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Título
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BS_1922_05
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Descripción
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Boletín Salesiano. Mayo 1922
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extracted text
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o
Boletín Sálesiano
R E V IS T A DE LAS OBRAS DE DON BOSCO
Año XXXVII - N°. 5.
Mayo 1922.
Sumario. — Hablemos de Mlstones, — Recordando a nuestro Patrón. — El Primer Nuncio de
la nueva Nación Polaca. — Tesoro Espir.tual- — De nuestras Misiones: China. • Episodios
de Misiones — Con rumbo al Assam, — Culto de María Auxiliadora, - Aurora de Mojjo. —
Gracias de María Auxiliadora — De los Colegios de las Hijas de Abaría Auxiliadora. — Bi~
bliografta. — Por el mundo Salesiano. — Los que mueren.
Misiones Salesianas
d e la
Tierra
del
Fuego: Una familia Cristiana.
B A R C E L O N A (ESPAÑA)
^ u ^ U ca cx o n es
A e
c a v á cte v
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niños, instructivo y ameno. Cuatro págs. con
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Año XXXVII - N. 5.
Mayo 1922
BOLETÍN SALESIANO
R E V IS T A DE L A S OBRAS DE DON BOSCO
R e d a c c ió n Y A
d m in is t r a c ió n :
Via Cottolengo, N. 3 2 - TURIN (Italia)
HABLEMOS DE MISIONES
En el número anterior hemos dejado conágnada una lista con datos generales de los
territorios de misiones confiados por la Iglesia
t la actividad y celo de los Salesianos. Plácenos
hoy apuntar algunos medios de propagación
y sostenimiento para nuestras misiones extranje
ras.
Será este uno de los puntos más salientes,
entre los muchos que se han de tratar en las
renniones generales, que deberán celebrarse a
fines del corriente abrÜ (i) en la Casa Madre de
Turín, con ocasión de la elección del Rector
Mayor.
Será objeto de particular estudio en dichas
reuniones la formación de personal apto y esco
gido con destino a propagar hasta los últimos
confines del globo el reinado de Jesucristo, y
llevarla luz de la verdad a los pueblos envueltos
en las tinieblas del error y en las sombras de la
barbarie.
Muchos animosos varones apostólicos han
perdido la vida temporal en la refriega, para
bailar otra bienaventurada e inmarcesible, como
recompensa y galardón de sus heróicos sacri
ficios; otros se retiran coronados de laureles,
porque el peso de los años no les permire lanlarse a la fatiga con el arrojo y entusiasmo de
sos años de mocedad. Urge, pues, llenar los
claros que se van abriendo en las filas de los
propagadores del Evangelio.
En las próximas reuniones se estudiará, se
idearán planes, se propondrán mefiios y se
disentirán, pero da conedusión será siempre la
®isma: Es preciso fomentar nuevas vocaciones;
rogar al Señor se digne mandárnoslas, e insistir
™a y otra vez ante nuestros Cooperadores sobre
l3 necesidad de que nos ayuden a formarlas.
(i) El presente número s : halla ya expedido antes de
■ celebradún de di^iás reuniones.
Según recientes estadísticas, el numero de ca
tólicos asciende a más de 320 millones; pero al
lado de esta cifra, y en oposición a la misma,
debemos escribir otra muy superior: mil mi
llones de infieles, que no han visto sonreír la
aurora del Evangelio. Más de doce millones de
estos desgraciados seres pueblan sólo dos de Iosterritorios de misiones encomendados a los Sale
sianos: el Vicariato Apostólico de Shiu-Chow
en China, que segiín declaración del limo. Mon
señor Versiglia, Vicario Apostólico de dicho
distrito, cuenta más de cinco millones de infieles,
y la Prefectura Apostólica del Assara, poblada
por más de siete millones de idólatras. Al leer
tan enormes cifras, ¿cómo no sentir en nuestros
cristianos pechos arder viva la llama del deseo
de apresurar a estos infelices pueblos la hora de
la Redención?
C ooperación misionar.
En estos últimos años, junto a la Obra de la
Propagación de la Fe y la Obra de la Sania In
fancia, ha brotado fecunda y providencial la
Unión Misional del Clero, que ha cooperado
maravillosamente, también en España, a robus
tecer e intensificar el movimiento iniciado en
favor de las Misiones Católicas. El Señor mul
tiplique incesantemente el número de adictos
a tan gloriosa institución y a las demás similares,
y encienda nuevos ánimos en los propagandistas
de obras tan excelentes y salvadoras.
Son asociaciones que en más de una ocasiónhemos recommendado a nuestros celosos Coo
peradores, y que continuaremos recordándoselas,
para que no decaigan de su primitivo fervor;
antes bien, se robustezcan y llenen como hasta
ahora su noble cometido.
Pero, al mismo tiem po, no vemos precisados-
— 116 —
a decirles: Dadnos una mano, ayudadnos tam
bién a sostener nuestras misiones. Sin vuestro
generoso a rx ijo , poco o nada podemos realizar
en esta parte integral del ‘programa salesiano.
Necesitamos vuestro nolle' concurso, uná-,
ninie, constante. Ha llegado la hora de lanzarse
a l campo de la lucha contra el error. Si los Coo
peradores, al decir de Don Bosco, deben ser la
espuma de los cristianos celosos y activos, y sí
la ■ palabra Cooperador Salesiano ha de ser sinó
nimo de buen católico, es preciso que en la hora
presente oculten sus puestos en primera línea,
para mostrar a los demás católicos, con su labor
llevada a cabo en el campo de las Misiones Salesianas, lo que se puede y se debe realizar en fa
v o r de las misiones Católicas en general.
Vamos, pues, a exponer sucinta y ordenada
mente un programa de acción misional que
compendia nuestras esperanzas y señala la
parte que corresponde a nuestros celosos Coo
peradores en la magna obra de la evangelización
'de los pueblos infieles.
Oraciones. La fíesta de ias Misiones.
"En primer lugar, pedimos oraciones insistentes,
perseverantes, privadas y públicas, comunes y
extraordinarias. Da oración es el factor principal
en la obra de la predicación de la verdad.
No se asegura la cosecha con el mero acto de
arrojar la semilla al surco. En la obra sin
igual de la conversión de los pueblos, el misio
nero siembra la semilla de la divina- palabra;
pero el que la ha de hacer fructificar es Dios.
San Pablo, el más grande propagador de la
doctrina de Cri.sto, escribía a los Corintios en
tono de reprensión, porque se apasionaban por
los predicadores del evangelio, sin mirar al Señor,
cuyos ministros son (i). « Y o planté •¿-«¿re vosoiivs el Evangelio, regó Apolo; pero Dios es
lia dado el crecer y fructificar ».
Boguemos, pues, al Dueño de la mies que fe
cundice la labor de los trabajadores apostólicos;
pidámosle se digne mandar obreros Evangé
licos a la porción confiada a nuestros cuidados.
E n todos los Colegios y Oratorios se acostumbra
rezar todos los días una Salve por nuestros Mi
sioneros. Desearíamos que el ejemplo fuera
imitado en todas las familias de nuestros Coo
peradores.
De un modo particular, el primer viernes y
el día 24 de cada mes ha de ser objeto de nues
tras oraciones públicas y privadas la siguiente
intención: Orar por las Misiones Salesianas y
por iodos sus Misioneros.
Celebren con entusiasmo nuestros Coopera•dores, todos los años, la F iesta de las JIi.<i)
ad Cor. III, 6.
SIGNES S alesianas , que puede consistir en una
Comunión general, hecha a beneficio de los Mi
sioneros de Don Bosco y de sus Obras; en una
conferencia, dictada durante la Misa mayor, o
en una hora de adoración, por la tarde, con
sermón sobre el mismo árgumento.
Sería riuestro deseo más cumplido que se
comenzara a celebrar dicha F iesta a partir del
año corriente, para lo cual puede determinar^
uno cualquiera de los domingos del mes de mayo.
¡Manos a la labor! Pongamos también por
mediadora a nuestra querida madre la Auxi
liadora de los Cristianos, si, como decía el Ven.
Don Bosco, queremos saber qué son milagros.
Nuevos obreros.
En segundo lugar, hemos de solicitar el apoyo
de nuestros piadosos Cooperadores en la formeión de nuevos Misioneros. Da Obra de los Hiios
de M aria Auxiliadora para la formación deadulios
ñl estado eclesiástico, fundada por Don Bosco,
se halla siempre en auge, y se complace en en
grosar cada año las filas del apostolado con
nuevos reclutas. Y no son niños de diez a doce,
que aun no tienen idea de la vida, ni man
cebos de veinte a treinta que comienzan a probar
sus luchas o han experimentado ya el 'estrago
de la derrota o la embriaguez del triunfo; son
todos jóvenes de quince a diez y ocho, que co
nocen suficientemente la meta de sus aspira
ciones, y que, i>or los mismo, se dirigen a ella
sin vacilaciones, ni desmayos.
Nuestro llorado Don Rúa, fiel intérprete del
pensamiento de Don Bosco, no perdonó n edio
para que eu cada Inspectoría salesiana se im
plantara la obra de Hijos de María, con la mira
de multiplicar las vocaciones al estado sacer
dotal, y formar personal con destino a Misiones.
Dos Salesiauos abrigan el mismo deseo: qui
sieran abrir en todas partes numerosos colegios
de vocaciones, reglamentados según las iioniias
que el Ven. Don Bosco dejó escritas, y que riven
hoy día en la tradición de florecientes institutos
consagrados a dicha finalidad; pero es labor
que debemos realizar todos juntos.
Abundan, por gracia de Dios, familias pia
dosas, en cuyo ambiente sano y cristianísimo
\nven muchos jóvenes y niños, que sienten efl
el fondo de su alma el llamamiento divino al
estado sacerdotal y a las misiones en tierra de
infieles. íío alcanzamos nosotros a todo. Toca,
pues, a vosotros, piadosos Cooperadores, y.
mayormente, a vosotros, celosos Sacerdotí#.
señalamos esas vocaciones y mandarlas a nues
tros Seminarios, con el mismo fervor y celo por
la causa de Cristo con que nosotros las descu
brimos y cultivamos entre los numerosos m*
— 117 —
ios que frecuentan nuestros Colegios y Ora
torios Festivos.
El nuevo Sumo Pontífice Pío X I encomendó
con insistencia al Colegio de Párrocos romanos
el 2¿ del pasado febrero, la obra por excelencia:
Li de las vocaciones, siivriéndose para ello de los
lénninos siguientes: «No podía inenos de renovarse
[7Í mí el recuerdo de cuanto nuestra Iglesia de
yiilán, que aun la llevo en las telas del corazón,
Tcrifca con esa y por esa obra. M ilán cuenta hoy
tía dos mil ciento y quince sacerdotes, con excluriwí de los regulares; y puedo asegurar que son
•ueiios, en toda la extensión del vocablo. E l mérdo principal de dicha labor, y de ello he sido
Usiigo desde mis pritneros años, se debe a los
párrocos, cuyo celo y abnegación desplegados
m pro de las vocaciones eclesiásticas entra en los
límites de lo singular y maravilloso. Tienen los
párrocos un tacto exquisito para descubrir en los
fliños los primeros gérmenes de vocación; saben
desarrollarlos con lozanía, conservarlos, robuste
cerlos y prestarles todo apoyo material, hasta que
se hallen en condiciones de ser puestos bajo los cuiiados de una entidad, muy bien organizada por
cierto, cuyo cometido es el cultivo de Vocaciones
eclesiásticas. s> Otro tanto desearíamos que
lucieran con nosotros nuestros Cooperadores
más celosos, y particularmente los señores P á
rrocos y demás sacerdotes. Buscad, pues, y
comenzad el cultivo de muchas vocaciones, para
confiarlas después a los Padres encargados de
1.1 Obra de Hijos de María Auxiliadora. « De esa
r.cMcra, (transcribimos las palabras del Padre
Santo,) por vosotros tornará a florecer el don di
vino de la gracia: el sacerdocio, el santo sacer¿::io; porque los pueblos son buenos si los atiende
número suficiente de sacerdotes, de buenos
^"iardotes. 6
Precisan medios.
Como consecuencia de lo apuntado anterior
mente, nos toca hablar ahora de los medios de
sostenimiento, que sólo esperamos de la Divina
Providencia y de vuestra mano liber.il. Dichos
medios se requieren: i®. para poder aceptar,
sostener y formar a los aspirantes al sacerdocio
y al apostolado; 2®. para proveer a los nuevos
y veteranos misioneros, de todo lo necesario
?t>ra el cumplimiento de su divina misión. Son
mucha las maneras por las cuales individual o
colectivamente podéis a^*udamos, y nos antici
pamos a apuntarlas aquí.
En la Fiesta anual de las M isiona mencio^-da arriba, promuévase ima colecta en mesas
petitorias, a la puerta de la iglesia, y enWese el
resultado al Superior General de la Pía Sociedad
Otros medios para recoger donativos podxto
ser la celebración de loterías, rifas, espectáculos
a beneficio de nuestras Misiones; la fundación
de Cajas de beneficencia, públicas y privadas»
esto es: abiertas a toda clase de personas,
o tan sólo en el recinto de los Colegios de edu
cación.
Difúndase el conocimiento
de las /Misiones Salesianas.
Para dicho objeto mandaremos con gusto a
quien lo solicite folletos y hojas de propaganda.
Divulgadlas, también vosotros, mayormente
entre aquellas personas que tengan yohm tad
de ayudamos.
Una Junta de Damas Turinesas, entusiastas
de las Misiones Salesianas, abre todos los años
eii la capital del Piamonte una exposición de
ornamentos sagrados, con destino a nuestras
Misiones. Hacemos votos para que el ejemplo
de esas nobles damas turinesas halle acepta
ción en el hogar de nuestras beneméritas Coo
peradoras y colegios femeniles, y también en los
mismos Círculos que las Hijas de María Auxilia
dora tienen abiertos en los Oratorios festivos..
“ Para las Misiones de Don Boseo
En el seno de las familias eduquen y estimuh^^
los mismos padres afectuosamente y con amor a
los propios hijos, e imbuyan las tiernas inteli
gencias de los mismos en la idea del apostolado de la
las Misiones; no dejen de inculcarles la oración
diaria por ellas: denles a leer relaciones y cartíns
de misioneros, y, hasta con fines y resultados
pedagógicos muy prácticos y excelentes, aní
menlos a privarse de cuando en cuand(» de al
guna fruslería innecesaria, cuyo reducido costo
podrán depositar en una alcancía en la cual
se haya indicado el destino de dichos ahorrilloS,
escribiendo sobre ella la siguiente inscripción:
♦ Para las Misiones de Don Bosco. »
¡Qué consuelo para im padre o ima madre,
poder unir a las limosnas y donativos que ellos
por su cuenta envíen a las Misiones Salesianas,
las pocas moneditas que sus hijos hayan ahor
rado para tan santos y elevados fines!
