BS_1934_04

Ficha

Título
BS_1934_04
Descripción
Boletín Salesiano. Abril 1934
extracted text
EL BOLETIN
SALESIANO

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3Ím r

C -v

C A T O L IC O S ,
inscribios en la Pía Unión
de Cooperadores Salesianos
lis un medio práctico y facilísimo de salvar muchas almas, de regenerar la juventud, y enriíiuecerse de méritos para la otra vida.
La Pía Unión es ima libre Asociación de fieles, de cualquier clase y condición, que se obligan,
de un modo especial, a hacer bien a la sociedad, por medio de obras de beneficencia, en favor
de la juventud pobre y abandonada.
Ingresando en ella, no se contrae ninguna obligación de conciencia, y pueden, por lo mismo,
ser cooperadores, familias enteras, Qjnumidades Religiosas, Colegios, etc.
El número de Cooperadores pasa, actualmente, de 400.000.

Condiciones requeridas.
1 — Tener 16 años cumplidos.
2 — Gozar de buena reputación religiosa y social.
3 — Hallarse en condiciones de poder apoyar y promover, por si o por otros, con oraciones,
donativos, limosnas o trabajos, las Obras de la Pía Sociedad Salesiana o de la Hijas de María
Auxiliadora.

Centros de inscripción.
Cualquier Casa Salesiana o Decurión autorizado puede recoger inscripciones de nuevos coopera­
dores y enviarlas para su registración y aprobación a la Casa Central (Cottolengo, 32, Turín
(Italia) a la que podrá cualquiera dirigirse también directamente.

Suscribios a¡ Roiefin SaJesiano. propagadlo, aconsejadlo.
Es una Revista mensual ilustrada, amena, instructiva, muy propia para cidtivar en las alma>^
el espíritu de apostolado.
Es el órgano oficial de las Obras de San Juan Bosco y de la Pia Unión de Cooperadores Saksianos.
No tiene fijado precio de suscripción, estando confiado su sostenimiento a la caridad y gene­
rosidad de sus lectores, que hasta el presente, no le han dejado faltar su apoyo.
Se publica en ty lenguas.

Centros de suscripción.
Cualquier Casa Salesiana o Decurión de Cooperadores Salesianos. También directamente a
Sr. Rector Mayor de los Salesianos, Cottengo, 32, Turín {109) Italia.

Inscribios a Juventud ^/iisionera.
Preciosa Revista mensual ilustrada.
Propaga el hermoso ideal misionero.
Instruye, explicando en sus páginas, de modo ameno, los usos y costumbres de paLses exóticos,
los monumentos, leyendas, etc.
Emociona y entretiene con la narración de las más extraordinarias aventuras y con entreteni­
mientos, historietas, etc.

Precio de suscripción anual - 5 pías o bien
Centros de idem - los mismos del Boielín.

0 ,5 o

dolar u oira moneda equívalenie.

N\imc»o 4

Año XLVIII - A BRIL 1934

BOLETÍ N

SALESIANO

A SAN JUAN BCSCO

AMOR S/N UMPES.

FUNDADOR Y PADRE

LOOR. YF.NllR.ACIÓN.

EL DECRETO
DE CANONIZACION
Es un magnífico resumen
de la vida y virludes de)
nuevo Sanio.
Se propone la duda de >S i ésiando
ya aprobados los dos fnilafiros. y con­
cedido por la Sania Sede culto público
al Belfo, se puede proceder cm\ seguri­
dad {iuló) a su solenitu Canoviradón».

En el transcurso del siglo decimo­
nono, a medida que por doquiera ma­
duraban los frutos venenosos, profusa­
mente sembrad< s por el siglo anterior,
para destruir la sociedad cristiana,^ la
Iglesia, máxime en Italia, haHóse a
merced de muchas tormentas, levanU d is contra ella por lo calamitoso de
aquellos tiempos y por la maldad de
los hombres.

en la escuela, todo cuanto sus
Mas la divina misericordia
maestros le enseñaban, y ocu­
envióle también entonces váli­
paba sin discusión los primeros
dos campeones que la sostuvie­
puestos.
sen, que contrarrestasen aquella
Tras duros años de terrible
obra suprema de destrucción,
t - '
- »
pobreza, que contribuyeron a
que conservaran intacta en
endurecer la fibra de su carác­
nuestro pueblo la preciada he­
ter, haciéndolo apto para las
rencia de los apóstoles, la gemás arduas empresas, mediante
nuina fe de Cristo.
recomendación del Beato José
Y en efecto, de entre las
Cafasso y previo el consenti­
dificultades de aquellos tiempos
miento materno, ingresó en el
surgieron hombres de una san­
seminario de Chieri, donde, du­
tidad acrisoladísima, cuya pro­
rante un sexenio, cultivó los
digiosa actuación evitó que en
estudios con resultados esplén­
los muros de Israel hiciesen
didos, recibiendo, al terminar,
brecha los asaltos del enemigo.
la ordenación sacerdotal, en
Descuella entre todos por la
Turín, el 5 de Junio de 1841.
elevación de su espíritu y por
Pocos meses después fué ad­
la magnitud de sus obras, el
mitido en el Convictorio Ecle­
Beato Juan Bosco, quien, en el
siástico de San Francisco de
siglo pasado y en medio del
Asís, sito en la misma ciudad
áspero rodar de los tiempos,
de Turín, regenteado entonces
apareció como piedra miliar,
por el y a citado Beato José Ca­
indicando a los pueblos el ca­
fasso, y allí ejercitó con gran
mino de la salvación.
provecho de las almas todos los
Y es que, según palabras de
oficios sacerdotales, en. hospi­
Isaías, Dios lo suscitó para
tales, cárceles, confesionario y
ejercer su justicia, y guió todos
predicación de la palabra de
sus pasos {45, 13).
Dios.
E l Beato Juan Bosco, en
Adiestrado de este modo en
efecto, resplandece ante los
las prácticas del sagrado miojos de todos, por virtud del
n’ stero, sintió vibrar con ma­
Espíritu Santo, como modelo
yor fuerza en su alma la voz
de Sacerdote hecho según el
de aquella su especial vocación
corazón de Dios, como educa­
que, siendo todavía niño, Dios
dor incomparable de la juven­
le había hecho oir, y que le
tud, como fundador de nuevas
impulsaba a consagrar sus des­
familias religiosas y como pro­
velos al bien de la juventud,
pagador de la santa fe.
especialmente la más abando­
Procedente de familia humil-*
nada. Su perspicacia habíale
de, vino Juan al mundo en una
hecho intuir la inmensa utilidad
c;isuca campestre del término
de este apostolado para la sal­
de Castelnuovo d'A sli, siendo
vación de la sociedad, ame­
h-js autores de sus días Fran­
nazada de una total ruina, y
cisco y Margarita Occhiena, po­
todos los esfuerzos de su noble
bres pero virtuosos cristianos.
corazón dirigiéronse a convertir
Huérfano de padre cuando te­
en realidad aquel designio, con
nía ajHinas di>s años, creció en
resultados tan magníficos, que,
la piedad bajo la santa y pru­
entre los educadores cristianos
dente dirección materna. Su
de nuestros tiempos, ocupa sin
índole excelente, manifestada
disputa el primer lugar.
desde la más tierna edad, e s -'
El nombre mismo de Oratorio dado a su
taba a\'alorada por un ingenio penetrante
Institución, revela la robusta solidez de la
V por una memoria extraordinariamente
feliz, gracias a la cual aprendía rápidamente, base que sostiene íntegramente el edificio
Monrvwo*

m tttoa lo pMJeiMU. y o la o m ca le de fm mweHe d ecidiré de mmemírm eéermkUd.

- S. J. Bo k b .

por él construido, base
hecha de piedad y doc­
trina cnstiana, sin las
cuales resultiirá siem­
pre vano todo cuanto
se haga por apartar el
corazón de los jóvenes
de las pasiones vicio­
sas y elevarlo a ne­
bíes ideales.

la Institución de los
Cooperadores, que i n ­
siste en una Pía Unión
de fieles, laicos en su
mayor parte, que ani­
mados del espíritu de
la Sociedad Salesiami,
y dispuestos como ella,
a promover toda clase
de obras de caridad.

Al glorioso Papa
de la Canonización

obediencia rdíal,
gratitud eterna

En esto empleaba él
tanta dulzura, que casi
espontáneam en te se
acercaban los niños a
la piedad y la amaban,
movidos, no por la im­
posición, sino, por el
sentimiento, bastando
que él se adueñase de
su afecto, para llevar­
los al bien sin dificul­
tad ninguna.
A fin de perpet\iar la existen­
cia de su obra y poder de este
modo, con mayor eficacia, aten­
der a la educación de la juven­
tud, alentado siempre por el
Beato José Cafasso y por el
Papa Pío IX , de santá memoria,
fundó la Pía Sociedad de San
Francisco de Sales, y poco des­
pués, el Instituto de las Hijas
de María Auxüifidora.
H oy estas dos familias tienen,
en conjunto, unas mil quinientas
casas, y sus miembros alcanzan
el número de veinte mil, espar­
cidos por todo el mundo. Miles
y miles de jóvenes, de ambos
sexos, reciben de éllos su for­
mación literaria y profesional,
y como si esto no fuera bas­
tante, hijos e hijas ofrécense,
generosamente, a la asistencia
de los enfermos y de los le­
prosos, no faltando algunes que,
infectados por el terrible morbo,
hayan muerto víctimas de su
caridad. ¡Dignos hijos, en ver­
dad, de tan gran Padre!
No podemos pasar en silenció­
C a a m ia a d m D o o

b ta c a é € • e a e w o! a ia m a k n

propóliense como fin
ayudar eficazmente, se­
gún las circunstancias,
a párrocos y Obispos,
y al mismo Sumo Pon­
tífice. ¡He aquí un pri­
mero y singular esbozo
de Acción Católica!
Esta Asociación fué
aprobada por Pío IX
y, en vida aún del
Beato, llegaban ya los
Cooperadores a ochenta mil.
Pero el celo por las almas
que inflamaba su pecho no se
resignó a vi\dr encerrado en
los límites de las Naciones Ca­
tólicas y, dilatando los hori­
zontes de su caridad, envió tam­
bién misioneros de su religiosa
familia a conquistar para Cristo
las naciones bárbaras.
En pos de los primeros que,
bajo la obediencia de Don Juan
Oigliero, de santa y gloriosa
memoria, lanzáronse a la evangelización de las extremas re­
giones de América del Sur,
siguieron muchos y muchos
otros Salesíanos, y hoy, en to­
dos los lugares del mundo, véseles llevar animosamente el
Evangelio a los infieles.
Sería tarea difícil querer enu­
merar todas las grandes gestas
realizadas, y todos los sufri­
mientos soportados por la causa
de la Iglesia, y en defensa de los
derechos del Romano Pontífice.
Sin vacilación, podemos apli­
car al Beato aquellas palabras
rn a a ck * O e tg o H m o o d% m m or p r o p r ío . N o ¡a e a c o e lr » r ¿ U -

99

<li'-'Sal<nnón: Diól^ Dios una
stihidiíría y pnuienciu incompa­
rables, y lina magnanimidad in­
mensa como la ii/ena que está
O llas playas dcl mar (3 Keg.,
4. 29).
I,e (lió Siibiduría. pues (pie,
habiendo • renunciado a todas
las cosas terrenas, aspiró úni­
camente a promover la gloria
de lúes y la salvacií'm de las
almas. Su lema era éste; Dame
almas: lo demás quédatelo par­
tí. Le di6 ¡)rudencia, porcpie
supo hallar los medios adecua­
dos para el desarrollo de tan
grande obra.
Cultivó la humildad en grado
sumo; en el espíritu de oración
fué tan insigne, que su ment^
«.■ staba unida continuamente
con Dios, aun cuando vagaba,
distraida al parecer, en medio
do un sinnúmero de <[uehacores.
Tenía singular devoción a
María Sma Auxiliadora, y su
ma> or alegría fué haber podido
levantar en honor suyo su cé­
lebre templo de Turín, donde,
desde lo alto de la cúpula, la
Virgen Auxiliadora extiende sú
])rotección de Madre y de Reina
sobre toda la casa salesiana de
\^aldocco.
Murió santatr. ntc en el Se­
ñor; en esta iiii'^tna ciudad, el
día 31 de línern de iS8S. Como
la fama de su sa.ntidad ilxi
cxtendiémhwe de día en día. se
instruyeron pri ceses por la .\utoridad Ordinal ia: y Su Santi­
dad l’ío X de i. m. intirduji'
la Causíi de Hcaliftcación en
u)07. lista cclebióse solemne­
mente. con el aplauso de toda
la Iglesia, el día 2 de Junio
de U)2ñ. en la Basílica Vati«ana.
Reanudada la Causa, el :tíio
siguiente, fueren instruidos })ro-‘
' ces(^ sobre cur.iciones que ixirecían deber atribuirse a milagro divino,
y con decreto de 19 de Noviembre del pre­
sente año. aprobáronse dos milagros hechos.
100

fii

k Stm W

c.<i

por Dios por mediación del
Beato.
^
Faltaba aún resolver esta
duda: Si, estando ya aprobados
¡os dos 'milagros, y concedido
por la Santa Sede culto público
al Beato, se puede proceder, con
seguridad, a su solemne Cano­
nización.
Ksta duda fué propuesta por
el límmO Cardenal • Alejandro
\'erde, Ponente o Relator de la
Causa, en la Congregación Ge­
neral de la Sgda Congregación
de Ritos, en presencia del Santo
Padre, el día 28 de Noviembre.
Todos lós Eminentísimos Car­
denales presentes, y también
los Oficiales, Prelados y Padres
Consultores, unánim em ente,
contestaron de modo afirmati­
vo, contestación que fué por
el Santo Padre . benignamente
aceptada, difiriendo no obstan­
te pronunciar su juicio hasta
el 3 de Diciembre^ dominica
primera cíe Adviento,-día con­
sagrado a vSan h'rancisco Ja­
vier, celestial Patrono de la
Obra de la Propagación de
la Fe y* de todas las Misicnes.
Por ende, y después de luil>er
celebrado fervorosamente el
Santo Sacrificio de la álisa, lla­
mada^ a su presencia los Car­
denales Camilo I.^urenti, Pre
fecto de la. Sgda Congregación
de Rites, Alejandro Verde
Relator de la Causa, Mons. Sal­
vador Xatucci, Promotor Ge­
neral de la Fe, y el infrascrito.
Secretario, declaró que; .Se pue­
de proceder con seguridad a la
■ Canonización del Beato Juan
Basco.
C. C ird. L.\n4ENTi.
Prefecto de la Sgda
:
- .

Congregación de Ritos.
A. C arin-c i .

Srcrettirio de la misma Congregación.

L .t m térfin s h»IUban ím erta. /•« i-liy oc» fc r iw y h s gaaf€>s pcrsevvram cfa • S .

J.

DON BOSCO SANTO
¡Don Bosco Santo! — Nuestro SaMo Padre
síiiia diffcrt a stella. ptidremos estudiar con
Pío X I acaba de proclamarlo, entre los aplau­ exacto discernimiento las características de
sos y exultaciones del mundo entero.
su santidatl. ai)ie<.'iar sus frutos, admirar el
Tvíi li^lesia y la Sociedad Salesiana registran
premio esjK^cialísimo con iiue Dios los ha
remunerado.
esta ftoha en sus Anales con letras de oro.
IvOs contemporáneos del Santo presintieron
ya las alegrías de esta fiesta y las generaciones
venideras nos envidiarán a nosotros la in­
ha esencúi de la santidad no i)ueile ser
otra (jue la (pie el Santo de los Santos ha esta­
mensa fortuna de haberlas vivido.
blecido, o sea, el amor a Dios y al pn'íjimo;
¡Gaudeamus omnes in Domino dian fcsiirin
celebrantes sub honore Sancfi loannis! — dos amores distintos ]>ero que prácticamente
lista nuestra alegría no puede ser ni más ra­ constituyen uno solo, lín estos dos pre<.'e])tos
básicos tiene sus apoyos el edificio de la per­
zonable ni más santa.
Y mientras. la exteriorizamos con fiestas
fección cristiana, sea la (jue sea, así la más
triunfales, al ver solemnemente reconocida
ordinaria como la más sublime y heroica.
Cada santo,, sin embargo, ajusta la oh.serpor la Iglesia la santidad del Padre, y los
ojos contemplan su blanca figurq, marmórea
vanefia estricta de este doble mandato de la
inmortalizada por
caridad a la misi()n especial (pu­
el' arte (x;upando
lía r e c ib id o de
ya de hecho su
Dios? Para San
jnitsto de honor
Juan Bosco el dien el templo más
lig is D om inum
grande de la cris­
Deum tuum y el
tiandad, entre los
diligis próximum.
d em á s v a r o n e s
cristalizaron en
s u s c ita íío s por
esta fórmula o
Dios, como un gi­
consigna: «traba­
gante que se lanza
jar ])ara la gloria
a correr su ca­
de Dios y el bien
rrera, el espíritu
de las almas » >
vuela liada las al­
es admirable ver
turas del firma­
de {pié JiKuln tra­
mento y entra en
bajó en su vivir
la celestial Jeniintenso, saturad<salén para recre­
de celo y de fe.
arse en la visión
Í.«T fe, que con­
sublime de ,'^an
stituye el fundaJuan Bosco, reful­
nient'- ríe toda
giendo como un
santidad, fué la
.sol en el c cea no de
luz (]ue alumbró
la eterna luz; sicut
sus j)as'/s. según
sol... in perpetuas
e?fpresión del Sal­
aeierniiates.
mista .
A llí donde to­
Su espíritu ha­
dos los astro s
llábase siempre
tienen fisonomía
tan esclareddó
pn pia y es fácil
la verdad divina,
distinguir a imo
El actual Rector M ayor Doo Pedro Ricaldone
(jue, .sea que hade o tr o , om nis
IV sucesor de Sao J . Bosco.
:O h. ía aomriaa d« D oa B otco. qme arrobaba laa dam eaiat coa e l reaplaador de m alearía! -

i

lOI

Heimofto rcfrafo hecho por el célebre pintor Rcflb. ante
al cual "poftá” el Sanio. - tl&llaaeen la casa-madre.
blase o escribiese o trabajase, nunca sentía
la menor perplejidad, al tener que elegir entre
Dios y su propio yo, entre el cielo y la tierra,
entre lo eterno y lo caduco, entre el deber
y el placer, c.ayendo invariablemente de parte
de Píos, Padre y Señor absoluto de quien
recibía la norma segura para regular su con­
ducta, en los asuntos meramente humanos.
Quiero decir con esto que él jamás se buscó
a sí mismo, que no se preocupó jamás de sus
comodidades, ni de sus satisfacciones, ni de
sus personales conveniencias, sino que todo
lo empleó en servir a Dios, del mejor modo
posible; tiempo, energías, sacrificios, dentro
del campo que la Divina Providencia le había
señalado.
-•
Y ese campo su>-o propio y específico, fué
la siiK'ación de la juventud, por medio de
la educación cristiana.
Sólo Dios sabe la cuantía y magnitud de los
sacrificios que tuvo que derrochar yendo en
busca de los niños mayormente necesitados
del celo sacerdotal, para sustraerlos a los
innumerables peligros que acechan su \*irtud
ó confiarlos a la válida y eácaz tutela de los

102

innumerables auxiliares ganados por él a la
causa de aquella obra providencial, de pro­
salud. la
porciones tan vastas. El
vida, todo lo sacrificó con gusto a este so­
berano empeño de lograr a todo trance el
bien de la juventud.
Todos los rasgos y virtudes más salientes
y que más suelen caracterizar la santidad de
Don Bosco, su habitual unión con Dios, su
calma imperturbable en la contradicción, su
paternidad sin límites, su capacidad de tra­
bajo a prueba de las más varias y febriles
actividades, vivían de la substancia de esa
caridad de fuego que, alimentada constante­
mente por la fe, hacíale preferir a Dios y los
intereses de Dios a todo y a todos, cosas y
personas.
Santidad tan castiza y tan extraordinariamente elevada, no podía menos de producir
frutos dignos de ella, y este es otro de los
hechos importantes que merecen nuestra
atención.
Cuando en el cristiano llegan a coincidir
de un modo perfecto la gracia de Dios y la
buena voluntad, todas las acciones virtuosas
brotan en profusión maravillosa, máxime
si ese cristiano es, por añadidura, un santo.
Uno de los primeros frutos de la santidad
de Don Bosco es Don Bosco mismo, o para
mejor decirlo, la personificación en él de
todas las virtudes, y todas en grado excelso.
« Viendo a Don Bosco nos parecía ver a
Nuestro Señ or» decían de él personas de
las más diversas edades y condicitmes, lo
mismo niños sencillos e ingenuos, (jue honjbres
maduros, hechos al raciocinio y a la observa­
ción.
Si no temiéramos que el amor filial in­
fluyese en la ecuanimidad de nuestro juicio,
diríamos que Don Bi)sco, en cada una de las
etapas de su vida y dentro de los límites
compatibles con la humana fragilidad, al­
canzó el grado máximo de la perfección.
Otro extremo interesante de la santidad
de Don Bosco es ese prodigioso sobrevivirse
a que estamos nosotros asistiendo, con reno­
vado asombro; el conjunto de tod.is esas
obras que ha dado al mundo y en las que
dejó encarnado su espíritu, trasmitiéndoles el
mandato divino de crecer y multiplicarse
como toda substancia viviente, adaptándose
a la diversa índole de los tiempos y de los
pueblos, y a las varias condiciones de lugar
Y ¿cuáles fueron a s recompensas más
inmediatas de esta santidad eximia?

MéM

Aecéoa

j

psU hrm

- S aa J . Boac».

trono que es el más alto que imaginarse
pueda, les erige un altar en el templo santo
de Dios, ante el cual la piedad de U>s fieles
viene a inclinarse, la elocuencia a tejer sus
elogios, la historia a pregonar sus \nrtudes y
grandezas, el arte a embellecer su figura.
Vedlo, sino, al pobre, al humilde, al atri­
bulado Don Bosco, glorificado hoy ante la faz
del mundo, por mérito de la bondad divdna,
por diligencia solícita de la Madre Iglesia,
sin que nunca ni por nadie le pueda esta
gloria ser arrebatada y ni siquiera discutida,
como con harta frecuencia les ocurre a las
mayores y más apoteósicas glorias humanas.

£1 Beato C afasso
maestro de santidad de Don Bosco.
La primera es la \'irtud misma, pues es
cosa cabida que cuanto más grande es la
virtud, tanto mayor es el goce de los que
la practican. Esta es una verdad que no se
les octiltó ni a los filósofos paganos.
E l testimonio de una buena conciencia es
en efecto fuente de las más íntimas y suaves
satisfacciones, viniendo a compensar con
usura los sinsabores que provienen del contacto forzoso con la materia y de la mala vo­
luntad de los hombres. Don Bosco no sólo
gozó este premio otorgado a la santidad sino
que hasta saboreó la singular alegría que
experimentaron los Apóstoles, ibani %audenUs, cuando se reputaban dignos de sufrir
desprecios pro nomine lesu. Para los santos,
sufrir es gozar y la verdadera piedra de
toque del amor, es el sacrificio,
Pero Di<», justo remunerador hasta de un
vaso de agua dado por amor suyo, no se
contenta con esos premios otorgados a la san­
tidad; ni siquiera con el puesto de honor que
le tiene reservado en el cielo. Va aún más allá.
Los Santos, que para aumentar la gloria
accidental de Dios tanto sufrieron y traba­
jaron aquí en la tierra, reciben también en
pllfl como premio esa espléndida diadema
que les cautiva la admiración, veneración e
imitación de toda la humanidad. La Iglesia,
al decretar su culto, les eleva sobre un
/seflW w

Todo lo dicho debe llevamos a una reflexión
de orden práctico.
.Cierto que esta glorificación de la santidad
de Don Bosco, en sus aspectos más caracte­
rísticos, en sus frutos y en sus recompensas
es, antes que d homenaje debido de nuestra
gratitud, una necesidad imperiosa de nuestro
corazón de hijos, pero esto no basta. De­
bemos preguntamos: ¿Cual es el secreto de
esta santidad tan excdsa? Y o no vacilo en
afirmar que hay que buscarlo en su cons­
tante correspondencia a la gracia.
Y a desde pequeño reveló Don Bosco su
exquisita sensibilidad a los estímulos sobre­
naturales que le llevaban a la oración, a los
sacramentos, a la fuga del pecado, al socorro
material y espiritual del prójimo. Después,
durante su largo periodo formativo, como es­
tudiante, como seminarista, conservó cuida­
dosamente el corazón desasido de las cosas
terrenas y atento siempre a secundar inspira­
ciones que no le venian de la carne, ni
de la sangre. Finalmente, en las azarosas
contingencias de su vida sacerdotal, en sus
multiformes empresas al servicio de Dios, de
la Iglesia y de las almas, jamás apartó su
mirada del Padre de las luces, Causa y Dador
de todo bien, sin que existiera para él en la
tierra otro deseo que obedecer dócilmente
los impulsos de lo alto.
Su preocupación de todos los días y de
todas las horas fué que no se perdiera inútil­
mente ni una mínima parte de la grada di\*ina.
Este es un detalle que merece toda nuestra
atendón, tratándose de la santidad de Don
Bosco glorificada.
E s oTig gracia muy grande «del Señor

S»/eMJmBO* repf e*e» f— a esfm cn o cok»m l eÉpecislmemU orgm issd o p » f» p re te a ir t t d tilío

• C C fir LooferaM.

103

(jue nos haya llamado a la vida cristiana,
gracia a la «jiie van unidas otras muchas
<)ue se nos darán, en mayor o menor proporcií'm, según el grado de fidelidad de nuestra
V' >rres]K)iKlencia j^ersonaJ.
Que ni una sola de estas gracias se pierda

SANTITAD

por culpa' nuestra. A’a in vucmim graiitvii
Dei rccipiamus'.
Este será el fruto más precioso de las so­
lemnísimas fiestas que celebramos.
P e d ro R ic a ld o n e

Rector Mayor de la Sociedad Saicsuiua.

FECUNDA

Brillaníe corona de Siervos de Dios

y .

Derecho y de arribo abojo - Andrés BellraTni - Luis .Wariens - Teresa Valsé - O oroiea de ChopUea
Ixquierda - Mi{(uei Rúa - Au 5(usto Czartorvski - M aría M azzareilo - Ven. Domingo Savio.
104

daten

Hcmf

de Irsóafer y

oo

In b m f» roba a D io s y a

sas aaos - San J. Beero.

