BS_1932_02

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BS_1932_02
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Boletín Salesiano. Febrero 1932
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TBOLETÍN

Año XLVII - N . 2 . — Febrero, 1932

SALESIANO

REVISTA DE LAS OBRAS DE DON B O S C O

E síe hermoso retraío del Padre nos recuerda su
úlüma visifa a España.
<c¿diz - 1926).

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La muerte de nuestro Rector Mayor
D O N FELIPE RINALDI
Su enfermedad.
Desde hace más de un año la muerte le
seguía, de cerca, sin alarmar demasiado y
sin atreverse a arrebatarlo al cariño de sus
hijos; desde hace más de un año aquella
insuficiencia cardíaca, que era su traidora
tara familiar, venía progresando con ritmo
acelerado e inexorable; todos veíamos como
la recia complexión del buen Padre se iba
debilitando y aunque ello, como es natural,
nos preocupaba, estábamos bien lejos de
presentir lo que ha sucedido y todos, en
una santa porfía de amor filial, nos prepa­
rábamos a celebrar, con alegres fiestas, su
Misa de Oro.
Nosotros no lo presentíamos, pero él
tenía un conocimiento claro de su próximo
fin, según indicios ciertos que han ido apa­
reciendo, a pesar de lo cual, seguía entregado,
de lleno y con su habitual serenidad, a las
rudas tareas cotidianas que, para cualquier
hombre sano, hubiesen sido excesivas y ago­
tadoras, sin haber querido consentir que le
fuesen mitigadas en lo más mínimo. Cuando
se le invitaba a descansar, decía: « ¿Queréis
ya encerrarme en una caja? — El salesiano
sólo descansa en el cie lo ».
Su GUSTO POR HALPARvSE EN MEDIO DE
SUS HIJOS. - - Este verano pasado quiso re­
correr, una por una, las casas donde se ha­
cían los Santos Ejercicios espirituales. Sus
hijos estaban allí reunidos y él no podía
vivnr sin ^•erles y escucharles, sin dejar en
sus almas el sabor dulcísimo de sus pater­
nales Recuerdos, a los que comunicaba todo
el fuego de su corazón y en los que sabía
hacer \nbrar, con fuerza, las más puras
esencias del espíritu del Beato Juan Bosco.
Al iniciarse el otoño, que es cuando su
salud debió haberse rodeado de los más so­
lícitos cuidados, expresó el deseo de imponer
el santo hábito a los no\ncios y fué inútil
que médicos y superiores se esforzaran en
disuadirle, porque él, con una ingeniosidad

alegre, o una frase de buen humor, sabía
siempre triunfar de las resistencias que le
impedían volar hacia sus salesianos queridos,
a los que había consagrado todo su descanso,
y ofrecido su salud y su vida entera.
Hubo, sin embargo, una transacción y se
convino en que sólo visitaría los Noviciados
de Este y de Chiari, pero las cosas se rodea­
ron de tal manera, que el viaje se extendió
a varias casas de las Inspectorías Véneta
y Lombarda, durando más de ocho días y
dejándole extenuado de fuerzas.
Era el principio del fin,
Alarmadps los Superiores lograron de él.
a fuerza de súplicas, que se abstuviese de
bajar a su despacho, y le rodearon de los
más eficaces y amorosos cuidados. Gracias
a ellos y al forzado reposo de algunas semanas,
las energías perdidas fueron reapareciendo
y el estado general de nuestro querido Rector
Mayor, visiblemente mejorado, fué llenando,
otra vez, la casa de optimismo y alegría,
pero en la última decena de Noviembre, se
presentó una complicación cardio-renal y
su médico de cabecera, Dr. aérico, tuvo
que echar mano de remedios heróicos.
Esto preocupó sériamente a todos y fueron
llamados, en consulta, los célebres Doctores
Bottino y Micheli quienes, de acuerdo con
el citado médico de cabecera, opinaron que,
aunque el estado del paciente podía consi­
derarse grave, no había motivo, de momento,
para temer una muerte pró^íima, insistiendo
en que, tras un descanso absoluto de al­
gunos meses, podría el enfermo reanudar sus
ocupaciones habituales.
^ t a palabra, dicha por la ciencia, venía,
otra vez, a tranquilizarnos, pero la voluntad
adorable de Dios había dicho, también, la
suya y los hechos se precipitaron, en una
forma aterradora y completamente impre­
vista, sin que bastaran a detenerlos las
oraciones de centenares de miles de almas
que, advertidas por nuestros Superiores del
peligro que amenazaba, elevaban continua­
mente sus manos al cielo.

Sü PLACIDA MUERTE. — E l 5 de diciembre Ricaldone, quién, avisados los Superiores
más inmediatos, con una emoción impo­
D. Felipe Rinaldi que, a pesar de esas graves
alternativas de su salud, no había guardado sible de describir, administróle sub conditione
cama, amaneció m uy animado, tanto que, los Santos Oleos.
No era ilusión; era una terrible y espan­
para darle una sorpresa, — la más grata que él
podía recibir — se le preparó un altar en la tosa realidad.
¡ Habíamos perdido a nuestro Padre I
habitación contigua para que, al siguiente
día, pudiese celebrar la santa misa. Todas ¡Don Felipe Rinaldi habia muerto! Había
aqudlas molestias, en efecto, que tanto exte­ muerto en la hora precisa en que el Papa,
que tanto le amaba, enviábale su bendi­
nuaban sus fuerzas impidiéndole el reposo,
ción.
habían desaparecido, respiraba bien y había
logrado dormir algunas horas.
Como dicho día era sábado, vistióse de lim­
pio y, sin que nadie entonces comprendiera la
razón de ello, se puso hasta los zapatos
nuevos. No es aventurado suponer que, ad­
vertido interiormente por la Sma. Virgen,
quiso él mismo amortajarse; pocos días
antes había dicho;«el cielo está cerca », y
a los que le hablaban de su jubileo: «Vo­
sotros preparáis cosas m uy hermosas y yo
me marcharé cuando menos penséis». Al
P. Franco que fué a despedirse de él para
regresar a Inglaterra, le dijo claramente:
i No llegaré al 23 de diciembre t> (comienzo
de su año jubilar).
A las 4,30 de la madrugada comulgó, como
de costumbre, con un fervor seráfico. A las
9 salió de su habitación para oir la Santa
Misa, que celebró el Ecónomo General Don
Fidel Giraudi, y a toda ella asistió el buen
Padre de rodillas.
La cosa marchaba muy bien; tomó su
desayrmo y recibió al salesiano D. Luis
Cartier, venido de Niza para invitarle a
inaugurar un nuevo templo a María A uxi­
liadora, pero notando este sacerdote, a los
pocos minutos de iniciada la conversación,
que el enfermo tosía y se fatigaba, despidióse
discretamente dejándole que descansara.
El secretario particular D. Santiago Vacca,
I Muerfot
que vivía en el cuarto inmediato y estaba
siempre atento a la menor novedad y al
Rápidamente y, como una niebla maléfica,
más insignificante ruido, acudió a la puerta,
al notar la salida del P. Cartier, y vió que difundióse la noticia por todas partes. En
nuestro Venerado Rector Mayor le despedía casos como este, residía incomprensible y
de pié, dándole a besar la mano, con aquella casi inverosímil esa rapidez de difusión que
an'abilidad sugestiva que era tan suya; pre­ no bastan a explicar, ni el teléfono, ni la
guntóle si necesitaba algo, volvió a recomen­ prensa, ni ninguno de los medios ultramo­
dernos de intercambio espiritual. Sólo un
darle el descanso y le dejó solo.
Pasados unos veinte minutos, fué el Se­ presentimiento difuso, sólo una especie de
cretario a llamar a su puerta y, extrañado telepatía colectiva podrían atribuirse el fe­
de que no contestase, abrió, hallóle en el sillón, nómeno, por nosotros presenciado, de cen­
inmóvil, pálido, sin dar señales de vida, y tenares de personas que, a los pocos minutos
corrió a buscar al Prefecto General D. Pedro de acaecida la muerte y procedentes de todos

36

i

En la capilla arpíenle.

los puntos de la ciudad, empiezan a desfilar
por aquella pobrísima celda y delante de
aquel cuerpo inanimado, pero caliente y
flexible sentado en su sillón de trabajo, con
la cabeza algo inclinada hacia la derecha,
santamente dormida, y envuelta en un halo
ultraterreno de placidez y dulzura.
Si el Dr. Bottino no hubiese certificado
que D. Felipe Rinaldi ha muerto, víctima
de embolia cerebral, tendríamos derecho a
suponer que nuestros ojos nos engañan,
porque las únicas huellas — y no indiscu­
tibles, — que la muerte ha dejado en estos
restos santificados, son la palidez, de cera
virgen, que hay en sus manos y en su rostro,
y el gélido silencio de sus labios, húmedos
aún con el arrebol de la vida.

Fascismo D. Andrés Gastaidi, el vocal del
Directorio del mismo Sr. Bertoldi, y otras
personalidades de los sectores sociales más
representativos de la capital.
E l Presidente de los Cooperadores Salesianos Sr. Conde Rebaudengo y el de la
Federación Internacional de Ex-alumnos
Sr. Masera, que habían gozado de la inti­
midad del P. Rinaldi y sentían por él ima
admiración fervorosa, mostrábanse incon­
solables, mientras amigos y cooperadores,
sacerdotes e Hijas de María Auxiliadora,
alumnos y alumnas, hombres y mujeres del
pueblo, iban desfilando, tristes y cabizbajos,
para besar aquellas manos santas que no
se habían cansado de bendecir y prodigar
favores.

E l dolok de un pueblo . — No había
transcurrido una hora, cuando llegó el
Excmo Sr. Arzobispo de Turín, Mons. Maurilio Fossati, profundamente afectado, orando
largo rato, ante el cadáver y dirigiendo pa­
labras de condolencia y consuelo a nuestros
Superiores. Siguiéronle, tras breves inter\*alos de tiempo, S. E. el Prefecto (Gober­
nador) Sr. Ricci, el Podestá (Alcalde) Sr.
Thaón de Re\xl, el Secretario Federal del

E n la capilla ardiente . — A la puesta
del sol, cuando las primeras sombras de la
noche hacían aún mas denso el luto que
llevábamos en el alma, el cadáver del P. Ri­
naldi era llevado a la capilla ardiente, en
medio de una larga procesión de sacerdotes,
con velas encendidas.
Ea iglesia sucursal de la Basílica de María
Auxiliadora, abierta en la plaza del mismo
nombre, tuvo necesidad de disimular, con

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profusión de paños y crespones fúnebres, la
nítida brillantez, ingenuamente alegre, de
su reciente decoración pictórica, antes de
ofrecer a los sagrados restos una acogida
digna y conveniente.
Consta esta iglesia de una sola nave amplia
y despejada. En el testero principal se ve
el altar mayor sobre severo fondo enlutado
en el que campea una gran cruz; en el opuesto
un cua'dro del Beato Juan Bosco que parece
mirar a los hijos desolados y decirles: «No
temáis, es un simple episodio de nuestra
vida; la dinastía que yo he fundado es ina­
gotable y eterna ». En el centro se alza un
alto catafalco, solemne y sencillo, donde
yace el cadáver de D. Felipe Rinaldi, que
ahora parece más pequeño, pero que sigue
conservando la misma plácida actitud de
reposo.
Está revestido de roquete y estola morada,
insignia de una realeza por, él ejercida, en
nombre de Dios, santa y heróicamente, du­
rante cincuenta años, y que, superior a las
realezas terrenas, no acaba con la muerte.
Tiene en las manos una cruz y un rosario;
la cruz del que pende el Amado de toda su
\nda. El que en su corazón salesiano había
encendido tanto fuego de apostolado, y en
su inteligencia de sacerdote tanta luz de
doctrina y én su voluntad de Superior tanta
fiebre de trabajo. E l rosario de la Virgen
de Don Bosco no podía faltar tampoco de

Los patios de la Casa-madre, espaciosos

cchdo

aquellas manos que, antes lo mostraban a
medio mimdo, como un cetro de gobienio
y ahora lo sostienen, agarrotadas, como el
barco abandonado que se hunde, sostiene,
en su mástil, la bandera de combate, en la
que los tripulantes cifraban sus amores >•
sus glorias.
*

*

*

Pocas son las cosas que se ven en torno del
querido difunto; seis blandones gigantes,
tiesos como centinelas y decorados a la fu­
nerala; una guirnalda de grandes crisantemos
blancos que, en medio de la fúnebre desnudez
de los paños, parecen axín más blancos; un
pequeño jardín de macetas con palmas de
hojas perennes como la fe y unos cuantos re­
clinatorios, dispuestos para rezar y también
para defender los amados despojos contra las
piadosas embestidas del pueblo, que los con­
templa como una codiciada reliquia.
Las almas que le rodean son, en cambio,
incontables. Un número casi infinito de seres,
de todas las razas y de todos los continentes,
velan este cadáver, de un modo invisible
pero cordial y eficaz, y hombres y mujeres
y niños, de todas las clases sociales, desfilan
y se renuevan sin interrupción durante dos
días y tres noches. La ciudad entera y pue­
blos de los alrededores pugnan por ver al
Tercer sucesor de Don Bosco y hay momentos

eoormes plazas, se bao llenado completamente de ¿ente.