El Boletín Salesiano, con deseo de ofrecer
a los Cooperadores una página amena y edifi
cante que puedan poner en manos de sus hijos
como lectura provechosa y de entretenimiento,
abre a partir de este mes una serie de relaciones,
encabezadas con el e p ^ a le : « Episodios de mi
siones. »
Estos y otros recursos, que puede y debe, y
sabe dictar la caridad cristiana, estudiados di
ligentemente y puestos en práctica, nos asego-
—
I j8 —
rarán la provisión de medios suficientes para
infundir en nuestros Misiones vida robusta y
desarrollo progresivo, que, no sólo redundará
en gloria de Dios y provecho y salvación de los
infieles, sino que, además, asegurará vuestras
almas, llenándolas de gracias que os labren la
bienaventuranza eterna.
También los niñosi
Y , para terminar, permitidnos aún dos pa
labras.
Parécenos cosa conveniente y provechosa
interesar a los niños en la obra de las misiones
católicas, y hacer que también ellos tomen
parte activa y con amor en un campo tan vasto,
donde para todos hay lugar, sin que el trabajo
se agote. Tres son los fines que nos mueven a
encarecer esta forma de apostolado;
obtener
del Señor copiosas bendiciones sobre los misio
neros y sus trabajos apostólicos, porque hay
muchos niños y jovencitos, en cuyas almas
brilla con todo su esplendor la sencillez, y el
candor de la inocencia, que las hacen muy que
ridas del Señor, y, por consiguiente, muy pro
picias a recibir de sus manos cuanto le pidan;
2“. la formación de caracteres profundamente
cristianos; 3°. fomentar entre ellos numerosas
vocaciones.
Nuestro llorado ^ inolvidable Don Rúa escri
bía en 1882 al P. Costamagna los siguientes
párrafos: Don Bosco desea vivamente que no
perdáis de vista el fomento y cultivo de las voca
ciones al estado eclesiástico y religioso, tan nece
sarias para vosotros en la realización'y sosteni
miento de la santa y sublime misión que la D i
vina Providencia os ha encomendado. No puedo
dejar de encareceros la solicitud que a este pro
pósito despliega nuestro Padre Don Bosco. A pesar
de su edad y sus muchos y gravísimos achaques,
continúa todavía reservándose la dirección espi
ritual de los niños que frecuentan ¡as clases más
adelantadas; y así, cada semana ¡es dicta inde. fectxblemcnte una conferencia en la atUesala de
. su despacho; y sólo <nu»uio le es absolutamente
. imposible hacerlo por ri wísmo, delega a uno de
los miembros del Capitulo Superior, para que la
dicte en s« lugar. Hazlo saber a tus Directores, a
fin de que se persuadan, mediante el ejemplo de
Don Bosco, de la solicitud y cuidado que deben
osar en asunto de tanta trascetuiencia.
*• Apostolado de la inocencia
Hemos hablado ya repetidas veces de esta
obra santa y redentora, iniciada por nuestros
Misioneros de China. El objeto de dicha insti
tución se reduce a multiplicar oraciones y buenas
obras, y ofrecerlas al Señor por las necesidades
espirituales y temporales de los misioneros.
En el tranquilo y apacible ambiente del asilo y
del colegio; en el seno reposado y dulce del hogar
cristiano, almas inocentes piensan en el Misionero
que lucha lejos de su patria con sinnúmero de
dificultades de todo género, y realizan el bien
en unión con él, mediante el ofrecimiento de
todas las oraciones y buenas obras del día.
Es esta una obra que ha cundido mucho y que
se sostiene con fervor en los colegios de las
Hijas de María Auxiliadora.
Juventud misionera,,.
Es una institución nueva, nacida en el primer
Oratorio festivo de Don Bosco, bendecida por
el llorado Sumo Pontífice Benedicto X V y por
nuestro querido Don Albera. El objeto de dicha
institución es doble: uno explícito: difundir y
mantener vivo entre los jóvenes' el entusiasmo
por las misiones, y contribuir al sostenimieuto
material y moral de las nuestras; y el otro, im
plícito: cooperar, con la gracia de Dios, al fo
mento y formación de nuevos misioneros.
De ¿ lo hablaremos difusamente en el pró
ximo número, si hallamos espacio y oportu
nidad para ello.
Recordando a nuestro Patrón
Mansedumbre de S. Francisco de Sales.
En cierta ocasión un gentilhombre, uada
digno por cierto de semejante titulo, se resintió
contra S. Francisco de Sales y propuso jugarle
una mala partida. Fué a su casa,. y atando en
una trailla toda su jauría, que era muy nume
rosa, se dirigió a la casa del Santo y comeii/.o
a deshacerse en injurias y maldiciones bajo su
ventana. Semejantes voces, unidas al intemal
alboroto que los perros levantaban con sus
ladridos, hubieran sacado de quicio al hombre
más pacífico y dueño de sus nervios. Viendo
nuestro hombre que el Santo no salía a la wntana para desfogarse, tuvo la osadía de penetrar
en la misma casa del Obispo y llegarse hasta 5U
habitación, donde comenzó una letanía de in
sultos, que llevaba trazas de no acabar en todo
el día.
El Santo le escuchaba tranquilo, impasible,
sereno y sin responder palabra. Herido a quel
hombre en lo más vivo de su amor propio, por*
que no conseguía lo que deseaba, chillaba como
un energúmeno y se encendía cada vez mus,
— II 9 —
íiasta que se cansó de gritar y se marchó^ de
jando al Santo como le había hallado.
Sabedor del hecho un personaje muy distin
guido, preguntó al Santo Obispo cómo había
podido contenerse al escuchar semejantes inso
lencias; a lo que el Santo respondió; « He hecho
pacto con mi lengua de callar siempre que el
corazón esté agitado, y de no pronunciar pa
labra hasta que no se halle perfectamente tran
quilo. ¿Qué hubiem. sacado en Umpio si le hu
biera hablado? Mi silencio le ha desconcertado, y
seguramente se arrepentirá de su mala acción. »
En efecto: dos días después, aquel caballero
pedía humildemente perdón a San Francisco
de las palabras injuriosas que había prolerido
contra él.
ElpriierNddcIoii lamm lapiliDPolaca
y los hijos del Ven< Bosco
Ea noticia de la elección del Euuno. Cardenal
Ratti a la Silla de Roma fué acogida en Polonia
con expresiones de maravilla y manifestaciones
estupendas de júbilo. Todas las clases sociales,
todos los partidos, toda la prensa, sin distinción
de colores, rivalizaron entre sí para patentizar
en la forma más bella y expresiva la satisfacción
y consuelo que a todos ha producido la elección.
Era un coro unísono, majestuoso, imponente en
el que Polonia entera entonaba esta sola frase de
admiración: « ¡E l Nuncio de Polonia ha sido elegida
Papa! »
Bien fundadas eran estas demostraciones de
alegría, pues que aim se conserva v iv a la memoria
de sus muchas y grandiosas obras en pro de la
Iglesia polaca. Su tacto fino y prudente bastó para
atraerse las simpatías, el aprecio y la confianza
del Jefe del Estado, del Gobierno entero y de las
Autoridades sin excepción, de quienes se sirvió en
la realización de los designios de la Sta. Sede.
Ligábanle con todos los Obispos vínculos de fra
ternal amistad. L a nobleza y los letrados no se
cansaban de admirar su exqmsita prudencia, la
fineza de su trato, su profimda y vastísima ciencia,
y se disputaban el honor de darle la presidencia en
todas sus reuniones. En el oírto espado de tiempo
que dursiron sus fimdones en la K undatura de
Polcmia, propuso la creación de dos Cardenales y
catorce Obispos; erigió de nuevo tres diócesis,
suprimidas inexorablemente por el gobierno ruso:
FariCn, Zuytomierz y Kamiemiec Podolski; dióles
nuevo Pastor después de largo tiempo de vacar la
Sede a las diócesis de Vilna y Lublín; erigió la
nueva diócesis de Lodz, y designó a todos los Obis
pos de la Polonia Rusa otros Auxiliares, requeridos
por la vasta extensión de las diócesis y el grandí
simo número. de fieles, los cuales pasan de un
n:ill6n en cada una de ellas.
Era entusiasta admirador de la Polonia y eú
sus frecuentes discursos, pronimciados ante un
público seglar o en las comimidades- religiosas,
hallaba placer en repetir las palabras proferidas
por Benedito X V al enviarlo a dicha nación: que
era Polonia un estado m ártir donde cada palmo
de tierra es ima reliquia santa, empapada en la
sangre de muchos héroes, que supieron vivir y m o
rir defendiendo la religión católica, y protestando
su adhesión firmísima al Vicario de Jesucristo,
Conocía perfectamente y muy de cerca el estado
moral de la resucitada nación, como aquél que
había visitado personalmente a todos los Obispos
en sus respectivas re.sideucias.
La. nueva nación, renacida de entre los escom
bros de un imperio desmoronado, supo apreciar
el trabajo de Mons. R atti y corresponder a su
afecto. Apenas fué constituida nación libre e in
dependiente. mandó una delegación al Papa para
que se dignara nombrar Nuncio Apostólico en
Vars3via ál que entonces ejercía fimciones de
simple Visitador Apostólico.
L a consagración episcopal del nuevo Nuncio
en la catedral de Varsovia, a la que asistieron las
Autoridades, el Cuerpo diplomático y unainmensidad de pueblo, fué un triunfo sin igual. Su nombre
se repetía con veneración y estima en toda cir
cunstancia, en todo tiempo.
Con profundo sentimiento vió el pueblo polaco
la promoción de Mons. R a tti a la Silla de Milán.
Todas las Autoridades civiles y eclesiásticaí y
una muchedximbre incontable de amigos y admi
radores Uenaban los andenes de la estación, 'el 2 de
junio del pasado 1921. Querían por últim a vez
en su presencia reiterarle los sentimientos de estima
y gratitud que nutrían por él, y darle el adiós de
despedida, mientras subía al coche salón que el
Gobierno polaco había puesto a disposición de
Mons. R atti, hasta su llegada a Roma.
Pero superior al de todos ha sido el alborozo de
los Salesiauos de Polonia al saber la noticia de su
primer Nimcio al Solio Pontificio.
¡Fueron tantas y tan grandes las pruebas de
amor y benevolencia que les prodigó todo el tiempo
que duraron sus funciones de Nuncio Apostólicol...
Siendo aún N'isitador, todas las veces que se
llegaba a Cracovia, recibía con sumo cariño en
audiencia a nuestro P. Inspector, y le de.scubría
la profunda veneración y particular estima en que
había tenido a Don Bosco, a quien'conoció y comenz<.> a admirar desde sus primeros días de sacer
docio. Narróle coufidenciahnente que había apren
dido de Don Bosco una lección que jamás olvidaría
en los años de su vida, y que propuso en su corazón
practicar hasta el último de sus días; y es la calma
absoluta que reinaba en el semblante y en el espí
ritu del Venerable, aún en los casos de mayor apuro
y en las pruebas más difíciles y serias. « En cierta
ocasión, decía no ha mucho d esclarecido Pontíficie, se celebraba en Tuiín ima reunión de Direc
tores: después de comer, imo tras otro paseaban
con Don Bosco y le expom'an las dificultades con
que luchaban y las penas que laceraban el corazón
de los mismos: se trataba de asuntos- gravísimos;
recuerdo muy bien la expresión del rostro , el modo
1
—
120
de narrar; como si dijeran: un incendio voraz
amenaza destruir la casa... tal oposición pone a
riesgo de hundir el colegio.... y así por el estilo.
Don Bosco, imperturbable y sereno, escuchaba
todo y a todos; en pocas palabras les indicaba lo
cjue debían hacer, y los despedía tranquilos y con
tentos. Después de haber dado audiencia a todos,
Don Bosco se mostraba tan alegre, como si hubiera
oído referir los más halagüeños y consoladores
informes, y entre chistes y agudezas reanudaba la
conversación con los demás, i
Mon.s. R atti ha sido en todo y siempre nuestro
más valioso sostén. En efecto, casi todas las casas
(pie abrimos en la Polonia Rusa, se pudieron fun
dar merced a su iniciativa, por su consejo y con su
protección. É l nos movió a aceptar la fundación
de Rózanystok. É l nos aconsejó la manera de pro
ceder en la aceptación de la Casa de Varsovia. Él
nos preparó el terreno para aceptar una grandiosa
y nueva fundación que se trataba de encomendar
a los Salesianos en esta misma ciudad. Él, en fin,
disipó en un momento ciertas prevenciones que
en determinados círculos se les daba acogida con
menoscabo de nuestra labor educativa.
La bondad de Mons. R atti no conocía límites,
cuando se trataba de recibir en palacio a un Salesiano, aconsejarle o socorrer sus necesidades. «Me
recuerdo que una vez (escribe el P. Inspector de
aquella Provincia), hallándome acosado por ur
gentes y gravísimas dificultades, tuve que acudir
a él, quien me socorrió con munificencia verdade
ramente soberana.
No filé aquélla la única vez que, usando de las
facultades amplísimas que le había otorgado Be
nedicto X V , sostuvo eficazmente y con larga y
generosa mano nuestros colegios de Polonia, que
a la sazón atravesaban estrecheces muy graves.
Siempre me recibió con entrañas de padre, me trató
con confianza de amigo y me benefició con munifi
cencia regia.
El 13 de agosto de 1920 se hallaban los bolche
viques a las puertas de V arsjvia y comenzaban
' a atacar la ciudad. Hallábanse los ánimos de la
nación entera poseídos de mm agitación febril y
un ansia extrema a vista de la imuinente invasión.
Absorbían al Nuncio .serias negociaciones con el
Gobierno y la díplomao.a, cuando acudí a él en
demanda de consejo. A pesar de sus ímprobas
tareas no se negó a recibirme, antes bien, retlxiouó
atentamente sobre el estado de nuestros colegios,
y me dió sapientísimos consejos para ponerlos a
salvo, en caso que la Divina Providencia hubiera
permitido que la nación polaca hubiese pasado
por la dolorosa prueba del b-deheviquismo.
No se me borrarán de la memoria estos rasgos
de paternal atención en los días más críticos por
los que ha jiasado esta nación católica.
ICu aquellos días de tristeza y llanto iba yo a
visitarle con frecuencia; lo hallaba adelgazado,
pálido y t'onlra su general co.stumbre, de pocas
palabras; sin embargo se preocupaba de nuestrexs
niños y les proporcionaba eficaces socorros. Manifestéle entonces mi propósito de encomendarle a
las oraciones de nuestros niños, para que el Señor
lo consolase y quisiera librarle de angustias seme
—
jantes a las pasadas. Con expresión de fatiga en el
rostro y con la sonrisa en los labios me respondió
*¿Qué hemos de hacerle! ¡Son gajes del oficio! Recen
por mí a María Auxiliadora. ».
vSí, Santísimo Padre, rezamos entonces con
fervor por \mestro bienestar a nuestra bondadosa
Madre Celeste: le pedimos que os consolara y os
asistiera en todos vuestros días penosos; y hoy,
que os vemos por disposición de Dios sobre ¿ trono
más eminente de la tierra, recordando vuestros
beneficios pasados, y teniendo en cuenta que ne
cesitáis mayores y más frecuentes socorros de la
que es Auxiliadora de los Cristianos, nosotros, hijos
de Don Bosco, continuaremo.s rezando por' Vues
tra Santidad, y otro tanto harán nuestros alumnos,
que si bien no podrán quizás contemplar vuestra
persona bienhechora, tendrán grabada en sus pu
pilas y en su corazón ^^^e.st^a paternal imagen. •
Cracovia, 13-III-1922.
