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extracted text
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ASO I X - N . 9.
PübUcaciun monsnal.
SSTlFjVIRHrí (Ifl 1894.
BOLETIN SALESIANO
Guien recibiere á un nino en. mi
nombre, á mi me recibe.
(M a t h . xvm .)
Os recomiendo la niñez y la ju
ventud; cultivad con grande es
mero su educación cristiana ; y
proporcionadle libros que le en
señen á huir del vicio y á prac
ticar la virtud.
(Pío IX.)
Hedoblad vuestras fuerzas & fin
de apartar á la niñez y juven
tud de la corrupción é incredu
lidad y preparar asi una nueva
generación.
(Leok XIII.)
Debemos ayudar a nuestros her
manos á fin de cooperar á la
difusión de la verdad.
(III S. .Tu a x , 8.)
A tiende & la buena lectura, & la
exhortación y ó. la enseñanza.
(1 T i .m o t i i . IV , 13.)
Entre las cosas divinas, lamá.s su
blime, es la de cooperar con Dios
á la salvación de las almas.
(S. Dioxisio.)
DI amor al prójimo, os uno de
los mayores y mñs excelentes
dones que la divina bondad
puede conceder k los hombres.
(El Doct. S. Fkaxc. do Sales)
D IR EC C IO N en el O ratorio Salesiano — Calle de Cottolengo N. 32, T U R IN (Italia)
dencial es que en nuestro siglo de sensua
lismo y placer apareciera un apóstol que
ante tanta molicie pusiera como corona y
Los Saleslanos en Eialp.
remate de su obra y como regla innata la ale
Santander. Oratorio de I)on Bosco. Paseo infantil.
gría vinculada entre los trabajos y peniten
La excursión de los Salesianos.
Los Salesianos en Vigo.
cias. Estad aUgres, hijos m ios, decía Don
Am é r ic a . Noticias de nnestros misiones. Expedición
Bosco
ú sus niños, y esta santa alegría es el
á Mendez y Gnalaquiza.
patrimonio de sn orden. El hombre de mundo
Los Misioneros Salesianos de Gnalaquiza.
Tierra del Ftiego. La nueva misión de Nuestra Se que por pasatiempo siquiera asiste á sus
ñora de la Candelaria.
fiestas no puede menos al fin y al cabo de
Patagonxa. La Institución Salesiana.
imitar aquel personaje del drama Domingo
Savio y en otros ó parecidos términos excla
mar : « Ahora comprendo que hay otra fe
licidad que la que se desprende nel fondo
de una botella. >>
Tengo, pues, para mi que la orden sale
siana es la orden de la santa alegría. ¡Y
cómo no, si basta su primer obispo le ha
prestado sn música, Cagliero!
A sí es que el hospitalario pueblo de Eialp
hace suyas las fiestas del Colegio y se iden
En esto momento regreso de Eialp, donde tifica con ellas, y al decirse fiestas del Co
por la exqnisita amabilidad del Sr. Director le r o , se contesta por los vecinos: fiestas de
y Padres del Colegio Salesiano be asistido Eialp. Bien por el pueblo de Eialp.
á las fiestas que allí se baii verificado. Mis
Hace pocos días hallándome con mi esposa
quehaceres no me permitieron asistir á los en mi acostumbrado paseo , discurrió una
dos últimos días de la fiesta y lo sentí, pues, caravana de cbicuelos montados en sendo.s
aparte de la majestad y esplendidez de dichas borricos, quienes por su gorro de uniforme
fiestas, quedé privado de respirar aquel dulce y por lo que se me in d icó, comprendí que
ambiente que Don Bosco imprimió en sus eran alumnos del colegio que regresaban de
oratorios y asilos. En todas sus expansiones los exámenes en el Instituto provincial. Les
y esparcimientos van hermanadas por en acompañaba Don Tomás , hoy diácono,
canto la edificación y la alegría, y provi quien ha sabido trocar sus honores y elevada
S U M A R IO .
— 114 —
graduación militar j)or la liumilde sotana del
Baltísiano. Y es de ver como encajan y cuan
bien se liermanau en Don Tomás sus na
turales rasgos y carácter militar con la
proíuiida Immildad que distingue á este
discípulo do Don Dosco.
Uno de diclios alumnos llevaba tendido
en la delantera de la albarda un robusto
cachorro y recordé á mi esposa el Gris de
Don Bosco. Bn liialp no necesitan Gris, le
dije, aquí no hay Valdenses ni ju d íos; es
verdad <iue ha metido también por aquí su
inmunda pata el liberalismo y allá se van
ellos, pero el Colegio do liialp no necesita
Gris y esto tnatará á aquello y sobre el Co
legio-Asilo de Bialp ha de relucir como en
Viüdocco con una aureola de luz la sagrada
imagen de María Auxiliadora bendiciendo á
todo el Pullas.
K1 verano último la casa-asilo de liialp no
existía, poro sí uua casa-cobertizo de propie
dad particular que nos recuerda el sotechado
de Piiiardi. Debido á la niuniíicencia é inago
table caridad del preclaro hijo de esto país
Don Antonio Seiupau , antiguo registrador
de la propiedad do Gerona y IMálaga, dicho
odilicio fuó comprado para la orden salesiana y reodillcado á expensas do tan in
signe profesor. Hoy las abejas se acumulan,
el odilicio no basta, es preciso ensanchar y
reedillcar como un segundo Pinardi y quo
María Auxiliadora presida desde su cúpula
esta exteusa comarca, atrayendo sobro ella
las bondiciouos del Cielo. Llamo la atención
no ya tan sólo de estos comarcanos sino de
nuestros comprovincianos, pues felices los
que so constituyen en instrumentos de María
Auxiliadora.
Bu ISSO, si mal no recuerdo, enardecido
el fervor religioso de los hijos de Esterri
do Anón por una benéfica misión resolvieron
colocar sobre una columna sentada en sitio
preferente de la villa la imagen de bronce
dorada del Sagrado Corazón de Jesús en
estado de divisar y presidir á todo ol valle
de Aneu recientemente consagrado al mismo.
La imagen había venido de Tolosa, los aiidamios estaban puestos ]>ara la colocación y
el liberalismo manso con sus escándalos fa
risaicos atrajo de su parte la débil autoridad,
lio sin tener antes aprestada á mansalva al
guna turba desaparrada y tabernaria para
en su caso impedir aquel solemne acto y la
sagrada imagen no pudo colocarse.
Ihies bien: nuestro insigne paisano Don
Antonio Sempau aparece de conformidad
con la
Anglesio instrumento
para que el Oratorio de San Francisco do
Sales llegara á extenderse en Pialp, y nues
tro i>aisauo hijo digno del Pallas, señaló el
destino de su cíiridad para el pueblo de
Kialp, atento sólo á que el Colegio-Asilo
ejerciera su benéfica intluencia y regenerara
su querida comarca del Pallás, y, cosa rara,
el pueblo de Bialp es sin disputa el pueblo
más céntrico de la población de la zona del
Pallás. XQué m ucho, pues que quedara re
servado á María Auxiliadora presidir el
Pallás y atraer desde su altura las bendi
ciones del Cielo á esta predilecta comarcad
A sí lo espera, Sr. Director, este su atento
S. S. y amigo q. b. s. m.
E l Corresponsal.
17 de Junio de 1894.
{El Almogávar Leridano).