UNA OBRA MAGNIFICA
DE EDUCACION CRISTIANA
Así ha sido definido el apostolado de Ikm
Bnsco, en pro de la humana sociedad, por el ITecreto de 19 de Noviembre de 1933, s^f^l>re la aprobaciá.i de los dos milagros de nuestro .Santo.
Y evocando el Kvangelio de a([uella Donjínica, o sea la parábola del grano de mosta­
za, notaba, que este apostolado en sus orí­
genes, se presentó con el sello de la humil­
dad, característico de las obras de Dios, 3^
que en breve espacio de tiempo la obra de
Don Bosco se ha extendido por toda la tierra,,
añadiendo que, entre los demás hombres
Santos, aparece éste como un gigante que se
lanza a correr su carrera. •
Nada más cierto. R apostolado de Don
Bosco. como quiera (pie se le estudie, mani­
fiéstase como una esjjléndida obra de arte,
cristianamente educativa.
Su vocación fue en extremo i)recoz. Al frisar
en los nueve años, tuvo un sueño con todas
las características de una revelación divina,
siempre recordado por él durante toda su
\TÍda, y comenzó su a])ostolado, como suele
comenzar sus obras la naturaleza. ílesde lo
más ínfimo; sin recursos, sin locales, sin.libros,
sin material escolar, sin cultura y hastíi sin
el apoyo de los suyos, ya cjue su hermanastro
le hizo una o]>osición sistemática y casi brutal,
com])ensada, únicamente, ]>or el amor in com])arable y .siempre vigilante y solícito de su
madre.
Ivstudiada a fondo ^ tn primera ela]>a de
su vida, descníbrese j-a desde luegí» el |jequeño grano de mnstazíi, de (/ue liabla el
Decreto, en aquellos surc< s agrios de tantas
\- tan graves dificultades, con las raicillas me­
tidas en tierra y mo.strando en sas tieriK>s
brutos, lo que habría de .««r el futuro
árbol; un asombro de corpulencia 3* de robu.stez, una espléndida gloria de flores y
fruto? de santidad.
!.« aptitud y cajacidad de saber discijdinar, sin el empleo de medios disciplinares,
aquellas masas de niños 3- mozelbetes, que
a los prado? arrabaleros de la ciudad acudían
atraídos por él; el arte de saber conservar
los mandos sin hacer sentir la mano que com­

prime; el sentitlo de la nieilida en sal)er sofre­
nar, en el límite preciso de lo prudente, a
seres in<]nietos >• carentes del necesario discer­
nimiento; los recursos que en toda ocasión
sabía sacar de sti gran inleligLMicia >• de sus
l)ellas cualidades físicás; la sobriedad, va ­
riedad >• novedad de las iiu encioncs con que
cautivaba la atención de los niños y los atraía
a su persona, despertando en ellos sentimien­
tos de admiración fervorosa, a los <|ue debía
aquella rara autoridad moral que le perniilíu

1

D ios hm c o a e ^id o a Dom B o k o dumea rji Iraordm arion

. Braio

C a ía te .

bl bonlo én medio de «tu "bincchini
G rupo iomado en 1561.
10:

poder elegir el momento oportuno de impo*
nerse sin la menor sombra de violencia, son
cosas y aspectos todos ellos que invitan a la
reflexión y dejan ver, a través de lo meramente
superficial, la riqueza extraordinaria de un
subsuelo bien provisto de humores fertilizan­
tes, capaces de darle vida y crecimiento a
aquella planta tiemísima.
Cuantas veces hemos oido referir aque­
llas divertidas anécdotas de sus juegos de
manos y de sus curiosos funambulismos, nos
hemos sentido llenos de edificación y de
asombro al ver las santas industrias que sabía
excogitar, a costa muchas veces de grandes
sacrificios, para atraer y ganarse el afecto de
aquellos amigmtos suyos. Pero tal vez no
hemos pensado nunca que aquellas originales
invenciones de su ingenio no eran simples
recursos vulgares, para llamar la atención,
sino que formaban ya parte de un plan pre­
concebido, de un método educativo que ha
hecho del recreo ün eficiente medio de edu­
cación moral.
Y cuando, después de dieciséis años de
lucha en aquella difícil carrera de dificultades
y de repudios, cuando, al cabo de sucesivos
trasplantes, aquella pequeña semilla ya ger­
minada tuvo al fin tierra propia en que poder
crecer, y Don Bosco, adulto también en la
virtud y en la instrucción y enriquecido con
la gracia del estado sacerdotal, pudo dedi­
carse de lleno a cultivarla y desarrollarla,
ésta se vió en poco tiempo convertida en
árbol, y extendió y fortificó sus ramas brin­
dando refugio a las aves del délo.
Y en medio de los prados de Valdocco,
surgió la obra estable del Oratorio, con
sus pabellones y aulas escolares, con sus
talleres y refectorios, con sus galerías y am­
plios patios de recreo y con su iglesia. Eran
las ramificaciones naturales del tronco ya
formado y rico de savia.
El método educativo de Don Bosco no ha
venido, por consiguiente, después de los
Oratorios Festivos y demás actividades
propias de la vida salesiana, a manera de
condensadón de experiendas recogidas en
tales obras, sino que todas y cada una de
estas varias actividades vinieron del mé­
todo ya existente, perfecto, maduro y deutíficamente articulado.
Antes de que madurasen, pues, las prime­
ras células del grandioso organismo creado
por Don Bosco, existía ya la norma a la que
los órganos debían ajustar su actid dad fun-

io6

Ims m liioaeM em m oktfm

donal, existía ya un sistema educativo per­
sonal y propio, cuajado por su fundador a
través de prolijas observadones y a costa de
verdaderos prodigios de fe humilde y briosa,
de piedad, de estudio, de voluntad, en abso­
luto sometida a la voluntad divina.
Y esta y no otra es la razón de la seguridad
y rapidez verdaderamente pasmosas con que
surgieron sus Institutos y se multiplicaron
por el mundo, con elegante desembarazo,
sin necesidad de rectificaciones ni de retoques,
con una fisonomía nítida y bien acusada, con
una fuerte unidad constructiva, con un irresis­
tible agrado en los modos, con una eficacia
que se imponía a la atención del público,
el cual como por instinto, dábase en seguida
cuenta de que se hallaba ante «una obra mag­
nífica de educa ción cristiana ».
Y esta obra adquiere aún mayor relieve,
cuando se piensa que Don Bosco no se con­
tentó con dar forma a un método educativo
que, abandonado al escalpelo de la crítica,
pudiese luego ser objeto de disección y comen­
tario, sino que a la vez instituyó y organizó
dos familias religiosas, los Salesianos y las
Hijas de María Auxiliadora, para que de
aquella obra educativa fuesen siempre los
intérpretes auténticos y los continuadores
fíeles.
fecundidad espiritual que la gracia de
Dios inftmde a los Santos (ya que es la obra
de un Santo la que estamos aquí estudiando)
resplandece con luminosidad sorprendente
en ambas Instituciones, cuya obra educativa
se ve progresar, a la vista de todos, no con
la frialdad protocolaria de la palabra* escrita,
sino con el ritmo cálido de una realidad v i­
viente y vivida.
Mediante estas Instituciones, la obra edu­
cativa, no sólo se viene realizando y perpe­
tuando, sino que el instrumento propio
y adecuado para realizarla y asegurarle la
perennidad, se afina y pulimenta de día en
dia, poniendo de manifiesto otro aspecto
nuevo de su capacidad producti^ra, porque
aquí no se trata ya de educar a los alumnos
sino de plasmar a los educadores, de modo
que vengan a resultar facti forma gregis ex
ánimo, reproduciendo y renovando en sí mis­
mos el espíritu de Don Bosco, haciendo que
se conserve constantemente vivo y vital eso
que, con feliz expresión, calificate Habrich
de un admirable ejemplo de amor educativo.
E l Decreto hace luego destacar que, en un
breve lapso de tiempo, se vió esta obra

y , t i tmtalrm p o b re ta a o b a h p erm fíe, coa ora eioa ea y p ea ltem cia t • S a J . Boac».

difundida y próspera en todos las regiones
de la tierra.
Esto es una demostración de heclip que
nos dice hasta qué punto esta obra ha sa­
bido anular las barreras naturales que sepa­
ran a países, razas y civilizaciones; hasta qué
punto ha sabido adaptaise al medio, conser­
vando intacto su carácter y sin crear dificul­
tades, sin levantar prevenciones ni sospechas;
adueñándose del alma de los jóvenes, cos­
tase lo que costase, tratando de conocer sus
gustos y tendencias, consiguiendo hacerse
comprender y amar de ellos, creando en
tom o de la obra salesiana una zona afectiva
de interés y simpatía, conforme al programa
del Apóstol: ómnibus omnia facius.
Pero el Decreto no se contenta con decir
que estas obras se han difimdido, sino que
afirma, además, su estado próspero, lo cual
quiere decir qi e no se trata aquí de una di­
fusión puramente mecánica sino de un pro­
greso vivo, y mejor intensivo, porque no
afecta sólo a ima forma determin^ída de edu­
cación, sino a todos y cada xm d<. l o ; aspectos
de la vida educativa, desde el Oratorio Fes­
tivo que, en gérmen, las contiene todas,
hasta la escuela propiamente dicha, las escue­
las profesionales y agrícolas, las obras mi­
sioneras etc.
Son cosas todas estas en las que se echa de
ver en seguida la enorme abundancia de
dotes naturales, de ilustraciones de la divina
gracia, de perfectas correspondencias de la
voluntad, que debieron enriquecer el espíritu
del Santo que, con ímpetu y perseverancia

invencibles, se propuso dar forma y vida a
una obra tan gigantesca.
♦ Y o he sido enviado para la juventud i,
exclamaba Don Bosco, y este |)ensamiento
fué el que, siempre y en todas las cosas, in­
formó su vida dentro de una magnífica unidad
de líneas, matizada por una inmensa variedad
de tonos, que le dan todo el interés y atra­
ctivo de una maravillosa obra de arte.
Las palabras y acciones del Santo, todas
sus providencias y actitudes, los mismos li­
bros que escribió, de argumentos y estilos
tan varios, fueron hechos y publicados en
función y al servicio de su método educa­
tivo, para explicarlo, facilitar su actuación,
y sólo bajo esta luz y con este criterio deben
ser leídos estos libros, si se quiere formar
de ellos una idea exacta.
Los reglamentos de las casas, que de todo
se preocupan y todo lo ordenan, no tienen
más objeto que delinear y precisar la ma­
nera de desenvolverse de la jomada edu­
cativa ordinaria; son, como quien dice, la
trama que da unidad, solidez, y trabazón a
toda esta “ obra magnífica de educación cris­
tia n a ” , dentro de la cual pueden moverse
holgadamente las actividades más varias, las
aptitudes e iniciativas tanto de alumnos como
de educadores, con vm absoluto y cristiano
respeto a su dignidad y libertad personales.
Por esto, ha podido decir, con razón, el
Decreto, que Don Bosco, en su obra edu­
cativa, se lanzó como gigante a correr su
carrera.

Dr. B artolomé F ascie

era la frecueRcia de los
SioB Sacram ealos.

La base de su sislema educalivo

ü ü

4

La humilde caaífa de /

B e c c h .'s ,

donde nació el Sanio.

LA CARIDAD Y HUMILDAD
GLORIFICADAS
Nuestra Santa Madre la Iglesia acaba cU;
levantar al sublime honor de los altares al
beato Don Bosco, al preclaro varón dechado
de todas las virtudes, al apóstol infatigable
<le las clases populares y humildes.
TTna vez. más se cumplen las palabras proféticas del Maiinificai: deposuif potentes d:
sede et exaltavit húmiles: una vez más Cristo
paga con creces, no sólo en los esplendores
de su gloria eterna, sino aiui en la estima y
veneración stnrial y juíblica de la Iglesia, el
vaso de agua dado en su nombre al sediento,
el pan alargado -al hambriento, el vestidt>
proi)orcionad{> al desnudo, la visita hecha al
cufcriuo, el cousuel •
prestado al alligido, el
cuHlado, en una jk»lahra. de los p.ihrcsi.,.
Don Bost'o realizó ei\
su vida el ]>ensamieiUo

/ B t c k is

I08

en

central del Kvangelio, la' esencia m\sma de
la vida cristiana, el amor de Dios fundido
con el amor a los necesitados del pan mate­
rial y del ijan-espiritual: Don Bosco supo
ver, hallar y amar a Cristo bíijo las h a r a ] X ) s
del mendigo, bajo la debilidad abandonada
<le los niños y de los desvalidos, y Cristo le.
recomi>ensa’ con el supremo honor de la
.Santidad canonizada por su Iglesia, Cristo
nos le proj)one ahoni como ejemplo que
imitar, como intercesor en <iuien confiar,
como Santo, en una palabra, es decir, como
reflejo de la santidad divina, a (juien podamos
rendir culto de veneración en los altares.

mfox pohmt ••

I'KOliRICO,

A. de Ivejíanto.
Nuncio Apostólico.

Los sAnfos lugares
íle la Familia Salesiana.

ta aclu a tid a d .

Omr h

Madrid.

cfo

x/«o^ pt^ctpfo» El

c* fMO impef^it o •

«J.

El Doero ah ar de S an Joan. Sosco que se va a eñgir.

EL ALTAR D E S A N J U A N B O S C O
El Rector Mayor de la Pía Sociedad Salesiana ha lanzado una ardiente invitación
para que el homenaje que se le ha de tribu­
tar a San Juan Bosco se vea lo más pronto
posible convertido, por obra del arte y el
óbolo generoso de sus innumerables devotos,
en monumento grandioso de fe, reconoci­
miento y piedad.
Haciéndonos eco de este su deseo paterno,
•precisamos, en estas páginas, la forma con­
creta que afectará el homenaje, publicando
el proyecto del nuevo altar y la planta de
las obras de ampliación de la Basílica.
El altar quiere ser un magnífico trono,
digno del amor que todos sentimos por Don
Bosco. Se colocará en el brazo derecho del
templo y se le destacará del muro, como
monumento con individualidad propia, des­
tinado a conservar para nosotros y para
las venideras generaciónes el cuerpo glorioso
de nuestro Santo, que quedará instalado en
forma perfectamente visible, tanto para el
celebrante como para el pueblo. En medio

del altar y entre las columnas que sosten­
drán el rico frontón rematado por el escudo
de la Sociedad Salesiana, campeará un gran
cuadro del Santo representado de rodillas,
entre resplandores de gloria, delante de la
Virgen Auxiliadora.
Un pequeño camarín, abierto detrás del
altar y coronado por' una cupulita oval,
ofrecerá ambiente propicio a los Hijos para
orar a su sabor ante la reliquia del Padre, o
desfilar, con los millares de devotos que en
las grandes solemnidades vendrán a visi­
tarle.
Se ha procurado que todas las líneas del
monumento guarden perfecta armonía con
el estilo del templo, y en lo fastuoso de su
arquitectura hallarán puesto adecuado to­
dos los mármoles y metales preciosos que
la piedad de los fieles quiera ofrecer, para
mayor gloria del Santo.
E l proyecto es obra del Sr. Ceradini, Di­
rector de la R. Escuela Superior de Arqui­
tectura de Turín.

LA A M P L IA C IO N DEL SA N TU A R IO D E M. AUXILIADORA
Era una imperiosa necesidad, y constituía,
ai mismo tiempo, tm problema grave y
•delicado, porque todos convenían en que la
obra debía realizarse, pero respetando amo­
rosamente el templo que hizo Don Bosco, y
que nosotros consideramos como uno de los
legados más preciosos que el buen Padre
nos ha dejado.
A vuelta de largos y meditados estudios,
el arquitecto salesiano D. Julio Valotti ha
tenido el acierto de resolver el problema,
sin salirse de estos criterios:
1 - Que en la forma actual del templo
no se introduzca apenas ninguna variante.
2 - Que las obras que se le habrán de
adicionar formen con él un conjunto orgánico.
3 - Que se respeten las construcciones a
él adosadas.
4 - Que no se toque la actual via de trá­
fico que, en línea recta, atraviesa el Oratorio.
Resuelta pues la dificultad de subordinar
las obras a estos cuatro puntos, lo único
que habrá que demoler será el coro que hay
detrás del altar mayor y las pequeñas sacris­
tías, cu>*as demoliciones suministrarán espa-,
ció para construir dos vastas capillas, a
uno y otro lado del presbiterio, en tom o de

lio

la cuales correrá una galería para dar ac­
ceso a la sacristía nueva, que será cómoda,
amplia y espaciosa.
Sobre las dos capillas se construirán dos
grandes tribunas que puedan absorber el
exceso de público, en las grandes solemnidades.
Y en la fachada del Santuario se abrirán
dos nuevas puertas, para que en estas oca­
siones excepcionales el sagrado recinto pueda
ser más fácilmente evacuado.
En los números sucesivos del Boletín se­
guiremos ilxistrando estos proyectos.
« * *
Don Bosco meditaba muy mucho las obras
que quería emprender pero, una vez conven­
cido de que la mayor gloria de Dios las
exigía, ponía mano en ellas, sin reparar en
dificultades, aunque humanamente pare­
ciesen irrealizables.
Nosotros queremos seguir las huellas del
Padre, y después de aseguramos bien de
que estas obras son del beneplácito divino,
creemos que, tanto la ampliación del San­
tuario, como la erección del altar, señalarán
el comienzo de una nueva era de gracias
en la historia de la milagrosa «Virgen de
Don Bosco ».

Har qwe

dar

cmda Jfa am pm o imda e l d e fe

• S w J . Baeen.

Proyecto de las obras de ampliacián del Saafuaiio de M aría AoxxUadora.

Á

D. Bosco y el Papa
Ser, no ya. amigo, sino íntimo confidente,
fué la honra tiue mereció Don Bosco de los
.Soberanos Pcmtífices que alcanzara, cuyos
nombres son el más cálido elogio: Pío IX
U ó n X III.
Aquel sacerdote piamoiités, sin otra cujn])afia, que la pobreza, entre hjs convulsiom^
más Iiorremlas, que en el siglo X IX trasformaron a Knropa, sobre el mismo cráter del
volcán, en Italia, en Turín, funda una Con­
gregación Religiosa, dinámica, meritísiraar
en medio dcl hervor de la.s*.S6ctas secretíis, a
los ojos de a<piel político sagaz y terrible
perseguidor de la Iglesia, el Conde Camilo
Cavour.
'?■ cuando, en Ja noche triste del Pontifi­
cado, abierta la brecha, más que en la Puerta
Pía en el corazón del Padre de los cristianos;
cuando temblaba, al ímpetu del huracán de;
satado, la brújula siempre serena, que desde
la eterna Roma señala el camino de la H u­
manidad, que al renovarse sin de.scanso trazíi
y escribe su propia historia; cuando recorda­
ron los pusilánimes y aún los fuertes las pá­
ginas de los anales eclesiásticos escritos en
A\*iñóii a orillas del impetuoso Ródano; casi
olvidado el solemne Tíber, Pío IX aguarda,
én la cumbre de su calvario, las palabras del
humilde confidente de Turín, que ni duerme,
ni vacila: La acntinclla d'Israt’ic si {ermi ai
suo posto e sHa in guardia dciia Rocca di Dio.
[Paladín de la Infalibilidad Pontificia, di\ ulgíidor de la historia de la Iglesia y defen­
sor de su jenmiiúa, en tus inacabables Lectu­
ras Católicas, folletos populares casi i)eriodísticcs y Biblioteca de la Juventud Italiana que
en tí lialló un formador! Al ver elevada ahora
a los altares tu gigante figura, me place depo-,
sitar sobre el ara santa, como encendida flor
de mi reverente obsequio, el jjensamiento que
eii tus labios fué consejo rq^etido a los bie­
namados hijos: (>Amemos al Romano Pontí­
fice: un consejo, un simple deseo suyo, sea
para nosotros una orden -N a r c is o , übi^pó Prior de las Ordene^

1

Militares de S .'C . .- . v M .-CiudadReal.

Los primeros sucesores dei Sanio, ya difuntos:
El Siervo de Dios D . M iguel Rúa.
D. Pablo Albera, D . Felipe Rinaldi.
112

,-Co«

ped iré D io , c».-mU

• fes rico» «fe fes

fe»^fe-l« pm-m a o c o m r « fe «

pohrrM

. S m J.

Madre
Vemos y admiramos el ár­
bol en majestad de florescen­
cia y casi nada sabemos del
cculto misterio que latió en
sus raices,^ donde llegaba el
agua para asociarse al germen de la vida.
Desde la primera edad dé Don Bosco, lle­
nando después su juventud, aparece una
figura que despierta arrobadora simpatía y
es la de su bendití madre, Jlargarita Occhieiia, quet hoy más que nunca, merece nues­
tro recuerdo porque e$ integrante de la
gloria de su hijo.
¿Quién es élla? pregmita la vulgar lógica
ante todo.lance trágico de las locuras hu-

del

Sanio

¡cónio lo acoge, junto con Don Hosco, y le
proporciona ]xirte del alimento «leí pobre
hogar, cómo le abriga privándose de los c«*bertores del i>n>pio lecho; jmes fue siempre
generosa, no sólo secundando, sino impul­
sando las generosidades del hiji !
Iími>ero, más gmnde aún se nos muestra
en la formación moral, durante los ])rimeros
años de Don Bosco, donde las más delicadas
ternuras de la madre se hermanan con su
firmeza de carácter. V. imv lin, después, se
nos revela con las proporciones de una sin­
gular grandeza, cuando, re<iuerida por Don
Bosco para que le diera ■ su opinión sobre
un importante cargo de Capellán de una

L a C a s a M a d r e d e la C c n g .-c g a c ^ ó n S a l n 'a n a .
ta l co m o s e e n c u e n tra a c ta s 'r a e n t e . - E n t i c e n tro
y

d c id c

la

a ir o s a

cú p o la ,

M a r ía

A n x itic d o ia

c x '.i.a ú e s o c c lr o .

Tl>ln elim ínala c a a l'a «jur a r v e en el A n g elo
e s U latnoaa " C < iM P i n a r d i " . p rlra rra lA lu la de IpB o b ro a d r D o o i ^ a c o , d e l a <|st
Al y BU annta m a d re fiiia a ro a p oaeai 6 a en

IM 6 .

manas. ¿Quién es éila?, debemos preguntar
siempre, y con mayor razón todavía, en
nuestra admiración por todo hombre ver­
daderamente extraordinario.
Aunque Margarita Occhiena fué una mo­
desta señora del campo, sería un error pensar
que era sólo una devota y piadosa campesina
y nada más, si bien creo que \dvió disfrazada
de tal; porque, en verdad, dió muestras de
una nobleza propia de gran señora ■ y, más
exactamente, de una princesa católica. jCuán
admirable aparece en aquella noche, que
puede calificarse como la primera del Oraíorio de los niños desvalidos, cuando atiende
solícitamente a aquel pequeñuelo campesino
que llegaba errante, en absoluto desamparo!
D a a S o a c o e s s > s c c e r íio f t o d : : .lr i¡ik . c o ^ e J b d e te c o »

la *

noble
de Génova, ella, sin vacilar, de­
clara a Don Bosco
coincidiendo con la
oculta resolución de éste - que no lo verá
más si él resuelve habitar en un palacio.
Tan ajustada a los designios divinos se mostró
Margarita Occhiena al apreciar la vocación
sacerdotal de Don Bosco, aceptándola sólo
como dirigida estrictamente al bien de los
pobres, que era la gloria de Dios, y sin mezcla
alguna de la escoria de los intereses humanos.
No hubieran procedido de distinto modo
Mónica la santa, ni Blanca de Castilla.
Para la obra salesiana, fué la Madre de
Don Bosco algo así como la humana men­
sajera de María Auxiliadora.
Chité.
R oberto P eragalix).
r/rM es, y

e a p e e ia la te n le . d e la

c a r id a d

-

P ío

X I.

i 13

SAN JUAN B O S C O P E D A G O G O
Se nos pide un pensamiento y una ben­
San Juan Bosco es el pedagogo tipo: es
dición para el número extraordinario del
bueno, enseña el bien y enseña a hacerlo.
Boletín Salesiano de lengua española.
Se ejercita a sí mismo en el bien, como quiere
Va con estas líneas nuestra bendición efu­ el Apóstol, porque la vida cristiana es cam­
peonato de atletismo espiritual. Traza ante
siva, que quisiéramos fuera gaje de fecundas
bendiciones celestiales para los redactores y
sus discípulos. las líneas de la verdadera
lectores de la Revista, y prenda, para esta
pedagogía, que es la doctrina cristiana, por­
simpática publicación, de largos años de vida
que sir las normas del bien no se puede vivir
próspera y bienhechora.
bien. Y luego, como el calígrafo toma la
Y un pensamiento, o unas sencillas con­ mano del aprendiz y la'guía sobre el carta­
pacio, se esfuerza en aplicar la .vida entera
sideraciones al rededor de un pensamiento;
el que encabeza estas líneas.
de sus educandos a la ley que les ha ense­
La canonización de un pedagogo, la pri­ ñado. Si la pedagogía consiste en mejorar
mera tal vez que en forma tan solemne tiene las almas, ánimas meliores reddere, según la
lugar en la Iglesia, es la consagración defini­ teoría de San Clemente, ¿quién mejor que
santo puede ser educador .■*
tiva de la pedagogía más alta, de la única
Sobre todo cuando el santo se ha impuesto
verdadera pedagogía, que es la cristiana.
Que no se escandalicen los pedagogos del po­ una misión de educación como San J. Bosco.
No dejó el Santo ningún tratado didáctico
sitivismo y del laicismo.
de pedagogía; pero sí que están* llenos sus
Porque la pedagogía, que ha entrado a
formar parte de la filosofía moral y ha adqui­ escritos de la ciencia práctica del magisterio
difícil de enseñar a vivir bien. Así pasó la
rido el rango de ciencia en nuestros tiempos,
vida Don Bosco, haciendo el bien en su más
o es cosa vana o es ciencia y arte del bien
alta forma, que es la santidad, y enseñán­
vivir. Es lamentable el desvío de la ciencia
]>edagógica moderna en este punto: se re­ dolo a otros por medio de la doctrina más
duce a la formación fragmentaria y unila­ fecunda, que es la del Evangelio.
La canonización de Don Bosco es una
teral dcl pensamiento, no a una gimnasia
concertada de toda la ^pda dentro de la
solemne consagración de su pedagogía: vivir
atmósfera del bien. Se analizan las faculta­ bien y enseñar a hacerlo; remontarse a las
des y tendencias del niño, se establecen las alturas de la santidad y levantar a ellas,
normas de una disciplina totalmente conven­ como el águila a sus polluelos, a sus edú­
cional e iutelectualista, se proponen unos cameos; sostenerse él, con el dominio sobre
sí mismo y con la práctica de las virtudes,
fines u objetivos de las humanas acciones,
a lo menos, inadecuados a la grandeza del en la serena atmósfera de una \*ida justísima,
y sostener con su esfuerzo a toda una gene­
hombre, casi siempre raquíticos, muchas
veces francamente detestables. Y el niño ración que se confió a sus cuidados de pe­
queda «ineducado» las más de las veces,
dagogo. Fdcere et docere.
sino queda decididamente «mal educado >
Muerto, habla todavía. Desde los altares
para todos los días de su vida.
a que acaba de encumbrarle Su Santidad
La pedagogía no es gimnasia mental, y si
Pío X I, seguirá siendo pedagogo autoriza­
loes, debe serlo para someter a su ritmo toda
dísimo que adoctrinará a laá generaciones
futuras con su ejemplo y con su doctrina.
la vida. Jesucristo reducía a dos palabras
P ío . X I, al canonizar a Don Bosco, nos
la vana e hipócrita formación de los escribas
y fariseos: «Dicen, y no hacen »; y conden­ ha dado im modelo y un maestro como lo
saba en estas otnis toda la esencia de la señalaba en su Encíclica sobre la educación:
Divini lUius Magistri..,
pedagogía cristiana: «No los que dicen:
Señor, Señor... sino los que cumplen la ley... ».
Y a Séneca se quejaba de la inutilidad de
Toledo, Febrero de 1934.
la formación puramente intelectualista:
E l Arzobispo de Toledo
«Cuando han venido los sabios, dice dono­
samente, han desaparecido los buenos ».
Primado de España.