P. T iro n e . Inspector Salesiane.
Los Sres. Cooperadores Salesianos, cum
pliendo los requisitos de costumbre, pueden
ganar Indiligencia plenaria:
1° El día que se inscriben en la Pia Union.
2° Una vez al mes, a elección de cada cual.
30 Una vez al mes, asistiendo a la confe
rencia,
40 Asimismo, una vez al mes, el día en
que hagan el Ejercicio de la Buena Muerte.
5® El día que por primera vez se consa
gren al Sagrado Corazón de jesús.
6° Siempre que hagan Ejercicios espiritua
les durante ocho días seguidos.
Además, los siguintes días del mes de Junio:
El 4, Pascua de Pentecostés.
» I I , Santísima Trinidad.
» 15, Corpus Christi.
23, Sagrado Corazón.
» 24, Natividad de S. Juan Bautista.
» 30, Conmemoración de S. Pablo.
También pueden ganar otras muchas tniulgencias plenarias y parciales, y gozar de va
rios privilegios, como puede verse en el R^'
glamento o « Cédula de admisión a la
Unión », a la cual nos remitimos.
CHINA
Díavisitaalasdistritosdo! íitariato doSti¡i-[flw.
(Relación del lim o. S r . Versiglia).
/ Ya estamos en casa! — Cómo está constitulda ¡a misión de Ham Kwong» —
Diferentes sistemas de navegación fíu^
vial. Gritos desgarradores, — Un piloto
original: A silbidos llama a! viento en
su ayuda.
En Ham Kwong hizo escala el barco. ¡Por
fin, en casa! Hállase situada nuestra residencia
en medio de espesos cañaverales de bambú y
elevadísimos alcanforeros. Consta de dos cuer
pos de edificio, de dos pisos cada uno, y fabri
cados paralelamente el uno al otro. E l de la
derecha está reserv'ado al misionero, y el de la
izquierda se destina para hospedaje de los cris
tianos que vienen de lejos. L a entrada está
formada de un gracioso pórtico, cuya parte
superior recorre ima terraza de elegante balaus
trada, en cuj'^o centro se alza, hecha de obra,
la cruz, como señal indefectible de la Tien
Chue-Tong (Iglesia Católica). Sobre el cornisón,
a los pies de la cruz, hay una garita para el
perro de la misión, que, fiel a su deber, deja
pasar tranquilamente a los buenos cristianos;
o sea, a aquellos que ve venir frecuentemente
a la iglesia; al paso que no deja de atronar con
terribles ladridos al desconocido que ve entrar
en la casa de la Elisión.
La iglesia, bastante decente: un tanto escasa
de ornamentos; ella, lo mismo que la casa, es
fruto de la actividad del P. Ferie, de las Mi
siones Extranjeras, el cual, pobrecito, no tuvo
tiempo de establecerse en ella, porque, llamado
a ser\ir a la patria en la pasada guerra mundial,
perdió la vida en el campo de batalla.
Pasamos en nuestra casa todo el domingo,
y experimentamos el consuelo de ver gran con
currencia de cristianos y catecúmenos. Desde
que el P. Pasotti despliega su actividad en este
distrito, muchos cristianos que dormían el
sneño de la indiferencia, a causa de la ausencia
fffolongada del Padre, han entrado en buen ca
lino con fervor, y saben corresponder a los
desvelos del misionero. Días antes de nuestra
llegada habían venido a la misión dos nobles
de un pueblecito, distante de aquí a tres horas
de camino, para pedir al Padre se interesara
en la instrucción religiosa de ambos, porejue
toda la familia de los dos abrigaba deseos de
hacerse cristiana; y no habiendo hallado en
casa al misionero, tuvieron la constancia de
esperarle cuatro días.
Si pudiéramos disponer de diez catequistas,
no faltaría ocupación fructuosa y abundante
para todos. ¡Como se retrasa la labor evangé
lica por falta de personal que nos ajnidei
La provisión de dicho personal es un problema
moral y, sobre todo, económico.
E l lunes por la mañana preparamos nuestros '
equipajes, y nos dispusimos a reanudar nuestra
jomada en dirección a Lin Chow, población muy
distante aún de esta misión.
Una barca presta servicio cada dos días de
Hajn Kwong a Tai lVa?i, y en ella nos acomo
damos como pudiera hacerlo aquí cualquier
mortal: a ratos sentados sobre la estera; a ratos
tendidos a la larga; de cuando en cuando leíamos,
y con más frecuencia, charlábamos con nuestros
compañeros de viaje, que no salían de su estupor
al v'er aquellos dos extranjeros de nariz larga y
barba cerrada: pormenores éstos que eran causa
de que nos moliesen a preguntas.
La embarcación cliina se desliza sobre la
superficie del río con la velocidad del caracol;
y esto cuando aquél es una balsa de aceite; pues
cuando se ofrece el caso de bogar contra corrien
te y ésta es impetuosa, milagro es no caminar
hacia popa.
El sistema generalmente adojjtado en la
navegación fluvial para arrastrar la embarca
ción, es el de la pértiga de bambú. Consta de una
caña larga, provista en uno de sus extremos de
un fuerte regatón, que se clava en el fondo del
lecho o en la orilla del río, y el otro extremo
remata en forma de cruz, lo mismo que una
muleta: colocan ios remeros este extremo de
bajo del sobaco, y, pujando mucho de proa a
popa, logran poner en movimiento el caracol.
La fatiga es tal, que obliga a los desventu
rados remeros a prorrumpir en gritos y gemidos,
como quien está pasando una crujía, o como
quien realiza un esfuerzo sobrehumano.
Tal es la impresión que experimenta el que
por primera vez los ve. En realidad no es otra
^ 1
cosa que efecto de una costumbre arraigada, o
si se quiere, de una ilusión.
Ks un dogma, en efecto, para los chinos, que
a todo esfuerzo debe acompañar un grito pro
porcionado, con objeto de que el aliento no
quede estancado en el cuerpo.
Tales gritos, que a primera vista parecen no
tener significación alguna, son la sal con que
sazonan todas las dificultades que les salen al
paso: sus luchas con los elementos, las tareas
arduas que deben realizar. Que el viento es
contrario y precisa luchar con él para mover
la barca' el remero se echa sobre el bambú gri
tando con acento desgarrador; « jOli, el viento
es nuestro enemigo! » Que el río es caudaloso y
no alcanza la pértiga a tocar fondo: « ¡Qué
abismo tan hondo!» Que la barca, abandonada
a merced de la corriente, retrocede en vez de
avanzar, entonces el remero con un gesto de
desesperación grita a todo pulmón; « ¡Detente,
por favor! « Que comienza de nuevo su curso,
o ¡Bien por la barca, adelante, adelante! » Que
’ impulsada por el viento, se desliza con rapidez
sobre la superficie del río; entonces, con la faz
bañada de alegría y satisfacción;«¡Ved mi barca,
dice, que surca las aguas con la rapidez de la
golondrina, que atraviesa el ancho río! ».
Y así todo el día, sin interrumpir la serie de
exclamaciones, si- no es en los tiempos breví
simos que dedican a despachar su frugal
ración.
A ratos se sientan un momento, rendidos de
fatiga, en la proa del banco mirando a popa.
En esta actitud comienzan a silbar con aire
de despreocupación. Creí la primera vez que
vi a uno de ellos metido en esta operación, que
lo hacían por matar el tiempo; pero, a vista de
la pasión con que silbaba, se me ocurrió pre
guntarle qué significaba aquel silboteo con
tinuo y sin interrupción. — « Lliímo al vientoeii mi ayuda », me respondió maravillado de que
yo ignorase una costumbre tan corriente.
— Pero, ¿cómo puede oirte el viento?
La respuesta fué ultrafilosófica. — « De la
misma manera que yo tengo la boca para silbar,
tengo también los oídos para oir. Ahora bien, no
dices tú que el viento silba? Pues tendrá na
turalmente facultad de oirme cuando le llamo.
— ¡Bien! Supongamos que te oiga, ?estás
seguro de que te querrá prestar a\-uda?
— Si tú no invocas a los dioses, jamás te
escucharán.
\
¡La respuesta entraba en el terreno teológico!
— iísperareinos sentados al señor viento »,
le repuse.
Él se quedó con lo suyo; y así, con la seguridad
de quien espera buen suceso en sus negocios, se
sentó y comenzó de nuevo su reclamo.
Levantóse entonces una ligera ráfaga de
viento.
— ¿Lo ves? » me dijo con aire de triunfo.
Dispuesto estaba nuestro remero a silbar
hasta la noche, a trueque de poderme decir que
el viento había acudido a su llamamiento.
Es admirable la habilidad que muestran en
aprovechar cuanto viene a mano para mover
el artefacto. Apenas se levanta el mías leve soplo
de céfiro, alzan en seguida ima, dos o más velas,
ordinariamente improvisada con pedazos de
mantas viejas, esteras, y hasta con vestidos.
En estos casos no se molestan en remar, ni echan
mano al bambú por temor de que la barca lleve
demasiada velocidad. No les urge a ellos aliorar
tiempo, sino fatiga. ¿A qué molestarse? Total, lo
mismo se llega. Adondequiera que vayan se
hallan siempre eu su casa: en la barca viven.
Cuando se trata de remar agua arriba o atra
vesar el río de orilla a orilla, se sirven del remo;
pero en estos casos no queda otro remedio que
resignarse a descender cien o doscientos metros,
antes de abordar a la otra orilla. Sucede con
frecuencia lo dicho, cuando ésta es menos pro
funda que la opuesta, o más a propósito para
arrastrar la barca con una cuerda desde aquélla.
Cuando esto sucede, tres, cuatro y más hom
bres, en proporción del tonelaje de la nave y
del peso que la carga, desde la ribera, echando
al hombro los lazos que penden de la cuerda
amarrada al palo may-^or, comienzan a tirar como
bueyes, y la barca avanza al paso que ellos llevan.
¡Qué pena da verlos en esta brega!
La vista de estos pobrecitos da una idea aca
bada de la antigua esclavitud. Sin camisa, con
sólo unos fementidos pantalones que no Ies
llegan a las choquezuelas, tiran de las cuerdas,
inclinados hasta tocar casi con el pecho en tierra,
unas veces bajo un sol canicular que los abrasa,
otras bajo la lluvia y el viento que los azota
sin compasión.
Parece que las inclemencias de los elemento:
no hacen mella en aquellas carnes endurecidas
por los soles y celliscas. Si en su arrastre se les
opone al paso un arroyuelo o afluente de pc^
vado, se meten dentro sin repararen la estación.
Que el agua sube poco, lo vadean; que el
cauce es profundo, nadan sin dejar de tirar.
En determinados puntos, especialmente du
rante la estación de las lluvia.s, el sendero que
recorre la orilla se halla inundado y hecho uu
lago,'entonces, de nada sirve la cuerda; el bambú
no llega al fondo; los remos no bastan a vencer
la corriente. ¿Qué hacer? Uno de los barqueros
tiende la vista a la ribera, y, en descubriendo
un árbol robusto, se llega a él a nado, pasa por
detrás del mismo la cuerda, y retoma a la barca.
Después, todos a una tiran de aquélla, hasta
llegar al árbol que sii^-e de fulcro; y así se repite
la operación, hasta que se haya superado el paso
difícil.
Se dirá que con semejante procedimiento
poco se adelanta, es cierto; pero fuera de que
es mejor avanzar lentamente que estacionarse
o retroceder, la novedad del sistema de nave
gación, la ánsiedad de salir del peligro, la
la cantilena que a ellos más place entonar:
la de las golondrinas que atraviesan el río
Amarillo.
I^legamos a Tai-Wan a eso de las cuatro de
la tarde; y después de tres cuatros de hora de
caminata, atravesábamos los tímbrales de la
Misión. Nuestra cristiandad es sumamente
pobre; las pocas casas y el escaso terreno que
C H IN A , c M o n s. V e r d g l l a ro d e a d o d e u n a c i ia t ia n dad d e l V ic a r ia t o d e S tilu > C h o w .
vtsta del barquero que lucha contra corriente a
nado para amarrar la cuerda: todo ello
acaba por distraer a los pasajeros y abreviarles
fn apariencia el tiempo. ¡Desgraciado el que
■ •on prisas se aventura a viajar en semejante
manera!
Pobreza y resignación cristianas. — Viaje
niatutino por entre montes. — ** ¡ Los
bandidos! ¡ios bandidos! ¡sálvese quien
pueda! „ — Ayuno forzoso, — Final»
mente en casa. — La oración de la noche.
Aquel día la barca en que viajábamos, merced
' un vientecillo ligero y retozón que jugueteaba
on la embarcación, la arrastró de manera,
■ ioe nuestro patrón no dejaba de sus labios
tuitiva son propiedad de la misión; el valor de
todo ello, muy corto; en total, unas dos mil
liras. No obstante, los cristianos son buenos
y muy laboriosos; no se lamentan de su pobreza,
y \úven resignados a los designios de la Divina
Providencia.
Avisados los cristianos de nuestra llegada, por
la noche, después de terminadas las labores del
campo, se reunieron en la capilla, se confesaron
y pidieron se les dirigiera la palabra, no ob
stante la importunidad de la hora. Habían
sonado y a las once.
A l día siguiente, madrugamos muy de mañana,
y otro tanto hicieron a su vez los cristianos
para asistir a Misa. Nos urgía Uegar a tiempo
a embarcar en Ceng Lin; por consiguiente,
apenas terminada la misa, partimos sin demora.
—
124
Ksta vez « Han ten tao », nos dijeron en el
puerto; « Habéis llegado tarde ti. Hacía ya una
hora que había salido la barca. ¿Qué hacer?
No cabía otra solución que resignarse y pre
parar las piernas para atravesar montes. Por
fortuna, la mayor parte de nuestros equipajes
estaban ya en la barca desde la tarde anterior;
y nosotros abrigábamos la seguridad de poder
alcanzarla con sólo cuatro horas de camino, a lo
más. Una caminata al amanecer y por los montes
no era por lo demás desacertada y sin interés.
H1 sendero se encarama tortuoso y estrecho
por entre valles cultivados de maíz, batata,
cacahuete y muchísima diversidad de legumbres.
De entre las piedras del camino brotan por
doquier surtidores chisporroteantes de agua
fresquísima que riegan los bancales, ingeniosa
mente aprovechados en la falda de los montes.
