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ASO i . - N. 3.
Sale una
al mes.
Tez
DICIEMBKE 188G
BOLETIN SALESIANO
Instruyó al pueblo y divulgó todo lo que había hecho. 3 No se enganaría mucho quien intenlasc do atribuir
Buscó las doctrinas útiles y escribió dociunentos rec- . principalmente A la prensa m alvada, todos los males
tísámos y llenos de verdades Las palabras de los
deplorable condición de las cosas, á la cual
? S re " n V 7 n o r? « l? J
Uegado actualmente.... los escritores cató ü c^
maestros por el único pastor.
P
(M e n & & volverla en bien de la
(Eclesiastbs XII, 9, 10 y 11) n
El peligro, Sto. P ad re, está todo en la continua
difusión de los libros infames; y para poner un dique
á este mal iiunenso, yo no veo otro remedio, que la fun-
-I
{León X lll)
La prensa periódica sometida á la autoridad je*
esperar nuestras respuestas, podrémos con mayor ¡|j
ventaja descender al campo de la lid y responder con fl! una forma de apostolado sublime,
feliz éxito á las provocaciones de los apóstoles del S
error.
(Sales)
M
______________F ______________________________
(Alimonda)
LIBRERIA SALESIANA DE TURIN.
EN ESPAÑA — L ib r e r ía S a le s ia n a , BARCELONA-SARRíÁ
E
L
f O r a INvSTRUIDO
EN LA PRÁCTICA DE M DEBERES
Y EN
LOS EJERCICIOS DE LA PIEDAD CRISTIANA
SEGUIDO
del Oficio de la S S . Virgen, del Oficio de Difuntos
Y DE LAS YÍSPERAS DE TODO EL AÑO
p o r e l S a c e rd o te
H 0 0 é 0
U n ton aito e n - 5 2 . 1 P e s e t a e l e je m p la r .
Esta obrita está dividida en tres partes. En la primera encontraréis
todo lo que debéis practicar y lo que debéis huir para vivir cristiana
mente. En la segunda se encuentran reunidas las principales oraciones
.q u e están en uso en las parroquias y en las casas de educación. La
I tercera, en fin, contiene el Oficio de la Santísima Virgen, las Vísperas
de todo el año y el Oficio de Difuntos. Encontraréis además un pequeño ,
¡diálogo sobre los fundamentos de nuestra santa religión cat-ólica, adaptado
al tiempo en que vivimos. Añadimos al fin una corta colección de canciones
espirituales.
I
Z jzb v e ria S a le sia n c u d e T uviro
BIBLIA SACRA
VULGATAEI^EDITIONIS
SIXTI V PONTIFIOIS MAXIMI
lü S S U RECO GN ITA
ET C L E M E N T I S V I I I
ATJCTORITATE
EDITA,
JE ID IT X O EIMIXI3II5riD-A_TISSIIM:_A_
S. INDICÍS CONGREGATiOí^iS DECRETO PROBATA
U n T o m o en -8 ° d e 8 4 8 p á g -in a s. — P e s e t . 7 .
o
Divini voluminis exegetico-scientifica i
O y i l O p S l o Alplionso María Barretta, Ex-Catliedral
Ecciesiae Frequentinensis Canónico Theologo expósita
in dúos libros distributa. Dos volúmenes en-8“ de 1486 pá
16
Peset.
vulgatae editioi
Sixti V. et ClenP
tis VIH. Pontt. Maxx. iussu recognitum atque editum.
tomo en-16“ de 620 pág. Peset..............................2
Novuni Testamentum
Praeconibus qui Madiirens*
missionem excolunt peramanter oblaj
ab eorum sodali. T. A. Gallo S. I. Cuatro vol. en-16'
U 2 (M w ^ P e ^
. . .
14
Suppetiae
Evangelii
Sale mía vez al mes.
AiNO I. -N. 3.
BICIEMBRE 1886
BOLETIN SALESIANO
Debemos ayudar á nuestros herma
nos á fin de cooperar á la difu
sión de la verdad.
Cualquiera que reciba á un niüo en
mi nombre, recibe á mi mismo.
(Mav. xvm. 5)
(iii. S. J dax, 8)
Os recomiendo la ninee y la juven
tud ; cultivad con grande empeño la
educación cristiana; propooionadles
libros que ensenen á huir el vicio
y á practicar la virtud.
a’io IX)
Atiende á la buena lectura, á la ex
hortación y á la ensehansa.
(I. Tim. IV. i:]).
Entre las cosas divinas la más di
vina es la de cooperar con Dios
á la salvación de las almas.
Bedoblad todas vuestras fuerzas para
retraer á la niiiez y juventud de
las insidias de la corrupción y de
la incredulidad y preparar de esta
manera una nueva generación.
(S. D ionisio)
Dn amor tierno hácia el prójimo es
uno de los más grandes y excelen
tes dones, que la divina bondad
puede hacer á los hombres.
XIII)
(El Doct. S. F rakc. de S ales)
-5>-j U I R E C C I O . ' V
e n e l O r a to r io
S n le s ia u o . — C a lle C o tt o lc n ^ o
SUMARIO — Felicitation — La palabra del S. Padre —
El Corazón de Jesús — Misión por las riberas del Rio
Negro — Oración a Maria Santísima — Un sordo-mudo
en Lourdes.
LA PALABRA DEL SARTO PADRE.
La palabra del Papa, áiinque no sea di
rigida á todo el mundo católico, no deja de
ser igualmente preciosa para el católico, y
por consiguiente creemos hacer una cosa
agradable á nuestros lectores, con darles á
conocer la carta que Su Santidad dirigió á
fines del raes de octubre, al Eminentísimo
Cardenal Vicario.
Al Seiio)' Cardenal Lúcido M aria Jhirocchij Nuestro Vicario General. - Roma.
m í t'i >íi I MmTrm 'ii~mnrn rrViTnTTrfrrn'ri i'n
h^elicitáéioi).
Aproximándose la Pascuas de Navidad y
el principio del nuevo año 1887, D. Bosco
desea á los Señores Cooperadores y Coope
radoras, toda clase de felicidades tempo
rales y espirituales. Mientras les dá las
Señ o r C a r d e n a i .:
más expresivas gracias por los socorros
que le prestaron, para el proseguimiento
Varias veces durante nuestro Pontificado,
de su emprendida misión en favor de la hemos hecho conocer Nuestra predilección
juventud pobre y abandonada, no puede hácia la devoción del Santo Rosario, y la
menos de recomendarles calurosa y vi grande confianza que en ella hemos puesto,
vamente las tribus infieles de la Pata- en las actuales gravísimas necesidades de
gonia y del Brasil. Él por su parte rogará la Iglesia. En nuestras cartas Encíclicas
y hará rogar á María Santísima Auxilia hemos indicado los motivos de esta Nues
dora, á fin de que bendiga, dé prosperidad tra predilección y confianza, y estos Nos
y haga felices en esta y en la otra vida, han inducido á prescribir hasta nueva disá todas las p erso n a generosas que coope j posición, la continuación deí piadoso ejerran con sus bmosnas á la salvación de las i cicio del mes de Octubre en honor de la
almas.
! gloriosa Virgen del Rosario. Y es para
t « i 111 t , > i t I í T u «.«■»
t i t - i i X í Nosotros un verdadero consuelo el saber
I que en muchas partes se ha reanimado y
i
a
H í i , T u r í n ( I t a lia )
—
26
florece tal devoción, tanto en público como
en privado y proporciona á las almas pre
ciosos y saludables frutos de gracias.
Por esta razón, Nosotros creemos que no
hemos hecho todavía lo bastante, para pro
mover en medio del pueblo fiel esta pia
dosa práctica, que desearíamos ver cada dia
más copiosamente difundida, y que viniese á
ser la devoción verdaderamente popular de
todos los lugares y de todos los dias.
Cuyo deseo es en Nosotros tanto más vivo
cuanto más tristes y adversos hácense para
la Iglesia de dia en dia los tiempos, y se
reconoce más apremiante la necesidad de
un extraordinario socorro divino. La osadía
de las sectas, crecida por el favor y conni
vencia que por doquiera encuentra, no tiene
ya freno y en mil maneras y por todas
partes intenta ofender y hacer sufrir á la
Iglesia, única potencia que las puede com
batir y que siempre las ha combatido. Ella,
por lo mismo que es obra divina, á la cual
las promesas de su Fundador, dan la mayor
seguridad, no teme por sí misma. Pero en
tre tanto no dejan de ser incalculables;los
daños que provienen á las almas, pues piér
dese miserablemente un gran número de
ellas. Estas consideraciones nos mueven á
querer que sea siempre constante y jamás
interrumpido, el recurso á Dios y á la Au
gusta Virgen del Rosario, poderosísimo au
xilio de los cristianos, cuyo poder sienten
temblando las mismas potestades del abismo.
Nos dirigimos, pues, á V., Señor Carde
nal, que hace nuestras veces en el Gobierno
de la Iglesia de Roma, para manifestarle
que es nuestra intención se comienze en
Rom a, á hacer más general, diaria y
perpétua en los templos y oratorios públi
cos, la devoción del Rosario. Muchas son
en esta Nuestra alma Ciudad las Iglesias de
dicadas por la insigne piedad de los Ro
manos, á la Santísima Virgen; y sabemos
ya que en algunas de ellas se reza todos los
dias el Rosario. Pero es Nuestra voluntad
que este devoto ejercicio se introduzca y
practique diariamente en todas las demás
Iglesias consagradas á María, á las horas que
para cada una serán juzgadas como las más
oportunas y cómodas á los fleles. En confor
midad de estas intenciones Nuestras, V.
querrá dar las disposiciones necesarias, y á
rtn de que estas no encuentren diflcultades
—
en la ejecución. Nosotros estamos dispues
tos, como V. sabe, á hacer todo lo que
pueda ocurrir para facilitarlas.