II4

A J ia d t

vida te recoge e l frm to de Ima o b ra t baeaat - Saa

J. Boceo.

i

EL IN S T IT U T O D E L A S H IJ A S
D E M A R IA

A U X IL IA D O R A

E s la segunda familia religiosa del Santo.
dote que luego murió salesiano, Don Do­
Su nacimiento data de 1872, cuando la
mingo Pestarino, ocupábase en pulir, sin él
Pía Sociedad Salesiana estaba saliendo de saberlo, las primeras piedras del nuevo Insti­
la infancia y empezaba a extender su obra tuto de María, cultivaba una Asociación pa­
por el mundo.
rroquial titulada de Hijas de la Inmaculada
Parecía natural que junto al apostolado
que, el 5 de Agosto del citado ano de 1872,
que con tan buenos auspicios había surgido después de oportuna preparación y de suce­
en favor de los niños,
sivas inteligencias con
viniese otro paralelo y
Don Bosco, recibieron
semejante, en pro de
de manos de éste el
las niñas, que procu­
hábito religioso para
rase conservar y difun­
llamarse, en lo suce­
dir, cada día más, en
sivo, Hijas de María
los medios sociales, el
Auxiliadora.
precioso y bendito aro­
El ejército destinado
ma del devoti feminei
a salvar a la juventud
sexus.
femenina, bajo las ban­
Pero Don Bosco que,
deras de nuestro Santo,
en cuestiones de celo
se había puesto en
sacerdotal y cuando se
m a rc h a , capitaneado
trataba del bien de la
por una heroína, a la
que, según todas las
juventud jamás había
necesitado de estímu­
probabilidades huma­
nas, espera también la
los, en esto parecía
gloria de los altares.
hacerse el distraído,
Sor María Mazzarello.
hasta que la Sma Vir7
Don P«s(aríno.
No le faltaron al
gen se le apareció, en
naciente Instituto dificultades (jue superar,
sueños, como de costumbre, y mostrándole
que por algo era gemelo del que había
una muchedumbre grande de jovencitas, le
nacido en Valdocco, pero la misma dulce y
dijo: « Cuida de ellas, son hijas m ía s».
y se da el hecho singular de que, mientras poderosa Señora que lo había traído al
mundo, triunfó de ellas, despejándoles a sus
la Madre celeste le manifestaba ese deseo,
en el pequeño pueblo de Momese de la dió­ Hijas de un nK>do admirable los caminos
cesis de Acqui, un humilde y piadoso sacer­ del apostolado, para que fuesen dondequiera

La actual C aaa Generalicia de Taris.

La C asa M adre de M om ese.
Dam

I

1

fW '- »

ha sido e l prim er EiÍ KMdor, mo s ito de lU Ü s,

de

to d o

e ! m ea d o

e tr lllx a d o

C a r á . ü rm m pa .

^ ^ 5

a llevar su nombre y su amor, que es la
divina flor i)urpúrea de los rosales de Jesús.
Con el incesante crecer de este ejército, el
Cuartel General de Moruese tuvo que pensar
en lugares más estratégicos y, trasladado
primero a Niza Nonferrato donde estuvo seis
años, instíilóse últimamente en Turm, junto
a la Casa Madre de los Salesiauos y los
restos gloriosos del Fundador.
Ksta es ahora la sede definitiva de la Casa
Generalicia de las Hijas de María Auxiliadora,
bajo la sabia y prudente dirección de la
Madre General, Sor Luisa Vaschetti, sucesora de Sor Catalina Dagliero y ésta, a su
vez, de la Sierva de Dios María Mazzarello.

¡Qué espléndidos triunfos los de ese ejér­
cito de María, surgido por expresa voluntad
del Fundador, como un monumento v i­
viente de su gratitud a la Reina del cielo!
La estructuración de ¿ e ejército es aná­
loga a la del otro, o sea el de los Salesianos.
Su lema es también Da mihi ánimas, caetera
tolle; su gerarquía centraliza todo el Instituto
en una sola cabeza, la Superiora General,
asistida de su Consejo, y representada por las
diversas Inspectoras que, a su vez, lo son

vv
i ,

Taller de co.dura, una de las mil adividades a que se dedican las Hermanas.
El progreso realizado por las buenas Her­
manas, en el br^ve lapso de 6o años, es enorme
y verdaderamente prodigioso.
Kl Santo Fundador, anttó de morir en
1888, cuando el Instituto no contaba más
que i6 anos de vida, pudo ya bendecir
a 489 religiosas, repartidas en 50 casas por
Europa y América, con dos Misiones. Hoy,
desdo la gloria de los altares, el corazón
d^l Padre debe saltar de gozo, viendo que
la bendición paterna alcanza ya a 7.768, de­
dicadas a cultivar su espíritu en 710 casas,
entre las cuales se cuentan nada menos que
67 Misiones.

por las Directoras de las casas. Su método
educativo es el del Fundador, el «sistema
preventivo »; sus tradiciones familiares la pie­
dad, él trabajo, el amor a la ju^fentud, la
santa alegría, la de\’oción a Jesús Sacramen­
tado y a María Auxiliadora, la sujeción y
afecto filiales a la Iglesia, al Papa; su pro­
grama de acción es extensísimo y aparece
dotado de una elasticidad prodigiosa.
Citaremqs algunas obras: Oratorios Fes­
tivos, Internados de todas las categorías.
Escuelas diurnas y nocturnas. Jardines de
infancia. Asilos, Hscr
parroquiales, Escue­
las de Maternidad
señanza profesional.

116

fs e t/erf*oc¿«a

caea/a

darém

«

D ios lo s

e l dimero, em v c i de hkeer ¡imosomí • S. J.

Bmco .

T

L

S o r C atalina Daghero.

La Sierva de D ios M aría M azzareiio.

Magisterio, Talleres, Orfauatos, Hospitales,
Patronatos, Internados para obreras, Obras
post-escolares, Asistencia en las Colonias al­
pinas, marítimas, etc.
¿Y cómo cumplen las Hijas de María Au­
xiliadora este vasto y magnífico programa
de su Instituto? Las estadísticas lo dicen,
su creciente popularidad lo pregona, el mis­
mo Fundador complacióse en manifestarlo
de un modo categórico
autes de ir al cielo.
En 1876, cuando el
Instituto no había he­
cho más que empegar,
escribía él a uno de los
salesianos de América:
«Las Hijas de María
Auxiliadora lo están
haciendo muy bien don­
dequiera que van *.
Más tarde, próximo

El

eefc 7

S o r Luisa Vaschelfi.

ya al fin de sus días, visitando por última
vez la Casa Generalicia de Niza, conmovióse
hasta derramar lágrimas y, como si tuviese
les ojos enagenados en una visión celeste,
exclamó: « ¿No la véis? la Virgen está
aquí, se pasea por la casa, se muestra muy
contenta de vosotras...».
¿ Qué diría ahora el buen Padre, a la
\Tielta de 50 años de fecundas actividades y
de triunfos?
¡Quiera el, desde la
gloria, seguir bendi­
ciendo las obras de
su Instituto de Hijas
de María Auxiliado­
ra, para que reflejen,
mejor cada día, las
santas delicadezas de
su espíritu, tierna­
mente enamorado del
bien de las almas.

m dlrldad d t Dom BO0CO « o * vtrdaderm m em íe ad É tirabkt •

Bf*írfíclo X V .

ir

Don Bosco
Sanio Eucarísíico.
Muy conocido y celebrado es Don Bosco,
como Santo Mariano. ¿Será también Santo
eucarístico?
Así como después de la Redención, quedó
en el mundo instituida la Eucaristía, como
memorial de la Pasión y Muerte de Nuestro
Señor Je.sucristo, así también después del
Centenario de la Redención convenía que
quedase, como recuerdo y fruto precioso y
muy principal, un mayor acrecentamiento de
devoción eucarística.
Tal parece haber sido el designio del Santo
Padre, al disponer que, en todo el Orbe cató­
lico, se conmemore la Institución déla Euca­
ristía con actos extraordinarios, en las pos­
trimerías del Año Santo; durante el cual,
además, han sido elevados a los honores de
los altares varios Siervos de Dios, que se
señalaron en vida por su amor ardentísimo a
Jesús Sacramentado.
Por tanto, si Don Bosco fuera imo de ellos,
si pudiera ofrecerse como modelo de almas
eucarísticas, su canonización, la postrera del
Año Santo, sería su más oportuno y hermoso
coronamiento, contribuyendo poderosamente
a orientar las almas hacia el Sagrario, fuente
inexhausta de la verdadera piedad.
Ahora bien; Don Bosco es un Santo eucarístico de relieve extraordinario. ¿Cómo ne­
garlo? Desde la más temprana edad siente
la atracción misteriosa del Sagrario. Hace su
primera Comunión a los diez años, esto es,
antes de lo acostumbrado en aquellos tiem­
pos; y la hace con preparación tan exquisita,
que desde aquel día feliz, se opera en su vida
espiritual notiible mejoramiento, como él
mismo confesó. Toma la costumbre de co­
mulgar todos los domingos, y la obser\Ti fiel­
mente. a pesar de que tiene que madrugar
mucho para ello y salvar largas distancias.
Pasados algunos años, se le ve comulgar todos
lc« días en el Seminario, contra la costumbre
de entonces, >*endo a escondidas a la con­
tigua iglesia de San Felipe. Y si queremos sa­
ber la razón de tanta fidelidad en esa práctica
eucarística, oigamos su hermosa frase: «la
comunión diaria es el alimento más eficaz de
mi vocación *.
ii8

4
Contemplémosle ahora en el altar. Parece
un serafín; recogido, devoto, fidelísimo en la
observancia de las ceremonias; a veces su
rostro se transfigura y se baña en lágrimas;
y al elevar en sus manos la Hostia Santa, se
eleva él también, y permanece extático por
algún tiempo, como si contemplara a Jesús
cara a cara.
[Oh, la Misa de Don Bosco! Todos quieren
asistir a ella; en Italia y fuera de Italia, a
donde quiera que va, preguntan por la hora
y lugar en que ha de celebrar; y terminada
la Misa, se retiran, exclamando emocionados:
«Es un santo, es un santo ». Así aconteció
el día I'* de Mayo del año 1886 en esta ciudad
de Barcelona, cuando celebró el Santo Sa­
crificio en la Iglesia de Belén. Acabada la
Santa Misa, la multitud de fieles que llena­
ban el templo, a rebosar, se decían unos a
otros, llenos de admiración y de fe; - Ha dicho
Misa un Santo *
Nunca omitía la celebración de la Santa
Misa, ni siquiera en sus frecuentes viajes,
anticipándola o retrasándola, según los casos,
a costa de cualquier sacrificio. Y exhorta a
P kn sa

aef/Baeafe «a

*al>ei la mtata •

S m J . Beaea

todos a que la oigan cada día, recordando
las palabras de San Augustín, « que no pere­
cerá de mala muerte quien oiga devotamente
y con asiduidad la Santa Misa ».
Pues ¿qué decir de sus visitas a Jesús Sa­
cramentado? Fácil nos sería deducir la im­
portancia que a ellas daba, de la exhortación
que continam ente dirigía a los suyos:
« ¿Queréis, les decía, que el Señor os conceda
muchas gracias? Visitadlo • con frecuencia.
¿Queréis que os conceda pocas? Visitadlo ra­
ramente. ¿Queréis que el demonio os asalte?
Visitad poco a Jesús Sacramentado. ¿Que­
réis vencer al demonio? Acudid con frecuen­
cia a los pies de Jesús. ¡Queridos míos, la
visita al SS. Sacramento es un medio efica­
císimo para vencer al demonio! Id, pues, con
frecuencia a visitar a Jesús, y el demonio se
retirará vencido ».
Con palabras no menos expresivas que
estas exhortaba también a la comunión fre­
cuente y cotidiana. Y quería que los niños,
apenas supieran distinguir entre Pan y pan
y revelasen suficiente instrucción, fuesen ad­
mitidos al celestial banquete, sin mirar la edad,
a fin de que Jesús tomara posesión de sus
corazones antes que el pecado los corrom­
piera.
¿Quién no ha oído ponderar los admira­
bles resultados de su sistema pedagógico?
Pi es todo él se fundamentaba en la Euca­
ristía. E l ministro inglés Lord Palmerston
\nsita su Oratorio, y al notar el orden que en
él resplandece y particularmente la compos­
tura de los niños en el inmenso salón de
estudios, le pregunta: « ¿Qué medios emplea
V. para conseguir tanto silencio y tanta
disciplina? ». Y Don Bosco le contesta: «La
frecuente confesión y comunión y la Misa
cotidiana bien oida. Estos son los medios
educativos más eficaces, estas las columnas
que deben sostener un edificio educativo,del
cual se quieran alejar la amenaza y el látigo ».
E l délo, por su parte, parece que quiso sellar
esta pedagogía eucarística con im estupendo
prodigio; pues al dar Don Bosco la comunión
a unos seisdentos cincuenta jóvenes, con un
copón casi vacío, de ta l suerte se multiplica­
ron las sagradas formas en sus manos, que
sin necesidad de fracdonarlas, pudieron co­
mulgar todos.
La Eucaristía es para Don Bosco el reme­
dio de todas las necesidades, la soludón de
todos los problemas. Si los enfermos le piden
la salud, les ordena como la mejor medicina
O o a B o to o e t mm h o m b re - k j- ta d m * V id c r U f a .

la recepción del Santo Sacramento, junta­
mente con la devoción a la Virgen María
Auxiliadora. Si la peste del cólera hace estra­
gos en el país, declara de viva voz y p<u car­
tas y por su Boletín, que es preservativo infa­
lible frecuentar la sagrada comunión con lius
debidas disposiciones; y recomienda, además,
que en todas las iglesias se dé la lx?ndición
con el Santísimo. Al enviar sus ¡)rimeros mi­
sioneros a la Patagonia les da este consejo:
« Confiadlo todo a Jesús Sacramentado y a
María Auxiliadora, y veréis lo que son mi­
lagros ».
En fin, poco antes de morir, deja a sus hi­
jos, como en testamento, el encargo de pro­
pagar la comunión frecuente. Y acordándose
de sí mismo, les dice, en su humildad: « Re­
zad, recibid a Jesús Sacramentado en su­
fragio de mi alma, a fin de que me abrevie el
tiempo del purgatorio ».
Bastan estos datos para afirmar que Don
Bosco es un Santo eucarístico. ¿Podría no
serlo ese sacerdote santo, siendo así que el
sacerdote es el hombre de la Eucaristía?
¿Podría no serlo ese sacerdote mariaro,
siendo así que la Virgen María no tiene otra
misión que llevamos a Jesús, y con tanta
mayor eficacia nos lleva, cuanto más nos
acercamos a Ella?
La canonización de Don Bosco será, por
tanto, oportuno y muy hermoso corona­
miento del Año Santo, centenario de la Insti­
tución de la Eucaristía.
enseñanzas y
ejemplos de su vida eucarística, ejercerán, sin
duda, sobre las almas poderosa influencia,
llevándolas al sagrario, donde está su Esposo
celestial. Y contribuirán a desterrar del
mundo las tinieblas de su ignorancia.
¡Oh, Jesús Sacramentado, el Dios escondido,
es también el Dios desconocido y desamado!
El día en que el mundo se dé cuenta de lo que
es la Eucaristía, el día en que los hombres
conozcan y gusten los suavísimos misterios
de amor que en ella se encierran, volarán
todos al Sagrario; desaparecerá ese gran es­
cándalo de tantas iglesias vacías, de tantos
sagrarios solitarios, de tantas mesas eucaiísticas sin comensales. En ese homo divino se
derretirán los hielos de los egoísmos; gusta­
das las dulzuras de ese festín, ya no habrá
paladar para los deleites del mundo; nues­
tros males tendrán remedio y nuestras pe­
nas lenitivo. Jesús será el amado de los hom­
bres; la tierra el paraíso anticipado.
M a n u e i ., Obispo de Barcelona.

I19

DON

BO SCO !

Nombre más que mundial, nombre uni­
versal, católico como su fe, sus virtudes, su
santidad, sus obras. Kste nombre se repite
con jiibilo, admiración y respeto en todas las
poblaciones del mundo civilizado, en las selvas
y desiertos, donde los indígenas, por él y
sus hijos han recibido la Buena Nueva,
germen y vida de la civilización Niños aban­
donados, obreros, hombres de ciencia, la
nobleza y los ricos, que saben serlo según
el Evangelio; todos le aclaman, le bendicen,
>• alaban en él una grandiosa obra de Dios,
reveladora de sus magníficos atributos.
Don Bosco está grabado en el fondo de
innumerables corazones y jamás se borrará.
Sus talleres, sus escuelas, en su hermosa
variedad; sus libros, sus revistas, lo llenan
todo, lo invaden todo, a manera de onda
luminosa, que destierra errores, arranca v i­
cios, mata las malas inclinaciones, transforma
las almas, llevándolas a Cristo Redentor.
Don Bosco, en su vida y en sus obras, es
Cristo presente en nuestra generación, que
pasa por el mundo haciendo bien, como en
los memorables dias de su Vida Pública. Ni
han faltado tampoco los prodigios y mila­
gros que por medio de Don Bosco hizo el
Señor.
I Don Bosco! nombre glorioso, magnífica
apología de nuestra santa Religión; pues sólo
ella puede formar hombres como Don Bosco;
sólo élla puede darles una elevación sobre­
natural, fuerte, constante, fecunda, en asom­
brosas obras de caridad, hasta el último mo­
mento de su vida.
¡Don Bosctd hombre del pueblo, pobre, sin
empleo ni autoridad en la vida social, sacer­
dote humilde, sin puesto alguno en la geraquía, ejerce toda su \nda una infiuencia decisi\*a y bienhechora, que en todas partes se
deja sentir.
¡Cuántos le deben el ser hombres, más aún,
el ser honrados y buenos cristianos!
¡Cuántos buenos ciudadanos le deben las
Naciones, pues sin la obra de Don Bosco hu­
bieran sido segitramente perversos, y muchos
de ellos canie de c-añóu!
120

Mucho le deben la ciencia, el arte; mucho el
bienestar de las Naciones; mucho la paz y
tranquilidad de las familias; mucho la afir­
mación de la fe, que sembrada en el co­
razón se traduce en valiente confesión de
la doctrina católica, y en obras de eximia
piedad.
Obra de Don Bosco es la creación de les
Cooperadores Salesianos, que, además de sos­
tener materialmente las obras por él creadas,
son un excelente recurso para evangelizar
las clases altas, haciéndoles tomar parte, con
su actividad y dinero, en las obras de caridad,
prestando así ‘ importantes servicios a las
clases necesitadas, a la religión y a la patria,
matando el vil egoísmo y el desordenado,
afecto a lo temporal.
De este modo la Obra de Don Bosco
abarca, para santificarlas, a todas las ciases
de la sociedad.
Por esto el mundo católico le ha canoni­
zado, por aclamación: en vida y después de
su muerte siempre le ha mirado como santo,
no tanto por sus milagros, que bien puede
ser llamado taumaturgo, como por las admi­
rables virtudes que resplandecían en él y los
beneficios que dispensaba, particularmente a
las clases más necesitadas.
La Iglesia, tras de maduro examen, lo
declaró Beato y últimamente Santo, para
que todos los fieles, no ; ólo puedan invocarle
y derramar sus plegarias ante su bendita
imagen, sino celebrar con solemnidad su
fiesta en el día por la Iglesia señalado.
Dondequiera pues será glorificado y se cele­
brarán sus virtudes y sus obras de utilidad
universal.
¡Bendito sea Don Bosco! Que délo y
tierra bendigan su nombre.
Nombre más que mundial, universal, ca­
tólico, como su santidad y sus obras.
El glorificó a Cristo y Cristo le glorifica a
él. El mundo entero cae postrado a los pies
de este Varón verdaderamente singular, glo­
ria de la Igl^ ia, honra del linaje humano y
Bienhechor de la humanidad.
E l Magistral de S evilla .
A>gn'k> « poco.

No

se paedb aer Ma/e e a aa

día -

S aa J . Bote*.

El héroe
educador
Cariyle no conoció a Don Bosco.
Si lo hubiese conocido, los héroes exaltados
por el gran pensador inglés, habrían sido seis
en vez de cinco.
Al héroe como Profeta, como Poeta, como
Sacerdote, como Escritor, como Caudillo,,
hubiera, — es mi con\ncción, — agregado el
héroe como Educador. E l héroe es un enfer­
vorizado intuitivo en sus propósitos vocacionales. El héroe es un tenaz realizador de esos
propósitos, que constituyen la razón de ser de
su vida operante, infatigable y temeraria.
E l héroe suscita a su paso la admiración y
el recelo, el amor y el odio, pero define ante
la muchedumbre la jerarquía de su excepcio­
nal personalidad, y, benéfico o funesto, con­
vierte sus propósitos en vma soberanía de
profundas y vastas proyecciones.
De ese modo, el héroe es un conductor de
hombres o de espíritus.
He ahí porque Cariyle, lo mismo que Emer­
son, si hubiesen conocido la admirable vida
y la obra del fundador de Valdocco, ante la
evidencia de sus prerogativas personales y
ante la magnitud de sus realizaciones |)edagógicas, habrían reconocido y priKlamado al
«Héroe Educador *.
La Iglesia, al proclamar ahora «Santo *
a Don Bosco cumple una misión mas alta,
más severa, más útil a la humanidad que la
misión voluntaria con que inmortalizaron su
nombre el autor del « Culto de los Héroes *,
y el autor de « Los hombres simbólicos *.

l'kín Bosco es substancialmente un hombre
simlxSlico y un héroe. Su gesta es una, como
fué una la gesta de Parsifnl, la de Godofredo
de Bouillon... Pero, en vez del Santo Grial
o de Jerusalén, decid: Educación del pueblo.
¿Que los elementos de le>*enda, elevados
hasta lo sobrenatural, penetran en la gesta de
los héroes poematizados en la Epopeya? Ni
la leyenda ni lo sobrenatural están aiisentes
de la gesta de Don Bosco.
Pero, es que Don Bosco es un héroe con­
temporáneo, casi podrfamos decir de nues122

C a a a ^ «r o*

ocaaMa dr Aacer e/¿ÜM, «o cogéis .

Prim ero y ú!(imo re(ra(os. >

Uno debió hacerse a los
pocos años de haber cantado misa el Santo, y e l otro
fu i hecho en Barcelona, cuando tenia i l 70 años.

tros días, de nuestro ambiente, tan extraño
o tan adverso a todo viso de leyenda y a
todo asomo de lo sobrenatural.
No importa. Cariyle y Emerson lo ha­
brían juzgado desde todos los puntos de la
crítica humana, de tejas abajo. Y habrían
exaltado al genio en el despliegue real y pal­
mario de su heroísmo, señalando a la admi­
ración del mundo la perfecta concurrencia de
sus extraordinarias facultades en la acción
educacional. La Iglesia analizó más honda­
mente aún; ponderadamente disecó la Psico­
logía del héroe hasta las más íntimas recon­
diteces de su vida, tan dinámica en sus acti­
vidades exteriores y tan místicamente activa
en su cristalina espiritualidad.
Y el Santo, o si os place la denominación
profana, el Héroe, aparece en todo el esplen­
dor de sus \nrtudes individuales, en toda la
potencia de su acción vocacional, hasta en
la incontrovertible realidad de su bondadosa
taunjaturgia: \-irtudes, potencia y taumaturgia que, centrípetamente dirigidas desde
correaporntie a atf. A m í hmUaha Cate • S. J. Boaco

la infancia hasta los dias supremos de su
apostolado, plasmaron la personalidad antonomástica del « Educador del pueblo ».