Alterna la tierra de labrantío con la espesura
de bosques frondosísimos de pinos, alerces,
cipreses y alcanforeros, donde se respiran aires
perfumados por los riquísimas aromas que
exhalan los citados árboles.
A medida que se avanza, el horizonte se va
recogiendo hasta cerrarse en un anfiteatro ce
ñido de cordilleras mondas y encapuchadas en
gasas de niebla. Se sale de aquel pozo por un
tiínel formado de rocas y árboles de entrelazado
ramaje, e inmediatamente se ofrece a la vista un
lago terso y limpio, en forma de ocho perfecto.
A orillas de aquellas aguas, cuya epidermis
no llegaba a arrugar el airecillo fresco y estimu
lante de la mañana, nos sentamos a contemplar
un momento aquel derroche de bellezas naturales
que por todas partes nos rodean.
Da vegetación en todos estos sitios es fresca
y lujuriante, con una diversidad de matices y
una opulencia de colores encantadoras.
Ua serie de montañas en anfiteatro que de
jamos a nuestras espaldas semejan rudos,
macizos y viejos castillos, envueltos en las som
bras del misterio y habitados por seres encanta
dos Nubes pasajeras empañan el azul del cielo
y se miran en el esi>cjo del lago, al mismo
tiempo que vemos resbalar su imagen por
la superficie tersa de las aguas, hasta perderse
en la orilla opuesta, como si escaparan de los
torvos y austeros semblantes de las montañas
reflejadas en ellas. Algunos buitres se posan
en las rocas que bordean las orillas, mientras
unos pocos ánades corlan la superficie in
móvil de las aguas.
¡Qué majestuosa grandiosidad en un lugar
solitario y virgenl ¡Cómo se echa de menos
la vida que forma el encanto de nuestros lagos
europeos. No se ven aquí las hermosas quin
tas y perfumados y aristocráticos jardines. No
se oyen los cantos de las zagalillas que llevan
a pastar la grey a lo más alto de los cerros que
dibujan las riberas del lago. Faltan aquí las
barcas que hienden el agua levantando blancas
y rizadas espumas; la charla animada y alegre
de los que se recrean en ella, la afluencia de
turistas y veraneantes que huella la menuda
arena de las orillas. Todo es aquí silencio, mis
terio y soledad.
Este lago no tiene nombre aún, porque los
chinos no acostumbran dar nombre propio a
los seres inanimados, sino que los llaman con el
nombre genérico.
— ¿Cómo se llama este lago?
— ¡Se llama lago!
— Estamos como antes. ¿Cómo se llama tu
perro?
— ¿Mi perro? Ken (perro), responden infali
blemente.
Hubiéramos querido bautizarlo nosotros, pero
no lo hicimos por no damos humos de gente
docta; Si alguien deseara bautizarlo con su
nombre, aun está a tiempo; no tiene que hacer
otra cosa sino mandar algunos centenares de
libras esterlinas, que se exigen aquí como tasa
de registro, y satisfaremos en seguida sus deseos.
Siguiendo la ribera, recorrimos parte del lago
hasta tomar un camino que se encarama hasta
esconderse en una garganta muy angosta.
Habíamos doblado el primer recodo, cuando
vimos venir hacia nosotros dos hombres que
corrían como gamos y sin aliento.
— ¡Dos bandidos! ¡los bandidos! ¡Huid, están
aquí cerca!
— ¿Dónde?
— Arriba, en la montaña.
— ¿Estáis seguros?
— vSegurísimos, nos lo han dicho.
— ¿Os lo han dicho? pues entonces no hay
nada de ello: sigamos nuestro camino, y la
Virgen nos protegerá.
Los dos fugitivos, con la misma facilidad que
se habían alarmado de aquella manera, se sose
garon y siguieron detrás de nosotros.
Subimos la cuesta paso u paso y con cautela
hasta ganar la cima: hemos de confesar que,
si no era miedo lo que llevábamos metido en
el cuerpo, no sabremos cómo llamarlo. En lo
más alto del monte se hace una vasta planicie
en ella tropezamos de manos a boca hasta
quince individuos, que cultivaban sus cuadro»
de maíz.
— Ellos son, * me dijo en voz baja nuestro
guía.
Los saludamos cortésmente y con desenvol
tura, sin dejar traslucir la menor señal de des
confianza. Ellos respondieron a nuestro sa
ludo y continuaron tranquilamente su trabajo.
El guía aseguraba que aquella geiíte, al mismo
—
125 —
tiempo que atendía a la labranza de sus tierras,
no desperdiciaba la ocasión de realizar sus co
rrerías, cuando se le ofrecía un botín abundante
y sin resistencia.
Tal vez no osaron salimos al camino, porque
como a Europeos, nos creen armados hasta los
dientes, y por otra parte no habían tenido
tiempo de combinar el golpe, porque nuestro
paso les había cogido desapercibidos. Como
quiera que ello sea, agradecimoslo al Señor.
No podía faltar algún incidente, y el que en
esta jomada nos sucedió fué sin consecuencias.
Nuestros acompañantes de ser\úcio, al sólo
nombre de bandidos, dieron con todo su valor
en tierra y no hallamos medio de hacerlos venir
con nosotros.
Bajada la montaña, llegamos de nuevo al río
y alcanzamos la barca; pero nuestros compa
ñeros de viaje no parecían; así que, fué necesario
encomendarlos a la Providencia divina. Hu
bieran podido sin dificultad librarse de enredos.
Para nosotros fué lo peor, porque todas las pro
p o n es las llevaban ellos.
Una vez acomodados en la barca, el P. Pasotti abre su maletín, y busca que busca, por
ver si daba con algo que fuera de comer. La
conclusión fué la de los Dos ■ poetas.
— « ¿Qué hemos de hacer?
— * jAy de mí!
¡Y pensar que el airecillo fresco de la mon
taña y la caminata nos habían despertado el
apetito de una manera!... Por fortuna la barca
se deslizaba esta vez bastante ligera, y nos con
solaba el pensamiento de llegar presto a ChengLíu donde encontraríamos al P. Frigo.
Apenas divisamos el puerto, nuestra primera
preocupación fué ver si descubríamos alguna
señal que acusara la presencia dé nuestro her
mano. Cuando más atentos estábamos en nuestra
exploración, vimos izarse a los lejos sobre un
asta una bandera tricolor. Fué srificiente esta
señal para cercioramos de que en efecto nos
aguardaban. Y como si ello no fuera suficiente
prueba, he aquí cerca la estampa del P. Frigo.
No se necesita mirar mucho para descubrirlo,
porque agita en la mano un pañuelo (casi una
media sábana), proporcionado a su persona;
detrás de él, nuchos cristianos daban muestras
de tiesta y regocijo.
A vista de aquel movimiento insólito, al oir
disparos de petardos, que aquí son la salsa de
todas las fiestas, muchísima gente salía de sus
<^as a ver la llegada de los dos extranjeros; y
era tanta la prisa que traían muchos de ellos,
que tropezaban y caían en tierra o de cabeza
cu el agua, rebajando con un baño improvi
sado el ardor del entusiasmo, y despertando la
hilaridad y el buen humor en el corro.
Pasamos en seguida a la barca que había alqui
lado el P. Frigo, el cual nos tenía preparada una,
abundante cena, « toda ella, como él decía,
hierbas de su huerto. »
Aquella noche nos parecía estar en nuestra
casa. También los criados, que nos habían al
canzado, se hallaban con nosotros. Después de
cenar, se reunieron los cristianos en la misma
barca, y todos juntos rezamos las oraciones de
la noche.
Conmovía profundamente oir en el silencio de
la noche, en medio de multitud de barcas, la
melodiosa y cadenciosa música con que nuestros
cristianos cantaban sus oraciones, orgullosos
de nuestra compañía y deseosos de que los
oyeran bien los paganos, que atistaban por
entre las rendijas y agujeros de sus casas flo
tantes.
A la mañana siguiente, después de celebrar
misa en la misma barca, nos separamos del
P. Pasotti. Retomó éste a su casa, y yo, con mi
nueva comitiva seguí la ruta de L iu Chow.
^ L uis V ersiguia ,
Obispo Tit. de Caristo,
Vic. Apostól. de Shiu-Chow.
Episodios de misiones
**Padre, enséñame latín a mi también,,,
A poco de entrado en mi campo de misión,
consagré parte de mis esfuerzos a enseñar rudi
mentos de latín a dos mocitos cliinos, con la
esperanza de encauzarlos por la vía del sacer
docio.
Una tarde, mientras me hallaba enfrascado
en mis libros, veo abrirse la puerta de mi estudio
y entrar en él im muchachito vivaracho y listo:
era Domingo Cha Y Fuk.
— Dios os guarde, Padre.
— El te asista y te guarde Dominguín.
E l chicuelo se acerca a mi mesa de trabajo
y me dice sin rodeos: — * Padre, enséñame
también a mí latín.
— ¿ Para que quieres el latín, criatura?
— Quiero ser sacerdote.
— ¿Sacerdote y con mujer?
. — jOh! mi mujer es muy niña además [está
tan mala!...
Y mientras esto decía se le arrasaban en lá
grimas los ojos. L a conversación quedó cortada,
y no se le dió vueltas al asunto. Pero sobre el
alma ingentia de aquel niño, que tal vez se abría
al primer llamamiento divino, velaba amorosa
y benigna la Providencia, que por senderos ma-
—
126 ---
ravillosos y desconocidos había de gmarle a la
nieta de sus ideales.
Los Chinos profesan religioso culto a la me
moria de sus mayores, y para asegurar la pos
teridad y perpetuar el apellido acostumbran
dar a cada niño en esponsales a poco de nacer,
una nina que será su futura costilla. Tal era el
caso de Dominguín. A los pocos días del refe
rido, diálogo la pobrecita niña dejaba este mundo
en el que había vivido sin pena ni gloria.
Durante mi permanencia en Pnk Penng, aun
antes de llegar a mi residencia, había y a oído
hablar de este chico, de su hermosísima voz,
que sobresalía entre todas durante el canto de
las oraciones; tanto! q^^e era conocido en el
pueblo con el nombre de el ruiseñor 9.
Dominguín no conocía a sus papás. Era muy
pequeñito cuando fue vendido por un puñado
escaso de monedas a Cha y Fnk, el cual, como no
tenía descendencia masculina, lo había adop
tado como hijo heredero.
Cha y J'iik era muy pobre: apenas si le llega
para comer lo poco que ganaba. De la Misión
recibía frecuentes limosnas, habitación y algo
de trabajo.
Ibi día, cediendo a insinuaciones satánicas de
sus hermanos, sin obtener dispensa legal, hizo
entrega de una hija suya en matrimonio a un
pagano, líl onso era gravísimo, aun teniendo
sólo en cuenta el escándalo dado por un hombre
que si vivía, si algo tenía, lo debía a la caridad
de la Misión que le beneficiaba en mil maneras.
El Misionero para evitar habladurías y que
con ellas cundiera el mal ejemplo, creyó pru
dente dar a todos una lección severa,^ pero ne
cesaria, plantando en la calle al escandaloso.
Transcurrieron pocos meses. Un día me en
caminé al mercado de la ciudad vecina, y ¿ cual
no sería mi sorpresa al tropezar con Dominguín?
¡Pero en qué estado! Tenía la cabeza caída sobre
el pecho, los ojos hundidos, mortecinos y
opacos; unos pocos harapos cubrían sus carnes.
Me acerqué a él, lleno el corazón de angustia y:
— ¿Qué haces aquí.'^ le dije.
— Nada, estoy viendo la feria. » No pudo
proseguir, porque un sollozo le cortó la voz. La
emoción que le dominaba era tal, que no le
¡lermitía articular palabra, y le tenía inmóvil,
con la vista baja por temor de encontrarse con
la mía. Sentí en aquel momento un dolor agudo
en el corazón: una duda horrenda me asaltó
entonces: tuve miedo de adivinar. Pero cuando vi
un poco lejos de nosotros al padre adoptivo del
muchacho que importunaba a un viejo señor
l)ata que comprara cierta mercancía, de la cual
se desentendía éste, mi presentimiento se con
virtió en tremenda realidad. ¡Domingo se
hallaba en el mercado para ser vendido!
Pasó entonces por mi imaginación, ligera como
un rayo, la idea de comprarlo yo mismo; pesaba
enormemente sobre mi cerebro la idea de reíponsabilidad, contra la cual luché un momento
en vano. Debiera hablar primero al Superior;
y, por otra parte ¿qué dirían los cristianos?
Los Chinos son la superstición hecha carne,
y hubiera sido funesta la impresión que hubiera
podido producir el rescate' del hijo, cuyo padre
se había burlado del Misionero, y pasado por
encima de las leyes más sacrosantas de la gra
titud, dando una hija suya en esponsales a un
pagano.
Por otra parte, la figura de Dominguín, bueno
y afable, diligente en el estudio del catecismo,
constante y fervoroso en asistir a la oración, .se
me ofrecía transfigurada y radiante de candor;
sentí en mi oído una cadencia dulce, una armo
nía suave: la voz blanda y hermosa de Do
minguín que me decía: « Padre, enséñame latín
a mí también. »
Y ¿podía yo permitir que aquella tierna e
inocente criatura cayera en manos de una fa
milia pagana, y fuera forzada a quemar incienso
a los ídolos, después de haber conocido , adorado
y amado al verdadero Dios?
— .« ¡No, no! » dije resuelto, « juzguen los
cristianos como quieran, este acto del Padre:
ante todo la salvación de las almas. »
Y desbaratando el castillo de la indecisión, me
acerqué a Cha y F uk y le dije: ¡El niño es mío!
— ¡Padre, no tengo qué comer!» me dijo ge
mebundo el viejo.
¡En qué abyección había caído por desoir los
consejos del misionero.
— Está bien, le respondí, ven a mi casa.
Después me acerqué a Domingo, y le comu
niqué la noticia del rescate. Una sacudida ner
viosa agitó aquel cuerpecillo, encendió en su.<
ojos una luz viva como un relámpago. Aquel
montón de harapos se revohda, se agitaba vio
lentamente de gozo: daba compasión. Lo lleve
conmigo a la residencia, y allí lo hice asear yk
di de comer hasta saciarse.
Pasaron muchos días; la conducta de D»>
mingo era ejemplarísima: todos le admiraban.
Debido a ella y a su ingenio, despejado, le dimo>
estudios.
Ahora Domingo Cha y Fuk se halla recogidi
en el Orfanato de San José, en Shitt Chov,
donde, alternando el estudio con la oración,
sueña con un ideal sublime y bello: ve en lon
tananza la cumbre del apostolado cristiano qn®
más tarde ejercerá entre los infieles sus her
manos de raza y de nación.
L arexo F a ccixi B assaxo Pbro.,
Misionero Salesiano.
-- 127 —
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A
s s í í s í i i i x
Impresionas dcl viaje de nuestros primeros misioneros, recogidas
•
por el P . Bonardi, miembro de dicha expedición.
