y créame en nom­
bre de todos su afmo. hijo in corde Jesu
L i i s V e r s ig i .ia , Pbro.
Misionero salesiano.

T-

"«OooooO®

EL CULTO

de María Auxiliadora
N6i tcnemot l« pertoailóa de que, en las vicisitudes doloroaas de los (lenpos
que atravesamos, no nos quedan más consuelos que los de[ Cielo, y entre estos,
la poderosa protección de la Virgen bendita, que (ué en todo tiempo el Auxilia
de los Cristianos.
pio x.

UN
í\

M ONUM ENTO
-A k X .^ 3 « :llltx c lo r» tiio

La devoción a María Auxiliadora se ha hecho
ya popular en Punta Arenas; y para manifes­
tarlo, el pueblo ha contribuido, a levantar una
estatua a la Virgen de D. Hosco en la plaza que
esta delante de la iglesia parroquial. L a inaugu­
ración ha sido solemnísima, bendiciendo Mons.
Fagnano el monumento el 23 de abril. Asistió
muchísima gente y la banda del batallón de
Magallanes contribuyó no poco a avivar el enqusiasmo. Las campanas al vuelo, las notas viDrantes de la banda, los aplausos y vivas, los
tantos, las palomitas que se elevaban sobre la mu­
chedumbre jubilosa, todo ello daba en el mo­
mento de descubrirse la estatua una impresión
de religiosidad y entusiasmo inolvidable. El Sr.
Gobernador eclesiástico dirigió al público una
eloaiente alocución que los asistentes aplaudie­
ron calurosamente. El Sr. Gobernador por su
parte felicitó a los salesianos en su brillante im­
provisación, dedicando hermosos párrafos a la
parte que en el progreso de Punta Arenas corres­
ponde a la obra salesiana, cuyo vigésimoquinto
aniversario en aquellas tierras se recordaba con
el monumento.
Este hn costado § 34.000 y mide 12 mts. de
altura. La estatua de la Virgen Stma., de már­
mol blanco de Carrara, descansa sobre una co­
lumna monolítica del mismo mánnol, de estilo
jónico y estriada en su parte inferior; la cual a
su vez tiene por base un enorme bloque de gra­
nito bniñido.
Sobre el bloque y en el frente del monumento,
destácase un busto de bronce del \’en. Don Bosco; y en las cuatro caras sendas placas, también
de bronce, con otras tantas inscripciones in­

dican el móvil altísimo que inspiró la erección
del monumento. En la inscripción anterior
léese: A María — Auxilio de los cristianos —
los católicos de Magallanes — 1912; y en la posterior: Honiemje a la Excelsa Patrona — de las
Obras del Ven. D. Bosco — en conmemoración —
del X X V aniversario — de las Misiones Salesianas — en este Territorio — 1887-12 de Julio
1912. Coronan las placas tres hermosos escu­
dos de bronce: el chileno, el salesiano y el de
Magallanes. Finalmente, rodean la base inferior
del monumento buen número de rocas natura­
les caprichosa pero graciosamente dispuestas.
El monvimento había sido adornado para la
ceremonia con el más exquisito primor. Del ba­
samento de la columna pendía un cortinaje <e
tul encarnado, que ocultaba las cuatro caras del
bloque granítico, y numerosas cintas blancas,
destinadas a los padrinos, que llevaban ins­
cripciones alusivas al acto y medallas de plata
con la imagen de la Virgen.
¡Que María Auxiliadora desde su nuevo
trono bendiga su devota ciudad, regada du­
rante cinco lustros con los sudores de sus hijos,
los Salesianos!

GRACIAS DE MARIA AUXILIADORA. *
E cija . * — En más de ima ocasión he experimen­
tado cuan eficaz es la devoción a Jlaría bajo el glo­
rioso y consolador titulo de Auxiliadora.
Emilia Valderrama, mi ainada sobrinita, había
sufrido una caída que le causó grave daño en ima
rodilla: nadie fué testigo del suceso y ella, por no
alarmar a la familia, uo se atrevió a revelarlo.
Sintiéndase a los pocos días indispuesta, lla­
mó al médico, quien recetó conforme al resultado
(•) AtcniétuJonos a las prescriiKÍones de N. S. M. Igle*
sia, no eiilendemos dar a estas gracias más valor que el
que merecen atendibles testimonios humanos.

— i8i —
de sus indagaciones, y claro es, que, desconociendo
la verdadera causa, no pudo acertar con el remedio.

E cija.- Durante varios años he venido padeciendo
penosísima enfermedad que me causaba dolores
agudísimos y a veces me impedía el cumplimiento
de mis deberes. Hace algunos meses llegó a agra­
varse de tal modo que hube de sujetarme a una dolorosa operación. A este fin, acompañado de mi es­
posa, me puse en camino para Madrid, pero otra
prueba me tenía reservada tan bondadasa Ma<lro;
mi amada esposa contrajo una enfennedad que
nos alarmó seriamente. E n medio de tantas ixuiulidades confiaba en la \^irgen Auxiliadora y no
salieron vanas mis esperanzas. A poco tiempo, mi
esposa curó y hoy se encuentra completamente
restablecida: la operación a que me .sometí resultó
feliz, y yo agradecido doy mía limosna y publico
la gracia.
Abril de 1913.
Un cUvoto.
M ontilla. — Habiendo sido mi padre desahu­
ciado por los médicos en una grave pulmonía a
raíz de haber guardado cama algunos meses de
resultas de im fuerte golpe que recibió en una pierna
trabajando en el campo, le administramos los úl­
timos Sacramentos: y en este mismo día, por in­
dicación de un insigne bienhechor de esta locali-

Punta Arenas. Monumento a María Auxiliadora,

La enfennedad continuaba en tales términos que
llegamos a recelar de la salud de mi sobrinita.
Sin dar a nadie cuenta de mi determinación,
comencé ima novena a María Auxiliadora, prome­
tiéndole publicar la gracia y dar una limosna si
alcanzaba su curación; y ¡extraña coincidencia!
aún no la había terminado, cuando de tma manera
inesperada llegóse a averiguar el hecho, causa de
la enfermedad. Enterado el facultativo explicó
claramente la dolencia y en breve pudo hacer que
desapareciera, librando así a la joven de gra\*ísimas consecuencias.
Y a en otra ocasión pude probar los consoladores
efectos de la bondad de tan buena Madre, logrando
que una criada mía saliera con felicidad de
trance apurado.
Por una y otra gracia le quedo eternamente
agradecida, y cmnplo mi promesa publicándolas
y entregando una limosna para su culto.
Abríi de 1913.
E l o ís a V il l a n u e v a .

Base del monumento.

dad. me apunté en las escuelas de los P. P. Sale*
sianos. Mi maestro al enterarse que mi padre es­
taba agonizando, me dió una medalla de M.A. para
que se la colgara al cuello, rezando al mismo



i82 —

tiempo una Ave-María. Así lo hice apenas llegué a mi
casa, alegrándome sobremanera de encontrarlo
ai'm con vida. Y joh poder y bondad de M. A.!
desíle entonces fué mejorando de tal modo, que
a los pocos días y a había desaparecido el peligro,
después de cerca ocho meses de estar postrado en
cama, encontrándose al presente completamente
bueno.
Gracias mil joh María Auxiliadora! Quiera Dios
que algún día os pueda pagar esta deuda de grati­
tud, coiLsagrándome todo a vos en la Congregación
Salesiana.
Mayo 1913.
A nto n io R

omero.

B u en o s A ir e s .— Doña Petra E .d e Rubiños, de
78 años de edad, gozaba de bastante buena salud
liasta el 4 de mayo del año pasado, día en que de
repente cayó gravemente enierma con parálisis en
todo el lado derecho y ataque cerebral. Se buscaron
en seguida los auxilios espirituales y rm médico,
el cual dijo que se pasmaba hubiera quedado
con \’ida del ataque (pues le daban violentísimos
cada media hora y menos). A l día siguiente, vino
el médico de casa el cual dijo lo mismo, añadiendo
(¡ue dada la edad de la enfenna era caso perdido;
los siguientes días, aunque recetaba por complacer
a la familia decía, que no quería engañarla y afir­
maba quelaeufcrinaiw co a poco iría perdiendo el
habla, el entendimiento y todos los sentidos. Sin
embargo, la enfemiedad se alargaba y estuvo 20
dias sin donnir hasta la víspera de María Auxi­
liadora que descansó algo; más de 70 sin cono­
cerá la fam ilia: para alimentarla se necesitaban
tres personas para abrirle la boca y sujetarle los
miembros que tenia libres. A pesar del continuo
cuidado, tuvo varias llagas en diferentes partes del
cuerjx> de cinco a diez centímetros de longitud.
Todo esto hace más patente el poder de Dios y la
intercesión de la Virgen Santísima a la cual pedían
la gracia de la salud muchas personas piadasa.s, .sin
olvidar la gran caridad y celo de \m Reverendo
Padre vSalesiano que la visitaba frecuentemente
y administraba el Sto. Viatico cada quince días.
l ‘U 24 de nov. salió jx)r primera vez a cumplir sus
deberes religiosos; desdo cntonce.s sig\ie mejo­
rando luusta el presente en que, agradecida a María
Snntí.sinm ofrece en su honor ama misa con bendi­
ción del SS. S. y 40 pesos para la obra de las vo­
caciones (pie e.stá bajo su protección.
Marsu de 1913.
üua Cooperadora.
Dan también gracias a Marta Auxiliadora y envían sn
iimoana:
AlbaUte de las Nogueras (Ksp.). — Una devota,
por haber recuperado im objeto que ya daba por
per^lido.
Asunción (Paraguay). — C. B., por haber librado
a -<u hijo de una grave enfermedad de la garganta.
•— /d.: Marciana de Je.sús Corralais, por un favor
muy grande.
Ai.: S. G .. por haber librado a su
sobrino de una grave dolencia sitt necesidad de
operación. — Id.: Rosalba perrero, por haberla
librado de una liebre tualigna que la acometia des­
pués de los partos.

Barcelona. — Teodoro Gotós, por la curación
de su madre y manda 5 ptas. — Id.: Eugenio
Gual, por haberle librado de una gravísima enfer­
medad.
Buenos Aires. — Teresa C. Craviotto, por la
curación de su hija Celia y envía su limosna.
Barajas de Meló Cuenca, (Esp.). — Dionisio
Muñoz, por haber librado a su esposa de unas vá­
rices peligrosísimas que le impedían todo movi­
miento, y se hace cooperador.

Boconó (Venezuela). — Mercedes M. de Berti,
por haber obtenido la curación de su cuñado gra­
vemente enfermo, y envían juntos Bs. 6. — IJ..Teresa de Berti, por haber devuelto la salud a una
muchaclia que se encontraba gravemente enferma
desde un año, y ofrece Bs. 20. — /d.: Elvira de
Madrid, Adelaida Briceño, Magdalena Cegarra,
Noé Bocaranda, Lucía Soler, Hortencia Pérez, Juan
Briceño, Brígida Quevedo, Josefa de León, Nepomuceno Araujo, Crispina de Hidalgo, Josefa S. de
González, por favores obtenidos y envían sus li­
mosnas.
Cali )ColombÍa). — Gregoria Ramos, por un fa­
vor y envía dos mil pesos. — /cf./Juan José Holguín, por liaber librado su campo de la langosta.
— id.: Juan José Holguin, Cristóbal Mafia, En­
carnación Mafia V. de Bermúdez, Vicenta Bonilla
de Mosquera, por favores recibidos, y en vían li­
mosna. — Id.: Elvira Hoffmann v. de Obregón,
por un favor y envía 400 pesos.
Casut de Mar (Barcelona). — Mariana Pujadas,
por un favor.

Cerrito (Colombia). — Lisímaco Saavedra, Re­
beca Tenorio de Saavedra, Josefina A jala, Ester
Reyes y Adán Reyes, por favores obtenidos y en­
vían limosnas.
Hito (Cuenca). — Paula Mochales y su cuñada,
por haberlas curado de un catarro pulmonar y
ataque cerebral respectivamente.
Hondón de los Frailes (Esp.). — María Montoro,
por una gracia de mucha importancia.

Montilla (Esp.). — Carlota Lasa, por haber li­
brado a su hijo de una peligrosa operación en un
oído. — Al,: Julia Vaca, por haber sacado bien a
su hijo de una fiebre altisima que puso en peligro
su vida.
La Coruña (Esp.). — U. N. por muchos favores
y envía 31 ptas. de limosna.
Marsá (Gerona). — Una devota, por varios fa­
vores V manda su limosna.
Trujillo (Venezuela). — Emma de Icea. por la
curación de una persona querida, y envía Bs. 3.

Wiquitao (Venezuela). — Adelina Briceña, por
haberla atendido en una gravísima necesidad, y
envía Bs. 10.
Yaritagua (Venezuela). — José de la Paz Ponte,
por varios beneficios y envía 28 bolívares. —
Carmela Gaiuza, por haberle devuelto la salud.—
Ai.: Mercedes Gaiuza. por haber curado a una
amiga, cuva salud le había pedido con mucha de­
voción. — Id.: María del Rosario Ojeda, por ha­
berla librado de una molesta iiifiamación de las
piernas, que no cedía a ninguna medicina y manda
cinco bolívares de limosna.
X. — Carmen de Saiitu, condesa de Guinea,
haber obtenido por intercessión de María Auxilia­
dora la salud de una enferma, y envía 50 ptas. li­
mosna prometida.