En Don Bosco el educador inicia al Santo
y el Santo resultaría inexplicable sin el edu­
cador. Agreguemos: el providencial educador
del siglo X IX .
Las fuerzas coligadas anticristianas em­
prendieron a mediados del siglo pasado la
campaña menos efectista y aparatosa, pero,
en cambio, la más efectiva y eficaz contra
Cristo y su Iglesia. Concentraron su acción
en los sectores educacionales.
¿Por qué medios? Con el virus naturalista,
disfrazado con denominaciones varias, pero
con doctrina y tendencia idénticas.
La «Naturaleza »es la suprema realidad. Sus
leyes, las biológicas, son soberanas tanto en la
vida del hombre, « un producto sin diferencia
con los demás », como en la sociedad humana.
Concepción naturalista del Universo, es
concepción naturalista de la vida. N i Dios
ni creación; ni alma ni principios religiosos.
La materia reemplaza al alma; la razón ex­
pulsa a la Fe; el instinto ahoga la moral reli­
giosa; el determinismo arroja por la borda al
libre albedrío.
Podemos calcular, a la luz de la historia
contemporánea cuál debía ser el paradero de
las nuevas generaciones, formadas en la es­
cuela naturalista, bajo la influencia de doctri­
nas que sólo estudian al hombre animal y al
hombre económico, desde Spender a Lenine,
pasando por Dewey, Natorp, Kercheusteiner, W . James, e t c .«Cuando el alma humana
se obscurece — sólo prospera y crece — la

La ptU

en

qae fué bauüzado, el popifre

en

fuerza audaz de crímenes cargada * escribió
el poeta.
Frente a ese peligro, surge por la voluntad
divina, el Educador, el hombre símbolo que
había menester la causa de Dios: Don Bosco.
Su obra educacional se adelanta a la de
los inno^’ado^es, la rectifica y la completa.
Responde al más amplio concepto humano,
pero le da su luminoso contenido espiritual.
«l^a Religión y, sobre todo, el amor de Dios
y del prójimo es lo que da un sentido a la
vida. La ciencia es incapaz de ello *, — escri­
bió Hamack. « En el origen de todo pro­
greso social encontramos la fe, la esperanza
y la caridad », — afirmo Boutroux,
Don Bosco puso la ciencia y las artes, las
industrias de la tierra y el trabajo mauuol en
su obra pedagógica, pero puso sobre el her­
vor de su escuela activa la santa energía de
un espiritualismo que, trasfundido en cien­
tos de miles de obreros y de profesionales, de
conductores de niños y conductores de hom­
bres, constitu3*e hoy la más firme y bende­
cida reacción contra el avance del natura­
lismo, fuente de las grandes catástrofes sufri­
das por la cimlización en nuestros tiempos.
Lo que nunca había de obtener fuera del
principio católico el «Humanismo » de Sciiler de Oxford, ni el « Pragmatismo * de W.
James, ni el « Activism o» de R .E ucken,ni el
« Personalismo » de Scheller, ni el «Impulso
vital » de Bergson, quiso Dios, siempre admi­
rable en sus santos, que lo realizara este Sacer­
dote, este Educador, este Héroe... este Santo!
Montevideo, 31 de enero de 1934.

qoe trabajó los fiJüroos afios

D a » S e a c o e * • • hcmÉtre p rovid t» ciM ¡, e* mm m m te . Leas X IIL

jKKOiNIMO ZOLKSl.

y

la cam a ea que nurió.
123

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S a n N íco IAb de lo s A rr o y o s (A rgen tin a).
La primero casa de Amértea, ta l como hoy se halla y ta l como fué a l principio {ángulo sup. izq.). ¡Este si que es el
grano del mostazal iQ ué fecundidad! E l progreso de la Obra de Don Bosco en América es realmente fabuloso. D e norte a
sur. boy una vasta red de fundaciones que. sumadas las de los Soleslanos y las de las H ilas de M aría A ., alcanzan yo o 4 7 1 .

Pensamieníos
sobre Don Bosco
La Canonización de Don Bosco no es sólo
motivo de júbilo para sus hijos en religión,
para la Iglesia Católica; para Italia y para
la niñez de las clases populares del mundo,
sino también para la República Argentina.
Nuestra Patria fué, para Don Bosco, como
la suya propia, y un motivo de su especial
predilección.
La vió en sus visiones proféticas. Le envió
la falange escogida de sus primeros religiosos.
Llevó la civilización hasta sus más aparta­
dos rincones. Penetró hasta el Centro de sus
tribus salvajes. Desparramó sus colegios,
desde Jujuy hasta la Patagonia, y hoy educa
sus hijos; evangeliza sus pueblos; cultir-a sus
campos; hace prosperar sus industrias; di­
fundo la enseñanza de las artes y de los ofi­
cios; forma sus juventudes; orienta el aposto­
lado stxrial de sus exalumnos y desarrolla, en
la República, una acción fecunda de cultura
superior y de progreso.
Al asociarme a la fiesta solemne de su ca­
nonización cumplo con un grato deber de
católico y con afirmar el reconocimiento que
como argentinos debemos, al que fuera
nuestro bienhechor y nuestro amigo y que
124

en adelante, desde la eminencia del altar,
sumará a esos títulos, el de nuestro generoso
protector.
Ca

f f e r a t a

,

Presidente de la Cámara de Diputados
de la República Argentina.

Una de las manifestaciones de la maravi­
llosa diversidad en la unidad divina del Ca­
tolicismo, está en la variedad de caminos
que han abierto los discípulos de Cristo
para llegar hasta El. ¡Cuánta diferencia entre
la contemplación extáctica de un monje
medioeval y el dinamismo apasionado de
Don Bosco!
Con el corazón encendido en Caridad, se
dió a servir las necesidades de su siglo descris­
tianizado, se identificó con ellas, por obra
de humildad y apostolado, y mostró comc^
todos los problemas encuentran la solución en
el repertorio inmenso, de la doctrina de Cristo.
Y por su mano enseñó cómo es la doctrina
de bendición, para el obrero y para el niño.
J

u a n

B. T

e r a x

,

Ex-Rector de la Universidad de Tucumdn
y E x Presidtnte del Consejo Nacional de
Educación de ¡a República Argentina.

S i U itéis U i-ir ttd y la gracia de Dio.*, lo iem íia lorio -

Saa J . Boace.

V

La Pía Unión de los
Cooperadores Salesianos
Organizar fuerzas que le ayudasen a la
actuación práctica de sus ideales fué, desde
un principio, la obsesionante preocupación
de nuestro Santo; fué un pensamiento que
llegó a constituir en él una fijación, mientras
acariciaba y planeaba su gran obra de rege­
neración social.
De aquí nació ,en 1876, la tercera familia
salesiana, llamada <i Pía Unión de Coope­
radores » y su fecha natalicia hállase tan
prósáma a la de la Pía Sociedad de San
Francisco de Sales, que ello parece indicar,
que la idea del Fundador ha sido la de que
estas dos organizaciones deben desenvolverle
paralelamente, a fin de poder siempre pres­
tarse anuida mutua y fraternal.
La Pía Unión no podía sino ser cosa de
Dios, por cuanto surgió en un momento en
(|ue el liberalismo relajaba todos los \*ínculos
(jue unían, entre sí, a los individuos, y el
estado liberal dispersaba a los religiosos liga­
dos por compromisos sagrados.
Llama desde luego la atención el nombre
Cf n que bautizó Don Bosco a la nueva familia:
Cooperadores, que quiere decir obreros, obre­
ros del bien, concepto que sabe todo él a

£1 primero

y

D . Borneo

com e ■hoy ,*e d k e ,

¿5.

humildad, tant<r más extraño, en este cast),
cuanto que, cu los designios del Iñmdador,
la Pía Ihiión estalw destinada a tener gran­
des repercusiones mundiales, y es (jue, ene-

Los Cooperadores cslán dcslinadoit a hacer un bien
immenso a la Iglesia y o la sociedad civil. Pío IX.
Siempre que habléis a vuesiros cooperadores decidles
que les amo de coAirón.
León XIII.
Nos amamos con extraordinario fervor a los coopera­
dores salesianos.
Pío X.
Deseamos vivamente que los Cooperadores salesianos
se apeesten, lodos unidos, o remediar las necesidades
de estos nuevos tiempos.
ben. XV.
¡Ah. los cooperadores salesianos, cómo los amo! Yo
lo soy también y hace mucho tiempo.
Pío XI.
migo él de rótulos pomposos, <tuiso que en
el mismo nombre estuviese como condensjido
el espíritu de la obra, la fecunda laboriosidad
de unos hombres que deberían colaborar pri­
vadamente y en el silencio, a las grandes rea­
lizaciones de su apostolado,
Poseemos el fragmento de una cuartilla
del Santo, en hi (jue aparece expuesto, de

gran Congreso Internacional de C ooperadores Salesianos de Bolonia, que se celebró en i695.
aa

aJírmimta "cíeeáo p o r cieaio” -

J ocrjo M S .

12;

/■
/
/


Tres grandes C ooperadores que personalmente conocieron y ayudaron el Santo.

E l Sr. B en ltez que recibió en
Am trica a los primeros Salesianos. L a Sierva de Dios doña Dorotea de Chopitea que con e l Excmo Sr. Marqués
de Casa U lloa apadrinó la Obra Salesiana en España, y el Sr. Conde CoU i de Francia, granamigo de D . Bosco.

propio puño, el fin que había de perse­ recido en 1874, retocado después, ligera­
mente, y aprobado por Pío IX , el 9 de
guir aquella Pía Unión, entonces llamada
Mayo de 1876.
Unión Cristiana. Helo aquí: «E l fin de esta
Una vez obtenida esta aprobación, y a fin
Unión, dice, es lograr que algunos individuos
laicos, o eclesiásticos, se asocien para ocu­ de que el expresado paralelismo de la Pía
parse de las cosas más convenientes a la glo­ Unión con la Pía Sociedad fuese mantenido,
de un modo constante, pidió Don Bosco,
ria de Dios y bien de las almas.
al Capítulo General Salesiano de 1877, que
Es sencillamente una breve glosa del lema
aquélla fuése agregada a ésta, quedando
salesiano: Da mihi ánimas, que él quisiera
ver adoptado pór todos los hombres de buena -desde entonces incorporados sus estatutos
al Código fundamental de la Pía Sociedad,
voluntad.
y creado el vínculo afectivo que, un poco au­
En aquellos renglones sigue precisando la
dazmente, podría ser llamado de consanorganización: Micfnbros: Puede serlo cualquier
cristiano con tal que se halle dispuesto a tra­ guineidad.
He aquí como surgió la obra de los Coope­
bajar por los expresados fines. Medios: El
radores. E n cuanto tuvo la fórmula pre­
celo por la gloria de Dios, y una caridad
eficaz y operativa en el empleo de todos los cisa para subsistir, sintióse, en el acto, asis­
arbitrios, así temporales como espirituales, tida y estimulada por las más altas aproba­
que puedan contribuir a la consecución de ciones, adquirió fecunda vitalidad y alcanzó,
esos fines, sin buscar jamás el interés ma-« en breves años, una difusión que tiene algo
de milagrosa. A l morir Don Bosco los Coope­
terial ni la gloria mundana.
Hea quí concretado el. verdadero núcleo radores eran ya unos 80.000; hoy, recientes
formati\'o de la vastísima organización, vista estadísticas los hacen pasar de 400.000.
La predicción, pues, del Santo se va cum­
con ojo práctico y corazón de Santo. A buen
seguro que ning\in Gobierno hubiese auto­ pliendo. Estando en 1886 conversando con
rizado jamás la constitución, en ente mo­ algunos sacerdotes exalumnos, les decía:
ral, de Una Obra Pía, por pequeña que « Día vendrá en que el nombre de coopera­
fuese, con una semejante base económica. dor será sinónimo de verdadero cristiano.
Es necesario que este carácter de uni­
De ese primer esbozo de Asociación pasanu>s al programa o reglamento formal, apa­ versalidad quede bien destacado, pues se
SU

126

C w fa

ielam te de a a estre rid e e s ma p sso hacia e l H ela - S& b J . B o « c o .

I'

engañarían quienes creyesen que la Pía
Unión viene a ser un ente moral puesto al
servicio exclusivo de los Salesianos.
Esto sería empequeñecerla y desfigurarla.
Cuando el Siervo de Dios Don Miguel Rúa,
fué llamado a declarar en la Causa de Bea­
tificación de Don Bosco dijo, al tocar el
punto de la Pía Unión, que una de las
aspiraciones del Fundador era que, con el
tiempo, llegasen los Cooperadores a ser cuer­
pos disciplinados de acción, de los que pu­
diesen ser\úrse como auxiliares los Sres Obis­
pos y que, consecuente con esta idea, desea­
ba que los cargos de Decuriones los ejercie­
sen, de ser posible, los Párrocos, cosa que se
viene consiguiendo, con resultados bien con­
soladores, para las obras salesianas y para las
propias parroquias, en Italia y América es­
pecialmente.

y moral, y lucrándose éstos con los mériti'S
del apostolado salesiano y con un opulento
tesoro de oraciones e indulgencias.
Por esto dijo, con frase feliz. Don bVlii>e
Rinaldi que los Cooperadores st>n, a la Con­
gregación Salesiana, lo qiro los ])ulinones :d
cuerpo, órganos indisjx'usablos pari\ la u'spiración y la vida, y por esto afirmaba D<m
Bosco, constantemente, que sin ellos no hu­
biera él podido hacer nada o casi nada, y
en la famosa Carta-testamento que poco an­
tes de morir les dirigió, subrayaba esta afir­
mación, en términos de gratitud tiernamente
colime vedores.
H ay que pensar que, ahora que está en el
cielo, donde tan grande es su poder de inter­
cesión cerca de Dios, la gratitud del glorioso
Santo, aumentada y subliitiada casi basta
lo infinito, habrá de resolverse en gracias y
favores de todo género, de los que partici­
parán generosamente cuantos figuran en el
número de sus amigos y cooperadores, y es
de esperar también que ante los éxitos y
triunfos del amable Fundador, estos redo­
blarán su entusiasmo y renovarán y fortifi­
carán sus nobles propósitos de cooperación.

S re s P á rro c o s D ecurion es reunidos en asem biee.
¿No se ve ya en este propósito de Don Bosco
un atisbo fel^z de esa cruzada universal que,
con el nombre de Acción Católica, promueve
el Santo Padre en el mundo, para incorporar
los elementos laicos al apostolado gerárquico
de la Iglesia?
Claro que esa universalidad de miras no
se opone a que las atenciones preferentes de
la Pía Unión sean siempre para las obras de
Don Bosco. pues por algo esos seglares y ecle­
siásticos beneméritos que a ella pertenecen
Eevan el nombre de Cooperadores Salesia­
nos, y por algo también existe, entre ellos y
los religiosos de las dos Congregaciones ho­
mónimas, un magnífico intercambio de acti­
vidades y de beneficios, recibiendo los Sale­
sianos de sus Cooperadores ayuda material
gtna O o r n « rayoam é «or k r a síe mtUrerM - ... E si-c e n

E l E xem o S r. C o nde R ebaudeng o, actual PreȒ<iea(e
de la A sociación de C o o p e ra d o re s S a le sia ao s.

m ira ck ov moa? J e ¡e d e a ^ a ik - Ftaocmco C o o p te .

12 7

OREMUS PRO PONTIFICE

S. Pío V * Nació en Sosco j
era de la prov. de Alejandría,
como D. Bosco. Al conceder
a María el titulo de“Auxilium
Christianorum". puso el pri­
mer siilar de ia devoción que
llevaba en su seno el germen
de la Obra Salesiana

Pío vil * Instituyó la fiesta
de María Auxiliadora, el de
Mayo, dando vida litúrgica
a la “devoción salesiana”, co­
mo sí previese que, pocos
meses después, nacería su
Apóstol. Si Pío ,V puso la pri­
mera piedra, Pió Vil hizo
los cimientos.

24



'f

i
; 'T

EN HONOR DE LA
D ECRETA M O S Y DE
AL BEATO JL
PIO PAPA XI

Esto parece indicar que los hechos determinantes de ta apoteosis con que hoy celebramos a

PAPA NOSTRO PIO

ANTA TRINIDAD
-IN IM O S SANTO
\N BOSCO
lo JULIO 1934

. Bosco Santo, han sido puestos por Dios bajo el signo de ia Dinastía Papal de LOS PIOS.

M U S IC A

SPORT

TEATRO

EN EL C O N C E P T O Y D EN TR O DEL PLAN E D U C A T IV O DE D O N B O S C O

dT'fhok}

E l S a n io , en su s m ejores üem pos, presidiendo ta b an d a d e m úsica dei O ra to rio .
Si algün día llega a escribirse una historia
verídica y completa de los grandes inventores
de la humanidad, seguramente no faltará
en ella el nombre de San Juan Bosco.
Claro está que a la palabra inventor no
habría que atribuirle un sentido demasiado
absoluto, pues de lo contrario esa historia
hipotética quedaría reducida a muy pocas
páginas.
Inventar no es sinónimo de crear, y en
el lenguaje corriente, quiere decir, ver, ha­
llar, aplicar, utilizar, cosas o propiedades,
antes ocultas.
Nadie pretendería negar a Marconi su
carácter de inventor de la técnica radiotelegráfica porque hajun existido antes que él
esas ondas maravillosas que obran sometidas
a la verita mágica de su genio, y ni siquiera
porque se le anticiparan en el descubri­
miento de las mismas, Hertz, Faraday,
Maxwell, Branly.
En el campo de la educación, y desde el
mismo punto de vista, nadie podría tampoco
despojar a Don Bosco de su carácter de in­

130

ttt

obacn adb qwc, c »

ventor del llamado « Sistema Preventivo »
porque sus elementos existían y a en el
mundo, desde que Dios inftmdió en el
corazón humano una parte de su amor y
de su bondad, y porque algún que otro
educador, esporádicamente, lo hubiese apli­
cado antes que él.
Contrayéndonos nosotros a la materia pro­
pia de este artículo, es cosa archisabida que
música, sport y teatro se conocían y practi­
caban en los viejos tiempos,pero ¿quién los
incorporó a la educación, en los Colegios?
y sobre todo ¿por quién y dónde fueron
empleados estos recursos pedagógicos, de
un modo sistemático, y con los fines elevados,
con los métodos y la eficacia con que los
empleó Don Bosco?
Puesta la cuestión en este terreno, no hay
duda que la exclusiva de haber incorporado
sólidamente a la educación el empleo inesti­
mable de estos recursos, debe concedérsele a él.
Veamos si podemos hacer el milagro de
resumir, en m uy pocas páginas, lo que en
este punto le debe la pedagogía moderna.

gemcrmi, ae fcace pocm limfxsam j qmc «oa pBCt» h »

*

*■»

- S *a J. fioacs.

LA

lA Ú S IC A

€S considerada por todos los filósofos como
la más espiritual de las bellas artes,
basta el extremo de llamarla divina, como
querendo indicar que nos viene de Dios y
tiene virtud para elevamos hasta Dios.
No podía pues Don Bosco dejar de utili­
zarla, como recurso educativo, él -que lo
utilizó todo, hasta cosas que a muchos pare­
cían poco serias y profanas, habiendo lle­
gado a constituir una de las características
más simpáticas de su vida y de sus obras. Sin
la música, las Casas Salesianas tendrían una
fisonomía borrosa y se sentirían como pri­
vadas de una parte del oxígeno respirable.
¿Quién se la enseñó a Don Bosco?
Nadie; su bondad nativa, su inocencia angeli­
cal, la fina contextura de su espíritu, su
instinto de lo divino; todo en colabora­
ción con el ambiente musical de sus colinas
hogareñas, llenas de flautas de pastores y de
esquilas de ganados y de dulces campaniles
y de pájaros.
Con toda esa preparación espontánea, al
sastre de Castelnuovo, Roberto, con quien
trabajó el Santo en sus mocedades, debió
serle más fácil transferir a Boscheüo su ciencia
del canto llano, como sochantre que era, ade­
más, de la parroquia, que enseñarle a hil­
vanar una aguja. Con él empezó también
al Santo a descifrar el secreto de las teclas,
gracias a un desmedrado clavicordio que el
honrado menestral tenía en su casa.
Y tras del piano aprendió el violín, sir­
viéndose de un pobre instrumento carica­
turesco que debía finar bien pronto debajo
de los zapatones claveteados de su joven
amo, en un momento de alarma y sobresalto
por lo que éste más amaba en el nnmdo, su
vocación de Santo.
Digamos, desde ahora, que la cultura mu­
sical de Don Bosco nunca pasó de modesta,
porquq tanto esta habilidad como otros mil
conocimientos secundarios que hubo de adqui­
rir, tenían el exclusivo objeto de facilitar, en
su día, el cumplimiento de su misión di\rina,
y estaban muy lejos, por consiguiente, no
sólo de orientarse hacia ningún género de
virtuosismo artístico, pero ni siquiera de
ocupar en serio su atención, absorbida por
estudios y proyectos trascendentales. Tratá­
base, sencillamente, de ir reuniendo el ma­
yor número posible de armas y de medios
con que ganar las batallas del Señor.
B e eo ^ió era d o



Pero aunque no era maestro, vióse obliqado a tener que actuar muchas veces como
tal, y fué un gran formador de maestros,
que han dado días de gloria a la Iglesia y al
arte, y no pocos hiin alacanzado renombre
envidiable.
Aquellas primeras academias de « bel
canto » del Oratorio, sobre cuya puerta
campeaba el mandato de la Escritura non
impedios mUsicam, eran, en lo material, una
birria, ytí que el pobre Don Bosco estaba
hecho un retablo doliente de agobios y con­
trariedades. Una pieza reducidísima que tenía
que servir, a la vez, de comedor, o de co­
cina, o sabe Dios de cuantas cosas más; un
pizarrón grotesco, una silla de enea puesta
de atril, y un instrumento, que empezó siendo
acordeón, adquirido en el rastro por diez

SOPR.e COKTR. ' "’l

Ab si canil.
B n to C lo v .to te o ,
Am.iUA.Cb.

Ab.

ti

can

Ul»

-

U lB

no»

auon

f« • d» - 11^ n> - lou in - iH>ro

liras, y después de penosas y largas meta­
morfosis, llegó a convertirse en armoniura.
E l benemérito acordeón transformóse pri­
mero en organillo de manubrio, verdadero
costal de gatos que importó 35 liras, cuyos
rollos religiosos amenizaban las funciones de
la pequeña capilla Pinardi, y que ésta debía
temer más que un terremoto, cuando aque­
llos fuguillas oratorianos, a raatacaballo, ha­
cían girar el manubrio. Después ascendió a
la categoría de clave, otro armatoste ajus­
tado en 30 liras, viejo, asmático, harto de
ejecutar minués.
Nuestro Santo no se apuraba nunca. A pe­
sar de su inmensa ambición de almas, de sus
impaciencias febriles de apostolado, sabía
esperar; poseía, a la perfección, el equilibrio
propio de la santidad. No olvidaba que lo
mejor es, a veces,* enemigo de lo bueno y.

Dom B oaco com o ma h o m b n exírm oedím ario

• P . F rasco S . J .

I3 I

con sabio oportunismo, llegaba indefecti­
blemente adonde quería, si no de una volada,
a saltos, o como fuese.
I^a picara necesidad le obligó, no sólo a
pulsar instrumentos, sino también a embo­
rronar ])entagramas.
Enamorado de todo lo que es sencillo y
espontáneo, le encantaba la música popular,
y más de una vez viéronle, en plena calle,
lápiz en ristre, anotando en un carnet de
bolsillo las tonadas con que los obreros sue­
len amenizar su trabajo.
Con una de esas melodías de matiz popu­
lar armonizó, en 1842, unos versitos hechos
por él, y destinados a celebrar aquel año las
fiestas de Noche Buena. Otras veces los
versos se los hacía el célebre Silvio Péllico,
e.vrcelente amigo suyo.
Como entonces aún no tenía casa, sus
« biricchini» tuvieron que aprender aquella
letrilla en pleno campo.
Su « d e b u t» tuvo lugar en la iglesia de los
P. Dominicos, y la « reprise» en el famoso
Santuario de la Consolata, donde el mismo
Don Bosco les acompañó al órgano.
Aquella ingenua coplita, entonada por vo­
ces frescas y alegres, que antes sólo se habían
oído en los barrios más infectos de la ca­
pital para afrentar la civilidad y las buenas
costumbres, conmovió a los turineses y a
muchos les hizo llorar.
T an impresa quedó aquella melodía, que,
44 años más tarde, un aficionado pudo aún
reproducirla con notación musical ad perpetnam mcmonam, y últimamente sirvió de
tema a uno de sus hijos para componer
la grandiosa misa
con que. en 1929,
celebró Turín la
l^atificación del
Padre.
lyOS (jue oyeron
a q ti e l l a o b r a
maestra de la po­
lifonía religiosa
del ilu s tre Pagcl a, podrán decir

El C a rd e n a l C a g iiero ,
A pósfoi de corazón de
fuego y genio mu&ical
que alegró la infancta
d e ia C o ngregación
S a lesian a.
I'?2

¿Aihi «c »

si el primer ensayo musical de nuestro
Don Bosco ha tenido, o no, la brillante dia­
dema que merecía, no ciertamente por su
valor intrínseco, que como el de otras obras suyas, un Gloria, un Magníficat, unas
Letanías, unos Tantum ergo, era muy poco y
casi nido, sino por el espíritu, por el impulso,
por ser aquellas sencillas composiciones las
primems larvas de oro de un ideal que, sem­
brado con profusión, debía producir cose­
chas espléndidas de sana alegría, de be­

lleza moral, de fervor religioso y de pro­
greso artístico.
De sana alegría, porque música y alegría
son inseparables. En las casas salesianas no
puede anidar el microbio de la tristeza,
ya que todos los días, a horas determinadas,
un sonoro aleteo de voces o de instrumentos
barre y purifica el ambiente.
De belleza moral, porque la moralidad se
beneficia grandemente con la alegría, crea­
dora y fomentadora de optimismos, desmaterializadora de sensaciones, disipadora de
esas nieblas oscuras y perniciosas que a veces
oprimen las alas del corazón y le invitan a
volar a ras del fango.
De fervor religioso. El canto y la religión
han ido siempre juntos; la Iglesia nació can­
tando, en el Portal de Belén, en las cata­
cumbas. ¿Quién podría enumerar las
ganadas a la religión y a la piedad por la
música salesiana y los centenares de escolanías o <scholae cantonim » fundadas en
sus iglesias?
Este, este fué el afán primario, continuo,
ardiente de Don Bosco, que sus iglesias se­
mejasen pequeños cielos, que todas las pa­
rroquias tuviesen organistas y cantor^, para
lo cual ninguno de sus niños dejaba de aprender el canto eclesiástico, que las fies-

Hrmpo, mima imSml a ingrata,

qaa rachas a Dios?

• S«B J . Basco.

tas religiosas del Oratorio (¡oh gran, Cagliero, cómo te recuerda aún su incompa­
rable Basílica!) se celebrasen con toda la
magestad y belleza posibles.
De progreso artístico, en fin, porque es
natural, esos millares de bandas de música,
de orquestas, de orfeones que Don Bosco ha
regalado al mundo, tienen forzosamente
que estimtolar la afición, producir inquietud
artística, propagar la cultura musical. Esa
profusión de fiestas, de academias, de au­
diciones, de conciertos, organizados por los
Colegios Salesiauos no puede a menos de
hacer vibrar el entusiasmo en su cuerda
más noble; esos ejércitos de instrumentistas
y de cantantes salidos de la clase obrera que
deben a nuestro Santo, además de un arte
u oficio, el reciirso de la música como medio
de ascensión económica, es indiscutible que
contribuyen a serenar, con su arte, el am­
biente familiar, y a llevar a la sociedad en que
viven elementos de amenidad y cultura.

