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Medios

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Instruyó al pueblo y divulgó todo lo que había hecho.
Buscó las doctrinas útiles y escribió documentos
rectísimos y llenos de verdad. Las palabras ele los
sabios son como punzas ó clavos, que penetran pro·
fundamente, y nos fueron dadas mediante nuestros
maestros po1' el únieo pastor.
(EcLESIASTÉS XII, 9, 10 Y ll)

N o se eng·añaria mucho quien intentase de atribuir
principalmente á la prensa malvada, todos los males
y la deplorable condicion de las cosas, á la cua1
hemos llegado actualmente ... , los escritores católicos
deben con todas sus fuerzas volverla en bien de la
sociedad.
(LEON XIII)

-···-

-···-

El peligro, Sto. Padre, está todo en la contínua
clifusion de los libros infames; y para poner un dique
á este mal inmenso, yo no veo otro remedio, que la funcbcion ele una imprenta Católica, puesta bajo el patrocinio de la Santa Sede. De esta manera , no haciéndose esperar nuestras respuestae,, podrémos con mayor
ventaja descender al campo ele la lid y responder con
feliz éxito á las provocaciones de los apóstoles del

La prensa periódica sometida á Ia autoridad je·
rárquica, revestida del espíritu de Jesucristo, viene á
ser un poder inmenso: ilumina, sostiene la verdad,
hace desaparecer el error, salva y civiliza; es cási
una forma de apostolado sublime.
(ALIMONDA)

(SALES)

ROMA .. LIBRERIA SALESIANA .. rrURII\L
Catálogo ele las obras, o:pú3culo3 y demá3 publicacione3 de fondo y surtido

'JIDA
DE

S. FRA CISCO DE SALES
OBISPO Y DOCTOR DE LA S. M. IGLESIA
POR EL

P. RIVADENEIRA.
Un opüsculo en-32° Peset. O, 80.

ESCENAS J.lfORALES JJE FAAflLIA

HISTORIA AMENA Y EDIFICANTE
DE.LA VIDA
DE

BO

co

por el
LE~OYNE

Sr. D· J. B.

Pbro. de la C. de S. Francisco de Sales
TRADUCIDA DEL ITALIANO

POR EL PERO_ F_

G~

de la misma Congregaéion

Dos entregas en 32. o de 226 pág. Pese t. 1 60.
¿ Quién es el que hoy ignora la actividad verdaderamente extraordinaria y
la .rmmensa caridad de aquel hombre apostólico, de aquel varon de Dios ,
cual es el Presbítero D. Juan Bosco? Bastaría citar solamente el grandioso
Establecimiento de rrurin, conocido bajo el nombre de Oratorio de S. Francisco
de Sales, y despues las muchísimas casas que fundó en Italia, Espana, Francia~
y América para formarse una idea de lo que puede hacer un humilde sacerdote, animado únicamente por el espíritu de Jesucristo. Cómo y en dónde
haya tomado fuerzas el infatigable. D. Bosco lo conocen ya todos, pero poquísimos saben qué celante cooperadora hubiese hallado para su caritativa em=
presa, en su óptima y querida madre. A llenar, pues, este vacío está destinado
el presente libro del Pbro. Dr. Sr. D. Lemoyne, en el cual de una manera
sencilla y amena pinta con vivos colores á la piadosa madre y á su bueno
y querido hijo D. Bosco. Las madres de familia podrán ciertamente aprender
mucho con esta lectura, para educar bien á sus hijos y para sostener con
valor cristiano ciertas desgracias de familia. << No rica, dice el Autor, pero
con un corazon de oro ; no instruida en las ciencias profanas ; pero educada
en el Santo temor de Dios ; privada bien pronto del que debia ser su sostén,
pero segura con la energia de su voluntad apoyada en el auxilio celeste, supo
llevar á cabo felízmente la mision que Dios Ntro. Sen';r le habia confiado.
Es, pues, un libro hecho, no para quien se complace en las aventuras más ó
menos escandalosas de la mujer rnundana, sino para cualquiera que anhela
saber en qué manera pueden hacerse gratos á Dios y útiles á la sociedad
¡ Oh si todas las madres pudiesen hacer á ejemplo de ~1argarita,. de sus propios hijos otros tantos D. Bosco, podrían ciertamente considerarse afortunadas y dichosas !
L

-

o

Sale una vez al mes.

AÑO U.- N. 8.

AGOSTO 1887.

BOLETI
.Debemos ayudar á nuestros hermanos á fin de cooperar á la difusion de la verdad.
(III. S.

JUAN,

Uualquiera que reciba á un niño en
mi nom1Jre; recibe á mí mismo.
.

Os recomiendo la niñez y la juventud; cultivad een grande empeño la
educacion cristiana; proporcionadles
libros que enseñen á huir el vicio
y á, practicar la, virtud.

Atiende á la buena lectura, á la exhortacion y á la enseñanza.
(I. T!Jil.

JV.

13)

:Entre las cosas divinas la más di
vina es la de cooperar con Dios
á la salvacion de las almas.
(S.

(lifAT. XVIII)

8)

(Pro IX)

DIONISIO)

Redoblad todas yuestras fuerzas para
retraer á la niñez y juventud de
las insidias de la corrupcion y de
la incredulidad y preparar de esta
manera una, nueva generaoion.

·un amor tierno hácia el prójímo es
uno de los más grandes y excelentes dones , que la divina b on c1ad
puede hacer á los hombres.

(LEON

(El Doct. S. FRANG. ele SALES)
,'>-! DIRECCIO~ en el Oratorio Salesiano. -

Sumario - Devocion y gTatitud- D. Bosco festejado el
dia ele su Santo- Viaje de los Mísionel'OS Salesianos á
Chile- Carta III: Peligrosa caída de l'vluus. Cagliero
- Carta IV: Viaje de Mons. Cagliero por las Cordilleras y su llegada á Concepcion - Gracias de María
Auxiliadora·- Historia del Oratorio ele S. Francisco ele
Sales.

Calle Cottolengo N°

a2, Turiu (Italia)

XIII)
;~

D. BOSCO
FESTEJADO EL DI A. DE SU SANTO
en el Oratorio de S. Francisco de Sales.

En los dias 23 y 24 del mes de Junio tuvieron lugar en el Oratorio Salesiano de Turin, dos
fiestas en sumo grado conmovedoras. Tratábase
de felicitar su clia al amadísimo Padre D. Bosco, y
por lo tanto esta manifestacion de afecto . exigia
' se hiciese con todo el corazon y de la manera
Recordamos á nuestros Cooperadores más tierna y hermosa.
En efecto ; no eran tan solo los hijos de Don
y Coope.radoras que el dia 21 del cor- Bosco
quienes en dichos dos clias se reunian á
riente mes es el santo y cumpleaños la sombra de la cúpula de María Auxiliadora
de S. S. Leon XIII. Es, pues, la fiesta para festejar el santo de su venerando Padre, sí
que un gran número de señores y señoras , de
de familia ele nuestro Santisimo Padre, niños
extornos, de sacerdotes de Turin y de oque tantos y tan grandes beneficios ha tros muchos ilustres personajes, entremezclánhecho á la Pia Sociedad Salesiana y á dose con los alumnos del Oratorio , daban á aquella preciosa fiesta un carácter solemne y unisus Cooperadores. En dicho di8J de be- versal.
mos por consiguiente dar una prueba
La academia comenzó un poco antes de las 8.
de nuestro afecto , acercándonos á la Intervino D. Bosco apoyándose al brazo de Monseñor Leto, obispo de Samaria, del Rdo. Sr. Don
Sagrada Mesa y rezando un
.J
Rua y rodeado de varios discípulos suyos. ReAve y Gloria.J segun la intencion del petidos aplausos saludaron la llegada del veneVicario do Jesucristo. No nos olvidemos rando Fundador , el cual sentíase visiblemente
¿Y quién no se conmovería? Bastaba
de que la oracion es la llave do oro, conmovido.
echar una mirada á aquel gentío inmenso , basque abre las puertas de todos los te- taba oir las primeras notas del himno, puesto en
música por el M. Dogliani. El amor á D. Bosco
soros celestiales.
inspiró ciertamente pensamientos y motivos tan.
~~;v:;.c;;~;;.;.~;;;;;;;.;;;:,;;;;;~~;;;;;.;;;;,:;.,;.~:.;;;:.;:;.,;~~~~;.;:;;; 1 patéticos y solemnes.

DEVOCION Y GRATITUD.

Pater

90Andiamo, compagm, D. Bosco ci aspetta La gioia per{etta Si desti nel cum·; asi cantaban
los niños del Oratorio el año i846; pero en el
¡;resente estas mismas estrofas ¡ cuán elocuentes
y armoniosas parecieron ! Era una música que
llegaba al corazon. ¡Y qué bien ejecutada ! Al
concierto del Oratorio, compuesto de muchos instrumentos, hacia admirable eco la banda del Colegio salesiano de .San Benigno Canavese, desde
un palco que se hallaba colocado en uno de los
patios más inmediatos al en que se celebraba
tan preciosa fiesta. En la academia se habló en
latín , castellano, francés, griego, alemán y piemontés. Se hicieron generosas ofrendas en dinero y en objetos á D. Bosco. Los niños del Colegio
de Utrera mandáronle una preciosa poesía, que fué
leida el primer día por un sacerdote recien venido
de allá. Tambien los niños de los Talleres Salesianos de Sarriá, felicitáronle muy cordiál:''o~te
tan precioso día por medie de una prosa que se
l~yó el segundo dia. Tanto en poesía como en
prosa, los hijos españoles de D. Bosco supieron dar una excelente y evidente prueba del
grande amor que le profesan y de su mucho agradecimiento hácia los inmensos favores que de
él contínuamente reeiben. Sus antiguos discípulos le regalaron seis magníficós candelabros.
Las Hijas ele María Auxiliadora expusieron preciosísimos bordados y encajes y otros objetos de
culto. Los niños artesanos ofreciéronle tambien
su dono particular, segun el arte y oficio que
ejercitaban, hecho por ellos mismos. Los tipógrafos se lucieron con los preciosos y delicados
adornos que pusieron al himno. El bueno y fervoroso obrero Sr. Gastini, siempre jocoso y afeccionado á D. Hosco, mostró evidentemente el
santo y cada vez más floreciente progreso de las
obras salesianas. La academia terminó á las 10.

VIAJE A CHILE
DE LOS lUISION.ER.OS SALESIANOS
Y DE MONS . CAGLIERO.

CARTA

III.

Peligrosa cahla de Mons. Cagliero.
(Continua-cían).

5°. Primeras curas. - Consulta. - Deliberacion. - Eran ya las ocho de la mañana ; el
sol comenzaba á elevarse y por consiguiente el
calor aumentaba cada vez más; no había ni altos céspedes ni tampoco fuentes para poder refrigerar el ardor que en todo nuestro cuerpo
sentíamos. Tuvimos que ir á buscar agua á la
distancia de dos millas. Por lo eme toca á la
sombra, no teniendo otra, nos vim~s obligados á
servirnos de la de una roca. Allá colocamos á
Monseñor con el auxilio de cuatro hombres, pues

él no podía ni siquiera dar un paso , por los.
grandes dolores que en todo el cuerpo sentía.
Mientras pensábamos en el modo de calmar sus
sufrimientos, no teniendo remedio alguno de farmacia, nos vino á la mente aquel de que habla
el Evangelio y que usó el piadoso Samaritano.
No teniendo aceite, hicimos uso del solo vino,.
esto es , del vino que llevábamos para celebrar
la santa Misa. Eran dos las heridas que tenia;
dos costillas en el lado izquierdo que se habían
dislocado , rompiendo la carne y magullando un.
poco el pulmon : todo el fémur izquierdo hasta
la rodilla recibió solamente una ligera contusion.
Yo mismo. derramé el vino sobre las heridas,.
hice algunas frotaciones y luego las vendé con·
alg-unos pañuelos. Despues de haber hecho varias
veces e':lta operacion, dí á Monseñor algunas encharadas de vino. Esta curas , aunque sencillas,
le sirvieron de algun alivio.
De allí á un poco nos consulta!nos sobre lo
que tenia que hacerSR. narecÍamOS de alimentOS.
Los rayos del sol eran tan ardientes que nos
hacían temer mayores males , tanlo al enfermo·
como á todos nosotros. Dos eran los pareceres :
ó hacer con arbustos una cahai'ía en aquel mismo
lugar, ó trasportar á Monseilor á las orillas del
Neuquen. Pero tropezábamos con varias dificultades para poner por obra tanto uno como lo
otro. Me fuí, pues , inmediatamente con dos de
aquellos hombres, armados con un gran cuchillo
para cortar r.amai::i de arbustos é improvisar la
referida cabaña ; mas no nos fué posible llevarlo
á cabo. Buscamos otro lugar más sombroso y no
encontramos más que el profundo álveo de un
torrente todo seco , cuyas altas riberas podían,
sino del todo , al meno'l en parte , defender á
Monseñor de los rayos del sol. Teníamos, pues,
que trasportarlo hasta abajo en caso que no pudiésemos llegar á las orillas del Neuquen. Mien~
tras yo iba y venia afanado en estas diligencia8,
no sé si por debilidad ó más bien por lo mny
afligido que estaba, no pude contenerme y me
eehé á llorar como un niño á lágrima viva.