OflATOEIO DE DON BOSOO - SANTANDER
U n p a s c o in i'a iiU l.
Grande y extraordinaria agitación y afluen
cia de gente hacia el embarcadero de los
Corconeras se observaba en las primeras
horas de la tarde del domingo 15 del ccK
rriente Julio. La gente impulsada por vivo
deseo y gran curiosidad, acudía á presenciar
un espectáculo acá nunca visto y en extremo
consolador.
Los niños que se educan en el Oratorio
de Don Bosco, en correcta formación y pre
cedidos de sn banda, pasaban al inlnediato
jmeblo del Astillero, donde la Sra. D* Luisa
Cuesta de Huidobro les tenía preparada ima
suculenta merienda.
« Servid al Señor, con alegría, » solía reX>etir con frecuencia Don Bosco á sus hijos,
conforme á las palabras del Salmista , y
« Servid al Señor con a le g n a , » repiten
éstos incesantemente á sus ñiños que saben
muy bien aprovecharse de semejantes lec
ciones.
Los niños antes de embarcarse se dirigieron
á la Catedral donde N. Señor estaba de ma
nifiesto, y daba gusto ver la compostura y
devoción con que rezaban.
Llegados al muelle de los Corconeras y
mientras se embarcaban, la banda ejecutó con
gran acierto varias piezas de su repertorio
auto un público numerosísimo que admirado
y complacido la escuchaba. Admirado, sí,
porque esos niños que forman la banda salesiaha apenas si hace un año empezaron á
dar los primeros pasos en tan noble arte.
Y'a todos embarcados, al romper el Corconera
su majestuosa marcha entre los aplausos del
])úblico, la banda ejecutó un airoso paso
doble cuyos ecos se fueron poco á poco per
diendo elitre las brisas del mar.
En el Astillero esperaban á la alegre co
mitiva entre otras personas el Sr. D . Gabriel
Huidobro y el digno Sr. Maestro con todos
los niños que acuden á su escuela; los que,
apenas divisaron el Corconera agitaron sus
pañuelos saludando á los que les visitaban,
y la banda volvió de nuevo á dejar oir sus
melodías.
— lio —
liada hay que decir de la merienda que
fué digna d e j a persona que la daba , y de
la que los ñiños quedaron en extremo satisífeclios, especialmente por haber sido servidos
con exquisita amabilidad por los mismos se
ñores que los habían invitado y sus fami
lias. ¡ Qué bello contraste, que sólo tiene
lugar donde impera la caridad cristiana que
todo lo armoniza! Señores no acostumbrados
sino á ser servidos , no creen rebajarse re
partiendo por sí mismos para hacerlo más
sabroso, el pan que llevan á la boca del
pueblo menesteroso. Estos niños «uando lle
guen á ser hombres no olvidarán tan sublime
espectáculo y rechazarán indignados, como
calumniosas y absurdas, las ideas socialistas
que hombres ambiciosos y perversos trataran
de inculcarles. Si todos los ricos compren
dieran esto, no tardarían en dar satisl'acción
cumplida á los ardientes deseos de nuestro
Santísimo Padre el Papa, uniéndose á las
clases menesterosas bajo el amparo de la
caridad cristiana, remedio único y seguro
para combatir con fruto al monstruo del so
cialismo.
Terminada la merienda, los niños se diri
gieron al Ayuntamiento ante cuyo edificio,
por espacio de hora y media, la banda eje
cutó con gran afinación las mejores piezas
de sn repertorio, recibiendo los más eutusiastas plácemes del numeroso público que
se reunió atraído i)or la música.
La despedida fué preciosa: en el momento
de ponerse-en marcha el Corconera, todos
los niños agitando sus pañuelos, batiendo
pidmas y con atronadorez vivas se despedían
do sus bienhechores que estaban allí pre
sentes y que conmovidos con tan enternecedor expectáculo Ies devolvían sus saludos
coa los pañuelos hasta perderlos de vista.
¿Cómo pintar la animación y el entusiasmo
que se mostraba en todos á la vuelta? Las
alabanzas á la Sma. Virgen, los cantos po
pulares, los vivas á Don Bosco, á los bien
hechores y á los Salesianos se sucedían sin
interrupción y se repitieron con mucho
más entusiasmo al acercarse al desembarca
dero, ante los cientos de personas que allí
estaban. Precedidos de la banda en regular
formación atravesaron el muelle por entre
las apiñadas gentes que en aquella hora to
maban el fresco. Llegados á la i?laza Vieja
hicieron alto y mientras alegres y satisfechos
se retiraban á sus casas deseosos de de])ositar en el seno de sus familias las muchas
ysantas emociones experimentadas en aquella
deliciosísima tarde, la banda ante el Ayun
tamiento dejaba oir sus harmónicos acentos,
continuando después su interrumpida marcha
hacia el Oratorio de Don Bosco.
Bendiga Dios á la noble y piadosa Señora
que tan bien sabe emplear sus riquezas y á
los benditos hijos de Don Bosco que tan
1 egeneradora obra ejercen en nuestro pueblo.
Llamamos la atención hacia esta institución
que sólo se sostiene con la caridad y que
tanto contribuye á la regeneración del obrero,
ñu para que
Señor la ba establecido en
su Iglesia, en estos últimos tiempos.
T. P .
P.
Santander, Julio 17 de 1894.
La excursión de los Salesianos
La Aialaifa, diario de Santander, dico á
este respecto lo que sigue:
Los niños que reciben educación en el Co
legio de los Pailres Salesianos pasaron ayer
agnulabiiísimameute la larde en el pueblo
del Astillero.
Trasladáronse todos allí con sus profesores
y su lucida banda en uuo de los Corconeras
que se había fletado con este objeto, visi
tando antes al Santísimo en la Catedral; y
allí los recibieron alegremente muchas per
sonan, el señor maestro de la escuela entre
ellas, cou todos los muchachos que en la
misma se instruyen. Jugaron mucho con el
buen orden á que sus celosísimos profesores
los tienen acostumbrados, con la santa alegría
que la prodigiosa caridad de los sacerdotes
de Don Bosco sabe inspirarles, y fueron
durante varias horas admiración de distin
guidas familias que en el Astillero veranean;
porque, á la verdad, el Instituto Salesiauo
está i)roducieudo incalculables beneficios á
la clase jornalera de Santander, y el buen
comportamieuto y crianza de los chicos que
se educau en -- los Salesianos » lo prueba
por modo cocluyeiite y es digno do sinceros
elogios y de la gratitud de todas las per
sonas honradas.
Los niños pasaron gran parte de la tardo
en una posesión que galantemente se les
abrió para su recreo, y allí fueron obsequia
dos cou abundante merienda por una caritiva dama cuyo nomlíre, á po.sar nuestro,
callaremos por orden suya.
Luego visitaron la iglesia, y ya de noche
volvieron ú Santander, complacidísimos del
agasajo, coiiteiití.'iimos de la excursión, en el
mismo vapor de la Corconera que los con
dujo al Astillero.
Próximamente á las nueve de la noche
llegó al muelle de los Corconeras el que
conducía ó la alegre turba infantil. ]VIucha.s
madres esperaban á los pequeñuelos, y buen
golpe de gente se acercó á presenciar el
desembarco, atraída por los acordes de la
música que resonaba en el mar.