¡D ogliani! — ¿quién
no le conoce? Discí­
pulo de C a g lie r o ,
m aestro de varias ge­
neraciones de músi­
cos. esludo 24 afios
al lado del S a n io ,
hace 70 que mora en
el O ratorio, y ha al­
canzado una cándido
vejez de 85, con inte­
ligencia ágil y espí­
ritu encantador.
C u an d o se pone a
re ferir co sas de D on
B osco, no acaba.

mi niñez pasada con Don Bosco no se
borra ni se efefuma, antes bien se renneva
con sensaciones gratísimas, no .sui>eradas
ni siquiera por los más grandes aconteci­
mientos artísticos. Y eso que he cono­
cido a Verdi, Puccini, Mascagni, Giordano.
Perosi; que con ellos he hablado de arte >•
de otras cosas... La querida fisonomía de
Cagliero la llevo siempre en el corazón au­
reolada de cariño y de respeto.
Aquella música ingenua, aquellas sencillas
melodías y romanzas que oí y canté en el
Colegio Salesiano, no han podido ser ahogadas
por las magníficas sonoridades de la ópera,
y cada día me inspiran mayor simpatía».
EL S P O R T

Don Bosco solía decir: * Jtl niño que no es
vivo de carácter, (jue no es alegre y bullan­
guero, está enfermo, física o moralmente; las
jY con qué dulce nostalgia las
recuerdan esos hombres aquellas
inefables fiestas musicales del Co­
legio Salesiano!
« Hace más de 25 años — dice
el exalumno Don L. Alpino,
miembro de la directiva de uno
de los primeros teatros de Italia
— hace más de 25 años que
frecuento los teatros, como «ama­
teur * y como crítico de arte lí­
rico, pero el recuerdo de aquellos
tiempos y de aquellos cantos de


O b f » tie D ob B o a to es eslraonitm ciia } c í t c d e ¡as fu erts s I

en amas

:

León XKL

133

excepciones son raras. Dadles pues a los ni­
ños libertad de correr, gritar y saltar, a fia cimenio; la gimnasia, la música, el teatro
infantil, las excursiones al campo son medios
eficacísimos para obtener la obediencia y fo­
mentar la salud y la moralidad ». ¡Qué sabias
lecciones de experiencia I

G ru p o d e oipinisías salesian os ad o ran d o a D ios
ante la blancura inm aculada d e los ventisqueros.
I.,a educación física, no cabe duda que es
el específico insustituible para preparar gene­
raciones robustas.
También en esto fué Don Bosco heraldo
magnífico de los tiempos modernos, que han
venido a caracterizarse por la furia de los
deportes, y decimos furia porque este es el
vocablo que suele emplearse ahora y porque
expresa, además, muy bien lo que esri^s tienen
ya de excesivo y violento.
Adivinó Don Bosco que los ejercicios al
aire libre son excelentes derivativos de otras
actividades malsanas, y deseó ver a sus ju­
ventudes como las ven los que frecuentan las
sociedades deportivas dignas de este nombre;
anchas espaldas, tórax dilatado, color sa­
ludable, ojos vivaces y llenos de espíritu de
empresa.
Al comienzo de su obras, todas las formas
de sp^>rt entonces conocidas tomaron carta
de naturaleza en el Oratorio; todas, >*a se
entiende, las que no ofrecían peligro para
la moralidad, rngilada por él y defendida
más que la niña de sus ojos.
Antes de ordenarse de sacerdote, le vemos
a él mismo haciendo de saltimbanqui, y
dedicándole, con miras sublimes de aposto­
lado, a juegos de agilidad física. Una vez
estabilizada su obra, vérnosle organizando
en los patios de recreo verdaderos maick de
134

.4a/n.o,

decfdíoa « aerwlr

carreras y de saltos, corriendo él al frente de
sus niños, hasta cuando ya los años ponían
en sus pies calzado de. plomo y martirizaban
sus piernas, cubriéndolas de llagas varicosas.
¡Oh, las clásicas partidas salesianas, a ban­
dera, a carabineros, a papel y trapo, cómo
se recuerdan!
Con el progresar de los tiempos, vino la
gimnasia escolar, y los colegios salesianos,
fieles siempre a su tradición, apresuráronse
a adoptarla; vinieron el ciclismo, el foot-ball,
etc. y por doquiera viéronse surgir, entre
alumnos y exalumnos de Don Bosco, equipos
de aficionados y campos de deporte; todo
sin olvidar los juegos tradicionales, todo bien
reglado y disciplinado, para que lo que ha
de ser provechoso no se convierta en dañino.
Don Bosco enseñó también a las juven­
tudes a salir de las ciudades y pasar sus
ocios en plena campiña; a ponerse en con­
tacto directo con la naturaleza, fuente ina­
gotable de sinceridad y de fuerza.
Aún hoy, lo que más se les hace ape­
tecer a los niños, en los Colegios de Don
Bosco, dentro de su plan de distracciones,
son los días llamados de «paseo largo », ver­
daderos baños de salud y derroches de júbilo.
En setiembre de 1850, dueño ya el Santo
- de la casa Pinardi, le vemos con todos sup
« biricchini » camino de «I Bechis » su país
natal. Era una excursión de 35 kilómetros,
por caminos de herradura, a través de ba­
rrancos y bordeando colinas.
Nada de coches ni cabalgaduras; el cro­
nista tiene buen cuidado de decimos que
iban en el caballo de San Francisco, pédibus
calcdntibus.
Don Bosco marchaba, en medio de sus ni­
ños, alegre, animador, enredado en continuas
conversaciones llenas de sprit, que eran
una excelente morfina contra el cansancio
muscular.
En aquella tan original caravana llevaban,
unos, a la espalda, la guardarropía de los
cómicos que debían actuar en los pueblos
(¡pobre novedad la del moderno Carro de
Tespis!) otros cargaban con los instrumentos
musicales, indispensables en los pequeños re­
gimientos de Don Bosco, y todos iban pro­
vistos de un panecillo y una manzana, para
ir mordisqueando durante el camino.
El paseo se hacía por etapas. Ua primera
era Chieri, en la que resonaban aún el nombre
y las hazañas de Boscheiio, el fundador de la
Sociedad de la alegría, el debelador de chara O fo«.

y re riis qaé tfmhe y

aaare

e s s» servicio - Saa J .

Beao».

latanes y pajosos. Después venían Ri\’a y Bu
tigliera, que recordaban también su infancia.
En Becchis ya su hennano José espe­
raba con ansia, después de baber prepa­
rado lo necesario para los excursionistas; un
gran vaso de lata en el brocal de la fuente,
una regular provisión de frutas y de fiambres,
y unas apetitosas hogazas de pan moreno,
que los rapaces devoraban con hambre de
músicos, aunque muchos de ellos no lo eran.
No había allí, es verdad, camas donde pa­
sar la noche, pero ni uno solo de aquellos
cientos de niños dormía expuesto al relente.
E l granero, el establo, el henil, ofrecían a
todos cómodas yacijas de fresca y crugiente
paja y otras blandas y olorosas hierbas.
Antes de tumbarse, alegraba la murga a
los buenos campesinos, cuando no los cómi­
cos en su ventilado escenario, que formaban
con carretas trabadas entre sí, y terminada
la fiesta, una letrilla a la Virgen, las ora­
ciones rodilla en tierra, y las « buenas no­
ches » de Don Bosco, delante del prado fa­
moso, donde él había visto en sueños su
misión divina.
En este plan pasábanse algunos días, allí
o en otros pueblos del Piamonte, (que todos
por tum o los recorrían) propagando la santa
obra del Oratorio, criando buena sangre, y
haciendo el aprendizaje de la virtud alegre.

EL

TEATRO

Cuando en Junio de 191T y en la Cisn
Madre de Turín, celebróse el
Congreso de
Oratorios Festivos, uno de los concurrentes
se levantó proponiendo hi abolición absoluta
del teatro, por creerlo responsable de tales
y cuales peligros de orden moral, ha pro­
puesta fué unánimemente rechazada por
el buen sentido de los congresistas, ipie .se
pronunciaron por dirigir al bien, por elevar
y ennoblecer, antes que por suprimir y des­
truir.
Era aquel un eco del buen sentido del Fun­
dador que, 64 años antes, y anticipándose
una vez más a su tiempo, había concebidti,
como un resorte genial para dirigir las almas
al bien, el teatro de los niños [tcatrino).
Su primera aparición en el Oratorio fué
curiosísima.
Todos los sábados, por la tarde, sentá­
base el Santo a confesar a los pequeños,
además de hacerlo diariamente por la ma­
ñana, pero como sus obligadas peregrinacio­
nes por la ciudad, en busca de amigos y de
recursos, le ocupaban tanto tiempo, llegaba
a casa, de ordinario, bastante tarde, tenién­
dose que prolongar las confesiones a veces
hasta las once de la noche, y más.
¿Cómo entretener a los niños que y a se
habían confesado? porque ninguno se resig­
naba a ir a dormir sin haberle besado la
mano a D. Bosco! (amor es este que tiene algo
de incomprensible) E l Santo llamó al joven
Carlos Tomatis, liabló con él unas palabras
y el remedio contra el aburrimiento co­
menzó a aplicarse, acinella noche misma.

Tomatis reunió a sus compañeros en una
habitación, anudó en el dedo índice de cada
mano la punta de un pañuelo de bolsillo, de
modo que simularan dos cabecitas, cubrióse
el cuerpo con una pizarra, e improvisó un
diálogo de polichinelas.
Fué aquella la primera impresión crepus­
cular del teatro salesiano, que debía lanzarse,
en seguida, a una carrera loca de evolución
y de progreso.
Bien pronto el flamante Maese Pedro de
Valdocco se hizo con una cabezota de Cristobita auténtico, y las sabrosas veladas noct urnas adquirieron nuevos relieves de ameni­
dad, centuplicados cuando un gran amigo
del Santo Fundador, el Marqués Frassati,
regaló a sus « biricchini » un guiñol com])leto, un teatro de fantoches. ¡Gran fiesta!
¿ Quién había de decir entonces que aquellos
dos pañuelos de bolsillo, que aquellos mu­
ñecos de madera, habían de convertirse, an­
dando el tiempo, en miles de escenarios, sa­
biamente utilizados por los hijos de Don
Bosco, como piilpitos, para inculcar a la
juventud, de un modo intuitivo y placen­
tero, las verdades de nuestro Credo, esce­
narios que se levantan ya hasta en las selvas
vírgenes, para la evangelización del salvaje?
l’orque es este el objeto preciso del teatro
infantil salesiano, servir de istrumento para
el esparcimiento honesto, para la formación
social, para la moralización y la catcquesis.
En el Reglamento que escribió Don Bosco
se dice expresamente que el teatrito ha de
divertir, educar c instruir, en la medida de lo
posible, y dentro de la moral más estricta.
No quería el buen Padre qire se turbase
el alma serena de los niños con obras trucu­
lentas y ni siipiiera excesivamente dramá­
ticas; aconsejaba que no se estimulase la
vanidad de los pequeños actores con refinamientós del atrezzo escénico, cuidaba de
tpie nadie osiise levantar ni una punta si­
quiera del velo que cubre y debe cubrir los
\icios y per\-ersidades humanas; proscribía
de su teatro las frases de doble sentido, las
|)alabras mazorrales, las demostraciones clial'iicanas y poco cultas.
hos que, aferrados tal vez a viejas rutinas,
no admiten este precioso recurso educativo
di. Don Bosco, porque no han tenido ocasión
do ahondar en su verdadero espíritu, ni conotvr sus magníficos resultados, recuerden
aquellas palabras que una vez hubo de prominciar el S;mto: «Para salvar las almas,
A ir* M /i«r<r r.< n tn x tr io

sería yo capaz hasta de quitarme el sombrero
delante del diablo ».
H ay que conocer las nutridísimas bibliote­
cas de Lecturas Dramáticas que han salido
y salen de las prensas salesianas, para darse
cuenta del alto valor de apostolado que tiene
el teatro infantil de Don Bosco, y de la cali­
dad moral de su contenido, que ^ quería fuese
limpio y espontáneo, como agria de manantial.
H ay que leer esa deliciosa obrita escénica
salida de su pluma que se titula «La casa de
la fortuna »> y ha venido a ser el exponente
de su criterio, de su delicadeza de sentimien­
tos, y de su refinado gusto moral y artístico.
No transigía, repetimos, con que se ini­
ciara a los niños en el conocimiento de los
misterios del mal. Invitado en cierta ocasión
a presenciar una comedia en un internado
aristocrático, mostró su desagrado apenas
se dió cuenta del tema de la obra, que tra­
taba de los conflictos sentimentales de un
padre, inclinado a preferir a un hijo suyo,
fruto de amores incautos, postergando a
otro hijo legítimo. El Santo estaba vio­
lento y, sin esperar a que terminase el primer
acto, entabló con uno de los superiores que
tenía al lado, este breve diálogo; — ¿Pero
Vdes representan estas cosas? — ¿Por qué
nd?; sería preciso huir del mundo para igno­
rar del todo ciertas desgracias. — Bueno,
pues que Vdes lo pasen bien. Pero... ¿se
marcha Vd? — Precisamente — y le­
vantándose, abandonó el salón.
Con repulsas como esta, con actuaciones
personales, con reglamentos y consejos,
y con producciones suyas originales, por
el estilo de la ya citada «Casa de la for­
tuna *, en las que son admirables la sencillez
de la concepción, la naturalidad del diálogo,
la gracia y vivacidad de la acción, sin compli­
caciones metafísicas, sin sobreestructuras
inútiles, de modo que hasta los niños de me­
diocre inteligencia entiendan el argumento
y penetren el alto significado moral, Don
Bosco venía a decir, prácticamente, a sus
H ijos:« He aquí cómo yo entiendo el pequeño
teatro; no lo olvidéis ».
Y sus Hijos, dóciles a las enseñanzas del
Padre, pusieron manos a la obra, y surgió
la legión de los Salesianos comediógrafos,
al lado de la de los nuisicos y de los profeso­
res de cultura física. Sus obras, si tuvieran
que ser aquí reseñadas, ocuparían muchas
páginas.
Como cariñoso homenaje a los que be-

n c frr • P tos en elcoemx6m, U eternidad en ¡m em!>etm v e l mnndo debafo ¿e los pies

>S. J . Bosco.

bieron directamente las enseñanzas del Fun­
dador citaremos a un Bongiovanni, especia­
lista en el manejo del folklore piamontés; a un
Guidazio, un Conelli; un Pioton, que en 1887
hizo llorar de alegría al Santo — fué aquella la
última representación a que asistió! — viendo
reproducida en la escena la figura de su alumno
predilecto, el Venerable Domingo Savio; a
un Ar-^rés Beltrami, hoy propuesto para el
honoi d i los altares; y para no fatigar más
al lector, a un Francesia, el atildado huma­
nista autor de magníficas comedias latinas,
y a un !henioyne, simpática figura de escritor

en América, siendo autor el primen> de Ro­
manzas bellísimas, tan celebradas como «l.o
Spazza camino » (El Limpiachimeneas) cuya
rápida popularidad hizo decir al nusm«'
Verdi que había eclii'eado otra Romanza
suya del mismo nombre.
Recorderemos también con el unís ca­
luroso elogio, las mil y una produccio­
nes, así dramáticas como musicales, de exa­
lumnos salesianos que se glorían de seguir
fielmente las huellas de sus educadores, y di­
remos, para terminar, que, de todo este ad­
mirable florecer de actividades, encaminadas

fll escenario de
la C asa-M adre.

1:1 " c a rro d e T eap'n”
del m isionero.

y estilista, que no contento con la formidable
empresa de escribir la Vida grande de Don
Bosco, próxima ya a completarse por su
continuador el P. Ceria, con un número de
volúmenes que no bajará de 20, daba a la
escena dramas y más dramas, históricos unos,
alegóricos otros, y todos tan bien escritos
y tan interesantes, que aún hoy se dejan ver
y aplaudir con gusto.
No queremos terminar, sin decir algo del
teatro Frico, en el que tanto han descollado,
por ceñimos sólo a algunos de los nombres
más rep es mtativos, (¿gliero en Italia, A l­
cántara en España, Costamagna y Pedrolini

a excitar en las almas el estímulo de la san­
tidad, de toda esta maravillosa profusión de
iniciativas y de obras, la gloria recae ínte­
gra sobre Don Bosco, el amable Santo de la
juventud, el adivinador de tiempos nuevos,
el intrépido, el incansable, el optimista, que
supo utilizar todos los medios, aún los que
aparentemente eran menos adecuados, para
perseguir el mal en todos los terrenos y sem­
brar el bien, siempre y dondequiera.
A él pues nuestra gratitud eterna, en estos
momentos sobre todo en que la humanidad
lo aclama de rodillas, en los altares, en un
triimfo de luz y de gloria.

H e s i Jo ma admirador de D . B osco deramle 57 aÉes. A bero ijwt ka maerlo ad/orne resta eacoaeodorm e a é¡ ‘ C tsa r C a a 'i,

13 7

j

MARIA AUXILIADORA, EL SANTO
____ Y LAS OBRAS SALESIANAS
Puede decirse, en cierto modo, que Don
Bosco y la Auxiliadora nacieron juntos,
pues como recordamos en otro lugar de esta
Revista, en 1815 instituyó Pío V II la Fiesta
de María Auxiliadora, y aquel mismo año
vió la primera luz el que debía ser su Apóstol.
¿Casualidad? Sea, pero sabemos que la
divina Providencia no confía las cosas al
acaso, y nada nos impide creer que, con
esta rara coincidencia. Dios quiso significar
que Don Bosco era el hombre destinado a
propagar en la tierra la nueva devoción de
su Madre y a regentear las obras que Ella
deseaba regalar a los hombres.

:áv'^

iKT::

El célebre cu ad ro de L orenzone que el S a n io m and6
pintar y se venera en el a lta r m ayor d e la b a sílic a.
|Y con qué filial y heroico entusiasmo
correspondió Don Bosco a su mandato! Bien
puede decirse que no vi\ ó más que para
María Auxiliadora. No pasaba día sin que,
bien en las cartas, bien en las estampitas

4

138

que solía dar de regalo, escribiese algún pia­
doso pensamiento sobre su Virgen. L e dedicó
libros, le hizo acuñar medallas por millones;
«con mucha frecuencia — decía — hemos
de mandar hacer medallas de María A uxi­
liadora, y de ordinario los encargos son de
cien mil cada vez ».
Publicó y quiso se publicasen siempre,
en el Boletín Salesiano, los favores recibidos
de esta buena Madre, a fin de aumentar
más y más la confianza y gratitud de los fieles,
y no hay más que repasar las páginas de
alguno de los 17 Boletines que, escritos en
otras tantas lenguas, se lanzan a recorrer el
mundo, mes a mes, año a año, para darse
cuenta de los progresos formidables que esta
devoción ha hecho. Antes de Don Bcsco
nadie la conocía, hoy es tan universal como
otra cualquiera.
L a primera iglesia digna de este nombre
que él levantara, la grandiosa Basílica de
Valdocco, construida con un capital inicial
de 40 céntimos, y hecha, no con piedras, sino
con milagros — al decir del Santo — la
quiso él dedicada a María Auxiliadora, a pe­
sar de las dificultades y prevenciones oficiales
que se le oponían.
« La Virgen lo quiere — decía Don Bosco
— los tiempos que corremos son tan cala­
mitosos, que es urgente la necesidad de que
María Auxiliadora nos ayude a conservar y
defender la fe cristiana ».
¿No te parece, lector, que estas palabras,
arrancadas de las frías entrañas de un siglo
ya sepulto, conservan aún, para nosotros,
una palpitación vi\^ y candente, a nosotros,
hombres del siglo veinte, que al oirlas nos
sentimos presa de indecibles alarmas, y como
forzados a caer de rodillas?
Esta Basílica del milagro es hoy el punto
de partida de todas las obras y de todas la
santas ambiciones salesianas, donde se man­
tiene siempre vivo el fuego sagrado de un
culto efusivo y espléndido, oficiado por 70
sacerdotes, alegrado por los cantos y ora­
ciones de 800 niños, que a su sombra apren­
den a ser buenos, y por ima célebre capilla
musical de más de 300 voces; convertido
en meta de continuas peregrinaciones que

Qmieii dlfín de am lib ro bmemo adqm lere mm m érito im eomparaUe •

Sm

J . Koaco.

movilizan decenas de miles de devotos, especiamente durante las fiestas de la titular,
en las quellegan a distribuirse liasta 50.000
comuniones...
De este palacio de la Virgen de Don Bosco
han partido ys. 3.000 misioners y otras tan­
tas misioneras Büjas de María Auxiliadora,
para llevar el Evangelio civilizador a las
regiones más apartadas de la tierra, donde
reinan la esclavitud y el embrutecimiento.
Pensad en todo lo que esto es y reprepresenta, y pensad que todo lo ha hecho
Don Bosco por amor a su Virgen, a María
Auxiliadora.
Y Ella ¿qué es lo que ha hecho a su vez
por amor a su Siervo Don Bosco? Veámoslo:
Cuando él empezó a dar sus primeros
pasos en el Apostolado, eran tales las difi­
cultades, que el espíritu más resuelto se
hubiese vuelto atrás. E l Santo, seguía su
camino con serenidad, y decía a los que le
rodeaban: « E stad tranquilos, todo pasará ».
Y todo pasó, en efecto, gracias a la mano irre­
sistible de María Auxiliadora.
Según el sacerdote Borel, gran amigo de
Don Bosco. éste para muchas cosas era de
carácter tímido y encogido, y no obstante
de eUo se estableció en Turín, completamente
solo y desvalido, y fundó sus geniales catequesis y luchó a brazo partido con todo el
que quiso poner obstáculos a sus nobles
ideales, y llenó de niños su Oratorio, de niños
que eran de lo más avieso, de lo más inedu­
cado, de lo peor de la ciudad; los raspas de
la calle, los golfillos y vagabundos, tanto que
llegaron a preocupar seriamente a las auto­
ridades políticas.
Ahora bien ¿cómo un hombre de carácter
tímido pudo hacer todo esto sin contar con
alguna fuerza sobrehumana?
H ay más todavía. El, que carecía de los
medios de vida más indispensables para sí y
para su madre, dedicábase a recoger y mante­
ner niños abandonados. Al principio fueron
diez, luego ciento y en seguida mil en la
áola ciudad de Turín. No contento con
haber multiplicado su Instituto -por Italia,
Francia. España, Inglaterra, Polonia, surcó
los océanos y plantó sus tiendas en los más
remotos continentes. «Esto es rm fuego de
paja — decían los escépticos— y muy pronto
se apagará. Don Bosco es un pobre loco
que se ha metido en vm callejón sin salida ».
Pero el callejón convirtióse en carretera
real, y el loco se saÜó con la suya, blan-

E i Santo retratad o orando ante “ su V irg en ".
queando hoy sus tiendas nada menos que
en 51 naciones.
Todo con el apoyo indefectible de su A uxi­
liadora.
Las estrecheces económicas de la fundación
son a veces dolorosísimas y las deudas \^n
creciendo hasta formar montañas, pero el
Santo no se apura « Tengo un banco — dice
— que no falla nunca ».
Limosnas imprevistas que a voces co­
rresponden matemáticamente a la necesidad
del momento, donativos, milagros, todo lo
que sea preciso hará la Virgen para equi­
librar las finanzas de su Apóstol.
Así es Ella. Don Bosco pudo decir que, en
cuarenta años, no le había faltado jamás el
pan a sus niños, y entonces sólo tenía algu­
nos miles de ellos. Ahora que los tiene
por centenares de miles, sigue ocurriendo lo
mismo.
La prensa perversa, herética, era en aque­
llos tiempos, dueña del campo y ponía
tanta provocación y cinismo en sus pro­
pagandas qtie nadie osaba hacerle frente.

Oom Bo ko fm tel Sm V¡B<xmfe de Pmil deJ migh XJX - El “T W .” «Je loaóret.

139

Don Bosco, desconocido como escritor,
baja a la arena y se hace periodista, escribe
folletos, funda las Lecturas Católicas, cuyos
opúsculos mensuales hubo de prepararse él
l>ersonalmente durante los diez primeros
anos
Preocupado por limpiar las obras clá­
sicas del veneno que contenían, a fin de
que los niños pudieran estudiarlas sin peli­
gro para su alma, funda la « Biblioteca de
la juventud italiana » y lanza a la palestra
centenares de publicaciones de todo género,
historias, geografías, matemáticas, libros de
devoción, todas escritas en un solo lenguaje,
el del fervor cristiano...
Si es siempre costoso tener que acudir a
una imprenta para tales publicaciones, es
mucho más costoso montar una imprenta
propia, y a los que le ponderaban la imposi­
bilidad de conseguirlo, él les decía: « Y a lo

Los Boletines por orden
de antigüedad*

llaliano 1877 — Francés
E spañol 1686 — Inglés
Alem án 1895 — Polaco
P ortugués 1902 — Húngaro
Esloveno 1907 — Lituano
Indio
1928 — Holandés
Bohem o 1950 — Croato
Eslovaco 1950 — Japonés
C iiino 1952

1879
1692
1897
1905
1927
1929
1950
1950

Gráfico comparativo de los 17 Boletines Salesianos.
desde su fundación respectiva. Formando una pila doble,
con todos los ejemplares salidos de las máquinas, el
Italiano alcanzaría ho)r 17.000 metros de altura, igual
a dos veces la del Hiroalaya. Este monte aparece en
un extremo, y en el otro aparece diminuta la torre
EiBel.

140

veréis; tendremos una imprenta, después
una grande imprenta, después muchas im­
prentas ».
La previsión se ha confirmado. H oy las
que tiene Don Bosco son 127, que, cal­
culadas solamente a razón de dos má­
quinas cada ima, arrojan im total de 250
máquinas de imprimir, 250 catapultas enfi­
ladas contra las murallas de la inmoralidad
y de la irreligión, 250 empresas encar­
gadas de cubrir el mundo de centenares de
millones de hojas, portadoras de palabras
y de ideas santas.
¿A quién atribuir todo esto, si prescin­
diéramos del poder de María?
Lo habríamos de decir mil veces y siem­
pre nos parecería poco. Todas estas obras
gigantescas que hemos enumerado y otms
muchas que podríamos enumerar, son im­
posibles de comprender ni explicar sin La
Virgen de Don Bosco. Desde un pimto de
vista puramente humano, él era im hombre
grande, esto hoy nadie lo duda, pero aun
siéndolo, no podía acometer él solo em­
presas tan extraordinarias y conseguir éxitos
tan asombrosos.
¿Quién es Don Bosco? — decía, conster­
nado, después del recibimiento apoteósico que
se le había hecho en París — \ Ah, si iodos esos
Señores supieran quien es Don Bosco, se mara­
villarían y tal vez hasta se avergonzarían de
haberlo distinguido tanto\.
Los que en 1825, transitando por la carre­
tera que de Castdnuovo conduce a BuUigliera,
se hubiesen fijado, a mano izquierda, en una
pequeña colina que allí se levanta, habrían
visto sobre ella una miserable casuca, y un
prado en la mediación de la colina, donde
pastaban dos vacas al cuidado de un zagalillo
desgreñado, pobre, ignorante, sin valimientos
ni ayuda de nadie... Este, Señores, este es
Don Bosco. N i mds, ni menos; un pobre y
rudo campesino... y su voz se deshacía en el
silencio; un temblor de emoción sacudía lige­
ramente sus labios y, con la cabeza in­
clinada para que no se le notaran dos lá­
grimas que caían por sus mejillas, excla­
maba: ¡Oh qué buena es María Auxiliadora!
Restitujam os al cuadro todos los valores
reales y toda la brillantez que la proftmda
humildiad del Santo le quitaba y aun así
tendríamos que exclamar con él:
¡Qu¿ buena es María Auxiliadora!