6°, Se vuelve á Malbarco. -Viaje penoso. ,
-· Cuando hube llegado adonde estaba Monseñur
rodeado de todos los demás, propúsele lo que
pasaba, y no viendo remedio mejor para proteger al enfermo que el acercarnos un poco más al
N euquen , áunque se presentase el caso de no
poder llegar á sus orillas, le aconsejamos que se·
ar-mase de paciencia y se determinase á sufrir
los movimientos del caballo durante la distancia
de una legua. - Haced todo lo que os parezc<l,,
respondi0.
Si bien encontrase mucha dificultad para levantarse, sin embargo quiso, lleno de valor, hacel'
la prueba. Cuatro hombres lo colocaron sobre
un caballo de un buen andar, perteneciente á un
viejo septuagenario, llamado D. Filoteo Sanmartin. Este señor habia convenido ele poner todos
los caballos que tenia, á la disposicion de Monseñor durante todo el viaje hasta Chile.
Uno de aquellos buenos señores montó en la
anca á fin de sostener á Monseñor, mientras otros

- 91
dos iban á los lados para cogerlo en caso que
se desmayase. Yo, coniiando el cuidado de mi
caballo á Zanchetta, caminaba á pié , agarrando
las bridas del caballo que Monseilor montaba, a
:fin de hacerlo pasar por los sitios donde hubiese
menos piedras. Estábamos ya á la midad ele la
altura. Caminamos cerca de dos horas por la
cumbre de aquel monte todo lleno ele abrojos y
malezas, no sin mucha di:ficultad y graneles dolores por parte de nuestro enfermo, dolores que
él mitigaba invocando los sagrados nombres de
Jesús y de Marí~.
Despues de haber recorrido cerca de tres millas, llegamos á la orilla del Neuqnen. Monseñor
hallábase muy cansado y sufria inmensamente.
Lo bajamos del caballo y lo pusimos sobre una
cama que habíamos hecho con juncos, á la sombra ele una pequeña cabaña deshabitada. Aquí
renovamos las operaciones acostumbradas , vertiendo vino sobre las heridas y partes doloridas
y haciendo frotaciones por algunos minutos. Monseñor no pudiendo respirar por los agudos dolores que sentía en el pulmon izquierdo, dijo
sonriéndose un poco: - Todo va bien, pero los
fuelles no soplan.
Mas ánnque parecía se había aliviado un poco,
sin embar~'"O el mal tomaba nuevas fuerzas, y
esto hacíale temer, que por aquel dia no habriamos podido ponernos en camino. Pasadas las
horas del calor más intenso , tratamos sobre la
salida. Monseñor hizo un esfuerzo , so levantó
pero no pudo tenerse en pie. Entonces lo sostuvimos , y apoyó la cabeza y el cuerpo sobre
uno de nosotros , hasta que volviendo en sí ¡Vamos ¡ dijo en voz baja, á lo cual respondimos
- ¡Vamos!
Lo colocamos sobre el caballo, y tomando cada
cual su respectivo puesto como antes, salimos.
Yo iba á pie tirando por el caballo, y solamente
monté en el mio cuando tuvimos que pasar los
rios Neuquen y Nehueve. Pasado el primero,
proseguimos la marcha por un pequeño sendero
que, serpeando por espacio de dos leguas, nos
hizo subir á un altísimo peñasco y despues descender en un profundo barranco , pasando por
una grande cantera, desde donde veíamos el fondo
de un terrible y profundo abismo.
Ya era noche, pero el cielo nos' favorecía con
la débil luz de la luna. Cuando llegamos á las
orillas del rio N eh u eve , temíamos por las dificultades que presenta su álveo , por ser muy
ancho y lleno de piedras grandísimas. En efecto;
el pasarlo nos dió mucho que hacer, y Monseñor sufrió muchísimo por los saltos que el
caballo daba cuando ponía los pies sobre alguna
de aquellas piedras. Habría podido resbalar con
suma facilidad , tanto más que llevaba sobre sí
á dos hombres no poco pesantes. Fué , pues,
María Santísima Auxiliadora quien nos protegió
continuamente, pudiendo salir del sitio sin deplorar desgracia alguna. Subimos clespues otra montaña y, hecho un kilómetro de camino, llegamos
:finalmente á la suspirada casa del Sr. D. Lucas
Becerra, á las dos de la noche.

7°. El médico de Monseñor. - Una carta
á Chillan :;r caridad de los Frailes Franciscanos. - Afecto de los Indios hácia Monseñor. - Monseñor hallábase sin fuerzas. de suerte
que fué una gracia especial del Señt;r que hubiese podido resistir hasta aquí. La señora ele
D. Lucas, avisada ya de todo lo acaecido, habia
preparado una blanda cama y alguna otra cosilla para restaurar las fuerzas de Monseñor. Lo
metimos dentro de casa, dando gracias <l Dios y
á María Santísima Auxiliadora, por habernos favorecido tanto.
Desde esta noche en adelante nuestro principal
cuiclado era el asistir contínuamente á Monseñor
en su grave enfermedad. D. Panaro y yo por el
dia, y Zanchetta por la noche. En cuanto á los
remedios, como no teníamos farmacia, ol Sr. Don
Luca:s , que por grande ventura es hombre inteligente et habet gratiarn curationurn, lo asistió
eon suma diligencia y le suministró remedios
silvestres preparados con algunas yerbas, raiees
y cortezas de árboles. Esto lo hizo con tan buen
éxito que nuestro enfermo mejoraba sensiblemente de día en dia. ¡Este hombre es verdaderamente admirable ~ Apénas Monseñor le manifestaba un dolor, él aplicábale enseguida un remedio que lo hacia cesar inmediatamente. Si era
la :fiebre le daba un>t bebida que la hacia desaparacer; si la respiracion le oprimía, le daba otra
que después de pocos minutos se la facilitaba.
Una noche Zanchetta nos despierta á toda prisa
anunciándonos que Monseñor no puede respirar,
porque le dolía mucho el pulmon. El Sr. Don
Lucas prepara el momento otra bebida , la cual
le concilia el sueño, le hace desaparecer el dolor,
y duerme tranquilo durante toda la noche.
A pesar de todo no creímos prudente olvidarnos
de los remedios que la ciencia nós proporciona.
Por consiguiente el dia después de la dolorosa
caida, mandé expresamente á un hombre á Chile
con nna carta, dirigida al Padre Guardian ele los
Franciscanos ele Chillan , en la cual le exponía
nuestra desgracia y le pedía los remedios que,
segun el juicio del Sr. D. Lucas, eran más á
propósito para n1Jestro enfermo. Dicho hombre
atravesó las cordilleras y volvió después de diez
dias con los remedios pedidos y además con
una pequeiía provision de vino generoso y víveres, que los buenos Padres Franciscanos tuvieron
la caridad de enviarnos desde Chillan. El Padre
Buenaventura Gacitua, Guardian de aquel convento , nos escribió una carta , en la cual nos
manifestaba su grande sentimiento, juntamente
con el de toda la Comunidad, por la desgracia
de Monseñor. Interin , yo habia expedido otras
dos cartas , una á Buenos Aires y otra á Patagones, informando á nuestros hermanos de todo
lo acaecido.
Monseñor, si bien muy despacio, mejoraba de
dia en dia. Los primeros dias de su enfermedad
los pasó oon una iiebre bastante fuerte, acom·
pañada con dolores agudísimos en los pnlmones
y respirando con muchísimo trabajo. N os consolaba mucho el ver á aquellos buenos cristianos
de Malbarco que venian en grupos de cuando en

92cuando, á pedir noticias del estado de Monseñor,
trayéndole al propio tiempo algunos regalos de
huevos, gallinas, fruta, verdura, etc., y todo con
una cordialidad conmovedora.
8°. Convalecencia. - Llegada de D. Rabagliati. - Establécese el dia de la salida. -La
primera misa después de la caida. - Finalmente el dia 12 de Marzo Monseñor se levantó
de cama por primera vez é hizo algunos pasos
por el cuarto.
El 13, domingo, haciendo un esfuerzo, entró en
la capilla y administró la Confirmacion á veinte
personas. Después quiso hablar, pero no pudo
decir más sino manifestar cómo su caida del caballo habia sido mortal, y que por una gracia
especial de María Auxiliadora , á la cual se había encomendado momentos antes, fué librado de
la muerte. Invitaba por consiguiente á todos á
que se uniesen á él, para dar gracias á Dios y
á María Santísima por haberle conservado tan
milagrosamente la vida. Mientras decia esto , la
emocion lo sorprendió de tal manera que, sintiéndose falto de fuerzas , debió suspender su
plática y retirarse a1 momento. Se acostó enseguida y no pudo levantarse sino después de
siete días, que comenzó á comer con nosotros y
á pasear algunas horas al dia.
Estábamos ya á 24 de Marzo, cuando nos llegó
una sorprendente y grata noticia. Nos dijeron
que á poca distancia habian visto venir á un
sacerdote en direccion á nuestra casa. Inmediatamente comenzamos á hacer varias suposiciones
para adivinar quién sería. Al principio pensamos
que fuese D. Scavini, pero por las seüales que
nos daba quien lo había visto de cerca, nos persuadimos que era D. Rabagliati. En efecto ; de
allí á poco más de una hora, aparece por la cabaña , cubierto. con un poncho á manera de un
gaucho del campo. ¡Qué sorpresa para Monseñor! El no pensaría nunca en recibir la visita
de uno de sus hijos de Chile, tanto más que ni
siquiera habia tenido noticia de la llegada de los
Salesianos á Concepcion. Creía que el cólera ,
hubiese impedido ó al menos retardado su salida
de Buenos Aires.
Ninguno puede expresar la satisfaceion que
todos probamos al ver á un hermano nuestro,
que snponLmos estaba tan lejos y que nos parecía como venido del cielo.
D. Rabagliat] se quedó sin apénas poder pronunciar palabra cuando vió a Monseñor, porque,
á pesar de las noticias que habian tenido, no
pen¡¡aba sin embargo hallarlo tan abatido y en
un estado tan deplorable. Pero se tranquilizó y
dió gracias á Dios y á María Auxiliadora, cuando
nosotros le aseguramos que estaba fuera de peligro y ya en convalecencia.
Mons. Cagliero estaba impaciente por proseguir cuanto antes el viaje, pero el dia de la salida habia sido fijado por el Sr. D. Lucas Becerra, su médico y curandero : - Hasta el 28
de Marzo no será posible salir, decia dicho señor
á nuestro enfermo. S. S. Ilma. está aún demasiade débil... el camino es muy dificil y largo ...

no hay ranchos donde poder alojarse ... por todas
partes se encuentran incomodidades y peligros;
se verá obligado á comer mal y dormir peor ...
El más pequeño inconveniente poclria ser causa
de un mal mayor. Tenga paciencia , Monseñor,
nada perdemos prorogando algunos dias nuestra
salida, antes bien ganamos mucho. - Y puso el
corazon de todos en paz, esperando que llegase
el día 28.
El 25, fiesta ele la Anunciacion de María Sma.,
Monseñor celebró por primera vez , después de
su caída, la santa Misa; distribuyó la sagrada
Comunion á diez .Y ocho personas, administró el
Sacramento de la Confirmacion y después hizo
un sermoncito á los nuevos soldados de Jesucristo.....
DoMINGO MrLANEsro, Pbro.
CARTA

IV.

Viaje de Mons. Caglien) sobre las cordilleras
y llegada á Concepcion.
Concepcion de Chile, ll de Abril de 1887.

MuY Rno. Y CARO PADRE D. Bosco :
Voy á darle algunas noticias de Ivionseñor Cagliero, noticias copiosas y todas muy hermosas.
¿No es verdad que le proporciono un ratito de
regocijo y satisfaccion? Quise hacerlo ya el dia
que llegamos á esta, pero nos hallábamos en la
semana santa y bien sabe V. R. cuánto trabajo
tienen los sacerdotes en dichos dias y particularmente aquí en América. Pero ahora que puedo
disponer de un poco de tiempo , voy á cnmpJ.ir
la promesa que le hize de enviarle una detallada
relacion del viaje de Mons. Caglíero, empezando
d&sde la casa-cabaña, situada en una de las partes más altas ele las cordilleras , y que fué su
hospital durante 25 dias, hasta su llegada á Concepcion. Desde luego le diré que dicho viaje, el
cual duró diez días, fué un continuo triunfo para
el noble convaleciente; y bien se con vencerá de
ello al leer los hechos que paso á narrarle.