Dando vivas y rebosando satisfacción for
maron correctamente los niños, y con sn lu
cida banda al frente, se dirigieron á la Plaza
Vieja, donde se disolvieron.
—
116
Si la caridad fuera la norma de todos los
católicos, si el contemplar ú oír lástimas no
produjera en muchos corazones endurecidos
lamentaciones estériles, si se consideraran
despacio los prodigios que en tantos rapaces
abandonados obran la enseñanza, los des
velos y las virtudes de instituciones tan
santas como las debidas al gran Don Bosco,
la moralidad de Santander subiría sin duda
alguna muchos grados y en poco tiempo pu
diera llegar á sor nuestro pueblo uno de los
más cultos de España.
Objetar á reflexiones de esta clase que el
que las presenta se halla movido por intereses
miserables, y no por la gloria de J)ios y
bien del pueblo, revela una ignorancia muy
triste y, lo que es peor, un alma pervertida
que cierra los ojos á la luz de la razón, que
se guía por las pasiones, un alma dominada
por el orgullo, incapaz no ya de alentar sino
aun de comprender genero alguno de senti
mientos levantados.
E. DE n .
LOS SALESIANOS EN VISO
Tomamos de un diario español:
No fueron hasta la fecha pequeñas, en
verdad, las diíicultades con que ha habido
que luchar; pero la constancia y celo de
nuestro respetable amigo 1). Leopoldo Gómez
l)udo irlas venciendo y hoy tenemos la sa
tisfacción inmensa de anunciar á nuestros
lectores que quizás antes de concluirse el
verano, tendremos entre nosotros á los in
dividuos del Instituto Salesiaiio, salvaguar
dia de la sociedí^d en los tiempos difíciles
que atravesamos.
Desde ayer, en efecto, se cuenta con un
terreno mayor del que se disponía, que eran
3430 metros cuadrados, que con la adquisi
ción de 16‘.»3 más, forman un total de 5128
metros cuadrados, en la calle de Konda.
El sitio uo puede ser más á propósito, pues
reúne á las condiciones do salubridad, el ser
céntrico y en una parto de la población lla
mada á desarrollarse mucho.
La falta de espacio uo nos permite decir
hoy más sobre el particular. Lo haremos,
Dios mediante, pronto y con más extensión,
n o y tócanos ya sólo hacer votos jíorque se
realice pronto lo que tanto provecho habrá
de reportar á Vigo.
—
EXPEDICIÓN Á MENDEZ Y GDALAQÜIZA.
{ContinuaciónJ.
I g n o r a n c ia y s u p e r s tic ió n .
R e l ig ió n y m o ral.
No me detengo en describir los usos y cos
tumbres de estos salvajes, porque ya son su
ficientemente conocidos por las publicaciones
que han hecho los Misioneros de Macas y
del Ñapo. Sólo diré que los jívaros de Gualaquiza conservan, aunque confusamente,
ideas de nuestra santa religión, que mezclan
con sus ceremonias paganas. Úna tarde nos
vino á visitar un viejo jívaro llamado Chacaima : quería volver osa misma tarde á su
casa, mas uo se lo permitió el mal tiempo
y se determinó á pasar la noche con noso
tros, en el mismo cuarto. Pero autos de acos
tarse, salió afuera y desde el corredor de la
casa, empezó á soplar fuertemente y á mur
murar entre dientes no sé que palabras.
E l P . Joaquín, que lo estaba observando,
le preguntó qué significaban aquellos soplos
y aquellas voces. Contestó: Chacaima so'fiando, lejos mandando muerte é újuancki (de
monio) ; rezando Taita Dios, por que muerte
é ifluancM lejos mandando.
Otro día vino á visitarnos un brujo de
M éndez, el c u a l, por la misma causa del
mal tiempo, tuvo que quedarse con nosotros.
También él, antes de acostarse, cumplió con
las mismas ceremonias: soplos y rezo y bas
tante hu'gos.
Ambos me aseguraron que « htenos jíva
ros, todos, antes d inniendo, rezando. »
Esperamos que la buena semilla echada
en el corazón de esos pobres salvajes por
los Misioneros que nos precedieron volverá
á nacer y á dar los ai)etucidos frutos.
lü.vcursiión ul Zam ora.
Antes de regresar á Cuenca, quise hacer
una excursión hasta la confluencia jie l Bomhoiza con el Zamora. !Me acompañaron los
Bres. Guillermo Vega, M. J. Avila, N . Moscoso y un Valencia, cauchero colombiano.
Los canoeros eran dos jívaros, padre é hijo.
Marchamos á cabjülo por una hora, y des
pués á pie hasta la orilla del río Bomboiza,
donde nos esperaban los dos jívaros con una
embarcación demasiado pequeña para con
tener siete personas. Confiamos nuestras vi
das á la valentía de los jívaros y nos enco
mendamos á nuestros Santos Protectores. Se
navegó con felicidad por algunos kilómetros,
aunque de vez en cuando, debíamos acer
carnos á la orilla y marchar á pie, para no
exponernos á ser envueltos i)or terribles co-
IF
— 117 —
rrentadas. Llegámos á un punto donde el río
se bifurca, dejando en su centro una islita
formada de guijarros y peñascos. Aquí ha
llamos un verdadero peligro: las aguas se
precipitan embravecidas, golpeando contra
las penas de la isla y se arrojan, después,
espumosas y bramadoras, al uno y otro lado
de la isla, formando así dos terribles cana
les , por uno de los que era forzoso pasara
nuestra endeble canoa. Nos horrorizamos ante
esa espectativa, pero no hahía más remedio:
debíamos aventurarnos en aquellas olas ! Los
jívaros están alerta y dirigen la proa al ca
nal que parece menos alborotado; pero ¡des
gracia ! la corriente y las olas son tan fuer
tes, que no permiten el gobierno de la canoa
y en un abrir y cerrar de ojos nos vemos
estrellados contra los peñascos de la isla.
El golpe fué recio, espantoso, y no com
prendo cómo no se haya despedazado esa
pequeña embarcación; se abrió sí una larga
hendidura en el fondo, por la cual comen
zaba á entrar el agua; pero los jívaros no
desmayaron un punto. Visto' el peligro, sal
taron al agua, sacaron de entre las peñas la
canoa y, empujándola con fuerza, la echaron
en las furiosas olas del can al: mientras es
arrebatada como una hoja, los dos salvajes
dejan salto se echaron á la barquilla, em
punan los remos y nos salvan.
Pero confieso francamente que se quita la
gana de navegar por esas peligrosas aguas
(iel Bomboiza. Ansiaba el momento de poder
tocar tierra firme y creo que este era el ve
hemente deseo de todos. Llegamos á un
punto donde es imposible poder navegar; el
río baja demasiado rápido y ninguna embar
cación puede echarse en esas espantosas
olas. Bajamos, pues, á tierra y nos pusimos
en iliarclia á pie; pero ¡quó camino! Arbo
les, matas, bejucos, enredaderas que se cru
zan en todas direcciones..... Es un mar de
vegetación prodigiosa que apenas nos dejaba
ver una pequeña seña de sendero fangoso!