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en que la impejjs^ plaza resulta insuficiente
para contener aquella marea viva, a pesar
del cruel e intenso frío que allí hace, siendo
necesarias varias parejas de orden público,
para que la circulación proceda ordenada­
mente y sin conflictos. I^os de fuera quieren
entrar y los de dentro hacen lo posible por
no salir, pretendiendo todos que sus objetos
de devoción y hasta sus prendas personales
como sombreros, guantes, pañuelos, gafas,
reciban el contacto de estas manos que
antes bendecían y ahora inmóviles, aún
pueden tener virtud para aliviar alguna
pena y enjugar alguna lágrima. Dos exaluninos que se turnan continuamente, no
alcanzan a dar satisfacción a tantas y tan
conmovedoras demandas.
Kn esta cámara mortuoria, ungida y con­
sagrada por la oración de todo un pueblo
y el dolor de una Congregación religiosa
que tiene raíces en todos los pueblos, las
m i ^ empiezan a las 4 de la madrugada y
no terminan hasta las 12, subiendo al al­
tar, uno, tras otro, los miembros del Ca­
pítulo Superior, Obispos, Inspectores, ]\íisioneros; aquí los Rosarios no se interrumpen
tiuñca; Santa María, ruega i>or él; Señor,
dale, el descanso eterno... es un cuadro de una
emotividad y de una fuerza irresistibles.
Cuando a las 9,30 del domingo S. A. R. la
Princesa Elena de Aosta, acompañada por
el general Montasini, viene a orar ante el
cadáver, el efecto que este imponente ple­
biscito de amor le ha producido debe ser
tan grande, que alguien ha creido observar,
en su rostro, un paño de conmoción y una
lágrima de ternura.

£1 cortejo fúnebre.
No es propriamente ni el funeral, ni el
entierro. E s un homenaje póstumo que el
pueblo italiano tributa a sus difuntos, sin­
gularmente a los que en vida se habían
hecho acreedores a alguna especial beneme­
rencia. El féretro sale acompañado de la
cámara mortuoria, recorre un itinerario con­
venido y vuelve a la cámara mortuoria.
El cortejo, en nuestro caso, ha rebasado
su marco, resultando una apoteosis, en toda
regla, que los más viejos comparaban con
la que presenció Turín cuando la muerte de
l'km Bosco y a muchos les ha recordado la

inenarrable manifestación ciudadana del
9 de Junio de 1929, cuando, en medio de
muchedumbres impresionantes, los restos de
nuestro Beato fueron traídos a la Basílica.
Las 3 de la tarde del día 8 era la hora
señalada, y como la jomada, mejor que de
luto, iba a ser de triunfo para la humilde
obra de Don Bosco y como, además, era el
día de María Inmaculada, en que no hay
alma medianamente cristiana que no sonría
y no se vista interiormente de azul y blanco,
el cielo quiso también sonreimos y, contra­
riando su etiqueta invernal, barrió hacia
los Alpes las rastreras y glaciales nieblas
con que, por la mañana, nos habían obse­
quiado y, en medio de la alegría del sol,
tendió sobre la ciudad su inmenso pabellón
de seda azul joyante.

Mientras la complicada máquina del Cor­
tejo empezaba a moverse, en la capilla ar­
diente llevábase a cabo una ceremonia tierna
y conmovedora. Invitado el público a desa­
lojarla y cerradas las puertas, procedióse a
depositar los restos del Padre en su ataúd,
que era pobre y sencillo, haciéndose la triste
operación con el mayor cuidado y la máxima
reverencia.
Nuestro querido Prefecto General, Don
Pedro Ricaldone, en presencia de varios
calificados testigos que habían sido llamados
para representar, respectivamente, a los
Salesianos, a los Cooperadores y a las Hijas
de María Auxiliadora, leyó, en voz alta, el
Acta de defunción y, metida en un tubo de
vidrio, la depositó junto al cadáver. UntSltimo beso, caldeado de amor filial, sobre
aquella frente exangüe que va a quedar,
para siempre, bajo el dominio inviolable de
la tumba, im operario que suelda la humilde
caja de cinc, y todo está listo para la cere­
monia.
•%
Entre tanto los patios de la Casa-madre,
espaciosos como enormes plazas, se han
llenado completamente de gente que sin
cesar evoluciona, a la voz de los organiza­
dores, y toda\da, por las anchas puertas,
siguen entrando columnas y más columnas;
pero ¿dónde se colocarán. Dios santo?

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El panorama es de los que no se olvidan.
Son tantas las divisas que aparecen en braros. cuellos y sombreros y tantas las ban­
deras y confalones que flotan en el espacio,
que llegamos a olvidamos de que el acto
que se prepara es una pompa fúnebre.
Por doquiera niños de nuestros y de otros
Colegios vestiditos de limpio, o , reglamen-

lillas de ambos sexos simulando, graciosa­
mente, paradas militares; más lejos los Ca­
misas negras con sus tres escuadrones di
comhattimento, austeramente disciplinados.
Es la patria fascista que también quiere
tributar su bomenaje, tan espontáneo como
cordial, al bondadoso Sacerdote que encarnó
una de las más puras glorias de Italia y, sin

En hombros de nueslros (eólojos es llevado a la carroza fúnebre.

tariamente uniformados, por centenares y
por millares; hombres del pueblo y de la
aristocracia, revueltos . y confundidos en
masas compactas; sacerdotes y religiosos;
moujitas de extrañas y diversas indumen­
tarias, entre las que discurren, como moWbles puntitos negros, las sencillas tocas
de las Hijas de María Auxiliadora; en todas
partes asociaciones y cofradías con sus in•Mgnias, agrapaciones musicales con sus me­
tales relucientes y sus galones de oro, huér­
fanos de guerra, excombatientes...
Aquí están, a pié firme, esperando órdenes,
los jóvenes universitarios, con sus polícromos
sombreros goliardicos en forma de esquifes,
de los que penden, en profusión, filas de
borlas y de medallas; allá los pequeños fía-

ser de ningún partido era de todos los par­
tidos, como Don Bosco y como la caridad
cristiana y, sin tolerar la política en sus salesianos, ensanchó, como ningún político, el
dominio espiritual de su raza.
Cuando todos estos miles de criaturas
hayan salido, para ocupar su lugar en el
Cortejo, todavía se incorporarán otras tantas
que allá fuera, en la plaza de María Auxilia­
dora, esperan con impaciencia. Es un tra­
bajo mareante el de los organizadores, en
su mayoría jóvenes y ex-alumnos provistos
de brazales, pero, por lo visto, conocen muy
bién su oficio y las compactas filas, de a seis
y a ocho, van sucediéndose y desgranándose,
hermosamente, por las anchas avenidas,
como un inmenso rosario humano.

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Nailie había previsto, sin embargo, este
alud formidable de concurrentes y llega un
momento en que todo el largo circuito se
congestiona, hasta tal punto, que, para
evitar el taponamiento, se hace preciso en­
sancharlo y dar un nuevo rodeo.
A las dos y media, las campanas de la
Basílica empiezan a doblar lentamente^ y,
yo no sé si es ilusión cí es que en Italia todo
ha de ser forzosamente rítmico y musical,
pero, en ese tocar a muerto, se adivina una
polifonía extraña que, cala poco a poco las
almas de tristeza, hasta reducirlas al llanto.
La carroza fúnebre, que es de tercera
clase para conformarse con la humildad del
que, en vida, representó a Don Bosco, aún
no se ha movido de su sitio en espera del
sagrado depósito, pero no tardarán mucho
en traerlo, porque allá, en la Capilla ardiente,
se oyen ya los últimos versos del «De Profiindis», cantados por nuestros teólogos de
« La Crocetta *, representantes de vienticinco
naciones. Al apagarse la voz del Sr. Arzo­
bispo de Turín, que es el ministro oficiante,
ocho de estos teólogos, revestidos de sobre­
pelliz, toman en hombros el féretro y, triste
y pausadamente, lo llevan hasta la carroza,
que en seguida se pone en marcha.

En la avenida «Regina Margherita », que
es la porción más recta, más ancha y más
vistosa del recorrido fúnebre, vamos a pre­
senciar el Cortejo. Allí se han situado, tam­
bién, los fotógrafos, buscando los balcones
más estratégicos, o encaranulndose sobre
escaleras portátiles y coches de alquiler.
Allí está la masa más compacta del pueblo
que se ha echado a la calle, como en las
grandes solemnidades, demostrando, bien
a las claras, que es el que más sinceramente
participa del dolor general que la muerte
del Rector Mayor de los Síilesianos ha produ­
cido, pc>rquc, en medio del respetuoso silencio
con que es recibido el desfile, son muchos
los que musitan una oración, o se enjugan
una lágrrima, y todos se descubren piadosa­
mente al pasar la carroza fúnebre.
Recordemos aquellas agrupaciones, inter­
minables, que vimos organizarse en los patios
de la Casa-madre; ya hace más de una hora
que desfilan y la Presidencia del duelo aún
está en la iglesia.
Mezclados con círculos, colegios y repre­

sentaciones de todo género, han pasado
los Oratorios de las Hijas de María Auxilia­
dora y muchos de los Salesianos; los de la
Crocetta, Valsálice, Monterosa, San Luís,
Martinetto; los Colegios de San Juan Evan­
gelista y Valsálice; los Institutos misioneros
de Ivrea, Cumiana y Conde Rebaudengo.
Ahora pasan las Madres cristianas, las Damas
de María Auxiliadora, Ex-alumnas, Coope­
radoras, Religiosas... Este enjambre de mu­
chachos son los internos de la Casa-madre;
700 entre estudiantes y artesanos; van re­
zando todos el rosario y sus voces argentinas
se funden, armoniosamente, con las de lodo
el Cortejo, formando una masa imponente
de oraciones que se extienden por el amplio
paseo, convertido en templo gigantesco. La
muerte del Padre que, tantas veces, departa
con ellos afablemente ha impresionado mu­
chísimo a estos niños; llevan también su
banda de música, pero el dolor ha hecho
enmudecer los instrumentos y les impone
riguroso silencio.
Ahora están desfilando las juventudes
católicas; ¡cuánta bendición de hombres!
¡qué de grupos nutridos, compactos! sólo el
Oratorio de San Pablo ha traido 1600 Padres
de familia, casi todos obreros honrados que
la revolución había predestinado a quemar
iglesias y hoy son cristianos modelos, prontos
a dar fe de vida, dondequiera que hay u d
acto de afirmación religiosa. Estos admirables
obreros eran la debilidad del malogrado
Don Felipe Rinaldi, que inspiró y organizó
la Obra de San Pablo, aiin antes de ser Rector
Maj’or. Ningún eclesiástico se hubiese aven­
turado, quince años hace, a transitar por
este barrio cuyos sindicatos llenos de hidro­
fobia anticlerical habían incendiado, en parte,
la iglesia de su parroquia y ahora es tan
tranquilo y tan morigerado, que la aristo­
cracia lo ha elegido como su sector predi­
lecto. Pero ya. empieza el clero... contenK's;
cincuenta, ciento, doscientos, todos con sus
sobrepellices blancos como la inocencia; es
la guardia de honor de aquél que de ino­
cencia \n\nó y se alimentó hasta la muerte.
Detrás de ellos la fila solemne de los Obispos,
nueve entre todos: los Exmos Sres. Emanuel.
Guerra, Olivares, Perrachón, Ciceri, Rossi,
Celle, Spandre, y el Excmo y Rvdrao Sr
D. Mauriiio Fossati, Arzobispo de Turín
que ocupa la presidencia; todos van con
mitra blanca propia del rito fúnebre, y negra
capa plu\nal.

La carroza aparece rodeada por tres filas
de caballeros que se lian disputado el honor
de llevar las cintas del féretro y, entre ellos,
\-emos al Sr. Conde Rebaudengo, al Barón
Sr. Manno, al Vicario General de la Arquidiócesis Mons. Cóccola, al Comendador Sr.
Marongiu, al Secretario Federal del Fascismo
Dr. Bertone, al Procurador General de los

Roretto; el Real Proveedor de estudios Sr.
Gasparoni; el Delgado de Hacienda Sr. Ca­
landra; el Magistrado Sr. Oddone; el Cónsul
de España D. Alejandro Escudero y el de
la Argentina D. Pablo del Pino; los Marqueses
del Carretto y Eugenio Asinari de Bennezzo;
el Catedrático de la Universidad Católica de
Milán Dr. Ubaldi; los Coroneles del Ejército

Desfile de “ los Padres de familia“ del Oratorio de Sao Pablo.

Salesianos Dr. Tomasetti y a las dignas
Autoridades provincial y municipal. Le dan
escolta una sección de guardias empenachados
y los maceros del Gobierno y de la Ciudad,
(Valletti) hombres de elevada estatura. He
nos de prestancia, que visten sombreros de
copa y largas casacas galoneadas y llevan
grandes escudos aplicados a su enorme ha­
chón de cera.
Cierran, finalmente, el Cortejo los parientes
camales del difunto, en número de 27, el
Gobierno General salesiano o Capítulo Su­
perior en pleno y diversas Autoridades, fi­
gurando, entre otras, las ya citadasPrefecto
y Podestá; los Comisarios Sres Lombardi,
Brend, Gioia, Russo y Virone; los Generales
Ragni, Guerra, Alberti, Pintor y Petitti di

Sres. Battú y AntonioH; el Prefecto de la
Basílica de Superga Mons. Bossia; Senadores
y Diputados; la Orden de Caballeros de
San Silvestre; los Sres. Inspectores Salesianos
de Italia y algunos de España y Francia;
el Alcalde de Lu Monferrato, pueblo natal
del finado y el de Castelnuovo Don Bosco (i).
Es casi de noche, cuando esta magnífica,
esta indescriptible apoteosis, que la ciudad
de Turín ha tributado a los restos mortales
de Don Felipe Rinaldi, viene a disolverse,
deshaciendo el encanto a que, por espacio
de dos horas y media, nos ha tenido sujetos.