Después de dar el adiós a nuestra Auxilia
dora de Turín y a nuestros Superiores y Her
manos que nos abrazaban quizá por última vez,
partimos para Marsella, en cu5^o puerto fuimos
recibidos triunfalmente por los Superiores y
alumnos de nuestro Colegio. A l día siguiente
de nuestra llegada celebramos misa en el San
tuario de Na. Sa. de la Garde, soberbio santuario
que se yergue sobre escarpada y abrupta mon
taña, desde donde domina el mar, cuyas espu
mosas olas blanquean a lo lejos. E l Santuario
de la Garde es el faro de los marinos: un reli
cario precioso de riquísimos mánnoles, de oro
y mosaico, que encierra millares de barquitos
en miniatura, cada imo de ellos testimonio del
favor de la Virgen prestado a los navegantes,
que en horas de borrasca dirigieron la mirada
penetrante de la fe a su querido santuario de la
Garde.
El mismo día, después del almuerzo, la banda
de música del Colegio celebró im concierto en
obsequio a los nuevos misioneros. Después , a
las 6 de la tarde, embarcamos en un espléndido
y enorme buque inglés. Ocupámos cuatro ca
marotes de segiinda, instalados a todo confort.
Cenamos a la hora reglamentaria (las 6), y des
pués nos retiramos a nuestros camarotes.
Al día siguiente, 24 de diciembre, durante
la celebración del santo Sacrificio, en los cama
rotes, levó anclas el vapor y arrancó. A los
pocos minutos, la gente del puerto se veía di
minuta, parecía que la costa se retiraba al em
puje del mar... luego, una masa gris a lo lejos,
sobre la cual se cernían negruzcas gasas de humo:
era la ciudad, la cual íbamos perdiendo paula
tinamente de vista.
Entramos en el golfo de León que nos re
cibe majestuoso, coronado de penachos blancos
y de estrellas. El tiempo es inmejorable; todos
nos sentimos satisfechos y nos juntamos para
cambiar impresiones.
Entre los 400 pasajeros, la mayor parte de
ellos ingleses y muy pocos franceses, notamos
la presencia de varios pastores protestantes,
acompañados de su respecitivas consortes.
Dos mahometanos, a la salida del sol, arrodi
llados sobre cubierta y mirando hacia él oriente,
hacsn sus postraciones y oran con gran reve
renda y fervor, venciendo todo respeto humano.
• Viene con nosotros un religioso carmelita,
vestido de paisano: habla inglés y francés, nos
saluda y entablamos diálogo.
En los pasillos, acurmcadas por el suelo acá
y allá, se ven mujeres moras con seis pares de
zarcillos de oro en las orejas y un gran anillo,
también de oro, en la nariz: todas ellas atienden
a las criaturas de sus amos. ¡Qué compasión
da verlas! Me imagino hallarme en presencia
de esclavas, convencidas quizás de tener un
alma inferior a la de los europeos.
E l vapor corta las densas aguas, y el rumor
sordo y continuo de las hélices nos sumerge en
un prolqngado silencio y nos concentra para
hablar con nosotros mismos. Ante la inmensi
dad del azul monótono en cuyo horizonte busca
la vista inútilmente im objeto en que reposar,
nos abismamos en la inmensidad de nuestra con
ciencia 5^^mil pensamientos nos salen al encuentro.
La Nochebuena, nuestros hogares que hemos
abandonado, nuestros ancianos padres: todo
se agolpa en el cerebro, mientras la oscuridad
va tendiendo negros mantos, sobre las cosas,
borrando colores y tomando más monótona aún
la inmensidad del océano sin límites. Agrupados
sobre cubierta cantamos las vísperas de N avi
dad, a media noche; así que, solo fué escuchado
nuestro canto por las olas y por una bandada
de alciones que nos acompañaban volando sobre
nuestras cabezas sin rendirse ni reposar. Sumidos
en la monotonía y en la oscuridad continuamos
la marcha. Algunos puntos luminosos a una
banda y a otra, nos indican la lejanía de la
costa, cuyos faros nos envían un punto insigni
ficante de luz. Entramos en el estrecho de Boni
facio. E l barco sigue su marcha, siempre ade
lante, siempre uniforme, sin disminuir la velo
cidad.
«
* *
¡Noche de NaWdad! Con permiso del capitán
celebramos la M isa del gallo. Puso aquél a
nuestra disposición el comedor de segunda, para
realizar la función religiosa, y lo hizo empavesí r
con banderines ingleses y adornarlo con pre
ciosas macetas. En seguida comenzamos los
preparativos: sacamos todo lo mejorcito de
nuestros baúles con objeto de dar mayor briTantez a la función. En un momento queda el altar
—
129
cantamos mirando a Europa. En alas de la
brisa enriamos a nuestros Superiores, Herma
nos, amigos y conocidos, augurios de prosperidad
para el nuevo ano.
I®. de enero de 1922. — Saludamos la albo
rada del año nuevo celebrando la Sta. Misa.
Pasamos el estrecho de Bab el Mandeb, tranquilo y apacible hoy, pero bautizado por los ára
bes con el nombre de « el paso de las lágrimas »,
por los muchos náufragos que pagan tributo
a las furias de ese trozo de mar cuando se
enfada.
Al mediodía, atraca el vapor en el puerto de
.Wén. Se repiten las mismas escenas que en
Puerto Said. Cerca de nosotros viene una bar
caza cargada de negros que gritan como ener
gúmenos. Son descargadores de carbón. Dos o
tres de nosotros desembarcamos y fuimos a
visitar al Sr. Obispo de Aden, quien nos recibió
con suma cordialidad. Estaba al corriente de
nuestra expedición. Después visitamos la iglesia
y el convento de los PP. Franciscanos.
2 de enero. — Ninguna novedad. Sólo por
la noche pudimos gozar de un espectáculo cu
rioso. E l mar se halla sembrado de medusas
fosforescentes, que, espantadas a nuestro paso,
se mueven en todas direcciones, trazando estelas
luminosas sin interrupción. Es un espectáculo
maravilloso. En el silencio y la calma solemne
de la noche caímos de rodillas sobre cubierta,
y, perdidos como una gota en la inmensidad del
océano rezamos « por nuestros Superiores 5’ Mi
sioneros. &
Bien llegados.
Un telegrama de Shülong, expedido el 14 de
enero por el P. Director de la Misión Salesiana
del Assam Don Luis Mathiás, nos anuncia la
llegada de los misioneros a la residencia central,
el día 12 del mismo mes. Deo srcUias!
De Bombay a Shillong.
A los píes de nuestra Auxiliadora.
[Carla del Rdo. P . Matfuás al Rdmo. P. Rinaldi)Muy amado Padre:
Imposible me ha sido continuar hasta ahora
la primera relación de nuestro viaje. La rapidez
con que lo hemos realizado no me ha ofrecido
logar para ello. Trece días por mar (¡aquello
era volar!), y rmas ochenta horas de tren, he
aquí la distancia que nos separa del punto de
partida. Ni en Calcuta, ni mucho menc« aquí,
nos imaginábamos haber llegado tan presto.
En Bombay. — Visita a la ciudad. — En
el ** Malabar Hil —• Obras estupendas
de los RR. PP. Jesuítas.
El 6 de enero, muy tempranito, después de
celebrar, subimos a cubierta para contemplar
la primera ciudad de la India que se ofrece a
nuestra vista. E l mar, lo mismo que una balsa
de aceite. [Es una preciosa bahía la de Bombay!
Los faros aun reflejan sus haces de luz sobre las
mansas ondas sua\'emente teñidas de rosa y
violeta, al contacto de los primeros rayos de la
aurora. Nuestro Kaiser avanza lentamente
sobre las blandas olas, que mansamente besan
sus flancos. Una canoa automóvil se acerca al
enorme vapor y un oficial de la aduana sube la
escala y entra en él para revisar los pasaportes.
¡Qué agitación aquella! De todos los camarotes
salen baúles, envoltorios, cajas y maletas, con
sus correspondientes marbetes y números de
orden distribuidos a cada uno de los viajeros
con antelación. E n pocos minutos todos los
pasillos están embarazados de equipajes, y
mientras esto se hace, se experimentan sacudidas
irregulares y se oyen gritos incomprensibles; el
vapor entra en la bahía.
¡Hemos llegado! Pasamos por delante de una
escuadra de faquines, todos en orden , pero con
la lengua bien suelta, y a las órdenes de un em
pleado de aduanas. Cargan todos, sin dejar uno,
los equipajes y los hacen resbalar por un plano
inclinado larguísimo, desde el vapor ál muelle,
donde espera otro grupo no menor que el ante
rior, de descargadores que los transportan a los al
macenes de la aduana. Reina e nésta un orden
admirable. En im vastísimo salón cuyas paredes
recorren multitud de estantes numerados pro
gresivamente, se introducen los bultos y se los
coloca en su respectivo casillero, cuyo número
corresponde al que va impreso en el marbete
del equipaje, colocado sobre este antes de saltar
a tierra. Así es que el viajero, sin nece.sidad de
abrir el portamonedas, y sin la más leve inco
modidad, encuentra en la aduana todo su bagaje.
H ay una organización tal, que la compañía
responde de todo desorden, confusión y gasto.
Entre tanto, ima turba enorme de gente
se aglomera en el muelle; unos por curiosidad;
otros aguardan la salida de personas conocidas
y amigas. Nos sorprende la variedad de indu
mentaria, la abundancia y riqueza de joyas que
lucen las señoras. Gruesos aretes de oro en las
orejas; se cuentan por dieces los brazaletes que
llevan en los brazos y en las canillas de los
pies; del lado izquierdo de la nariz llevan
pendiente im anillo, y de éste una patenita de oro del tamaño de «na peseta.
— 130 —
Muchas ixirsouas llevan en las manos preciosos
ramos y coronas de flores para ofrecerlos a sus
parientes, señores o amigos; y según van ba
jando la escalera que desemboca en el muelle,
les salen aquéllas al encuentro y los reciben
entre mil zalemas y reverencias, alargándoles
las manos primero y llevándolas a la frente,
estrechadas con las de la persona amiga.
vSin perdida de tiempo, nos dirigimos a la resi
dencia de los RR. PP. Jesuítas, con objeto de
recibir informes precisos y seguros; y he aquí
que nos echamos a rodar por esas calles de Dios,
preguntando con gestos y tentando en las varias
lenguas que sabemos hablar, la manera de ha
cernos entender por gente que no sabe otra que
la que se habla en el Indostán. Despierta en
nosotros gran interés la vista de esta ciudad
cosmopolita, sede y metrópoli del gobierno ho
mónimo, construida, como Venecia, sobre una
isla baja, y hoy día extendida hasta la isla de
Salsetta y parte de la costa, enlazadas entre sí
por medio de puentes. La ciudad es inmensa;
cuenta unos dos millones de habitantes y
rivaliza con Calcuta por ocupar el segundo lugar
entre las ciudades del Imperio Británico. Kn
sus calles, algunas de las árales son verdaderos
bulevares por donde circulan, como en las pojmlosas urbes europeas, tranvías, automóviles,
coches y carruajes de todas clases, se observan
magníficos y suntuosos edificios alineados; mu
chos de ellos son almacenes y bazares de euro
peos e indios. Cada una de estas calles nos parece
un inundo en miniatura; tan grande es la va
riedad y multiplicidad de sus atractivos.
Las calles son arterias de gente en circulación
cnutiniia: blancos y negros, cobrizos y amarillos;
hombres vestidos a la europea en todo o en
])arte; Parsis (o sea adoradores del fuego, venidos
de la Persia y hechos cautivos por los musulmane.s), con sus casquetes de hule troncados,
como los habíamos visto en Aden; y, por último,
indios, ceñidos de una faja que cuelga a los lados.
Desde los alrededores del puerto hasta la
proximidad de la grandiosa « r/r/crñt Sfiiiion^,
la imi>resión que se recibe iio es de las más ha
lagüeñas; empero, el barrio europeo es digno de
cuaUpiiera de las grandes metrópolis, y el con
junto, de un atractivo singular. K1 calor es sofo
cante; nos abrasa el resol y nos sofoca el polvo:
por fin. llegámos al Saint Xavier's Qollege, donde
somos recibidos con una cordialidad exquisita
por los bonísimos PP. de la Compañía de Jesús,
los cuales pusieron a nuestra disposición, a un
joven curasiano, mucliacho de confianza, para
retirar los eípupajes y sacar nuestros billetes
hasta Calcutta. Todo ello fue llevado a cabo
en poco tiempo, y de un modo tan cortés y
caballeroso, que excede a toda ponderación.
Día y medio nos detuvimos en Bombay. Los
amables PP. Jesuítas cuyas delicadas atenciones
no sabremos agradecer bastante, nos distribuye
ron en varios institutos de la ciudad, y encargaron
a un Padre nos acompañara por ella. Pudimos
ver el « Malabar HUI », lugar donde parece
que se vierte todo el vecindario de la ciudad,
según es la gente que pasea de noche por estos
barrios. No teníamos ojos suficientes para verlo
todo. Llegábamos al fin de un bulevar esplén
dido y lleno de luz, con hermosos palacios a la
sombra de corpulentos árboles, alineados a
ambos lados de la calle, para entrar en callejas
estreclias de casas viejas, focos de infección y
de miseria, donde se revuelve una población
degradada. Diseminadas acá y allá, tiendas
indias, que nos recuerdan las barracas de ferias.
Rozando casi con nuestros cuerpos, pasan ve
hículos de mil formas y tamaños, arrastrados por
caballos de baja alzada, o por pesados búfalos,
o, también, por indios que prestan este servicio
a indígenas y europeos indistintamente. Más
allá un tropel de gente corre detrás de una litera
que conducen a hombros cuatro indígenas.
Sobre aquellas andas“ de bambú reposa un ca
dáver, mal envuelto en un lienzo viejo y nada
limpio. Lleva el rostro descubierto; infunde miedo
y horror el verlo. Transpórtanlo a un lugar
retirado, lo colocan sobre una pira, lo rocían
con aceite, y el pariente más próximo goza del
privilegio de pegarle fuego.
Todos los asistentes se sientan al rededor de
la hoguera y oran por el difunto. Tiempos atrás,
las viudas perecían en la misma hoguera que
abrasaba el cadáver del marido; pero afortu
nadamente, desde que se ha introducido la
administración inglesa, ha quedado abolido
tan bárbaro y horrendo sacrificio.
Hemos llegado a la cumbre de la colina. H
« Malabar HUI » es una prolongación del islote
hasta donde se extiende Bombay. E l sitio es
delicioso. Espaciosas calles y graciosas quintas
de recreo lo cercan, e infinidad de paseos serpean
por las faldas de la colina entre macizos de pal
meras. Desde aquella eminencia se domina
completamente el panorama de la ciudad.
Jardines floridos, magníficos y sólidos palacios,
edificios sin cuento, de formas y estilos variados,
nos cautivan la atención por largo rato. Multitud
de na^"es duermen blandamente en brazos de un
mar tranquilo y sosegado. Volvemos la vista
a derecha, y una vegetación tropical, robusta y
fresca, que tapiza los flancos de las colinas pró
ximas, nos deja extáticos y pensativos. El cielo,
azul como uua turquesa, y el sol, radiante y de
fuego, pinta de mil matices y mara\'iUoios co
lores esta naturaleza lozana, graciosa y encan
tadora.