Sin embargo, siguiendo con gran fatiga por
aquel camino, costeando siempre el río, lle
gamos relativamente pronto al lugar desig
nado. Aquí encontramos una vieja canoa, de
jada para el servicio público: sirve á los
salvajes para esguazar el río y pasar al ca
mino del Pongo. Con un pañuelo tapamos
la hendidura más grande de las muchas que
lastimosamente nos presentaba dicha canoa,
la echamos al agua y nos dirigimos á la
confluencia del Bomboiza con el Zamora,
adonde llegamos bien. Como manifesté más
arriba á V. R., el Bomboiza, á poca distan
cia de su boca, se tuerce repentinamente ha
cia el E . y desagua en el Zamora. Las aguas
de ambos ríos se mezclan sin violencia; pa
rece que se abrazan con cariño, paseándose,
después, como buenas hermanas en un her
moso remolino de unos 30 metros de circuito,
al cual se puede entrar sin peligro, y la
canoa es llevada suavemente alrededor por
las aguas. Pero nosotros no teníamos ni
tiempo ni gana de divertirnos: empezaba á
anochecer, y nos apresuramos á pasar á la
otra orilla, en donde nuestro guía había en
cendido un gran fuego y cocinado algunos
pedacitos de yuca, único alimento que ha
bían traído los jívaros. Nosotros contábamos
con la cacería, pero con gran maravilla y
disgusto, no hallamos cómo disparar un sólo
tiro con provecho. E l Sr. Vega conservaba
todavía una cajita de sardinas, con las cua
les y con la poca yuca, pudimos acallar los
más fuertes estiniulos del hambre. Rezamos
todos juntos las oraciones de la noche y nos
echamos á dormir sobre las húmedas arenas
de la playa. Por ser avanzada la hora no se
pudo construir el rancho, y tuvimos que dor
mir debajo de un árbol: pedíamos en nuestro
corazón á Dios que nos librara de toda des
gracia , principalmente de las torrenciales
lluvias que, á más de empaparnos en agua,
nos habrían confinado en aquella horrorosa
floresta sin alimento para sustentarnos. H e
mos sido escuchados: x>asamos la noche sin
fuertes lluvias y sin inconvenientes. A l rayar
el alba, nos pusimos nuevamente en marcha:
yo estaba extenuado más por el hambre que
por el cansancio: sin embargo, seguimos ade
lante hasta las once y media del día, pa
sando por senderos horribles. Finalmente
entre el ramaje columbramos una habitación
humana: era la casa de un buen jívaro, que
nos dió generosa hospitalidad y nos hartó
abundantemente el hambre y la sed. ¡ Que
Dios Nuestro Señor le recompense, dándole
el pan del alma! llamándole á la fe en J e
sucristo, verdadero Pan de vida eterna.
El objeto de mi excursión al Zamora era
conocer si más abajo de la confluencia era
navegable : pero me persuadí de lo contrario.
Inmediatamente después de su unión con el
Bomboiza, forma una vertiginosa correntada,
cuyas aguas descienden bramando entro los
escollos do las orillas: el jívaro que nos
acompañaba nos decía que más abajo el río
espantoso, pasa por entre rígidos peñascos
alzados á uiioy otro lado, formando hermosas
cascadas y orribles remolinos. Dicho jívaro
me aseguró que, desde la unión del Bomboiza
con el Zamora, hasta la confluencia de éste
con el Paute, no hay más que dos días, des
pacio andando, como él decía. En mi pró
xima excursión á estas regiones espero ade
lantarme hasta el Santiago, y levantar el
mapa de todos esos desconocidos parages.
En este viaje he notado otra cosa impor
tante para la Geografía. El mapa del Doc
tor Wolff, en las regiones cercanas á la con
fluencia del Bomboiza (ó Gualaquiza, como
ahí está escrito) con el Zamora, marca lla
nura; y sin embargo, están cubiertas de
montañas, y bastante elevadas. Los picacho.s
que se levantan en el punto de la unión de
dichos ríos alcanzan la altura de más de
1200 metros sobre el nivel de las aguas co-
VA
t
i/'
—
lis —
m entes, las cuales se hallan á una altura
absoluta de 6üU m etros; de modo que esas
montañas, que los habitantes de Gualaquiza
llaman monUmas del Zamora, tienen una ele
vación inedia de 1800 metros sobre el nivel
del mar. Pero más al N". se observan cimas
mucho más altas de las que yo medí. Estas
cordilleras toman el nombre del Zamora,
l)or(¡ue, por lo que yo he pedido observar,
siguen la orilla derecha del río hasta su coníluencia con el Bomboiza, donde los dos ríos
unidos las rajan traiisversalmente. Aquí for
man una i>rohinda y estrecha garganta, se
mejante á la que forma el G-uulaceo al E.
del pueblo del mismo nombre, en la cordi
llera oriental, con la diferencia de que los
montes de la garganta del Gualaceo son pe
lados, al paso que las rapidísimas pendien
tes del Zamora están todas cubiertas de tu
pidos bosques y solamente en algunos puntos
asoman pocas crestas de negros peñascos.
La cordillera del Zamora coutinúa después,
con la dirección empezada de S. á N . : no
parece que termine en el Paute; creo que
forma un semicírculo y se une á las mon
tañas arriba mencionadas, que siguen la
orilla izquierda del Bomboiza.
Sin embargo la constitución granítica de
la cordillera del Zamora es un poco di
ferente de la de las montañas situadas en
la orilla izquierda del río Blanco y respec
tivamente del Bomboiza. Las montañas del
Gualaquiza tienen la misma conformación
de la sierra de M atunga; están formados por
exquisito cristal; se observan capas micá
ceas do colores brillantes; pero las venas
de cuamo no son tan frecuentes como en las
de Matunga.
La cordillera del Zamora está compuesta
de gneis (hablo de los lugares por mí obser
vados). Las montañas que separan el Gualaquiza del Copiambiza, son deanftbolo (borneblenda), como lo -observó en una parte
bien despejada, cerca del Bomboiza. Bu las
orillas de este río encontré algunos pedacitos de carbón de piedra i.oco inferior en la
calidad al de Chiiguipata, cuya mina se ha
descubierto recientemonfe: es claro que en
alguna localidad de la hoya del rio ha de
haber depósitos de este importante combus
tible.
ViieU.a ú tauutuquiz.'k.
Pero ya era tiempo de volver á Gualaquiza. Dimos, pues, un
á esos lugares
con la promesa de volver á verlos pronto.
Llegánu>s felizmente al pueblo y el día 12,
siüudados cariñosamente por los cristiauos y
por los jívaros, tomámos de nuevo el camino
del Sigsig. Ti-es jívaros, movidos del deseo
de ver la ciudad de Cuenca y de recibir los
regalos que les prometimos, quisierou acom
pañarnos en el viaje. i^Tos entretuvimos dos
días en la bacieuda del Sr. QuiutauiUa, eu
Ouebipamba, i)ara facilitar tanto á los po
bladores del lugar como á los de San Jost
y A guacate, la recepción de los santos sa
cramentos. En efecto vinieron todos los de
San José y cumplieron, con mucha satis
facción de sus almas, aquellas prácticas dt
la E eligióu, y nos instaban y nos suplica
ban volviéramos pronto, lií’os prometieron
que maudarían á sus hijos á nuestros talle
res de Gualaquiza, apenas estuvierau en
aptitud de recibir alumnos, y nos mostraron
uu hermoso terreno, eu posición verdadera
mente poética, sobre el cual quieren fabricar
la Capilla, donde el Misionero podrá cele
brar la santa Misa siquiera los domingos.