(i) Por un reciente R. D. esta será, cu ade­
lante, la expresión geográñca de Castelnuovo d'Astí.

.

4^
La ancha plaza de María Auxiliadora,
escenario ideal de estas grandes rnanifestaciones salesianas, tristes o alegres, que en
belleza y magestad difícilmente pueden ser
superadas, vese otra vez llena de gente. El
féretro, llevado en volandas, pasa rápida­
mente sobre un mar de cabezas destocadas
y la Basílica cierra sus puertas detrás de él,
apagando el canto de los últimos Responsos.

Fuera, todo ha quedado en silencio; el
frío que hiela; el humo blanco de las estufas
que,, desde los altos tejados sube derecho
al délo; la inmensa muchedumbre de la
plaza;... todo, menos el busto escultórico,
solemne del Beato Juan Bosco que, en­
vuelto en la gloria de su juventud armoniosa

y eterna, como el bronce de que está forjado,
sigue conversando, alegre y amorosamente,
con los niños que le rodean y sonriendo a
este pueblo bueno que, medio ociüto en la
faja de sombra por él proyectada, limpia
sus ojos humedecidos de llanto.
L a ut.tima noche. — Ahora lo tendremos,
más cerca; lo han colocado en el mismo sitio
donde estuvieron los restos de Don Bosco
y sus otros dos sucesores, bajo la gran cú­
pula de la Basílica de María Auxiliadora,
iluminada y airosa, verdadero trasunto del
cielo que el pincel filial de RoUini trató de
pintar en ella. Ah! si no lo viéramos con los
ojos cerrados por la muerte, creeríamos que
un éxtasis delicioso lo tiene inmovilizado
ante la imagen de Aquella a quién tanto
amó en su vida y es Inspiradora y Madre
de toda la Obra Salesiana.
Aquí dormirá, todavía, con
'
nosotros la última noche.

Rezamos las oraciones en
tom o de su cadáver. Es un
acto sencillo, recogido, fami­
liar y, por esto, es acaso
él qué más derechamente
penetra en nosotros, hasta
sacudimos el alma.
A un lado están los niños,
a otro la Comunidad, crecida
y más que doblada, por el
enorme número de Salesianos venidos de fuera; en el
presbiterio los miembros del
Capítulo Superior, con hue­
llas visibles de emoción y
cansancio, pero serenos.
•%

Desfilan loa nueve obispos.

¡Con qué fervor se ha re­
zado esta noche! Todos he­
mos tenido el corazón en los
labios y pocas veces se em­
pleará, con más propiedad,
esta figura retórica; el cora­
zón que se siente herido y
pide consuelo; que se ve abandonado y brisca calor;
que se ve colmado de favo­
res y muestra férvido y
palpitante su gratitud.

43

Ei clero con &us sobrepellices blancos.


Llegado el momento de las Buenas noches
— costumbre patriarcal y encantadora, toda
nuestra — centenares de ojos se fijan, alu­
cinados, en el féretro, creyendo, tal vez, que
por un prodigio de inercia, la dulcísima fi­
gura del Padre va a moverse para hablar­
nos, en esta hora de las santas efusiones en
que siempre solía hacerlo, pero la muerte
jay! jamás suelta su presa y, cuando vemos
que es D. Pedro Ricaldone el que se ade­
lanta, se hace en toda la iglesia im silencio
trágico.
Con palabras oportimísimas, impregnadas
de sentimiento, explica nuestro Prefecto
General la razón del triunfo a que acabamos
de asistir. «Don Bosco, dice, escribió estas
palabras: — cuando un salesiano sucumba o
cese de vivir trabajando por las almas, decid
que nuestra Pía Sociedad ha alcanzado un
gran triunfo». Las pruebas de afecto que
pueblo. Prelados y Autoridades acaban de
tributar a nuestro llorado Rector Maj’or,
confiiTLan plenamente esta profecía del Beato
Juan Bosco.
Tuvo D . Felipe Rinaldi, en grado emi­
nente, espíritu de oración, dotes de gobierno,
paternidad, exquisito sentido práctico, pero

antes que esto y por encinia de esto, fué un
trabajador infatigable a quién sólo ha po­
dido rendir la muerte. Trabajar por las
almas era su delicia, y fué él quién pidió y
obtuvo del Santo Padre aquella preciosa
distinción, que nosotros IlaTnáTtios la Indul­
gencia del trabajo, en virtud de la cual, Salesianos e Hijas de l>laría Auxiliadora, con
sus Cooperadoras, Alumnps y Ex-alumnos,
pueden, con gran facilidad, en medio de sus
trabajos, hacerse santamente ricos.
Y a que hemos recibido este preciá^^b re­
galo de manos de nuestro querido Rector
Mayor, recibamos en esta hora solemne sus
ejemplos, y hagamos que revivan y arrai­
guen en nuestra conducta».
Una lección de cosas dicha tan sentidamente
en presencia de aquellos restos queridos,
no podía a menos de producir su ^ectQ y nos
retiramos a descansar, con un vivísimo deqeo
de inmolamos para que, en todos y en cada
uno de los salesianos, se verifique la profecía
del Beato Juan Bosco.

F uneral y entierro . — E l Santuario de
María Auxiliadora está colgado todo él de
paños negros; columnas, comisas, puertas.

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A

»

En la plaza de M aría Auxilíadorai

balaustradas, hasta la altísima baranda cir­
cular de la cúpula ostenta fúnebres crespones.
Dondequiera que uno mira, tropieza con
emblemas de dolor y trofeo^ de muerte.
Todo se halla dispuesto para el funeral;
en el presbiterio, que está imponentísimo,
el Sr. Arzobispo, Mons. Fossati, sentado en
su alto trono, ha tenninado las oraciones
preparatorias para la misa Pontifical, que
va a ser asistida por los Excmos Sres Obispos
Guerra, Olivares, Emaiiuel, Rossi, Ciceri y
Perrachón. Una doble corona de pequeños
escolares, revestidos de sotana y roquete,
separa el presbiterio del público.
Es inútil buscar sitio en el templo, porque
no se cabe, ni siquiera de pié.
I/OS Superiores de la casa, las Represen­
taciones di\*etsas, los Provinciales y Supe­
riores religiosos de Turín, los parientes Hel
difunto, presididos por su hermano Juan,
también sacerdote salesiano, las autoridades,
en fin, eclesiásticas, ci\*iles y militares, llenan.
I)or completo, los bancos de honor que ro­
dean el catafalco, pobre y sencillo, en medio
de tanta magestad y grandeza.

Son las 10 y empieza la misa Grave y
magestuoso el órgano, con sus notas opacas

y sonoridades profundas, y potente y disci­
plinado el coro compuesto de más de 200 vo­
ces ejecutan la patética e insuperable Par­
titura gregoriana. E l Réquiem, el Dies trae,
todas las estrofas de este inmenso poema
musical de nuestra liturgia que ora gimen,
ora llenan de pavor el espíritu, se suceden,
unas a otras, con una fuerza emotiva y un
fervor religioso que subyugan.
Poco a poco todo el ambiente del templo,
saturado ya por el olor del incienso, empieza
a agitarse en una especie de vibración mís­
tica. Las ondulaciones melódicas bajan de las
tribunas, llenas de misterio y pasan, acari­
ciadoras, sobre los fieles, como alas invisi­
bles de serafines.
Y a Jesús ha bajado al altar, tribunal de
misericordia; su Corazón di\úno, océano in­
finito dé consuelo, ha recogido ya las sú­
plicas que miles de almas le han dirigido.
La piedad de los hijos está satisfecha y
se dispone a pagar el último tributo, que
es el más triste.
El día también se ha puesto a tono con
la ceremonia. Ayer, durante el Cortejo, im
cielo resplandeciente y azul como regio dosel
de tritmfo; hoy una nube fea y opresora,
que amenaza resoh’erse en nevisca.
Terminadas las Exequias y cantado el

45
Ricaldone con los demás miembros del Ca­
pítulo Superior, el sacerdote D. Juan Rinaldi hermano del difunto, el Capítulo Su­
perior de las Hijas de María Auxiliadoni
que, como nosotros, lloran la pérdida de un
Padre celosísimo y de un Consejero incompa­
rable; los Superiores e Inspectores, Auto­
ridades, Representaciones y enorme pú­
blico.
E l Obispo salesiano Excmo Sr. Olivares,
que esperaba en el cementerio, apenas llega
do el féretro, le da la bendición. Acto se­
guido, D. Pedro Ricaldone, en medio del
silencio y de la conmoción general y, después
de un breve y tierno saludo del P. Colombo.
en nombre de todos los salesiauos ausentes,
reza el De Profundis y los restos venerados
bajan al osario, no lejos de la capilla familiar
y en espera de que una segunda capilla se
levante sobre ellos.
Una gran piedra de granito cierra la fosa
y ima mano delicada ha colocado en ella
un enorme manojo de rosas y violetas, con
una ancha cinta blanca, donde, escritas con
oro, se leen estas tres palabras: A l Padre
buono.

Ulümo Responso.

último Oremus, pónese en seguida en marcha
la comitiva que ha de acompañar a nues­
tro Rector Mayor a su última morada.
Esta ya no será Valsálice, porque retirados
de allí los restos glorificados del Beato Juan
Bosco y próximos, acaso, a retirarse los del
Siervo de Dios Don Miguel Rúa, pierde
su atractivo; la humildad de D. Felipe Riualdi, por otra parte, previno esta contin­
gencia, pues dicen que cuando se inhumó
allí el cuerpo de su antecesor D. Pablo A l­
tera, dijo estas palabras: Ahora hasta.
Irán pues sus restos al cementerio, al pan­
teón familiar salesiano, donde le esperan
de doscientos religiosos; y en medio de
«sos hijos queridos descansará mejor.
A las 11,30 sale la carroza fúnebre, que
«s la misma de ayer. Delante \'an represen­
taciones de todos los Colegios y Oratorios
salesianos; detrás el Rvdmo Sr. D. Pedio

IDescansa ea la paz del cíelo

46
Sea cual fuere la suerte que el tiempo
haga correr a esta cinta y a esta lápida, es
necesario que las tres palabras de oro no
desaparezcan, porque son el retrato del
Tercer Sucesor de Don Bosco.
Adiós, Padre bueno, descansa en la paz
d d cielo. Tus hijos no te olvidarán nunca.

Lluvia de pésames.
Han llovido, materialmente, de toda Italia
y de todas las’ partes del mundo. El Santo
Padre ha enviado uno sentidísimo, el Rey,
Príncipes, Ministros, Cardenales, Obispos en
número de más de ochenta. Superiores de
Ordenes religiosas. Representantes de na­
ciones, títulos y dignidades de todos los
órdenes, Asociaciones de Cooperadores y
Ex-alumnos, Colegios, Entidades, etc;... To­
mado, en conjunto, este formidable plebi
scito de adhesión y carino a la Obra Sale-

siana, en la persona de su difunto Rector
Mayor, es algo que conmueve y, más que
conmover, anonada, por su grandiosidad y
por su enorme valor representativo.
De entre esta montaÉa de cartas y te­
legramas, son muchos los que podríamos
entresacar y dar a conocer a nuestros lecto­
res, no sólo por los términos en que están
redactados, desbordantes de verdadero dolor
y afecto, sino también y principalmente,
porque reflejan, de manera maravillosa, las
distintas modalidades del alma bellísima de
Don Felipe Rinaldi,
Renunciamos, sin embrago, a esta sa­
tisfacción, ante la dificultad de hacer de
ellos una selección completa, sin incurrir
en omisiones sensibles. Cuando se haga k
Biografía de nuestro llorado Rector Mayor
será este un material precioso, para poner
de relieve la estimación general de que
gozaba, en todas las esferas de la socie­
dad.

A los 36 añ(» - El Inspector de España.

47

Lu (Monferraio), pueblo naíal de D. F. Rinaldi.

ALGO DE SU VIDA
Trabajos y conquistas de un largo apostolado.
Cuando se tiene el corazón destrozado y
los ojos empañados de lágrimas, no es tarea
fácil evocar una vida, como la de D. Felipe
Rinaldi, llena de una admirable actividad
febril, inspirada en los más puros ideales del
Beato Juan Bosco, ni ello sería posible, aún
prescindiendo de esta dolorosa circunstancia,
porque no disponemos de tiempo y espacio
suficientes para exponer, en un cuadro com­
pleto, todo el enorme trabajo de sus cin­
cuenta años de apostolado.

Un vivero de vocaciones. — Así debe
llamarse su pueblo natal Fu (Monferrato),
donde nació el día 28 de Mayo de 1856.
Desde el trono de su riente colina, reina
sobre una extensa comarca cuajada de
viñedos y cuenta con unos 4.000 veci­
nos, de una sanidad moral tan prodigiosa,
que apenas se encontraría allí una familia
que no tenga im hijo consagrado a Dios.
41 Salesianos y 118 Hijas de María Auxi­
liadora, amén de algunos centenares de
sacerdotes sectdares y religiosos de varios
Institutos; he aquí la santa y bendita co­
secha de este encantador vivero de vocaciones.
En nuestra Congregación hay. actualmente,
nada menos que 17 individuos, entre sale­
sianos y salesianas, que llevan el apellido
Rinaldi, todos procedentes de Lu.
Don Bosco debió hacer en aquel pueblo
una siembra m uy abimdante, pues que lo
visitó veintiséis veces, casi siempre de jira
con sus pilludos de Valdocco y , en una de

aquellas jiras, conocióle, precisamente, por
primera vez, d que había de ser, más tarde,
su Tercer sucesor.
He aquí como lo refería él mismo, un año
hace, a los alumnos de Borgo San Martino:
<( Cuando yo era pequeño, recuerdo que un
día entró en mi pueblo una Banda de mú­
sica, como la vuestra, detrás de la cual iban
varios sacerdotes y aquello me hizo mal
efecto, porque detrás de los músicos sólo
acostumbraba ir la gente chabacana; im­
presionóme no obstante agradablemente !a
alegría de aquellos niños y más cuando vi
que a uno de los sacerdotes, más risueño que
los otros, corría todo el mundo a besarle la
mano. Ante aquel espectáculo que tal vez
fué el principio de mi vocadón, dije para mí:
Este sacerdote debe valer más que un obispo.
Después supe que era Don Bosco.