POR EL MUNDO SílLESIANO
El Sucesor de D. Poseo eq España.
CÓRDOBA. — Grande por demás y superior a
toda ponderación fué el entusiasmo que la visita
del Re^^no. Sr. D. Pablo Albera despertó en la
dudad de Córdoba.
Las clases todas, los elementos que constituyen
las fuerzas vivas de esta culta población aunáronse
movidos por \m mismo sentimiento, el sentimiento
del amor, de la veneración, del respeto al segundo
sucesor de D. Bosco, para tributar al mismo y a
la Sociedad que tan dignamente representa el
testimonio de su aprecio y admiración más sincera
por los nobles y grandiosos ideales que persigue;
el de la gratitud más sentida y más profunda por
los beneficios que esta Congregación reporta a la
educación y cultura popular.
Organo y portavoz de esa admiración y entu­
siasmo fué la prensa local sin exceptuar ninguno de
los periódicos que la constituyen, que se unieron
para pagar merecido tributo de sinceras alabanzas
al ínclito hijo del gran apóstol de la juventud.
La twíicia. — Tiempo hacía que los niños de
nuestro Colegio habían difundido la noticia de la
próxima visita del Sr. Don P. Albera; mas el anuncio
oficial fué comimicado ei 7 de febrero en atenta
circular firmada por el Sr. Director del Colegio
y profusamente repartida entre los cooperadores
y amigos de la Obra Salesiana. Precedíala ima her­
mosa fototipia del Sr. Don P. Albera.
La presentación. — E l día 10, el excelente diario
católico E l Defensor de Córdoba hacía a sus lectores
la presentación del huésped que se esperaba, pu­
blicando en primera plana con esmerada impresión
y papel especial, el retrato del Sr. Don P. Albera con
un bien escrito artículo biográfico del cual hacemos
gracia a nuestros lectores por ser generalmente
conocidos sus datos.
A este artículo seguía el 11 otro altamente en­
comiástico, publicado por el Diario de Córdoba
y del cual copiamos los siguientes párrafos.
L a Obra Salesiana, dice el citado periódico,
está de enhorabuena; hoy sus miembros, sus
alumnos, cooperadores y los munerosos amigos
que posee en esta ciudad podrán tener la satis­
facción de saludar al Superior General de la misma
Revmo. Sr. Don Pablo Albera, que llegará esta
tarde a las 7 en el rápido de Valencia.
« El P. Albera es el segimdo sucesor del Ven. Don
Bosco, el insigne pedagogo y apóstol de la niñez

íi

del pasado siglo. A l lado de este grande hombre
se fonnó el que hoy rige los de.stinos de la Sociedad
Salesiana. E l maestro, con la suavidad y dulzura
que formaron la base y la nota distintiva de .su
obra pedagógica y educadora, tran.síundió en el
alma de éste, que siempre fué discípulo suyo pre­
dilecto, las eminentes virtudes que él poseía: la
piedad, la mansedumbre y aquella incontrastable
firmeza de carácter y constancia a toda prueba
con la que llevó a cabo las obras más asombrosas,
superando a fuerza de paciencia y sin desmayar
jamás, los innumerables ostáculos que se oponían
a la realización de los grandiosos planes que su
mente de apóstol y de vidente concibiera bajo la
inspiración de la Virgen Auxiliadora, a la que atri­
buyó siempre los éxitos que coronaron todas sus
empresas.
Formado en tal escuela, el P. Albera no pudo
menos de hacerse el varón que hoy admiran cuan­
tos le conocen, es decir un hombre verdadera­
mente apostólico, de celo ardiente, de una laborio­
sidad prodigiosa; activo, emprendedor, propa­
gandista incansable de todas las obras buenas,
especialmente de las que tienen jxjr mira el bien
de la juventud.
De su celo y espíritu de laboriosidad y sacrificio
dan testimonio los n\imero.sos viajes cmi)rcndidos
para visitar las casas que su Congregación ix)see
en todo el mundo.
El segrmdo sucesor de D. Bosco viene a Cór­
doba para animar con sus palabras y .‘-ii-i ejemplos
a todos los que de un modo u otro trabajan en
pro de la grande obra de la educación pojjular,
y no dudamos que su venida habrá de marcar una
nueva fase de mayor desarrollo e incremento en
las obras de caridad y celo que los Salesianos, efi­
cazmente ayudados por sus cooperadores y amigos,
están realizando en esta ciudad *.
Otro extenso artículo publicaba el día i-z El
Defensor de Córdoba, del cual también nos permi­
timos tomar los siguientes párrafos:
« E l gran pedagogo y educador insigne de la
pasada centuria, D. Juan Bosco, poseyó en alto
grado un don inapreciable para todos aquellos
que dedicaban sus energías y sus entusiasmos a la
obra sublime de la formación de la juventud.
« Gran cosa es que un educador se haga amar,
se haga respetar; pero cuando llega a apode-

— 184 —
rarse del ánimo y del corazón de stos alaminos que condición. Mucho antes de la hora de llegada del
los maneja a su entera volim tad cual trozo tren (i), los andenes estaban concurridísimos.
de blanda cera, y en ellos «logra esculpir su
Hallábanse el M. I. Sr. Lucas Redondo, en re­
¡iropia imagen moral, que si es educador digno presentación de S. E. el Sr. Obispo y D. José Carrillo
de tal nombre, no podrá ser otra que la de Cristo Pérez, por el Sr. Alcalde; concejales señores EnJesús, el maestro por excelencia de la humanidad ríquez, Jiménez Amigo, Navarro Piña, Doval.
y de los pueblos, este liombre puede decir que ha Santolalla, León Friego. Pérez de Luque, v
alcanzado la m eta de sus deseos, que ha logrado Aguilar; una Comisión del Cabildo Catedral, com­
la realización de sus más altas aspiraciones; y
puesta del Chantre M. I. Sr. Don Juan Cruzador
nosotros ^xidremos añadir que tal educador es mi D. Mariano Amaya; el Seminario, representado por
santo, porque sólo la virtud y la santidad pueden el Rector M. I. D. Ruperto Cuadrado, el Mayor­
ejercer tal influencia y tal fascinación cu las almas domo Don Rafael Castaño, profesores Sres. Tirado,
Pérez-Rico y Seco de Herrera (D. P.).
de los niños y de los jóvenes.
Y qaxc tal ha sido D. Bosco lo prueba hasta
E l Magistral M. I. Sr. Don Juan E. Seco de He­
la saciedad esa magnífica pléyade de apóstoles rrera, el Presidente de la Academia de Ciencias,
(pie dejará tras sí para contúmar su obra reden­ Don I,uis Valenzucla con .su señora esposa e hijo;,
tora. Bien conocidos son a los que estiín algo por la Sociedad Económica D. Enrique del Castillo*
familiarizados con la Obra Salesiana los nom­ el vicecónsul de Francia D. José Sánchez Mm'iozl
bres de los evangelizadores de la Patagonia y el P. Rie.sco, superior de los Dominicos. Don Delfín
'fierra del Fuego, Monseñores Cagliero y Fagnano; Salgado, capellán del Hospital Militar, el de la
los de los héroes que con abnegación digna del Reina, señor Touriño, y el de Sagimto Sr. Martínez
mayor encomio consagraron su vida a los leprosos y muchos caballeros.
de Colombia, D. Miguel Unia y D. Evasio RabaE l Director del Colegio Salesiano de Córdoba,
gliati; el de Mons. Euis líOsagna, propagador de con los señores don Carmelo Diana, don Gregorio
la Obra Salesiana en el Uruguay y Brasil, que Ferro y algimos otros profesores, ima comisión de
pereció mártir de su deber y víctim a del odio alimmos internos y otra de antiguos alumnos, e
sectario: el de D. Miguel Rúa. (jue más de veinte infinidad de personas que no podemos recordar.
años rigió los destinos de esta Sociedad, y los que
A las siete en punto llegó el rápido en el que
no conozcan a ningmio de éstos, a la vista tienen vem'a D. P. Albera, procedente de \^alencia, act mla íigura veneranda del que estos días nos honra pañado de D. Clemente Bretto. Económo Gene al
con su presencia, el Revm o. Sr. D. Pablo Albera.
de los Salesianos, y Don Antonio Candela, Inspec­
« Hombre en cuya mirada se retrata la bondad tor de los Colegios Salesianos de Andalucía.
y ternura de su corazón, cuya cabeza se ha enca­
A l aparecer Don P. Albera, el público prorrumpió
necido ideando empresas grandiosas encaminadas en vítores y aclamaciones que repercutieron en
a dilatar el reino de Jesucristo, cuya alma arde en todo el recinto de la estación.
vivísimo celo por la salvación de sus semejantes.
A l bajar del coche saludó efusivamente a las
JCn él, lo mismo que en su Ven. Maestro, no se autoridades y comisiones a las que fué presentado
ve nada de extraordinario, todo es sencillo y
el Sr. Director del Colegio de Córdoba, organi­
modesto: pero esta misma modestia y sencillez es zándose enseguida la com itiva que ocupaba más
lo que cautiva y encanta.
de 40 coches, galantemente ofrecidos por sus pro­
« Tal ha sido la impresión que en nosotros ha pietarios para este acto, pasando por el Gran Ca­
causado la vista de éste que no dudamos en lla­ pitán, calle Gondomar, y por todo el centro de la
mar varón de Dios, y tal la que hemos creído ver ciudad, llamando podero.sainente como no podía
retratada en cuantas personas han ¡máido acer­ menos la atención del público.
cársele ».
E l Sr. D. P. Albera iba en el coche del Sr. Obispo,
Fualtcce luego el articulista el celo apostólico de tomando en él asiento el representante de S. E. I.
I). I’. Albera, demostrado en su visita a las casas Don Imcas Redondo, el Comisionado del Sr. A l­
de América, y llama proaddoncial a su elección calde, Don José Carrillo Pérez, y el Sr. ItLsi>ector
para Rector Mayor de la Congregación Salesiana, Don Antonio Candela.
narrando en conlinuación de ello la predicción
En el Colegio. — A l llegar aquí, después de ser
hecha ihu D. Bosco y referida por D. t'- Rinaldi aclamado y vitoreado por una multitud de perso­
en el Capitulo que elevó a Don P. Albera al lion- nas de todas edades que invadían el trayecto desde
rosü cargo que hoy desenq>eña.
la plaza de S. Andrés hasta el Colegio, fué recibido
'fenuina trascribiendo algmios datos e.stadís- por los alumnos con delirantes vivas de júbilo y
tiiHis acerca del desarrollo de la Sociedad de-San entusiasmo, disparándose tracas y cohetes y que­
l'ranoisco de Sales.
mándose multitud de bengalas.
Preparada así la opinión pública y favorable­
A duras penas pudo franquear la entrada, obs­
mente predispuesta por el cariño que tiene a la truida por una apiñada masa de público deseoso
Obra de Don Bosco, no es de extrañar que la recep­ de (xmtemplar al venerado sacerdote y. besar sus
ción del segundo Sucesor de D. Bosco resultará
brillantísima, y su estancia en esta ciudad fuera
un plebiscito de afecto y simpatía.
(i) Esta relación, asi comó la casi totalidad de lasque
Dut n . — La recepción. — A la estación central
siguen están tomadas del diario católico « El Delensor
acudieron multitud de personas de toda clase y de Córdoba >.



Nota por demás simpática fué la ofrecida por ese
público formado por el pueblo y por la gente del
barrio, que sin invitación y sin excitaciones de
ningiín género, espontáneamente acude de todas
partes, llena las calles, e invade los patios del Cole­
gio aclamando entusiasta al P. Albera.
En el patio de entrada adornado con plantas,
flores y banderas, y espléndidamente iliuninado,
habíase preparado un dosel coronado por el cuadro
de D. Sosco, bajo el cual tomó asiento su segimdo
sucesor y a sus lados las personalidades que le
habían acompañado.
Los ahunnos cantaron algunos hinmos de oca-

iS s -

ciosa bandera durante la comunión, a la que se
acercaron todos los alumnos; los cantores ejecu­
taron escogidos motetes.
Era d^no de verse el cuadro que ofrecía la ca­
pilla de María Auxiliadora rebosante de niños <]uc
en número de 200 se acercaron a recibir de manos
de D. P. Albera la sagrada fonna con recogi­
miento conmovedor.
Visita al Sr. Obispo. — A la s 10 Don I’. Albora,
acompañado de su secretario D. Clemente Brotto,
del Sr. Inspector, y del Director del Colegio, cu U
coche del Exmo. Sr. Mar<|ués de Valdeflores, fué
a visitar a S. E. el Sr. ObisjKJ de la Diócesis. Kl

C O RD O BA — £1 Sr. D. P. Albera en la velada.

sión, y el Sr. Don Gregorio Ferro leyó mi cariñoso
saludo de bienvenida a D. P. Albera. en nombre de
los Salesianos, de sus alumnos, cooperadores y de
Córdoba entera allí dignamente representada.
Levantóse D. P. Albera y visiblemente conmovido
dio las gracias a todos los presentes, particular­
mente a las autoridades, diciendo que agradecía
aquellos obsequios tanto más cuanto que los creía
dirigidos no a su persona, sino a Don Bosco y a la
Congregación a quien representaba.
Despedidas las autoridades y el público, pasó a
la Capilla, donde se cantó el Te Deum, terminando
el acto con la bendición de S. D. M. dada por Don
P. Albera.
Dia 12. — La Misa. — A las 8 y
celebró Misa
de Comunión general para los alumnos internos y
ixtemos del Colegio. Ayudáronla los congregantes
de la Compañía de S. Luis que ostentaron su pre-

Prelado le recibió con exquisita afabilidad y cor­
tesía, conversando largamente con él acerca de la
Congregación Salesiana y del bien (jue está rea­
lizando en Córdoba; acompañándole por fin a vivitar el palacio episcopal, queriendo darle esta
muestra de deferencia a pesar de sus años y de lo
quebrantado de su salud.
En la mezquita. — De allí dirigióse D. P. Albera
a la suntuosa Mezquita, cuyas bellezas admiró
y ponderó con verdadero entusiasmo. Acompa­
ñáronle los Muy ristres. Sres. Don Juan Cruzado,
Don Mariano Amaya, y el Lectoral, Don Marcial
López Criado, quien con su reconocida comp>etencia
mostró a los %risitantes las innmnerables joyas
artísticas que atesora la grandiosa basílica, desde
el Tnagnffim Mihrab y suntuoso coro hasta la filígranada custodia, rica joya de orfebrería cordobesa.
Don P. Albera quedó altamente complacido tanto
*