Una vez establecida la misión, San José du
plicará BU x>oblación, porque son muchas las
personas que tieueu aquí sus haciendas,
quienes las dejaron casi abandonadas por
falta de asistencia religiosa.
Volvimos á Granadillas y pasamos la no
che en una choza tan peqneña, que apenas
tenía un miserable cuartito, el cual sirve de
cocina y de dormitorio..... tanto á los habi
tantes racionales como á las consabidas fa
milias de conejos , cerdos , perros , etc. El
día siguiente, domingo, que celebró el Padre
Joaquín, nos pusimos en marcha por la sa
bida de Matauga. Esta cuesta estropea de
masiado á las pobres bestias, las que llega
ron rendidas de cansancio al pajón de Matanga. Aquí los pobres jívaros estaban tiri
tando de frío, de tal modo que temí por su
existencia. El tiempo era iiésim o; la niebla,
la lluvia y el viento frío , los dejaban sin
aliento. Les proporcionamos cubiertas, pon
chos, mi sobretodo, etc., pero con todo no
X)odían calentarse. Apenas llegamos al Sigsig,
les comxiré una camisa y un saco para cada
uno, con lo cual quedaron más abrigados y
más contentos. Pasaron la noche eu el Sigsig
bastante bien y por la mañana, acompaña
dos x>or uu iutiividuo de aquellos países, uos
precetlierou eu el camino de Cuenca. Noso
tros Uegámos á esta ciudad al anochecer, y
fué grande nuestra sorpresa al no eucontrar
en nuestros Talleres á aquellos salvajes. En
la tarde de ese día se había desencadenado
uu furioso temporal y V. E. puede fácil
mente imaginarse qué x>eiia experimentaría
mos en tan peligrosa emergencia.
A l rayar el día me puse pronto en camino
para saber de ellos y en un pueblecito de
los alrededores de Cuenca se me dijo que
habían pasado á la ciudad. Volví inmediatameute á casa y los encontré que estaban
tomando alimento. El más viejo de los jí
varos me dijo luego con cólera: Cristianos
muy tontos siendo: no queriendo dar comida,
cama, nada: nos durmiendo afuera : muy frío
siendo. ¡ Pobrecito ! Debió notar que no
estaba entre sus jívaros, los cuales son en
verdad muy hospitalarios: á quienquiera y de
cualquiera parte que venga ellos le propor
cionan comida, lugar de descanso y cuanto
i , rt
— 119
está á 8u alcance. Si el huésped es su ene
migo, lo tratan de igual modo j aunque esto
no quita que después lo esperen en acecho,
afuera de la casa y de un lanzase en las
espaldas, lo dejen tendido en el suelo, frío
cadáver.
Usamos todos los medios posibles para qui
tarles la cólera y las malas impresiones,
atendiéndoles con cuidado y haciéndoles regalitos : lo que conseguimos fácilmente. Fué
una novedad en Cuenca la llegada de los
jívaros de Gualaquiza, tan justamente te
midos. Ellos quedaron en la ciudad cuatro
días y volvieron después á sus florestas, car
gados de regalos. E l P . Joaquín los acom
pañó hasta el_ S ig s ig , en donde los enco
mendó al dueño del Tambo de Granadillas,
que á la sazón se hallaba en el lugar y es
taba para marcharse al puebleeito. Supimos
después que los jívaros habían llegado sin
novedad á Gualaquiza.
Antes de acabar consignaré aquí algunas
observaciones que me parece no carezcan de
importancia.
GUALAQUIZA.
P o sic ió n a s t e o n ó íiic a .
Longitud oriental del meridiano
de C u e n c a ............................... 1® 8'
Latitud m e r id io n a l.....................3® 50'
Altura absoluta sobre el nivel
del m a r ..................................... 730 metros
Temxieratura m e d ia ..................... 22® 5 c.
yoviemhre de 1893.
BABOMETEO
a
TEMPER.ATURA
c e n tig rad *
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1
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19.0
19.0
13.5
13.4
13.0
20.0
17.8
2 5.9
80.5
28.0
26.1
2 S .0 .
80.1
28.0
Como se v e , la temperatura de Gualaquiza no puede ser más suave y deliciosa.
Tratándose de una simple excursión, no llevé
conmigo pluviómetro; pero puedo asegurai
que hemos tenido llu v ia , en mucha ó i)oca
cantidad, todos los días. Me dicen que du
rante el mismo verano (octubre, noviembre y
diciembre) son bien pocos los días en que
no llueva. Esta grande abundancia de agua,
unida á un clima relativamente caliente da
una fertilidad asomljrosa al terreno. No hay
más que remover un poco la tierra y echar
en su seno la sem illa, para que restituya
centuplicados los frutos; pero ¿ quién siem
bra? ¿quién se digna recoger las riquezas
vegetales que con tanta abundancia les x)rovee la pródiga jiaturaleza? Pero ya sé que
V. E. tiene intención de mirar por el por
venir de estas abandonadas regiones y por
tanto me abstengo de hablar sobre este asunto.
Acepte, mi E . Padre, mil respetuosos sa
ludos de su afmo. hijo en J. C.
J a c in t o P a n c h i e r i .
O b s e r v a c i o n e s (*).
Octubre de 1893.
BAKOMBIBO
•9
1
1
TEMPERATL’BA
c e n tíg ra d a
LOS ISIONEROS SALESIANOS
UÍDima SÁxlBaj
d e G u a la q u iz a
£
8 o.
19
20
21
22
23
24
25
26
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23
29
30
31
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69.5
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6 9 .5
6 9 .5
18.7
18.2
18.0
17.0
18.1
19.0
19.0
19.0
19.0
18.0
18.0
18.5
18.5
2 5 .0
2 1 .8
2 6 .2
2 8 .9
3 0 .1
30.2
8 0 .3
2 8 .8
2 2 .0
2 4 .8
2 6 .0
2 6 .5
2 8 .0
(*) Se Mcieion en la hacienda del St. D. GniUeimo
Vega.
Una conmovedora función tuvo lugar la
noche del 4 del presente en los Talleres 8alesianos de esta Capital.
Más de 260 personas, entre alumnos y
convidados, reunidos en un extenso salón,
esperaban a los Salesianos E . P . Francisco
Mattana y D . Jacinto Panchieri, para darles
el salado de despedida. A l aparecer de los
Misioneros, fragorosos aplausos estallan de
todas partes y la banda del Establecimiento
Uena el aire de armoniosas notas. Pero, esos
aplausos y esos sonidos que parecían mani-
—
120
festacioiies de alegría, no eran más que las
expresiones de corazones amantes s í , pero
acongojados: debían separarse esos pobres
niños, y tal vez para siempre, de las amadas
personas que liabían sido i)or tanto tiempo
sus maestros , sus guías , sus amigos ; esa
idea empezó á llenar de lágrimas los ojos de
todos.
Sencillos pero sumamente tiernos fueron
los discursitos que los alumnos dirigieron á
los Misioneros, manifestándoles su amor, su
gratitud y el sufrimiento que experimentaban
en aquel solemne instante.
líu uji coro (lo ocasión, cantado por algu
nos niños, 80 daba el último adiós á los Mi
sioneros, y esas notas tristes arrancaron
nuevas lágrimas á los circunstantes.