— 131 —
A los pies del « Malabar HUI » obsen'amos
una torre elevadísima, circuida de sólida mu
ralla. Es la « Torre del álencio
E l bondadoso
Padre nos cuenta la historia cotidianamente
macabra de dicho edificio. Es el cementerio de
los Parsis, cuya entrada está cerrada a los pro
fanos. Los cadá^’eres a él transportados (tres
al día, por término medio), a medida que van
llegando, los van depositando en lo alto de la
torre, donde sirven de pasto a los cuervos y
buitres, que a centenares reposan en las ramas
o revolotean describiendo espirales en el espacio,
hasta lanzarse sobre aquellas carnes' putre
factas, devorándolas en menos de una hora...
Aquel espectáculo disipó en un momento
toda la poesía de nuestro paseo \'espertino,
como si el sol en un momento hubiera apagado
sus luces y tendido sobre la naturaleza un manto
sucio y asqueroso y lleno de costras, como la
la piel de un leproso. Un escalofrío corrió por
nuestros huesos, y comenzó a agitamos la ne
cesidad de apartamos de aquel lugar.
Nos quedaban por ver aún los famosos depóátos de agua potable, que pueden abastacer
a la ciudad por cinco años consecutivos. HáUanse construidos en excavaciones enormes, que
ocupan toda una colina inmensa, reducida a
cisterna. En ella se vierte el agua de un lago arti
ficial. el Vehar, cuya extensión es de más de
quinientas hectáreas, y se halla en la isla Salsetta.
Alimentan a éste las aguas de un río, cuyo
curso fué intermmpido de manera, que, sin
experimentar sangría alguna en su corriente,
deposita todo su caudal en la cuenca del lago.
Al día siguiente por la mañana visitamos el
Colegio S. Francisco Xavier. I^ s RR . PP. Je
suítas regentan numerosas escuelas de estudios
medios y superiores, y, en particular, dirigen
dos grandiosos colegios, donde se educa un
crecido número de alumnos, internos y externos.
Nos limitamos a visitar el Saint Xavier's Colh'sc, cuyos estudios corresponden a los de nues
tras universidades. Salimos admirados, de
aquellas aulas. Locales espaciosos, amplios sa
lones, proxnstos de material didáctico escogido
y ele lo más moderno; gabinetes de física y quí
mica completísimos. Semejantes instituciones
maravillosas, nacidas en el seno del catolicismo
benefician de tal manera a todas estas comarcas,
que, en título de justicia, se ven estos excelentes
Padres encomiados, queridos y admirados hasta
por los mismos protestantes y paganos.
La bondad y cortesía de los Padres llegó al
extremo de acompañamos a la estación.
El tren en que debíamos viajar partía a la
una y treinta de la tarde. Nos repartimos en
dos vagones, y con premura colocamos dentro
todos nuestros bultos; después, salimos al anden
a contemplar el mo^*imiellto extraordinario de
la estación. A todas horas, bajo el inmenso y
ennegrecido entoldado, entran y salen multitud
de trenes en todas direcciones. Una señal indica
al nuestro el momento d i partir; un silbido
estridente y prolongado nos anuncia que aquella
enorme mole comenzará a moverse. Estre
chamos con efusiones de agradecimiento y de
cariño la mano de aquellos bondadosos Padres
y la de muchos amigos que habían simpati
zado con nosotros durante la travesía por mar,
y cuya delicadeza les llevó a despedirnos en el
andén, momentos antes de partir para nuestro
destino. Vigorosos chorros de vapor inician el
arranque del tren. Avanza éste rápido mordiendo
con ímpetu los carriles férreos. Aun divisamos
a lo lejos unas manos que se agitan en el aire
haciéndonos señal de despedida; momentos
después, la distancia los borró de nuestra vista.
;A Calcuta! — Hospitalidad fraterna. —
Ultima jornada del viaje. — Emociones
profundas.
Sería preciso un grueso volumen para descri
bir todo nuestro viaje. Un mundo nuevo se
abre a nuestros ojos; todo es nuevo para nos
otros; todo provoca nuestra curiosidad y admi
ración. Hemos \nsto en Bombay tantas cosas,
que no bastan tres días enteros sin inte
rrupción para contarlo todo.
La naturaleza, que en estos momentos se
ofrece a nuestros ojos ataviada de encantos y
maravillas, hace enmudecer nuestras lenguas
y nos sumerge en la más deleitosa contempla
ción. Colinas de terciopelo verde, arrozale.s sin
término, bosques inextricables de palmeras y
bambúes, de bananos, papaya, naranjos y coco
teros, a cuya sombra sestean manadas de bú
falos. De una y otra parte, montañas de rara y
extraña factura .semejan enormes monumentos
indios: parece que esa arquitectura natural y
salvaje haya influido en la construcción de lo.s
mismos edificios.
Los coches en que viajamos son comodísimos,
de tal manera, que pudimos dormir en ellos dos
noches consecutivas con mayor sosiego y más
profundo sueño que en el barco.
El día 8, a las i i , estábamos y a en HovrahCalcuita. En la estación aguardaban nuestra
llegada dos Padres Jesuítas con el autobús del
Colegio. En cinco minutos el habilísimo P. Pro
curador retiró los equipajes personales, e hízolos
cargar en la baca del automóvil. Nos acomoda
mos luego en el interior, y arrancó en dirección
a Park-Stree.
En todo el trayecto nuestra maravilla creció
en progresión hasta rebasar los límites de lo
—
132 —
acostumbrado. N i en Londres, ni en París
hemos visto animación semejante. Millares
de camiones, de vehículos y de cuantos medios
de transporte se pueden imaginar circulan
cu direcciones opuestas, con un orden perfecto.
Guardias indios, con garrotes pintados de blanco
en la mano, regulan la circulación, peligrosa
en extremo. Atravesamos el río Hoogly, tan
ancho, y de calado tan profundo, cjue pueden
navegar por el cómodamente los acorazados
de mayor tonelaje.
Una nube densa de humo que sale de los
innumerables barcos de to d as' las naciones,
anclados en el muelle, oscurece el aire y velaba
los objetos. Del lado opuesto al muelle nos
llama la atención un templo indu, cuyas gradas
bajan hasta el río, en cuyas aguas se bañan y
reciben las abluciones prescritas en su cere
monial, centenares de hombres.
A nuestra paso tropezamos con indios que
llevan sellada la frente, unos con una mancha
roja; otros, con estrías blancas. Nos dicen que
son señalados de aquella manera después de
sus ceremonias religiosas
Nos había ya llamado la atención en Bombay
un punto rojo que muchos llevaban pintado en
la frente.
Dejamos el Harrison Road, centro de gran
movimiento, para entrar en la Strabd Roal.
liste barrio europeo despierta en nosotros el
recuerdo de la patria lejana. Nos hallamos en
una gian metrópoli europea; pasamos por
frente a espléndidos edificios, que nos hacen
recordar el Palacio de Justicia y el monumento
a Víctor Manuel en Roma. Eran aquéllos el
High Comí, la Esplanade, Government House,
Edcn Carden y el Mtisenm, que visitamos por
la noche, el Victoria Memorial, suntuoso edi
ficio, cuya construcción costó más de ochenta
millones, y que fue inaugurado meses ha, con
ocasión de la llegada del Príncipe de Gales.
A lo largo de la explanada se conservan aún
los arcos de triunfo y las tribunas levantadas
para celebrar los grandiosos festejos proyecta
dos para dicha circunstancia.
Eran las 12 cuando llegamos al número 32 de
Park Street. En la puerta nos aguardaba el
Padre Rector, que con tanta caridad y cortesía
nos dió iK>r dos días franca y generosa hospi
talidad. No se puede imaginar, amado Padre,
con cuánta cordialidad hemos sido recibidos y
atendidos; no hubieran hecho cosa igual con sus
propios hermanos; por lo mismo, me veo en la
obligación de manifestarle nuestro imperece
dero agradecimiento hacia tan cariñoso Padre.
l'^espués de haber repuesto nuestras fuerzas,
nos encaminamos al palacio arzobispal, con
objeto de visitar a S. E. Mons. Périer, Obispo
Auxiliar, el cual quiso que permaneciera en su
amable compañía los dos días que paramos en
Calcuta. Usó conmigo S. E. de una cortesía ex
quisita: me ayudó en todas mis dificultades y
me puso al corriente de todo con admirable
precisión. Asimismo el Revmo. P. Provincial de
los Jesuítas nos colmó de delicadas atenciones.
Repartidos en varios grupos, y con la amable
compañía de varios Padres, pudimos visitar
las bellezas de la ciudad, que no enumero por
no alargar demasiado la presente.
La tarde del i i , acompañados del mismo
Padre Procurador y del bonísimo P. Van Osten,
reanudábamos de nuevo el viaje eu dirección a
Sealdah Station. Tardaríamos aun veinticuatro
horas en llegar a Shillong.
Nos hablaron de esta región con tanto entu
siasmo, nos la pintaron con tan frescos y bri
llantes colores, que hubiéramos empujado el
tren para que caminara con mayor velocidad.
A las 4 y media de la tarde arrancó éste, y
hacia las 6, pasábamos sobre un puente de más
de tres kilómetroos de longitud; luego, la noche
cubrió de tinieblas toda la naturaleza, y nos con
vidó a entregar nuestros miembros al reposo,
seguros de que al recoger la aurora el manto
de la noche, nos sería dado contemplar el paisaje
de la región confiada a nuestras fatigas.
A las 11,30 del siguiente día llegamos a Armingao, donde nos apeamos; tomamos luego
el ferry, y en diez minutos nos transportó a
Pandú, al otro lado del Bramaputra. {Hemos
llegado! Divisamos a lo lejos una sotana negra,
¿Será el P. Lefebvre, actual Superior de Shillong?
No nos engañamos; es él, el óptimo y venerable
Padre que consume su existencia trabajando
con ardor en el Assam; ved ahí su figura esbelta
y juvenil; hace tiempo que nos aguarda. Basta
verlo una vez para ver encamada en él la idea
del misionero generoso y del apóstol impertérrito.
— H oy iremos a Gaiihaii, me dice, no es po
sible llegar a Shillong esta noche; partiremos
mañana.
— Estoy a las órdenes de S. R. Como S. Rdisponga.
El Padre sabe perfectamente el italiano,
pues su madre és hija del Condestable de la
Sta^a dei Barberini.
Nos contentaba esta solución, pues nos pro
porcionaba la ocasión de ver Ganhati, residencia
del Padre, a cuya jurisdicción espiritual están
sometidos los distritos de Gauhati y DisbrugatK
Si hubiésemos llegado ocho días antes, hubié
ramos experimentado el placer de hallar en
Shillong a S. E. Revma. Mons. Pisani, Delegado
Apostólico , que se hallaba de visita por el
Assam. ¡Cómo nos i>esa no haber sido afortu*
nados en ello!
Un auto cedido gratis al P. Lefeb\’re nos
condujo a Gauhati. ¡Nos hallábamos de lleno en
nuestro reino! ¡Qué encanto! Todas las descrip
ciones que se han hecho no llegan a la realidad.
Es preciso ver estas tierras para formarse idea:
vegetación exuberante, árboles gigantescos y
ma^a^■ illosamente poéticos.
El camino sigue la orilla del Bramaptdra, se
interna en la espesura de los bosques y sale de
ellos para bordearlos. Multitud de monos se
encaraman en los árboles a nuestro paso, y aves
grandísimas juguetean en el espacio, mientras
un enjambre de pajarillos de purísimos y esmal
tados colores vuelan de rama en rama.
Henos ya en nuestra casita, un gracioso edi
ficio de dos pisos con un mirador o azotea sobre
el último. Las construcciones son de madera,
a causa de los frecuentes terremotos que sufre
esta región. Visitamos en seguida la capiHita;
muy linda, por cierto, a cincuenta metros de
las habitaciones. Un poco más distante de la
nuestra, se halla otra pequeña quinta en buen
estado, hoy día alquÜada, y que fué residencia
de las Hermanas de María Inmaculada, las
cuales, por escasez de personal, se vieron en la
triste necesidad de cerrar la residencia. H ay allí
cerca, además, un local para escuelas y otras
pequeñas dependencias para los catequistas y
el personal de servicio.
La impresión que hemos recibido al visitar
tan hermosos locales, es de las mejores; sin em
bargo, desmaya el corazón al solo pensamiento
de que en Gauhati, ciudad de veinticinco mil
habitantes, no se hallan más que 19 católicos.
Hemos visitado la ciudad; es un parque hermoso
situado a la orilla izquierda del Bramafutra;
todas las casas se hallan ocultas entre la espesura
del arbolado. La población inglesa es numerosa.
Gauhati es la antigua capital del Assam y
residencia antigua del Alto Comisario. H oy lo
es Shillong, residencia del Gobernador de dicha
región.
El Padre, cuya casa se halla en Gauhati está
de ordinario fuera de ésta; casi nunca lo halla
mos en ella. Sale a visitar las numerosas plan
taciones de te en los inmensos distritos de su
jurisdicción, que se extienden a muchos mi
liares de kilómetros, y no retoma a Gauhati
sino para reposar de las enormes fatigas lle
vadas a cabo en dichas plantaciones, donde
mora la mayoría de los católicos.
La importancia de este centro exige urgentes
y mayores refuérzos; pero de ello le hablaré
cuando le dé cuenta de todos los pormenores
que se me ofrecen.
Después de haber pasado la noche, un tanto
fría y con el sueño turbado por el aullido geme
bundo de los chacales, que se habían acercado
a nuestra casa hasta penetrar en el jardín, el
13, a las 7 de la mañana, aguardaba a la puerta
un automóvil que nos había de conducir final
mente al término de nuestro suspirado viaje.
En la capital de la Prefectura. — ¡Buon...
gior... no... Pa... dril „ — (Buenos dias,
Padres). — ¡ No s han ganado la vez!
Una carretera bien cuidada, de 108 kiló
metros de longitud, serpea por bosques, se
tiende a lo largo del valle, para encaramarse
después monte arriba, tom ar a echarse en
zigzag por la pendiente opuesta y salvar nuevos
montes y valles. Nos hallamos transportados
por un momento a la isla de los encantos:
Todo aquel conjunto de maravillas renueva
en nosotros el recuerdo de los parajes más
hermosos, cuya imagen conserva aún fresca
nuestra memoria, y un ¡oh! de mara\rilla se escapa
instintivamente y a cada paso de nuestros labios.