Aio

tm féis

coa fos

Héicmlizmii o ! Pmp* y a Uta ir i a i t i n a de D fo t -

Saa J. Boaou.

íBuena Misa

/

¡a de Don Bosco!

Siempre que miro a Don Bosco y su Obra,
me ocurre lo mismo; lo admiro, me emociono
y acabo sintiéndome mareado.
Quizás en na(^ se fatigue tanto el espíritu
como en dar con d origen, la razón de ser y
la síntesis de lo que le despierta o le excita
admiración. ¿Qué es esto? y ¿por qué es?
¡Cómo le hace trabajar, le inquieta y ator­
menta dar con las respuestas a esas dos pre­
guntas!
¿Qué es D o n Bosco?
¡Don Bosco y su Obra!, qué interrogación
tan abrumadora para ese gran curioso que se
llama el espíritu humano!
Y cuando la mente comienza con afán su
oficio de investigación, se, ve forzada a pasar
por ima carrera de obstáculos, con que pa­
rece se gozan en impedir su oficio los pere­
grinos contrastes de que está rebosante la
vida y la obra de ese gran hombre: pobreza
de portal de Belén en su nacimiento en el
establo de I Becchis y en tantos comienzos o
nacimientos de sus oratorios, escuelas, igle­
sias y misiones, y abundancias y colmos de
medios insospeclmdos para el sostenimiento
y la ampliación; burlas, desprecios, calumnias,
persecuciones, amenazas, agobios de deudas
•y de trabajos y, a la par, florecimientos, fecimdidades y expansiones inverosímiles...
¿Qué es Don Bosco? ¿por qué, por qué?,
se pregunta inquieto, atenazado y fatigado
al fin el espíritu...
E l mío, después de cansarse hartas veces
buscando las adecuadas .respuestas, cree
haber Eegado a la suspirada síntesis y al
misterioso porqué de tanta grandeza.
E l S acerdofe cabah
Don Bosco es ni más ni menos que un
Sacerdote cabal, es dedr, un Sacerdote del que
Dios y las
sacaron todo lo que se puede
y se debe esperar de un Sacerdote.
¡Qué descanso produce a mi mente mirar
a Don Bosco ai través de esa sola palabra:
Sacerdote!, en todos sus significados y con
todas sus consecuencias.
No .=é si lo he dicho o escrito alguna vez,

0

Dom B o c o

"c/ íejTO

de l U i i e " -

Pí> IX.

Celebrando la Sania M isa, una mañana de Enero
de 1879. el Santo fu£ visto elevado en éxfasia.
pero hace mucho que lo vengo pensando y
sintiendo: cada vez creo más en el Sacer­
dote, en el bueno, para (¡uererlo y agra­
decerlo más, en el malo para temerlo
más.
No creo que liaya hombre, entre todos los
revestidos de poderes y dignidades y presti­
gios en la tierra, que ejerza en ella más poder
que d Sacerdote, para edificación, si es fiel,
para destrucción y ruina, si pf>r desgracia no
lo es.
Si por institución del divino Fundador del
Sacerdocio, es luz y sal del mundo, no le
queda opción a serlo o no serlo: o es luz que
alumbra y calienta, o es luz que ofusca, ciega,
quema y achicharra; o sal que preserva de
la corrupción, o sal que inutiliza y esteriliza
toda siembra del bien; ¡siempre luz* ¡siempre
sal! Porque Jesús lo quiso, lo mandó y lo
sostiene.
Ahora, al través de estas dos palabras, mi­
remos a Don Bosco y su Obra, y volvamos a
pr^untar; ¿Qué es?

141

Y respondamos: Un hombre y una obra
todo luz y todo sal; pero luz, no fría, sino que
a la vez que alumbra inteligencias, calienta,
sin quemar, corazones; derrite nieves; ablan­
da y funde almas de piedra y de hielo; y sal
que preserva e inmuniza de corrupciones a
las almas inocentes e indefensas, despierta
y estimula hambres de inapetentes y has­
tiadas.
Todo la z y fodo sal.



Esa palabra, Sacerdote todo luz y todo sal,
iqué bien abarca toda la vida y toda la obra,
antes y después de muerto, con las inconta­
bles y variadísimas actividades de Don
Bosco!
Observadlo, perseguidlo con vuestra in­
vestigación a cualquier hora, en cualquiera
conversación u ocupación... ¿qué dice? ¿qué
hace? ¿qué proyecta?... Siempre el mismo
oficio y la misma respuesta: un Sacerdote
espaiciendo luz y derramando sal.
Ahí está todo Don Bosco y toda su Obra...
Un Sacerdote! No un pedagogo, un escritor,
un organizador, un fundador, un taumaturgo,
que también fué Sacerdote: No, no !U n Sa­
cerdote cabal!
Y ¿ p o r qué fan g ra n d e ?
La otra respuesta: ¿que por qué? ¿por
qué ese Sacerdote difundió tanta luz y
tanta sal?
Aparte de que no conocemos la medida de
lo que Dios da y pide a cada uno de sus Sa­
cerdotes y la forma bajo la que cada cual
puede y debe ejercer sus oficios sacerdotales,
mirando a este Sacerdote, verdaderamente
Sacerdos maf^nt^s, completo mi investiga­
ción condensando todos los porqué de su
grandeza en esta sola razón:
P o r su M is a ,
Aseguro, — y lamento no tener aquí tiempo
ni lugar para probarlo, — que el misterio de
toda la grandeza del Sacerdote Juan Bosco
esttivo en su Misa, esto es, en que, no sólo
acertó a celebrar bien su Misa desde el día
de su ordenación sacerdotal, sino en que en
toda su vida de Sacerdote no hizo otra cosa
que celebrar Misa, una Misa que tuvo su

142

Smd*

má» e§cM par*
aMes • S aa J . Boaco.

obttm er

e/

peedóm

de

io t

Introito en el de la primera que celebró en
la Iglesia de San Francisco de Asís, de Turín,
y cuyo Ite Missa est fué el último aliento que
exhaló y la última bendición que dió en su
rinconcito del Oratorio de Turín, el 31 de
Enero de 1888.
Si la vida de Don Bosco, como la de su
Maestro Jesús, fué esto, una Misa en la que
constantemente estaba ofreciéndose, inmo­
lado con su Jesús inmolado, para alabar y agra­
decer y aplacar e impetrar a Dios, en su
Ofertorio, jcon cuánta verdad podría decir
cada mañana: Suscipiamur a Te, Domine,
et sic fíat sacrificiim nostrum in conspectu
tuo hodie, ut placeat Tibi, Domine Deus! Un
hombre en perpetuo sacrificio en honor de
Dios, una inteligencia vigorosa, un corazón
vehemente, unas fuerzas robustas constante­
mente inmoladas, están en las mejores condi­
ciones para pasar por la tierra siendo sólo
luz y sal de Jesús y sombra viva de Jesús, y
¡no titubeo en decirlo! Jesús descaradamente
obrando maravillas, en su peri>etuo identifi­
cado y cosacrificado.

He visto, pintadas y esculpidas, muchas
imágenes del Santo Juan Bosco, ¿cuál me
ha gustado más?
Muy bien que se le represente rodeado de
niños, de obreros, de indios, [de sus redimi­
dos! o de Angeles y nimbos de gloria, ¡sus
compañeros eternos!, pero en donde mis ojos
y mi corazón y mi alma de Sacerdote se re­
crean y descansan es en la estatua yacente
de Don Bosco de la urna de cristal de su
Sepulcro, en la Basílica de María Auxilia­
dora de Turín...
¿Por qué? ¡Mé dice tánto verlo revestido
de ios omametos sacerdotales en medio de
tantos altares! ¡Como si estuviera celebrando
Misa en cada uno de ellos! ¡Como respon­
diendo a Prelados y Principes, a Salesianos y
Salesianas, a niños, a obreros, a los fieles
todos, al inmenso ejército de sus agradeci­
dos, que por ante él pasan y por él pregun­
tan:
*
¡Es el Sacerdote Don Bosco, diciendo su
Misal
M

a n h e i

G

o n zá le z

,

Obispo de Málaga.
pecados

y

asr^ararae

la rida

eferaa,

gae hacer caridad a loa

UN P O C O DE ESTADÍSTICA
L a P í a S o c ie d a d d e S a n F r a n c is c o d e S a le s
nació en el Oratorio de Turín, el i8 de Diciembre de
1854, con 18 profesos. Stis Constituciones fueron apro­
badas en 1874?.
E n 1888, al morir el Fundador, los religiosos eran
1.224 y sus casas, en Europa y América, 62.
Actualmente los religiosos son 10.406, y las casas
693, dependientes de 45 Inspectorías o Provincias ca­
nónicas, De estas casas, 127 son Escuelas de Artes y
Oficios, y 56 Granjas agrícolas, para la formación de
obreros cristianos.
Tienen además a su cargo los Salesianos 47 centros
de misiones y 410 iglesias públicas, la mitad de las
cuales son parroquias.
L a H ija s d e M a r ía A u x ilia d o r a = Con este nombre
recibieron el hábito, de manos de San Juan Bosco, las 15 primeras religiosas, el 5 de
Agosto de 1872.
E n 1888, al morir el Santo Fimdador, las religiosas eran 489 y sus casas 50.
Actualmente las religiosas son 7.768 y las casas 710, con un total de
lumnas, según la última estadística de 1932.
'

343-754

Cómo están repartidas en el mundo las Casas Salesianas.
S aluiion HijisAtM. A.

S alesaos Hijas litM .A .
C asas
C asas

E uropa ,

i.

2.
3.
4
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17.

Italia
Austria
Bélgica
Checoeslovaquia
Francia
Alemania
Inglaterra
Yugoeslavia
Holanda
Polonia
Portugal
España
Suecia
Suiza
Turquía Europ.
Hungría
Albania
Total

America . 18. Argentina
19.
20.
21.
22.
23.
24.
25.
26.
27.
28.

Bolivia
Brasil
Canadá
Chile
Colombia
Costa Rica
Cuba
E l Salvador
Ecuador
Guatemala

174
10

381

II

14
0
.30

4

25

15
9

12
I

31

5

50
I

4
I
g

0
362
76
/
2

4
4

8
0
0
6
0
17
0
3
0
0

17i
^
14
I

4
5

16
I

A

s ia

.

I

469
43

I
4

T

Case*

29.
30.
31.
32.
33.
34.
35.
36.
37.

Q
Q

A

f r ic a

.

Honduras
. .
Méjico
. . .
Nicaragua
. .
Panamá
. .
Paraguay
. .
Perú
. . .
Estados Unidos.
Uniguay
. .
Venezuela
. .
Total

38.
39.
40.
41.
42.
43.
44.

China
. .
Japón
.
India
. .
Palestina
.
vSiani
. .
Turquía Asiát.
Siria
. .

45.
46.
47.
48.
49.
50.

Argelia
.
Congo Belga
Egipto
.
Marruecos
Suráfrica
Túnez
.

.

-

2
I

.
.
.
.

.
.
.
.

10
0

T o t a l de fundaciones de la
Obra Salesiana

. .
Total

Casa»

3
3
1
4

11

6
10
22

12

14

II

258

213

7

9

34

6
8

9

4
4
7
3

2

I

I

0

0

I

4

8

O c E A í n A . 51 .

3
3

5

15
.
.
.
.
.
.

18
22
6

Australia

I

5

I

2

3
4

2

0
0

I

0

4

98

3

30
1.430

LA VISITA DEL SANTO A ESPAÑA
Un mes en Barcelona.
Ivs este un tema tan sugestivo para el Bo­
letín de lengua española, que no debe ser
tratado a la ligera, ni ofrecido a nuestros
lectores en comprimidos.
Mientras preparamos pues el opúsculo en
que particularizadaniente se describa la me­
morable visita que nuestro Santo hizo a Es­
paña, recogiendo, antes de que se pierdan
para siempre, testimonios de personas v i­
vientes que, en aquella fausta ocasión, le co­
nocieron y trataron, y documentos acaso in­
teresantes que sabemos axisten dispersos en
archivos y familias, ponemos aquí esta breve
reseña, que quizá» no tendrá otro mérito
qhe el de llenar un vacío que por fuerza
habría de parecer inexplicable.
A fines de 1885, Don Bosco recibió, entre
varios pliegos certificados precedentes del
extrangero, uno de España. Lo abre y se en­
cuentra con un dibujo escolar, una máquina
de ferrocarril en la qu^e está escrito TurinBarcelona.
Está visto — diría el buen Padre — esos
buenos españoles quieren a todo trance que
yo vaya a visitarles. A las cartas apremian­
tes de cooperadores y personalidades, uníase
ahora esta invitación de los pobrecitos niños
del colegio de Sarriá que, con el de Utrera,
constituía entonces toda la obra salesiana
en España.
E l grito amoroso de aquellos inocentes que,
para conseguir su deseo, estaban haciendo
novenas e imponiéndose mortificaciones, fué
lo que tal vez acabo de decidirle y, apenas
asomó la primavera inmediata de 1886, se
puso en camino, a pesar de sus achaques y de
sus 70 años cumplidos. Acompañábanle Don
Rúa y el joven clérigo Oírlos Viglietti.
Todo el viaje fué un prolongado y fer­
viente homenaje popular: Genova, Alassio,
Niza, Marsella, Montpellier, Cette, que ya le
conocían de otras veces, acogieron su paso
con las más delirantes demostraciones.
Y el que el 8 de abril, de 1934 había de
ser recibido triunfalmente como Santo en
Turín, el v'' de abril de 1886, o sea 48 años
antes, era j'a recibido triunfalmente como
en Barcelona.
Porque, entre las impresiones magníficas

144

que aquel grandioso acontecimiento dejó 'en
el ambiente, ésta debe y merece ser desta­
cada sobre todas, que el pueblo barcelonés
hallábase plenamente convencido de que re­
cibía y veía a un santo auténtico, como los de
la Edad Media, según afirma, en otro lugar de
esta Revista, uno de los testigos más calificadps, que aún vive, el prestigioso Director de
«la Hormiga de O ro », Sr. Viada}* Lluch.
Y es en esto en lo que queremos hacer
liincapié.
E l continuo desplazamiento de grandes
muchedumbres, en que veíanse confundidos
el aristócrata encopetado con el hombre de
ciencia y con la humilde mujercita del pue­
blo; el ir y venir, un día y otro, de miles de
personas, a la distante casa de Sarriá, donde
Don Bosco se hospedaba, sólo para verlo }*
recibir su bendición, ambicionada pomo una
gran fortuna; las exclamaciones colectivas;
los testimonios particulares; y sobre todo,
los prodigios manifiestos, incontestables, que
surgían a la luz del sol, llenando de estupe­
facción y produciendo fervoroso revuelo, eran
señales más que evidentes de que el hombre
qiíe pasaba por Barfcelona, era, en efecto un
gran. Santo.
No hay una sola página de la preciosa Cró­
nica que nos dejó escrita el Sr. Viglietti,'en.
que no se destaque el religidso afán de las
gentes por acercarse a Don Bosco.
Espiguemos, a vuela pluma:
Día I I de abril — hoy han= venido varios
miles de personas.
Día 13 — hoy las visitas han sido nume­
rosísimas; tan sólo de tres a seis de la tarde,
han desfilado más de 2.000 personas.
Día 20 — E l pobre Don Bosco se halla sin
aliento y sin fuerzas, únicamente por tener
que dar la bendición a tantísimas gentes
como vienen y decirles «¡Dios os bendi­
ga! ». E l ferrocarril Barcelona-Sarriá híf
tenido que aumentar las salidas de trenes, y
dicen sus empleados que nunca habían \*istO
tanto movimiento.
Día 29 — Son ya riadas los que acuden,
a pesar de que estamos a tres millas de Bar­
celona. Llegan a Sarriá y, al ver que todo el
colegio está ya ocupado, se sientan a lo

es k>fve Asee e/ mu-éo sAin ¡kaanos e/ censtfa de tkrnf - Sai J. Cosco.

i

largo de íü carretera y de las calles, y allí
comen y esperan todo el día,' hasta que les
llega el tum o de ver a D on.Bosco.'y digo de
\-erlo, porque una vez que han conseguido
entrar en su habitación, por gmpos de 50
(10, y a no hay quien los arranque de allí.
Después de recibida su bendición 5- la me­
dalla de ila ría Auxiliadora, yo les exhorto
a dejar el puesto a otros, y me desgañitn
gritando — ¿Pero (jué hacen \’des aquí.-'...
- Mirarlo, me responden. ¡Hs un santo, es
un santo! — y se (juedun contemplAndolí» y
llorando, y reciben muchos favores,
Día 30 — Ha teniilo lugar la cimferencia
en Belén. El grandioso tcmi>lo era un océaiu'

de cabezas y, si huhie.se sido tres
cuatro
veces mayor, se-habría llenado lo mismo,
tanta era la gente que había quedado fuera...
calculo que liabrfa unas 15.000 personas.
Don Bosco asegura <|ue jamás, ni en Italia,
ni en Francia, ni en la misma París, ha visto
nada semejante.
Día 2 de mayo
La muchedumbre ha
sido hoy imponente.‘Desde las 4 de la madru­
gada liastíi las 8 de la noche, patios, co­
rredores y habitaciones han estado siempre
llenos, de bote en fxíte- Don I^osco no sabíg
Esta mañan.a cómo salir de la iglesia.
Día 3 — Hemos tenido que poner p'i gos
en la portería para que firmen los que no
pueden lograr ver a Don Bosco, el cual ha
hecho saber que bendecirá las firmas. i>en-

D eaJe la Fdwil M edia, nadie reririó to%

fi—

salido en sus autores. Esta tarde .so han
recogido de 6 a 7 mil.
■ Y basta. Como se ve, estas anotacionos,
más bien que hojas de Crónica, semejan
hojas clínicas, en las que, a medida que van
jirrgresando los días, va subiendo la curva del
entusiasmo popular.
ritim am ente Don Bosc<i tem'a'qiie subir a
una de los galerías del nuevo edilicio y <lesde
allí daba su lieiuHción al pueblo apiñado en el
])atio. «lue ]¿\ vee'ibía de rodillas y vitoreando
. buen Padre, lira un es])ectáculo impo­
nente. Muchíis sollozaban.
Bastarían estas escenas dee moción colec­
tiva, verdaderamente inexplicable, para juz-

1

gar de lo <iue sentía el pueljlo con respecto a
Don Bosco, ih*to citaremos, además, algún
que otro testimonio de particttlares.
Cuando el día i de mayo fue a deeár misa en lu
parroquia de Belén, atestada de jmblicf»como
el din anterior, en que tuvo lugar la célebre
conferencia, el párroco se adelantó a la ba­
laustrada con ánimo de habfar a la muche­
dumbre, |)ero vencido por la emoción d<*l
nannento, sólo pudo exclamar, a grandes v<»ces. y llorando: ¡Hijos míos, tenemos entre
nosotros a un santo!
Decir esto y abalanzarse el público al
presbiterio. pr>seído de un verdadero furor
religioso, fué un abrir y cerrar-de f*jí < Bra­
zos robusto.s tuvieron que defender al hu­
milde anciano.

mej or <¡we Doa /lonco -

M

5

f
'T

i

1
i

Lo empujaban, lo arañaban, lo levantaban
en vilo — dice el cronista — pero él seguía tan
tranquilo; esos entusiasmos populares más
bien le hacen reir y a veces dice, con su ha­
bitual buen humor; «me hacen daño, pero
esto no importa; el pedazo más gordo no se
lo llevan, está bien agarrado ».
Había ya visitado personalmente en su
casa a algunos de los principales coopera­
dores de Barcelona — ¡cuántos, en España,
envidiarán ahora la suerte de aquellos bue­
nos catalanes! — al Sr. Obispo, Padres Jesuí­
tas, Religiosas del Sgdo Corazón, familia
Pascual, familia López, la incomparable Dña
Dorotea, hoy Sierva de Dios, de quien dice
Viglietti, lleno de admiración: ¡Qtiella signara
Dorotea é dawero una mamma!; y hacía mu­
chos días que estaba invitado a comer en
casa de la patriarcal y salesianísima familia
Martí Codolar, que le tenía preparado a nues­
tro Padre un agasajo propio de reyes.
Fué a su villa, entonces la más famosa de
Barcelona, el día 3 de mayo, y no es perti­
nente a nuestro argumento describir las fies­
tas, las alegrías y los extremos de afecto con
que fué allí recibido por toda la casa y su
gran número de invitados.
Los dueños, Don Luis y Dña Consuelo,
obtuvieron del amable invitado una en­
trevista privada. Fué larga, y sólo Dios
sabe lo que hablarían entre ellos; lo cierto
es que ambos salieron con los ojos hin­
chados de llorar y que, abstraídos en
ideas trascendentales, iban repitiendo; ¡Es
un santo, es un santo!
Aquella tarde se hizo un grupo en el jar­
dín, la magnífica y tan conocida fotografía
que aquí reproducimos una vez más. Por
rara coincidencia vense reunidos en este
grupo un santo y dos siervos de Dios, Miguel
Rúa y Dorotea de Chopitea, probables santos
de un mañana que deseamos no muy remoto.
A l lado de Don Bosco sentóse un distin­
guido huésped de la familia, im abad mi­
trado de la Trapa.
Apenas tirada la placa, que ha tenido el
privilegio de dar x'arias veces la vuelta al
mundo, el virtuoso abad habló a los pre­
sentes, ponderando, con conmevedora elo­
cuencia, quién era Don Bosco y, en seguida,
se le vió caer de rodillas a sus pies para pedir
su bendición, no sin haberse antes despojado
de su anillo y de su cruz pastoral, mientras
decía estas palabras: « Ante este varón de
Dios no hay autoridad que \^lgal ».

146

Dmo*

CM

Todos estos testimonios podrían bastar
para dejar bien confirmada la opinión que
allí se tenía de Don Bosco, pero Dios quiso
hacerla resplandecer' más y más por medio
de la que podríamos llamar prueba especí­
fica de la santidad, el milagro.
Fueron muchos, en efecto, los que obró en
Barcelona.
Un día era una niña, con todo el lado iz­
quierdo paralizado, a la cual hace moverse
y juntar las manos, sólo con hacerle decir:
« María, curadm e».
Otro día ocurre lo propio con un niño que,
desde su primera infancia, no había podido
mover un brazo.
Ahora es una endemoniada que espera la
curación del Santo, al pie de la escalera del
Colegio, retorciéndose y echando espuma­
rajos, y luego se marcha a su casa tranquila,
besando la medalla de María Auxiliadora.
Ahora es la pobre mujer llamada Rosa
Tarragona que, recibida la bendición, en
medio de otras 40 personas, se pone a gritar
como loca al sentirse instantáneamente li­
bre de un mal declarado incumble...
E l día 14 de abril recibe Don Bosco una
carta de Marsella, en la que se le anuncia
que el 3 del mismo mes, Dña Elisa Blanch,
enferma de enagenación mental, habíase cu­
rado al recibir la bendición del Santo, cuando
pasaba de viaje para España.
El 20 recibe un telegrama de París con­
cebido en estos términos: Vicomtesse de
Céssac tres malade - Vicomte de Céssac.
Tratábase de dos buenos cooperadores, y
el Santo oró en el acto por la enferma, no
sin encargar a Don Rúa que contestase
por carta. Pero antes de que ésta fuése en­
tregada al correo, recibíase este nuevo te­
legrama de la capital de Francia: Hier,
instantanémente dans la soirée j ’ai eié guérie,
je mange et je bois. Merci pour vos prieres.
- Vicotntesse de Céssac.
Averiguóse luego que el momento de la
curación había coincidido con el de la ora­
ción del Santo.
E l día siguiente va Don Bosco al con­
vento de Religiosas de Loreto y la comu­
nidad en pleno le recibe, presentándole
a una monjita que antes no podía andar
ni moverse y, que el día anterior ha­
bíase curado, aplicando en las piernas
una medalla de María Auxiliadora. * Delante
de nosotros — dice el cronista — se puso
la monja a correr y saltar, llena de alegría.

Oemipo mi m errM o de D ios f ftBdrH s siem pre e l c o r tó a miegre y

coafeafo • S . J . Boaco.

Y referidos nuevos hechos semejantes, se
cree el cronista en el deber de disculparse,
por haber omitido otros: «Son muchas las
maravillas que presenciamos todos los días
y las que nos vienen a referir, pero, en me
dio de tanta confusión de cosas, no es poáb le llevar cuenta de todo ».
Terminaremos con un curioso episodio
también de marcado sabor milagroso:
Presentóse en el colegio de Sarriá un sa­
cerdote, pidiendo ver a Don Bosco. Una vez
en su presencia, expresóse en estos términos:
i Vea, Padre, esta noche morirá el párroco de
Santa María del Pino; jra está en las últi-

No era aquél el único aspirante a la
pingue parroquia, pues otros habían ya tam­
bién echado sus cuentas contando con la
inmediata muerte del titular, pero María
Auxiliadora escuchó la oración de su Siervo
y dejó burlados aquellos planes. Con gran asombro de todos, el cáncer que padecía el en­
fermo detuvo su terrible actividad apenas
se sintió tocado por la medalla bendita, y
comenzó la mejoría.
Después de todo lo expuesto, se nos ocurre
aún una pregunta, con la que ponemos punto
fínal.
¿A ese fervor admirativo de que rodeó a

L O S P R IM E R O S C O N S T R U C T O R E S D E L A O B R A S A L E S IA N A E N E S P A Ñ A

D on F elipe R inaldi.
mas. Da parroquia que va a quedar vacante
es por muchos conceptos, la mejor de Bar­
celona y yo quisiera una bendición espe­
cial de Vd. que me asegure el éxito en el
concurso que se habrá de celebrar.
E l Santo fijó en él sus dulces ojos y le
dijo: — No niego lo que Vd me mani­
fiesta, pero es el caso que yo he ro ^ d o por
ese párroco, que me consta es un excelente
sacerdote, de esos que tanta falta hacen hoy
en la Iglesia de Dios; tan es así que hace
poco le he hecho llevar una medalla de María
Auxiliadora. Vd. lo que debe hacer es unir
sus oraciones a las mías, para obtener que,
tanto en Vd. como en el enfermo, se cumpla
la voluntad de Dios.