El K. P . Francisco, con afectuosas pa
labras, agradeció á todos por las manifesta
ciones con que liabíau distinguido á los Mi
sioneros ; dió á todos oportunos recuerdos,
animándolos á la práctica de la virtud , al
trabajo y al mútuo buen ejemplo.
Llegó el momento de la separación y todos
se dirigieron á la Capilla.
Los Misioneros se colocaron en el presbi
terio, y tomó la palabra el XI. P . Luis Calcagiio. Profundamente conmovido el E. P.
Superior, dijo, entre otras, estas palabras:
« Id, hermanos míos, á llevar la luz del
Evangelio á aquellos pueblos que todavía
viven en las sombras de la muerte. Deberéis
padecer, es verdad; encontraréis peligros y
tal vez os espera la muerte en aquellas sal
vajes regiones: pero no temáis; aquel Dios
que os envía, recogerá vuestro sudor; El os
alentará; vuestros padecimientos, vuestros
asidores derramados en aquellas vírgenes
se lv a s, serán el alivio de muclias alm as;
serán el i)riucipio de la conversión de aque
llos salvajes y la buena semilla de futuros
cristianos. »
Se rezaron después las oraciones del ritual
y en seguida, allí mismo, delaute del altar,
todos los Salesiauos dieron el abruzo de
despedida á los Misioneros en inodio de la
conmoción general.
Todos los alutunos pasaron á despedirse,
besando y bañando en lágrimas aquejas
manos que les pr«Hligiirou por largos anos
tantos favores y paternales cuidados.
Los ^Misioneros salieron de Quito eu la
madrugada del o del presente, con dirección
á Cuenca. De allá, eu unión del U. X*. .Toa
quin Spiuelli y D . Abelardo Jurado, saldrán
á la mayor brevedad para Gualaquiza, en
donde se estal>lecerán detinitivamente.
X*or la relación que nos han hecho los
Misioneros Salesiauos eu sus dos excursiones
preparatorias, sabemos que eu Gualaquiza
no hay ni ig lesia , ni casa-habitación que
pueda merecer tal nombro.
—
Deberán, pues, empezar á construir desde
los cimientos la iglesia, porque la que había
levantado el E. P . P o zzi, está completa
mente destruida. Deberá construirse el edi
ficio para la Escuela de Oficios, porque la
actual habitación de los Misioneros se re
duce á una pobre casita con pequeños cuartos,
faltos de las cosas más indispensables.
Y sin embargo, los Salesiauos quieren
fundar en aquellas apartadas regiones una
Escuela de primera enseñanza y Talleres en
donde puedan aprender á ganarse honrada
mente el pan de la vida los hijos de los
cristianos como de los salvajes.
A tal efecto los Misioneros llevan consigo
todas las herramientas y útiles indispensables
para la instalación, por ahora, de los Ta
lleres de Herrería y Carpintería.
Mas tarde so abrirán otros y otros excogioudo siempre los que mejor correspondan
á las necesidades de aquellas poblaciones.
De mucho interés será también, principal
mente para el progreso de la agricultura y
para la ciencia, el Observatorio Meteorol(5gico en cÁerties que se va á fundar en Gua
laquiza por los mismos Misioneros. Decimos
en ciernes^ porque hasta ahora no cuenta
más que con nn pluviómetro, un barómetro,
varios termómetros y algún otro pequeño
aparato.
Sin embargo confiamos en que, antes que se
concluya el edificio, tendrán los Misioneros
todos los instrumentos necesarios para las
observaciones de mayor importancia. Pero
¿de donde se sacará el dinero para tantas
obras ? Sabido es que las rentas de la Misión
son bien escasas, p u e s, lo votado por el
Congreso de 1891), adjudicando á los Misio
neros del Oriente el ramo de la pólvora, al
canza apenas á un tercio de lo que puntua
liza el presupuesto. Se han votado COÜO
sucres anuales para la Misión de Gualaquiza,
y en tres años se ha recibido apenas Sucres
12X1,79.
Los gastos que se han hecho basta la
fecha i)ara la Misión son ya superiores á
esa cantidad, de modo que , huiuauameute
hablando, la Misión debería perecer desde
sus mismos principios. Pero no sucederá
esto. Sabemos que el Sup™* Gobierno ayu
dará en cuanto se lo permitan las actuales
circunstancias. El Ex“® Señor Presidente áe
la Eopública y el Hble. Señor Ministro de
Hacienda, Francisco Andrade M arín, que
han sido siempre incansables propagadores
de la civilización de nuestra región oriental,
no omitaráu esfuerzos para fomentar esas
Elisiones llamadas á civilizar la mejor por
ción de la Provinc/ia del Azuay.
Eu Cuenca, eu Sigsig, en todas las pobla
ciones de importancia sobre el camino de
Gualaquiza, se ha despertado grande entu
siasmo para la colonización de aquel terri
torio, y muchas familias de la sierra bajarán
á ocupar aquellos terrenos prodigiosamente
—
121
fértiles, teniendo ahora la seguridad de ser
atendidos en lo espiritual y en lo material,
ellos y sus hijos. Es necesario, pues, que
los nobles hijos del Azuay unan su óbolo
particular al que proporcionará el Gobierno
y se hagan efectivas las aspiraciones que
todos tenemos de ver trocada pronto Gualaquiza en población rica y floreciente. Eeciban los B E . Misioneros Salesianos nuestras
sinceras felicitaciones por el santo entusiasmo
con que emprenden esa nueva obra de cris
tiana civilización y cuenten siempre con el
apoyo de todos los hombres de bien de
nuestra Patria.
I I 1111 n 11111111M 1111111111111 n 11111 m 11111 Mi
TIERRA DEL FUEGO
—
Puntarenas. Llegados estos, se volvió ú hacer
la prueba, y, después de indecibles esfuerzos
y no pocas peripecias, á mediados de no
viembre pudieron felizmente desembarcar
en el lugar designado y allí principiar la
implantación de la nueva M isión, la que
esperamos habrá ya obtenido recoger algunos
salvajes.
Estas noticias nos han sido comunicadas
en la carta de D. Beauvoir, que abajo co
piamos. Como las primeras tentativas de
esta Misión fueron emprendidas á principios
de febrero de 1893, en cuyo mes se celebra
la fiesta de la Purificación de 5Iaría SS.,
vulgarmente llamada de la Candelaria, dióse
esta denominación á la nueva Misión Salesiana de la Isla grande en la Tierra del
Fuego, n ó aqui la carta de D. Beauvoir:
V eneradísimo Se . D. B úa ,
Del Eío Grande de la Tierra del Fuego,
14 de diüiemljro do 1803.
La imeYa Misión de Nuestra Señora de la Candelaria.
Nuestros lectores y Cooperadores recor
darán el viaje hecho, á principios del pasado
año 1893, por Don José Fagnano, Prefecto
Apostólico de la Tierra del Fuego, á la Isla
grande magallánica con el fin de buscar un
sitio conveniente y central para establecer
una nueva Misión, según el modelo de la
existente en la Isla Dawson, á favor de los
Onas, salvajes que habitan la última punta de
América Meridional. En la última carta que
el mismo D. Fagnano nos escribió y que
nosotros oportunamente publicamos, nos
anunciaba que en Puutareuas, la Casa prin
cipal de la Misión Salesiaua de la Tierra
del F u ego, se estaba preparando lo nece
sario para dar principio á la fundación de
un pequeño pueblo sobre las riberas del Río
Grande, entre el Cabo Sunday y el Cabo
Pena. A primeros de junio todo lo necesario
estaba ya cargado en el vapor Amadeo, el
que zarpaba de Puntareuas el 9 del mismo
mes, llevando consigo á nuestros sacerdotes
Don José Beauvoir, Don Juan Bernabé, los
socios Bergese, Ferrando y B onchi, los jó
venes Cesarlo Villalobos, Miguel Calafate,
Boberto Ara vena y otros cuatro obreros esti
pendiados.