Hubiéramos deseado que se se hubieran ha
llado en nuestra compañía todos nuestros ami
gos, para gozar con nosotros de tan singulares
bellezas naturales. Se hallan éstas desparramadas
a manos llenas en selvas vrirgenes inextricables,
pobladas de diversidad de fieras: elefantes más
o menos mansos, tigres, que con frecuencia
visitan las cercanías del poblado. Dos o tres
veces tuvimos que detenernos para pagar de
rechos de consumos. Como quiera que el camino
es estrecho y sinuoso hay horas fijas para el
pasaje de ida y vuelta, con objeto de evitar
encuentros. En Nongpoh, mitad del camino,
hicimos alto para descansar un rato y reponer
las fuerzas.
A las dos de la tarde llegábamos a Shillong.
Me reser\'0 para otra vez la descripción de esta
HUI Station, la estación de invierno más bella
de todas las Indias Orientales. Es un precioso
y grandísimo parque habitado. A los pies de la
alta escalinata que conduce a la iglesia parro
quial nos aguardaban el Padre Van Lembcrghe,
de la Compañía de Jesús, y el hermano Brisson,
de la Congregación de la Sta. Cruz, acompa
ñados de una decena de huerfanitos, que nos
saludaron en italiano, destacando mucho las
sílabas ^Buon... gior... no... Pa...dri... * (Buenos
días. Padres).
E l saludo nos conmovió por lo inesperado.
Alzamos la vista, y al momento se ofreció a
nuestros ojos la graciosa fachada de la residen
cia de la Prefectura Apostólica, con la gran
capilla en el centro, que nos produjo una im
presión de piedad y devoción, apenas entramos
en
para dar rendidas gracias al Señor y a
la V:igen Auxiliadora.
Nos acercamos al altar mayor, verdadera
— 134 —
nmravilla de arte. A l momento, uno de los
nuestros: «¿Cómo? exclama, ¿aquíMaría A uxi
liadora! ¡Mirad! » Volvemos la cabeza, y en la
hornacina de un altar de la nave izqtfierda, con
gran maravilla nuestra, mezclada del más inde
cible júbilo, contemplamos en realidad la ima
gen de María Auxiliadora.
No era ninguna de las expedidas por nosotros
Actualmente atravesamos aquí la temporada
de vacaciones; no porque sintamos los rigores
de un calor tropical: muy al contrario, arrecia
el frío que es un contento. En la llanura las va
caciones se pasan como en Italia: durante la
época de los calores, la gente se traslada a la
montaña.
En ésta es al reves: las vacaciones duran de
CHINA. - Mon». Ver»leHü de v le lta pastora» por los d istrito s del V ica ria to de Shiu-C how .
antes de partir, pues aun no habían llegado;
sino una imagen pequenita, puesta allí por los
PP. Salvadorianos.
Durante largo rato quedamos silenciosos y
susi>ensos, y caímos de rodillas ante la imagen
de nuestra Aladre, que nos había precedido para
prepararnos una misión, que, a no dudarlo, será
bendecida por Ella. ¡Cuántas cosas ocultas com
prendimos entoncesl ¡Qué emoción tan dulce
regaló nuestras almas!
Instalados en las mejores piezas de las nume
rosas (¡ue cuenta la residencia de la Prefectura,
nos encaminamos inmediatamente a \*isitar las
obras anejas. Pero nq basta la tarde entera para
hacerse cargo de tanta diversisdad de cosas; es
menester tiempo para formarse idea acabada
de todo.
diciembre a marzo, para dar lugar a los alumnos
a relugiarse al calor del valle.
Hemos, pues, llegado a tiempo, por lo que
toca a este punto.
Y aquí termino, amadísimo Padre, esta epís
tola, prometiéndole antes de cerrar, enviarle
presto una relación exacta de toda la labor que
nos espera en Shillong y distritos anexos. ¡Que
¡X)COS somos para tan enorme campo!
Bendíganos a todos, al mismo tiempo que
nos complacemos en reiterar la promesa de ha
llamos siempre unidos a nuestros amados Supe
riores, y yo, en profesarme de S. R. venerado
Padre,
ObedietiHsimo y humildísimo hijo en J. C.
L uis XL\thiás
Misionero Salesi:>:i:>.
CULTO
de María Auxiliadora
N os teaem os la persuasión de que, ea las vicisitudes dolorosaa de los th n :’
p o s qu e atravesam os, no n os quedan más consuelos que lo s del Cielo, y e a i i e
éstos, la poderosa protección de la Virgen bendita, que íu e ea todo tiempo e l
A u x ilio de lo s Cristianos.
riO X,
•Ó
María y Mayo son dos nombres tan íntima
mente asociados, que no se puede pensar en
uno, sin que al momento despunte la idea del
otro.
¡Hermosa tradición la de consagrar el .mes
más bello'a la Reina de los flores!
De nuestros padres aprendimos a adornar los
altares de María con flores rm'sticas, y las pri
meras que depositamos a sus pies han dejado
en el espíritu balsámicos efluvios que impregnan
de purísima fragrancia los años espinosos de la
nrilidad, que traen consigo las más formidables
luchas de la existencia humana.
H1 mayo de la vida se va de entre las manos
para no tom ar a florecer en el tiempo. Los
cielos puros de azul y rosa que sonríen la in
fancia del hombre se cubren de nubes plomizas
al soplo impetuoso de los vientos otoñales. Caen
del árbol de las ilusiones las últimas hojas, y el
cierzo helado del invierno lo seca para no re
nacer.
El mayo de María vive y revive con indecible
ritmo, como vive y renace la naturaleza al
compasado movimiento de las estaciones, como
retoña en nuestras almas con nueva frescura
el afecto hacia nuestra Reina y Señora, al con
tacto con los dulces recuerdos marianos de
nuestra infancia. ¡Mara\-iUosa armonía la de la
naturaleza con la gracia!
Al sentir las primeras caricias del sol de
abril despierta aquélla del letargo en que se
bailaba sumida durante el invierno bajo el
sudario de la nieve, y comienza- luego a abrir
delicadamente los frescos botones de los árboles
? los capullos de los rosales; extiende en los
prados alfombras de terciopelo, adorna las
orillas de los arroj'os con festones de moradas
violetas; derrama puñados de perlas sobre las
corolas de las flores, y coloca en sus cálices las
Císperanzas del otoño.
Todos estos preparativos realiza la natura
leza para recibir a la Reina de las flores. Toda
ella es por María. Otro tanto se verifica en
nuestra alma al asomar en el mundo de nuestro
espíritu esa aurora rosada, precursora del Sol
de J usticia, que hace brotar en nuestras almas
bellas flores de virtud y riquísimos frutos de
\ida eterna.
Aleccionados por la naturaleza, corramos a
los pensiles, cortemos las más preciosas flores, y,
sin marchitar su frescura, sin derramar su rocío,
tejámosle una corona de azucenas a imitación
de la que ciñ) las sienes de tan augusta Se
ñora el Arcángel Gabriel. Ofrezcámosle después
a manos llenas flores, muchas flores; la del
almendro, símbolo de la vigilancia; la modesta
violeta, la encendida rosa, flor del amor; la ino
cente margarita, el purpúreo lirio y cubramos
con ellas los altares de esa Reina y Señora, más
bella que las perlas, porque sus i>erfecciones
son espejo de la claridad del sol; más e^:cclente
que los cielos, porque los astros tienen de ella
prestada su luz; más blanca que la nieve, más
rubia que el oro; más pura que el rayo de la
luz, más dulce que la miel, y más fragante que
los perfumes de la Arabia.
Corramos todos a nuestra Auxiliadora y ofrez
cámosle nuestro amor todo entero, si queremos
participar de las finezas del suyo. E<la lo dice:
Ego diligentes me diligo. Y o amo a los que
me aman. Pero apresurémonos, madruguemos,
comencemos a honrarla desde los primeros días
del mes, si queremos hallarla propicia y con las
manos llenas de gracias para derramarlas sobre
nuestras almas, en correspondencia a nuestras
amores. Et qui muñe vigilant ad me, invenient me:
y me hallarán los que madrugaren a buscar
me (i).
( i ) P ro v
8-17.
— 137 —
TTimecomplazco en publicarla gracia en el Boleim,
ipara mayor gloria de Dios y honra de nuestra Madre
T 'Señora.
TfosÉ Ma. O^RVAjAi..
M edEtxín (Colombia). — Durante ocho meses
.me vi atacado de una terribile enfermedad al
¡hígado, por lo cual me tuve que someter a varias
lOperaciones peli^osas. Cuando y a desesperaba
ie ali\nanne. acudí a María Auxiliadora, la cual
Una Cooperadora, por haberle sacado de apuros
en la venta urgente de tm local, por largo tiempo
desocupado.
Don Benito (Badajoz).— Da. Concepción García
Sánchez, por un favor recibido, y envía lo ptas. de
limosna.
Toledo. — Don Qtúntín Homajuelo, por liabet
recobrado la salud mediante la intercesión de María
Aiixiliadora, y en\ua 5 ptas. de limosna.
CH IN A. - v ic a r ia t o A p o s tó lic o d e S tiliic C h o w . > G ru p o R lo in á s tlc o “ Dom inBO S a v io ’
oyó mis ru^os. Debido a su poderosa protección
me encuentro hoy perfectamente curado. — Otro
señalado favor me concedió hace pocos meses:
Estaba en grave peligro de contraer una enferme
dad y acordándome de los innumerables favores
9® Be la Sma. Virgen Atixiliadora he recibido,
acudí a ella en ese trance, prometiéndole una liíuosna para el Dormitorio de Niños pobres que a
cargo de los P P. Salesianos hay en esta ciudad,
y Ella, misericordiosa siempre para conmigo, me
'ic6 ileso del peligro. A Madre tan tierna doy desde
dffondo de m i corazón mis más sinceras gracias
por tan señalados favores.
E. R . J.
Don también gracíds a (Daría Auxiliadora.
Barcelona (España). — Da. Teresa Borrás, por
pacía obtenida, y envía una limosna para su
Santuario.
Los Angeles. — Una devota de María Auxilia
dora expresa su gratitud á su celestial protectora
por haberle concedido una gracia por intercesión
del Ven. Don Bosco, y envía una limosna para su
culto.
M. E. P.
Cali (Colombia). — Una Cooperadora Salesiana,
en ^ ^ e c im ie n t o a un favor envía 20 pesos para
el culto de María Auxiliadora.
D a. Dolores Sardi de Otero, por id., 10 peso».
D. Ernesto Herrera, 0,50 pesos.
D a. Susana López 1,85 pesos.
Pavas. — Da. Concepción Albán de Reina, i peso.
Yocoto. — D . Manuel de Jesús Escobar, 8,75
pesos.
D a. Silvia Benilda P. de Sarmiento, 10 pesos.
Ciudad-Bolívar (Venezuela). — Da. Silvana
Y rad y por haberla librado de tm grave accidente.
-
JE U liZ D E LA F R O N T E R A (Cádiz-España).
El sábado 4 de inar¿o se bendijeron en esa
ciudad nuevos talleres que han quedado instalados,
en amplísimos locales, por la caridad inagotable
de la Sra. Da. Cannen Niiñez de Villavicencio,
Marquesa de Domecq D'Usquain, y con este mo
tivo se patentizó una vez más la obra educativa que
llevan a la práctica las hijas de María Auxiliadora.
Niñas desvalidas, expuestas a todos los peligros
y soníetidas a todas las privaciones, reciben esme
rada enseñanza y se educan en el trabajo, para
después ser mujeres útiles en la familia y en la
sociedad.
Las Hijas de María Auxiliadora, cuya actividad
y abnegación engrandecen más y más cada día la
Obra admirable de Don Hosco, encontraron como
cooperadora eficacísima la caridad inagotable de
la ilustre y respetabilísima señora marquesa de
Domecq D ’U.squain, al rededor de la cual se juntó
uu mieleo de medios y de vohmtades, con la aspi
ración luiica de practicar el bien, obteniendo como
fruto preciado. y sublime, ese Asilo Salesiano,
que más bien parece obra de Dios que de cria
turas humanas.
Allí reina María Auxiliadora, y su reinado sólo
puede producir los grandes beneficios que reciben
las niñas desvalidas, llamadas a ser mujeres pro
vechosas en la práctica de todas las virtudes.
Asistieron a la inauguración del establecimiento
las Autoridades locales y gran número de damas y
caballeros, de lo más granado de la cixxdad.
Abrió el acto el dignísimo Sr. Alcalde D. José
González Pineda, dirigiendo la palabra al audi
torio. Comenzó manifestando que aun con la con
trariedad de no ser orador, tenía la satisfacción
de hablar, para reconocer, admirado, los beneficios
que a la humanidad proporciona con su inagotable
caridad la ilustre dama Marquesa de Domecq D ’Usquain, ersteando de su peculio parlicxilar las obras
del nuevp Asilo, en donde las niñas que lo frectientan
aprenden a ser mujeres honestas y hacendosas.
Dice qxie tiene el honor, como Alcalde, de des
cubrir el retrato de la ihistre dama, qxie en aqxxella
casa colocan las Hijas do María Auxiliadora, ui
homenaje a la señora Mariiuesa de Domecq D'Usquain, y rexnxerdo ini|>erecedero xle los baieficios
(jue con sxx caridad proporcionó.
Al tenuinar el Sr. Alcalde, fiié muy aplaxidido, y
en segxxida descorrió la cortina que cubría el re
trato de la distingxiida bieixhechora.
Debajo del retrato se había colocado xma lápida
que dice como sigxie:
I A sxi insigne bienhechora la Excelentísima Sra.
Da. C. N. de Villavicencio y Olaguer-Felixi, Marquesix de Domecq D ’Usquain, dedicrui las Hijas
de María Axixiliadora de este Patronato sentido
homenaje de intenso cariño y eterno agradecimiento
138
en esta lápida conmemorativa, colocada al pie de
su retrato el día 3 de mayo de 1922. »
Después cantaron las niñas xm precioso himno
a la Sra. Marquesa de Domecq D ’Usquain, y segxiidamente, bendijo la Casa el presbítero D, José
Ma. Rodríguez Sánchez.
L a Superiora del Asilo Salesiano, Sor Dolores
Ruiz, leyó un precioso y sentido discurso; pronxmció después xmo muy elocuente el presbítero
D. José Ma. Ruiz y Rxiiz, qxiien comenzó pidiendo
perdón si el eco de su palabra cansada producía
desconcierto en aquel conjunto de bellezas y de
alegría, pero que imperative» de su conciencia le
obligaban a hablar.
Recuerda lo que en otra ocasión había dicho,
recogiendo iniciativas sobre petición al Gobierno
de la Gran Crxiz de Beneficencia para la Sra. Mar
quesa de Domecq D ’Usquain, y no comprendiendo
que axin no le haya sido concedida, pregxmta si es
í quél el momento en que todos deben agruparse
para reiterar la solicitud, dirigiendo xux mexisaje,
(jue, al llegar al Trono, llevase entre 1^ finuas el
corazón de todo el pueblo jerezano, de todo xni
pueblo agradecido.
Estas palabras arrancaron atronadores aplausos,
porque xal era el sentir de todos los asistentes.