*

— i86 —
de su visita a la Mezquita como de la afabilidad
del Sr. Obispo e Ilustres Sres. Canónigos que le
acompañaron.
Homenaje de los alumnos. — Por la tarde a las
tre.s y media en mío de los ámplios patios del Co­
legio, los almnnos que componen las diversas
secciones del mismo, organizaron m ía magnífica
velada on obsequio de su Superior. E l programa
fu6 admirablemente interpretardo en todas sus
partes.
Ivl Revdü. Sr. Don Carmelo Diana, director de
estudios del Colegio, con frase vibrante a la par
que tierna, hizo la presentación de los alumnos a
D. P. Albora, y de éste a aquéllos en breve y apro­
piado discurso.
Varios alumnos declamaron poesías que fueron
muy aplaudidas. líjecutáronse también cmitos
escolares y patrióticos que gustaron sobre manera
al Sr. D. P. Albera.
Al final levautó.se éste y dirigió a los niños su
afectuosa palabra, diciéndoles todo el júbilo que
experimentaba su corazón al verse rodeado de
tantos jóvenes y al contemplar la alegría vivísima
(pie se rcllejaba eií sus semblantes. Los almnnos le
escucharon con religioso silencio, tributándole una
calurosa y delirante ovación al terminar su tierno
y afectuoso discurso.
laiego desfilaron todos en número de más de
scicieutos por delante del Superior General, cuya
mano besaron, recibiendo de él una preciosa
estampa de S. Rafael como recuerdo de tan grata
visita.
riabicndo venido varias personas a saludar a
Don P. Albera, asistieron también a la velada; re­
cordamos entre ellas al Sr. Don Joaquín Carbonell
y Señora, Doña Francisca Enrile, viuda de Gutié­
rrez de los Ríos, al Director del Instituto Gral. v
Técnico, Don Agilio López, acompañado de los
Sres. Vázquez Aroca y Moran; representantes de
PP. Carmelitas y Capucliiuos, Don Enrkpie Avllóii
Cubero, cura propio de Villafranca. Don Serafín
Ivópez Alcalá, los Directores de los Colegios Salesianos de Sevilla, Montilla y Ecija y varias otras
personalidades cuyos nombres no recordamos.
l,os fotógrafos Sres. Montilla y Nogales, tomaron
varias instantáneas.
I/>s asistentes a tan hermoso acto salieron muy
satisfechos, asi del comportamiento de los alumnos
como de la bondad paternal del Superior General
de los Salesianos.
Dki 13. — La Misa. — Ivste día la celebró Don
P. AUierapara los niños de las Ivscuelas Gratuitas,
listos en número de mas de trescientos se acerca­
ron a recibir la Sagrada Comunión de manos del
venerando padre, ipüen se mostró agradablemente
sorprendido al ver tan crecido número de couiuuioues, elogiando el conqxjrtameinto y la piedad
(jue habiiui demostrado. Después de la misa, el
Colegio, en nombre de D. P. Albera, obsequió a los
niños am desayuno (X)usisteute en pan y (diocolate,
concediéndoseles vacaciones por todo aquel día.
Im comida. — A la una de la tarde dió principio
el banquete con que el Colegio quiso celebrar la
visita del Sr. D. P. Albera. y obseijuiar a tan ilustre

huésped, viéndose los PP. Salesianos obligados
con gran sentimiento a reducir el número de invitaciones por falta de local a propósito.
Bendijo la mesa el Sr. Don P. Albera que presidia.
A su derecha tenía al Gobernador eclesiástico, M. I.
Sr. D. Bartolomé Rodríguez, y Chantre. M. I. Sr.
Don Juan Cruzado; el exalcálde Don Rafael López
Amigo, el Sr. Inspector de la Bética, y el Sr. Director
de este Colegio Don Sebastián Pastor.
A su izquierda estaban el teniente alcalde don
J osé Carrñlo Pérez, los Muy Itres. Sres. D. Mariano
Amaya, y Don Marcial López Criado, el síndico
del Ayuntamiento D. Francisco Santolalla, el
Superior de los IVlisioneros Hijos del Irmiaculado
Corazón de María, Rdo. P. Cosme Lorente, el pres­
bítero Don J osé Serrano Aguilera y Don Gregorio
Ferro S. S.
l'rente a Don P. Albera tomó asiento el M. I. Sr.
Don Rafael García Gómez. Provisor del Obispado,
(jue tenía a su derecha a los M. I. Sres. Don Ru­
perto Cuadrado, Penitenciario, rector del Semi­
nario; y Don Lucas Redondo, el Rdo. P. Celestino
Superior de los Trinitarios, al Rdo. P. Riesco su­
perior de los Dominicos, a Don Juan Bigatti, S. S.
y Don Daniel Aguilera, director de E l Defensor.
A la izquierda estaba el M. I. Sr. Dr. Don Juan
Seco de Herrera, Magistral, el P. Bretto, Ecónomo
General de los Salesianos, Don Joaquín Carbonell
y el Rector de S. Miguel Don Miguel Blanco Moreno.
A l terminar, se levantó el Sr. Santolalla para
blindar y dijo que en aquel instante tenía dos sen­
timientos: el de descomponer con su desaliño el
acto, y el de la gratitud jiues fué educado en Utrera
por los PP. Salesianos. Recuerda que felicitó a los
trece años a Don M. R úa en ocasión como ésta, en
la que recitó poesías y actuó en ima velada teatral.
H oy puede a2)reciar aquella educación y la agra­
dece. Elogia la educación que dan los Salesianos
iiuspirada en la modestia y en la caridad. Recuerda
que en Utrera había ima clase y uu patio con puerta
abierta para los niños gratuitos, y enseñaban a los
los alunmos a dar sus regalos y golosinas a los po­
bres; recuerda todo como testigo presencial con
agradecimiento, y tennüia con dos vivas: imo a
Don Bosco y otro a la Obra Salesiana.
A continuación brindó el Sr. Lectoral Don Mar­
cial I^pcz Criado. Dijo que al hablar de las escuelas
de Córdoba, se recordaban enseguida dos nombres
el de Don F'rancisco Javier P'cmández de Cór­
doba, fundador de las Escuelas Pías, que antes
de Don Bosco enseñaban aquí, y luego el nombre
de Don Bos(X>. Desde que en Córdoba están los
Salesianos se han unido estos dos nombres. D a las
grairias a Don P. íUbera en nombre de las Escuelas
de Córdoba, y condensando en vma frase los deseos
de los ex-almimos, desea que así como en España
decimos S. José de Calasanz, y en Francúa S. Juan
de la Salle, así podamos díícir muy en breve S. J uan
Bosco.
Don Albera en frase elocuente y sentida dió las
gracias a los presentes. Los oradores fueron muy
felicitados. {Defensor de Córdoba).
La velada. — A las cuatro dió prÜKñpio ésta.
A derecha de D. Albera que presidía, tomaron

~
asiento Don Bartolomé Rodríguez y Ramírez,
Gobernador Eclesiástico y Secretario de Cámara
y Gobierno, el senador Don Pedro Eópez, Don R u ­
perto Cuadrado y don Rafael García. Gómez; y a
su izquierda el Gobernador Militar, Sr. Marqués
de Sotomayor, D. José Carrillo Pérez, el vicepre­
sidente de la Comisión p^o^^ncial don Slanuel Gon­
zález, el Presidente interino de la Diputación , don
José Ortiz Molina, y el Coronel del Regimiento de
Sagunto D. Francisco Estrada.
En frente de la presidencia y en sitio distinguido
tomaron asiento los Sres. SantoJalla, Jiménez

187 el ajiidante del gobernador militar Sr. Heredia;
redactores del Defensor, diario de Córdoba, Diario
Liberal, La Opinión y Diario de Avisos.
Entre las señoras recordamos a Doña l'rancisca Enrile \nuda de Gutiérrez de los Ríos, Presi­
denta de la Junta de Cooperadores, Doña Concha
Carbonell y sus hijas. Doña Asunción Ruíz del
Portal, Doña María Crestar, Condesa de Cárdeinis,
Marquesa de Sta. Rosa, Doña María Alvarez viuda
de Baqrxera, Doña Antonia Maza, viuda de haraBaraliona, Doña Estrella l ^ n de Carbonell, Doña
Dolores Vázquez de la Plaza de l.ópez, Sras. de

C O R D O B A — E l salón de la velada

Amigo, Fernández Vergara, y Navarro Pifia, con­
cejales; los canónigos señores Don Juan Cruzado,
Chantre, Don Marcial López Criado, I.^toral,
Don Juan E . Seco de Herrera, Magistral, Don
Lucas Redondo, Don Mariano Amaya, y Don
Enrique CoU, Beneficiado: los presbíteros se­
ñores D. Francisco Muñoz Romero, Prior de la
Comunidad de Párrocos, Don Miguel Blanco, Don
Francisco de P. Velasco, D. José Serrano Aguilera,
D. Paulino Seco de Herrera; PP. Capuchinos, T ri­
nitarios y Dominicos; Don Angel Rubio, Don
Alfonso Porras, Don Luis Valenzuela, presidente
de la Academia de Ciencias, Don Juan Morán,
catedrático del Instituto en representación del
Claustro de Profesores, Don Luis Rodríguez Bolaños, Don Rafael González RipoU, el Teniente
coronel de Ingenieros don Miguel A . de Torres y

Enriquez, y otras muchas cuyos nombres no recor­
damos.
El amplio salón adornado con smno gu-sto, con
plantas y banderas nacionales y extranjeras, y
oleografías de María Auxiliadora, Don Bosco y
Domingo Savio, lleno por completo de selecto y
numerosísimo público, pre.sentaba un aspecto
deslumbrador.
Abrió el acto la orquesta ejecutando la admirable
marcha religiosa de Goimod con exquisito gusto.
Después Don Sebastián Pastor en nombre del
Colegio dirigió al P. Albera im saludo cordial y
entusiasta. A l terminar la leetm a de sus magistra­
les cuartillas, el público promirapió en calurosos
alpusos.
E l discurso. — A l subir a la tribuna el Sr. Enríquez Barrios, es recibido con plausos de los asis-

— i8 8 —
tentes, íjue conocen la elocuencia incomparable
del joven orador. Hubiéramos querido trasladar
íntegro el notabilísimo discurso del Sr. Enriquez;
pero es imposible al cronista extractar aquellos
vibrantes párrafos, brillantísimas imágenes, ma­
ravillosas síntesis históricas... todo presentado
en una forma tan atrayente, en frase tan castiza...
que entusiasma y electriza.
Si durante el discurso había sido internuupido
por los calurosos ajjlausos del público, no hay
para que decir (¡ue al final la ovación fué delirante.
Don P. Albera se levantó para aplaudir y felicitar
con efusión al orador (¡ue acababa de obtener un
triunfo definitivo en las lides de la oratoria.
Poesías. — Después del Ultimo sueño de la Vir­
gen. ejecutado por la or(¡uesta, fueron leídas por
sus autores las dos poesías originales (¡uc fueron
ju.stíunentc aplaudidas ¡>or la selecta concurren­
cia; ¡x>esías de alta inspiración y de reconocido
mérito literario. (¡110 con gu.sto transcribiríamos
¡)ara (¡ue nuestros lectores pirdicran apreciar sus
bellezas, una del Sr. Don José María Gil S. S. y la
otra del Pbro. D. José Serrano Aguilera.
El joven Don Manuel Benítez I^ara, presidente
de los Antiguos Alumnos, pronunció un saludo muy
elocuente, siendo ovacionado.
Al terminar el acto, levantóse Don P. Albera
para manifestar en frase sentidísima su gratitud
a Córdoba, a las autoridades y a los cooperadores
de la Obra Salcsiaim.
Califica de brillantísimo el discurso del Sr. Enriquoz y elogia las poesías.
Anade (¡ue no trata de hacer un discurso pero
(¡ue se com¡)lace en saludar a Córdoba, y en recol U K 'c r su piedad.
Dice que cuando vuelva a Txm'n, ante la imágen
de María Auxiliadora y ante la tumba de Don
Bosco, tendrá un recuerdo }’■ una plegaria para
esta noble ciudad.
Termina diciendo (¡ue ¡>ara Córdoba tiene el
cariño y la gratitud a (¡ue se ha hecho acreedora
y desea la mayor gloria y j)ros¡)eridad a los Coo­
peradores de la Obra Salesiana.
lin a salva de al¡)usos resonó en todo el salón,
cuando Don P. Albora tenninó de hablar, después de
lo cual los concurrentes desfilaron tcKlos delante
del Superior y Pudre, para besar su mano y des¡x'dirse, y él para todos tenía frases de cariño
Y gratitud.
Así tenninó esta velada (¡ue resultó hennosísima
y sxqx'rior a todo encximio.
Juicios de la prensa. ■ - En el mismo sentido
del Defensor del <¡ue tomamos la relación (¡ue pre(xxlc SI.' expres;m la totalidad de los periódicos.
El Diario de .-It'ísoí en su número del 14 de fe­
brero. des¡)ués de elogiar al P. Albera diciendo que
es ¡Krsonalidad de gran relieve en el mundo cató­
lico, teólogo y soctólogo de re¡>utada fama, cuali­
dades hcnuanadüs con una virtud acrisolada y
vma griui UKxlestia. refiriéndose a las veladas, dice
(¡ue se celebrmx)u dos muy brillantes a las que asis­
tieron significadas personalidades cordobesas, las
cuales testimoniaron al P. Albera su (onsideración
y respeto.