La primera expedición no fué de éxito
demasiado feliz, puesto que, llegados al Bío
Grande, estando enfurecidas continuamente
las olas, no les fué posible entrar en él, ni
echar las áncoras, sino que con un mar
siempre borrascoso se vieron obligados á
volver atrás hasta la Bahía S. Sebastián,
donde debieron permanecer por más de cuatro
largos meses esperando nuevos socorros de
Deo gratias, Dciparaíque Virgini Marice
nostrw Aiuciliatrici! Finalmente, después de
innumerables sacrificios, después de casi
siete largos meses pasados peor que los
hebreos eu el desierto, llegamos al sitio
designado de nuestro muy amado Prefecto
Apostólico D. José Fagnano para implantar
la nueva Misión Salesiaua de N. S, de la
Candelaria.
Si quisiera describir en sus pormenores la
larga serie de peripecias que sin iiitermpcióu
se sucedieron eu este largo tiempo, ha(úéndo1108 sufrir Dios sabe cuanto, no concluiría
tan pronto. El infierno, previendo tal vez el
inmenso bien que la nueva Misión liabrá de
hacer á las desgraciadas almas de estos
]>obres salvajes que van errando en estas
islas fueguinas, empleó todos sus jierversos
recursos en contra nuestra, suscitando espan
tosas y tremendas tempestades ó impetuosas,
formidables é incesantes borrascas. Pero
¡bendito sea Dios! que siempre triunfa del
enemigo infernal. La fuerza, el ánimo y la
constancia que jamás perdimos en medio de
tantas pruebas son ciertísimos indicios do
su continua asistencia.
Primera tentatl?a faliláa.
E l día 9 de junio, fiesta del Sagrado Co
razón de Jesús, el vapor Amadeo estaba car
gado de ciento cincuenta toneladas de m a
teriales para la nueva M isión, además de
seis buenos caballos y de otros animales in
dispensables paralas excursiones y el man
tenimiento de la misma Misión. Entramos
D. Bernabé y yo, con tres socios, tres jó-
m
_
venes y cuatro obreros asalariados y par
timos íi la vuelta del Cabo Peiía.
Trasportados por un fuerte v ien to , en
pocos días nos encontrábamos en la barra
del Kío Grande. Primeramente yo y después
D . Bernabé descendimos á explorar la barra,
el canal, la boca del r ío , el puerto Golon
drina, pero no filó posible entrar con el
vapor y echar ancla.
viento era tan vio
lento y contrario y las aguas de tal modo
j 22
_
hacer nada, deber volver las espaldas á
aquel sitio tan suspirado, del cual habíamos
ideado tan bellos proyectos para el bien de
los pobres salvajes j fuó una prueba dema
siado dolorosa para nuestro corazón. Entra
mos en la Bahía San Sebastián y desem
barcamos junto al arroyuelo G am a, donde
nos detuvimos esperando que nos viniera en
auxilio otro barco. Con el vapor Amadeo
que volvía á Puntarenas mandamos á Don
La golota María Au.2ciliadora — Edificio do la nu-eva Misión do la Candelaria
E stación provicional on la BaKía S. SoLasbión.
borrascosas, (pie faltó muy poco para que
más de una vez fuéramos onvuelto.s por las
olas. Xüs reftigiamos en el Amadeo, el cual,
después de mil maniobras, volvió la proa
contra nuestra voluntad, y nos condujo atrás
casi la mitad del camino ya andado.
Puede imaginarse, amadísimo Padre, nues
tra desolación eu aquel momento! Después
de tantos gastos hechos por esta embarcacithi, deber volver atrás sin haber podido
Bernabé, para que refiriera cuanto nos había
acontecido y solicitara el envío de algún re
curso.
Estación provicional.
Entretanto para precavernos de la intem
perie, allí sobre aquella estérilísima playa,
á pocos metros de distancia del sitio donde
llegan las altas mareas y á cerca de dos-
— 123 —
cientos de la laguna formada por el arroyuelo
Gama con otros dos menores, fabricamos
sobre la arena dos cabañuelas ^ una para
nosotros y la otra para las bestias j iuuto á
la primera construimos también una'liabitacioncita, que nos sirviese de depósito para
las cosas más delicadas, é liiciera también
las veces de capilla.
Toda esta construcción siendo de leño ver
daderamente nos reparaba poco de los vien
tos, que casi continuamente soplaban con
gran íu ria , y de la lluvia y de la nieve y
de la menuda arena que levantada por el
viento formaba nubes y era sacudida contra
nuestra pobre cabana. Xo obstante todo esto
debimos tener paciencia y esperar cuatro
largos m eses, calculando las semanas y los
(lías que necesitaba D. Bernabé para llegar
á Puutarenas, hablar con 1). Fagnauo, pre*
jiarar una nueva einbarción y correr en
nuestra ayuda. Bu este tiempo expedí Tam
bién varias cartas á l'untai-euas por medio
de minadores que á aquí vienen y vuelven
por tierra; pero no tuve contestación ni
vm os venir á nuestro encuentro embarca
ción alguna. Entretanto los víveres esca
seaban para nosotros y para las bestias, las
cuales, además de disminuir por haber de
bido matar algunas para nuestro manteni
miento, enflaquecían de un modo visible, ií’o
teníamos perros para la caza del guanaco,
las balas de carabina no nos servían más
que para los pájaros, de los que tubimos la
fortuna de cazar siempre muchos. En oca
siones se unían á nosotros los empleados de
la Comisaría del Pilared (Sociedad de explo
radores), muchas veces llegaban minadores,
tal vez nos hallábamos más de veinte, y con
toda esta gente era necesario dividir fami
liarmente la comida prepíirada. Esto lo ha
cíamos de todo corazón y muj- contentos : pero
de otra parte no sabíamos cómo hubiéramos
podido ir adelante por mucho tiempo. Decidí
l)or lo tanto ir yo mismo á Puutarenas por
tierra. Era ya á tiñes de setiembre. Tomé
prestado caballos del Encargado del Páramo,
y con esos rae trasladé á la hacienda de los
Sres. Montes y rWales, cerca de la punta
Anegada en el Estrecho de Magallanes, y
pasado é s te , en cuatro días llegué á Puulareiias.
Otra atreYida pmeba IleYada felizmente
i
cabo.
Aquí no halló ningún barco que quisiera
hacerse á la vela en una estación tan mala;
por esto D . Bernabé no había podido traer
nos socorro alguno. Pero yo que sabía el
estado mísero en que había dejado á nuestros
pobres hermanos y obreros, 'no pude tran
quilizarme. Por más que todos en Puutarenas
quisieran disuadirme, tomé nuestra goleta
María Auxiliadora, alquilé otra llamada
Kiruj-Fischerj las cargué de víveres, tablas
y caballos, y encomeudándome á las oraciones
<ie los queridos hermanos y niños, iii nomine
Domini me puse en viaje el 27 de octubre.