Dem Bo»co

es «so

D on Ju a n C a g liero .
Don Bosco la fina sensibilidad barcelonesa,
cómo correspondió nuestro Santo, a parte
de los favores sin cuento que le hemos visb>
derramar?
’ Barcelona era, como ahora, ciudad monu­
mental por excelencia, de variada y señoril
arquitectura, sembrada toda ella de mara­
villas de arte, que .entonces hervía ya en
preparativos para aquella su primera expo­
sición universal con que reveló al mundo
su potencialidad y grandeza.
En nada de esto, sin embargo, se fijó Don
Bosco, ya que los santos no visitan las ciu­
dades con ojos de turista o de sabio, pero
si le pasó desapercibida la arquitectura de
los palacios, dióse perfecta cuenta de la más

de h e hombree mée coeipíeioe y mée ebeoh fee qee beym coaoc/do ¡e fierre

- Joergeasea.

14 7

sutil y constructiva arquitectura de las al­
mas y, pública y privadamentci no se can­
saba el buen Padre de ponderar la ejemplar
religiosidad de aquel pueblo y su espíritu
caritativo.
Sentíase santamente orgulloso de ostentar
en su ])echo un medallón de oro con la efigie'
de San Jorge, patrono de Cataluña, y, al
serle impuesto solemnemente jior el presi-,
dente de la Sociedad Católica, ante dos mil
señores reunidos en su nueva sede social,
exclamaba con el más efusivo agradeci­
miento: « ¡Bendita y feliz Barcelona! yo ha­
blaré en Italia de tí y de tus virtudes ¡feliz
Barcelona que vives tan aferrada a la reli­
gión de tus mayores! ».
Y antes de (¡ue, el 7 de mayo, traspusiese
los Pirineos, presintiendo acaso que bien
pronto volaría a la patria del cielo, quiso,
a semejanza de Klías. dejar una prenda de
amor en tpie estuviesen como encamados
su espíritu y su virtml milagrosa; para EsIiaña, en generadlas dos fiiridaciones salesianas de l ’trera y Sarriá, tan prolíficas, (jue se
han con vertido en 50, y otra especial para Bar­
celona, el templo del Tibidabo, objeto de una
profecía (¡ue hoy está próxima a su feliz >•
total realización — no podía faltarle a Don
Bosco esta otra característica de la santidad
y nos recuerda otra profecía hecha
también j)or él, cuyo cunqdimiento terrible

líos ha tocado a nosotros presenciar .con
inmensa tristeza.
En la solemnidad recién aludida de la
Sociedad Católica, dijo el vSanto, entre otras
cosas: « Hemos limpiado las calles de niños
vagabxmdos, que si siguen encontrando
apoyo en vuestra caridad, salvarán vuestra
fortuna, con los ojos puestos en Dios; de lo
contrario os la exigirán, algún día, con ¡a
pistola en la mano d.
¿Qué tal? •— Entonces no se conocía aún
la plíiga horrenda del pistolerismo, y nadie
pensaba en ella, pero comenzaba a manifeatí^rse de un niodo alarmante, la llaga del
inat;erialismo, y los ojos del Santo de Turín
la vieron .seguramente desnuda y sangrante,
tal como era. ¿Qué ha sucedido? que debili­
tada, poco a poco, aquella caridad inculcada
por_Don Bosco, ha venido de un modo fatal
el cumplimiento de la profecía, y ahora miles
de niños, vagabundos, que -el sacerdote no
pudo ¿atraer a su esfera de acción, porque
no fué comprendido y avaicfodo en la pro­
porción que hacía falta, exijen la fortuna
del rico, con la pistola en ¡d mano.
¡Tremenda lección! — Pero si el dedo pro-,
fético de San Juan Bosco está aún .señalando
el castigo, señalando está también el reme-*
dio, lo señalará hoy y siempre; el único eficaz
e infalible remedio; ¡La caridad cristiana, tal
como él la sintió y practicó!
-Ir^

• ■ -«I

La» ma){niRca» bscu clas
de S a rria .

hn la punía liel edíficia pos>
terlof, rxtrtmo iz^ultrda, se
caasena, coara i-e/i'ou/q, h habí*
fación «Hc ocupo ti Santa.

148

A U Acra de la mwttie /.«

tapi.-as

Je la vida «r comrerlirém em rosas - Sao J.

&oscp.

i

E l C o leg io d e U trera ,

L a primera fundación que San ¡uan Boico hizo en bspalia (i8 8 t). Aunque la lente que
impresionó esta placa debía adokcer de alguna anomalía extraña, los que conocen bien dicho Colegio — / y son
tantos! — exclamarán en seguida: ¡e s cU

R E C O R D A N D O
Refiere una piadosa tradición que, en épo­
cas difíciles y calamitosas de aniquilamiento
y de poca fe, desciende sobre Barcelona su
Hija y Protomártir santa Eulalia, colmada el
halda de celestiales flores, y vaciándola so­
bre su anchuroso llano, besado suavemente
por el mar y copiosamente regado cíDn la
sangre de los mártires de la fe y de los már­
tires del patriotismo, lo deja viátosamente
sembrado de flores de virtud, de morigera-

La iinna que pu so el S a n to en el álbum de V isi­
tantes ilustres de la iglesia d e N tra S ra de le
M erced, P e tro n a d e B arcelona.
ción, de sacrificio, de caridad, de buenas obras,
con las que reverdece su fama de religios;^
y de bienhediora. temporalmente descaecida.
Uno de estos últimos descensos o ajwriciones de la Santa barcelonesa, debió de efec­
tuarse allá por el año de 1886, cuando holló
con sus venerables plantas nuestro suelo el
santo Fundador de la Pía Sociedad de San
I'rancisco’ de Sales y del Instittito de las
Hijas de María Auxiliadora, Don Juan Bosco,
cuyos «angélicos obradores como los llamó
nuestro poeta Jacinto Verdaguer, \dven en
perpetua y bella floración, orgullo^de la ciu­
dad que los ve en su seno..
E sp ectá cu lo com o el de a qu ellos d ías, que

5»f/irr he admirado ea Don Bo*co

a

ama de

¡a a m áa

grmades

y

podemos llamar de entusiasmo y de locura
salesianos, no lo hemos juesenciado más, ni
lo había visto'Barcelona desde la Edad Media.
durante las predicaciones del apóstol valen­
ciano San Vicente Ferrcr. Uis gentes' se
aglomeraban a su paso, se arracimaban en
los locales a que concurría, y se tum ultua­
ban para tocar su hábito, llamándole ya el
Santo, conn> anticipándose a los decretos pon­
tificios que habían de elevarlo después al
honor de los altares.
Yo, que conocí personalmente al santo E.uududor, que fui una gota en la corriente imIXítuosa ijue ]K)r do<pnera k* seguía, y <iue
lloré su muerte como llora un hijo la de un
padre, hoy, al verle en los aliares, canoni­
zado, <|UÍero lomar ¡jarte en la glorificación
inefable del Padre de los .‘saiesiamjs, ha
ciendo esta afinnacii'jii; tjiie ll.ircelona mpodrá nunca olvidar los l>enelieios «jiu- de
San Jtian Bosco tiene Tecibidos, entre elh:
esjKvialmente los d(js .siguientes: el de halx'i
desjjoblado sus vías de nmchachuel<<^ mal
criadí..- y libertinos que eran desdoro de la
dudad, dándoles oficio e instrucción en sas
Talleres, y el de haljer coronado el más ele­
vado de sus montes circunvecinos, el Tibí
dabo, con un tenqjlo al Sagrado Coraz<jn dt
Jesús, el niejor I'aro contra k)S emlxites tur
bulentoS del socialismo que nos amenaza.
¡Bienaventurado San Juan Ikjsco, ruega p<»:
nrjsotrosl
L u is C a r i .o s V ia u a y L l u c h .
Académico de Buenas Leírut,
Direcf'yr de í^a Híjrmiga de
c o to a a tr a B ga ra a d e ! t i a h

X IX

-

Salofti.

141.

¿N ii opinión sobre D on B osco?

;4
ñ

r.i

E s muy sencilla. Creo que no hay en todo el
siglo X I X un hombre tan grande como él.
¿Buscamos cultura? El es tan culto y erudito que
ha escrito una de las mejores Historias de Italia.
• ¿Caridad? Don Bosco es todo amor; amor a los
niños, a los hombres; amor a los caidos y a los no
caidos; amor al prójimo, tan profundo, tan acen­
drado, que no descansa vxi instante su pensamiento
caritativo, y el trabajo de todas las horas de su
vida es una pura ebullición amorosa.
¿Actividad? Es asombrosa. No para, no reposa,
no vive. Cuando no opera en el exterior de sus obra?
trabaja intensamente en su corazón, meditando, in­
terrogando siempre a su alma y a Dios, para ser
siempre suyo, siempre del Corazón de Jesús, y de
María Auxiliadora.
¿Fecundidad? No creo que hombre alguno haya
existido en nuestro tiempo, fundador de una obra
tan extensa, tan útil, tan humana, como las escuelas
y talleres del incomparable sacerdote y maestro. Ni
que fundada la obra haya tenido la asistencia constant#» de su actividad y sus desvelos, en los términos
en que Don Bosco trabajó sus fimdaciones.
¿Pureza, conducta, santidad? Su vida es imma­
culada; su conducta de absoluta, indiscutible y per­
fecta adhesión a la Santa Sede, y su santidad tan
grande, tan taumatúrgica, tan sobrenatural, que es
muy difícil encontrarle parecido.
Por todas estas cosas creo que es Don Bosco ima
de las rosas más bellas del rosal de la Iglesia.
Por todas estas cosas también le tengo yo, al for­
midable fundador, admiración, que pasa los tfmifPf;
terrenos, y devoción calurosa.
{Santo admirable, pídele al Señor por mi y por
mis EscuelasI
Huelva.

M . S ru R O T .

L a s (res gra n d e s ig le sia s q a e ed ificó el
S a n io . L a Basílica de M . A , Tarín. La
Iglesia de San Juan Evangelista. Tarín. La
Basílica del Sgdo Corazón, Roaia.

w

I

Nweetroe ^Arroco* «o* i

I mktu Obitpoé, eatooolihpa, j e l Reg e • Dio*. S*»mo* p*e* dócilea a *m* pmiebeo» . S . J.

D. Bosco y la cuestión romana
Coloca Jos primeros hitos en e l camino qae felizmente ha conducido a ¡a " Conciliación"

H ay cosas en la vida de Don Bosco que,
a primera vista, se dirían contradictorias.
Tal ocurre cuando se le considera en rélación con la política de su tiempo. A buen se­
guro que no había en todo el Piamonte, un
hombre más herméticamente apolítico que él.
Y no obstante, le vemos metido a veces en
cuestiones delicadas que afectaban a la
entraña de su nación, y estaban sólidamente
trabadas con la política.
Don Bosco comprendió, con claridad meri­
diana, que si quería hacer algún bien a las
almas, tenía que evitar los climas políticos,
y así hubo de manifestárselo, en 1848, á
Mons. Bonomelli, el célebre obispo de Cremona: « Cuido mucho de no mezclarme en la
política y, gracias a esto, he podido hacer
alguna cosa sin mayores dificultades, y antes
bien, hallando protecciones donde menos me
lo podía esperar » (B on om klu , Quesíioni religiose, morali e sociali del giorno).
E sta norma de conducta era fruto de su
experiencia, y no hay por que comentarla.
Ello no era obstáculo, sin embargo, para
que, cuando se hallaba en peligro la salud
de las almas, arrostrase, si era preciso, las
situaciones más arriscadas y las arrostrase
con gallardía, inspirándose en la que él de­
finía: 4 política del Padrenuestro», política
de las ¿m as.
Entonces « el objeto m aterial», que dirían
los escolásticos, era, si se quiere, la política,
pero 4 el objeto form al» era la extensión del
Reino de Dios. Y lo asombroso de su vida
es cabalmente esto, que el hombre que, por
determinación expresa de su volxmtad, vivía
alejado de la política, cuando se ofrecía ocaáón de hacer el bien en grande escala, mos­
traba tener de la siriiación de su patria una
visión tan certera y tan nítida, que se impo­
nía a la admiración general. Don Bosco tenía
la rara habilidad de saber aislar las cuestiones
religiosas, separándolas de la ganga infecta
de los partidos.
A nadie segundo en el más fervoroso acata­
miento a la Potestad de las llaves, dióse
cuenta, sin embargo, inmediatamente, de
que el movimento iniciado para conseguir la
unidad de Italia, con Roma por capital, UeDom Borneo foé oa dirtmitodoe deJ siglo X tX - C o tí .

A l»M 4 a .

garfa a hacerse incontenible, y en este punto
no cuidaba de recatar su pesimismo.
V a j^ un ejemplo, entre mil. El marqués
de Scaranipi había sido portador de una carhi
suya a Pío IX . E l Papa, después de recorrer
sus líneas, exclamó: «¡Qué cosas me escribe
Don Bosco! No esperaba yo una carta como
ésta ».
Refirióle el aristócrata a Don Bosco el
resultado de la misiva y, picado por la curiosidada, deseó saber qué es lo que había en
aquella carta. 4 He escrito al Papa — díjole
el Santo — que no se fíe de engañosas apa­
riencias de paz y se prepare a hacer el sacri­
ficio de su amada Roma, pues está destinada
a ser presa de la revolución *.
En medio de la niebla de confusionismos,
que nublaba el cerebro de muchos buenos
servidores de la Iglesia, él veía claro y tenía,
además, el valor y la franqueza de decirlo.
Los Santos son así. No entienden de eufe­
mismos ni de cobardías; y hacen resonar la
verdad tal como la sienten.
La marcha sobre Roma era en efecto cosa
decidida, pero en tanto que Víctor Manuel,
coincidiendo con Cavour, quería una Italia
única, con Roma por capital, pero sin vejar y
hostilizar demasiado al catolicismo, una gran
corriente de opinión, impulsada por la maso­
nería, anhelaba diabólicamente ver mezcladas
con las ruinas del poder temporal las del
espiritual, y si fuera posible la extinción
misma del Papado.
Don Bosco vigilaba, desde un plano muy
superior al de la política, todos esos zigza­
guees viscosos de las sectas. En 1865 había
en la península nada menos que 108 obispa­
dos vacantes, y el Santo creyó oportuno escri­
bir al Papa, para hablarle de este grave
asunto, y proponerle un cambio de negocia­
ciones con el Gobierno.
Conmovieron no poco al anciano Pontífice
las reflexiones que le hacía Don Bosco, llenas
de una tierna preocupación por las almas,
y conforme con su punto de vista, envió
una carta al palacio Pitti dé Florencia, sede
entonces de la corte del rey Víctor Manuel II.
Este, como si se le hubiese quitado im gran
peso de encima, exclamó, al recibiña*. ^Fi-’
15

nalnieiite! hace ya siete meses ([ue esperaba
esta carta del Papa f>.
í/!is negociaciones entabláronse, sin dila­
ción, ])cro naufragaron bien pronto entre las
intriga'^ de los corsarios de la pluma y los
tuniultf s del Parlamento. E l horizonte se
ennegrecía de un modo alarmante y los hom­
bres de. gobieriH) oponíanse a todo arreglo

Ei C o n d e C am ilo de
C o vou r, director de la
revolución italiana, que
m antuvo siem pre re­
laciones cordiales con
el S anio .
■ que no em])e/.ase por el reconocimiento for­
mal del. nuevo reino, por parte del Papa.
Kn esto sobrevino la guerra con Austria y,
una vez terminada, Pío I X hizo llamar de
nuevo a Don Bosco, a quien gustaba de con­
sultar en las situaciones más intrincadas.
El humilde sacerdote fué a Roma y apenas
llegado, dióse cuenta de lo difícil que eta
navegar en aquellas aguas. El cardenal Antonelli había roto por completo con el Go­
bierno, muchos de los miembros del Colegio
Cardenalicio querían que la's autoridades ita­
lianas dejaran a la prudencia del Papa el
asunto de las sedes ^■ acantes, y Pío ÍX
fluctuaba, sin sal>er (lué partido tomar.
Ihié entonces, cuando, interrogando a Don
Hosco, dióle éste la tan conocida^respuesta:
•'Santidad, mi i)olítica es la jxdítica del Padronuestre» >■ la explicó de este modo; Hay
que colocarse netamente en el terreno del
iifí-rniat
hntm; esto es. no hay que
hacer mención ninguna de cuánto id remo­
tamente siquiera huele a \)olítica. pues de
lo contrario, los de la aceta de en frente se
negarán a toda concesión.
Kn la pn>\nsión de sedes vacantes no se
fiable de provincias piamontesas ni lombiirdovénetas. ni de h s estados anexionados. Nin­
guna (listitición. Que el Gobierno de Italia
]>r«ipoug;i, para obispos, a la'< eclesiásticos que
le sean gratan y la Santa Setle projionga
también los suyos. Cotejada> amlxis candi­
daturas. el Pa^xi |KKlrá elegir, en el acto, sin
1>2

L'm

muy eSema p rro

el menor obstáculo, a los que cuenten a ia
vez con su beneplácito y el del Gobierno.
Esta solución agradó al Papa y nuestro
Santo tuvo que aceptar nuevamente el papel
de amigable componedor. Durante algunos
días, se le vió ir y venir, de Antonelli al Papa,
de éste a Tonello que era el apoderado d d
ndnistro y de Tonello al \^aticano, saliendo
al fin airosamente de su difícil empeño.
El hombre (¡ue había adoptado por divisa
el Da ini/ii áninias, veía las cuestiones reli­
giosas con singular nitidez, a pesar de la
atmósfera caliginosa en que la política pro­
curaba envolverlas, y en Vos Consistorios del
23 y 27 de Mayo de 1867, quedaron nombra­
dos 34 nuevos obispos.
A pesar de que la anexión de Roma, con
todas sus consecuencias morales, políticas,
jurídicas, vino a complicar aún más la cues­
tión de las sedes vacante?, una nueva inter­
vención de Don Bosco, cerca.de las dos potes­
tades, civil y eclesiástica, dió por resultado, en
1871, el nombramiento dé otros 40 obispos.
En 1874 lo hallamos ■ empeñado en nego­
ciaciones de mayor envergadura, con Vigliani, Guardasellos del ministerio Minghetti,
obteniendo que quedara sin efecto la su­
presión de 6 casas generalicias de otras tantas
(Jirdenes Religiosas, y de 3 grandes conventos
de monjas, y si en esta ocasión no se hubiese
cruzado en su camino el temible Bismarek,
(pie quería encender las llamas del Kulturkampf más allá de las fronteras del Imperio
Germánico, la estela que Don Bosco hubiese
dejado en el camino dé la Conciliación, habrífl*^ido acaso más profunda y más extensa,
pese a los ataques virulentos que le venían,
tanto de la izquierda como de la derecha,
pero que a él le tenían sin cuidado.
K da niiJii ánimas era el guión luminoso
(pie dirigía sus pasos y le hacía pasar sobre­
naturalmente por las ciénagas de la polí­
tica mundana, sin mancharse lo más mínimo.
Había intuido de* un modo admirable (jue la
rnidael Italiana llegaría a ser un hecho con­
sumado. de larga duración, contra lo que
opinaban los más, ilusionándose con que el
Papa, después de un breve alejamiento, vol­
vería a Roma, como ocurrió cuando lo de.
(íaeta.
Casi todos los duejues y príucqjes desxx).<eído^
jK)r la revolución habíanse refugiado en
Rt'ma. lai nobleza del ex-reino de Ñápeles.
c>i>eciahnente. que había seguido a su raonarc-a en la expatriación, contribuyó no poco á

1

anrv

oh kiadn psra

cielo

es

U limosoa

- Sen J ' Bosco.

áiiíÉsái

deseaban que el ConclaA'e tuviese lugar en
citar, en la ciudad eterna, una fuerte corriente
Roma, asegurando que el Gobierno de Italia
legitimista, })roj)icia a la creencia de una pró­
garantizaba la libertad del mismo. Así .•^e lo
xima restauración del reino de las dos Sicilias.
Don Bosco no compartía semejantés opti­ había prometido también Crispi a Don Poseo
mismos, y consecuente siempre con su ca­ y así ocurrió, en efecto.
Si, a ra iz de la caú^a del poder ten>i>oral,
rácter franco -abierto, dijo a algimos prín­
el Papa hubiese abandonado a Roma, si el
cipes que le consultaron, que no volverían
vSacro Colegio hübiese llevado el Conclave
a sus Estados; que el paso (jue había
fuera de Italia, sólo Dios sabe el cariz que
dado la revolución era definitivo y no haría
marcha atrás; que en la historia de. Italia se habrían tomado los acontecimientos; en vez
'd e haberse lahi>rado jior la conciliación, se
estaba abriendo una nueva época;
habría abierto un ])eri<ido do lucha terrible­
Después de la Brecha de la Puerta Pía, el
acongojado Pío IX vol\ ó nuevamente los
mente enconada.
Hemos visto, por el contrario, como ea
ojos a Don Bosco. Estaba perplejo, no sabía
peco más de cincuenta anos, la obra de la
<jue orientaciones tomar, una vez derribado
el árbol añoso del principado ci\’il de los conciliación ha triunfado, y, como cada INnitífice ha venido a poner en ella su piedra.
Pa])as.
Y a León X III, inmediatamente después de
Muchos le instaban a que estableciera su
Sede fuera de Roma, pero él no quería resol­ su nombramiento, quiso bendecir al pueblo
desde el balcón exterior de la júazíi dé
ver, sin oir anter a su gran amigo, el Santo
San Pedro, y si no lo hizo fué por naturales
de Turín. « Esperemos — decía — a ver lo
(jue dice Don Bosco ». Este consultó deteni­ reparos de prudencia, ya que las heridas re­
damente con Dios Nuestro Señor y sir\nén- cibidas por la Iglesia eran aún demasiado
sensibles. Muerto él, se dió un paso más con
dose de persona de su confianza, hizo llegar
la abolición del Non expedit; Benedicto X V,
al Papa la siguiente inisÍA-a, de un fueri'
sabor bíblico: «E l Centinela, el Angel de en su Encíclica De paci^f. rcconciliationc christiana, IcA-antó el veto ([ue pesaba sobre hw
Israel debe permanecer firme en su puesto,
príncipes católicos de ir a Roma a visitai
para guardar la Roca de Dios y el Arca
a los soberanos de Italia.
>anta ».
I'inalmenté, Pío X I y Benito Musohiú,
E l Papa no salió de Roma, pero ocho años
con
el Pacto de Letrán. han liquidado feliz
más tarde, al jiKJrir Pío IX . resurgía entre
y definitivamente la lucha entre la Iglesia y
los cardenales la misma veleidad; 22 de ellos,
el listado (jue, por muchos años, se había
en la Congregación General Preparatoria del
Conclave que debía elegir a León X III, ex­ considerado por todos como insanable.
La acción y los métodos ejercitados i>or
presaron su opinión de que éste debía cele­
Don Bosco, en momentos en que la pasión
brarse fuera de Italia. No faltaba razón a
partidi.sla privaba a los es])íritus del juicio
los dignísimos purpurados, desde el punto de
vista ¡nrramente humano, pero habría sido sereno (pie'ahora ha ])rcvalecido, son ]»rueha
concluyente de iiuc la j)olíti'-“a insjjirada en
una nueva desgracia para la Iglesia, y Don
Bosco dispúsose también a intervenir, de­ el bien de las almas, í la jíolítica del Padre­
seoso de evitarla; hízose una vez más diplo­ nuestro » es sienii)re la nnW eficaz de todas.
mático el Santo ([ue abominaba de la di]>lom acia.yen esta ocasión utilizó'con excelente
resultado la buena amistad que mantenía
con Crispi, desde los tiempos aquellos en <jue
el célebre estadista, para evitar la i>ena capi­
tal fulminada contra él en Sicilia como revo­
lucionario, habíase refugiado en la corte de
Turín y acogido algunas veces a la caridad
del humilde Apóstol de Valdocco.
La marea de los acontecimientos encargóse
también de facilitar la solución que Don Bosco
venía propugnando, pues las Nunciaturas de
Madrid, Viena y París hicieron saber, por
L a (irma de “ El P a ció de L efrín .
telégrafo, que sus respectiva*^ Cancilh-rías

4

5

¿Xa* A m co trabaja para raaolrer ¡a cwettifia obrara m ejor gme lodo* loa oradorrt da/ parlamento ■ .H oa». FrappeL

i

^3 S

Don Bosco sonríe.
E l Santo de la pobreza emprendedora, que
con su fe trasporta unas veces, y allana
otras, las cordilleras de dificultades; el Santo
del optimismo providenciali^ta y del milagro
constante, guarda el secreto de un superior
encanto, para atar con alegría las voluntades
al servicio del Señor. Un corazón generosa­
mente abierto y el dulce imán de su sonrisa,
eran toda su pedagogía; por eso mereció ser
el Santo de la pobreza juvenil, cantera de
alegrías y tesoro de esperanzas.
j Bendita sonrisa la de Don Bosco, rayo de
luz celestial que perfora las nubes de nuestro
siglo, empachado de ciencia vana y empena­
chado de insondables melancolías!
Todo en su Obra es •familiar y acogedor.
Sus casas, ruidosos enjambres de muchachos,
que juegan o trabajan, cuando no hacen de
sus tareas un juego más; llenas de albañiles,
ocupados siempre en ampliar locales; de
músicas y... de deudas, que nunca acaban.
Sus hijos humildes y simpáticos; sencillos
hasta cuando llevan las borlas de doctor, o
la Cruz pectoral, o la púrpura cardenalicia.
Sus métodos, condensados en el «sistema
preventivo » que mejor pudiera llamarse sfstema-corazón; del que son una muestra las
inolvidables Buenas Noches, inventadas por
aquella santa mujer del pueblo, digna madre
de Don Bosco, Mamá Margarita.
Para todos, no sólo para los que nos glo­
riamos de ser Antiguos Alumnos Salesianos,
la sonrisa de Don Bosco es, a im tiempo,
disculpa y comprensión, suave ironía pia-

H erm oso re tra jo del S a n io pinlado al óleo en 1S88
p o r su discípulo R ollini.
montesa, tierna condescendencia paternal, y
sobre todo, invitación a la santidad. Por esto,
sonriendo, San Juan Bosco venció al mundo.
F r a n c i s c o C e r v e r a , ex-alumno salesiano,
Registrador de la Propiedad, Presidente de la
JuTtia Diocesana de Acción Católica de Ciu­
dad Real. Ex-Director de “ Don Bosco en
España. ”

L a plaxa d e M a ría A uxiliadora en la que a ca b a d e iqM arse una peregrinación. (V ista desde la B asílica).
I ^4

^ iiM Íuté

feaer

mé» éJcHo* ea

tas

tmtmdioé y

ea

tma eep reaa s, lr»ba/a máa para eJ ctaAo •

S. J.



La confianza
que San J. Bosco íenía en Dios.
0>sa fád l es llenar cuartillas, alabando a
Don Bosco. Cualquiera de sus virtudes; cual­
quiera de sus fundaciones; cualquiera de sas
escritos, llenos, todos ellos, de saber bien
nutrido, y de arte abundante en encantos;
cualquier detalle de su admirable vida, donde
lo sobrenatural es ¡o natural, y lo extraordi­
nario es lo ordinario, según frase del Sumo
Pontífice, dan sobrado asunto para muchos
volúmenes. Lo prueban los varios libros,
sustanciosos y amenos, publicados, en distin­
tos idiomas, por literatos y pensadores de
fama mundial justamente adquirida, para
dar a conocer a Don Bosco y su obra.
B s muy difícil compendiar, en pocas pa­
labras, concisjis y claras, lo que es, mirado
desde el punto de vista elegido, el varón
eximio, cuya santidad, altísima y sorpren­
dente, se manifiesta y brilla en facetas tan
múltiples y diversas.
A mí lo que más me impresiona y admira
en la santidad de Don Bosco, es sm espe^
rama sin limites en el amor de Dios. Espe­
ranza que no es jactancia vanidosa, ni pre­
sunción atrevida, sino confianza santa y bien
cimentada en una fe inmensa, tan firme,
robusta y arraigada que jamás tuvo dudas,
titubeos, ni vacilaciones.
Esta sublime y absoluta confianza en las
ternuras y tesoros dd Corazón Divino es la
base de la grandeza que inmortaliza a Don
Bosco. lilla le hizo providencia de los tiempos
mfKlernos, i>or su apostolado; honra y or­
gullo de la Casa de Dios, por su santidad;
luz del mundo, por su ciencia; maestro de
pedagogos, jxir su método de enseñanza;
adminición de las gentes, por su taumaturgia; |xidrc de la niñez abandonada, evangelizador de la juventud; regenerador y dignifícador del proletariado; fundador y
aliento vital de una familia numerosa, ge­
neración esclarecida, bella y pura, en la cual
se junta la castidad más delicada con tma
fecundidad inexhausta que \’a llenando el
mundo de obras, religiosas y sociales, que
son amor, luz, progreso, vida, pan y cultura
para millones de necesitados.