La opinión en su número del 13 dice: Son
numerosísimas las personalidades que acuden a
la residencia de los Salesianos con objeto de ofrecer
sus respetos al ilustre sucesor de Don Bosco. I,as
visitas que hoy ha recibido han sido tan numerosas
como de calidad.
Nuestro ilustre huésped se muestra encantado
de las atenciones y deferencias que se le vienen
dispensando en Córdoba.
A las cuatro de la tarde se ha celebrado la fiesta
organizada en su honor a la que han asistido las
autoridades, representaciones de todos los centros,
entidades, corporaciones y un gran gentío.
El acto ha resultado herniosíshno, habiéndose
manifestado altamente satisfecho el ilustre feste­
jado 9 .
Y en su número del 14 amplía la información,
en atención, dice, a la solemnidad y magnificencia
del acto celebrado.
E l Diario Liberal reseña también la velada en
.sus números del 13 y del 14. Comienza pon­
derando la multitud de coches que obstruían la
calle de S. Lorenzo, donde se halla el Colegio Salesiano, elogia el gusto con que se hallaba exornado
el salón, cita las personalidades que se hallaban en
la presidencia, y refiriéndose al público dice que
era numerosísimo, hallándose comisiones de los
Cabildos Catedral y Municipal, de las órdenes reli­
giosas y muchas señoras y señoritas de la buena
sociedad cordobesa, teniendo por fin frases de en­
comio para todos y cada uno de los números de
la hermosa velada.
Día 14 Misa. — A las<) celebró D. P. Albera
en la Capilla de María Auxiliadora. Asistieron las
Señoras Cooperadoras de la Obra Salesiana en
crecido ni'miero, y bastantes caballeros; después
de la misa en que comulgaron todos los asistentes,
recibieron de manos de D. P. Albera la medalla de
la Archicofradía de María Auxiliadora, que con
este acto quedó oficial y solemnemente establecida
en Córdoba. Imego Don Albera dirigió su palabra
tierna y afectuosa a la concurrencia que se retiró
muy satisfecha de tan hermoso acto.
En la Sierra. — Por la tarde, invitado por el
Exilio. Sr. Don Pedro López, senador del reino y
ainsul de Italia, en el automóvil con que le brindó
el Sr. D. Enrique del Castillo fué a visitar la her­
mosa quinta que aquel señor posee en la sierra.
Admiró los líennosos paisajes y deliciosos pano­
ramas que desde aquellas alturas se dominan,
y departió larga y afablemente (x>n el Sr. Se­
nador mientras le fué ser\*ido el te, con que
éste quiso obsequiar al P. Albera y a sus acompa­
ñantes P. Bretto, Sres. Inspector de Andalucía
y Director del Colegio de Córdoba. De \'uelta a la
ciudad, fué de nuevo a visitar al Sr. Obispo, y al
abogado Sr. Enriquez Barrios.
Las visitas. — Numerosas piersonas \nsitaron
este día al Revmo. Sr. D. P. Albera, entre ellas el
Sr. Don Manuel González, \nce-presidente de la
Comisión pro\*in(nal, y D. José Ortiz Molina, pre­
sidente interino de la Diputacáón.
Por la tarde, mientras se hallaba en la sierra,
llegó al Colegio el Exemo. Sr. Alcalde D. Salvador

— i8g —
Muñoz Pérez, acompañado del concejal Sr. Santolalla.
A la misma hora y con idéntico objeto llegaron
los muy iliastres Sres. Canónigos Don Juan Cru­
zado. Don Juan A . González de Canales y Don
Mariano Ama}’ a.
A las siete próximamente regresó recibiendo a
los Sres. D. Rafael González RipoU y D. Manuel
Gutiérrez, quienes les esperaban para saludarle.
Día 15. — Con sentimiento veíamos acercarse
la hora en que el P. Albera había de dejamos,
siéndole _forzoso \dsitar otros Colegios que con
ansia le esperaban.
A las 10 y V2 salía del Colegio cariñosamente
despedido por los alimmos, todos los cuales desea­
ban besar su mano y no cesaban de aclamarle con
el más vivo entusiasmo.
En el coche del Exm o. Sr. Marqués de Valdeflores dirigióse a la estación, donde ya le espera­
ban para despedirle Doña Concepción Carbonell,
Viuda de Courtoy, Doña Rosario Ariza de Carbo­
nell, Doña Angela Carbonell de Freneda, señoritas
de Carbonell y Gutiérrez de los Ríos, tenientes
alcaldes D. José Carrillo Pérez, Don Francisco
Fernández Mesa, Concejal D. Manuel Eiiríquez,
Lectoral M. I. Sr. Don Marcial López Criado,
ex-alcalde Don Rafael Giménez Amigo, Don Angel
Rubio, el general gobernador, Sr. Marqués de Sotoraayor, y su ayudante Sr. Heredia, D. Miguel
Fresneda, el Director de E l Defensbr Don Daniel
Aguilera, algunos PP. Salesianos de este Colegio,
y una comisión de internos y otra de Antiguos
Alumnos. Don P. Albera fué acompañado de su se­
cretario D. Clemente Bretto, del Sr. Inspector Don
Antonio Candela, y del Director de este Colegio,
Don Sebastián Pastor; saludó a todos y a cada
uno de los presentes teniendo para todos frases de
gratitud y palabras de afecto.
A las i i Y2 arrancó el tren, que nos privó de la
amable compañía de tan buen Padre. A l partir
se le dieron vivas y aplausos.
Tal fué el recibimiento, estancia y despedida
con que la ciudad de S. Rafael, la noble y hospi­
talaria ciudad de Córdoba, obsequió al segmido
sucesor de Don Bosco. Pálido reflejo de tanto
entusiasmo son estas cortas líneas; pero que ellas
sean testimonio del agradecimiento de los Salesia­
nos a los que de algún modo contribuyeron a dar
realce y esplendor a estos festejos, y al mismo
tiempo un recuerdo al Rdo. Sr. Don P. Albera
de los gratos días que pasara en esta ciudad, asilo
de la nobleza y patria d^l Gran Capitán..
RONDA. — L as simpatías de que en esta ciudad
goza la Obra Salesiana se vieron por las muestras
de afecto con que ha sido recibido su Superior Ge­
neral; pues solo en los alrededores de la estación
había más mil personas.
AHI esperaban al P. Albera el Exmo. A\-untamiento, todo el Gero Secular de esta población,
toda la ofidálidad del ejercito con uniforme; comisi( n de P P. Agustinos y los personajes más sa­
lientes de esta ciudad. A l des<xnder el P. Albera
del tren, fué aclamado frenéticamente p»or la m ulti­

tud y después de hecha la presentación a las auto­
ridades por el P. Director de los Salesianos de esta
población, Rev. Sr. Juan Castellano, ordenóse
la com itiva del modo siguiente: el primer vcliículo
era el automóvil del Sr. D . Vicente Gutiérrez ocu­
pado por el P. General, el Exm o. Sr. Alcalde 1).
Ramón del Prado, el Rdo. R. Superior de h\ Hé­
tica, y el Sr. Director D. Juan Castellano.
Todas las calles del tránsito se hallaban vist(í.snmente engalanadas y las campanos de lo \x)blaoión
se echaron a ^’uelo. A l llegar el automóvil (jue con­
ducía al P. Albera a la puerta del Colegio Salesiano,
se le arrojaron multitud de flores desde los balcones.
E n el colegio todos los alumnos se hallaban
dispuestos en dos filas en las espaciosos pórticos
que estaban adornados con buen gusto y donde
se había colocado im estrado para dar la bienve­
nida al Sujícrior. Un profesor del Colegio el vSr.
D. Antonio Mana Giménez con frases afectuosas
y entusiastas saludó al P. Albera, comparando el
liomeiiaje que se le tributaba con'el que le rindió a
Jesucristo el pueblo de Jeni.salén.
Después el P. Albera dió las gracias y se despidió
de todos.
Retiróse luego a descansar breves instantes a
los ricos salones que conserva cuidadosamente este
Colegio y que fueron habitaciones de los Kxinos.
Sres. Marqueses de Motezmna sus funfadores,
E l domingo, segundo día de su estancia en esta
población, a las 814 de la mañana celebró el P. A l­
bera en el altar de la preciosa capilla del Colegio
Misa de Comunión General, recibiéndola en ella por
vez primera varios alumnos del Colegio y multitud
de señores d élo más distínguido de esta población.
A las 12
celebróse un banquete en honra del
P. Albera. Con el venerando festejado sentáronse
a la mesa el P'xmo. Sr. Alcalde Don Ramón del
Prado, el Sr. Teniente Coronel de la zona D. Mi­
guel Berro, Sr. Comandante Mavor del batallón de
Chidana D. F'emando Martínez y l ’iñeiro, Rdo.
D. Clemente Bretto Ecónomo de la Socicílad Sa­
lesiana, D. Antonio Candela, {superior de las casas
de Andalucía, D. Juan CxLstellano, director del
C o l^ o Salesiano, Rdo. P. SujKTior de lo.s Agus­
tinos, Rdo. P, Cesáreo secretario del Colegio de
PP. AgrLStinos. todos los Rdos. Párrocos de esta
ciudad, el Sr. Juez D. José Durán Vajes, el Sr. Te­
niente Alcalde D. Eugenio Peralta, el vSr. D. Francis«) Calvo notario, D. Salvador Imiares en la
representadón de la Real Maestranza de Ronda,
el Rdo. D. Francisco Corona, vSr. Cai)itán de la
Guardia Civil D. Rafael G arda y el Rdo. D.
Eduardo Espinosa de los Monteros cura propio
de Almaigen y antiguo alumno de los Salesianos.
Después de la comida, salió el P, Albera a visitar
al Exmo. Sr. Conde de Vilalloi^a que accidental­
mente se hallaba en esta dudad y que por enfer­
medad no pudo asistir al homenaje tributado al
P. General.
A las ocho en punto el P. Albera penetra en el
sal<m de actos que se halla profusamente ilumi­
nado y en su totalidad ocupado por lo más granado
de la población, que venía a ofrecerle el solemne
homenaje.
• '•'

— igo —
A los acordes de la m archa real sube al estrado
<}ue el amor del pueblo de Ronda le ha preparado,
y bajo magnífico y suntuoso dosel de grana y oro
toma «asiento en rico sillón que cedió galantemente
para esta ocasión la Sra. Doña Elisa Escalante y
<jue guardaba con mucho cuidado por haber servido
en varias ocasiones a la Exm a. Sra. Infanta María
Dui.sa. A su derecha se hallaba el Exmo. Sr. Al­
calde, a su izquierda el Teniente coronel; los demás
sitiales eran ocupados por el Sr. Ecónomo General
de la S. S. 1\ Eretto, el Superior de las casas de
Andalucía, el Director del Colegio Salesiano, Sr.
Conde de Montelirio, Rdo. Superior de los Agus­
tinas 1*. Valentín Pérez, y otros varios Padres del
Colegio, los Revdos. Señores Párrocos D. Leopoldo
GonZíález, D. Antonio Checa y D. Adolfo Puya;
en rei)resentación del Sr. Alcipreste vino el Rdo.

mera fila por su desenvoltura en la declamación
el simpático alumno Antonio Ortega y Duián,
qmen siendo ya conocido por el público que en
otras ocasiones nos ha honrado con su presencia,
apenas se presentó en la tribima fué acogido con
im murmullo general de aprobación.
También estuvo m uy oportuno el alumno Juan
Salas con su discursito de ocasión que llevaba el
mérito de la propia originalidad.
E l Rdo. Sr. Cura del Espíritu Santo esta ciudad
D. Adolfo P uya manifestó deseos de saludar al
Superior en nombre del clero y como hijo de Ronda;
y en estrofas corectas, haciendo derroche de elo­
cuencia y dando muestras de mi amor grandísimo
a la obra de D. Bosco, entusiasmó al auditorio que
al tenniuar prorrumpió en estruendosos aplausos.
Por último, se alzó la veneranda figura del Ge*

R O N D A — £1 Sr. D. Pablo Albera con los Salesianos y Cooperadores.