'
1°. Ultima
funcion religiosa en Malbarco
y sermon de Monseñor. - La víspera de la
salida era Domingo , y la concurrencia á la mision fué mucho más grande que los demás dias.
El motivo principal ele esta afluencia de personas,
no fué tanto el santificar la fiesta , oyendo la
santa Misa, de la cual los dispensaba la grande
distancia á que se hallaban , como el deseo de
poder ver aún una vez más á Monseñor, recibir
de sus manos el Pan eucarístico y su última bendicion. Hubo aquel d1a 35 comuniones y algunas
confirmaciones ; número grande si se con:sidera
que la mision ya llevaba unos dos meses en aquellos parajes. Monseñor celebró la santa Misa,
distribuyó la cornunion , administró la confirmadon, y después, áunque muy cansado, no se contentó con dar á aquella buena gente su última
bendicion ; parecíale poco para pagar 61 sacrificio
que habian hecho andando tanbs leguas para
llegar hasta allí. Concluida, pues, la funcion, dirigió la palabra á aquel pequeño pueblo, en pri-

-93mer lugar, para darle las gracias por todas las
pruebas de cariño que le había manifestado durante todo el tiempo de la mision , y además
para dejarle algunos recuerdos, con el objeto de
conservar y aumentar el fruto que habia sacado.
Entre otras cosas recuerdo un hermoso pensa·
miento, que salió expontáneamente de sus labios,
y que sin eluda alguna permanecerá impreso para
siempre en la mente y en el corazon de aquellas
buenas personas. « Cuidaos de las caídas , dijo
Monseñor, y tomad toda clase de precauciones
para evitarlas. No es de las caídas de á caballo
que entiendo yo hablaros, sino de las caídas en
pecado, y especialmente en el pecado mortal.
¡Ah! ¡ qué horrible precipicio es el pecado mortal! ¡qué espantosas consecuencias no trae consigo á veces una sola de esas ca idas ! U na caida
de á caballo por más que sea grave, no es sieinpre fatal; algunos días de cama y unos pocos
remedios , bastan casi siempre para remediarlo
todo. A mí me bastaron 25 días para entrar en
convalecencia y tener la esperanza de una pronta
y completa mejoría, y eso que la caída era evidentemente mortal. Pero ~qué esperanza le queda
al que cae en el pecado mortal , prindpalmente
si la caida se repite? El. Sr. D. Lncas, á pesar
de todos sus euidados, de todos sus remedios y
de toda su eapacidad y buena voluntad, jamás
podría curaros como me ha curado á mí ; necesitaríais al sacerdote, pero éste desgraciadamente
no lo teneis aquí , ó si lo teneis es muy raras
veces. Por esto es que una de estas caídas mortales, puede ser para vosotros causa nada menos
que de eterna conclenacion , de sufrir un fuego
eterno. ¡Ah! ¡qué desgracia! Huid, huid con todas vuestras fuerzas de semejantes caidas. Cáese
con facilidad, pero es muy difícil levantarse. >.>
Magnífico pensamiento, que expresado por Monseñor con brío, áunque con bastante trabajo, valió todo un sermon y puso término á aquella
edificante mision.
Lo demás del dia se pasó en hacer los prepar·ativos del viaje. Para atravesar las Cordilleras se neces.itan caballos especiales. Los' de los
Misioneros, acostumbrados á pisar las arenas del
desierto , eran poco menos que inútiles ; ¿qué
hacer, pues? Un aprec-iable señor llamado Don
Filoteo Sanmartin, nos ofreció generosamente los
suyos para la expeclicion ; diónos tambien algunas provisiones para comer, y lo que es más, se
ofreció él mismo á acompañar á Mons<-lñor. Es
un buen viejo de unos 70 años de edad; tiene
familia, negocios é intereses importantes en aquellas montañas; sin embargo se ofreció mny
gustoso á hacer un viaje tan penoso , á fin de
dar un prueba más á Monseñor ele lo muy agradecido que le estaba. El Señor le recompense su
tanta bondad y generosidad.

el

"

2°. El adios á Malbarco.- Escena conmovedora. - Al despuntar la aurora del dia 28,
ya nos hallábamos en pié para ofrecer el santo
sacrifieio y hacer los últimos -preparativos. Llegada la hora ele la salida, todos vimos con grande
sorpresa nuestra , que aquellos buenos chilenos

que habían acudido la víspera á la m1s1on , se
hallaban todavía allí. Y ¿sabe V. R. para qué?
Pues para dar el último aclios á Monseñor y á
los Misioneros y recibir su última bendicion. En
efecto, cuando vieron que Monseñor se disponía
á montar á caballo , todos , hombres , mujeres,
viejos y niíios rodearon á Monseñor, y de rodillas besaron su anillo y le pidbron la bendicion
¿Me creerá V. R., amadísimo Don Bosco , si le
digo que casi todos lloraban? Pues así fné. Pero
¿ qué objeto tenian aquellas lágrimas? Creo no
equívoearme si afirmo que eran lágrimas de alegria y de dolor. De dolor, pensando que Monseñor estaba ya para dejarlos y quien sabe si lo
volverían á ver ... pues á duras penas podía tenerse en pie y sin emb~rgo iba á emprender un
viaje tan largo y peligroso. Y, á la verdad,· era
cosa que arrancaba las lágrimas ver los grandes
esfuerzos que tuvo que hacer para poderse acomodar en la silla. Fué necesario que cuatro
hombres robustos lo levantáran en peso, y muy
despacio lo colocasen sobre el caballo. Nadie se
atrévia á hablar; pero en aquel instante un horroroso ponsarniento pasó por la monte á todos :
¿Y si aconteeiera otra desgracia ? i Y si no pudiera llegar al término de su viaje?... Pero he
dicho que tambien lloraban de alegria; sí, estoy
casi cierto de ello, porque no podían menos de
alegrarse al ver que Monseñor , áunque débil
aún, tenia sin. embargo fuerzas suficientes para
poder seguir el viaje. Ellos que lo amaban tanto,
que habian tenido tanto miedo de perderlo y que
habían pedido tanto en sus oraciones al Señor,
i cómo no debían gozar al verlo no solo fuera
de peligro, sí que en vísperas de una completa
mejoría?
3°. La salida; ·el primer dia de viaJe. Vota-Mallin. - Nuestra pequeña caravana dió
el último adios á toda aquella buena g·ente y se
puso en marcha á eso de las 8 de la mañana.
Monseñor, D. Milanesio, D. Panaro, el precitado
médico de Monseñor, Sr. D. Lucas Bece!'ra, el
buen anciano de quien he hablado ya, Zanehetta
y el infrascrito , componían la comitiva. Venían
tambien con nosotros tres jóvenes listos y robustos , los cuales se habían puesto á nuestra
disposicion , para todo lo que fuese necesario.
Caminábamos con bastante lentitud. Era la primera vez que Monseñor montaba á caballo después de su caicta, y el estado en que se hallaba
era preciso evitar todo movimiento que fuese
brusco ; de esta suerte se andaba despacio, es
verdad, pero bien ó menos mal.
El primer dia u asó sin inconveniente alguno.
Yo temblaba viendo al pobre Monseñor mal aeomodado en su caballo, y que sufría no pudiendo
apoyar la espalda á ninguna parte. Bajamos,
pues, á un valle por donde corre el rio Lileo,
y comenzamos á andar de una parte á otra, siguiendo las mil caprichosas curvas, hasta llegar
al anochecer á un rineon formado por el encuen·
tro de dos valles , al cual danle el nombre de
Vota-Mallin.
Monseñor estaba muy cansado , y no podía

menos de ser así, si se considera que hasta aquel
dia no habia podido pasar sino algunas horas
fuera de la cama , y estas con no poca fatiga.
Se le preparó primero una taza de caldo y después una tienda con su cama, compuesta de algunas pieles, colocadas sobre un montan de yerbas
y hojas, que recogimos por aquellos alrededores.
Dicha cama era demasiado dura para nuestro
enfermo, pero no habia más remedio que tener
paciencia, pues no permitiéndolo el sitio y faltándonos todo lo necesario , tuvimos que hacer
de necesidad virtud y contentarnos con lo poco
que podíamos tener. Los demás nos echamos á
dormir en el suelo , alrededor de la tienda de
Monseñor, y descansamos como se suele descansar generalmente despues de haber pasado todo
el dia montado á caballo ; esto es, á las mil maravillas.

hállanse toda via las cabañas , ya casi todas arruinadas , ocupadas por las guardias chilenas
en los meses que la República Argentina estaba
infestada por el cólera. Pero este huésped
no necesita permiso alguno para entrar donde
quiere , puesto que en poco tiempo tambien los
departamentos del norte de Chile, y más que
todos, la capital de la República, Santiago, estaban infestadas. No hay precaucion suficiente para
detener la mano de Dios, cuando éste se propone
castigar á una nacion.

5°. Horrible sendero en la Gran Vega. Acampamento en las orillas del rio. -Después ele haber recorrido la cima de una montaña muy alta, bajamos á una interminable llamura, llamada la Gran Vega. El único inconveniente que encontramos aquí, fué el camino , el
cual era tan malo, que no nos fué posible seguir
4°. El segundo dia de VIaJe. - Pequeñas la marcha á .caballo. Era una enorme cantera coaventuras. ~ Un lago. - Al. otro dia por la · locada á los lados de la montaña , por la cual
mañana nos hicimos de cargo que teníamos una era necesario trepar para pasar al lado opuesto.
colcha de más ; ·durante la noche, el cielo, vién- No es poco el valor que se necesita en estos
donos tan mal abrigados , se compadeció de no- trances para permanecer montado sobre un casotros, y nos eegaló una hermosa colcha blanca, ballo, que, si por desgracia pone un pié en falso,
algo delgada, es verdad, pero de un efecto muy cae rodando junta mente con el caballero y va á
bonito. No era nieve, pero si algo que se le pa- dar á las profundidades de un abismo terrible.
recía niucho. Los indígenos la llaman escarcha , Nosotros, que en cuanto á valor no teníamos de
y nosotros en italiano brina.
sobra, especialmente después de la catástrofe
Después de haberla sacudido, y calentado el estó- acaecida á Monseñor, creímos prudente bajarnos
mago con un poco de café, sin pérdida de tiempo pro- del caballo llevándolo por la brida , hasta salir ,
seguimos nuestro viaje. Sin embargo, antes de salir del mejor modo que pudiésemos , de aquel grase discutió un poco. Tratábase de atravesar la vísimo peligeo. Es tan dificil y enredoso aquel
montaña, detrás de la cual comenzaba ya el ter- paso que hasta los mismos caballos no quisieron
ritorio chileno. Para llegar allá hay dos cami- pasarlo. Llegados allá, se vol vieron atrás, y desnos; uno bastante corto, pero de dificilísima pués comenzaron á subir por la montaña, hasta
subida; otro menos difícil, pero mucho más largo. que llegaron á un punto donde no podia ir quien
Yo conocía el primero, por haberlo pasado cuando los guiaba, y allá se quedaron toda la noche.
fuí á Malbarco y me acuerdo que fué un milagro Sin tener alas no era posible llegar hasta aquel
si llegué vivo , pues está lleno de grandísimos sitio.
peligros, y es necesario bajarse del caballo muAl dia siguiente por la mañana, dos de nues~
chísimas veces. Por cuyo motivo yo era de pa- tros jóvenes se volvieron atr~s para buscarlos,
recer que se tomase el otro más largo , pues y tuv.ieron tanta suerte que los encontraron. Sin
me parecía además poco prudente conducir á embargo nuestros eálculos de llegar hasta un sitio
Monseñor por aquel camino y exponernos to- llamado Purcura y allá pasar la segunda noche,
dos á tantos peligros; mejor es llegar tarde y no se pudieron realizar. Nos cogió la noche, en
bien, que no pronto y mal. Los otros tres com- un lugar bastante peligeoso , y j uzgari:los prupañeros que conocían las dificultades de aquel dente el pararnos allí , á fin de evitar alguna
paso, eran del mismo parecer, de suel'te que nos desgracia. Colocamos, pues, las tiendas á la orilla
resolvimos á ir por la parte izquierda, buscando de un rio, y pasamos la noche del mismo modo
el sendero que debía conducirnos al valle por que la anterior.
. '
donde corren las primeras aguas chilenas. En
Sin embargo, nuestro Monseñor se hallaba más
este sitio perdió Monseñor sus zapatos , pues á cansado que el dia precedente, y confesó que no
la mula que llevaba su ropa le dió por brincar podría descansar sino se le preparaba una cama
y correr, hasta que por iin concluyó. con tirar mucho más blanda. Entonces nos recordamos
por tierra toda la carga. Los que la recogieron que una de las mulas venia cargada de lana, perdejaron olvidados los referidos zapatos. Nos hi- teneciente á uno de los jóvenes que nos acomcimos de cargo por la noche pero ya no tenia pañaban.
.
remedio, por la mucha distancia á que nos haCon ella pudimos prepararle una cama mucho
llábamos ; de suerte que Monseñor se vió obli- más blanda que la primera. En esta noche no tugado á entrar en Chile con las chinelas.
vimos el regalo del cielo , esto es , no cayó la
La primera cosa que alegró nuestra vista al escarcha, y á las 5 , deseosos de ganar tiempo,
poner los pies en el territorio chileno, fué una estábamos ya en pié, dispuestos á continuar nueshermosísima laguna, llamada 'l'reyle, de 400 me- tro interrumpido viaje.
tros de largueza por 150 de anchura. Al lado