Y no es sin motivo que ordenamos para
Roma, especiales oraciones. Roma, sede del
Vicario de Jesucristo, favorecida de un modo
particular por la Providencia, y devota sin
gularmente hácia la Virgen, es muy justo
que se anteponga á cualquiera otra Ciudad
en las manifestaciones religiosas y sea á
todas de ejemplo. Además aquí, en la per
sona de su Cabeza Suprema, la Iglesia sufre
más que en otras p artes; aquí como centro
del catolicismo, dirígense con mayor sar
casmo los esfuerzos de los enemigos, y el
odio satánico de las sectas trabaja con más
empeño y tiende sobre Roma su vista ira
cunda. Roma por consiguiente, tiene más
razón y mayor necesidad de ponerse bajo
la protección de la Augusta Virgen y de
merecerse su patrocinio. Y Nos, no dudamos
que la piedad de los romanos nos secun
dará enteramente en estas intenciones Nues
tras, que miran al mismo tiempo al bien de
toda la Iglesia y á la incolumidad de Roma.
Con esta dulce esperanza damos de todo
corazoii á V., Señor Cardenal, y á todo el
clero y pueblo de Roma, la Apostólica ben
dición.
Eu el Vaticano, 31 de octubre de 1886.
LEON PAPA XIII.
EL CORAZON DE JESUS
y la b ie n a v e n tu ra n z a del dolor.
Viva el Sagrado Corazón.
El dolor fué dicho ya el tormento del entendi
miento y el escándalo del corazón. Y esto es cierto,
no sin justo m otivo, siempre que se prescinda
de la fe. Pues él, supuesto el pecado, mientras
en su naturaleza y destinación, es para nuestra
razón un misterio profundo, viene á ser también
un argumento de contradicción, un objeto de abominio para nuestro corazón que se inclina vio
lentamente al gozo, al placer y sin saber resig
narse se resiste y rebela. Por lo cual se com
prende como fuera del Cristianismo, tanto ante
los antiguos como ante los modernos paganos, el
dolor haya venido á ser casi sinónimo de culpa,
y los infelices se familiarizasen con los malva
dos, y hasta se hiciesen inferiores á ellos. Se com
prende cómo mientras el paganismo tuvo divi
nidades protectoras para todas y cada una de
las cosas viles y para cada delito, solamente los
infelices permanecían sin un numen que los pro-
— 27 —
tegiese. Aquel bravo que el viejo 7 nuevo mundo
de los divertidos envía á los fuertes, á los fe
lices y afortunados; aquella blasfemia del trágico
griego que los infelices deben ser necesariamente
malvados ( 1 ) aquella rehabilitación de la materia,
aquella restauración del gentilismo con todos sus
ritos, con sos fealdades, con sus vituperios, de
los cuales nos dan un triste espectáculo los filó
sofos modernos del divertimiento social, el cual pre
tenden con la abolición del dolor (2 ), tienen su ex
plicación en la naturaleza humana, daiíada por el
pecado y no iluminada por la fe. ¡Pobre huma
nidad sinó encontrase quien la levantáre de esta
deplorable condición!
Mas he aquí que en un momento cámbiase la
escena de las cosas; aquellos infelices, aquellos
que sufren, resucitan á una nueva vida, recobran
sus derechos, toman un puesto de honor en el
consorcio social. ¡Oh! viva el Corazón de Jesús,
que ha obrado esta milagrosa mutación; s í, de
Jesús, que después de haber durante su vida
aceptado por sus más caros amigos á los atribu
lados de cualquier género que fuesen, y abun
dado con ellos de particular benevolencia, quiso
aún, antes de irse, dejarnos de ellos un grande
concepto, una alta estim a, enseñando á todo el
mundo una nueva bienaventuranza, esto e s , la
del dolor.
¡Oh! vedlo allá sobre aquel m onte, del cual
debía venir la ley, toda suavidad y amor de la
nueva alianza, vedlo después de haber declarado
bienaventurados á los mansos y pobres de espí
ritu, cómo deja salir de su amabilísimo corazón
la palabra consoladora que debía rehabilitar y
santificar el dolor: Bienaventurados los que
lloran, porque ellos serán consolados (3).
Y I quién podría decir los efectos extraordina
rios, las consecuencias felices que obró en el uni
verso entero esta palabra de bienaventuranza,
pronunciada entonces por Jesús? Cierto que el
dolor cristiano, esto es, el dolor santificado por
un dolor divino y libremente aceptado, ha venido
á ser después del pecado, uno de los medios más
potentes de expiación y mejoramiento moral, de
tal modo que por él el hombre se lava de la
culpa, se arregla á una vida más pura y hácese
hábil para ponerse en paz consigo mismo y con
su Dios, á fin de poder ser bienaventurado.
Y no tan solo esto, sinó que el dolor es tam
bién por su naturaleza un gérraen fecundo de
fortaleza y una causa eficacísima de grandes y
meritorias acciones. ¡Ay de mí infeliz! exclamaba*
llorando el Apóstol Pablo (4), veo otra ley en
mis miembros, que contradice á la ley de mi vo(1) Sófocles en la Eletlra.
(?) Enrique Heine, este ídolo lamoso de los asi lla
mados rensias. publicaba, no hace mu'hos anos. en la
•Serve dea deux mondes estas horribles palabras: El voto
de niu^tras instituciones modernas es la rehabilitación
de la Tnateiia, su reintegración en todos los derechos;
ni-.^otrcs formamos una democracia de dioses terrenales,
ifjuolcs en biennr^nturansa y santidad O'éase la obra.
ll^na de tanta piedad, doctrina y elocuencia, del D ^m a
de la Inmaculada del cardenal .alimonda. Razón. V.}.
Beati qui lugent, quoniam ipsi consolabunXur.
(■!' Rom. v::. 23, 24.
[untad, y me lleva esclavo á la ley del pecailo,
que mora en mi. Y en este dolor, en esta lucha
diaria y trabajosa adquiría aquella fortaleza.
aquel heroísmo, que hizo de él uno do los más
eficaces instrumentos para la propagación del
Reino de Jesucristo. Es también verdad que el hom
bre sufriendo y luchando, se fortifica de carácter,
vence aquel temor desarreglado, que alguna ver
nos hace ser tan flacos, débiles, inertes ó inú
tiles, aleja aquella sed febril de gozar, que causa
tanto daño á las costumbres de los individuos y
tanta ruina al bienestar de las naciones, y cumple
maravillosas pruebas de v a lo r, croando en
el órdeu intelectual las artes y la civilización,
como en el órden moral aquellos prodigios de
virtud y santidad que serán siempre la gloria
más bella y pura de la humanidad. ¿ Que cosa
hay sobre la tierra de wrdaderamente grande,
exclama el príncipe de los conferencistas do Italia ( 1 ) que no implique pen a , prueba y
lucha ? Y sin lucha ¿dónde están los héroes!
¡ Oh héroes del martirio cristiano y de la an
tigua civilización, ¿ quédireisdenosotros, deseosos
de hacer alarde en la arena con los nervios rotos
é inválidos, faltos de experimento que nos
aguerree?
Ni tampoco aquí concluye la virtud maravillosa
del dolor santificado por el Corazón de Je sú s,
puesto que no solo los individuos en particular,
sino también toda la sociedad en general tuvo
por su tiernisima sabiduría un nuevo arreglo, un
nuevo órden, más conforme á la justicia y cari
dad, largo y ancho para acoger á todos sin dis
tinción.
Las antiguas sociedades, las sociedades paganas no
eran otra cosa que una liga de pocos fuertes y auda
ces, contra una grande mayoría de débiles y medro
sos ; tenían, pues, una base estreclia, esclnsiva y
egoística. P ara persuadirnos basta echar una
ojeada á la historia antigua, no excluyendo ni
siquera la de la sociedad rom ana, quo sin em
bargo fué indudablemente, sinó la mejor, cierta
mente la menos mala y más extensa. Entonces
Jesús proclamando bienaventurados á los pobres
y afligidos, que constituyen más del noventa por
ciento del género humano, fundó y bendijo al
mismo tiempo una sociedad nueva, divinamente
sólida en su base y universal en su extensión ,
una sociedad en la cual tuviesen puesto todos
los hombres del mundo, colocando por primeros
á aquellos que hasta entonces se hallaban en el
último lugar. Con mucha razón, p u es, observa
un escritor tan piadoso como profundo, que en
estas pocas p a lia ra s de Jesús existe una nobilí
sima fUosofia, u n c<')digo moral, sencillo y hu
milde, pero suficiente para salvar a l género
hum ano; en estas pocas palabras hállase com
prendida y elevada á una altísim a perfección,
toda la ley del Sinai, tanto que se puede decir
con razón, que sobre el Sinai fu é dada la por
labra de la le y , en el monte de las bienaven
turanzas fu é descubierto el espíritu y alcanzada
la perfección ( 2).
(1) ,Ai.afoXDA. El Dogma de la Inmaculada, Razoo. V.
^ Capbcelatko. La vida de Jeaucriato, c. XI íl.