D. Juan Cabrera, también acompañaban al P.
Albera nue.stros queridísimos amigos D. Prancisco Calvo y D. líugenio Peralta.
E n la interpreiación del programa se distinguie­
ron sobre todo el Rdo. D. Eduardo b^pinasa quien,
recordando los días felices q\ie pasó entre los Salesianos siendo alumno del Colegio de Utrera, tuvo
frases de la gratitud más encumlnada para el vene­
rable D. Bosco, y para el continuador de su obra
y fiel constTvador de su espíritu. Recordó como al
venir a líspaña el llorado D. M. Rúa fué también
elegido él para saludarle, pero que por enfermedad
no pudo hacerlo, y dice que tal vez la Divina Pro­
videncia no quiso que entonces lo hiciera para cpie
en esta ocasión recordara mas al vivo aquellos
días tan dichosos. Tennina diciendo que el home­
naje que se le tributa al P. Albera no es mérito
sólo de la Congregación Salesiana,sino que es tri­
buto debido de justicia a las ^*i^tudes del festejado.
Entre las niñas a los que se les había encomendado
la ejecución del resto del programa, estuvo en pri-

neral de los Salesianos quien con palabras dulces y
voz conmovida dió las gracias al pueblo de Ronda
por las demostraciones de afecto que en estos días
de su breve estancia en esta ciudad había recibido.
Terminó dicendo que al encontrarse en la tumba
del Ven. Don Bosco tendría súplicas especialísimas para el pueblo que así le honraba.
Toda la concurrencia pendía de sus labios y
temía perder algimas dp sus frases si respiraba.
Vimos a muchos derramar algunas lágrimas que
furtivas se secapaban de sus ojos.
Al terminar muchísimas señoras solicitaron del
Sr. Director el besar la mano veneranda del Supe­
rior. el cual accedió a sus deseos y todo el pú­
blico apercibido de lo que pasaba, volviendo
atrás desfiló ante el P. Albera estrechando con
grandísimo cariño y devoción su mano. E l día
24 celebró misa de comxmión general para los archicofrades de María Auxiliadora a la que asistió
todo el internado de las Esclavas Concepcionistas,
presidido por la Rda. Madre Superiora y otras

varias Rdas. Profesoras, gran número de señoras
cooperadoras y cooperadores miembros de la archicofradía, los Congregantes de S. I^uis Gonzaga
V los alumnos del Colegio.
Terminada la misa, invitóse al P. Albera a
dar la bendición con S. D. i l . y después recibió
en sus salones a la comunidad y alumnas del ya
citado C o l^ o de las Esclavas.
Accediendo a la galante invitación del digm'simo superior del Colegio de PP. Agustinos, pasó
el P. Albera acompañado de varios Salesianos a
almorzar en su compañía; y fué recibido por dicho
Señor Superior y por los Revdos. PP. Cesáreo,
Constantino Malumbre, h. Cobrega y otros varios
que sentimos no recordar.
Visitas. — Después del almuerzo dedicóse a

Sr. Comandante Mayor, Teniente alcalde D. E u ­
genio Peralta, Sr. J uez de primera Instancia Don
Eduardo Martes, Sr. Juez de Paz, reverendísimos
señores D. Leopoldo González, D. Antonio Checa,
D. Adolfo Puya, D. Rafael Rendón, D. Angel
Misut, nuestros amigos particidares D. Matías
Onigas, D. Mateo Blázquez, D. Manuel Vallecilio, D. Emilio Pérez y otros muchos admira­
dores de los Salesianos.
A l llegar el Superior a la estación, el público le
ovacionó entusiasmado y la banda dejó oir sus
vibrantes notas marciales. A l partir el tren todos
los presentes a una exclamaron: « Es un santo »,
y prorrumpieron en vivas a él y a la Congregación
Salcsiana.
No queremos omitir que la Casa Salesiiuia fué

*7 ^

RONDA _ El Sr. Don P. Albera con los Salesianos y alumnos de la casa.
devolver visitas, y entre otros visitó el Colegio de
las E.sclavas; fué recibido jxDr la Comtuiidad en la
puerta de la iglesia cuyo altar hallábase lujosa­
mente exornado e iluminado totalmente; después
pasó a los claustros donde todas las alumnas se
encontraban dispuestas en dos filas; fué vitoreado
T al despedirse les dió la bendición de María A uxi­
liadora.
.\ las cinco de la tarde varios coches y automó­
viles se hallaban en la puerta dei Colegio esperando
la partida del ilustre huésped.
En los pórticos saludaron al Superior el Exmo.
Sr. Alcalde y otros varios señores y am^os.
Después ei automó\'il del Sr. D. Francisco Calvo
corrió jóle a la estación ; en los otros carruajes
iban comisiones de alumnos y todo el profesorado
íilesiano.
En la estación le esperaban representaciones
nutridas de todas las autoridades; y vimos allí a
D. Salvador Linares en representación de Ik Real
Maestranza de esta ciudad, Sr. Temente Coronel,

adornada cuidadosamente ix>r las señoras más
distinguidas de la ciudad a las que de.sde aíjui
enviamos las más rendidas gracias.
MADRID.— Después de las maniíc.stacioncs de
simpatía que nuestro Revdo. SujMírior había reci­
bido en Barcelona. Ciudadela, Valencia y demás
ciudades por donde pasó, Madrid, la capital de
España, no podía quedarse atrás en dar también
esplendidísimas pruebas de su hidalguía y hospi­
talidad legendarias. E n la reseña de Córdoba hemos
opiado algunos juicios de la prensa; aquí los de­
jamos tomar aun de aquella prensa que no habla
nunca de los merecimientos de los ministros de la
Iglesia. Pero ¿dónde encontrar el sitio para tantas
elogios? Tendremos que resignamos a la consabida
reseña; y si a alguno le pareceira monótona esta
repetición de recibimientos clamorosos, veladas
inverosímiles, aflamairinrips y apoteosis semejantes
todas en grandeza y espontaneidad, será el caso
de repetir que es ía deseada monotonía de las

Í

— ¡92 —
auroras y de los ocasos, que cada día los vemos y
siempre son dignos de verse y admirarse. Y nótese
de paso, que si en rmas reseñas damos al recibi­
miento más espacio que a la despedida, si nos paramo.s en algiin acto más (¡ue en otro, no es porque
los demás hayan desmerecido; lo hacemos en gracia
de la variedad, aun a tnieque de no satisfacer
a lo.s (juc los presenciaron.
Hecha e.sta salvedad, comencemos a extractar
del montón de periódicos y cartas que tenemos
a la vista, la reseña del soberbio homenaje con qrie
Madrifl honró a nuestro Superior General.
E l Debate del 28 de marzo dice de la llegada.
« Ayer, desde mucho antes de las nueve, hallá­
base la estación del Mediodía ocupada por una
gran multitud de personius, deseosas de conocer
y saludar al ihistre religioso; entre ellas recorda­
mos a los Sres. González Rojas y Alarcón, en repre­
sentación de la Junta Central de Acción Católica
y Defensa «Social; el, Sr. Cura Párroco del Corazón
de María; varios miembros de ambos cleros, secular
y regular; representación de los Antiguos Alumnos;
Sra. Condesa de Vía-Manuel, presidenta de las
Coojxírndoras Salcsianas; Sras. y señoritas de Pidal,
Hauer, Arleta, Gouy, Sánchez Blanco, Velarde,
Castro y Pinzón, Manjón, Cisneros, Marquesa
de Monasterio. Feliú, Alarcón. viuda de Monadaga,
Ilercdia, Guedea; señores Bauer, Heredia. Arteta,
Aznar, Torcal, Vívigo, Ardizone {D. Francisco
y don Josó), Hierro, De Cabo y otros.
Pero lu nota saliente del recibimiento fué la
presencia de a{}ucllos que están en más última re­
lación con la Obra Salesiana, como son los niños
(jue educan y los obreros que en sus talleres se han
fonnado. Allí le esperaban los niños del Colegio,
el Círculo deportivo del Colegio en pleno, con sus
trajes pintorescos y elegantes de gimnastas, y una
nutrida representación de los ex-almmios, salesianos, (jue se encuetran en Madrid, y que aun en
medio del mundo se sienten ligados a sus antiguos
superiores por los dulces y eternos lazas del amor
y gratitud.....
H a llegado el tren; todas las miradas se dirigen
a la portezuela jxjr donde asoma un venerando y
anciíuio sacerdote de cabeza encanecida; es el
P. Albora, que con i>aso tinne y rostro sonriente
se adelanta hacia nosotras, saludándonas con luia
llaneza y amabilidad ex(iuLsitits, al propio tiempo
((uc to<las se iigolpau a su alrededor para darle la
bienvenida iiuLs afectuasa.
Con el reverendo P. Albora llegaron tíunbién el
Revdo. C. Clemente Brclto, Kcónonio general de
la Congregación, y los PP. Manfredini y Candela,
provinciales. resjK'ctivamcute, de Castilla y Anda­
lucía.
Kl P. Albera subió luego a mi automóvil, galan­
temente ofrecido ixir los señores de Bauer, y escol­
tado por una brigada de ciclistas y miembros de
Círculo deportivo At4xilium, que le hacían guardia
de honor, se dirigió al Colegio.
Durante el trayecto fué calurosamente aclamado
|x>r las personas del barrio, y la muchedmubre,
apretujada a la puerta del establecimiento, le
\*itoreó cariñosa y llena de entusiasmo.

Y a en el patio, los niños cantaron un hermoso
liimno ad hoc, dirigiéndole uno de ellos un senti­
dísimo saludo al que contestó el rev. Padre con otro
muy afectuoso, prommeiado en correctísimo caste­
llano.
Durante el acto reinó rma intensa emoción que
arrancó muchas lágrimas.
De aUí pasó el P. Albera a la hermosa capilla
del Colegio para celebrar el santo sacrificio de la
misa.
Omitiremos otros detalles, que si bien dan idea
de las delicadas atenciones de que fué objeto nuestro
Revino. Rector Mayor en Madrid, nos robarían
un espacio que creemos deber dedicar a la velada
(jue fué una verdadera apoteosis. Notemos pri­
mero que el Exmo. Sr. Obispo de Madrid-Alcala,
el de Sión y el de Guajira que juntamente con el
sabio Presidente de la Academia Española ocu­
paron la presidencia, quisieron que D. P. Albera
se colocase en el sitio de honor; añádase que Madrid
cuenta con elementos de aristocracia y cultura
que no se encuentran en las capitales de pro\*incias;
y por último, que la circxmstancia de que el tiempo
no permitiese la velada-homenaje el aire libre en
el patio, sir\'ió para darle más esplendor y xma so­
lemnidad hierática que los demás veladas no tu­
vieron. E l P. Albera tenía delante de sí un espec­
táculo mmea visto. L a iglesia de suyo elegante y
coqueta, como decían las .señoras cuando se inau­
guró, adornada con todos los atavíos de los días
de gran gala, radiante condos focos e innumerables
lámparas eléctricas cuyo reflejo mágico bajattdo
de las artísticas arañas hacían surgir de entre la
p>enunibra mística los lindos detales del brillante
decorado; el piíblico aristocrático que la llenaba,
donde brillaban estos de primera magnitud como
los Marejueses de Pidad, Comillas, Conde de CasaSegovia. de Vía-Manuel, Marquesa de Frómista,
Baronesa de Yecla por citar algunos nonibrc'; el
presbiterio donde había más de doscientos cutre
eclesiásticos y seglares, muchos de ellos lumbreras
unas ix)r su cultura y otros por su posición soeial,
como el Padre Zacarías Martínez y el P. Conrado.
Muiños, los Sres. Bauer, Cossío. Vega, catedráticos,
y representantes de todas las órdenes religiosas y
obras sociales de la corte.
Los niños que debían cantar el hermoso liimno
y la onjuesta se colocaron en el coro.
Entonado el Himno coral por 250 alumnos del
Colegio, dice E l Debate del 29, hizo uso de la pala­
bra el reverendo P. Manfredini, inspector de la
Obra Salesiana.
Deplora que el estado del tiempo haya impedido
celebrar el acto en el patio del Colegio.
Da las gracias a cuantos asisten a la velada, im­
poniéndose el sacrificio de llegar hasta allí su­
friendo los rigores del temporal.
Hablando del P. Albera, dice que es un devoto
fer\'cntísimo de España.
Ensalza la labor de los Hijos de D. Bosco. des­
viviéndose por dar a los niños pobres educación
y amor; la educación y el amor que no encuen­
tran Ih el arroyo, donde los dejan abandonados la
inhumanidad de una sociedad que tiene el co-

193 —
razón petrificado por la falta de sentünientos re­
ligiosos.
Saluda al P. Albera en nombre de la provincia
céltica salesiana.
Le ratifica su amor, no de palabra, sino de co­
razón.
Hace la presentación de los cooperadores.
Recuerda al fundador de la casa de Madrid
Don Ernesto Oberti.
Elogia a los oradores que luego harán uso de la
palabra.
Dice que jamás el sectarismo podrá vencemos,
porque con nosotros está Cristo.

cuartillas del catedrático de física de la Central
y elocuente diputado católico D. Bartolomé Feliú.
A cada uno de los párrafos grandilocuentes del
Sr. Pidad en los cuales la profundidad del pensa­
miento cristiano aparece vestida con el ropaje
rotxmdo y majestuoso de los oradores de Roma
y Atenas, el público sugestionado intermiupín
a pesar suyo con delirantes aplausos el áureo río
que brotaba de sus labios. I.,a filigranada prasa
del Dr. Feliú más sosegada, pero también más
afectuosa, caldeada por el calor de lo.s reo\jerdo.s
íntimos de su autor, no fné menas sahoix'ada y
aplaxidida. Mientras la elocuencia y la |x>esía

MADRID — Interior de la iglesia de Mana Auxiliadora donde se verificó la velada.
En la escuela daremos la batalla, no dejando
que nos arrebaten las posiciones que tenemos, y
yendo a conquistar los puestos deque por un des­
cuido nos privaron.
Y termina haciendo votos para que el paso del
P. Albera por España sea principio de nueva vida
fe la obra salesiana.
El orador es muy aplamlido.
Al subir al púlpito el sabio maestro D. Alejandro
Pidad, es saludado con una salva de aplausos. La
figura venerable del elocuentísimo orador adquiere
un relieve altamente impresionante en aquel sa­
ldado lugar. Nosotros no daremos aqm ni siquiera
extracto de su discurso porque hemos de pufiíicarlo ín t^ ro en otro número, juntamente con las

'i .
Iftl

descansaban un rato, el Sexteto de ÍJi Sinfónica
lanzaba sobre la selectísima concurrencia las melo­
días de F. Alcántara (jMi barquilla! Barcarola a
tres voces), y las melodías de Mendelssohn {Chanson du PrimUmps), qtie caían como una lluvia
de notas sobre los c ita n te s sobreros y airosas
mantillas. Después de un diálogo de niños cuyas
candorosas gracias contrastaban admirablemente
con la sabia oratoria de los ingenios próceres, el
Sexteto vuelve a acariciar los oídos y a estremecer
las almas con las inspirarads armoiúas de Bizet
(Fantasía sobre la ópera Carmen), y las nanos se
mueven para ap lau dir; pero esperan al fin para
continuar con una ruidosa ovación los dulcísimos
acordes de los violines. Luego sube al piilpito Don