Dom Bemeo ca

b

colomo

de

U aaoUdod -

Pió. XX

Porque si Don Bosco, pobre, de prosapia
humilde, sin el crédito del dinero y sin el
prestigio del blasón, careciendo de los po­
derosos resortes de las influencias políticas
y de las relaciones con las altas clases so­
ciales, se atrevió a concebir, planear y co­
menzar, con seguridad de concluirlas,tantas
obras estupendas, difíciles y costosas, que a
la prudencia humana parecieron utopías irre­
alizables, sueños y locuras de un enfermo
visionario; esto se debe a que estaba per­
suadido de que, en la realización de tan
arriesgadas empresas, hijas de una caridad
de muy subidos quilates, no había de fal­
tarle el auxilio de la Providencia Divina,
que acudiría en el tiempo oportuno, con las
maravillas de su Poder, y las dádivas ina­
gotables de su Bondad Infinita.
Y los hechos históricos demuestran que
esta persuasión, — acto hermoso de con­
fianza en las promesas dél Verbo Eterno —
nunca salió frustrada. Toda la vida de Don
Bosco, cuyo corazón fué, en todo momento,
una brasa encendida en el fuego del amor a
Dios y a la Humanidad, — por eso es tan
gran santo, — es el cumplimiento de estas
palabras del Discípulo Amado de Jesús:
Dios es amor: y el que vive en amor, vive en
Dios, y Dios vÍ7ie en él.
Por vivir siempre en el amor de Dfos,
tuvo la dicha de que Dios permaneciera
siempre en él; y pudo, en virtud de esta
permanencia divina, usar, en cierto nnxlo,
del poder, de la gracia, de los prodigifís de
la Omnipotencia. Y este es el secreto de las
maravillas con que asombró y sigue asom­
brando al mundo. Estaba plenamente con­
vencido de que, puestas por el hombre las
condiciones debidas, se cumplen infalible­
mente las promesas de Cristo: S i permane­
céis en mi, y mis palabras permanecen en
vosotros, todo cuanto ptdiérets se os otorgará...
E l que cree en mí hará las obras que yo hago,
y aún otras mucho mayores.
Las Palmas. — Enero de 1934
E l Magistral de Canarias.
155

DON BOSCO
Y LAS MISIONES
T.as Misiones Salesianas constituyen una
de las páginas más interesantes y más glo­
riosas de la vida de San Juan Bosco.
Ai>enas hubo obtenido de Roma la apro­
bación de la Pía Sociedad, lanzóse a la evangelización del mundo, como San Francisco
Javier, aquel « Divino Impaciente » que
ahora lleva en triunfo la' actualidad espa­
ñola. lleno de ímpetus de celo, tan extraor­
dinarios, (|ue difícilmente podrían ser supe­
rados.
.La idea misionera fué en él una obsesión,
desde muy joven. Novel sacerdote y en tanto
que los caminos de su vocación se iban des­
lindando. solía consultar con el Beato Cafasso que era su director espiritual, y aunque
és'te al principio no comprendió el verdadero
alcance del empeño (jue ponía don Bosco
en el estudio de las. lenguas francesa y españolá, cuando le vió engolfarse también en
la gramática inglésa, díjole estas tajantes
palabras: «Vd. no puede ir a las misiones ».
— ¡Cómo, don Cafasso! j-epuso él todo
alarmado.
La razón que le dió el Beato no podía sa­
tisfacer a Don Bosco. y sin embargo, en su
profunda humildad, creyó ver en ella un
aviso .del cielo y desde entonces trató de re])rimir en su i>echo aiiuellos santos hervores.
No debía ser sin embargo tarea muy fácil,
cuando en I1S48, leyendo un día los Anales de
la Proi)agación de la be, le vemos exclamar
cOn férvida exaltación: «¡Oh. si tuviese a mi
disposición tnuchi's clérigos y sac'erdotcs,
cómo ilía con ellos a evangelizar la Patagimia
>• la Tieiia del l'uego!
Nuevamente, en 185=5. delatábanse uiiuellas
llamaradas de celo mÍsü>nero que él trataba
de tener ocultas.
V es que resulta imposible sofocar la
ii.spiración de un volcán, cuando el fueg«>
Inerve en sus entrañas.
La inquietud misionera, lejos de langui­
decer, crecía más y más pujante, |)ero los
Santos conv.cen muy bien el arte de so­
frenar las propios iinjiulsos, hasta (¡ue suene
la hora de Dios, y esta hora le fué prevenida
15^

iOh, «M

bitm oidm,

por medio de ilustraciones proféticas, que el
lector puede ver detalladamente narradas en
el tomo II de su \dda (Demojme).
El mandato era ya claro y preciso, jíero
el Siervo de Dios aún se debatía en el febril
deseo de saber, si la voz que le llamaba era
para que fuese a evangelizar la China, o
Australia o América o la India y este detalle,
al fin, también hubo de ser aclarado.
lín Diciembre de 1874, el cónsul italiano
de lá República Argentina, Sr. Gazzolo, fué
a Turín, en nombre del Arzobispo de Buenos
Aires, para ofrecer a Don Bosco la evangelización de las inmensas regiones- sudameri­
canas, que se dilatan hasta la Tierra del
Fuego. Era la anhelada orden de marchar
que; como un clarín del cielo, extremeció de
santa alegría a todo^ el Oratorio de ValdoccD.
El Santo, que ya lo había todo prevenido, no
tuvo.más que llamar al héroe de la ex¡>edición,
al sacerdote Juan Cagliero, ardiente cote­
rráneo suyo, alma de conquistador, que vivía
ligado .al corazón del Padre con vínculos de
afecto semejantes a los que unían a .San Pedro
con el Rdentor Divino: Tecum paralus, ef in
cdrcert'/N el in morían iré.
Fué él quien inició esa serie magnífica de
fl Pionniers '> del Evangelio, que gozan ya el
premio de la inmortalidr.d, y se llaman:
obispo C.^stamagna, obispo Lasagna, Fagnano. Beauvoir. .Rabagliatti. Rota. Giordano,
Bálzola, Milanesio, Uiiia, Scavini...
A estqs héroes representativos de las Mi­
siones Salesianas auténticas de la América
dcl Sur, siguieron otros y otros, sin interrup­
ción. que. como los Apóstoles, se han ido
rep.irtiendo el mundo, llenos de juventud y
do brío incontenible.
En la misma América, al alborear el si­
glo X X , corriéronse más al Norte, ocupando
la Patagonia y Pampa Central, estableciendo
]X)siciones de i>eIigro en las selvas \-írgenes
del Ecuador, Registro de Araguaya y Mato
Grosso (Brasil).
En 1906, el sacerdote Mederlet, hoy Arzo­
bispo de Madrás, liizo rumbo hacia la India.
c ȇ

t j t grmcimíi y befaiciomes

«o s

pm d« acarrear! - San J .

BoMo

i

En 911, \'ersiglia y Olive (obisix), el pri­
mero, más tarde y mártir del Evangelio) plan­
taron sus tiendas en China. Contemj>oráneamente, en Octubre del mismo año. seis misio­
neros belgas llevaban la gloriosa ensena de
Don Bosco al Africa Central, metiéndose en
una de las regiones más recónditas del Conti­
nente negro, los territorios de Katanga. En
1914, el ya citado P. Bálzola. curtido en la
reducción de los indios Bororos, afronta
los terribles misterics del Río Negro.

Kn 1925 le toca al Chaqo Paraguayo, lleno
hoy de horrorgs y de sangre, y siempre pró­
digo de las terribles insidias de sus hediomlas
fangales y erizadas florestas.
Don Vincente Cimatti siento la fascinación
de las huellas que dejó inquesas en el Japón
el gran Apóstol do las ludias, y se interna
en el formidable imj)erio regJido con tanta
sangre de mártires, para renovar allí las
proezas de David, cuando solo e inerme,
luchó con el gigante Goliath.

C u a d ro repreaeniaiivo d e las mí»ioii«s S a W ia n a s d e A m érica.
En 1916, el obispo .Abraháni Aguilera
llegii a la . extremidad sur de las tierras habitada.s, echando pie en las islas Malvinas.
El año siguiente, mientras el mundo scdebatía en las convulsiones de la Gran Guerra,
una gniesa exi)edición de misioneros marcha­
ba a reforzar las ¡x)SÍciones de China, en
.'ihiu-Chou, desafiando el poder mortífero de
los submarinas y las traidoras minas flotantes,
que infestaban todos los mares.
En 1922, es una nueva y fértil región de
l.t India la que ofrece a Mons. Mathias su rica
cantera de almas.
En 1923 ábrese una nueva ilisión en
Porto Velho (Brasil) y el obispo Mons. Coppo
se dirige a la lejana Australia, donde pondrá
por vez primera al servicio del apostolado
las alas de la navegación aérea
D.,m Borneo

es rao

de

fes

En 1927, los Hijos de Don Bosco lliiman
a la^ puertas de Síám, y en 1928 Mons. Hars
(leja sil misión Assaniesa, en la que liabía
ya ad<juirido reputaciem de índianistíi. e inicia
<011 entusiasmo la difícil coiiíjuista d<. Krishnagar, resuelto a convertir lo «jue fue y
sigue siendo feudo de Krislma, en reino de
Cristo.
Y estci-- son actualmente los núdeo.s del
gran Sistema Misionero .Salesiano, alrededor
de lo:- cuakr si: agrupan, como en los ri'^temas
siderales, multitud de elementos, (pie en el
rielo del apostolado, forman con.sU-1 dones.
Es en extremo interesante, por su sabor de
profecía, hoy cumplida en todas sus partes, el
.sueño que sobre las misiones tuvo don B osccj
la noche del 9 de Abril, hallándose en Barce­
lona.

azis groadem obreros de U ceJIaro argCBUma -

Hag;o Wost.

'57

Restábanle entonces al buen Padre dos
años de vida, y la Sma Virgen no quiso per­
mitir que llegase a la felicidad eterna, sin
haber visto antes, como en un cuadro pano­
rámico, los nuevos reinos que sus hijos habían
de engastar en la corona de Cristo.
Apareciósele la Auxiliadora en hábitos de
pastorcilla, apacentando un rebaño casi
infinito de corderos y ovejitas.

tú quien lo haga; serán tus hijos y los hijos
de tus hijos, si siguen cultivando las virtudes
de María.
La dulce Madre del cielo, que había guiado
los pasos de Don Bosco, durante su vida
mortal, qiiiso colmarlo de gozo en sus últimce
días.
E l hijo obispo, su amantísimo Cagliero,
presintió la muerte del Padre, allá en el

IB J P .

E l S o n to despidiendo a la prim era expedición d e m isioneros salesian o s.

A su derecha e ¡ -que luego faé
cardenal Cagliero; a su Uqulerda e l cónsul de la Argentina en Italia, Sr. Cazzolo.

— ¿Ves todo esto que tienes ahí delante?
— Sí, lo veo.
— Bien, pues acuérdate de aquel sueño
que tuviste a la edad de diez años... Vuelve
los ojos hacia esta parte ¿Qué es aquello?
— Montañas, y mares;después colinas...
nuevamente montañas y mares...
O i p voces de niños que dicen; Valparaíso,
Santiago.
— Mira hacia allá!
Don Bosco volvió a ver lo mismo, y es­
cuchó nuevas voces infantiles que gri­
taban: Pekín.
— Bien. Ahora tira una línea, desde
Pekín a Santiago, haciéndola pasar por el
centro del Africa, y tendrás una idea de lo
que harán tus Salesianos,
Pero... esto... no es posible.
— No te alarmes. Desde luego que no serás
is 8

^ «íerocM* •

fondo de su desolada Patagonia, y voló a
abrazarlo llevándole un regalo viviente, una
indiecita fueguina
— He aquí, querido Don Bosco, las pri­
micias que le ofrecen sus hijos, ex úllimis
finibtis terrae.
El corazón del Santo se extremeció de alegría
mientras la indiecita de color tabaco, arro­
dillándose en tierra, exclamaba en italiano,
coa marcado acento bárbaro: « Padre, os doy
gracias por haber enviado a vuestros misio­
neros a salvarme a mí 5* a mis hermanitos».
E l amable anciano, que ya no cabía en sí
de ^ z o , al ver realizado de modo tan feliz
el ideal de toda su vida, dominado com­
pletamente por la emoción, posó sobre la pe­
queña sus dolces ojos y dejó correr las lá­
grimas.
Fué aquél el Nunc dimiUis del Santo.

mn de loa aiedka mée aegwroa para coasegalr la vida eíeraa • S.

J . Boae».

LA GRATITUD POPULAR

El 8 de Abril de 1934 visío a través del 9 de Junio de 1929.
Nunca, mientras yo viva, se me borrará*
el recuerdo de aqudla tarde en que, desde
Valsálice a Valdocco, a través de las inmensas
avenidas de Turín, ^ trasladar, en una ca­
rroza de gala y dentro de una urna de cristal,
entre velludos y oro, un pálido esqueleto.
No era, como pudiera creerse, una comi­
tiva fúnebre, era la más gozosa de las apo­
teosis, era un cortejo triunfal, en que, bajo
la gloria del sol, desfilaban doscientas mil
personas.
E l paso de aquel esqueleto, como si por sus
huesos circulara un filtro mágico, era salu­
dado continuamente con vivas explosiones
de afecto. Las calles sonreían alegres, a un
lado y otro, en las motas encendidas de los
geranios en flor que festoneaban las ven­
tanas humildes, y en los ricos tapices polí­
cromos que lucían, colgados al viento, los
anchos balconajes marmóreos de los palacios.
Era una alegría profunda, espiritual y
santa la que se expandía por el ambiente,
pero empapada toda ella de cadencias armo­
niosas, de plegarias, y de litúrgicos aromas
de incienso.
• y por encima de la ciudad, como si el
rielo quisiera también asociarse a los festejos
de la tierra, una bandada de aeronaves que
reverberaban al sol, formaban un entoldado
fantástico y se movían magestuosamente a
la par del cortejo, arrojando lluvias de flores
sobre el dorado féretro

D.

y»____ i a Mido tjniU, coo

S . V io ce m íe d e Pém L e l

No eran estas cosas, sin embargo, las que
más impresionaban. No era el número ni la
fastuosidad brillante de las autoridades. Nó
era el imponente espectáculo que ofrecían a
los ojos las seis púrpuras romanas, rojeando
magiríficas en medio de los uniformes so­
lemnes de los Caballeros de Malta y del
Santo Sepulcro.
No, no era nada de esto.
Lo que más conmovía era el fervor del
pueblo, cuyo corazón se veía allí palpitar.
Eran las masas anónimas que se deshacían
en vítores y palmas. Eran los hombres del
trabajo que vestían sus trajes de fiesta. Eran
las madres proletarias que lloraban. Eran
los niños pequeñuelos que con sus lindas manitas tiraban besos a la urna. Eran las ju­
ventudes, en fin, la flor del pueblo, vibrando
extremecidas y cantando estrofas, tan llenas
de sentimiento, que parecía como si celebra­
sen el retomo de algún ser querido y muy
deseado.
y es que en aquella urna de cristal, entre
velludos y oro, pasaban, camino de la gloria
de los altares, las inmortales reliquias del
que, en el pasado siglo, fué el mayor amigo
del pueblo.
iLas reliquias.de Don Bosco!
F

r a n c is c o

d e

A

q u in o

C

o r r ea

Arzobispo de Cuyabd. {Brasil)

bombee m ás mbraemio d e amor p a r e c o a lo* a lb o * deavalMÍoM -

159

LA ULTIMA PAGINA
Queremos, lector, que sirva para exteriorizar dos sentimientos que, en este momento,
presionan nuestro espíritu. Uno es le de nuestra propia insatisfacción, por haber dicho
muy poco de Don Bosco y casi nada de su Obra, ya» que uno y otra van creciendo
desmesuradamente, cuanto más de cerca seMes estudia. Otro es el de nuestra gratitud
más efu.siva. para con los insignes y bondadosos amigos nuestros que se han
dignado avalorar este número extraordinario, con el prestigio de su firma, y los que.
por falta ele espacio o de tiempo, no han
podido hacerlo, cuyas colaboraciones pu­
blicaremos. Dios m. en una Sección es­
pecial de los Rolelines sucesivos.

S U M A R IO :
E l U a c r e fo de) “ T u t o " . 9 7 - D o n B o s c o S o n t o . 1 0 1 • U n a
o b r a nia;(nlFÍca d e e d u c ació n c r is tia n a . IO S *
m ilid ad jflo riB c a d a s

lo Ü - E l o lla r d e

c a r id a d y b o -

5 . J . B osco. l i o - D oc

B o s c o y el P a p a , l i s • L a M a d r e d e l S a n to . I 1 3 - S a n J .
B o s c o P c d iig o jjo . i i i f - E l In stitu to d e l a s H ija s d e M a rú i
A u x ilia d o r a . 1 1 5 - D o n B o s c o S a n io e o c a r is lic o . I 1 8 - iD o n
B o s c o ! 1 1 0 - C a id c n a l e s , A r z o b is p o s y O j í s p o s . 1 2 1 - E l h f r o e e d u c a d o r,

izz -

P c n s a in ic n to s s o b r e D o n B o s c o . t Z 4

-

L a P ío U n ió n d e to s C o o p .:r a d o r c s S o le s ia n o s . 1 2 5 - M ú s ic a .
S p o r t . T e a t r o . 1 3 0 - M a r í a A u x ilia d o r a , e l S a n to y la s O b r a s S a le s io n a s . 1 3 8 - ¡B u e n a M i s a la d e D o n

B osco!

14 1

- U n p o c o d e c s la d is lic a . 1 4 3 - L a v is ila d e l S a n t o a E s ­
p a ñ a . 1 4 4 - R e c o rd a n d o . 1 4 9 - ¿ M i o p in ió n s o b r e D . B o s co ?
1 5 0 - D o n B o s c o y In C u e s t ió n R o m a n a . 1 5 1 -

Do

B u sco

s o n r íe . X 54 - L a c o n fia n za q u e S . J n a u B o s c o ten ia en D io s .
1 5 5 - D o n B o s c o y la s M is io n e s . 1 5 6 • L a ¿ r a t i.n d p o p u la r.
1 5 9 - t i ííllim a p ú gíina. l 5o .

160

mprctacióm

matorids d

Coa
cte ás
ecfes/ásf/ca. — D ire c lo r-re s p s a a e h le ; D . G U I D O F A V I N I .
Esti»htrvlm>cnlo T in , de la S ocied ad F d ilo ra Inleruacktiial - Turto.
M a r v ^ r il a .

C orto Rrjíi»»

tT6.

*

N U E V A IC O N O G R A F IA
DE SA N JU AN B O SC O
E l Hombre de Dios, a quien la Iglesia acaba de declarar Santo, proponiéndolo a la devoción de la
cristiandad como fúlgido modelo de virtudes, el educador irresistible, el Apóstol de la juventud ha sido
representado con lineas inspiradas, en dos magníficos cuadros debidos al pincel de Rollini, de cuya
reproducción la Editorial S. E. I. ha cmiseguido la exclusiva.
De estos dos modelos, saturados de piedad y de un dulce realismo, que representan ai Santo con
parecido auténtico y en actitudes en él habituales, han sido tomados todos los objetos de devoción que
hoy tenemos el gusto de ofrecer a sits devotos. Xhu> de tos modelos representa a San Juan Hosco, de
rodillas, en actitud de orar ante una estaiuita de Marta Auxiliadora, y el otro es t*»t medio busto
tomado de frente y en el habitual modo paterno del Santo.

OLEOGRAFIAS
Para que la imágen de San Juan Bosco entre en todas las casas.
OLEOGRAFIA en tela recia.
«San Juan Bosco arrodillado » a colores, cuerpo entero, 72 por 1 0 2 ..............................T,ira.s 20
«San Juan Bosco » de medio busto. \*isto de frente, 72 por 1 0 2 ..............................* 20
1) REPRO D U CaO N ES EN ROTOCALCO.
a) tamaño cm. 17 por 2 4 - 1 asimto, cada i m o ........................................................ 1.,
b) tamaño cm. 25 por 3 5 - 1 asunto, cada i m o .......................................................... »
c) tamaño cm. 35 por 5 0- 1 asimto, cada u n o ............................................................... »

o 40
o 75
r 50

2) ESTAMPAS.
a) en rotocalco, sin oración - 6 asuntos, el c i e n t o ........................................................ ly.
2 50
b) en rotocalco con bordes dorados sin oración - 6 asuntos, el c i e n t o ........................*
4~ •
c) en fotolitogrídía, con oración - 2 asuntos, el c i ^ t o ..................................................... »
4- d) en imitación fotografía, sin oración - 6 asuntos, el cien to ...................................... » i5
e) en opalina con orlas, sin oración - i asunto, el c ie n t o ................................................ » 25 - f) en opalina con bordes dorados, sin oración - i asunto, el c i e n t o .............................» 50 - Hoja de 4 páginas, a colores - 3 asuntos, el cie n to ......................................................» 5 —
Postales en rotocalco - 6 asuntos, d c i e n t o ................................................................»
7 —
Cartulinas en rotocalco - cm. 6,2 por 1 0- 2 asuntos, cien to ............................................*
4 50
Cartulinas en rotocalco - cm. 7 por 11 - 2 asuntos, cie n to ................................................ »
5—
Cartulinas en rotocalco - cm. 9,5 por 11 - asuntos, cien to ....................................... » ' ó —

0

3) m e d a l l a s , con las imágen de San Juan Bosco y María Auxiliadora,
a) de aluminio, el ciento L. 3 - 4 - 4 - 50 - 5 - 6 - i i - 27 - 50 - 32.
b) de metal patinado, el ciento L. 13 - 30 - 35 - 45 - 48 - 75.
c) de alpaca plateada, el ciento L. 26 - 27,50 - 30 - 35 • 36 - 45 - 50 - 6<} - ^>5 - 67 - 50 - 75.
d) fantasía doublé, cada ima L. 6,25 - 6,50 - 7,50.
e) fantasía doublé y madreperla, cada una L. 11 - 16.
/) fantasía extra, cada una L. 20 (tres asxmtos).
g) de oro, cada una L. 10 • 12.50 - 45 - 60.
4) CUADRITOS con estampa o plaquita y la imagen de San Juan Bosco.
a) de metal L. 0,70 - i - 1,75 - 2 - 2,50 - 3,50 - 4 - 4,50.
b) de piel L. 1,75 - 3,25.
c) de galanita L. 7 - 9 - 9,50 - 15.
d) de alabastro L. 6 - 8 - 10 - 17 - 20.
Hay también alfileres, brazaletes, sortijas de plata, etc. a precios sumamente móifcos.

V ID A S DE SAN JU A N B O S C O
SAN JUAN BOSCO del Dr. J. B. Cal vi, con 25 cxiadros del pintor Conrado Mezzana. Un
toraito degantísimo, impreso en fototipia, papd superior y cubierta artística. Edición espa­
ñola
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4 —
Tenemos todavía disponibles varios ejemplares de la VIDA DEL B. J. BOSCO escrita por J.
B. L emoyke . Un tomo de 635 pág. con ilustraciones magníficas. R ú s tic a ....................L. 20 —
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Para encargos, dirigirse a la Sede Central de la S. E. I. Corso Regina Margherita 176, Turín.

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BOLETIN SALESIAN

C A T O L IC O S ,
inscribios en la Pía Unión
de Cooperadores Salesianos
Es un medio práctico y facilísimo de salvar muchas almas, de regenerar la juventud, y enri­
quecerse de méritos para la otra vida.
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de im modo especial, a hacer bien a la sociedad, por medio de obras de beneficencia, en favor
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Ingresando en ella, no se contrae ninguna obligación de conciencia, y pueden, por lo mismo,
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2 — Gozar de buena reputación religiosa y social.
3 — Hallarse en condiciones de poder apoyar y promover, por sí o por otros, con oraciones,
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Fecha
1934.04