A pesar de empeorar la estación y de los
fuertes vientos que continuamente se desen
cadenaban en contra nuestra, nuestras dos
pobres goletas, guiadas ciertamente de María
Santísima, pa<íieron resistir varias borrascas,
huir multitud de escollos y llegar felizmente
á la Bahía San Sebastián , donde éramos
esperados como ángeles salvadores. Allí nos
unimos á nuestros hermanos y obreros, car
gamos todo lo que nos fué posible y después
seguimos á la vuelta del Kío Graudo. (¿tíoriamos absolutamente llevar á cabo la em
presa que nos había condado la obediencia.
Las didcultades, los obstáculos hallados
todavía á la entrada del líío no fueron me
nores de los de la vez primera; poro dnalluonte con el auxilio de Dios y de hiaría
Santísima pudimos llegar y echar las anclas
eii el puerto de GoloiKÍríiia. Esto tuvo lugar
á la 7 de la mañana del 11 de nov'iombro,
fiesta de San Martín y vigilia del Patro
cinio de nuestra querida Madre María.
A l (lía sigiiieute, domingo y tiesta del
PatrociuiodeMaría, descansamos en el puerto
de Golondrina, y yo pude por primera vez
celebrar la misa en esta playa, que de hoy
en adelante será el centro de nuestra Misión.
A l (lía siguiente, luues, hice levar anclas
y con una marea siempre creciente avan
zamos con las dos goletas cerca de tres
millas hasta llegar á algunas hendiduras
llamadas negras, donde me pareció sitio có
modo y bueno para echar áncoras. Así se
hizo, y bajando después la marea, pudimos
descender cómodamente y casi sicco vede
descargar cuanto habíamos traído.
lastalaciia dg la nueva Misión.
Di luego orden á los carpinteros do le
vantar una cabaña de metro.s lü,2ü do largo
por 4,50 ancho y 3,00 alto, con tres ventanas,
una puerta al este y otra al oeste. Está di
vidida en dos pisos, bajo y superior; este
sirve de dormitorio y do depósito de víveres,
el inferior de capilla y laboratorio. Está situado eu una bella posición, áuuos cincuenta
])aso8 del Ilío, en el ])uerto de María Auxi
liadora, así llamado por haber sido nuestra
goleta la primera que allí anclase felizmente
A cincuenta metros al uor-oeste hice también
levantar otra cabana que sirve de establo á
las bestias, y delante un buen patio circun
dado.
Después de haber dado estas disposiciones,
la goleta Kinff-Fheher partió para la colonia
de la Isla Dawson y la María Auxiliadora
para la Bahía San Sebastián, donde fui
también yo á caballo para de.shacer las ca
banas allí improvisadas y tomar el material
qne habíaiúos dejado.
Todo esto 86 hubiera podido llevar á cabo
— 124 —
on poco más de una semana, sí los vientos
y las tempestades no liubieran obligado á
nuestra i)obre goleta á estar atada en la
Bahía San Sebastián cerca de un m es, la
que llegó por segunda vez á este puerto el
día 22 del mes corriente.
Esto es, amadísimo P adre, cuanto se ha
podido hacer en siete meses por esta nueva
Misión. Aquí estamos rodeados de indios;
de todas partes so levantan inmensos casti
llos de fuego tal vez para espantarnos. Poco
distante de aquí hay como unas doce ca
bañas, poro sus habitantes á nuestra lle
gada se han alejado. Iremos nosotros ahora
á buscarlos. Kuegue y haga rogar, venerado
señor I). Búa, por nosotros y por estos pobres
salvajes. Apenas logremos hacerles un poco
de bien, informaró á V. B ., para que quiera
después unirse con nosotros á dar gracias al
Dador de todo bien y á nuestra buena Madre
María Auxiliadora.
Por ahora sírvase bendecirme y créame
siempre en lo sS S . Corazones de Jesús y de
María
sufrido toda clase de contratiempos , sin
elementos casi de ninguna clase y viviendo
puramente de lim osn a, han recorrico la
extensa zona que separa á Bahía Blanca
de Junin de los Andes.
Si hoy disponen de palacios como son sus
colegios en Bahía Blanca y Viedma; si tie
nen iglesias que son verdaderas obras de
arte, como la recientemente construida por
el señor D ’Abreu, en Bahía Blanca, como
la de P atagones, edificada y decorada por
ellos mismos y á más su hermosísima capilla
de Viedma ; si cuentan con edificios propios
en los puntos citados y en Pringles, Oonesa,
Choele Choel, Boca, Chosmalal y Junin, en
donde cientos de indígenas reciben educa
ción , si pueden ostentar con orgullo un bien
atendido hospital que alivia la miseria de
tantísimos pobres y si sus grandes talleres
de carpintería, herrería y toda clase de tra
bajos mecjánicos, hasta la fabricación de la
drillos , son la admiración de propios y ex
traños, todo lo deben al trabajo, á la cons
Su dcv.™'* y ohl.”'" hijo
tancia y á la unión que existe entre ellos.
Sac. J o s é M . B e a u v o i e .
Concluiré la presente haciendo mención
especial del virtuoso é inteligente prelado
que dirige esta institución en la Eepública,
Monseñor D . Juan Cagliero , eminente mú
l i l i lili'I '|'í I'|':i it !I;í1'iiíiI!II!ii::i:!I^
sico, del reverendo padre Carroñe, distin
guido médido, cirujano y farmacéutico, cuyo
sobrenombre de B l curita se pronuncia con
respeto y agradecimiento desde el Atlántico
hasta la Cordillera j del padre A g o sta , pá
rroco de la localidad y notable pedagogo,
de los eximios artistas, arquitectos y pinto
La institución salesiana.
res, padre Bonacina y Achetto, y d élas H i
jas de María A uxiliadora, heroínas de la
De una carta dirigida desde Patagone.s, c.aridad que los acompañan en todas sus
tomamos los siguientes párrafos, que de glorias y sacrificios. Saluda al señor Direc
muestran claramente los beneficios realizados tor. — Jaeoho.
en esa parte de la provincia de Buenos A i
Son suficientes los párrafos transcritos
res por la institución salesiana....................... para que el lector se dé cuenta de la gran
obra do la Congregación Salesiana, que rea
Teniendo en cuenta el sin número de ciu liza por medio de la religión y del trabajo,
dadanos útiles que continuamente salen de incorporando millares de salvajes, y dando
las aulas salesiunas, al admirar su sistema á los niños una base de vida honesta' en la
de educación basado sobre la má-s estricta sociedad.
moralidad, al ver que la considerable masa
Sería largo detallar los beneficios que esta
do ludios, que antes vivían de la vagancia
Congregación
presta á nuestra Eepública.
y del pillajo, hoy contribuyen con su grano
de arena al progreso general en los diversos
{Voz de la Iglesia, 30 de abril).
ramos de la industria humana, hay que con
venir en (jue los sucesores de Don Bosco,
dignos discípulos de tan gran maestro, me
recen nuestro respeto.
Los Padres Salesianos han desafiado toda Coi approbuión do U Aatoridti EclesUslies - Gorento JOSÉ GIMBIITO.
clase de peligros para coronar la obra que
Tiirin — Tipografía Salesiana.
cüu tanto éxito han emprendido j ellos han
PATAGONIA