79 4 —

1‘rancLsco Anlizoiie, Abogado del Estado y ex­
alumno de nuestro colegio de Utrera. E l representa
u los antiguos alumnos y por eso en su discrirso
hay acentos de apología batalladora perfiunados de
gratitud, que conmueven al auditorio. Ix>s ex*
alumnos, dice, son antídoto contra el malestar
social, con los cuales aplica D. Bosco a la sociedad
,su sistema preventivo.
Cuando yo presencio, añade después, las ac­
tuales luchas sociales entre patronos y obreros, re­
cuerdo siempre a los Salesianos, que resuelven el
conflicto educando a estos niños, futuros obreros,
hombres del ¡jorvenir, cjue sabrán responder a las
iiLsidias pérfidas de la revolución con las doctrinas
tnuujuili¿aduras y hermosas aprendidas a la som­
bra de la obra bienhechora de Don Bosco.
Según las necesidades de los tiempos, así
van apareciendo las Ordenes religiosas. Así apa­
rece Don Bosco en la vida de la Iglesia, trayendo
la regeneración con su obra eminentemente social
y educadora.
Excita a los cooperadores Salesianos a salir de
la ¡jasividad y proteger co:i todo carmo la obra de
Don Bosco.
Al hacer el bien en esta obra, hacemos el bien
a todos, a ricos y a |X)brcs. a proletarios y a capi­
talistas, a obreros y a patronos.
Grandes aplausos coronaron su valiente dis­
curso.
Al fin de unos versitos italianos, declamados por
un niño con ese garbo distingxiido tan propio de los
madrileuülos, el Sexteto ejecutó, como saben ha­
cerlo los profesores de L a Sinfónica, la gaveta de
Tilomas, Mignon. Aim Inatención del público se
7uecía en aquellas ondas de armom'a que bajando
del coro iban perderse en las ricas colgaduras de la
iglesia coimmicando, al pasar por los cuerpos, la
rítmica y placentera vibración del sonido a los
nervios de los espectadores, cuando aparece en el
jnilpito la gallarda silueta del primer espada de los
Jóvenes propagandistas, Sr. Requejo Vclarde. El
joven alxigado y y a célebre orador es saludado
con una do esas ovaciones con que las muche­
dumbres saludan a las verdaderos tribunos; v
a duras ¡xmas puede continuar su discurso porque
el distinguido auditorio intcmmqie con esptrepitosas ajilausas los períodas magistrales de su decir
incisivo y avasallador. Copiaremas el extracto de
¡'.l Debate, pero se comprende (pie estos casas hay
tpie oirlas y verlas para saber bien lo que son.
* Seguidaiiicutc hace uso de la palabra el Sr.
Requejo Vclarde, (pie es saludado con una clamorasa ovación y entusiastas aplausos.
Agradezco esas aplaiusas • dic^ el orador —
|K'ro no los acepto para mí.
En estos inomeutos de batalla no deben ser los
plausos para las humildes soldados, sino para los
capitanes. Y o recojo esa ovación y la ixmgo a los
pies de María Auxiliadora ^CbwfñíH).
Traigo a esta tribuna, reverendísimo Vadre, el
saludo de las Juventudes católicas de Madrid, y
cu particular, de la As<x^iacióu Católica-Xacional
de Jóvenes l'ropagandistas, y de su órgano en la
Prensa, E l Debate.

Vuestra ancianidad ha recorrido varias capitales de España, entre el agasajo de los grandes,
y entre, lo que vale más aún, el amor de los peque­
ños.
Y es que los únicos redentores del pueblo, sois
vosotros. Sois redentores, no a manera de torrente
impetuoso que lo devasta y lo arrasa todo, sino a
modo de las aguas fertilizadoras que, filtrándose
a través de las diversas capas del terreno, hacen
el campo fructífero, le coronan de flores y de fru­
tos {Aplatisos).
E l pueblo, que vive en medio del egoísmo glacial,
siente hoy, más que nunca, su desamparo.
E l pueblo es como im ciego. Falsos redentores,
abusando de su ceguera, le dicen; ¿Tienes frío?...
Y o te llevaré adonde los rayos del sol calienten tu
entiunecido cuerpo,.. Y le llevan, embaucadora­
mente, sobre el cráter de un volcán, para hacerle
sucumbir en él.
Pero vosotros, qiie no. sois lazarillos criminales,
le apartáis del cráter abrasador, y le conducís a
disfrutar de los rayos bienhechores, de los rayos
del sol, que brotan de la divina llaga de costado
de Cristo. {Aplausos).
Los embaucadores quieren implantar la escuela
laica, usando la palabra, menos alarmante, de
escuela neutra, diciendo que no pretenden más que
respetar la libertad de conciencia dé todos, no obli­
gando a que el Catecismo sea enseñado en las
escuelas, ^ t e ataque lo juzgan nuestros enemigos
el más certero. Pero la supresión de la idea reli­
giosa en la enseñanza es un atentado contra nuestra
libertad de conciencia, es un atentado contra el
orden social. [Aplausos frenHicos).
No creáis que quiero convertir esta velada en un
mitin, no. Pero es preciso poner de relieve que la
Iglesia es la iinica institución que en la sociedad
tiene misión d(x:ente.
E l Estado no debe ser más que un coadjutoi
de la acción de la Iglesia. [Aplausos).
E l Instituto Salesiano adquiere en estos actúale.'
momentos-, más unportancia que en ningmia otra
ocasión.
Venís a E.spaña, reverendísimo P. AllHr.a. c
momentos críticos, en horas amargas.
Y o recuerdo en estos irustantes que en los últi­
mos días de la infonnación parlamentaria aceres
de la ley del Candado, sonaba en una do la sesionc>
del Parlamento la voz cálida y vibrante de un sacer­
dote, que cantaba los beneficios que a la naciór
prestan los Salesianos. Y aquella voz arraucab‘>
aplausas de los mismos indiferentes.
Y no era la inteligencia del P. P'ierro la que
arrancaba aquellas ovaciones, era la verdad, ce
gando con sus fulgores a los perseguidores de
Cristo.
Y o y a sé que. como decía el P. Fierro, si llcgarai:
a expulsaros de España, mientras caminarais pet
nuestro suelo iríais bendiciendo nuestras monta­
ñas, nuestros valles, nuestro cielo, y que al llegar
a la India, os dedicaríais a enseñar a aquellos pa
brecitos a amar a Cristo y a querer a España.
Está bien; esa sería \niestra venganza.
Pero nosotros, los que gastamos pantalones

r

— 195 —
tendríamos que obrar como católicos, como ciu­
dadanos, como hombres. {Ovación prolongadisinxa).
Nosotros también abandonaríamos esta tierra.
Vcon nosotros se iría el prestigio de a raza, se irían
ias personas decentes, con nosotros marcharía
España. {Aplausos estrepitosos).
Vos, padre Albera, que por ■ v'uestra prelacia tan
cerca estáis de María Auxiliadora, pedidle amparo
para esta tierra española, donde no hay pueblo
qne no la venere, para este pueblo español, que es
todo de María {Aplausos).
Y cuando lleguéis a Turín, ante la tumba de
Don Bosco, pedid allí por nuestros Reyes, por
nuestros Prelados, por nuestros gobernantes, por
nuestros diputados, por nuestra raza; pedidle por

carezco de méritos para que me obsequiéis tan
cumplidamente.
Os lo agradezco. Y a sé que todo lo habéis hecho
y lo hacéis por mi Padre Don Bosco.
Ensalza la labor de los Salesianos de España
y dice que en esta tierra católica por excelencia,
Dios no permiritá que triunfen los designios de lo.s
malos.
Y termina diciendo que rezará por España unte
María Auxiliadora, por esta España, cu\‘os Prelado.s
como diligentes capitanes, la llevarán u la victoria.
E l público, puesto en pie, tributó al venerable
sucesor de D. Bosco la luÁs cariñosa de las ovacio­
nes. desfilando de.s]més ante él, a rendirle home­
naje de veneración y respeto.

MADRID — El Sr. D. P. Albera y la Presidencia.
mí, pedidle por las Juventudes católicas, tan gene­
rosas, tan abnegadas, que cuando reciben heridas,
sólo saben besarlas, y están dispuestas siempre
a ofredar su sangre en holocausto de Dios y de la
Patria. {Una ovación delirante apaga las últimas
Palabras del Sr. Requejo).
Los alumnos entonaiv el himno ¡Viva el buen
Padre! y sube al pulpito entre aplausos cariñosí­
simos. la figura grave, austera, venerable del
reverendísimo P. Albera.
Dice que, aunque como extranjero no conoce
bien nuestra armoniosa lengua, cree oportuno
dirigir algunas palabras de gratitud al pueblo
de Madrid.
Yo creí que este pobre sacerdote pasaría desa­
percibido en esta populosa capital; pero me habéis
recibido con tanto cariño y me demostráis im afecto
tan grande, que me siento avergonzado, porque

Fué una fiesta de amor. Nuestra enliorabucna
a cuantos en ella tomaron parte ».
Nuestros benévolos lectores nos perdonarán
si alargamos demasiado esta reseña, copioirdo aún
una de las chispeantes crónicas del simpático y
saladísimo Curro Vargas.
€Atravesando barrizales más propios de un aduar
rifeño que de la capital de España; bajo la lluvia
incesante, que lagrimeaba im cielo gris, llegué a
la residencia de los Salesianos, en la Ronda de
Atocha, donde tenía lugar una espléndida fiesta
en honor del P. Albera.
Una fila de oxdies blasonados y de magníficos
automó\'iles se alineaba al borde de la acera. Un
grupo de lacayos y de chauffeurs guardaba la en­
trada. Penetré en el gran patio de recreo, adornado
con escudos y banderas. Hube de dirigirme a la
caoilla. convertida en hermoso salón.

— igó —
jVaiio intento! Una concurrencia numerosísima
llenaba el local, y muchas personas tenían que que­
darse fuera, por absoluta falta de sitio. Volví sobre
mis pa.so3, y me resigné a escuchar desde la galería
las estruendosas ovaciones que de tiempo en tiempo
se resonaban... Unos escolares se ejercitaban en
el niuuejo de la bieileta, describiendo curvas inve­
rosímiles, y haciendo gala de su destreza y absoluto
ílominio de la máquhia. Vestían jersey blanco con
una banda azul celeste, donde se leían estas pa­
labras; < María Auxiliadora ».
I^ s lacayos y los chauffeurs hicieron pronto
amistad con los ciclistas, y concluyeron por montar
también en las bicicletas de los cliiíjuillos. A mí me
pareció que el verdadero sitio de los tales servido­
res, no era precisamente el patio, sino la puerta...
— ¿Qué hace Usted ahí, « Curro »?... Me dijo
siempre cariñoso y siempre alegre Gerardo Requejo,
<pie salía del salón con un caballero.
— Y a lo ve Usted, amigo mío... ¡viendo llover!...
— ¡Qué disparate!... Siga Usted toda la galería:
abra Usted la iiltima puerta de la izquierda y entre
Usted. Si no hay asiento, por los menos, oirá Usted
perfectamente a los oradores, y verá Usted de
cerca al P. Albera.
— ¡No deseo otra cosa!...
Siguiendo los consejos de mi amigo, entré en la
sacristía. Un Padre Salcsiauo me buscó sitio.
ICl Padre Rector, hizo aún nuis; llevóme al estra­
do, donde me iirstalé admirablemente. Desde allí
lo oía y lo observaba todo. ¡Dios se lo p ^ u e al
simi)ático Padre Castilla! Buscjué con la mirada
al P. Albera, al segmido Sucesor de D. Bosco, el
venerable bhmdador de los Salesianos... Allí estaba,
a la izquierda del Sr. Obispo de Madrid-Alcalá.
con su humilde hábito de sacerdote, sin un distin­
tivo. sin una señal externa de su elevadísima con­
dición...
I<o contemplé y le observé a mi gusto. E l Padre
Albera es un viejecito venerable. Su frente, es
anclia, limiinosa: frente de a¡>óslol y de sabio...
I,a mirada es dulce, resbaladiza, con destellos de
una dulzura infinita y con relámpagos de una vo­
luntad finne... Dos arrugas profundas destacan
la nariz tajante, bajo cuyas alas ai>arecen míos
labios finos, donde mariposea una sonrisa bonda­
dosa. Sus actitudes, sus ademanes todos, son ma­
jestuosos, de una majestad humilde...
Este henuoso homenaje, esta linda fiesta, cuva
reseña conciaizuda leerías ayer, caro lector, con­
movía el alma grmide, y por eso mismo sencilla,
del \'irtuosísimo sacerdote.
I.,a iialabra cálida de Gerardo Requejo, encendió
como siempre en el auditorio hogueras de entu­
siasmo. traducido en aplausos frenéticos..... El
P. Allicra se irguió un instante y... aplaudió tam ­
bién.....
Un apuesto mozo. de... « ocho años », hubo de
recitar con graiule aplomo y gallardía, míos bonitos
vxTsos en la lengua de Dante...
Aplaudieron las gentes, y una anionxsa mirada
del P. Albora al pequeño artista, yo la tradujé por
aquellas sublimes palabras del Maestro: « Dejad
«¡uc los niños se acerquen a nif V una admirable

orquesta desgranó las notas de una inspirada fan­
tasía.
Volaron sobre el auditorio silencioso aquellas
notas; sumergieron por un momento los espíritus
en el dulce sueño del arte sin fronteras... El padre
Albera, el santo viejecito, ¡soñaba también! Con
las manos cruzadas sobre el pecho y con los pár­
pados entornados le vi unos segundos.
Hubo en los reunidos mi instante de expectación.
L a fiesta había terminado. E l P. Albera iba a
hablar. Siempre humilde, siempre bondadoso, d
sacerdote festejado, púsose de pie, dirigiéndose al
pulpito convertido en tribuna. Palabras de grati­
tud... de amor... de fe... de caridad y de esperanza...
salieron de sus labios con voz débil, con una voz
.suave, ligeramente trémula, sin un adorno retó­
rico, sin un gesto dominador, sin mi apostrofe ruti­
lante... Habló el P. Albera a sus oyentes, poniendo
en .sius palabras toda la hermosa ingenuidad de su
corazón y toda la pura diafanidad de su alma.
A mi lado, alguien dijo:
— ¡Habla como un Santo! Otro anadió: * Habla
como un misionero ».
Y o pensé y no lo dije.
— H abla como las dos cosas; y habla, ademá.*;.
como en el santuario de los hogares, bendecidos per
la tradición y por la fe, habla « el abuelito *...
¡El abuelito!... todo cariño, todo mansedumbre,
todo bondad, todo amor para aquellos que le vene­
ran, y sobre los cuales reina con la excelsa corona
de sus cabellos blancos como la nieve de las mon­
tañas...
Este « abuelito * consagrado a Dios, alma de una
obra catequista sublime , cuya transcendencia
social no puede negar nadie, dejará en nosotros
un recuerdo impierecedero.
E s la síntesis de esas virtudes que son precisas
para el ajxistolado, y que en el P. Albera asoman
a través de imas pupilas sin sombras, y bajo el
dosel de uno.s cabellos cubiertos por ese poKillo
de plata que levantan los años en su marcha triun­
fal *.
Ix>s días 29 y 30 de marzo los dedicó el P. Albera
a los Cooperadores y ex-alimuios, los cuales h
agasajaron y aclamaron con smgular cariño y re­
gocijo; también recibió visitas de distmguidí.simos
personajes de la corte. Nosotros ouiitiremo.s todo
eso que ya nos hemos alargado tal vez más de lo
debido. Añadiremos solamente que el domingo 30
por la tarde fué a Carabanchel-Alto, donde hay
noinciado y estudiantes, y allí recibió las mismas
muestras de simpatía popular, como ve verá luego
en la correspondiente resefia, volviendo el 3 de
abril por la noche. A l día siguiente antes de las
nueve, la estación ya estaba llena de curiosos y
admiradores, tributándole una despedida digna
los otros honienajes. Autoridades, cooperadores,
de almnnos. damas linajudas, modestas hijas del
pueblo, títulos de Castilla mezclados con los obre­
ros, todos querían saludar y despedir al Sucesor
de D. Bosco, que dejaba en Madrid la luminosoa
estela de los hombre grandes y había despertado
en todos los pechos un entusiasmo indescriptible.
Entre aquella magnífica confusión de saludos, vi