-

95

6°. Tercer dia de viaje. - Una mula al
7°. Bajada peligrosa. - Irresolucion en profondo de un precipicio. - Contrariedades.
seguir el viaje por la noche. - Un mensaEn este tercer dia, 30 de Marzo, tuvieron lugar jero persuade á Monseñor que continúe la
varios incidentes desagradables. Fué el primero marcha. -- A las 3 de de la tarde estábamos
que no pudimos salir á las 5, como habíamos ya sobre la cima de la montaña más alta ; la
pensado el dia anterior, sino á las 8; causa de bajada era horrible; yo lo sabía porque la habia
este retardo fueron los caballos que habían huido pasado pocos dias antes, pero al contrario, esto
en busca de alimento ; tres horas se necesitaron es, subiéndola; lo sabían tambien Don Lucas y
para hallarlos, reui1irlos y ensillarlos. Este pri- .D. Filoteo, y viendo á Monseñor muy cansado
mer incidente desconcertó todos nuestros planes, nos pusimos de acuerdo en pararnos y pasar
y vino luego el segundo que los destruyó com- allí la noche. Monseñor, pensando en el bien de
pletamente.
todos, si bien tenía gran necesidad de descanso,
Vadeado el rio Porcura , tratábase de subir se decidió á continuar la marcha para aprovechar
una cuesta muy empinada, llamada , sino me e- aquellas horas de sol que nos quedaban.
quivoco, Huemul, ó sea, montaña de los ciervos.
Dormiremos en el valle, dijo, pues al menos
Ya hacia más da media hora que con gritos y · mañana por la mañana podremos arreglarlo todo
golpes animábamos á nuestros caballos ; algunos y lleg·ar á :buena hora á casa del Sr. D. Joaquín
·de ellos , muy cansados, no podían obedecer, y Lantagno, que nos espera. - De allí á un poco
era preciso dejarlos descansar con frecuencia para nos paramos por algunos minutos, y luego coque tomasen aliento. Por este motivo no íbamos menzamos á bajar, divididos en dos escuadras.
yá todos juntos. Los caballos mejores y que lle- Monseñor, D. Milanesio, D. Filoteo y yo, formá. vaban menos peso iban delante, los más cansados bamos la· vanguardia; D. Panaro , D. Lucas y
y cargados se quedaron atrás. Yo me quedé al los tres jóvenes con todos los animales de carga
lado de Monseñor. En esto, oigo de repente un formaban la retaguardia. Hizímonos todos ántes
gran ruido como el de una grande piedra que se la señal de la eruz , invocamos mentalmente á
desprende y rueda por la montaña. Un sudor María Auxiliadora y al Angel Custodio y en sefrío se apoderó de mí. ¿Se habrá caído alguno? guida dimos principio á la bajada. Era la última
me pregunté. No puede ser, porque en tal caso pero la más larga y peligrosa. En cuanto á mí,
·se habría dejado oir al menos un grito. A fin de lo digo francamente, no tuve bastante ·valor para
tranquilizarme dije para mí : Será alguna piedra pasar por aquellos precipios á caballo. N o, de.que movida por alguno de los animales, rodó por eia, no quiero exponerme al peligro pudiendo
la pendiente y causó este ruido. Con semejante evitarlo; mis .dos piernas son más seguras que
raciocinio se apaciguó tambien Monseñor, quien las patas del caballo; si caigo no me haré tanto
se hallaba ya inquieto , temiendo que hubiese daño. Además el caballo tiene cuatro patas, y es
sucedido alguna nueva desgracia. Pasaron algunos suficiente que le resbale una para que pierda el
·minutos , cuando uno de los guias, después de equilibrio y me arroje quién sabe en donde. Me
haber contado las bestias : - Me falta una mula, bajé, pues, del caballo y cogiendo las riendas me
exclamó. - Búscase por todas partes, pero en resigné á andar á pie todo aqnel horrible trecho,
·vano. Sin embargo ora necesario hallarla, pues á trueque de llegar al fondo sin zapatos. Monera la que llevaba todo el equipaje de Monse- señor hubil3ra deseado hacer lo mismo, pero no
ñor. Por fin se encontró, ¿ y sabe V. R. dónde ? tenia suficientes fuerzas para estar en pie ; conAllá abajo, al pie de la montaña, magullad:;¡ y fiaba además en su caballo que, después de tres
muerta. Otra desgracia fué unida á esta, esto es, días de prueba, tenia por excelente, y lo era en
1a de haberse roto la olla donde calentábamos el verdad.
Así caminamos durante dos horas y media sin
caldo para Monseñor, del cual tuvo necesidad no
;pocas veces. Sin embargo, Dios ~tro. Señor que interrupcion hasta llegar al fondo. En un punto
habia per:nitido dicha desgracia, dióle suficientes tuvimos que descender todos del caballo. Se trafuerzas para resistir y seguir cabalgando sin no- taba de pasar por medio de una piedra cortada
perpendicularmente, por más de un metro de alvedad.
Este incidente nos hizo perder bastante tiempo, tura. Me recuerdo que la primera vez que me
pues fné necesario buscar otra mula y cargarla tocó pasar por aquel sitio, los guias que me abien, antes de emprender nuevamente el viaje. compañaban y yo, tuvimos que atar una cuerda
Nuestro cálculo era de llegar hasta la primera al cuello del caballo, y tirando por ella ayudarlo
casa chilena, donde nos esperaban eon vehemente á subir aquella altura , bajo la cual se veia un
deseo, para pasar allí la noche. Pero dichas con- abismo terrible.
trariedades no nos permitieron llevarlo á cabo y
En aquel sitio queríamos colocar nuestras tien·
ya nos habíamos resignado á pasar otra noche á das y prepararnos para pasar la noche. La retaguardia no habia llegado aún y quién sabé
la claridad de la luna.
En aquel dia no descansamos nada, solamente cuánto tardaría. El sol nos mandaba sus últimos
tomamos á prisa alguna cosa y luego contmua- rayos, y querer proseguir el camino á aquella
mos el viaje, á fin de probar si era posible ga- hora hubiera sido una grande imprudencia; por
cuyo motivo considerábamos una necesidad el
nar el tiempo que habíamos perdido.
pararnos. En este ínterin nos vino al encuentro
un jóven, que había hecho de guia á Monseñor
y á los misioneros en la travesía del desierto de

-~

96-

la Patagonia, y nos animó á que prosiguiésemos
el -viaje y terminarlo aqnella misma tarde, diciéndonos tantas cosas ... que la familia Lantagno
nos esperaba ... que un Padre Franciscano habia
llegado pocas horas antes ele Chillan (nada menos
que 20 leguas debio caminar), con una berlina para
esperarnos y conducirnos al con-vento de Chillan ...
que él conocia muy bien los senderos... que no
habia peligro alguno, y en :fin tantas otras cosas,
que nosotros nos resolvimos á continuar el -viaje.
- Vamos, decía Monseñor, tres leguas poco más
ó menos , es nada. Estamos ya muy cansados,
pero no importa; hagamos un esfuerzo y después nos hallaremos al :fin de este camino horrible. Así podremos descansar en una buena cama,
restaurar un poco nuestras fuerzas y mañana
continuaremos el -viaje en coche. - Pues adelante. Y sin ni Riquiera bajar del caballo por un
momento, seguimos.
8°. De noche en una floresta. - Temor del
leon. - A la orilla del rio. -Un fuego lejano.
- Casa-hospital. - El mayor peligro por entonces, lo constituía la noche que se acercaba,
pues los senderos eran lo más espantoso que se
puede imaginar. Estábamos en un valle, es cierto,
y en un valle llamado hermoso, pero nadá tenia
de ello, si se exceptuan algunos árboles muy
espesos y gigantescos y las cristalinas aguas
del rio que pasa por allí; pero lo que es el camino no tiene nada de bonito y sí mucho de feo.
- ¡ Qué ironía ! deda Monseñor, llaman l1ermoso
á un valle tan h'Jrroroso y que bien hubiera
podido servir de modelo á nuestro Dante para
pintar el más espantoso de sus antros infernales.
·
En este sitio dejamos sueltos los caballos para
que pudiesen pasar más fácilmente. - Ahora
solo falta1 ía que viniese algnn leon á hacernos
una visita, decíamos nosotros; - y no era tan
difícil habiéndosenos dicho qne el leon llamado
Puma anda por aquellas partes durante la noche
en busca de comida. Si tiene mucha hambre
asalta tambien al hombre, si éste no se esconde
ó defiende. Pero ¿no sería ya una grande desgracia para nosotros,. si se nos hubiesen perdido los caballos por aquellos sitios tan peligrosos? ¿ Cómo haríamos entonces para seguir
adelante? Pero el leun no vino; Jos caballos y
las mulas tienen los huesos duros y él cruiere
carnes tiernas~ Cuando salimos de aquei sitio
nos en contra mos á la orilla del rio. El pelig·ro
era aún más grande, la oscuridad, completa;
¡ay de aquel que se hubiese caido entonces!
Despnes entramos de nuevo en una selva, más
tarde fuimos á dar otra vez al rio, y siempre
caminando por senderos llenos de troncos de
árboles viejos. Los caballos andaban lentamente,
pues ta'11bien ellos veian el peligro por donde
pasaban. Nosotros íbamos en ;.;ilencio. Es una
gran verdad que el miedo quita hasta el uso
de la palabra , y nosotros en aq nellos momentos teníamos verdaderamente miedo; rogábamos más con el corazon que con la boca, y
pedíamos á nuestro Angel Custodio que, halláno

donos nosotros sin guia, se dignase guiarnos éL
'fambien el jóven que nos acompañaba se habia
quedado mudo. - Amigo, le preguntamos una
-vez; ¿está todavía muy lejos la casa del Sr. Lantagno? - Está allá, á la otra parte del río, de
aquí á una media hora llegaremos. Fijando después la vista hácia la orilla de enfrente -vimos
á lo lejos una luz, que parecía la habían puesto_
expresamente para indicarnos el camino que'
debíamos séguir. Era una grande hoguera, encendida por una familia en un patio, con el :fin
de calentarse. En :fin, como éÍ. Dios plugo, despues de dos horas pasadas en una completa oscuridad, en continuo pelígro de dar con las narices
en al'gnn árbol, ó lo que es peor, ir á parar enalgun hoyo, llegamos á las 8 de la noche á casa
de D. Joaquín Lantagno, sin haber tomado casi
un solo momento de descanso desde las 8 de la
mañana. Nadie nus esperaba ya á aquella hora
y les parecía imposible que extrangeros, que no
conocían aquellos parajes, principalmente con un
obispo enfermo, se atreviesen á caminar con
tanta oscuridad, entre aquellos peligTos y á
aquellas horas. Así nos lo dijeron después. ! Qué
sorpresa tan gran 1e para toda aquella familia !
¡ Cu;;í.n cordiálmente recibieron á Monseñor ! Se
habló nn poco ; se cenó á prisa, y en seguida
nos fuimos á la cama. Teníamos necesidad de
comer, pero mucho más de dormir; y si hubiésemos debido escoger entre nna buena ca ,-~a, y una
buena comida, todos hnbiéramos preferido indudablemente lo segundo. Pero nosotros, gracias á
la g-enerosidad de los amos ele casa, tu vimos lo
uno y lo otro. D. Panaro y los compañeros que
se habían parado dos leguas atrás , nos alcanzaron al dia siguiente por la mañana. El camino
que habíamos recorrido se llama: Los Imposibles y la Timfia.
9°. Capilla improvisada. - La Colonia t~Jsis­
te á la Santeo Misa. - Deseo de recibir la
Confirmacion. - Sacrificios para cumplir con
el precepto Pascual. - La fábrica del Sr. Lantagno. - Por la mañana nos esperaba una
grande sorpresa. En una habitacion muy bonita,
habian preparado un altm' con todo lo necesario,
])ara celebrar la santa Misa. El R. P. Franciscano, Fray Juan Francisco Acituna, ex-guardian
del Convento de Chillan, venido desde allá expresamente , recorriendo un camino ele cerca
100 kilomentros, nos trajo un altar portátil,
sienclc é;:;ta una inspiracion hermosa, puesto que
Monseñor hallándose con fuerzas suficientes deseó
celebrar, y así lo hizo á eso de las 8. No solamente los cluefíos de la casa, sino tamhien todos
Jos criados y empleados de aquel gran establecimiento de maderas, que entre todos eran más
de ciento, a:-;istieron con grcmde devocion al santo
sacri:fido, y esto fué debido á la bondad suma
del dueño de la casa que lo permitió, áunque se
tuviese qne interrumpir el trabajo. Ningun
obispo, ¡ que digo ! ningun sacerdote, había pasado jamás por aquellos parajes ; y entonces
tenian no solo un obispo sino tambien cuatro
sacerdotes entre ellos ¡ Cuán bien se -veía pin-