— 28 —
Ahora b ien : de aquí podemos colegir, oh be
El Señor ha bendecido nuestras pobres fatigas,
neméritos Cooperadores y Cooperadoras, cuán pues hemos podido instruir y bautizar á unos
gi’ande deba ser nuestra gratitud háeia el Sa 1,200 entre Indios, indígenas y nacidos de fa
grado Corazón de Jesús, de quien nos vienen milias cristianas. Se acercaron á los Santos Sa
lodos estos bienes individuales y sociales, y cómo cramentos más de 2000, de los cuales 350 co
todos, pero muy en particular los que sufren, los mulgaban por primera v ez, y se bendijeron 60
afligidos, los infelices, deban aumentar su amor matrimonios.
hacia El, y fomentar su celo en hacer conocer
Creo hacer una cosa grata á V. R., que ama
su poder y propagar su devoción.
tanto á sus hijos Misioneros y los acompaña coa
Y puesto que esta devoción recibe, por decirlo el espíritu, con el corazón y con la oración, nar
asi, su consagración, su forma estable y perenne rándole todas las particularidades y ^ficisitudes
en aquel templo, que se levanta allá sobre el prósperas y adversas, de esta importante excur
monte Esquilino en la Roma del Sagrado Co sión apostólica del Rio Negro.
razón, ¡ o h ! allá también al terminar este ano so
I.
dirigían nuestros pensamientos y nuestros votos,
anticipando con la oración y la limosna, el dia
Rio Xogro.
afortunado de la consagración de aquel monu
Este
es
el
rey
de los rios de la Patagonia y
mento de reparación, de amor y de fe. Vuestra
caridad será recompensada copiosamente por el lo forman el Limay, que recoge las aguas en el
Corazón de J e s ú s, que ha asegurado á sus de lago Nahuel-Huapi, y el Neuquen, al cual danle
votos un torrente de castas delicias en esta vida, vida perenne las nieves de las Cordilleras de
y los celestes consuelos en aquella pátria, donde Chile.
Sus aguas dulces y cristalinas descienden ma
no habrá jamás llanto, ni dolor.
jestuosa é imponentemente hácia el Océano At
lántico, con el cual se unen.
Para su mayor comodidad se hizo un paso
de unas 300 leguas de largura, y es más ó
menos ancbo según que se le antoja serpentear
MISION POlí LAS RIBERAS REL RÍO NEGRO
por aquel valle inmenso, rico de buenos pastos,
en la Fatagonia Setentrional.
sombreados por viejos árboles llorones y poblado
R uverkndísimo y Am.vdísimo-Sr . D. Rosco; con frecuencia de matas y otras muchas plantas,
En una de mis últimas describía á V. R. la De una á la otra parte del R io , desde el mar
excursión hecha por las riberas del Rio Colorado, hasta las Cordilleras, vense vastísimas llannrai
la cual duró un mes y medio y produjo algunos islas formadas por los rio s , y pequeñas colinas
frutos de conversión entre los Indios y las familias pobladas por las tribus y colonias en formación.
Y como la agricultura está todavía en sil«
cristianas de aquellos alrededores. En esta le
mando no solamente la relación, sino también la principios, toda esta gente vive del producto d«
descripción de los viajes, la nota de las circuns mil y mil ovejas, bueyes, vacas y caballos (no
tancias más interesantes y las noticias de los hay asnos ni mulos) que nacen, viven y muere:
episodios, que han acompañado la Misión más al aire libre. Y sus carnes, como las de los ífl'
importante de todas las quo se dieron en este laderos, mantienen en gran parte á los Estados
Unidos, y sus pieles calzan y visten á la viejo
Vicariato.
E sta duró 8 meses y medio 5 se recorrieron Europa.
El f/udnaco y el avestru;: proveen comida 7
entre ida y venida, nada menos que 000 leguas,
ó sean, cerca de 8000 kilóm etros, y fuó explo vestido al indígena.
rada la parte más poblatla del vastísimo ó in
II.
menso valle de los Rios Negro, Neuquen y de
1.
l*
iM
^
|»
a
i‘
ativos
Si. Salida Kosus muchos confluentes al noroeste de la P ataint^oiiviMiioule X^lt'g'ada
gonia Setentrional, que comprende la inmensu
;t S. •favicr - o. La santa >Iisa el
rable zona, dicha territorio del Rio N egro, que
oasa do Los Linares.
se extiende desde el Atlántico hasta las Cor
dilleras, las cuales señalan los coiiíines entre la
1.
Algunos dias antes de la salida para la Mi
República Argentina y Chile.
sión, nuestro Sr. Obispo se había ejercitado et
Como V, verá por la carta etnográfica que le cabalgar por los alrededores de Patagones; 1
enviamos, hay señaladas más de 40 estaciones, mismo había hecho nuestro Zanchetta que debu
donde nos hemos parado.
asistirlo en cualidad de doméstico y hacer tanJEsta larga Misión la comenzó en noviembre bien de catequista.
del año pasado 1885 nuestro Monseñor Cagliero,
Yo acababa de llegar de la Misión del Colo*
recorriendo la distancia de SO leguas, y sujetán rado, con un pequeño número de caballos.
dose á todos los incómodos del simple Misionero.
El Gobernador, condescendiendo á un destf
Después, debiendo él regresar á Patagones, para manifestado por nuestro señor Obispo, habUk
bendecir la nueva iglesia de Viedm a, hube de asignado un soldado de ordenanza para que h
continuarla yo en compañía de D. Panano y hiciese escolta de honor; y uno de los más graaun catequista, hasta el mes de julio del cor decitos de nuestro pequeño Hospicio hacía d*
riente año.
correo.
La matíana, pues, del 3 de noviembre del poro no lo pudimos alcanzar, basta que ya can
sado quiso pararse él mismo. Y fué una gran
Patagones, pasaba el Rio Negro sobre un pe- fortuna que no se rompiesen las cuerdas del lio,
pues de io contrario, ¡adiós altar! En otra cir
ueñito bote y se dirigía á Viedma.
Allá teníamos ya preparados nuestrps 10 ca cunstancia encontrándome á unas 50 leguas más
llos, que nos esperaban desde la noche ante- distante, se me espantó otro caballo que llevaba
los equipajes y se puso á correr de una manera
ior á las orillas del Rio.
Encontrábanse presentes á la salida, D. F a - desesperada. Esta vez se desató el lio y cayó
_ ano, D. Riecardi, secretario, D. R em otti, D. todo por tierra. El anim al, al sentir los’ golpes
que recibía por los lados de las cosas que caían,
íPestarini y otros clérigos nuestros.
Monseñor, metióse, como ya lo habíamos he- mucho más espantado, comenzó á menearse y á
;ho nosotros, las botas, qne le llegaban hasta dar coces desesperadamente basta quo so soltó
as rodillas, cubrióse con un poncho negro para la carga, haciéndose pedazos las dos carlitas quo
epararse del polvo y púsose en la cabeza, con llevaba , sembrando por el campo libros, rosa
ios pedacitos de lana, una felpa negra francesa. rios, estampas, etc., etc., y quedando solamente
Y las insignias obispales? Las llevaba en el intacta la Piedra S acra, el cáliz y los sagrados
tolsillo; y los necesarios ornamentos sagrados, ornamentos.
Mientras entretenía do este modo á Monseñor
n la pequeña maleta, sobre las espaldas de un
nos habían alcanzado Zanchetta y el arriero con
aballo.
Cargado el altarcito portátil sobre otra cabal los caballos.
Aflojamos las riendas, y todos reunidos nos fui
gadura y ensillados nuestros diestros con paños
T cobertores de la n a , que debían ser nuestra mos galopando, de suerte que en tros horas
^nica y blanda cama durante el viaje, montamos pudimos llegar á S. Javier.
4. Eran las l i de la mañana; habíamos recor
' n el arzón y salimos in Nomine Domini.
Monseñor había recomendado á Zanchetta su rido 15 kilómetros de camino.
5. Javier es una antigua colonia fundada tam
alandrán , para ponérselo cuando hubiese de
ajar en ías diversas estaciones de la Misión, bién por los Españoles. Las casas no están reu
ero por desgracia , poco práctico á cabalgar, nidas, sino esparcidas acá y acullá. No hay ca
ebió tener más cuenta de su persona que del pilla, ni cementerio; y el Gobierno abrió una
io de Monseñor, de sxierte que sin hacerse de escuela de párvulos en el año 1879.
Hasta ahora la Misión se ha dado en el salón
cargo, por no caer él, cayó el balandrán.
El camino recorrido no tenia sendero, pues se de dicha escuela.
La población, según el último censo, consta de
lallabe en medio de interminables praderías, y
or esto, á pesar de haberlo buscado minuciosa- unas 1000 almas.
En este pueblo nos hemos parado 4 dias.
nente, no lo podimos encontrar. Monseñor hubo
Fuimos hospedados por el m aestro, que es
e estar, durante todo el tiempo de la Misión,
»n la sola sotana negra y el poncho de viaje. .\lem an, y su señora, de nación suiza, quienes
Otro contratiempo vino á impedir la marcha. nos trataron m uy bien.
Monseñor y yo dormíamos sobre un ca tre, á
5e desató la cuerda que tenía atado el altar portátil
r otros arnéses, que llevábamos para la Misión, un lado de la escuela y en medio de los bancos.
r se debió perder otra buena media hora para Zanchetta y los demás sobre la yerba y al aire
libre.
irreglar el equipo.