V a c u a y se hace salesiano . — A los
10 años ingresó en nuestro Colegio de Mirabello y allí tuvo ocasión de tratar, muchas
veces, familiarmente con aquel sacerdote
que tanto le había llamado la atención, en
medio de aquella alegre caravana de músicos.
E n seguida comprendió que era un gran
santo, y hasta vió en él algo sobrenatural.
VUna de las veces que fui a confesarme con
Don Bosco, refirió en derta ocasión, observé
en su rostro un resplandor, como el que
suelen poner los pintores en tom o de la ca­
beza de los santos ». ¿Ser& una voz de Dios?
¡quién sabe! lo cierto es que antes de ter-

minar sus estudios y cuando había llegado
el momento de resolver sobre su vocación,
dejó Rinaldi el Colegio, sin que jamás se
haya sabido la causa de ello, y volvió a su
casa, para ocuparse en los negocios del padre.
Su conducta en el pueblo fué siempre tan
ejemplar que a los i8 años, le nombraron
Prioste de la Hermandad de San Blas, dis­
tinción que sólo se otorgaba a los mejores.
Don Bosco, sin embargo, que había tenido
en sus manos aquel corazón de ángel, no lo
perdió nunca de vista; él que, ilustrado por
la luz de lo alto, leía el por\'enir de laS almas,
no ignoraba seguramente que el joven Ri­
naldi era uno de los destinados a sucederle,
>• autoriza a creerlo así la insistencia con
que siempre siguió sus pasos. Le hizo hablar
por \*arias personas, en\*ió a su casa a uno de
sus sacerdotes para que le ajnidase a vencer
las últimas dificultades y, finalmente, él mis­
mo en persona obtu\*o que se decidiese a se­
guir la carrera sacerdotal y hacerse salesiano.

RAPIDA ASCENSION. — Trazado ya su por­
venir, de un modo irrevocable, ingresó en el
Noviciado, y el 13 de Agosto de 1880 hizo
su profesión religiosa, en San Benigno Canavese. Como su cultura era más que regular
y, desde pequeño, había dado muestras de
poseer una inteligencia excepcional, ágil y
despierta, los estudios sacerdotales pudo
hacerlos en el breve periodo de dos años,
cosa entonces permitida por los Sagrados
Cánones, cuando en los candidatos al sacer­
docio concurrían las circunstancias que se
daban en el joven Rinaldi. Por esto, el 23 de
diciembre de 1882 tuvo el inefable consuelo
de subir, por vez primera, al altar, ordenado
por el nimo Sr. Obispo de Ivrea Mons. Riccardi.
Don Bosco que, en aquel novel sacerdote
de 26 años, vió ya el hombre de maduro
criterio, lo eligió entre todos los que con más
edad y experiencia le rodeaban, para dar
realidad a uno de sus más originales pro-

|iUo
yectos, la fonnación para el sacerdocio de
las vocaciones tardías, la institución de los
llamados Hijos de María. H oy aquel pensa­
miento de Don Bosco se ha abierto camino,
no sólo en Italia, sino también en Francia,
Alemania y dondequiera que la falta de
obreros evangélicos se deja sentir, pero en­
tonces era una aventura atrevida, ima anti­
cipación del porvenir y tuvo que vencer no
pocos obstáculos. Si al fin triunfó y obtuvo,
desde sus comienzos, frutos hermosos y
abundantes, debióse, en gran parte, al temple
fuerte y humilde de D. Felipe Rinaidi, no
menos que a la paternidad coa que supo
modelar el corazón de aquellos excelentes
jóvenes.
Tan a satisfacción debió ejercer aquel
cargo en Mathi Torinese, que, cuando los
Hijos de María fueron trasladados al Colegio
de San Juan Evangelista de la capital, les
siguió también su Director.
Allí al lado de D. Bosco y en intimidad

É i

con él, tanto que este le hizo asistir no pocas
veces a las deliberaciones del Capítulo Su­
perior, D. Felipe Rinaidi bebió, a raudales,
el espíritu que debía animar toda su vida
de apóstol.

R eprimenda original. — Un sacerdote
que todavía vive y, en aquella época, era
maestro en el citado Colegio de San Juan
Evangelista, refiere un episodio que demuestra
hasta que punto su joven Director, se había
asimilado los originales y encantadores pro­
cedimientos educativos del Beato Fundador.
Exasperado el tal maestro por la contumaz
insolencia de un alumno, perdió, en cierta
ocasión, los estribos, y abandonó su clase,
cosa que el educador salesiano tiene abso­
lutamente prohibida.
Fué, en seguida lleno de coraje, a dar sus
razones al Sr. Director que, en aquel mo­
mento, estaba gara ,salir de casa y éste, por
toda contestación, ^díjole tranquilamente:

50
« toma tu sombrero, que vamos a dar un
paseo». Obedeció, extrañado y receloso, el
encorajinado maestro, subieron ambos en la
diligencia de la vecina ciudad de Cbieri, hi­
cieron unos encargos, visitaron luego con el
mayor sosiego la magnífica catedral, cuyas
bellezas el buen Padre iba ilustrando, y
volvieron a casa. En todo el viaje, ni una
pregunta, ni un reproche, ni una remota
alusión, sólo palabras de cordialidad y buen
humor.
IvI maestrito que había salido del Colegio
al rojo vivo, fué perdiendo calorías, durante
el paseo y, apenas regresaron, expresó con­
movido su agradecimiento por la caridad y
la santa prudencia de su Director. Aprendió,
además, a corregir pacientemente a sus
alumnos, como le habían corregido a él.
E n E s p a ñ a . — En 1889, a raíz de la muerte
de Don Bosco, su santo sucesor Don Miguel
Rúa envióle a España, como el hombre más
indicado, para ser caudillo y organizador
del apostolado salesiano, en la noble y cris­
tianísima nación que, ocho años antes, en
!a alegría de los vergeles andaluces y, pre­
cisamente, en la mariana ciudad de Utrera,
había regalado su primer surco caliente y
fecuudq a la^ hymilde sementera salesiana
que tari ricas^ y exuberantes cosechas estaba
destinada a producir.
Llegó a Sarriá (Barcelona) el nuevo en­
viado del Rector Mayor y, en cuanto se
hizo cargo de la dirección de aquella casa,
adueñóse, de tal manera, de la voluntad y
dél corazón de sus subordinados, a pesar de
las dificultades de la lengua, para ¿ desco­
nocida, que no pocos de los alumnos y salesianos que entonces allí se hallaban, aún
hoy no aciertan a explicarse el santo poder
de sugestionar las almas que había en aquella
manera de mirar, en aquella palabra y en
aquella sonrisa. Las penas más hondas, las
preocupaciones más tenaces, los nubarrones
más sombríos desaparecían con un gesto su
yo, muy característico y muy paternal, y con
\m Eh! la! sabes!... que, en su manera de
decir medio italiana, le brotaba graciosa­
mente de los labios.
De ordinario no se necesitaba más; nadie
■ era capaz de resistir aquel fascinante razo­
namiento monosilábico y aquel ademán dul­
císimo y, sin saber como ni por que, todos
volvían, animadosy confortados,a la briega de
su trabajo diario y a la lucha con sus pasiones.

-

E s NOMBRADO I n s p k c t o r . — Como las
casas de España se multiplicaban, rápida­
mente, y las demandas de nuevas funda­
ciones eran abrumadoras, hubo necesidad
de erigir alH una Inspectoría, recayendo en
él el nombramiento de Inspector, en 1892 y
extendiéndose su jurisdicción, poco más tarde
hasta Portugal.
No es fácil dar una idea del enorme tra­
bajo que tuvo que desarrollar el buen Padre,
para atraer las miradas sobre la, entonces^
desconocida Congregación Salesiana y, tan
plenamente lo consiguió, que. aún las Auto­
ridades mas elevadas se complacían en visi­
tarle y otorgar a su obra señalados favores,
y las personas pudientes disputábanse el
honor de ingresar en la Asociación de los
Cooperadores Salesianos, distinguiéndose en­
tre ellos, aquella dama extraordinaria que
se llamó Dña Dorotea de Chopitea, poseída de
una gran veneración por D. Felipe Rinaldi.
Cuando en Marzo de 1926 visitó él por última
vez a su querida España, recordando la
caridad heróica y las sublimes virtudes de
aquella ilustre dama, dispuso que se incohara
en Barcelona su proceso de beatificación.
Este hecho, que él consideraba como un deber
de gratitud y de justicia, y el impulso dado
a ías obras del templo del Sgdo Corazón de
Jesús cíi el Tibidabo, fueron dos grandes
alegrías que se llevó a Italia.
Pruebas evidentes de su enorme labor y
de la sabia y firmísima trabazón de toda
aquella incipiente arquitectura salesiana,
por él proyectada y orientada hacia un por­
venir de grandeza, son: la necesidad que hubo
de descargar sobre tres Inspectores el peso
que él sólo había llevado hasta que lo ele­
varon al Capítulo Superior, y el número con­
siderable de salesianos españoles, por él for­
mados, en la más austera observancia reli­
giosa, y la extensa red de simpatía y coope­
ración establecida en toda la península, y
las diez y nueve casas por él fundadas, en
sólo diez años. Para juzgar de la solidez de
su obra, basta considerar el desarrollo ma­
ravilloso de algimas de esas casas, como la
de Artes y Oficios de Sarriá. donde han mo­
delado su corazón millares de obreros cris­
tianos y donde se hacen hoy trabajos de un
gusto y de una perfección dificilmente su­
perados, y el tan acreditado Colegio de Utrera,
plantel inagotable de hombres de carrera,
que dignifican las magistraturas de la nación

51
y llevan, a los puestos de mando, el oxígeno
confortante de la piedad cristiana.
No, Padre Rinaldi; las huellas de tu paso
por España el tiempo no las borrará jamás
y el recuerdo de tu figura, dulce y acogedora,
seguirá grabada en el alma de los españoles
que te conocieron, como grabada tenías en
la tuya la devoción fervorosa de aquellos
buenos hijos, hacía tu persona, porque de
tu pluma y de tu corazón salieron estas pa­
labras de la última Circular que, como un

En este nuevo cargo, de enorme sacrificioy tremenda responsabilidad, donde se re­
ciben y contrastan las actividades más dis­
persas y los asuntos más delicados, Don Fe­
lipe Rinaldi tuvo ocasión de ir madurando,
poco a poco, los vastos ideales acariciados
en su juventud.
Allí aprendió, mejor que en ningiin otro
sitio, a ejercitar esa amplitud de visión, tan
necesaria para quién estaba destinado a
regir una Institución educadora y misionera,.

'Posando” con los primeros Noricios espoRoIes.

testamento, dejaste escrita para que se en­
terase el mundo entero: « Os pido la caridad
de vuestras especiales oraciones por la Es­
paña católica tan fieramente perseguida, en
estos tiempos, x>orque yo siento un gran
cariño por aquella nación, a causa de mi
lar^ permanencia en ella que me permite
apreciar toda la gravedad de sus presentes
infortunios.

Prefecto G exerai.. — Llamado en 1901
por D. Miguel Rúa a trabajar en un campo
de acción mucho más vasto, ejerció, durante
más de veinte años, el cargo de Prefecto
General.

de profunda originalidad y de espíritu de
apostolado, cada día más potente y difuso.
Todo aquel torbellino de ocupaciones y
aquella balumba de iniciativas hallaron el
ánimo del nuevo Prefecto General perfecta­
mente preparado y tranquilo, y con una
capacidad de sacrificio enorme. El supo, en
todo tiempo, conformar su pensamiento,
su corazón y su voluntad con la voluntad,
el corazón y el pensamiento del santo y
heróico D. Miguel Rúa, primero, y del pia­
dosísimo Don Pablo Albera, después, en los
que, con sencillez y docilidad de niño, ve­
neraba la persona del Beato Juan Bosco.
Y en medio de aquella vida de agitación

52
y de trabajo, todavía hallaba tiempo para
ejercer, durante horas y horas, el ministerio
de la confesión donde su espíritu se tem­
plaba y se disponía a la compasión y a la
generosidad, adquiriendo un gesto cada día
más paterno. >Se cuentan por centenares los
que buscaban anhelantes el bálsamo de su
palabra, sienipre llena de prudencia, de
bondad y caridad.
L a H u k IyGa d k « i ,a P oma ». — Un hecho
demostrativo del predominio que el Prefecto
General de los Salesianos había llegado a
adquirir en los medios sociales de Turín y
que, divulgado por la prensa, llamó extra­
ordinariamente la atención en toda Italia,
es la huelga de la Poma (Sociedad de ma­
nufacturas de algodón) que se arregló, des­
pués de mucho tiempo, gracias a su media­
ción personal entre patronos y obreros, y
cuando el fracaso de las autoridades civiles
y políticas la había llevado a un grado de
exaltación peligrosa.