-97tada la alegría en el rostro de todas aquellas
personas, por tan inesperado acontecüniento!
~onclui.clo el santo Sacrificio, Monseñpr dirigió
a los circunstantes algunas palabras. El es así ;
donde encuentra un grupo de personas, es menester que hable; parécele que no está completa
la funcion si no dice algo. - Las funciones
mndas, dice él, no me gustan ni las quiero; y así Jo prueba con los hechos. Durante aquel
día muchas de aquellas personas suplicaron á
Monseñor que les administrase la Confirmacíon.
- De buena gana, contestábales, pero para esto
seria necesario que nos detnviéramos aquí por
algunos días, les diésemos á Veles. una pequeña
Mision, á fin ele instruirlos bien acerca de las
disposiciones y virtudes que se requieren para
recib~r este sacramento, como son la confe~ion,
catensmo, etc. Htc., y todo esto, como Vdes.
comprenderán, requiere un poco de tiempo, del
cmal nosotros no disponemos, pues es preciso que
mañana ~ism.o nos hallemos en Chillan. Tengan,
pues, paCienC1a; lo que no podemos hacer hoy,
lo haremos quizá muy pronto. En el tiempo
Pascual tendrán Veles. una Mision por algunos
clias; no faltará c¡uien les confiese y comulgue,
y quien confirme y bautice á sus hijos. Se lo
prometo, estén Veles. tranquilos. - Con esto se
consolaron bastante.
Monseñor quiso premiar tanta fe y prometió
hablar al Rdmo. Sr. Vicario Capitular, á fin de
que mandase de cuando en cuando algun Misionero por aquellas partes. En efecto, obtuvo del
Padre Guardian de Chillan, la promesa de que
enviaría con frecnencia á alguno ele los Padres
de su Convento. La Delegacion del Sr. Vicario
no tardará en lleg·ar.
Es cosa que verdaderamente hace llorar. Hahitan en aquellas selvas, cerca de 900 personas,
que viven á unos cien kilometros distantes ele
Chillan. Son todas buenas, sin excepcion alguna.
En cuanto á cumplir con el precepto Pascllal,
debe decirse que son muy diligentes á pesar de
lo muchísimo que les cuesta, pnes tienen que
andar tres dias á pie para llegar á la ciudad.
Sin embargo, segun nos dijeron, es tanta sn fe
y piedad que no queda ninguno sin cumplir;
pero la Contirmacion..... creo que ninguno la
recibió aún. Había allí ancianos, cubiertos de
canas, que á pesar de su buena ,voluntad, áun
no habian podido recibir el beneficio de este
Sacramento.
Fué, pues, en aquella casa donde Monseñor
recibió la primera prueba del cariño que le profesaban los chilenos. Durante el día que nos p~.ra­
mos allí, venían los niños, mandados por sus buenas
madres, trayendo quien un pollo, quien una gallina, quien una docena de huevos. - ¿Para quién
son estas cosas tan buenas ? pregnntábales sonriendo Monseñor. - Para el Obispo ·enfermo,
contestaban ingénuamente; y se iban tan contentos porque habían podido recibir de Monseñor
una caricia ó alguna medallita.
Visitamos en aquel dia el gTan aserradero, que
el Sr. D. Joaquín Lantagno fundó en aquellos
sitios. Es un establecimiento de primer órden,

montado á la europea; tiene máquinas para
aserrar ele gran fuerza ; constituyen un verdadero modelo en su género. Nos decía D. JoaquiÍ1
que en las ocho horas de trabajo diario podíanse
preparar hasta 800 tablones, bien cepillados y
lisos ; en el ver·ano se llega á preparar hasta
1,300. Tuvo, empero, que vencer muchos obstáculos que parecían insuperables, y hacer gastos
enormes para trasportar las máquinas en medio
de aquellas montañas; vióse en la necesidad de
hacer abrir á costa suya un camino especial,
pero todo lo venció con la energía de su voluntad,
y ahora saca una ganancia, que le recompensa
muy bien sns pasados sacrificios.
10°. Salida para Chillan. - Honores hechos
á Monseñor por el camino. - Pinta. - Para
aqnella familia hubiMa sido un g'ran consuelo
tener allí á Monseñor por algunos días, pero no.
era posible. Ya habíamos hecho el itinerario ele
todo el viaje y no lo qneríamos cambiar sin
necesidad. El dia primero dA Abril se celebraron
cuatro misas. La última fué la de Monseñor,
seguida de un pequeño sermon sobre la Sma.
Vírgen, por ser aquel di.a viernes, en que, la
Santa Ig-lesia recordaba sus dolores. A dichas
misas asistió toda la colonia. Dando gracias á
todos aquellos buenos seüores por todos los favores que nos habian hecho, nos metimos en el
coche, enviado expresamente de Chillan por la
madre del Sr. D. Joaquin, señora de singular
piedad.
Formando dos hileras en medio del patio, las
mujeres á un lado y los hombres á otro, nos.
aguardaban todas aquellas buenas personas, con
las manos llenas de flores que arrojaban sobre
Monseñor cuando pasaba. Enseguida comenzaron
á correr tras el coche, y nos acompañaron por
un buen trecho ele camino, hasta que lvlonseñor
se vió obligado á rogarles que se volviesen
atrás.
Desde este punto hasta llegar á Chillan, el
viaje fué un verdadero triunfo para Monseñor.
Todas las cabañas que se encontraban al paso,
hallábanse adornadas con arcos y flores, por debajo de los cuales pasaba Al coche. Esto fuó
por espacio de tres leguas. La gente en silencio,
estaba de rodillas en las aceras de las calles para
recibir la bendícion. - ¡ Qué fe, qué fe viva,
tienen estos b ·enos chilenos!, exclarnaba á cada
paso Mon'-'eñor. Solamente en nuestros pueblos
se ven estas cosas. Aconteciónos más de una
vez tener qne parar el coche; ora una viejecita, ora una criatura, hacia señal al cochero
para que se parase, á fin de hablar con Monseñor ; acercábase entonces á la ventanilla y con
voz temblorosa le decía: - Torne V. Monseñor
- y le presentaba un pañuelo con huevos. A
eso da las dos de la tarde las cabañas iban aumentando, y con ellas aumentaban tambien los
arcos y los adornos ; conocíase que nos íbamos
acercando á alguna poblacion. Algunas casas tenían
la bandera izada.
En cierto punto nos e,:peraban varios hombres
montados á caballo ; álg-11ien los había mandado

-98·seguramente para explorar. Más adelante una
grande polvareda, nos adverlia que venia un
buen número de personas. En efecto ; unos cuarenta hombres montados á caballo, todos llenos
de polvo y sudor, guiados por dos frailes Franciscanos, venian de un pueblecito vecino, para
dar á Monseñor la bienvenida. El grupo de los
caballeros fué a1~mentanclo cada vez más hasta
Pinta , pequeño pueblo distante 7 leguas de
·Chillan.

11°. Recibimiento en Pinta. - Sermón. Pinta el espectáculo se hizo más imponente.
'Toda la poblacion vestida de fiesta, franqueaba
una de las calles por la cual hicieron pasar el
·coche, y mientras éste pasaba lentamente, todos,
sombrero en mano y rodilla en. tierra, pedían y
recibían la . bendicion. Llegados al centro del
pueblo, ya no les fué posible á los caballos dar
un paso más ; había peligro de causar alguna
desgracia. A los dos Padres Franciscanos, á pesar
·de todos los esfuerzos que hicieron, tampoco les
fué posible abrir un pequeño paso, en medio de
tantísima gente. Todos querian ver á Monseñor.
i Qué hacer entonces para contentar á todos?
- i No hay por aquí cerca una capilla?, preguntó Monseñor á uno de aquellos Padres. Sí, Monseñor le contestaron, hay una distante
muy pocos pasos. - Pues bien, añadió Monseñor, déjenme Vdes. bajar un momento, pues
quiero decir dos palabras á este númeroso gentío. - Así se hizo. Comprendióse luego el deseo
de Monseñor, y en un instante se llenó-la pequeña
iglesia. Cuando llegó al altar hizo una breve oracion, y después dirigió la palabra á aquella concurrencia.¿ Qué dijo? Lo que él solamente sabe decir en
ciertos momentos de entusiasmo. No tiene entonces
necesidad de buscar las palabras; salen naturalmente de sus labios, y sin querer ser elocuente,
dice cosas elocuentísimás. En aquel momento se olvidó de que estaba enfermo; de que uno de s.us
pulmones no funcionaba sino con fatiga ; de que
<~así era una imprudencia lo que hacia; en fin,
olvidáse de todo dejándose trasportar de su celo.
Alabó la fe de aquel pueblo : - «Es este, dijo,
·el más rico tesoro que el hombre puede desear
sobre la tierra. El cristiano que conserva con
celq este tesoro, es más rico que el que posee
millones y no tiene fe. Un pueblo que cree, es
feliz hasta en la desgracia; un pueblo que no
·cree, es desgraciado áun cuando se considere
felíz. Y que vosotros poseéis esta fe, y que ella
-está viva en vuestros corazones , estoy muy
cierto de ello ; una poblacion incrédula no recibe
á un obispo ele la Santa Romana Iglesia, á un
Obispo que no conoce, que no es el suyo, como
me habei.s recibido á mí de paso entre vosotros. » - Siguió luego animándolos á la perseverancia ; habló de su mision ; de las leguas que
había andado, de los trabajos sufridos, de su
·eaida, de su curacion milagrosa; habló de aquellas
tribus de la Patagonia, pocos meses ha aún pa:ganas y ahora cristianas ; y por fin trató de la
Mision que venia á cumplir en Chile ... - 'I'e
saludo ¡ oh tierra de Chile ! concluyó diciendo,

En

tengo ahora evidentes pruebas de que es grande
tu fe : los que te conocían te llevaban á las
nubes; yo uno hoy á ellos mi voz para celebrar
la más hermosa de tus glorias, es decir, la que
nace de tu fe. ¡ Bendígate Dios y conserve en
tu pueblo la fe que posee, para que sea ella la
mejor herencia de tus hijos! - Dada la bendicion y hecha una breve oracion, Monseñor fue
con su acompañamiento á descansar un poco en
casa de una las principales familias de aquel
pueblo.
Quedan que pasase allí la noche, pero no
creyó oportuno aceptar, puesto que se podía ir
con comodidad hasta Chillan. Y así se hizo.

12°. Llegada á Chillan. - Los Rdos. Padres
Franciscanos. - El Te Dewn. - El sermón
del Obispo. - Acompañados por aquellos buenos
Franciscanos, llegamos á Chillan á eso de las
5 de la tarde. Toda la Comunidad franciscana
compuesta de unos 80 religiosos, entre profesos
y coristas con el Padre Guardian, á pesar de su
delicado estado de su salud, salieron á recibirnos
y darnos la bienvenida. En muy poco tiempo,
llenóse como por encanto , todo el templo de
gente, llamada por el repiquetéo de las campanas
y Monseñor hallóse rodeado nuevamente de un
numeroso pueblo, que esperaba de rodillas su
bendicion. Llegado al altar, los cantores entonaron un motete solemne y después un Te Deum
con acompai"íamiento de orquesta. Se dió la bendidon con el Smo. Sa.~ramento, creyendo todos
que la funcion hubiese ya terminado ; pero Monseñor quiso prolongarla aún un poquito con otra
platiquilla.
« Bien habeis hecho en cantar un solemne
Te Deum, dijo. Verdad es que era este un deber
mio y de mis hermanos, por los muchos beneficios que Dios Ntro. Señor se dignó concedernos
y particularmente á mí ; pero nosotros somos
pocos y mi voz es además muy débil... no puedo ...
Vuestras dulces armonías han sido ya sin duda
presentadas por los ángeles ante el trono de Dios;
por todo lo cual os doy las más sentidas gracias.
Pero muchos otros eran los motivos que nos
obligaban á cantar un Te Deum. Pi'imeramente
porque hemos llevado á cabo una mision que
hacia ya cinco meses habíamos empezado, y la
cual produjo• frutos mucho más abundantes de
lo que nosotros esperábamos. El Seiíor ha bendecido nuestras pobres fatigas y nos ha otorgado
el favor de poder aumentar su grey con muchos
miles de nuevos cristianos. Hemos atravesado
de Este á Oeste todo el desierto de la Patagonia,
y en todas ,partes hemos plantado la cruz de
Jesucristo. Tambien en aquellas regiones habrá
en adelante quien adore y ame á nuestro Salvador. Debíamos en segundo lugar cantar un
Te Deum, para dar gracias á Dios por el grande
favor que me ha hecho á mí particularmente.
Yo no d€\bería estar acruí en este momento; si
me hallo entre vosotros lo debo á una gracia
especial de la ;Divina Providencia, que no abandona jamás á los que en ella confian. Humanamente hablando, cuando tuvo lugar mi caída, yo

-99debía quedar muerto en el acto, pues fué una
caida mortal. Si estoy aún vivo y en plena convalecencia débolo, después de Dios, tambien á un
excelente chileno, á un compatriota vuestro, que
muchos de vosotros conoceis y amais; está aquí
á mi. lado y por consiguiente no es preciso que
·OS lo nombre (1 ). Debíase en tercer lugar cantar
un Te Dewn, porque después de varios años de
ardientes súplicas, después de haberse superado
mil dificultades, púdose abrir aquí entre vosotros,
la primera Casa Salesiana. Vengo á Chile, enviado por mi Superior D. Bosco, para echar los
cimientos de un colegio, que será pequeño ahora,
pero que con el tiempo se irá haciendo grande,
si el Señor se dig·na bendecirlo. Otros muchos
se abrirán más adelante, y tan pronto conw la
caridad del pueblo chileno nos ayude en esta
grande empresa. » - Luego volvió á hablar de
la fe, de sus bellezas y ele sus propiedades. Monseñor se hallaba tan admirado ele lo que había
visto en aquel dia, que no hablaba sino de fe.
- « Tú tienes esta fe ¡ oh pueblo de Chile!
cúidala con esmero, pues mientras seas creyente,
serás tambien grande. Manos sacrílegas manos
enemigas se fuerzan en arruinar este fundamento
de tu grandeza; pero tú, lucha contra esos enemigos con más valor aún que contra los enemigos de tu patria. La impiedad nada conseguirá
de tí, mientras no arranque ele tn corazon el
tesoro de tu fe; pero te harías semejante á ella,
y tú t~mbien serías un pueblo impío, como muchos otros, el clia en que desventuradamente,
cansado de luchar, arrojáras lejos de tí las armas y
dejaras de creer. No; has demostrado que corre por
tus venas sangre de héroes ; has combatido y vencido á los enemigos de tu patria ( 1); prosigue,
pues, combatiendo y procura vencer á los enemigos de tu fe ; las victorias que conseguirás en estas
luchas ilustrarán aún más á tus hijos que las
que has conseguido en los campos de batalla.
Estas están escritas con sangre; escribirás aquellas
y las escribirán tus hijos, pero con oro. »