Visitamos en el primer dia á las familias prin
En tanto los 6 caballos sueltos que debían susitiiir á los cansados, después de algunas leguas cipales, y entre ellas la de Linares con su nume
le camino, se habían dispersado, y se necesitó rosa progenie, los cuales se ocupan en pastorear
el ganado.
>tro poco de tiempo para reunirlos.
Estos Indios son cristianos y algnn tanto ci
Monseñor y yo que nos habíamos adelantado
nn poco, tuvimos que esperar una hora y media vilizados y están en buena relación con los Sam el campo, con un sol abrasador y con un con- lesiaoos. Ellos y los demás habitantes do S. Ja
inuo movimiento de los caballos impacientes, vier, enviaron sus hijos é hijas á las pláticas y
nn poder ni siquiera disfrutar de la sombra de funciones sagradas de la mañana y tarde.
P ara señalar la hora de la reunión, á falta de
in árbol.
— ¿Y sucede siempre así cuando se va en campana, se izaba sobre un palo alto una ban
dera, la cual vista desde lejos por los Indios,
Misión ? me dijo el Sr. Obispo.
— Poco más ó menos, respondí y o , pero no acudían en grupos de dos, tres y también cuatro,
tanto como h o y , pues parece que el demonio montados sobre un solo caballo.
Hacíamos el catecismo por la mañana y tarde.
<juiera interceptar el camino.
— Entre tan to , mientras esperamos, añadí, Nuestro Sr. Obispo predicaba sobre las verdades
escuche esta: Precisamente en este sitio, serán eternas y sobre la necesidad de la Comunión,
como dos años, el caballo cargado con el altar aconsejándonos después en las conversaciones qne
se espantó, no sé por qué, y comenzó á correr con nosotros tenía particularmente, á qne le imi
tan precipitadamente que me creí hiciese trizas tásemos siempre en este punto, en verdad nn
la cajila y su contenido. Venia conmigo nn niño poco olvidado por el pasado, y dicíéndonos ade
rde unos Í2 años de edad. Viendo esto, corrimos más que sin Comuniones para nada sirven las
también nosotros á más no poder detrás de! animal, Misiones.
2.
88o, celebrada la santa Misa, Monseñor dejaba
Mientras nuestro Sr. Obispo se ocupaba en la
plática de los jóvenes y de las jovencitas en el
local de las escuelas, yo recorrí algunos ranchos
del campo, enseñando la doctrina á varios Indios,
preparando á unos al santo Bautismo y á otros
á la sagrada Comunión.
Habiendo reunido un cierto número, Monseñor
mandó aviso al señor L inares, diciéndole que
deseaba vivamente celebrar la santa Misa en su
casa. Después, terminada la función en S. Javier,
nos fuimos á la referida casa, que se encon
traba á una legua de distancia. Zanchetta ,
el arriero y el soldado nos precedieron, y
como ninguno era práctico del cam ino, al sepa
rarse del sendero tomaron un camino mucho más
largo por medio de una espesa arboleda, de
suerte que los perdimos de vista, y Monseñor y
yo llegamos allá solitos. ¿Quien sabe que cosa
les habrá sucedido? ¿Se habrán vuelto atrás? Esto
pensábamos nosotros no sinalguntemor, viendo que
la hora hacíase tarde y ellos no comparecían.
Nuestro Sr. Obispo estaba todavía en ayunas,
pues se había propuesto celebrar la santa Misa.
En esta incertidumbre, dejando solo á Monseñor,
monté á caballo y me fui en busca de los per
didos compañeros. Es de advertir que precisa
mente en aquel sitio hay dos pasos muy fangosos,
formados por las crecidas del rio y peligrosos
para quien no es bastante práctico. Después de
haber empleado una hora en buscarlos, finalmente
los encontré á media legua distante de la casa,
sin novedad alguna. Tal retardo fué debido á
haberse por el camino desatado los equipíges.
Llegados á la casa de D. Mariano L inares,
encontramos una habitación preparada, y en ella
montamos el altar.
Habían venido las familias de otros dos her
manos suyos, ricos propietarios de rebaños y
vastísimos terrenos. Uno de estos tuvo el grado
de capital! en el ejército, por haber combatido
con los Indios salvages.
Oidas las confesiones de los niños en un rincón,
y de las niñas detrás de una tienda, Monseñor
celebró la santa Misa.
En aquellos alrededores había también algunas
docenas de infieles, venidos últimamente de la
tribu de Namuncurá.
Fui á verlos y tenté enseñarles alguna cosa de
la fo, pero los encontré tan duros y obstinados, que
habiendo hablado con Monseñor, se pensó dejar
para otra ocasión tal tentativa. En efecto, la expe
riencia de algunos anos nos persuadió que, echando
la semilla do la Divina Palabra en aquellos co
razones. produjo después de mucho tiempo, buen
fruto. Concluida esta pequeuita Misión, en la
cual so hicieron IC comuniones, varias confirma
ciones y algunos bautismos nos prepararon una
modesta refección en el mismo sitio que habíamos
puesto el altar. Nos sirvieron carne asada y un
poco do vino. ;Pero en cuanto al pan, era una
cosa sé ria ! Pues á pesar de que querían tratar
á Monseñor con toda finura y delicadeza, la India
quo nos servia cogió un lio de un armario. Era
un pañuelo de color, que contenía siete ú ocho
pedazos de pan seco y ahumados, y nos pareció
tan bueno que nos comimos hasta las migíg»
que caian sobre la mesa.
III.
1. El Potrero Cerrado, caída en d
ag^ua >
Un obstinado se convierta
- 3. Salto mortal.
1. Disminuido un poco el calor y arreglad»
nuestros equipajes, nos dirigimos hácia un 1u»í.*
llamado el Potrero Cerrado.
Sucedió, p u es, que debiendo pasar por un;
zanja, cuyo fondo era sumamente fangoso, el a
bailo que nuestro señor Obispo montaba, puso!
pata en falso y dejóse caer en medio del aga»
y con el caballo cayó también el caballero.
No encuentro palabras para expresarle el efecU
que me hizo aquella caída: nos pusimos todo
pálidos. Monseñor, si bien había dado un salli
hácia la orilla, no pudo llegar á ella y se em
pantanó hasta la cintura. Corrimos todos, Zaochetta, el soldado y yo, para ayudarle; p e r o í|
se había puesto ya en salvo, menos asustado sL-£
embargo que el caballo, el cual, mortificado quint
por haber tirado al agua á un Obispo, comeniiR
á correr desesperadamente. Quiso además la des#
gracia que, siendo el paso b re v e , Monseñor
se había puesto las botas, de modo que se moj!j
todo enteramente.
— ¿Y ahora, cómo hacer? No teníamos mi
ropa para cambiarnos.
— Volvamos, dijo Monseñor, volvamos al caní
y lavémonos otra vez.
De este modo, habiéndose lavado los zapato-S
y la sotana con otra agua más limpia, montó
caballo, y des[)ues de tres horas de marcha, co:"
fuerte viento y mucho sol, encontróse de nuet
seco. Llegamos a una hermosa pradería sembrad
de casas y cerrada entre las riberas del rio ; r
un pequeño montecito, llamada por esto Potrer i;
Cerrado.
r
Aquí no sabíamos donde alojarnos. Mientr.
Monseñor caminaba paso á paso, rae dijo:
— Tú vé delante, y avisa por todas estas > i
bañas que llegaron ya los Misioneros, y sin haoc *
pregunta alguna, acepta la hospitalidad en f ’
primer sitio que te la ofrezcan. D ió, p u es, • !
caso que la ]írimera familia á la cual me pre*:
senté, fué precisamente la destinada por la Di' ;
vina Providencia. Una piadosa mujer llamad: |
Leonarda, sabia ya que debíamos llegar, y á la j
fin había combinado con una vecina suya •
ofrecernos una habitación, para tener el grand !
consuelo de oir la santa Misa y prácticar sudevociones. Además, había preparado algunas &-|
millas de Indios para recibir el santo Bautismo
á otras para bendecir su matrimonio y á otra?
en fin, para disponer á sus hijos á la confesior
2. Aquí nos detuvimos dos d ias, predicando
confirmando y bautizando á varias personas, entrd ^
las cuales es digno de notarse un grande p er.:
cual yo no había podido pescar en los años au- ¿
teriores, y Monseñor supo cogerlo con muel;' '
habilidad, yéndole á hacer una visita á su cabaSaEste Indio vino después con su mujer á celebro-
J
— 31 —
el santo matrimonio y con la familia para legi
IV.
timarla. Nuestros buenos mesoneros habrían que
1.
Cnbanea
y
colonos
italianos - 2. ITim
rido preparar quién sabe cuántas cosas á nuestro
familia modelo - S . Muerte de mi<‘sMonseñor, y no concluían de exclamar, que á
tra Tabita.
pesar de haberlo buscado mucho, no haiían po
dido encontrar pan ni vino para obsequiarle.
1. Dejadas las llanuras de la Esperanza, nos
— ¡Oh! tranquilizaos, respondía él, nos habéis dirigimos á otra muy extensa y bastante fértil
dado vuestras almas, ¿ y qué querríais darnos to llamada Cubanea, ocupada por muchas familias ,
davía? Por lo demás j o os aseguro que vuestra la mayor parte italianas. La familia que hospeda
alegría es para nosotros lo mejor que podemos casi siempre á los Misioneros es la do Bartolomé
comer, j el carnero que nos habéis cocido tan Serra, oriundo de los alrededores de Robbio,
sabroso, como también el agua salubérrima del
2. Esto nos trató siempre con todas las aten
rio, no lo come ni bebe áun el mismo Czar de ciones posibles.
toda la Rusia.