197 —

vas, apretones de manos y bendiciones, se oyó el
silbido de la máqxiina que se lanzaba a través de
los campos de Castilla hacia Medina del Campo
para llegar por la tarde a Salamanca.
CARABANCHEL-ALTO. — Bien podemos decir que
la ^■ isita de nuestro Rvmo. Superior General Don
P. Albera ha sido en Carabanchel-Alto lin acon­
tecimiento que no podíamos entrever siquiera. Es
increíble el entusiasmo que este pueblo de Cara­
banchel-Alto ha manifestado en esta ocasión.
El domingo 30 de marzo a las 6 p. m. el repique
de las campanas y los acordes de la banda muni­
cipal, enviada por el dignísimo Sr. Alcalde, Don
Eugenio De Ochoa, annunciaban al pueblo de Carabanchel que llegaba el que con tanta ansia espe­
rábamos. Un gentío inmenso, mejor dicho todo el
pueblo, acudió a la plaza, por dónde debía pasar
nuestro Superior. Apenas se divisó el automóvil
en que llegaba el desborde del entusiasmo fué generil.
D. P. Albera bajó del coclie entre vítores y acla­
maciones, y, rodeado del pueblo que le aclamaba,
llegó a la puerta del Colegio donde le esperaban los
Niños del Oratorio festivo.
El pueblo invade el patio de entrada con orden y
alborozo; la banda llena los aires con s\is alegres
notas y nuestro amadísimo Superior sonriente,
saludando a todos con cariño, llega a] amplio
zaguán de la casa donde se le canta un hermoso
himno, dándole la bienvenida en un sentido dis­
curso uno de los teólogos; se la dió así mismo en
nombre de todo el pueblo su celoso Párroco Don
Eladio Fernández. D. P. Albera dió a todos las
gracias produciendo sus palabras una profunda
emoción en el corazón de todos; una calurosa
ovación impidió oir sus últimas palabras.
Acto seguido, entre rail apretones, pues todo lo
llenaba la gente que se apiñaba por ver y be.sar la
mano de nuestro Superior, entre entusiastas acla­
maciones, se pasó a la iglesia que se llenó en pocos
instantes. L a escolanía del Colegio cantó a per­
fección un Te Deum en canto llano, dando Don
Albera la bendición con S. D. M.
Entre el nmneroso gentío que acudió a saludar
al P. Albera v-imos una representación del Ayimtamiento, los Señores Párrocos y clero de ambos
Caranbancheles, el Sr. Maestro, una comisión del
Círculo Católico de Carabanchel Bajo y distinguidas
personas de ima y otra villa.
En el comedor, durante la cena, no faltaron,
como nota expansiva, aquel día y los siguientes,
manifestaciones de alegría desbordante por medio
de discursitos, diálogos, cautos, etc. todo muy del
agrado de nuestro querido Superior.
El día 31 a la s y y
D. P Albera celebró la misa
de Comunión que fué general, cantándose durante
día escogidos motetes.
A la una se sirvió tm banquete al que asistieron,
con el Sr. Párroco y Coadjutor de Carabanchel
Alto, los distinguidos sacerdotes de esta vila. el
Sr. Párroco y varios eclesiásticos de Carabanchel
Bajo, diez antiguos alumnos de nuestro C o l^ o
de Utrera y un Redactor de E l Debate.

A los postres leyéronse cariñosos brindis en prosa
y verso, en castellano, latín, griego, italiano, por­
tugués y francés. Todos fueron muy aplaudidos.
D. P. Albera se levantó entre aplausas para
contestar a tantas pruebas de afecto, pidiendo a
María Auxiliadora prosperidad para la casa
Carabanchel.
A las 3 una numerosa y selecta concurrencia, en
la que tem'an representación distinguidas coo|>eradoras y cooperadores y muchas j>ersonas de Ca­
rabanchel, se hallaba ya en el amplio patio del
colegio, donde los gimnastas de la Casa de Madrid
realizaron con precisión y maestría varios ejercicios
de sport de conjunto y acrobáticos, tenninando co!i
una figura nniy artística rematada por mi alumno
que sostiene una bandera nacional con la inscrip­
ción: ¡Viva España!
D. P. Albera felicitó a los pequeños gimnastas y
ellos, radiantes de alegría, pintada en el rostro la sa­
lud proporcionada por los ejercicios físicos, rasgaban
el aire con sus voces dando vivas al buen Padre.
Luego comenzó la velada en el salón de actos
adornado artísticamente, quedando lleno de lióte
en bote. L a presidencia fué ocupada por el Revino.
P. Albera, D. Clemente Bretto, Ecónomo general
de la Congregación, el R ev. Sr. Inspector D. José
Manfredini, los Señores Párrocos de ambos Carabancheles y Leganés, los Señores Alcalde y Te­
niente-Alcalde y algunas otras distinguidas per­
sonas entre las cuales nos es grato notar a Doña
Estéfana de Céspedes, insigne Cooperadora de
nuestras obras, venida expresamente de Madrid
para manifestar mía vez más su simpatía a la per­
sona del P. Albera.
Después del himno, muy bien interpretado por
la escolanía, el Sr. Director del Colegio leyó un dis­
curso de bienvenida, haciendo resaltar el carácter
especial de esta casa con su Oratorio festivo, sus
estudiantes de latín. Novicios y Teólogos y ofre­
ciendo al Padee el cariño sin igual de sus hijos.
Saludaron asimismo a su amadísimo SiqxTÍor
en aplaudidos discursitos los diferentes grupíi;
dél Colegio. E l monólogo italiano • II Capjxíllo »
hizo pasar un rato divertidísimo a cuantos cono­
cían un poco el melifluo idioma de Dante. I^n níimero muy interesante fué un 0 Sacrum Convivium
en canto llano interpretado jxir el Coro.
E l Sr. Alarios hizo ilso de la palabra en nombre
de la Juventud Católica de Carabanchel Bajo.
Elogia calurosamente la Obra Salesiana diciendo
que su labor es la más grande, la más noble, la más
santa porque haciendo de los niños de hoy hombres
honrados para mañana, da a la Patria ciudadanos
dignos y a la Iglesia de Cristo esforzados adalides.
Evoca los tiempos en que España fué poderosa,
fuerte y temida, y dice que lo fué porque España
era entonces la España Católica cuya fe ardía en
el pecho de todos y principalmente en el del sol­
dado que, inflamado en ella, conquistaba terri­
torios para su R ey y almas para su Dios. Termina
diciendo qne para saludar a D. P. Albera pone a
sus pies los (xirazones todos de las juventudes
católicas. Numerosos aplausos coronan sus bri­
llantes párrafos.

— 198 —
También habló D. Emilio Carrascoso, redactor
de E l Debate siendo muy aplaudidol Del drama
A d Golgotham escrito en latín por el Dr. D. J . Francesia S. S. oímos hacer grandes elogios, tanto de
la parte literaria como de la ejecución.
Y puso ténuino a la velada D. P. Albera pro­
nunciando breves pero sentidas palabras de gra­
titud a cuantos habían concurrido al acto; el
público le despidió con xma delirante ovación.
E l (lía I® de abril lo dedicó a hablar con sus
(jueridos Salcsianos y Novicios, recibiendo también
varias visitas. A la comida homaron nuestra mesa
el Sr. Conde de la Cortina, el distinguido escritor
D. Modesto H. Vülaesciisa y otro grupo de ex­
alumnos de Utrera. Por la tarde dió una confe­
rencia al personal de la Casa.
E l día 2 fué el último c|ue tuvimos a nuestro
(lucrido Padre en nuestra compañía. Nos dijo
la misa de Comunión, acudiendo numerosas per­
sonas a recibirla de su mano.
A medida que se acercaba la hora de la separa­
ción, la alegría parecía trocarse en congoja que se
dió a conocer en las sentimentales composiciones
recitadas durante la illtima comida en compa­
ñía del buen Padre, aumentando la nota triste
de la próxima despedida. Pero en medio de ese
sentimiento general, que a todos nos embarga,
pronuncia el Sr. lnsj)ector breves palabras que
son para nosotros un rayo de esperanza, pues nos
ha<^ acariciar la idea de ver de nuevo en época no
lejana a nuestro Superior enl as fiectas de la inaugucación de las Escuelas Profesionales Salesianas de
Madrid. ¡Quiera el Cielo concedemos tanta ven­
tura! Nuestras plegarias irán dirigidas al Altísimo
para que brille bien pronto tan hermoso día.
A las 4 p, m. ya esperaba al Padre el auto que
le había de llevar a Madrid y las campanas de la
Parrocpiia echadas a vuelo ammeiaban la marcha
de nuestro queridísimo Superior. E l cuadro fué
verdaderamente tierno. E n la puerta le despidieron
los Teólogos, Novicios, Hijos de María, el Sr. P á­
rroco y clero de Carbanchel. el Sr. Teniente A l­
calde y numeroso pueblo que no sabía como sepa­
rarse de él, mientras el Sr. Director iba a acompa­
ñarle hasta Madrid.
Al arrancar el auto se oyó un delirante ¡Viva Don
Albera! contestado jxjr todos, mientras él nos saluda­
ba por última vez dándonos su paternal bendición.

MEMORIAS BIO G RÁ FICA S
D E M ONS. L U IS L A SA G N A
CAPITU LO X L I X {Continuación.)
Hacia los tres los misioneros llegan a Juiz de
Pora. Es la más hermosa de las ciudades modernas
del brasil, construida a la europea y coronada de
altos montes revestidos de vírgenes florestas. J unto
al vagón de los misioneros se agolpan algunos mo­
zalbetes de mala catadura: miran a aquellos sacer­

dotes y a aquellas hermanas, y se desatan en im­
precaciones, amenazas y horrendas blasfemias.
Azoradas las pobres Hijas de María Auxiliadora
apresúranse a correr las persianas de las ventanillas;
mas aquellos energúmenos añaden con satánica
sonrisa: « ¡Sí, cerrad en hora buena!... ¡Dentro de
poco veréis! » lyos Salesianos y las Hermanas no
se imaginan por cierto a qué aluden aquellos foragidos. Mas persistiendo ellos en su lenguaje ver­
daderamente infernal, el P. Zatti, no pudiendo
tolerar por más tiempo tan impía desfachatez,
baja del tren para increpar al más insolente como
se merece. Aquel demonio se aleja con presteza, y
como el tren arranca el buen sacerdote vuelve a
entrar en el coche sin decir palabra. Sin embargo
aquellas palabras de color oscuro han quedado harto
impresas en la mente de las tímidas esposas de
J esucristo para que no las hagan tema de su con­
versación. Presa de los más sombríos presenti­
mientos. se interrogan:
— ¿Qné significarán aquellas terribles ame­
nazas ?
— ¿ Y por qué querrán hacemos mal a nosotros
que deseamos hacer bien a todo el mimdo?
— ¿Conque es cierto, dice otra, que nos cabrá
la suerte de sufrir algo? ¡Entonces sí que merece­
remos el nombre de esposas de Jesús Crucificado!
— ¡Oh, pluguiese a Dios que pudiéramos llegar
al cielo con la palma de los mártires!
— Mas para ser mártires tendríamos que ser
sacrificadas en odio a J esucristo y a su Iglesia.
Una de ellas se vuelve hacia la Madre Superiora
y la dice sonriendo; Madre, antes de ir al martirio
déjenos algrma reliquia.
Iva Superiora respondiendo en el mismo tono, se
quita mi zapato y arrojándoselo, dice: « Ahí va la
reliquia, guardadla ». Todas rompen en una jovia­
lísima carcajada y así termina la conversación.
Entretanto el tren vuelve a emprender su verti­
ginosa carrera y las buenas religiosas se recogen en
la oración. Unas empiezan a rezar el rosario, otras
a cumplir la hora de guardia. Ivos sacerdotes co­
mienzan a decir el ofi<úo. Monseñor y su secretario
también están ocupados en prácticas de devoción:
todos rezan.
E l tren se ha alejado algo más de un kilómetro
de Juiz de Fora, cuando se oyen repetidos silbos de
la máquina. Monseñor asoma la cabeza por la ven­
tanilla y le corre un estrem<ícimiento por todo el
cuerpo al divisar un tren que viene furiosamente
hacia ellos. Sin embargo de pronto cree que hay
doble binario; mas observando mejor la vía y
viendo un hombre arrojarse de la máquina, ya no
puede alucinarse: el desastre es inminente. Ixk dos
maquinistas que. debido a una curva, no se han
avistado antes, al hallarse repentinamente a poca
distancia el uno del otro dan el contravapor, y,
arriesgando su propia %*ida, intentan detener de
golpe las máquinas: pero es tarde, y esto no pro­
duce más que ima brusca disminución de velocidad
que arranca un grito a Monseñor: < IDios mío, un
chcxjue! ¡María Auxiliadora, salvadnos! » Aun no
había terminado la frase cuando con la rapidez del
rayo chocan los dos trenes; encímanse las locomo­
toras con tremenda sacudida y se hacen trizas: los