13°. El himno nacional chileno - Grandes
y afectuosas instancias para que Monseñor
se parase algun tiempo. - D. Esperidion
Herrera y la noticia de un Salesiano moribundo en Ooncepcion. - Despues de habernos
dado el saludo de paz en la iglesia, nos lo dieron
patrióticamente en el c:onvento por medio del
himno chileno, tocado con armonium y acompañamiento de una pequeña orquesta franciscana.
No es para describirse la alegria que reinaba
entonces en aquella comunidad, y que siguió
reinando ·todo el tiempo que permanecimos :ülí.
Nosotros habíamos forma uo ya nuestro plan.
Era, pues, el siguiente : pararnns 4 ó 5 dia ; en
el convento, á fin de descansar algun tanto, y
poder cobrar fuerzas para celebrar más tarde la
Semana Santa en Concepcion como se había convenido. Los religiosos no se contentaban con
cinco días y pretendían quince al menos ; ó sinó
(l) El Sr. D. Lucas Becerra es oriundo de Chillan.
(2) Se refiere á la guerra con el Perú y la Bolivia.

la Semana Santa. Debo decir tambien que al
llegar á Chillan encontramos tambien al Sr. Secretario Don Esperidion Herrera , mandado expresamente por el Sr. Vicario Capitular de la
Concepcion Dr. D. Benigno Crnz, para saludar
á Monsefior en su nombre y en el de todo el
clero de la Diócesis. Hé aquí las tristes nuevas
que traía : - « Tenemos graves desgracias en
casa, clijome casi llorando, y sin un milagro ele
S. José ó de M~.ría Auxiliadora no tienen remedio;
el pobre Serafin Buzio cayó gravemente enfermo
el dia mismo de S. José, y hállase ahora moribundo; ayer lo dejé sin habla, viaticado y dispuesto ya á dar el gran paso; todo está preparado para et entierro. U no de los más vi vos
deseos qtFl me manifesto euando se hallaba aún
en sí, fué el de tener á su lado á Mom:eñor y
á sus hermanos antes de morir; entonces ....... si
fuése posible convendría salir luego. - ¿ Qné le
parece á V.'? - Esta inesperada noticia cansó
en nosotros el efecto de un rayo. Al salir de
easa había yo dejado á nuestro querido Serafin
lleno de fuerzas, trabajando á más no poder en
preparar á los niños para la solemnidad de
S. José; y á mi vuelta lo encuentro en el trance
de la muerte! No bien los Padres del Convento
tuvieron conocimiento ele lo que pasaba en nuestra
casa, se afligieron muchísimo ..... pero hubieran
deseado que ocultáramos la cosa á Monseilor, mas
él ya lo sabia todo, y tomó luego esta resolucion:
- Mañana por la mañana, enviad un telegrama á
Concepcion para tener noticias del enfermo : si
continúa en el mismo estado, saldrémos enseguida; si hubiere alguna mejoría, como lo espero,
estarómos aquí hasta pasado mañana. Entre tanto
roguemos y esperemos. S. José lo curará ; sois
demasiado pocos en Concepcion, para que uno
de vosotros deba irse al cielo recién llegado á
Chile. La contestacion al telegrama fué poco
satisfactoria : «El peligro es grave aún, apénas se
nota una leve mejoría. »

14°. Misa de la Comunion. - Ell Domingo
de Ramos. - Bondad y cortesía de los Padres Franciscanos - Telegrama del Vicario
Capitular. - Nos paramos un dia con los Padres, porque podian resignarse á dejarnos salir,
y contaban tenernos entrA ellos quien sabe cuanto
tiempo. A la mañana siguiente, dijo Monseñor la
misa ele la comunidad y distribuyó la comunion
á más de 500 personas. Viendo reunido á sus
pies á tanto pueblo para recibir de sus manos
el pan eucarístico, y no agradándole, como ya
dije antes, las funciones mudas (como él las
llama), dirigió á todos la palabra para animarlos
á la piedad, á la clevocion y á recibir con frecuencia los Sacramentos. Es verdaderamente cosa
admirable el ver en un di a de trabajo (era Sábado), más de quinientas personas que reciben
los santos Sacramentos; es esta la prueba más
hermosa y segura para conocer la piedad de un
pueblo. Al otro dia, Domingo de Ramos, el número de comuniones llegó hasta 2UOO. Invitado
Monseñor por el Rilmo. P. Guarrlian, celebró
toda la fundon solemn_~, bend1jo las palmas,

tomó parte en la procesion, y no teniendo ya
fuerzas para cantar la Misa, se limitó á rezarla.
Dicha funcion duró dos horas y media , lo cual
no es poco para un convaleciente que debía viajar
aquel mismo dia hasta las 5 de la tarde , para
llegar á Concepcion.
Hablar aqní de la . bondad, cariño y cortesía
de aquellos Padres, además de ser dificil, emplearía demasiado tiempo. Me· limitaré á decir
tan solo que son grandes amigos nuestros y que
nos quieren mucho. Venernn profundamente á
nuestro amadísimo Padre D. Bosco y su Congregacifln, y les es muy simpática nuestra mision de educar á la juventud pobre, y de atender
á los salvajes. Ellos tambien trabajan en el vasto
campo de las misiones, y su porcion es la Araucania; por esto trataron á Monseñor como si
fuura su propio Obispo, y á los demás Salesianos
como hermanos. Monseñor quiso contentarlos
antes de salir y prometió "hacerles una larga visita ~htes de abandonar Chile, euya promesa la
cumplirá apénas haya arreglado los asuntos de
la Casa de Concepcion. Mientras nos hallábamos
en Chillan, recibió Monseñor un telegrama del
Sr. Vicario Capituh1r de Concepcion, eoDcebido
en los siguientes términos : « Saludo respetuosamente á S. S. Ilma. en nombre de esta Diócesis, por la cual ya ha sufrido S. S. Ilma. tantas
fatigas. El clero y los fieles de Concepcion desean ardientemente besarle el ani:lo pastoral y
recibir su bendicion. Doming·o B. Cruz. » Chillan
tiene, ade111ás del Convento de los R. R. P.P.
Francisr.anos, otras Casas re1igiosas que se dedican á la educacion de la juventud, á la asistencia de los pobres y de los enfermos. Monseñor quiso visitarlas tcidas, y recibió las muestras más vivas ele afecto y gratitud.
15°. Salida de Chillan. - Encuentro de
Monseñor con el Vicario Capitular. - Llegada
á Concepcion. - Al medio dia del Domingo
de Ramos, Monseñor, acompañado de todos los
Superiores del Convento Franciscano, hallábase
en la estacion dispuesto á salir. Estaba ésta tan
llena de gente que parecia se había reunido allí
toda la pohlacion de Chillan. Fué necesario recurrir á los agentes de policía, para poder conservar el órden y abrir paso á Monseñor en el
momento de subir al coche. Dada la señal de
marcha, toda aquella gente con la cabeza descubierta, de rodillas la mayor parte, recibió la
última bendicion de Monseílor. Uno de los P.P.
Franciscanos, en representacion de la comunidad
lo acompañó hasta Concepcion. Acompañáronlo
tamhien los Sres. D. Lucas Becerra y D. Filoteo
Sanmartin. Los trenes en Chile tienen un peqneño departamento, destinado á los altos pt..rsonajes del gobierno. Dicho departamento fué
ofrecido á Monseñor y á su comitiva. Así se
viajó durante tres horas sin el menor inconveniente.
En la penúltima estaeion, que dista algunas
leguas de Concepcion, esperábannos el Sr. Vicario y el Superior del Seminario. Cordialísimo
fué el eneuentro entre Monseñor y el Sr. Vicario

100que exclamaba : Benedictus qui vems m nomine
Domini. Se abrazaron como si fueran ya viejos y
queridos amigos ; después Monseñor, á peticion
del Sr. Vicario, dióles detalladas noticias de su
salud. Habló de su caída, de 1 peligro en qun se
vió, del médico que le envió la Providencia, de
su rápida mejoría, de su convalecencia, etc .....
muy pronto cayó la conver:,;acion sobre la. fe
ehilena. Monseñor no podía hablar de otra cosa,
pues se hallaba muy impresionado por lo que
acababa de ver. Pero el Sr. Vicario quería más
bien que le hablase de D. Bosco, y Monseñor
lo complació. ¡ Cuán bueno ·es el Sr. Vicario! A
las 5 de la tarde entrábamos en la estacion de
Concepcion. Es esta una estacion de primer
órden, muy hermosa y de eolosales proporciones
Pero dejemos lo hermoso; lo que importa saber
es, que á pesar de ser tan grande no pudo dar
cabjda al inmenso gentío que se había aglomerado allí para re;}ibir á Monseñnor. Me asomé
á la ventanilla : ¡ qué espectáculo! hubiérase podido caminar sobre todas aquellas cabezas sin
peligro de caer por tierra. No bien el tren se
paró, un grito inmenso, unánime, arrojado allá,
bajo aquella inmensa bóveda ensordeció nuestros
oidos : ¡ Viva Mons. Cagliero ! gritaban todos,
¡Viva el Obispo Salesiano! y continuaron vitoreando hasta l¡ue nuesto Obispo llegó á la Ca-.
tedral.
16°. Desde la estacion hasta la Catedral.
- Apénas Monseñor puso el pie en tierra, cuando
lo rodearon una multitud de jóvenes de las principales familias, pertenecientes todos á la sociedad de la juventnd católica, los cuales habian
querido tener el honor de acompañar de cerca á
nuestro Monseñor, y dejarle el paso libre en
medio de tantísima gente. Otros jóvenes y señores muy respetables formaron otros círculos,
para impedir que la gente se acercase demasiado
y molestase á Monseñor. Al bajar puso un pie
en falso y faltóle poco para caer si no lo hubiese
cogido por una parte el Sr. Vicario y por otra
un capitari , que no lo dejó hasta que entró en
el coche. Yo presencié todo esto de lejos, pues
á los que íbamos con Monseñor nos fué completamente imposible acompañarlo. No sospechando
siquiera lo que iba á acontecer , tardamos algo
en bajar del tren para dejarle más libre el paso;
pero esto bastó para que ya no nos pudiéramos
poner á su lado, á pesar de los grandes esfuerzos que hicimos .. Las plazas y ealles estaban llenas de gente. Nosotros para poder llegar á la
catedrál tuvimos que pasar por otras .calles. De
lejos veíamos á algunas personas que se subían
á los árboles , otra;:; saludaban con los pañuelos
y más que todo se sentían los vítores unánimes
de toda aquella poblacion. Yo me esperaba ya alguna cosa de grande, pero no un espectáculo semejante. Si con tanto entusiasmo, decia yo, han
recibido á nosotros niños , i cómo recibirán á
Monseñor?
Y la demostracion fué verdaderamente grandiosa, imponehte, digna de un Obispo. Tomaron

-- iOi -

parte tambien los alumnos del Seminario y de
varios otros Colegios.
Recuerdo entre otras cosas que en medio de
los gne escoltaban á Monseñor, habia 800 hombres, venidos de la iglesia de los Padres J esuitas, los cuales habian comulgado todos aquella
misma mañana. Esta demostracion déhese toda á
la religiosidad de la poblacion y á su union con
el clero. Bastó que por la mañana Sil anunciase
en todas las iglesias la llegada del Obispo salesiano J y la conveniencia de recibirlo dignamente
para que toda la poblacion en pleno aeudiese
allá donde su Pastor la invitaba. Tambien el
diario católieo de Concepcion tomó parto en este
movimiento, publicando en los números anterio·
res la visita á Concepcion de Mons. Cagliero, y
la obligacion de todos les buenos de acogerlo
como se debia. El Sr. Vicario, que fué el alma
de toda esta demostracionJ puede estar bien satisfecho; pues los hechos h;m superado indudablemente sus esperanzas.
El coche destinado para Monseñor era muy
1uj oso, y pertenecía á un di puta do católico de la
eíudacl de Concepcion. Empleóse una media hora
larg·a para poder llegar á la Catedral. El coche
anclaba muy despacio, y no podía menos de hacerse así. A su alrededor iban los jóvenes católicos, impidiendo á la gente que se acercase. Más
tle una vez viéronse en la necesidad de tirar de
las ruedas del coche , á fin de disminuir su celeridad y evitar desgracias. Todos llevaban la
-cabeza descubierta, repitiendo los vivas con muchísima frecueneia.
¡Qué coin~idencia ! Era aquel el Domingo de
l1amos, y asi pudimos hacernos una idea de lo
ílUe hahia acontecido en J erusalen, dos mil años
hace, en la entr21da triunfal de nuestro divino
Salvador. Concepcion habíase convertido de veras
en otra J erusalen, que recibía á uno de los Apóstoles ele Jesucristo, y lo recibia muy bien. « Una vez sola, me decía D. Esperidion, he visto
en Concepcion tanta gente reunida, y fué en ocasion de la vuelta 'de Mons. Sala del Concilio
Ecuménico Vaticano, el año 1870. Entonces se
comprendía la causa de tan festiva acogida. Monseñor Sala gobernaba la Diócesis hacia ya treinta
años, y era un gran sábio y un gran santo;
ahora es un Obispo nuevo) extrangero, desconocido del todo ; y sin embargo ... »
1