Los E x -A7.u m nos . — Obra meritísima de
este periodo que estamos reseñando, ante la
cual todos los encomios serían pocos, es la
organización de los Ex-alumnos de todo el
mundo, mediante la cual viene a perpetuarse,
en la sociedad, esa familia salesiana, que ha
pasado su infancia entre las paredes del Cole­
gio, canalizándose y aprovechándose enormes
reservas de fuerza. A propósito de esta obra
importantísima, escribía el que ahora es Pre­
sidente de la Federación Internacional,
r?. Félix Masera... « Por esüi fe tenaz, indeféctible, en el porvenir de nuestra acción,
D. Felipe Rinaldi puede muy bien llamarse
el fundador de la organización de los E x ­
alumnos. Históricamente esta Asociación se
remonta a Don Bosco, pero lo que entonces
había eran grupos disgregados que actuaban,
sin la más elemental solidaridad. Existíaií
los Ex-aluiiinos de este o de aquel Colegio,
pero no los Ex-alumnos de Don Bosco^ su
organización era embrionaria, limitada, a
^•eces sin más aglutinante que una mera
atracción sentimental.
Fué Don Felipe Rinaldi quién ensanchó
su campo y concentró en un solo círculo de
acción las dispersas agrupaciones, reforzando
en ellas el vínculo común de la educación
siilesiana y haciendo que el afecto y el reco­
nocimiento sentidos hacia tal o cual superior,
se trocaran en reconocimiento y afecto hacia

toda la Congregación, consiguiendo, en fin­
que todas esas unidades que actuaban dis­
persas y que, por esto mismo, eran débiles
e infecundas, se organizasen para convertirse
en fuerza.
Esto hace que Don Felipe Rinaldi sea,
para todo Ex-alumno, no sólo la personifi
cación dulce y querida de Don Bosco, no
sólo la sublimación de la persona del D irito r
de su antiguo Colegio, no sólo la voz de h
gran familia salesiana, que es también nuestra
familia, por la comunidad de los afectos y
de los recuerdos y por la participación eii
sus ideales y en su vida espiritual, sino el
hombre excepcional que tuvo el mérito de
iiituir la grandiosidad y nobleza de este mo­
vimiento de los Ex-alumnos, el hombre que
obstinadamente trabajó para obtener que
sus Asociaciones pasasen, de la condición de
nebulosas, al estado perfecto de organismos i.

El R ector Mayor.
Con la más íntima y universal satisfacción
fué acogido su nombramiento, en Wrtud de
los votos unánimes del Capítulo General.
E l día 24 de Abril de 1922 fué señalado
por todos como una de las-fechas memorables
de nuestra Congregación, y los nueve años
y siete meses de su gobierno han superado
los más generosos optimismos. Bastará hacer
una síntesis de los hechos más salientes;
L a P ost -g u e r r a . — Toda la vida en
Italia estaba profundamente convulsionada;
la economía del mundo deshecha y escaso,
por consiguiente y casi nulo el socorro de
los Cooperadores; roto, por los años de
guerra, el ritmo de la formación de personal
salesiauo; la Congregación poco menos que
diezmada por los que cayeron en el frente
y a todo esto las puertas de nuestros Colegios
asediadas por nubes de huérfanos y necesitad(M. Perdidos los apoyos, disminuidos
terriblemente el personal y los recursos,
aumentadas las necesidades y cerrados los
horizontes. He aquí el espantoso panorama
que encontró D. Felipe Rinaldi, al empuñar
las riendas del gobierno de la Congregación.
Vaciló? se acobardó? De ningún modo. Uno
de sus grandes méritos fué, precisamente,
la rapidez y seguridad de su golpe de \'ista,
la firmeza de su pulso, la calma impertur-

53

Rodeado de la distinguida familia Tejera, emparentada con Dña Dorotea de Chopitea.

bable de su espíritu, en aquellos días dificih'simos, de la post-guerra.
Puesta su confianza en el cielo y siguiendo,
tenazmente, la ruta trazada por Don Bosco
a sus sucesores, no solamente sorteó los
escollos, sino que preparó a la Obra salesiana
una era de grandeza no sospechada. Cuando
la revolución carbonaria sacudía de punta
a punta todo el reino de Italia, José De^feist^e decía a sus compañeros de ministerio;
«La tierra tiembla y vosotros pensáis en
edificar». Lo mismo debió decir al nuevo
Rector Mayor la voz de la prudencia humana
y, no obstante,
edificó y ¡de qué manera!
Las ruinas de la guerra fueron, en breve
tiempo reparadas, asilados confortablemente
centenares de huérfanos de guerra, poblados
de nuevo no\dciados y estudiantados y pe­
netradas per nuestra obra algunas naciones
de Europa que hasta entonces habían tenido
cerradas sus puertas a' los Religiosos.
Los Oratorios festr 'os. — Recibieron
de
un impulso formidable Jamás dejó

de insistir para que en ninguna de nuestras
casas falte esta simpática forma de actividad
salesiana, que es la más importante y la más
característica.

L a B eatificación

de

D on B osco. —

Lograda por él la erección del gran monu­
mento del Padre, en medio de dificultades
inauditas, consagró toda su inagotable cons­
tancia a conseguir cuanto antes su beatifi­
cación y Dios le concedió el inmenso con­
suelo de presenciar el ambicionado triunfo.
Aunque sólo existiera este hecho en su
haber de Rector Mayor, el nombre de Don
Felipe Rinaldi pasaría a la posteridad, con­
sagrado por el agradecimiento de la gran
familia salesiana.

L as Misiones. — Son, a no dudarlo, uno
de sus más grandes títulos de gloria, y el
impulso que de él han recibido raya en lo
inverosímil.
Llevado de su compasión por las almas
de los pobres infieles y ganoso, como todo

54
buen hijo de Don Bosco, de secundar, hasta
la renunciación y el sacrificio, los ardientes
deseos del Santo Padre Pío X I, ha sabido
despertar un fervor misionero tan grande,
en toda la Congregación, que resulta ya in­
contenible.
La espléndida Cruzada misionera llevada
a cabo, en grande estilo; la Exposición mi­
sionera de 1924, visitada por más de dos
cientas mil almas; la fundación de la preciosa
revista «Juventud misionera», las expedi­
ciones continuas de socorros y de sacerdotes
en número que rebasa anualmente los 150,
y las nuevas misiones del Chaco Paraguayo,
Puerto Velho (Brasil), Alto Luápula (Congo),
Miyazaki (Japón), Rajaburi (Siam), Krishnagar, Madrás y North Arcort (India), todo
esto es obra suya.

levantados de nueva planta con sujeción a
los más refinados criterios modernos, y con
miras a dejar plenamente satisfechas las
diversas exigencias de cada misión.
Como si esto fuera poco, todos los novi­
ciados y estudiantados están ahora mismo
repletos de futuros apóstoles. jEs una ben­
dición!

L as A sociaciones. — Obra suya es tam­
bién la de los Padres de familia que, en los
Oratorios festivos está llamada a hacer un
gran bien y, con sus recientes Congresos de
Compañías, supo inyectar, nueva vida en
las Asociaciones infantiles tradicionales dt
nuestros Colegios que son (como decía Don
Bosco) el termómetro de la piedad.
L as Hijas

L as Casas

de formación. —

Penango
con 190 alumnos, Ivrea con 200, Bagnolo
con 180, Gaeta con 50, Cumiana con 100,
Rebaudengo con 100, Castelnuovo Don
Bosco con 40, Moglia con 70, Astudillo
(España) con 120, Shrigley (Inglaterra) con
160; he aquí los magníficos planteles de mi­
sioneros que él ha fundado, algunos de ellos

de

María A uxiliadora. —

Las atendió, con solicitud y delicadeza
propias de un Padre, ayudándolas con su con­
sejo y prestándoles la palanca de su genio
organizador. En los momentos en que el
Instituto se preparaba, a si mismo, una forma
autónoma y administrativa, hallaron en la
mano experta de Don Felipe Rinaldi el im­
pulso que ellas necesitaban para poder lan-

£ a medio de sus "Chavctis"' de MóldUa.

55
zaise, a fondo, como la« Salesianos, a la con(juista espiritual de la juventud.
Las Hijas de María Auxiliadora saben muy
bién lo que han perdido.

Incremento generae . — E stá a la vista
de todos, el incremento y progreso de nuestra

Congregación, en estos diez añ(» últimos y,
si no fueran suficientes para evidenciarlo
los numerosos datos que acabamos de expo­
ner, sólo bastaría consignar que: las casas
abiertas en estos dos últimos lustros pasan
de 250, y los salesianos han aumentado en ntds
de 4000.

Pinceladas para su Reíraío.
Toda esta bella y enorme florescencia de
obras que acabamos de reseñar nacía, como
es natural, de una fuerza impulsora, y de
un principio animador, y era su santidad.
No faltará, seguramente, el biógrafo que
la ponga bien de manifestó, detallada y
dr>enmpnta1mf>nte, sacándola de las intimi­
dades en que la humildad de su vida quiso
tenerla recluida. Nosotros no podemos hacer
otra cosa que anticipar algunos datos, poco
o nada conocidos, que pintan al religioso
ejemplar.

a un mínimum de reposo, que siempre es
una ruda mortificación y, muchas veces, un
verdadero martirio.

La

mano que aprieta los corazones.



Así definió la elocuencia Barbey d'Aurevilly.
¿ Era elocuente Don Felipe Rinaldi ? sí,
aunque no era orador. No tenía ni el movi­
miento, ni el gesto, ni la vibración oratoria
indispensables para imponerse a la s grandes
masas, ni él se preocupó jamás de tenerlos.
E l padre que, en la intimidad del hogar,
hablara a sus hijos con artificio retórico,
La campana del Cottolengo. — Visi­ sería im mónstruo de pedantería. Don Fe­
taba un día nuestro malogrado Rector Mayor lipe Rinaldi fué siempre el padre que alec­
al venerable eclesiástico que dirige este pro­ ciona, que guía y aconseja; por esto su
digioso hospital, contiguo al Oratorio sale- voz era paternal, hecha toda ella de esa
áano, y después de haber hablado de gene­ áurea sencillez, que corre limpia como las
ralidades, pues la visita tenía sólo carácter aguas de un arrojnielo, y de esa caridad sade delicada atención, díjole: t Y o debo a lesiana y evangélica que seduce y conquista
esta casa un gran favor ». — ¿Vd? será po­ las almas. Por esto decimos que era elocuente.
sible? — Como lo oye, la campana de Vdes
Lo era porque, en vez de hablar, esculpía;
me sirve de despertador, hace más de treinta
lo era porque, en cada palabra ponía un
años, por cierto que ta l día — y citó una
trozo de su alma, haciéndola salir de los
fecha — no la oí. Era muy cierto; la campana
labios troquelada y hecha fuego; lo era
que, invariablemente, toca a las 4,30 de la
porque, al escuchar sus bellas exhortaciones
mañana, aquel día estaba en reparación y
y conferencias, se sentía, en la carne viva
no tocó.
del corazón, el contacto cálido y palpitante
Jamás, ni en las noches más crudas del de esa mano, de que habla Barbey d ’Aureinvierno turinés, con temperaturas que han villy, apretando y comprimiendo,hasta hacer
descendido en ocasiones a 20®bajo cero, dejó saltar la sangre de los afectos y de los pro­
D. Felipe Rinaldi de hallarse en el altar a pósitos.
las cinco en punto, todos los días.
Don Bosco, al ser ordenado sacerdote
StTBDiACONO IMPROVISADO. — Su humildad
hizo, entre otros propósitos, el de no dormir
no
límites y, de ta l modo había infil­
más de cinco horas y bien puede a se rra rse
que su tercer sucesor le imitó también en trado toda su naturaleza esta virtud, que
esto. Los hombres de su temple, que se hasta en el exterior de su semblante, había
dejado huellas. ¿Quién no recuerda aquel
sienten devorados por la llama del celo,
temen, en efecto, que las horas dadas al mirar dulce y sumiso y aquella cabeza mansa­
sueño sAan hoias robadas a las almas, y no mente inclinada y aquellas manos recogidas
vacilan en someter sus nervios y su cerebro sobre el pecho?

56
Uno o dos años liaría que había sido nom­
brado Inspector de España.
En la iglesia de Sarriá sólo se le había
visto oficiar en las más grandes solemnidades,
pues una sabia táctica salesiana dispone que
se fomente la paternidad de los superiores
reservándoles, en las casas, los papeles más
simpáticos y honoríficos.
Celebrábase una misa cantada y hacía ya
una buen rato que esparaban a uno de los
ministros; el Sr. Inspector se entera, va a
la sacristía y sale, a los pocos momentos,
revestido de subdiácono, con aquel porte
grave y magestuoso que le era habitual.
El caso, por lo insólito, hizo a todos una
impresión enorme y dejó en el Colegio un
perfume de humildad que aún se recuerda.
En las fiestas de la Santa Sindone cele­
bradas, recientemente, en Turín de un modo
solemnísimo, fué invitado el Rector Mayor
de los Salesianos a ocupar, en la catedral,
uno de los más altos sitios de honor. A cu ­
dió pero disimuladamente, supo hallar la ma­
nera de arrinconarse; gozaba visiblemente
siempre que podía pasar desapercibido.
Era tanta su humildad que, a veces, pedía
su parecer a súbditos muy modestos, sobre
asuntos de relativa importancia.
Dos TABLAS PRECIOSAS. — Debieron serlo
para él, pues nunca permitió que se las to­
caran. Se trataba de dos hojas de madera
vieja de embalar que, hasta última hora,
conservó al pié de su cama y, todas las veces
que intentaron sustituirlas por una humilde
esterilla, se opuso del modo más terminante.
Quería cpnservar en su celda toda la
austera pobreza de sus antecesores; en su
celda y en todo, porque las ropas personales
que se le encontraron estaban hechas una
lástima de puro viejas y remendadas, espe­
cialmente unos elásticos que a, fuerza de
multiplicadas reparaciones, que él mismo
había hecho sirviéndose de cintas y cuerdecillas, Ueg-aron a perder su fonna primitiva.
No quería calefacción y, cuando por imp<.\sición de los médicos se le instaló un ra­
diador eléctrico, él procuraba siempre man­
tenerlo en la temperatura más baja, a fin
de e\4tar gasto de flúido.
Para sus apuntes particulares, empleaba
las medias hojas sobrantes de las cartas que
recibía, los sobres usados vueltos al revés,
las fajas de periódicos, tratando así de linritar
los dispendios de papel. Se le enternecía el

corazón cada vez que pensaba en los sacri­
ficios que se imponen muchos buenos Coo­
peradores, para ayudar a los pobres Hijos
de Don Bosco y este pensamiento estimu­
laba, aún más, su espíritu de pobreza que
llegó a ser heróico.