Su buena nuyer acogió á Monseñor con grande
Nos despedimos de ellos, j dirigimos nuestros trasporte de alegría. Cedióle la mejor liabitacion,
pasos hácia otro centro de casas llamado Espo- y contenta porque finalmente encontraba quien
ransa por la fertilidad de su terreno.
sabía responderle en dialecto piemontésy genovós,
3.
En el camino nos sucedió otra desgracia, empeñábase en preparar con toda solicitud las
la cual hízome pensar que el demonio no estaba cosas mejores. Sacó del horno el pan fresco, asó
nada contento con nuestra Misión.
los carneros más gordos y preparónos un plato
La cabalgadura, cargada con el pequeño equipo de fideos de los más exquisitos.
j el altar portátil, quizá cansada y envidiosa de
La buena mujer solo sentía el no tener otra
ver á sus compañeros correr ligeros y sin carga habitación para preparar la m esa; de suerte que
alguna, comenzó á saltar y bailar, en modo de tuvimos que comer en la cocina, en medio de la
querer^tirar la carga. El caballo que nuestro cual ardía un poco de fuego y alrededor do él
Monseñor montaba era bastante brioso y viendo comía la buena familia. Y como todos eran bue
al otro, comenzó también á saltar y bailar, de nos cristianos, nuestro Sr. Obispo so encontró
suerte que no pudiendo por el cansancio soste contentísimo de considerarse como do la familia,
nerse sobre el arzón, soltó las riendas y dando y comimos también nosotros en la cocina, enne
un salto se echó al suelo, pero á pesar de ser tan grecida por el humo, sí, pero embellecida por la
buen ^mnástico no pudo caer derecho por más sencillez excepcional de nuestros mesoneros. Para
que hizo, habiéndoselo impedido el estribo.
completar la familia, faltaba solamente uno de sus
Dejo pensar á V., Rdo. Padre, el susto que caros hijos de 16 años de edad, ¡ Fue muerto por
todos llevamos. Pero, gracias á Dios y á María los Indios, dos años hace!
Auxiliadora, Monseñor se halló como sostenido
Nos paramos cuatro dias; visitamos el vecin
por una mano invisible, y no se hizo mal alguno. dario, invitándolo á la Misión. La capilla fué
Seguimos nuestro camino, galopamos pocas horas improvisada en una pequeñita choza abandonada,
y llegamos á la cabaTía de un Indio bautizado, bajo las ramas de un viejo ombú. Aquí sobre al
con el nombre y apellido de su padrino, llamado gunos troncos de árboles pudimos preparar el
Clemente Nuñez.
altar, y sentado sobre uno de ellos, Monseñor
Allí estuvimos todo el dia, y mientras yo corría predicaba y confesaba. Por la mañana y por la
á avisar la gente por los alrededores. Monseñor tarde, tanto los que vivían cerca como lejos ve
había recogido una hermosa corona de jovencitos, nían á las funciones, avisados por una toalla
á los cuales enseñaba á hacerse la señal de la blanca que se onarbolaba sobre una larga pér
Santa Cruz, á la manera que lo hacen en el asilo tiga. Un dia que el viento soplaba horriblemente,
infantil.
y levantaba del suelo turbiones de polvo, tierra
Zancbetta barría entretanto y preparaba la y hojas de árboles, nuestro Sr. Obispo mandó
cabaña para reducirla á catedral.
cerrar, mientras celebraba la santa Misa, la única
De esta Misión participaron los colonos del ve ventana y la puerta. Creimos por el momento
cindario, entre los cuales hallábase una buena que quedaríamos á oscuras, pero no fué así. La
familia del Vicentino, la cual lloraba al oir hablar luz penetraba tranquilamente por el tejado todo
á nuestro Sr. Obispo del Santuario del Monte * roto y arruinado, de suerte que Mon.sefíor pudo
Berico y de los hermosos campos de la Lom- ¡ leer muy bien en el pequeño misal de Mi.sion.
bardía, y decían: — Creíamos que viniendo en
En Cubanea hicimos una buena pesca de hom
América, encontraríamos una buena fortuna; y bres, los cuales se acercaron á los Santos Sacra
por el contrario vemos ahora que dejamos el mentos. Y esto, debido al buen ejemplo de nuestra
paraíso de nuestros países, para sepultarnos en Tabita, la cual preparó toda su familia á recibir
el infierno de estos desiertos.
la Santa Comunión, y decía: — Aprovechémonos
_Y Monseñor: — Teneis razón, y yo no acon ahora de la gracia del S eñor, á fin de que si
sejaría á ningún Italiano, á que abandonase el caemos enfermos aquí donde no hay sacerdotes,
buen ejemplo de nuestros pueblos católicos, para ni iglesias, podamos morir sin Sacramentos. Y
venir á perder su alma en estos países.
fué una verdadera profecía.
3. Nuestro Sr. Obispo, regresando de Buenos
Ayres, pasaba un día por el Rio Negro en di
rección á Viedma. Viendo pasar, muy cerca de la
— 32 —
Y aquí creo á propósito notar una clase de
arañas que vagan ordinariamente por este campo
y alguna vez se introducen dentro de las casas.
Es un reptil de los más venenosos , bastante
grande y á quien muerde es muy difícil, si no
aplica pronto el remedio, que se salve.
En este lugar otras veinte personas se acercaron
á los santos Sacramentos. Monseñor confirió el
Sacramento de la Confirmación á grandes y á
pequeños, bautizamos á algunos Indios, entre los
cuales dos jovencitos nada menos que de GO años
uno, y el otro de 70 et ultra.
Quizá V. R. preguntará: « ¿Y cómo se con
fiesa en Misión ? > — Respondo; los hombres en
cualquier sitio; el penitente arrodillado en tierra,
Y.
el Misionero sentado sobre una piedra ó tronco
1.
- Sí. ll,a cluecaKl sapo - I^a vil)oi>a - Si. St'g’iinda An- de un árbol. Las mujeres se confiesan en cual
Aventuras y cueiito.s * quier rincón, cerrado desde uno al otro lado por
medio de una sábana ó cobertor. P or de fuera
SS. Payleiiian.
púnese la penitente y dentro el confesor sentado
1. Desde Cubanea nos fuimos al monte Bagual ó arrodillado, según que haya ó no donde sen
en donde bendijimos un matrimonio, recogiendo tarse.
3.
Por la noche, y precedidos por el soldado
unas veinte com\miones,bautizandoy administrando
el Sacramento do la Confirmación á cuatro Indios, que mandamos como precursor, llegamos á una
cubiertos miserablemente con pieles de cabrito. estación, llamada Segunda Angostura , por la
Al dia siguiente por la mañana fuimos á acam razón que ya dijimos arriba de la estrechez del
parnos cerca de algunas chozas, en un lugar pasage, después del cual se sale á una interm i
llamado, por la estrechez del pasage que hay nable llanura. Aquí habita el Indio Morales, un
entre el rio y el m onte, Prim era Angostura... antiguo Thehuelche, gigante por su elevada esta
Nos alojamos tres dias en el modesto rancho tura y robustéz; cristiano sí, pero todavía igno
del Indio, D. Bartolo A lfaro, cristiano, el cual rante y riistico; no sabía qué cosa fuesen los
desocupó una de sus tres ó cuatro chozas, y nos Obispos. Y por esto á nuestra' llegada continuó
la asignó para que la convirtiésemos en capilla con sus piernas cruzadas y sentado en tierra.
Su m u je r, emparentada con los Linares de
Y nos sirviese al mismo tiempo de palacio episS. Javier, y ya un poco avanzada en edad, estaba
co])al, refectorio y dormitorio.
2. Pero aquí tenían también antiguo derecho también á la puerta, vestida con su bata india ,
de habitar dos cluecas, una con su numerosa fa que le cubría todo el cuerpo menos los brazos:
milia, y la otra con su nido de paja y huevos no se movió tampoco, considerándonos quizá como
de casa. No así la hija, educada un poco más
para empollar.
Verdaderamente se portaron muy bien con bien que ellos. Esta se acercó á Monseñor, y ,
nosotros, contentándose la primera con venir al avisada por mí, le besó el anillo. Y además nos
anochecer á recoger sus pollitos; y la otra están sirvió no poco para ayudarnos á instruir á sus
dose tan tranquila desde la mafianu hasta la tarde compañeras y otras muchas niñas, que liabían ve
en su nido y particularmente durante todo el nido desde muy lejos á la Misión.
tiempo de las funciones. Una vez, después de la
En tanto que se conversaba y la luciente y
comida. Zanchetta, el arriero, el soldado y y o , blanc^uísiina luna descubríase por el horizonte,
descansábamos á la sombra do un árbol situado yo hiceme de cargo que el fuego de la cocina
á la orilla do un lago, y Monseñor estaba sen se había apagado. Entonces, dije á la dueña que
tado sobre su catre rezando el Breviario, cuando después de un viaje tan largo é incómodo nos
en un momento la gallina saltó del nido precipi encontrábamos más que dispuestos para tomar
tadamente. Monseñor sospechó alguna cosa, y , a- alguna cosa. Arreglámonos como mejor pudimos
cercáiidose para ver lo que era, vió un asqueroso comiendo un poco de carne de carnero, á la cla
sapo de cuatn> libras al menos; y sin estorbar ridad de la luna.