17°. La Catedrál. - Discurso de Monseñor
Oagliero. - La Catedrál de Concepcion , que
puede dar cabida á unas siete ú ocho mil personas , hallábase ya completamente llena , antes
que Monseñor llegase al presbiterio , teniendo
muchísimos qüe quedarse afuera. Er?.n al menos
7,000 personas las que entraron en la iglesia con
Monseñor, para rogar y dar gracias á Dios. Ninguno de nosotros podíamos darnos la razon de
lo que veíamo:; , y especialmente l\fonseñor no
podía comprender cómo, siendo él un Obispo extranjero y completamente desconocido, se le hubiese preparado un recibimiento tan imponente.
Yo hubiera creiclo que Monseñor en el estado
en que se hallaba de salud , no se habría atre-

vido á dirigir la palabra á aquella inmensa concurrencia. Ya no estaba en la capillita de Pinta,
ni en la iglesia de Chillan , sino en una vastísima Catedrál, que exigia una voz fuertísima para
hacerse oir. Sin embargo con su pulmon medio
deshecho, no consultando á sus fuerzas sino á su
buena voluntad y celo, no bien se restableció un
poco el órden en la iglesia, con respiracion trabajosa pero voz clara empezó á hablar así:
'' Pueblo de Concepcion , pueblo católico y
lleno de fe, yo te saludo y te doy las gracias!
Habíanme dicho ya que eres un pueblo cristiano;
yo lo creía; ahora lo creo aún más. Esta demostracion que me has preparado y que yo no
esperaba, ,ss el mejol' elogio de tu fe. Pueblo
beato te ha llamado alguno, tal vez por escarnio,
pero lo eros en el verdadero sentido de la pa·
labra, lo eres y debes estar por ello santamente
orgulloso; serás b0ato, mientras seas creyente, y
tn fe será siempre la mejor corona que orlará
tu frente. Comprendo ahora por qué eres un
pueblo lleno de valor y heroísmo en los campos
ele batalla ; es porque eres profundamente católico; la fe que posees es la que te da la vida, y
juntamente con ella abrigas en tu corazon la carielad , el amot· ele Dios y el de la patria. U i1a
nacion que conserva con celo en su corazon la
fe divina, es absolutamente invencible; la victoria la sigue por todas partes. Un ejército de hombres que creen, es un ejército de valientes que
no teme nunca al enemigo; sabe sacrificarse y
rnorh'; pero jalYt~.s retroceder ó darse por vencido. Complázeome contigo y puédote asegurar
que lloverán sobre tí con abundancia las benclieione~ del cielo, si perseverarás en la fe que has
heredado de tus padres. Héroe, pues, aquí entre
vosotros, después de un viaje largnísimo y lleno
de peligros ; 300 leguas he recorrido con mis
hermanos lo Salesianos , para llegar hasta aquí.
Abandoné, cinco meses hace, las costas d~l Atlántico y hállome ahora en las del Pacífico. Con
esto he cumplido en parte el programa que me
encomendó al salir de Italia , . . el sapientísimo
Leon XIII, que rige hoy los destinos de la Iglesia ... - Id, decíame, eristlanizad la Patag·onia y
plant:1 el las tiendas Salesianas en aquellas repúblicas de la América del Sur. Pues bien ; hóme
aquí ya á cumplir con mi mision. ¿No es esta
una hermosa prueba de qne el Sumo Pontífiee
os ama y desea vuestro bien ? Así es ; en todo
piensa Leon XIII; á todos ama , porque todos
son sus hijos; pero si me es lícito añadir una
palabra, diré qne por las especiales pruebas ele
aclhesion y afecto que le habeis dado, os ama á
vosotros, católicos de Chile, á vosotros y á todo
vuestro celoso clero, y os ama con una predileccion particular. Mi mision no estit aún terminada; la Patagonia todavía no es toda cristiana;
pero allí, en aquellos desiertos, ya no faltan, no,
los adoradores del verdadero Dios ; y espero que
aumentarán con el tiempo. He hallado peligros ,
he sufrido privaciones, he tenido desgracias, pero
eon el auxilio ele Dios, de María Sma. y de mis
Salesianos , tamhien he podido recibir· grandes
consuelos y recoger abnndantísimos frntus. Una

·--- 102 --···
tribu. entera , gobernada por el cacique Sayuhueqne, que pocos años ha era el terr·or del desierto y de las repúblicas v0cin8.S , ha depuesto
ya su fiereza, ha abierto los ojos á la luz de la
verdad, ha abrazado nnestra santa Religion y en
:fin, es ahora hijo de Jesucristo y lo son con él
las 1,400 personas que componen su tribu. No
fueron estos solos los frutos con qne recompensó
el Señor nuestras fatigas. Tampoco fneron nuestros suclores los que hicieron germinar aquellas
flores de virtud en medio de aquellas Pampas;
fué Aquel que, para decirlo con frase del Apos·
tol, clat incremerdton, Deus. El Señor quiso poner á su prueba mi paciencia; en vez de trabajar t• nia que sufrir; cúmpla~e en todo su santísima voluntad. Ahora, empero, mejorado de
salud, héme aquí para cumplir otra parte del
programa que me indicó mi amadísimo Padre
D. Bosco, á quien vosotros ya conoceis y amais;
héme aquí, invitado por vuestro Prela•lo para
fundar un Colegio de Artes y Oficios. Queremos
enseñar un arte á los hijos de vuestros pobres,
para que puedan con el tiempo ganarse con honor un poco de pan ; pero ante todo queremos
enseñarles la más excelente de todas las artes,
la de ganar el cielo y salvar su propia alma por
medio de una educacion sólidamente religiosa,
que los preserve de la corrupcion moderna.
Hoy día es la juventud la que más peligra, y,
al mismo tiempo, la que, si cae una vez, muy
difícilmente se levanta, porque no halla una mano
amiga que la socorra. La impiedad hace increíbles esfuerzos para corromper y :Hruinar el corawn de los jóvenes; sabe que si lo consigue
habrá conseguido corromper y arruinar á una
generacion y tal vez á muchas; y lo conseguirá
por cierto si los buenos no se aunan para conS··
truir un dique que impida el desborde de ese
torrente cle iniquidad, que en todas partes amenaza ahogar <ÍL la pobre juventud. »
Conch1yó hablando de D. Bosco, de la Congregacion, del objeto que esta tiene en la socieciedad, de los miles ele jóvenes que educa ya en
Europa como en varias ·repúblicas de América,
y suplicó á los circunstantes que se dignáran
constituirse en protectores de nuestra casa-taller
de S. José. Acto contínuo se cantó el Te Deum.
y el Sr. Vicano dió la henclicion con su Divin~
Magestad.

18°. Monseñor al lado del hermano enfermo. -Restablecimiento inesperado. - Cortesía y caridad de los señores Chilenos. Terminada la funcion religiosa, la primera visita
que lVIonseñor quiso hacer, fué á nuestro Colegio para ver y bendecir á nuestro enfermo. Lo
halló mal , pero fuera de peligro proximo de
muerte.
Se entretuvo con él algun tiempo ; dióle la
bendicíon ele María Auxiliadora; lo exortó á acudir á ella con toda confianza, y después añadió :
infinnitas haec non est acl nWI'ttJrn. No es sino
una prueba ; y las pruebas pasan, y no quedan
sino Jos méritos para quien ha sabido aprovecharse de ellas padeciendo con resignacion. Fué

profecía. Desde aquel momento el enfermo comenzó á mejorar, y tanto, qne ayer, clia de Pascua, estaba sentado con nosotros· á la mesa para.
hermosear nuestra fiesta.
Hubiéramos deseado que Monseñor se hospedára con nosotros y él lo deseaba vivamente
tambien . pero en las circunstancias en que nos
hallábamos, era completamente imposible. Lo recomendamos, pues, al Sr. D. Esperidion Herrera,
para que le facilítitra nn lugar en su casa de la
Providencia, lo cual se dignó hacer con sumo
gusto é inexplicable alegría.
Todo el clero regular y secular, no satisfecho
con haber presentado sus homenajes á Monseñor
al llegar á la estacion , clióse prisa en los clias
subsiguientes á volvérselos á presentar en su
residencia.
Las personas más distinguidas ele la ciudad, y
las mismas autoridades del gobierno , fnéron y
enviaron á pedir sus noticias. Y Monseñor, en
medio de sus fatigas , no solo no se queja de
cansancio, sino que asegura que toda reliquia ele
mal va desapareciendo cada dia más. Deo gra-

tias.

Conclusion.
Ahora concluyo: creo haberle importunado ya
bastante con tanto escribir·, oh carísíuw Padre,
pero por otra parte espero tamhien que le habré
proporcionado sumo g'usto con estas minuciosas
noticias. Si estas no tienen ningn na importancia
para otros, la tienen ciertamente para V. R., que
tanto ama á Mons. Cagliero , y para todos los
hermanos de la Congregacion. Monseñor me encarga que salude á V. H.. ; díeeme tambien que
saluda y bendice á todos los hermanos , cooperadores y amigos de Italia y Europa, y que se
encomienda mucho en las Ot'acíones ele todGs , á
fin ele que pueda llevar á cabo sn mision en
Chile, que comenzará unn de estos düs. Piensa
visitar Los Angeles, Trayguen hácia la frontera
y centro de la Araucania, Talea, Valparaíso y
Santiago , donde lo invitaron para tratar sobre
la fnnclacion de casas salesianas en todos estos
centros.
Procuraré tenerlo al corriente de todo, comunicándole todas las noticias que sé le gustan
á V. R. saber. Tambien D. Fagnano, venido expresamente aquí desde Buenos Aires , apénas
tuvo notieia del fatal accidente, me eucarga le
salude en sn nombre. Su llegada fué para bosotros una grata improvisacion. El día 2 de abril
recibimos un telegrama do los Ancles, que nos
anunciaba su lleg¡,da al clia siguiente. Regresará
muy pronto á Punta Arenas y Tierra del Fuego
apénas pueda tener una conferencia con S. S.
Ilma. el Obispo de Ancu<L Los Salesianos , sus
hijos del Taller de S. Jase, D. Milanesio, Don
Panaro, que venidos con Monseñor están todavía
aquí con nosotros, todos le saludan y piden su
paterna bendicion. Y en fin, yo le beso la mano
y le ruego que la levante con frecuencia para
bendecirme á mí, á mis hermanos, á nuestra casa
y á nuestros bienhechores de Concepeion. La

-- i03 ·-bendicion y las. oraciones de Don Bos.co, harán
progresar esta casa de S. José, que apénas comienza. Este es el voto que hace y la oracion
que le dirige este,
Todo suyo

• hijo en J. C.,
Afmo. y obligadisimo
EvAsro RABAGLIATI, Pbro.

Gracias de Thiaría Auxiliadora.
I.
Gena Gamborogno (Ca.nton Ticino),
14 de Mayo ele 1886.

Despues de cuatro años de increíbles pesauumbres en que se hallaba toda mi familia, á eausa
ele una terrible desgracia que tenia un hermano
mio, padeciendo monomanía, hoy finalmente estarnos ya consolados y llenos de alegria por su
prodigiosa curaeion. El Jia i i de Enero suplicaba á V. R. se dignáse rogar á María Santísima Auxiliadora por mi pobre é infeliz hermano,
siempre que su curacion hubiese de servirle para
la salvacion de su alma. A esta carta tuve el
gusto de recibir la contestacion en que V. H..
me prometía que el dia 20 del mismo mes ,
se daría principio en el Oratorio á una novena
de oraciones y comuniones. Pues bien , mientras yo me unía tarnbien á esta novena con el
rezo de tres Pater, Ave y Gloria al Sagrado
Corazon de Jesús, y tres Salve Regina á María
Auxiliadora, me llegó la noticia de qne mi querido hermano había mejorado. El 30 de Abril
recibía el aviso consolador de la Direccion del
Manicomio ele Como, donde se hallaba desde hacia ya tres años con grande sacrificio de la familia, participándorne que podía ir á buscarlo
cuando quisiera, pues había vuelto al completo
ejercicio de sus facultades mentales. Me fuí inmediatamente . á Como, y el primer dia del mes
consagrado á María, lo llevé á casa, al seno de
la familia, donde fué acogido con inexplicable
íjúbilo y regocijo de los parientes y amigos.
Bendita y alabada sea mil veces María Srna.
Auxiliadora, la cnal nos obtuvo de su divino
Hijo una gracia tan señalada.

Suyo a(rno. y S. S. Q. B. S. M.
PEDRO PEDROTTA, Pbro.

II.
Mont.. ..... 30 de Mayo ele 1886.

M. R. SR. DIRECTOR:
Cumplo, despues de diez meses que le he escrito,
con un deber s:Jgrado, y lo hago con el corazon
lleno de santo afecto, gratitud y reverencia hácia
María Sma. Auxiliadora. Escribíale, pues, el año
pasado en medio de una grande afiiccion, no sabiendo á quien acudir para poder auxiliar á mi

pobre familia, falta del sustento necesario y confiada únicamente á mis cuidados. Me había servido ya de todos los medios humanos, los cuales
grande hurnillacion mia,. se me neO'aban
casi
con
.
e
siempre, cuando María Auxiliadora sirviéndose
de una piadosa persona, me presentó el librito
preg·onero de su poder y g·loria, aconsejándome
de poner toda mi coníi.anza en ella. Lo hize. N o
se había aún concluido la novena que en esa hacíase por mí, cuando me llegó el tan suspirado
auxilio, precisamente por aquel mismo camino
que los hombres me habían cerrado, y pude colocar dos niñas en un piadoso instituto, donde
están gratuitamente rnarÍÚnidas, educadas é instnüclas. Pero viendo nuestra queridísirna madre
Maeía Srna. que dicho auxilio era todavía pequeño para mis grandes necesidades, me obtuvo
un empleo con el cual puedo atender á las necesidades de toda mi familia. Y ya que todo esto
lo debo indudablemente á María Sma. Auxiliadora, démosle humildemente las gracias, ágregando á la luminosa ·Corona de sus glorias, tarnbien esta hermosa flor que por su rareza y
belleza os digna de unirse á las innumerables
que ciñen ya su cabeza gloriosa.
G. Z. S.