D on B osco lo hacia asi . — ¿Qué diremes
de su paciencia en escuchar a todos los que
solicitaban hablar con él? Centenares y
millares de personas desfilaban por su des­
pacho, salesianos y extraños que llevaban
allí la voz de las necesidades, de las miserias,
de las esperanzas y de la veneración filial
de todo el mundo, y de aquella modesta
estancia, verdadero santuario lleno de sím­
bolos y recuerdos de los más puros amores
salesianos, no había imo que no saliera con
resplandores de consuelo en el semblante.
No era posible acercarse a él y hablarle,
sin sentir una atracción santa y divina y,
mientras los labios besaban su mano, el
alma sentía un deseo irresistible de exten­
derle los brazos.
Entre las personas que acudían a su an­
tesala, no era raro ver a humildes mujeres
del pueblo, pobremente trajeadas, que iban,
unas a pedirle socorros y otras a entregár­
selos, a depositar en sus manos el pequeño
óbolo reunido a fuerza de largas y heroicas
economías.
Si alguna vez sus hijos trataban de librarle
de ciertas visitas que a ellos les parecían
poco necesarias o poco oportunas, él se
oponía diciendo: «Don Bosco lo hacía así *.
E s t u d ia n d o e l m o d e l o . — He aquí como
vivió y murió, como los santos auténticos,
como los grandes artistas apasionados por
de ideal,
preocupación suya, de todas
las horas, era asimilarse y transmitir íntegro
el espíritu inalterado de Don Bosco, desen­
volverlo, ilustrarlo, incrementarlo en vita­
lidad y en extensión y no desviarse, ni un
milímetro, de los carriles trazados por el
Beato Fundador en las Constituciones. A esto
tendían sus circulares, sus conferencias, sus
exhortaciones, todo cuanto pensaba y todo
cuanto decía.
Ultimamente, apenas salió a luz el tomo
primero de la Vida del Siervo de Dios Don
Miguel Rúa, bella y austera prolongación
de la de Don Bosco, entregóse con tanto
afán a su lectura que, ni en los últimos días
de su enfermedad, quiso interrumpirla, ca-

57
^•endo materialmente exánime sobre sus
blancas hojas.
En un humilde sillón, al lado de ima hu­
mildísima cama, allí le hallaron muerto.
Sobre la nivea colcha veíanse dos libros
abiertos, al alcance de su mano, el santo
Breviario y la Vida de Don Miguel Rúa,

con rma faja de la Revista « Pro Familia »
que le servía de señal y en la que acababa
de escribir, con lápiz citas y acotaciones.
Aquellos caracteres, que el golpe fulmíneo
de la muerte interrumpió, son los surcos del
buril que el gran artista de la Santidad tra­
zaba estudiando la figura del modelo.

En su despacho.

¿QUIÉN SERÁ EL SUCESOR DE D O N FELIPE RINALDI?
He aquí la pregunta que muchos se hacen,
dedicándose a la inútil tarea de adelantar
nombres.
El i6 del próximo Mayo se reunirá en
Turín el Capítulo General que ha de elegirlo.
Allí la Providencia impondrá su candidato
que Ella ya conoce y nosotros no. Sabemos,
sin embargo, y ello nos basta, que a Don
Sosco IV sucederá Don Bosco V y que la
b rio sa perennidad de nuestra amada Con­
gregación Salesiana, es algo así como un
dogma de fe.

E l árbol que nació en Valdocco es, en
efecto, de los que están predestinados a
vivir muchos siglos. En su tronco joven y
robusto hierve la savia abundante y prolífica y, sea quién fuere el hombre que Dios
ha de enviar para cultivarlo, el árbol seguirá
recibiendo del cielo la luz que regenera su
copa y eLrocío que fecunda sus raíces, y sus
ramas, cada día más bellas y jugosas, se­
guirán extendiéndose en todas direcciones y
dando ricas cosechas de ñores y de frutos.

Gracias obtenidas por intercesión
de María Auxiliadora y del Beato Juan Bosco.
TEYA (Barcelona - E spaña ). — A consecuencia
de los cambios políticos me quede sin colocación;
visité a varias personalidades 7 todos decían lo
mismo, los tiempos están muy malos. En medio
de esta tribulación, empecé, una novena a nuestra
Madre María Auxiliadora 7 al terminar esta, otra
á Beato Juan Bosco, con comunión al principio
T al fin de cada ima. A los pocos días, hallé la tan
suspirada colocación >.
4 Noviembre de 1931.
E milio Cassa .
SALAMANCA (E spaña ). — Es la tercera vez
qae acudo en demanda de su protección; lleno de
fé y seguro de conseguir la gracia, hice una novena
al Beato J. Bosco prometiendo \uia limosna para
ns obras, pues se trataba de un grave conflicto
fimiliar.
Antes de terminar la novena, fué éste solucioudo milagrosamente, devolviendo a mi alma una
7 tranquilidad indescriptibles, por lo que agra­
decido cumplo lo ofrecido, aconsejando a todos,
en las tribulaciones espirituales 7 materiales,
•cadan a él con plena confianza.
Diciembre, 1931.
BERNABE G onzález V icente .
SEVILLA (E spaña ). — Te estoy muy agradeoda, ioh María Auxiliadoral por haberme obtenido
[-'5 dos favores que tanto deseaba. Te prometí dar
por cada uno de los que recibiera cinco pesetas y
pablicar la grada. Aunque no tan pronto, como
deseaba, cumplo gustosa lo prometido, Madre mía.
En las necesidades y angristias de la vida sigo
esperando tu protecdón.
T u devota,
A ntonia Castbllo , Vda. d e J iménez .
DOS HERMANAS - SE V IL L A (E spaña ). — E n­
contrándose mi sobrino Jesús Rubio para operarse
de apendidtis, me encomendé a María Auxiliadora
por intercesión del Beato Juan Bosco, prometiendo,
9 se curaba y no había necesidad de operarle, dar
ana limosna para los niños pobres y publicar la
grada.
Ha transcurrido un año y, sin necesidad de opet*dón, se encuentra completamente bien; cumplo,
i -cs. mi promesa y doy gradas por éste y otros
3»achos favores redbidos de mi celestial Protectora.
E ngracia Muñoz .

RON DA (E spaña ). — Marchó mi madre a Gra
nada por asuntos de familia consultando allí con
un célebre médico sobre molestias que sufría; nuestra
preocupadón subió de punto al saber que se im­
ponía una operación. Para su feliz resultado di co­
mienzo a una novena a María Auxiliadora al mismo
tiempo que una lámpara costeada por mi familia
ardía ante su imagen. E l tercer día fué operada y
el 24 ¡fecha significativa! la abracé de retomo per­
fectamente bien. Se ha acreditado tma vez más la
frase de SanBemardo: Ninguno de los que en sus
apiuos L a invocase ha sido desatendido,
J ulio Montañez .
Diciembre de 1931.
M O N TE R R E Y N. L. (Méjico ). — Muy honda
y gratamente conmovida ha sido la sodedad cató­
lica de Monterrey, N. L., al tener conocimiento de
la milagrosa curación de mi querido hermano
Abraham C. Guerra, curación obtenida por la mediadón de nuestra Celestial Madre y poderosa intercesora, María Sma. Auxiliadora.
Es el caso que estando mi hermano tranquila­
mente entregario a su trabajo, revisando unas
facturas en su comercio, un hijito suyo, de seis
años, abrió un cajón en el que estaba una pistola
cargada, que disparó, hiriendo la mano izquierda
del niño y yendo el proyectil a lesionar mortalmcnte
a mi hermano, en la región del tórax con orificio
de entrada en el octavo espado intercostal izquierdo,
quedando alojada la bala entre los tejidos blandos
de la región pectoral.
E l diagnóstico de los médicos, fue desconsolador,
pues consideraron el caso perdido, juzgando inútil
una operadón y esperando el más fatal desenlace.
Se le administraron los Sacramentos de la Penitenda y Extremaundón, no siendo posible darle
el Santo V iá ti^ por el continuo vómito de sangre.
Telegráficamente se le notifica al Dr. Manuel
M. Guerra, residente en Tampico Tamps. el inci
dente, y en el primer tren se traslada a ésta. Entre
tanto, viendo lo desesperado del caso, imploramos
la ayuda del délo con plegarias, misas, novenas,
limosnas etc. y no sólo la familia, sino también
muchas almas buenas que se interesaron en el
asunto.
Llega el Dr., hermano del padente y be aquí
sus impresiones:
t A primera vista, dice, se apreciaba la gravedad
del caso: palidez cadavérica, disnea angustiosa,
abatimientos en cada movimiento respiratorio, 38

6o
respiraciones y i6o pulsaciones por minuto y el
pulso débil filiforme, temperatura 36 grados, en
fin, todo eran pronósticos sombríos que llenaban
«le angustia, pero mi fe y mi confianza en Dios y
en el auxilio poderoso de la Virgen Santísima, eran
inquebrantables y procedí a un examen minucioso
del enfermo ayudado de otros facultativos. Había
señales de abundante hemorragia interna por lo
que, para conjurarla se procedió a la trasfusión de
sangre, que suministró un hijo del mismo enfermo,
jovencito de 14 años, quien con heroísmo y sere­
nidad se prestó a dar parte de su vida a su padre.
Con varias tranfusiones se conjuró el resultado
fatal de la hemorragia. Pero quedaban los espectros
de la infección, del tétano y la gangrena que había
que conjurar prontamente. Se pusieron en juego
todos los recursos de la ciencia; poro hubieran sido
ineficaces, si no hubiera habido una intervención
celestial. El estómago había sido también lesionado
y parte del contenido estomacal se había vertido
oii el peritoneo; el aparato respiratorio en muy
malas condiciones por el derrame sanguíneo, por
lo que hubo que hacer una resección costal extra­
yendo 2750 c. c. de sangre; pero al explorar los
pulmones se encontró un foco de neumonía trau­
mática en la base del pulmón izquierdo que le duró
7 días, con una crisis qiie nunca había visto, en mi
no corta carrera profesional, ni en la clientela par­
ticular, ni en la hospitalaria. Por una larga media
hora mi hermano se debatió entre la vida y la
muerte: convulsiones de piernas y brazos, respira­
ción superficial, pulso apenas perceptible y, en mo­
mentos, suspenso, palidez mortal; pero no desfa­
llecía nuestra confianza en el auxilio de María Sma.
Estaba para hacer la última tentativa poniéndole
una inyección endocardíaca; pero al tomar el pulso,
veo que todavía late, por lo que en vez de ponerla
dentro del corazón la puse sólo intramuscular, con­
tando con ésta 20 inyecciones de la misma natura­
leza que ya le había suministrado. Los recursos de
la ciencia estaban agotados; pero María Auxilia­
dora, poderosa ante Dios, obtuvo el milagro, arrabatando a la muerte su presa, y devolviéndonos a
nuestro querido hermano, y esto, no sólo una vez,
sino varias veces mientras duró el peligro ». Hasta
aquí las palabras del médico, hermano del favore­
cido por la Sma. Virgen.
El prodigio pedido con tantas oraciones y lágrimas
estaba obtenido: después de cuatro operaciones
delicadLsima.s, efectuadas cu un mes, mi hermano
ha entrado en un periodo de franca mejoría.
María .\uxiliadora nunca desoye las peticiones
tjue con fe y de todo corazón le dirigen sus hijos.
Ntiestra gratitud a la dnleisima Madre y Cele.'-tial
Keimi. no tiene limites. ¡Gloria a María Auxiliadora!
Julio 21 de tg3i.
S ofía G uerra Cantü .