Las pobres mujeres no habían podido todavía
á ninguno, hizolo escapar, y la clueca volvió tan
asignarnos una habitación para poder descansar,
contenta á su respectivo nido.
Pasaron pocas horas, y Monseñor que todavía por cuyo motivo yo póseme á preparar una
estaba leyendo, oye otro ruido mucho más fuerte cama para nuestro Monseñor. Obtuve y con di
que ol primero, v ve que la gallina escapaba con ficultad una sábana y algunas pieles de cabra'y colomayor precipitación. ¿ Qué cosa será esto ? Pues cádalas sobre un tablado debajo de un sotechado que
nada menos que una grande víbora, más larga de 50 no impedía el poder contemplar las constelacio
centímetros. Entonces Monseñor llama al Dueño nes celestes, lo saludé dándole las buenas noches.
do la casa, quien, cogiendo un garrote, dióie un Viendo que Zanchetta y los otros dos dormían ya
fuerte golpe sobre la cabeza, y dejóla entera con sumo gusto extendidos sobre la y e rb a , me
mente m u erta, quedando de esta manera todos eché también yo con dos cobertores sobre una
tabla del pequeñito horno, que todo lo cocía menos
tranquilos.
suya, cuatro barcas, preguntó á los marineros de
dónde venían. — De Cubanea, respondieron. —
— ¡ O h ! y ¿ qud noticias nos traéis de allá ?
¿Qué cosa lleváis envuelta en aquella barca? —
Una difunta. — ¿Quién ha muerto? — Magda
lena Sorra! — Monseñor quedó sorprendido á
estas palabras!
E ra nuestra buena mesonera.
Entonces, descubriéndose la cabeza, desde la
ribera del rio bendijo al cadáver, pidiendo al
Señor su eterno reposo.
Dichosa olla, que vivía como buena cristiana,
y se había aprovecliado del pasaje de Monseñor.
33 —
el paü, y encomendándome á Dios y á María
Auxiliadora, me quedé dormido.
3. Por la mañana temprano me levanté y fui
inmediatamente á ver á Monseñor para darle los
buenos dias. Pero en vez de él me encontré á
6 grandes perros que dormían encima y debajo
de su cama. Salí al campo y me lo veo tan
alegre, que regresaba de la vecina laguna con su
toalla b^jo el brazo. Habíase ya lavado y cepi
llado el polvo del dia anterior.
La noche siguiente, habiendo él cedido el re
ferido sotechado á algunas familias de Indios, que
habían venido desde muy lejos, tuvo que dormir
muy cerca de m í, sobre una cama más baja y
segura: ¡en el suelo!
A estos Indios y en general á todas las fami
lias que venían de lejanos lugares á la Misión,
además del alimento espiritual de la Palabra de
Dios y de lo santos Sacramentos, debíamos tam
bién proveerles, á nuestras expensas, el alimento
corporal, á fin de no obligarlos á que se fuesen
en ayunas á sus propias casas.
Pero esto es lo de menos, con tal que se salven
las almas.
Catequizamos durante los dos dias y bautizamos
á los ludios adultos instruidos, como mejor pu
dimos , y no pocos niños de familias cristianas.
Monseñor los confirmó y esperaba también una
numerosa Comunión: con tal fin había recomen
dado á todos los circunstantes que ninguno á la
mañana siguiente tomase el mate^ que es la be
bida predilecta que ellos tienen. Si lo entendie
ron o nó, 3’o no lo s é : el caso es que poquísimos
se hallaron en ayunas.
Hay entre esta gente una costumbre ya arrai
gada, y es que cuando se bautiza á algún niño,
ó se celebra algún matrim onio, dan un baile.
Algunos de aquellos Indios, sabiendo que al dia
siguiente tendría lugar el bautismo y matrimonio
de varios compañeros suyos, vinieron con una
guitarra, y antes que se comenzase la función,
hacían ya oir sus disonancias, como preludio de
la vocinglería que habrían de arm ar, dentro de
pocos minutos.
Hizose necesario toda la paciencia de Monseñor
y la autoridad del dueño de la casa, para obtener
que suspendiesen el baile hasta el dia siguiente,
después de nuestra salida.
4. Es notable la facultad perceptiva y la viva
imaginación de estos Indios. Llegada la noche
del primer dia de nuestra Misión, Monseñor, sen
tado sobre unas m alezas, se entretenía con Mo
rales, contándole algunas cosas de Europa.
Maravülábase el Indio al oír hablar del Papa,
que es cabeza de más de doscientos millones de
c u tia n o s ; de la suntuosidad de Roma, y de las
ciudades más importantes de Italia.
No hacía otra cosa más que exclam ar: — ; O h !
; qué cosas grandes! ; O h ! qué grandes cesas!
Cuándo le habló después de Turin, de D. Rosco,
de nuestro Oratorio con sus mil jovencitos, mi
raba sus ovejas, á las cuales desearía matar para
dar de comer á* todos esos niños. Y refiriéndole
de nuestras altísimas casas de cuatro, cinco y
hasta seis pisos llenas de gen te, alzaba poco *á
poco los ojos como midiendo, y después bajando
la cabeza, hacia como que temía le cayesen
encima.
Estas cosas entretenían á nuesti*© buen Meso
nero y lo alegraban.
Pero yo estaba no poco mortificado, puesto que
debíamos salir, y 3 de nuestros imyoi'os caballos,
entre los cuales también el do Monseñor, se ha
bían escapado, sin pedir permiso alguno. Mandé
al soldado fuese á buscarlos (después de ocho
dias los encontró y nos alcanzó), y á la mañana
siguiente salimos con los que nos habían que
dado y nos dirigimos hácia la estancia del Indio
Payleman.
5.
Lo habíamos encontrado por el camino, y
nos esperaba ya desdo algunos dias en su casa.
Payleman es un buen Indio cristiano y bastante
rico, y habla un poco el esjiañol.
Llegados despuos de cuatro horas do galope,
atravesando llanuras interminables, no muy lejos
de sus ranchos (casitas de tierra y madera) hacía
muchísima niebla, y no sabíamos por donde tirar.
Allá á lo lejos vimos levantarse una esposa
polvai’eda. — Debe ser algún rebaño de ovejas
que se retira al corral, dijimos; — Dirijámonos,
pues, hácia allá. — Y fué una buena suerte. Un
hermoso niño Indio, entendió la pregunta que lo
hize en su idioma, y rae respondió inmediataj mente que él era uno de los pequeños zagales do
Payleman.
La señora, que es una buena Valdiviana do
las Cordilleras de Chile y un poco instruida, nos
esperaba ya, y además nos había visto desdo muy
lejos, entrar en sus tierras.
Recibió muy cortésmente á Monseñor, y pre
sentóle sus seis liijitos, que corrieron á besarle
el anillo.
Nos proveyó de agua, jabón y cepillo. Después
nos trajo agua fresca del R io , que pasa muy
cerca do aqui, mandó calentar el mate y nos
prepare) una cena compuesta de pan y carne.
La luiena y precavida mujer, no usándolo la
familia, había mandado traer el pan de una casa,
distante de allí unas seis leguas.
Se puso una sola mesa para toda la familia.
Nosotros teníamos una botella do vino y lo re
partimos entro toda la familia. Dormimos en
buenas camas; y por la mañana temprano cele
bramos la santa Misa é liiziraos rezar á todos, las
oraciones. Bautizamos después á cinco Indios y
salimos para la Colonia Conesa.
La precaución y prudencia exigían que llegá
semos antes de las once do la mañana, á fin de
librarnos del fuerte sol que abrasa aquellas lla
nuras y es perjudicial á todos los que pasan por
aquel camino.
Pero he aqui otro impedimento, pues el ca
ballo que llevaba el cquipage, imitando el mal
ejemplo que sus compañeros le habían dado,
mueve la carga y amenaza de tirarlo todo. No?;
paramos un buen rato para atender á e.sta ne
cesidad y entonces fué cuando Monseñor me pre
guntó : — ¿ Cuál es el Santo protector de estas
desgracias ? — Santa Paciencia, respondí yo.
— Pues bien, encomendémonos á esta Santa,
— 34 —
á fin de que nos acompase desde ahora en ade
lante.
Y de este modo, riéndonos un poco de cuando
en cuando, el viaje por el desierto, nos pareció
menos largo y más llevadero.
VI.
l i CoiioMu ICiK^na acog'ida .\IiNÍon I^a cola (l<‘l cahallo - o. Porjiii<*i«»s - <». Travosías - TI. El Turco
Quien tiene tiempo, no espere.
1. Después de tres horas de buen galope, lle
gamos al medio dia á Gonesa. Desde el aüo 1879
que fuó declarada colonia, con el número de unos
500 Indios, bajo la dirección del Gobierno , el
cual les pasaba la radon. Pero á causa de la
mala administración de los que estaban á la di
rección, no dió ningún buen resultado.
El Gobierno, viendo que después de tres años
no mejoraba, retiró la radon y los Indios se
esparcieron por varios puntos de la Patagonia.
Sin em bargo, se quedaron en los alrededores,
algunas familias que tenían ya un buen capitalito.
Además de estas, hay hoy en Gonesa y en sus
alrededores algunas familias, la mayor parte espa
ñolas, y otros emigrados de la Europa, alemanes
de nación, y protestantes de religión.