— 199 —
vagones se embisten tumultuosamente; el del co­
rreo con la resistencia desarrollada por la deten­
ción del tren se empina por la parte anterior, pene­
tra en el de los misioneros, desbarata las paredes.
arroDando los asientos, aplastando las personas,
V se detiene a la distancia de medio metro de los
PP. Albanello y Zatti. Estos se hallan salvos por
mflagro y con horror ven su espléndido vehículo
en un abrir y cerrar de ojos trocado en im hacimamiento de maderas, bancos, hierros y... cadáve­
res. A sus mismos pies yacen un Salesiano y una
Hermana anegados en tm charco de sangre.
Fuera de si por el espanto, los dos sacerdotes
apenas atinan a dar gracias a Dios por haberlos li­
brado y dan la absolución a los moribmidos. ^ías
luego su pensamiento vuela a Monseñor, y no pu­
diéndole ver, le llaman con voz entrecortada por
el llanto. E l P. Zatti. pasando por la única venta­
nilla que ha quedado ilesa salta a tierra, se pre­
cipita hacia el extremo opuesto del vagón, busca
con ojos desencajados al Obispo y le halla apre­
tado entre las paredes de dos vagones.' Tenía la
cabeza apoyado en la ventanilla y el pecho aplas­
tado. Acaso respiraba todavía porque a una her­
mana super^'húente que le pedía scxxnrro, la había
respondido un momento antes: « ¡No puedo ayu­
daros, recurrid a M aría!» No era posible socorrerle.
A tal vista el P. Zatti fuera de sí echa a correr
a campo traviesa sin saber adónde: llora, aúlla
rompiendo siniestramente aquel sombrío silencio
cuyo horror es amnentado por el caer de una llu­
via deshecha. Recobrándose, vuelve hacia el tren,
llama llorando a Jlonseñor... Pero y a no puede
alucinarse: el Obispo de Trípoli, víctima de aquel
horrible desastre, yace cadáver.
Entretanto los Salesianos y los viajeros que han
quedado incólumes consternados bajan a tierra sin
saber que hacerse; pero reflexionan que no deben
perder el tiempo en vanos lamentos, que tal vez
entre aquellas ruinas, no obstante el silencio sepul­
cral que reina en tomo, hay aim vivientes que ne­
cesitan pronto socorro; cx>bran ánimo y sin tardanza
emprenden el salvamento. E l P. Albanello y el P.
Zatti. con arrojo y presencia de espíritu admirables,
después de salvar y socorrer al acólito Guillermo
Bmckhaüser que tiene la cabeza apretada entre
dos maderos, piden hachas, sierras, palancas. Se
ponen al frente de los que han acudido y comienwn a derribar cuanto aim queda enliiesto del vagón
ccrreo para abrirse paso y llegar hasta las vícti­
mas que yacen debajo de él. Después de irnos diez
minutos de esfuerzos heroicos se ve salir de entre
aquellos escombros una mano: es una Hermana
que fuera de sí pide socorro. E l P. Zatti le estrecha
aquella mano para asegurarle que cabalmente van
en su auxilio; pero aquella infeliz le atrae hada sí
con tanta violencia y desesperadón, que el pobre
sacerdote no puede zafarse de ella. No hay palabras
c«i que describir la impresión producida en los
QTcunstantes por aquella escena de dolor. Com­
prenden que no trabajan en vano; redóblanse sus
bríos y la faena continúa con ansia febril.
Entretanto el funesto anuncio llega con la velo­
cidad del rayo y ctmde por Mariano Procopio,
que apenas dista medio kilómetro, y por Juiz de

Pora. Aunque llueve a raudales de todas parte acude
acude unánimemente un gentío inmenso al teatro
del choque. De los primeros en llegar son los Pa­
dres Redentoristas Holandeses, que traen consigo
el óleo santo para los moribimdos. Juntos con los
obreros que ellos mismos han llamado, con admi­
rable espíritu de caridad y sacrificio se entregan al
trabajo para socorrer a las víctimas. Apresúronse
también a traer socorro varios excelentes médicos
que prodigan los más cariñosos e inteligentes cui­
dados a los heridos. También el ministro protes­
tante D. J. Taylor corre solícito en auxilio de las
que sufrían.
Se consigue ante todo extraer de aquel cúmulo d.'
maderos de.spedazados a la p>obre Hermana que
primero había pedido socorro. Sus vestidos hecho,-?
jirones le cubren a medias el cuerpo todo herido y
ensangrentado. Se la lleva cuidadosamente a la
choza más cercana, habitada por una familia de
negros, y allí los médicos le prestan los primeros
cuidados. Aparece la segunda, Sor Paulina Heitzmann, pero ¡ay! en qué estado. Tiene la cabeza
horriblemente contusa y toda sembrada de añicos
de cristales, los brazos tan enormemente descar­
nados que se le ven los huesos, y además ha per­
dido un talón; el espanto la ha privado del tino,
de manera que parece que ni aun siente el dolor
de sus horrendas heridas. E lla también es acogida
en la casa de los negros y entregada en manos
los sanitarios.
Entre tanto continúa la faena y se consigue abrir
un segundo boquete por el lado derecho del vagón.
Ix)s ayes, los gritos de angustia van aumentando;
todos piden socorro al P. Zatti cuyo nombre re­
suena a cada instante. É l responde con solicitud a
todos, inspirándoles valor y paciencia, mientras, sin
cuidarse de la lluvia y del cansancio, se continúan
demoliendo las paredes y el piso de los dos vagones.
Por la nueva abertura sale el hermano carpintero
Domingo Germán casi sin heridas. Duego es sacada
Sor María Casilla que más que persona humana
parece un monstruo disfonne: tiene la faz desfi­
gurada, todo el curpo magullado y de los pies a la
la cabeza está empapada en barro y sangre. Uno
de los médicos, caritativo Cooperador vSalesiano,
la lleva a su propia casa, y la cuida cen todos lo.i
desvelos posibles.
Haciendo esfuerzos heroicos se llega hasta Sor
Florisbela y se la encuentra también horrible­
mente maltrecha. Habiendo quedado inexplica­
blemente sin hábitos, a pesar de sus atroces sufri­
mientos e inmensa debilidad, con indecible esfuer­
zo .logra «ntre aquellos escombros arrancar el de­
lantal ensangrentado a Sor Edvigis Gómez B r ^ a
que yace muerta a su lado, y así consigue cubrirse
un tanto, pudiendo en ella más el pudor que lo.i
los dolores.
L a señora de Lusso, madre de un salesiano y
de una H ija de María Auxiliadora, que estaba al
servicio de las hermanas, tiene la suerte de salir
con vida, p>ero todo su cuerpo está horriblemente
marcado sin que le quede sana más que una pierna.
Ohrídada de sí la buena mujer pide auxilio para Sor
Julía Aigentón que, omtorciéndose jimto a ella, hace
inútiles esfuerzos para desasirse de los maderos y

— 2CO —
lo3 hierros en que ha quedado aprísiouada. Svis
gritos infunden aliento a los trabajadores; caen las
tablas a recios hachazos; pero desgraciadamente
cuando el auxilio llega a ella, es demasiado tarde:
la infeliz expira entre los más crueles tormentos.
Continúan serrando maderas, desencajando fie­
ros y trasportando muertos y heridos y pueden
finalmente separar la parte del vagón contra el
cual, horriblemente aplastado se halla el cadáver
de Mons. Ivasagna. lis religiosamente recogido y
llevado a la iglesia de los Padres Redentoristas.
Como en el momento del choque tem'a la cabeza
asomada a la ventanilla, no se le nota en el rostro
más que un leve rasguño. N i aun se ven rastros de
sangre: sólo alguno.s anillos de la cadena en contacto
con el cuello están ligeramente ensangrentados. En
HU semblante no hay nada de tétrico, ninguna
contracción; sólo la palidez de la muerte. Tiene los
labios entreabiertos, los ojos entornados; ha muerto
en medio de atroces tormentos, mas parece que
en .su frente flota la paz del justo y la l)endición de
Dios. Y de esto nos hemos podido cerciorar contem­
plando profundamente angirstiados, su mascarilla
en la Exposición de Arte Sagrada de Turín, el
año 1898. Exponíanla los aventajados escultores
italianos José Caporail y Alejandro Eonnento,
(jue la habían tomado del cadáver mismo en el ce­
menterio de Juiz de Fora, antes que fuese bajado
a la tumba.
Descúbrese luego el cuerpo de la Madre Teresa
Rinaldi que, además de otras heridas, tiene la cara
traspasada por im gran trozo de hierro.
Continxiando el salvamento, se halla poco des­
pués el cuerpo de Sor Petronila Imas que tiene
la cabeza hendida y está en gran parte bajo las
ruedas del vagón. Sólo después de doce horas de tra­
bajo, es decir, cuando los dos coches quedan entera­
mente deshechos, es posible extraer sus miembros
destrozados. Tendido sobre el pavimento está el
■ cuerpo exánime del joven secretario l ’adre Bernardino M. Villaamil. Se le vió, con la cabeza asida
c-ntre dos maderos, agitarse, sacudir las manos y
los pies; pero de.'sgraciadamonte demasiado tardó
•el socorro, y cuando se pudo llegar a él ya había
exhalado el jxístrer suspiro.
A la entrada del vagón, la cual en América suele
estar en los lestero.s. j)or el lado que ocupaban las
hermanos son recogidos con horror los cadáveres
le vSor Julia Argi'Utón y de Sor Edviges Gómez
Braga. El cráneo de ésta última está desj>edazado;
los seíXis derrmnudos por el sxielo y los otros miem­
bros asimismo hechc^ jirones. Los buenos Padres
Redentoristas los hacen envolver en blancos lien­
zos y trasladarlos a su iglesia.
Son, ]>ucs, seis U)s que han ixirecido en aquella
tremenda catóafrofe. Mons. Lasagna, su secretario
V cuatro Hennanas de María Auxiliadora. Otra
víctima se halla tcxlavia entre la máquina y el
ténder: es el maquinista del tren directo en que
viajaban los Salesiimos. Cosa digna de ser notada
que da lugar a gravísimas reflexioues, es que ni
uno sólo de los pa.sajeros de los otros coclies fué
n i levemente herido.
En aquella fecha la Iglesia perdía un intrépido
misionero, un celosísimo Prelado, \tn verdadero

apóstol; Italia lamentaba la pérdida de uno de sus
más ilustres ciudadanos; la Pía Sociedad Salesiana
estaba inconsolable al ver que la muerte le arreba­
taba inopinadamente a imo de sus hijos más que­
ridos, una fuerte colmnna de sus misiones, una de
sus más puras y espléndidas glorias. Tenía razón
monseñor Brito, el príncipe de los oradores brasi­
leños, al exclamar: « Había que ofrecei a Dios en
sacrificio ima fior, y esta debía ser la más fragante
de todo el ramillete. Era necesario sellar con s a i ^
la obra inmortal de los Salesianos en el Braal;
esta sangre quiso Dios que fuera la más preciosa:
la de Mons. Lasagna *.

{Continuará).

T E S O R O E SP IR ITU A L.

Los Cooperadores Salesianos que confesados
y comulgados, visiten devotamente una iglesia
o capilla pública, o si viven en comunidad, la
propia capilla, y rueguen según la intención
del Sumo Pontífice, pueden ganar las siguientes
indulgencias plenarias:
Para el mes de julio:

Día 2. La Visitación de la Virgen SS.
» 6. La Preciosísima Sangre de N. S. Je­
sucristo.
» 16. Ntra, Sra. del Carmen.
Cada mes:

1. Un día cualquiera de líbre elección.
2. El día en que hagan el Ejercicio de la
buena muerte.
3. El día en que tengan conferencia.

Cooperadores Salesianos difuntos.
ESPAÑ A.
A rcas (Cuenca?.
Sr. D. Joaquín Carpió
> . Juan Recuenco
. > Mariano NúAez
Otenca.
Rilo. S; n. Pedro S. de la Cerda
Sr. D. Manuel Sancho
. » Joaquín Lozano
Sra. Da. Camila BascuAana
^fasfgosa {CueneV.
Sr. D. Agaplto Caba
R ifíff io

Rdo. Sr. D. Evaristo Prieto
V illa r d e l H o r n o
Sr. D. Valentín Saii
» » Cosme Garda
> » Baldomero Díaz
. » leñado Villar
» * Féli.T de la Torre
* 1 Aquilino Morales
» > Cecilio Herráiz
> ? Martín Huerta
» » Victoriano .\rcas
>ra. Da. Simona Sáiz
.
> María Ortega
'
* Ignada Garda

Con aprobación de la Autoridad Eclesi istica:
Gerente: JO SE G.AM8INO.
Establee. Tip. de la S. A. lut. de la Buena PrMsa
Corso Regina Margherita, N. 176- TURIN-