MEJICO. — Habiendo quedado huérfana en k
infancia, no tuve quien se cuidara de mi educación
ni moral ni material; ya joven para casarme, por
no haber hecho ni la primera Comunión, me resolví
a vivir así. Pasé ri años de remordimientos y de­
seos y me parecía que el camino por donde me había
metido, ya no era fácil salir de él. Tengo mis bijitas
en el colegio de María Auxiliadora, pues he procurado,
aunque pobre, atender a su educación, para que
no les suceda lo que a mí; allí tuve oportunidad de
tratar a una Religiosa quien animándome inucbo,
juntamente con otra parienta mía que se encon­
traba en caso muy parecido, se propuso instruirnos
para que recibiéramos los Sacramento.s; pues v.>
debía prepararme a cuatro de ellos y mi parienta
al matrimonio. A pesar de nuestra buena voluntad
el demonio trabajaba mucho, pues a nuestr>->
hombres les faltaba valor para vencer el respeto
humano. Viendo el negocio casi perdido, acudiinoa Maria Auxiliadora por intercesión del Beato
J. Bosco haciéndole continuadas novenas para
alcanzar la amistad de Dms y Don Bosco nos ba
escuchado. Una y otra hemos hecho la primera
Comunión, de manera muy consoladora y nos hemos
preparado juntamente los cuatro a recibir el Sa
crameuto del Matrimonio.
La paz entró en nuestros hogares y hoy viviend»'
tranquilos, llenos de reconocimiento a tan bonda­
dosa Madre y al Beato J. Bosco, hacemos públi'-la gracia, para que se animen otro.*? a seguir nuestro
ejemplo y prueben «u valiosa protección.
SetienÁrc de 1931.
R. C. DE G utier RE¿-

T•\M^IC(.t-TA^[S (Méjico ). — Encontrándose
mi hertnano Gu.stavo Cártlcna.s enfermo de un tumor
maligno cu el riñon, según diagnó.<stieo del Médico
que lo asistía, tuvo al comenzar el último raes de
su vida, dolores terribles que no lo dejaban des­
cansar. le llevé una reliquia de nuestro Padrt*
l). Bosco y entonces él, mentalmente ofreció al
Santo una limosna .«d se le quitaba el dolor e instan­
táneamente se le quitó, con gran admiración suya.
Mi hermano vivió todavía algo más de un mes,

L E B R IJA (Colombia ). — Gloria á la Inmaculada
Madre de Dios y Auxiliadora de los cristianos, >
al Beato Juan Bosco, á quienes habiendo inv-•
cado en una grave duda espiritual, que intrauquilizaba mi alma, y ofreciendo al Beato una limosna
para sus huérfanos y misiones Salesianas, obtuve
la gracia admirablemente y á toda satisfación;
cumplo mi oferta; y por este y otros grandes favores
que he recibido de tan gloriosos Protectores les
estaré eternamente agradecido.
Ün Cooperador Sal'si'mo.

pero pasó ese tiempo tranquilo, hasta el último ái»
de SU vida que le volvió el dolor algunas horas.
AI principiarle a mi hermano esta enfermedad
hace tres años, el médico, en vista de la gravedad
diagnosticó que duraría cuando mucho tres días,
entonces invoqué al Beato J. Bosco haciéndole una
promesa y, con grande admiración del Doctor, mi
hermano dejó la cama muy aliviado y, aunque k
enfermedad se revelaba de cuando en cuando, a
vivió todavía tres años, dejando de existir d
día 29 de julio del presente.
María C. Vda. d e R oberts
Cooperadora Salesiana.
MEJICO. — Más de un mes hacia que estaba
con una punzada muy aguda en la sien y el ojo
derecho y con calentura; me encomendé a la intacesión del Beato J. Bosco ofreciéndole publicarla
gracia y enviar uua pequeña limosna para su Cano­
nización si me obtenía la salud. Sin haber tomado
medicinas, ya hace 15 días que estoy completamente
bién. Agradecida, cumplo mi promesa.
Septiembre de 1931.
Marta T. d e H errera.

LA MERCED (P e r v ). — Encontrándose mi
hermana muy enferma, después de haber sufrido
dos operaciones en eslremo delicadas, imploré la
protección del Beato Juan Bosco y con tal fin cooencé una fervorosa Novena y envié su reliquia
ala querida enferma. Mis súplicas fueron escuchadas,
pues salvó del peligro en que se hallaba, sin nece­
sidad de una tercera operación, como aseguraban
bs médicos y hoy, gracias a la poderosa intercesión
de tan amado Padre, se encuentra completamente
restablecida.
Cumplo con la promesa que hice de publicar la
gracia, para que sirva de aliento y consuelo a las
yimgq que se hallen angustiadas, seguras de que
en él obtendrán un celestial abogado.
S. R. E. L.
Hija de María Auxiliadora.
Souiembre de 1931.
BUENOS A IR E S (A rgentina ). — ¡Querida
Uadre! Tu siempre la misma. Omnipotente por
gracia, cariñosísima cual ningima, más solícita en
acudir a nuestras necesidades que solícitos nosotros
en acudir a tu poderoso auxilio.
Un artesano del Colegio Pío I X a altas horas de
la noche, nos soprende con síntomas de grave indis­
posición intestinal. Es llevado al Hospital donde
se procede a una intervención de dos horas, difícil,
conun temible triste desenlace en la misma operación.
Se trataba de una apendicitis fulminante y perforatíra con transversión de viscera (apéndice en región
abdominal izquierda), tercer caso anatómico de que
$c tenga noticia en la historia quirúrgica del país,
según consta de las revistas médicas.
Por el hospital cimdió la novedhd, los cirujanos
ais veteranos no prometían nada, en la sala los
mfermos, interesados todos, daban el caso por per­
dido; la Hermana de caridad decía misericordiosa:
imientras hay vida, hay esperanza, Don Bosco nos
lo puede resolver ». Dijimos entonces: «¡María Auñliadoral este caso es para Ti >.
Se administró al paciente el sacramento de la
Extremaunción, que debemos pedir y recibir apenas
‘ca grave una enfermedad (para que surta más
fácilmente su efecto curativo corporal); se rezó en
el Colegio Pío IX en conjunto y por clases; se pi­
dieron las oraciones de la Comunidad y niñas del
Col. de María Auxiliadora y Seminario Salesiano
i’c Bemal — Por la noche la enfermedad hizo crisis,
el niño creía morir por momentos, tan acerbos eran
dolores; pero estabilizóse luego su temperatura
r pulsaciones y a los cuatro días los médicos decían^
con admiración: «el niño está salvo, esto es sorpren­
dente... milagroso» y decían verdad, ellos mismos
creían en su ciencia y exp^eriencia; pero María
b ’.i toada a tiempo y con insistente amor por tantas
bco.;-;5almas, había intervenido en la cura!...
I. : cirujanos harán circular el caso por el mundo
r.fdico; pero nosotros queremos ganarles y publi­
car ,.i mundo entero la gracia singular de María
Auxiliadora.
¡Viva María, la buena, la omnipotente!
Or- f .jc 30 de 1931.

C. V . S.,

Sacerdote Salesiano.

RODEO D E L MEDIO (A rgentina ). — Habien­
do er.fermado gravemente, y estando próxima a
—Olida a un difícil tratamiento si no mejoraba,
a María Auxiliadora, con la promesa de

publicar la gracia en caso de otorgármela y de en­
tregar una limosna en su honor; al punto me sentí
aliviada y hasta la fecha me encuentro gozando de
buena ssdud.
Cumplo agradecida la promesa y doy rendidas
gracias a María Auxiliadora por haber escuchado
mi ruego.
A nunciatina Quadri .
MENDOZA (A rgentina ). — D. Bosco nos ha
hecho un milagro. Nuestra Hno. Sor Magdalena
Sala, hacía 4 años que venia padeciendo unos vó
mitos que la dejaban sin fuerzas, pues no retenía
ningún alimento Todo cSte espacio de tiempo
estuvo con asistencia médica, y a pesar de haber
seguido tau largos tratamientos con varios médicos,
en lugar de mejorar, empeoraba, quedando reducida
la pobre cuferma a tal estado de debilidad que se
sentía desfallecer de día en día. Ingresó en el Hos­
pital, y después de una consulta de 7 médicos, como
último recurso decidieron operarla, para evitarle,
como ellos decían, una agonía, desesperante, y sin
esperanza algima de salvarla.
Nosotras encomendamos el asunto a nuestro
Beato Padre Juan Bosco, y todas las niñas se tur­
naron todo el día ante su reliquia expuesta en
nuestra Capilla.
La operación duró 55 minutos, sacándole el
apéndice y levantándole el estómago. I/a^^pe^ación
salió bien, pero le sobrevino una congestión pul­
monar y los golpes de tos le abrieron la herida,
dando lugar a principios de meningitis. Desde el 3
al 8 de Diciembre estuvo en crueles alternativas,
luchando entre la vida y la muerte. Y a le habíamos
rezado las preces de los agonizantes y administrado
los últimos sacramentos, menos la Santa Comunión
a causa de los violentos vómitos.
En este estado de gravedad, dió dos fuertes sa­
cudidas, como si fuera a expirar cuando de impro­
viso se incorpora, pide el cuadrito del Beato Ju iii
Bosco que tenía colgado a los pies de la cama du­
rante toda su enfermedad, lo besa, le habla y al
instante pide agua y comienza a hablar como la
persona más sana, cesan los vómitos y comenzamos
a darle alimento, reponiéndose en breves días.
Y a hace dos años que da clase, siente de vez en
cuando alguna molestia, como recuerdo de la gra­
vedad pasada; pero no la impide cumplir con sus
obligaciones.
Gracias mil ¡Beato Padre! sigue protegiéndonos.
Los médico.s quedaron estupefactos, puta ya
hemos dicho que la ciencia dió cuanto tenia que
dar en bien de esta enferma, y que píu intervención
de lo alto no se salvaba.
Setiembre de 1931.
Sor C atam na L arga
Directora.
C ALI (Comjmbia -V a l l e ). — Teresa Cuevas
Vázquez, Tránsito Cárdenas de Porras, Rosario A.
de Molina, Susana Mazuera, Vicenta C. de Vega,
Aureüano Casas Cuevas, Alfonso Quítana y Ro­
sario E. de Franco, dan gracias y envían ofertas
por intermedio del honorable Decurión Salesiano,
Sr. D. Miguel Vte. Mercado Ayala.
CO BAN (G c a t e m a l v A lta V erapaz ). — La
Familia Vasquez Pérez hace público testimonio de
su eterna gratitud a la Virgen del Beato J uan Bosco

62
por señaladísimos e innumerables favores conse­
guirles de su bondad maternal y envían una limosna
en favor de la Obra Salesiana.
PAYSAN D Ú (U r u gu ay ), — Juan A Dupont
muy agradecido a Dios, por la muchas y grandes
gracias recibidas por intercesión de Maria Auxilia­
dora y del Beato Juan Bosco, pide que se publique
su agradecimiento y no pudiendo hacerlo con más
generosidad, envía una limosna de dos pesos,
aconsejando á todos los que se hallen afligidos ya
por enfermedades, ya por otras tribulaciones, á no
desesperar, sino que acudan, con suma confianza
A Maria Auxiliadora y al Beato Juan Bosco, a
quienes, Dios se complace en conceder sus dones
y sus gracias.

L inares (Chile). — Horacio Martínez y Graciela
Martínez.
V aldivia )Chile). — Candelaria T . de Austenritt.
Q u in o (Chile). — Rosario Ortiz de Osso.
Chuquicamata (Chile). — Felisa de Marinoriu
V illa R ica (Chile). — Una devota T. H. de G.
T alca (Chile). — Aurora López.
PuREN (Chile). — Ursula Mora de Colima.
S. F e r n a n d o (Chile). — Ana M. de González.
P e je r r e y (Chile). — Bemardino Muñoz.
R odeo d el Medio (Argentina). — Sra Vda de
Fspinosa. — Familia Giulidori. — Mercedes de
Baccili. — Felisa Ochoa. — Ammciatina Quadri.
— Domingo Barroso. — Juan Demarchi. — Josefa
de Cabrera.
Mataro -B arcelona (España). — Basilio Bus
tiUo.

D a n íambién gracias a M aría A uxiliadora y
a l B ja io Juan .Sosco y envían lim osnas:
Méjico . — Srta Sofía Valezzi. — Luisa Prida de
Valdés. — Concepción Berdeja y Pérez.
G uadalajara (Méjico). — Jesús Vidrio Ortiz.
C ananea -Sonora (Méjico). — Carmen E. Franco.
N0GAI.ES-SONORA (Méjico). — Ignacia Monje de
Duarte. — Delfino de Paredes. — Refugio de Casóu. — Jesús de Robles y Rra. Robles.
Montkrr EY-N. L. (Méjico). — Estela N. de Izaguirre. — María Martínez y María Ayala Doria.
L inares L. N. (Méjico). — Juana P. de Latorre.
— Maria Luisa Alatorre.
G albana L. N. (Méjico). — Irma Audiffred.
Monterrey L. N, (Méjico). — Francisca Tije­
rilla. — Dr. Rodolfo Rangel y esposa.
H da S. Marcos -Tonila (Méjico). — Donato
■ Quiroz Klizondo.
Z itacuaro -Mich . (Méjico). — María Trinidad
Padilla. — María de Jesús L. de Barrera. — Josefa
Pina. — Mercedes Laguna.
Paysan du (Uruguay), — Damián M. Pepe. —
Victoria A. de Arroyo.
Maldonado (Uruguay), — Una devota de María
Auxiliadora.
C ali (Colombia). — Susana Mazuera. — Puri­
ficación V. de Muñoz.
Medellin (Colombia). — Teresa R. Vda de
Moutoya.
Y amundi-Colombia (Valle). — Blanca M. de
Mufla. — Manuel M. Rodríguez. — Manuel Santiago
Huuilla. — /Iquilino Cifucutes. — Ursulina de Pérez.
Minarica (Ecuador). — Familia Valencia.
CouAN A lta -V krapaz (Guatemala). — Mercedes
Barrios de Vásquez.
Los L oros (Chile). — Silveria Chiriur. — Bal­
tasar Latorre M.
V ina V ieja (Chile). — Emelina de Ortiz. —
Teodoro Ortiz.
S an V icente (Chile). — Marina de Duke.
CONCEPCION (Chile). — Delfina de Bustos.
T alcahuano (Chile). — Rosalía Pérez. — Ra
facía de Alarcón.
CONSTITUCION (Chile). — Laura Díaz de C.
IQUIQUE (Chile). — Clara Morales. — Tomasa V.
-de Bravo. — Eufemia Vallejo de Flores.
PuTAENDO (Chile). — Petronila Muñoz. — Car­
mela Camús. — Manuel Gonzáles. — B. Silva
Guerra.