2. Aqui fuimos hospedados por el Sr. alcalde,
D. Mariano Rodríguez. En los tres dias de nuestra
permanencia vinieron á obsequiar á Monseñor, el
Gomisario de la colonia y el maestro de escuela,
D. Dalmiro Payera.
3. Recogimos como unas treinta comuniones,
y además algunas Gonfirmaciones y Bautismos.
Monseñor, si bien desea siempre mucho, sabe
sin embargo contentarse también con el poco, y
se consoló diciendo: « Nuestro amadísimo Don
Bosco dice que nosotros por lo de ahora hemos
venido solamente para sem brar; otros vendrán
á recoger. ¡ Luego, ánimo y adelante! Estas treinta
comuniones se multiplicarán un dia hasta 300,
despuos hasta 3000, y después.... después será
lo quo el Señor querrá de estos pobres habitantes
del desierto *.
4. El dia do la salida hacia un viento tan
fuerte, que nos hizo dudar por un in stan te, si
seria ó no conveniente exponernos á la prueba.
Era necesario pasar á la otra parte del R io , y
ésto con sus agitadas olas nos hacia tem er y
dudar no poco.
Poro como Monseñor tenia el tiempo limitado,
dijo quo si los caballos podían vadearlo, lo pasa
ríamos también nosotros. Salimos, pues, al Norte
de Gonesa.
Echáronse á nado los caballos, y los caballeros
metiéronse on un bote. Llevábamos dos buenos
rem eros: jwro cuando llegamos á la o rilla, no
pcnliamos saltar en tierra á causa del fuerte
viento y ole:ye que hacia. De suerte que, tuvo
que echarse al agua el timonero y asiéndose con
fatiga á la orilla, corrió para coger á uno de
nuestros caballos, y atándole fuertemente á la
cola una cuerda que nosotros temamos agarrada
por un extremo, y á fuerza de gritos, pudo con
grandísimo trabajo acercarnos hácia la orilla.
Vencida esta dificultad, presentábase aún otra.
Vadeado el rio, nos quedaba la operación de
reunir los caballos y cargarlos, y en hacer esto
empleamos una hora larga.
El calor, por más que el sol habíase puesto
ya, era excesivo, y en la ribera del Rio por
aquellas partes no había ni siquiera un árbol
Monseñor se refugió debajo de un césped poblado
de juncos, único residuo dejado allá por la vora
cidad de las langostas, que lo habían roído y
devastado todo hasta las raíces.
Mientras nuestro Sr. Obispo descansaba un
poco, Zanchetta, los otros dos y y o , fuimos á
buscar los caballos que se pastaban esparcidos
por el campo.
Una vez reunidos, los cargamos y nos prepa
ramos á la marcha.
5.
Montados todos en los arzones, recorrimos
como unas dos leguas, para bendecir Un matri
monio en una familia.
E ra el lúnes á la caída del sol, por cuya razón,
creimos sería mucho mejor celebrarlo al dia si
guiente por la mañana después de la santa Misa.
Pero no pudimos persuadir al novio á que
esperase hasta el mártes. Y esto por la supersti
ción de que el matrimonio celebrado en dicho
dia, debe dar. malos resultados. Y por esto suelen
d ic ir: Be viernes y mártes ni te cases, ni te
embarques.
Suplicaba, pues, el novio á Monseñor que ben
dijese en aquella misma tarde del lunes el matri
monio, ó bien esperaría hasta el miércoles. Viendo
Monseñor que no era posible hacer cambiar de opi
nión á aquel pobre jovencito, condescendió, pero con
la condición de que también él le daría la satisfacción
de verlo acercarse á la sagrada Gomunion, en
la Misa del dia siguiente.
P or cuyo motivo preparamos inmediatamente
el altar en la habitación mas espaciosa, se con
fesaron los novios, y recibieron la bendición
nupcial. Fieles á la prom esa, al dia siguiente
hicieron con mucha devoción la santa Gomunion,
juntamente con un hermano de la novia,ya bas
tante grandecito, el cual comulgaba por pri
mera vez.
0. Administrados algunos Bautismos y varias
Confirmaciones, nos fuimos hácia la ribera situada
al Nordeste del Rio á fin de' regresar á P a
tagones. Habíamos visitado toda la orilla de
recha del Rio Negro hasta Gonesa. Nos que
daba aún por visitar la de la izquierda, y lo
hicimos corriendo, porque Monseñor era esperado
para bendecir la nueva iglesia de Viedma, y
aprovechándose de la ocasión, metióse en un
cabriolé en compañía de D. Tomás C astro, al
calde, y nosotros á caballo, nos dirigimos todos
á su casa donde nos paramos un poco y bautiza
mos á dos pequeñitos Indios. Dejado pasar el calor
del medio dia, ensillamos nuestros caballos para
hacer una de las así llamadas travesías. Esta
si bien no era de las más terribles, no dejaba de
ser bastante séria. Se trataba de pasar de una
sola vez por una llanura de 40 kilómetros de
— 35 —
largo, y por medio de senderos estrechísimos y tabique, que servía para cerrar la puerta y ven
llenos de zarzales y matas.
tana, pues las dos eran una cosa sola.
El camino por dichas travesías es difícil y pe
8. Al salir, el Montenegrino dió á Monseñor
ligroso. Hay muchos rodeos, hechos por los ani uno de sus mejores caballos, puesto que no ha
males que van solos é instintivamente á beber bíamos podido encontrar aún á los nuostnis, pro
al rio,^ y si el pobre viajero llegara á equivocarse, metiendo al mismo tiempo que vendría á visi
correría p e li^ o de meterse en un laberinto, del tarnos en Patagones. Vino, en efecto, poro el pocual no saldría tan fácilmente.
brecito, antes de que Monseñor regrosase «lo
He dicho que debe hacerse de una sola v ez, Buenos-Ayres, cayó enfermo do una syncopo, y
porque no hay oásis alguno para pararse, ni tam murió sin haber podido realizar los proyectos oii
poco un sitio donde poder beber un vaso de agua. favor de su alma, como lo había combinado con
Por lo tanto, calculada la fuerza de los caballos, nosotros.
de dos leguas por h ora, salimos á las 4 do la
Vil.
tarde, con intención de llegar al referido puerto,
llamado el Turco.
1 Prinífles - a Ybañoz - «. K| Molino
-4. l^u'gpndii tt l*i«tagroiioN.
Pero el cálculo no nos salió bien. Habíamos
corrido más de cuatro horas por entre aquellas
1. Cuando llegamos á la colonia Pringles, fui
espinas, sobre terreno duro y pedregoso, y los mos á alojarnos, como de costumbre, á una po
caballos estaban ya cansados, y particularmente sada, pues si bien es verdad que hay una her
uno, al cual tuvimos que dejar a trá s , en medio mosa iglesia, pero no tiene habitación alguna para
del desierto (lo encontramos 4 meses después, en el sacerdote.
Pringles). Cogiónos la noche y era tan oscura,
Poco tiempo después vinieron á visitarnos las
que no podíamos distinguir el camino.
autoridades, el Sr. juez do paz, el comisario y
Soltamos, pues, las riendas dejamos á los ca otros algunos señores importantes do la colonia.
ballos nos lleváran por donde quisiesen, y ellos Uno de estos, no pareciéndole conveniente que
andando continuamente por entre aquellas matas Monseñor se hospedase, en la posada le ofreció
y habiendo sentido quizá, á bastante distancia , su casa. El le dió las gracias y díjole que en
ol olor del agua, pusiéronse á correr por la mucha otras visitas que le haría más adelante, aceptaría
sed que tenían, y fuimos á parar á un sitio muy gustoso su ofrecimiento. Entanto aceptó la invi
cercano al Turco, puerto situado á las orillas tación á una modesta comida.
del rio.
Nos paramos cuatro dias, durante los cuales
7. El T urco, pequeña choza de tres habita Monseñor predicaba por la mañana y tarde. Zan
ciones, es llamada así por un Montenegrino, que chetta y yo enseñábamos el catecismo á los
la edificó á exi>ensas suyas. Pero no Turco, sino niños y niñas. Además de los Bautismos y Con
mas bien debia ser cismático Griego. Era sin firmaciones se hicieron más de 40 Comuniones.
embargo, bastante atento y cortés con las per
— Podíamos haber pescado m ás, decía Mon
sonas que por aquellas partes transitaban, y vivía señor, si hubiésemos podido también quedarnos
en compañía de un Negro.
un poco más de tiempo, y si estos benditos
Varias veces hospedó á nuestros Misioneros, hombres no se dejasen llevar del respeto humano.
y nunca quiso recibir dinero alguno en recom Sí, carísimo Padre D. Bosco, osta Gran liestia
pensa. Al llegar, nosotros nos hallábamos muy hace grandes estragos en estos desiertos, tantos
cansados y también en buena disposición de cenar. y quizá más, que en las citidadas de Europa. Y
El nos recibió bastante b ien : al instante mandó lo más deplorable e s , que do dicha desgracia
a su Negro (que hablaba á las mil maravillas el son victimas también la mujeres.
dialecto genovés) nos preparase una exquisita
P or fortuna Monseñor va haciendo desaparecer
tortilla, con pan fresco, queso y una buena bo poco á poco la referida Hostia, con reuniones y aso
tella de Bordeaux, con todo lo cual pudimos res ciaciones mensuales, y por los resultados que hasta
taurar nuestras fuerzas perdidas.
ahora obtuvimos, tenemos hartos motivos de es
Dimos gracias á la Divina Providencia por perar un buen avenir. Vinieron á acompañarnos,
a b e m o s asistido tan visiblemente, y mientras cuando salimos, el Comisario, Juez de Paz y otras
Monseñor rezaba sus oraciones, yo con nuestro familias de la colonia.
mesonero le buscamos un puesto para que repo
2. Nos co^ó la noche, después de seis leguas,
s a ^ . Pero I cómo hacerlo ? Había solamente tres en un amenísimo valle bañado por el Rio Negro,
habitaciones; una bodeguita de comestibles, la y pernoctamos en casa de un cierto D. Gavino
cocina y un pequeño almacén que contenía fras Ybañez, cuyo hijo mayor educábamos un tiempo
cos, sacos, ^ ja s de petróleo, de pastas, algunas en n u ^ tro Colegio de Patagones.
escobas viejas, terrajas, martillos, etc., etc.