HISTORIA DEL ORATORIO DI S. FRANCISCO DE SALES
(Continuacion)

Puso colmo á estas injusticias una carta del
secretario ele Molinos dirigida al Alcalde. Reunidos en ella y exagerados intencionalmente todos
los falsos rumores de nuestros enemigos, se pretendía demostrar ser imposible que las familias
empleadas allí pudiesen atender á sus quehaceres
y vivir con tranquilidad. Añadió además que semejantes reuniones de jóvenes eran un seminario
de inmoralidad.
El Alcalde, si bien estaba persuadido de la falsedad de los hechos expuesto&, ordenó sin embargo
al P. Bosco trasladase inmediatamente á otra parte
el Oratorio.
De raso notamos que la carta del secretario
al Alcalde fué la última que escribió, pues poco
tiempo despues le sobrevino un violento temblor
en la mano derecha, por ilo que tuvo que abandonar su oficio, y al cabo ele tres años murió. Un
pequeño hijo suyo abandonado por las calles, fué
recogí do por el P. Bosco en el Ros picio que al
poeo tiempo se abrió en Valdocco, precisamente
con el nombre de Or·atorio de S. Francisco de
Sale8.
Varios otros acontecimientos sucedieron, que
claramente demostraban que el Señor bendecía
á los que extendían su mano para promover y
sostener la obra de los Oratorios. Muchísimas
personas de Turin y de otras partes, confesaron
que sus intereses y los de sus familias habían
prosperado desde el día en que habían empezado
á proteger á los jóvenes del Oratorio. Por el contrario hizo el Señor caer el brazo de su justicia,

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sobre aquellos que maliciosamente pusieron obstác.Jos á esa obra de la Providencia; más tarde
referirémos algunos horribles castigos con que el
Señor quiso abrir los ojos de aquellos ciegos desgraciados.

CAPI'fULO VI.
:El Oratorio en S. Pedro in Vinculis- La sirvienta
del Capellan - Una Carta- Un triste accidente
- El oratorio ambulante y después establecido en
casa de Moretta - Rumores - Los párrocos de
Turin - Nueva expulsion.

Parece que los principios Je nuestro Oratorio
podrían compararse con los Antig·uos Patriarcas;
lo mismo que ellos nuestro Oratorio con frecuencia levantaba sus tiendas de una parte para
:fijarlas en otra. Recordamos que muchas veces
Don Bosco aludiendo á este hecho de la Historia
Sagrada nos animaba y exhortaba á esperar una
Tierra Prometida en la cual al fin estableciésemos nuestr·a morada permanente. Sus esperanzas y las nnestras no quedaron frustradas.
Pero continuemos nuestra relacion.
Debiendo retirarnos de S. Martín, como dijimos
en el capítulo anterior, D. Bosco presentó una
solicitud á la Municipalidad pidiendo licencia para
reunir á sus niños en el átrio y en la Iglesia
del Cenotafio del SS. Crucifijo, llamado vulgarmente S. Pedro en Vincoli. El Alcalde y en g·eneral los municipales estaban persuadidos de la
falsedad de las denuncias hechas contra nosotros,
de modo que la peticion fué favorablemente despachada. Con este motivo, des pues de haber estado
solo dos meses al lado de los Molinos, nos trasladamos al nuevo local mas cómodo y apropiado
que el anterior. El largo pórtico, el espacioso
átrio, y las comodidades de la Iglesia excitaron
vivamente nuestro entusiasmo v nos llenaron de
alegría.
·
Pero desgraciadamente no bien habíamos empezado á disfrular de estas v-entajas, cuando
nuestro gozo se convirtió en amargura . .Junto á
aquellos sepulcros encontramos un terrible enemigo. No fué este uno ele los muertos que allí
descansaban, fué un viviente, la sirvienta del
·Capellan. Apénas oyó ella nuestros cantos y
gritos, toda enfurecida salió de su casa apostrofándonos con la exquisita elocuencia que suele
hacerlo una mujer violentamente encolerizada; al mismo tiempo con sus voces descompasadas nos injuriaba tambien otra pequeñuela,
ladraba un perro, maullaba un gato, caeareaban
las gallinas asustadas; aquello parecia una inminente guerra europea. Apénas D. Bosco advirtió
esta algazara, se acercó á la sirvienta con el fin
de tranquilizarla, demostrándole que los niíios no
causarían nlngun daño, que no hacian más que
divertirse, que no cometian pecado alguno; pero
era hablar á so;rdos. Lejos de apaciguarse, aumentó su furor cubriendo con toda clase de inj u•J

rias y denuestos á Don Bosco. Viendo esto nues··
tro buen director, ordenó concluyésemos el recreo
y nos retirásemos á la Iglesia en donde rezamos
el rosario y recibimos algunas lecciones de doctrina cristiana. Salimos despues de allí con la
esperanza de volve1;' al domingo siguiente y encontrar mayor tranquilidad. Pero nos equivocamos ; porque fué la primera y última vez que
pudimos reunirnos en aqnel paraje.
Aquel mismo dia por la tarde, apénas llegó el
capellan Sr. T ... , la sirvienta le expuso lo ocurrido
y presentando á Don Bosco y á sus niños como
profanadores de lugares santos, y como la hez
de la canalla, lo indujo á dirijirse á la Municipalidad. Bajo la impresion recibida con la narracion de aquella mujer enfurecida, el capellan
escribió una carta con tanta acrimonia, que immediatamente dió órden de prender á cualquiera
de nosotros que volviese á dicho lugar.
Doloroso es el decirlo : pero aquella fué la
última carta que escribió el Capcllan. La escribió
un Lunes y pocas horas después fué sorprendido
por un ataque apoplético que le causó una
muerte casi instantánea. Hay todavía algo más.
No bien se babia cerrado su sepulcro, cuando se
abrió otro. La misma desgracia cayó tambien
sobre la sirvienta siguiendo á su patron tan solo
dos días despues de su muerte; de modo que en
menos de una semana desaparecieron aquellos
dos enemigos del Oratorio. Es mas fácil imaginar
que describir el espanto que causaron esto~ dos
sucesos en nosotros y en todos los que tuv1eron
conocimiento de ellos. Era imposible no reconocer
la mano de Dios, y nosotros teníamos tan íntima
conviccion de ello que en vez ele alejarnos de
Don Bosco y del oratorio, les cobramos desde
entonces mucho mayor amor y resolvimos no
abandonarlos jamás.
Despues que Don Bosco recibió órclen de no
reunir sus jóvenos en S. Pedro, empezó á buscar
otro sitio aparente, pero en toda la semana no
logró encontrarlo. No se pudo tampoco hacer
llegar á conocimiento de los jóvenes la nueva
disposicion, y así sucedió que el domingo siguiente un gran número de muchachos se dirigió
á S. Pedro, pero habiendo encontrado todas las
puertas cerradas; immediatamento se trasladaron
al OspitaZetto para ver á D. Dosco. Su pieza,
además de ser pequeña, estaba casi completamente
ocupada, de modo que Don Bosco no disponía ni
de un pedazo de tierra en donde poder entretener la turba de muchachos que lo rodeaba.
Aunque muy ailigido Don Bosco por semejante
situacion, él ocultaba su gran pesar, mostrábase
con todos nosotros alegre y afable, y al mismo
tiempo nos llenaba de regocijo refiriendonos mil
maravillas de su futuro Oratorio, que en aquel
entonces no existian más que en su imaginacion
y en los decretos del Señor.
(Continuará)

'furin, 1887 - Ti¡¡ografia.

S11J~siana.

OBRAS DE Do BOSCO

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CONVERSACIONES F!fiHLI!RES
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DE UN PADRE CON SUS HIJOS, REFERENTES A LA REUGION
por el Sacerdote

BOSCO

0JUA

TRADUCIDO DEL ITALIANO A.L CASTELLANO

por el Dr.. P



Gil~

Primera Parte

Un tomito en-32. -

2 pesetas el ejemplar.

Nos es sumamente grato el anunciar este librito que fué el primero que D. Bosco publicó en nuetras Lecturas Católicas de Turin, y que ha sido traducido al castellano y publicado recientemente en las de Buenos Aires. Es un libro
de oro, sumamente adaptado á los tiempos presentes en que á cada paso tropezamos con personas ignorantes, sumergidas
en el error y negando por consiguiente todas las verdades de nuestra santa Religion Católica ; por cuya razon no podemos menos que recomendarlo vivamente á nuéstros Cooperadores y Cooperadoras, esperando nos ayudarán á divulgarlo,
acogiéndolo con verdadero y singular entusiasmo.

H1ST OA1A EGLE S1AST1CA
pata la
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Juve~tud

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Y UTIL A TODA CLASE DE PERSONAS
por

D. JUAN BOSCO
FUNDADOR
DE LA CONGREGACION DE S. FRANCISCO DE SALES
Cuatro opúsculos en-32°, 4 Pesetas

ROMA LIBR11ARIA ~ SALESI ...~N.A.- TURI N
.Buenos Aires- Montevideo- Nictheroy

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OPUSCULOS DE PROPAGA~NDA CATOLICA
CLARET (D. Antonio Maria). A visos saludables á las casadas, ó sea,
carta espiritual que escribió á una casada, hermana suya, con aprobacion del
Ordinario. - Opúsculo en-32°, de 66 pág. . . .
. . . . . Peset. O 60
Devotos ejercicios en honor del Patriarca § .. José~ enriquecidos con numerosas indulgencias. - Opúsculo en-32°, ele 32 pág. » O 50
Ejercicios devot:isimos para visitar á Jesús Sacra:anentado!! reimpresos con licencia de S. E, Ilma., que ha concedido 40 dias de
indulgencia por cada punto de meditacion. Opúsculo en-32°, de 32 p. (951) » O 60
ILANDAIN (D. Pedro Maria). A visos dirigidos al pueblo católico!}
para prevenirlo contra la propaganda protestante,- Opúsculo en=32° de 68 pág.
(951) . . . . . . . . . . . . . . ' . . . . . . . . . » 1 Let.ri.Uas en bonor de Maria §§., para el mes mariano. - Opúsculo
en-32° de 50 pág. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . » O 60
Hownbre (El) de bie:n 9 almanaque para 1885. Aguinaldo á los suscritores de
las Lecturas Católicas. - Opúsculo en-32° de 68 pág. (951) . . . . >> i para 1886 (951) . • » 1 Mina espiritual de riquísimos tesoros que sacará con poco, pero cotidiano trabajo,
el amante de la perfeccion, que sepa poner en práctica lo que le prescribe el pre-sente librito. Está sacado de una de las obritas espirituales del P. Juan Eusebio
Nieremberg, de la Compañia de Jesús. - Opúsculo en=32° de 20 p. (951) » O 60
Novena de la glo.l..,io§a Virgen :tl Márt-ir §f-a. BárbaraS'
abogada contra los truenos y rayos, y gran protectora de sus devotos en la hora
de la muerte, para no morir sin los santos Sacramentos. - Opúsculo en-32° de
20 pág. (951) . . .
>>
o 60
Novena para honrar á Maria !§anf-i§irna en su título de Madre
de Misericordia, con que se venera en la Iglesia de Santo Domingo de esta Ciu~
dad; está formada con el auxilio de varios escritos piadosos sobre el Santuario
de aquella Señora, en Savona; por un Sacerdote de Buenos Aires. - Opúsculo
» O 60
en-32° de 50 pág. (951) .
Rosario (El) Rnedit-ado y pract-icado por las almas que aspiran á la
perfeccion cristiana. - Opúsculo en-32° de 46 pág. (951)
. . . . » O 60
RODRIGUEZ (P. José Maria) 7 Cli~rt.e de §., ••Jh:)sé y §agrada Fan:llilia,
.,
oraciones para hacer la visita. - Opúsculo in-32° de 16 pág. (951) . » O 60
SEGUR (1\!Ionseñor) La Misa .. Traduccion de D. J. G. Y. M. - Opüsculo in-32° de
158 pág. .
, . . . . . . .
. . . . . . . . . )) 1 §oliloquios del Corazon ante Jesús Sacramentado. - Opúsculo en-32° de
150 pág. . . . .
>>
1 ~
STOGER (P. Juan N.) El ceE.o de la§ alma§ .. Traducido del aleman por el
P. Valentin Huiz. - Opúsculo en-32°, de 24 pág. (951) . . . . . » O 60
§um.ario de la!S indu.llgencias y demas gracias concedidas á los religiosos
terceros y cofrades de ambos sexos de Nuestra Sra. del Cármen; como tamhien
á todos los fieles que visitaren las iglesias de su Orden y de las Cofradías del
Santo Escapulario, por un religioso carmelita descalzo. ~ Opúsculo in-32° , de
40 pág. (951) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
» o 60
'1\i'estoaJinento del alma .. - Opúsculo en-32° de 16 pag. (951) . » O 70
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Catalogo Metodico -- Classe 1, Téologia -



















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O¡:nísculos.