Por intercesión
de nuestros Siervos de Dios.
B LU E FIELD S (Nicaragua C. A.). — Habiendo
estado enfermo ol suscrito. Cooperador Salesiano,
en el mes de septiembre y parte de octubre del pre­
sente año, ofrecí una limosna a María Sma. Auxi­
liadora y otra para los gastos de la Beatificación
de Dña. Dorotea de Chopitea, si me conseguían
restablecerme; lo cual obtuve con gran satisfacción
mía, cumpliendo, hoy con mi promesa y testimo­
niando mi viva gratitud al auxilio divino.
E leazar Meza M.
NOGALES, SON (Méjico ). — Dan gracias a
la Sierva de Dios Dña Dorotea de Chopitea, Re­
fugio V. de Ramírez y Genoveva Vega, por haber
encomendado a su poderosa intercesión fuera em­
pleado el esposo de la primera habiéndole obtenido
la víspera del Santo de la Sierva de Dios. Mandan
una limosna para su Beatificación.
PALM ARES (Costa R ica ). — Mi esposo sufría
desde hace muchos años ataques cerebrales y ago­
tados ya todos los remedios humanos lei en el Bo¡etin SaUstano los prodigios que concede Dios por
intercesión de su Sierva Dña Dorotea de Chopitea.
Ofrecí una limosna y publicar la gracia si le con­
cedía la salud y 'ob prodigiol la enfermedad desa­
pareció como por encanto.
Muy agradecida cumplo mi promesa.
Octubre de 1931.
E lvira V. d e V ázquez.

D a n ta m b ié n g ra c ia s :

A la Sierva de Dios Dña Dorotea de Chopitea, —
Ana de Prem, GUATEsiAí.A-{City). — María E. de
Herrera.
A l Siervo de Dios D. Miguel Rúa — Cecilia de
la Garza Meléndez, Í^Iontemorelos N. L- Méjico.
A l Sierro de Dios Domingo Savio. — Procesa
Galdames. — Putaendo Chil. — Damiana D. de
Agüero - Los LOROS (Chile). — Amelia P. de Araya
P utaendo (Chile).

63

NECROLOGIA
Montavideo - Urugnay.

Docfor Juan Zorilla de San Martín
Murió en Montevideo, santamente y confortado
con los auxilios de nuestra Religión, el día 4 de
Noviembre p. p.
Toda la prensa mundial se ba ocupado ya de
este hombre extraordinario, uno de los más preclaros
, hijos de América. • Poeta y patricio insigue, dice
d diario madrileño El Debate, sirvió a su país con
nobleza, sufrió persecución por sus ideales y ganó,
por último, los más elevados escalones de la popu­
laridad y de la fa m a ».
Boletín Salesiano une su voz a esta voz universal
que agota los adjetivos mas encomiásticos, para
alabar sus virtudes cívicas y su inmensa labor
poética. Zorrilla de San Martin, prez y orgiül') de
la raza, música viva v palpitante, como álguien le
ha llamado, no es un hombre cualquiera, es un hom­
bre-época que, en la historia literaria de su patria,
ocupará el puesto de honor y en la de HispanoAmérica uno de los más destacados, si no se le
isigna también el primero.
Pero esas facetas de su vida, con ser tan deslum­
bradoras, no son las que más interesan a Boletín
^siano, sino su cualidad de Católico fervoroso y
(Q titulo de Cooperador Salesiano, con el que él
Unto se honraba.
Don Juan Zorrilla, educado por los PP. Jesuítas,
bitalló. desde que era joven universitario, en las
fias de los que quieren el reinado de Jesucristo en
h vida pública, lo mismo que en la privada. En
uda su larga vida jamás abandonó su trinchera,
ú siquiera momentáneamente; ni flaqueó, ni con­
temporizó.
Los partidarios del Estado láico lo tuvieron
siempre enfrente, con nobleza, con caballerosidad;
pero decidido, implacable, preparado día y noche,
su cota de malla y su tizona al lado, como los
Soerrilleros de la Edad Medía. Desde las páginas
de F.l Bien público, que él fundó y es aún el órgano
•Mgnífico del catolicismo en el Uruguay, desde la
eátedra, desde el Parlamento, desde las embajadas
7. en una esfera más humilde, desde las tribunas
literarias y los Círculos católicos, de los que fué
sostenedor y animador infatigable, su alado verbo
poético estuvo siempre al servicio de la buena
cansa y, si la cult.! y hermosa República Oriental
cuenta hoy con fuerzas católicas disciplinadas que,
® momentos decisivos, han sabido convertirse en
temible falange macedónica, al Sr. Zorrilla débese,
® su máxima parte.
Paralelamente con su vida pública corrió su vida
privada. No era hombre que se aviniese a desdoW*rse en dos personas; ima para negar a Cristo
en el parlamento y otra para entronizarlo en el
boRar; era un cristiano viejo, hecho de una sola
pbeza. que rezaba, en familia, el santo Rosario, y
^*l)ria y santifleaba su pecho con el crucifijo, el

mismo, acaso, que estrechaban sus manos muertas
en la capilla ardiente, porque en él se advertían
claras señales de desgaste, por el largo uso. Su co­
razón, nido de los más bellos y sublimes ideales,
se fortificaba, todos los días con el Pan de los fuerte»
que iba a recibir, muy temprano, en la catedral
o en la parroquia salesíana.
L a iglesia uruguaya no podrá olvidar jamás la
tierna piedad y los señalados servicios de este su
hijo amadísimo. Por esto han llorado su muerte
todas las campanas de Monterideo y se han rezado
sentidos Responsos, en todas las iglesias, mientra»
sus restos mortales envueltos en la bandera de la
patria, eran velados por todo el pueblo doliente.

al pié del monumento de Artigas, austero forjador
de la nacionalidad uruguaya.
La Congregación Salesíana tampoco puede olvi­
darle y no le olvidará.
Aquel hombre menudito, sobrio en el vestido,
de blancos cabellos y barba puntiaguda, como la
de aquellos nobles que inmortalizó el pincel del
Greco; aquel hombre que ceñía la corona del genio
y era el símbolo glorioso de una raza se había hech(>
tan familiar en los « Talleres Don Bosco » de Mon
tevideo, que parecía allí uno de tantos. Alternaba
con los salesianos y se mostraba deferente con ellos
hasta el extremo de sentarse, en los días ordinario.»,
a su humilde mesa; conversaba afablemente con
los niños, pobres hijos del pueblo, que allí se educan
en el santo temor de Dios y en la alegría, y se pa­
saba largas horas ante el Santísimo.
Bien puede decirse sin eufemismo que, con los
Salesianos, se prodigaba. No echaría muchos pesos
en las arcas con que ellos alimentan a la niñez

64
huérfana y desvalida, porque su fortuna era mo­
desta, pero ponía largamente a su disposición los
tesoros fabulosos de su elocuencia, con la cual
ilustró mil veces el verdadero sentido de la Coope­
ración Salesiana y cantó las apostólicas hazañas
de nuestros heróicos misioneros.
Descanse en la paz de Dios el caballero católico
y el eximio Cooperador y reciba su hermosa alma
el tributo de las lágrimas y oraciones de la inmensa
familia salesiana, que se siente anonadada por tan
sensible pérdida.
Tunja - Colombia,

Don Adeodato Aguilera.
listando en la Iglesia de Santo Domingo, de
Tunja oyendo misa en la Capilla de Ntra Señora
del Rosario, le dió un derrame cerebral, expirando
cu la misma iglesia después de recibir los Auxilios'
espirituales.
Su cariño a la Obra Salesiana y su filial amor a
María Auxiliadora, pues todos los 24 de cada més
comulgaba en su honor, le han merecido la gracia
de morir en esta fecha, en día de sábado y en su
bendita Capilla.
Rodeo del Medio - Mendoza (Argentina).

Dan Juan Sadler.
El 19 de octubre de 1931, a la madura edad de
63 años, cristianamente como había vivido, falleció
este buen caballero, muy vinculado a la Obra SaIcsiana de Rodeo del Medio.
Natural de Trento y establecido en Mendoza
desde 1890, fué uno de aquellos pocos emigrantes
que al abandonar la patria nativa en busca de
mejor fortuna, ponen empeño en no abandonar a
su Dios ni perder de vista la patria celestial, fieles
en todo al precepto evangélico: «Buscad primero
el reino de Dios *.
Trasladado a Rodeo del Medio desde 1895, no
se ap.irtó más de ese lugar al que sentíase fuerte­
mente vinculado por tres amores: la familia para
la cual, con el fruto de su trabajo, habla levantado
una modesta y elegante casa; el viiiedo que genero­
samente retribuía sus afanes y sudores, y la iglesia
eii la cual podía cumplir con sus deberes religiosos
imprescindibles para su alma profundamente cristiaua.
Regocijóse mucho cuando a priucipios de este
siglo los salesianos invitados y eficazmente avudados por la Sra. Lucila B. de Bombal, sentaron"
sus reales en Rodeo del Medio. El bueu Sadler fué
de los primeros amigos y cooperadores de los hijos
do Düu Bosco y ciuiudo en 1904 el Rdo. P. Pablo
Robotti (q. e. g. e.) fundó la Asociación de San
José, no dudó uu instante cu dar a ella su nombre,
destacándose durante
años, o sea hasta su muerte
como socio activo, inteligente y perseverante, no
taltaudo mmea a las reuniones piiblicas o privadas
y mucho menos a la Comunión mensual del tercer
domingo de cada mes.
Por tau excepcionales méritos mereció ser ele­
gido muchas veces presidente (por i « años, no con­
secutivos) con gran mayoría de votos.
Una vida tan bien empleada entre la piedad, el
trabajo y la familia, debió merecerle imasanta muerte
a la que se dispuso cristianamente soportando con

resignación su penosa eiriermedad y alimentándcse
a menudo con el Pan
los fuertes. Su memoria
será perdurable en Rodeo del Medio.
Bluefields - Niicaragua.

Dña Concepción Mendoza.
Celadora .Salesiana y activa distribuidora del
Boletín Salesiana, por muchos años en el pueblo de
Rama, entregó su hermosa alma a Dios en Bluefields,
el día 15 de Octubre a las 5 pm., habiendo reci­
bido antes la Santa Comunión y Extremaunción,
de manos de los Rdos. p.p. Capuchinos.
Amaba ardientemente la Obra Salesiana y dejó
dicho en su lecho de muerte, que siempre se siguiera
cou la devoción a María Auxiliadora y a Don Bosco
y que no se dejaran de recibir los Boletines, nom­
brando como sustituta para el reparto, a su nieta
Añila Meza Mendoza. Que el Señor la tenga en
su gloria.
R e co rd a d también en vuestros sufragios a;
De PAMPI.OXA (España). — D. Juan Peña. —
D. Marcial Moreno. — D. Camilo Agudo.
De B arcelona (España). — Dña Francisca Pormello Bargallo. — Dña Teresa Tura Cuyás Vda.
de Divi. — Illma. Sra Dña Dolores Bonet y Colón.
De Montras -Gerona (España). — D. Miguel Oliu
De Cantillana -Sevilla (España). — Dña Ro­
sario de Olavarrieta y Torra.
De Ceu ta (España). — D. Enrique Caballero.
De L ucena CORDOBA (España). — Rvdo Sf.
D. Luis Marín Martín.
De Madrid (España). — Dña J ustina Llosent de
Ostos.
De S anlucar de B arrameda -Cadiz (España).
— Dña Ana María Romero.
De S evilla (España). — Dña María de la So­
ledad Ruiz de Micr. — Dña Joaquina Delgado de
Morgado. — Dña Brígida Carceller. — Dña María
Daguerre Dospital. — Dña Concepción de la Pena
Gómez de Márquez. — Srta Amparo Juárez de
Negróu y González. — Dña María Gómez Imaz de
Cañal. — Dña María del Carmen Gener y Pardo
Gil. — D. Miguel Ferrazano. — D. Juan Candan
Peyré. — Exemo Sr. D. Javier Sánchez Dalp y
Caionge. — Srta Maria Gradan Lavedán.
De T acu baya D. F. (Méjico). — Dr. Valentín
Rojas.
De Los A ngeles (California). — Dña Ramona
Maylen.
De Ca u (Colombia). — D. Roberto Jaramilb.
— Dña Pastora Flores. — Dña Mercedes Vá/-quti
De Y amundi (Colombia Valle). — D. Telesfoa
Barona. — D. Paulino Satizábal. — D. Rodoltn
Bonilla. — D. Rafael Cárdenas. — D Paulino
Mosquera. — D. Alejandro Vargas. — Dña Juana
Sánchez. — Dña Remedios de Quintero — Dña
Filomena Vda de Mafia. — Dña Onés M. de Sáncher.
— Dña Rosalía Olmus. — Dña Francisca Zapata
de B. — Dña Rosario Vda. de López.

R .l.P .
C oa «proAacM* de ¡a a tfo r id m i c c k a iá s iic a .
GcrcBiei D. D O .M E N IC O G A R N E R I.
CelableciaiSealo Tip. de la Sociedad Editara laferaaeioBal - Tvi*
Coroo R eg ia * Mmrgteríím, t f t .

Fecha
1932.02