Había sido ya avisado do nuestra llegada, y
^Colocamos, pues, del modo que mejor pudimos, nos obsequió con una trucha exquisita, pescada
catres y dormimos Monseñor, el dueño y yo. aquel mismo día en las límpidas aguas del rio.
Zanchetta y los demás, como de costumbre, bajo Su piadosa consorte nos había preparado también,
la cubierta de un carro y al aire libre.
en una habitación, un precioso altarcíto, en donde
^ Pero aún así y todo, pasamos una noche feli Monseñor confirmó á dos de sus niños.
císima, tanto por la bondad y cortesía del mesoP or la mañana y sin haber podido celebrar la
nero como por la piadosa mirada de la luna, que santa Misa, pues habíamos dejado los ornamentos
dejábase ver tan luciente por la hendeduras del en Pringles, montamos sobre nuestros caballos y
— ae —
al galope recorrimos como unos 60 kilóm etros,
- ORACION A MARÍA SANTISIMA.
on siete horas.
He aquí la oración aprobada por nuestro Santo
IP; 3. A fin lie reposar un poco, nos paramos media Padre León XIII, y enriquecida con 300 dias de
hora en un pintoresco valle, llamado el Molino. indulgencia por cada vez que se re z e , que el
Su propietario es un tal Malaspina, italiano, el Cardenal Vicario de Su Santidad ha dado á co
cual montó un molino á vapor para comodidad nocer á los fieles.
de las colonias que habían sembrado grano. Aquí
« M aría, Virgen Inmaculada, Madre de Dios
es la parada ordinaria que hacen los que van á y Madre nuestra, mira los ataques que de todas
Pringles.
partes dirigen el demonio y el mundo á la fe
Dejamos ü caballos para que descansasen y se católica, en la que, para lograr la gloria eterna,
nutriesen, en una fértil isla formada por el rio; quiero, por gracia de Dios, vivir y morir.
y ensillados los otros 4, seguimos nuestro camino.
•» Auxilio de los cristianos, renueva para salvar
4.
Al medio dia nos encontrábamos ya sobre á tus hijos las antiguas victorias. A Tí confian
la cochilla (pequeña colina de Patagones, que en el firme propósito de no pertenecer jamás á so
forma de aniiteatro, rodéa la población).
ciedades do heréticos y de sectarios. Presenta,
Nuestros caros hermanos nos esperaban an Santísima Señora, nuestros propósitos á tu Divino
siosos, y dándonos la bienvenida, nos condujeron, Hijo, y alcánzanos las gracias necesarias para
después de haber dado las debidas gracias á Dios perseverar hasta el fin.
y á María Auxiliadora, con muy buena salud y
» Consuela á la Cabeza visible de la Iglesia,
no poco apetito, al refectorio. E ra el dia 29 de sostén al Episcopado católico, protege al clero t
noviembre. Hablamos de todo un poco, y en al pueblo que te aclaman Reina, y con el poder
primer lugar de las noticias de la Misión, después de tus súplicas acerca el dia en que todas las
do las cosas do casa y luego de las de Europa, gentes se consagrarán alrededor del P astor Snde D. Bosco, del Oratorio, etc., etc.
premo. Amen. »
Monseñor me dejó descansar por algunos dias,
siquiera para que me pudiese cepillar el polvo, y
OT SORDO-MUDO EN LOURDES.
también prepararme á tomar de nuevo el mismo
cainino del desierto, hasta las Cordilleras.
Un joven suizo, de 18 años de edad, era sordo
El había presenciado la necesidad de ocuparse mudo de nacimiento. Jamás en toda su vida
á costa do cualquier sacrificio y fatiga, en la había articulado ni una sola palabra. Sin embargo
salvación de las almas, privadas muchas, de los sus padres habían procurado darle toda la edu
santos Sacramentos, é ignorantes o tra s, de los cación que su triste estado perm itía, y había
misterios de nuestra santa Religión, que in te- llegado á poder escribir. Habiendo sabido una ver
nebria el in umbra mortis sedent.
las maravillas de N. S. de Lourdes, se sintió
Por esto, cargados nuevamente los caballos, y impelido como de una fuerza oculta hacia la Vir
tomado por compañeros á nuestro D. Bartolomé gen de los Pirineos. Manifestó á su familia su
Panaro y al catequista Francisco Porcina, el dia deseo, pero ésta si bien gento de fe, se opusieron
3 de diciembre, yo me encontraba de nuevo en formalmente al viaje. Mas el jóven no se dió por
marcha para Pringles.
vencido; y un dia con el bastón en la mano se
Suspendo, carísimo Padro en Jesucristo, un puso en cam ino, llevando sobre el pecho y la
poco mi larga narración, para proseguirla muy espalda un letrero escrito que decía:
pronto, y narrarlo lo restante de la Misión mucho
Sordo-miido, Toy á Lourdes; indicadme ol camino.
más larga todavía.
Eran los primeros dias de junio, y por dos
En tanto, como estamos seguros de que su co meses el peregrino de Lourdes caminó de pueblo
razón de Padre piensa continuamente en sus hijos, en pueblo, alojándose donde la Providencia le (le-1
máxime on aquellos de la Patagonia, excusamos peraba algún sitio, y en la época del peregrinaje
decirlo (pie lo liaga, antes bien esperamos que nacional llegaba á la sagrada gruta con su bas-:
continuará haciéndolo, con el auxilio de sus ora ton, con los zapatos llenos de polvo y el ves-1
ciones. ¡Olí! si supiese qué vida es la de los tido todo roto. Sólo la inscripción había desapa-1
Misioneros, on estas tierras! Si. lo sabe, y lo recido, despuos de haber hablado por el camino
haga sabor á nuestros hermanos de ahí y especial en vez del mudo, y no debía aparecer ya, porque!
mente á nuestros Cooperadores y Cooperadoras, el mudo tenía que hablar.
á fin do que ruegueii por nosotros, por nuestros
Bebió agua, se lavó en la fuente, después se I
neófitos y por los demás infelices que no conocen mezcló entro la multitud de los peregrinos qní|
aún el dul isimo Nombre do Jesús Salvador.
oraba, ya de rodillas, ya con los brazos en crot
Y también para que continúen á sostenernos La gente cantaba de cuando en cuando algniu
con el socorro do su mucha caridad, único medio alabanza á la Sma. Virgen y con mucha fre-|
para seguir adelanto con nuestra emprendida cuencia el Ave María.
Misión do la Patagonia.
De repente el sordo oye y el mudo canta I
con los demás; A ve María. Había sanado. E |
Suyo afi'ctisimo m Jesús y María
Señor había premiado con un espléndido milagr’j
DoMiNiU) Milanesio, Pbro.
la fe del jóven cristiano.
Cúnnon do Pataironos. V' de .•«etiemt'i'e ;!« 18S6.
C«i apr«bt<:«a
>■ Aat. C<lrsiistici — Cércate 81TEI CBICL'll^
Taris, r s i - Tipcimla Salnlaii.
V
Zjihrevicü S a le sia n c u d e T zu rin
LITURG IA
BREVIARÍUM ROMANUM
EX DECKET-0 SS. CONCILII TRIDENTINI
RESTITUTUM
S. Pll V PONTIFICIS WAXIMI
JUSSU EDITUM
CLEMENTIS VIII, URBANI VIII ET LEONIS XIII
AÜCTORITATE RECOGNITUM
Cum adp 7'obatione S. R ituum CongregaUonis
m
Q U A .T U O R P A R T E S
D IS T R IB U T U M
Tauriiiensem hanc editionem B reviarii Roinani in quatuor partes noviter editain, quani vobis exliibenius, vobisque commendamus, Rev.mi Ecclesiie Christi
Sacerdotes, bum aniter ac benigne t o s excepturos coníidimus. Locupletissiina naiuque
est, e t u t num eris ómnibus esset absoluta to tis Tiribus conati siimus.
Iii primis iiovam Iiane editionem ad iiormam receiitiorum decisioimm rcdegimus,
quas per suas Litteras Apostólicas diei XXVIII Julii aniii 1B82 S. D. N. Leo P. XIIÍ
ad universam Eeelesiam Breviario Romano utentem direxit, et per S. R. Congregationem explicavit. Quod quanto oneri editnri, sacerdotibns vero commodo atque
utilitati sit, iiemo est qui non videat.
Quapropter ín hac nova editioneofficia vel reeentius concessa, vel ad universam
Eeelesiam extensa, aut in nonnullis immutata et correcta suis loéis collocavimus;
oñicia vero votiva per annum, ritu semiduplici, pro singulis liebdomadaj ferils ex
indulto concessa adjecimus. una cum suis rubrieis rubro charactere impressis. Haec
peculiariter quoad editionis ordinem et perfectionem.
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