Ultimamente el P. Lxois M. Llop, y a en la Ca
pilla, dirigió a los fieles xma sentida plática y el
Sr. Cura de San Marcos les dió la bendición con
S. D. M.
Cerróse con este acto la fiesta, y la concurrencia
se retiró satisfechísima.
¿Cuándo llegaremos a sufrir por caridad los
defectos de nuestros prójimos? Esta es la prin
cipal y la más excelente lección que nos han dado
los Santos: dichoso quien la haya aprendido éííH.
S. Francisco de Sales.
BIBLIO G R A FIA .
Hemos recibido de la Librería Salesiana de Somd
las siguientes obras.
Lirios y Azucenas. — A Jesús por María. —
A ofrecerte venimos. Rosas y jazmines. — Con flores
a M aría.— Bendita sea tu pureza. — A Ti Celes
tial Princesa. — Mírame con compasión. —
me dejes Madre mia! — Que Madre nuestra es.
Cada xmo de dichos ejemplares es xm floril^o
de hennosas poesías entresacadas de los mejores
autores, y muy a propósito para ser recitadas en
las funciones marianas del mes de mayo.
Todos los ejemplares se venden en la Librería
Salesiana de Sarriá, Apartado 175, al precio óc
g na peseta.
1
POR EL NINDO SflLESI/lINO
SARRIA (Barcelona). — Un monumento a Oo>
singo Savío. — Pruebas palpables de simpatía
y devoción hacia este Santo jovencito las vemos
casi cada día. Relaciones de favores, asociaciones
puestas bajo su protección y magisterio espiritual,
testimonios son de su gran santitad y de la con
fianza que en la protección del Santo abriga toda
la Familia Salesiana.
Un homenaje de admiración fué el acto verifi
cado el 9 de marzo último en el Colegio Salesiano
de Sarria (Barcelona).
Tomamos de « E l Noticiario Universal *.
• En imo de los hermosos patios del edificio, los
profesores y alumnos han levantado una bellísima
estatua a un escolar modelo, muerto hace 62 años
en olor de santidad. Llamábase Domingo Savio, y
tué almnno del Venerable Don Bosco. Sus vir
tudes merecieron la introducción de su Causa de
Beatificación y Canonización. L a santa Iglesia lo
ha declarado Siervo de Dios, y es muy probable
que no pasarán muchos años sin que lo eleve al
honor de los altares. *
« Domingo Savio es una figura realmente atrac
tiva para los niños: su vida, aunque adornada de
cansinas y dones sobrenaturales , como éxtasis y el
dou de profecía, fué la vida ordinaria de un niño de
coleeio; se elevó a la virtud heroica, santificando
la labor de cada día; está vestido como visten la
los niñas, por esta razón nuestro Cardenal el Enuno.
Vives y Tutó, llamábale; * E l santito de pantalón
y chaqueta. •
• La estatua es bella. Está hecha en la Escuela
(le escultura de la Casa. Un artístico jardincito,
estilo sevillano, la rodea, una fuente de inspiraradores surtidores refresca su ambiente y parece
recordar el de la inmaculada pureza en que el niño
saulito vivió. »
« Su fiesta fué sencilla, paro hennosísima. Un
discurso, magistral por cierto, del Rdo. P. Agustín
Pallarés, Superior de las Escuelas Salesianas de
Huesca; himnos corales y ejercicios rítmico.»; con
acompañamiento de Bancia, ima poesía, un desfile,
durando en conjimto una hora escasa. >
• La multitud de niños que presenciaban y
tomaban parte en el acto estaban como embelesados
® ese triunfo que debía parecerles propio, per«mal. >
• Presidía el acto el Excino. Sr. marqués de Ca
ndía, dignísimo Rector de nuestra Universidad,
admirador entusiasta de la educación salesiana,
y tenía a sus lados al Pro\Tncial y Director de la
Casa. Xumerosas personalidades de la culta socie
dad. entre las que destacaban el Sr. Cónsul de
Colombia cou su gentil señora y la Junto, casi en
pleno, de los Cooperadores Salesianos y los Directo
res de las Casas Salesianas de la provincia tarra
conense, que se hallaban reunidos a i Capítulo,
foniiábaide digna corona.
« ¡Qué práctica lección de pedagogía y hasta
de dauocracia es una fiesta de esta clasel ¡Ojalá
todos los niños se miraran en el espejo viv ia ite de
este niño que ha merecido que la pluma iumortal
de D. Bosco escribiera su biografía, y que sus
maestros le levanten estatuas y le detiiquen jar
dines! »
TANJORE (India). — Visita del Gobernador de
Madárs a las Escuelas de la Misión Salesiana. —
E l trabajo de nuestros misioneros en la India,
que hasta ahora se ha llevado a cabo en el si
lencio y en la oscuridad, entre innumerables di
ficultades surgidas del mismo ambiente, comienza
boy a recoger frutos tan abimdantes y exqui
sitos en el terreno de la educación, que líltim am aite el Gobierno y la prensa local se han
ocupado en ponderar dicho trabajo con lisonjeras
expresiones de simpatía. E l « Hindú *, órgano del
partido nacionalista indio, pone de relieve el fin
primordial de los Salesianos: socorrer a'los niños
pobres y desvalidos y fonnarlos excelaites ciuda
danos.
E l « Madras M ail *, diario oficial dcl Cobieruo,
se complace en consignar que nuestras Escuelas.
Industriales de Tanjore entran en el número de las
mejores de la ciu lad , y por consiguiente, de toda
la India: elogia a renglón Si^iido, en la persona
del Director, la suavidad del sistema (íducaíivo
del Ven. Don Bosco y los altos ideales que sus
hijos se prop--'.nen realizitr: después reseña por
extenso nuestras obras de educación ax Tanjor,
y, por último, tennina <»u mía larga relación de
la visita que hizo el Gobernador al referido estable
cimiento. Resumimos.
Obras de educación.
1®. Colegio de segunda enseñanza, de elegante
construcción, comenzado en febrero de 1920, y
cuya primera piedra fué colocada por mano del
Excmo. Mons. Ribeiro Vieíra de Castro, Obispo de
Meliapor . Fué levantado el edificio en poco más
de un año, y el Gobierno contribuyó a dicha cons
trucción con la mitad de los gastos efectuados. Los
alumnos, de 229 que fueron alistados al abrirse la
fundación, subieron este año a 300.
2®. Escuela industrial de carpintería e industrias
textiles, con 78 alumnos, dé los cuales 30 son pa
ganos. Estas escuelas funcionan provisionalmente
bajo do.s grandes cobertizos' de bambú y palma.
Es cierto que el Gobierno donó hace varios años
a la Misión un terreno de más de dos hectáreas,
para la construcción de nuevos locale.s; pero los
planos y el pre.supuesto, que áscendía a más de
un millón de liras, no han sido todavía aprobados
por el Ministerio de Instrucción, que debe contri
buir con la mitad del presupuesto.
La otra mitad se está reuniendo con rifas y lo
terías públicas y con donativos de gente bienhe
chora. Con todo esto, no ha sido obstáculo la falta
de local para que hayan salido hasta hoy de diclias
e.scuelas 8.^ jóvenes indios con Diploma Guberna
tivo.
3°. Una e.specialidad característica de las Escue
las son los cursos de ebanistería, trabajos en junco,
tejeduría y tinte; estenografía, dactilografía y
miisica; instrucción que se da a todos los alumnos
de segunda enseñanza, a fin de que, desde niños,
al mismo tiempo que reciben las primeras nociones
de cultura, comiencen a mostrar afición por aquel
ramo industrial más en consonancia con las in
clinaciones de cada uno.
4®. A más de las escuelas de segimda enseñanza
e industriales, regentan los Salesianos mi Orfanato,
una escuela nocturna para jóvenes obreros, doce
escuelas en las aldeas para niños parias, y dos
escuelas de niñas: total, i8 escuelas frecuentadas
por 900 alumnos.
Boy-scouts. — E l movimiento explorador fué
introducido en las escuelas de Misiones Salesianas
de Tanjore con excelentes resultados. Hanse orga
nizado siete escuadrillas: tres de-exploradores y
cuatro de aspirantes, con 252 de aquálos y 150 de
éstos.
gratitud en nombre del Gobierno de Madrás. Ase
guró a los presentes que haría de su parte cuanto
precisara para llevar adelante la obra. Manifestó
su satisfacción por el hecho de que el Gobierno de
Madrás h'j.biera contribuido a la erección del edi
ficio destinado a estudios de següiida enseñanza, al
mismo tiempo que lamentó el retardo en la aproba
ción de planos y presupuestos para la construcción
de las Escuelas, y proinet ó que, apenas regresara
a Madrás, tocaría todos los resortes para poner en
ejecución dichos planos. Continuó diciendo que
qui ier.i hacer n taren particular descosas. La pri
mera que la Misión Salesianá no perdona medio para
dotar a la juventud india de aquella instrucción
que más se conforma con las inclinaciones de cada
individuo. E l dar instrucción en conformidad con
las aptitudes personales, es uno de los problemas
más transcendentales y de resolución mas urgente
cada día en la formación de la juventird india. Es
preciso halagar y elevar al niño con la idea no sólo
de aspirar a empleos gubernativos: a ejercer la
abogacía, a cubrir una plaza de secretario; sino
también, con la de aprender un arte y hacerse
digno, útil y productivo ciudadano.
Otra cosa le satisface plenamente, y es, la satis
facción que experimenta al ver cómo los RR. PP.
de la Misión sostienen con ardor el movimiento
hoysixiutista.
Expresa después su deso de que, continúen flo
recientes muchos años las citadas Escuelas, de las
cuales han de salir la gloria y el bienestar de la
nación.
A l terminar de hablar el Gobernador de la ter
cera parte de la India, el público aplaudió entusias
mado.
La visita del Gobernador. — S. E. Lord Willindou (1) y su Lady, acompañados de todas las
Autoridades locales, fueron recibidos en las Escue
las Industriales al son de los acordes de la banda
« Don Bosco ». Los exploradores fonnaban la
guardia de honor, y un público selecto y numeroso,
entre el cual figuraba lo más granado de la ciudad,
tomó parte a la ceremonia de la apertura.
Alzóse en pie S. E. Lord Willington entre acla
maciones y aplausos de la concurrencia, y mani
festó sentir en ácpiellos momentos cumplida satisfación cu asistir a aquel acto inaugural, que le
proporcionaba oportunidad de testimoniar, como
jefe del Gobierno de la Presidencia de Madrás, su
aprecio a los Misioneros por la maravillosa tarea
que realizan en la ludia, de enderezar a la juventud
por caminos derechos de honradez, y entendió con
aejuel acto expresar los mismos sentimientos de
Visita a la Exposición. — Terminado el acto,
S. E. visitó la expo.sición de trabajos realizados por
los alumnos de las Escuelas industriales. En ella
tuvo ocasión de admirar trabajos de ebanistería e
hilado, tan primorosamente acabados, que ellos
por sí solos son elocuente testimonio de la ens^
ñanza eficaz proporcionada en las Escuelas.
Después procedió el Gobernador a visitar el
campamento de los exploradores, armado en una
extensa zona del vastísimo patio. Alzábanse ®
dos hileras numerosas tiendas, donde los explo
radores de las escuelas salesianas tienen abierto
un museo de trabajos manuales.
Todo cuatito los boys-scouts demostraron saber
(declara el diario t. Hindú 1, el cual por regla ordi
naria no se muestra tari propicio a reconocer la
labor de las Misiones), despertó la admiración ge
neral y acredita y ensalza justamente a los educa
dores que saben formar de mía manera tan acabada
y completa a los niñas confiados a sus cuidados.
lO Lord WillinRdon, Gobernador de la Presidencia de
Bojubay es una mentalidad de las más esclarecidas que
el Gobierno iugl¿.s cuenta en la India, tanto, que fué
reelegido jwra la Presidencia de Mad-ás, caso excepcionaUsimo, por no decir singular y único. A pesar de sus
ideas protestantes, sabe apreciar la labor del Misionero
católico; y dos años ha, al regresar de Europa a la India,
se creó el deber de detenerse en Roma, con objeto de
• visitar al Simio Padre.
Tres medallas de oro. — S. E. Lord Willington y su
digna consorte premiaron los trabajos de las
Escuelas con tres medallas de oro: una a las escue
las de industrias textiles; otra, a la de carpintería:
y la tercera, al Comisario del cuerpo de óoy.'.'OHfc,
exalutimo nuestro y fiel intérprete del espíritu de
diclia institución.
Antes de partir, como es costumbre en toda
— 141 -corporación, quisieron anibos personajes perpetuar
en el álbum de visitas ilustres las impresiones reco
gidas. con el siguiente texto:
< Una tarde deliciosa, transcurrida en las Escuelas
sdesianas, a las que fuimos arrastrados por el entu
siasmo que abrigamos hacia la Obra del P . Mederlet,
el cual se ha hecho acreedor a las felicitaciones más
sinceras por la maravillosa organización de esta
escuela, fragua y yunque donde se forjan los ánimos
de la juventud india. »
recompensados sus esfuerzos con el afecto más
vivo y acendrado de agradedda juventud, que
llora con desconsuelo su muerte.
¡El Señor le haya dado con abundando la re
compensa debida a sus muchos trabajo^
Rdo. Don Ricardo Beobide nadó en Azpeitia
(Gxiipuzcoa-España), murió en Sarríá el 30 de didembre de 1921, a la edad de 31 años (Véase el
número de marzo).
Rdo. Don L eopoldo Chazad, nadó en Santiago
de Chile, y murió en la •misma capital el 25 de
agosto de 1921 a los 41 años de edad (Véase el
Boletín de febrero).
Don J osé L uis L anza (Véase el Boletín de abril).
Señora Doña
Estaurafina Ramírez de Paredes
Bsta inmejorable madre de familia y excelente
Cooperadora Salesiana, rindió plácidamente su
alma al Creador, el dia 4 de marzo del año 1921,
a los 72 años da edad. BUa fué madre de nuestro
incansable y celoso Decurión Don José María
Paredes Ramírez, acérrimo cooperador de las
Obras del Venerable Bosco. 1/3? Cooperadores de
Vinces, Ecuador, han p>erdido a una virtuosa ma
trona que edificó con su edificante ejemplo, con las
más acendradas virtudes cristianas, y fué socia
activa de la Arcliicofradía de María Auxiliadora,
cuyo nombre tan alto ha sabido poner en
N'inces. Era su noble aspiración, contribuir siem
pre a la mayor difusión de todo cuanto llevaba en
general el sello salesiano.
Que haya concedido Dios, a tan benemérita
señora, el premio ofrecido a las buenas almas; y
3 sus deudas, la abmidancia de los cristianos con
suelos en la pena que los aflige por la p>érdida de
la que era el Angel de su hogar. Por ella pedimos,
una fer\’orosa oración a nuestros queridos Coo
peradores.
Salesianos fallecidos en España y América desde
ti I*. de octubre de 1921 al 20 de marzo último.
Rdo. Don S egundino B arcena , nadó en Rocín
de los Molinos (Santander), murió en Alicante el
t? de enero de 1922, a la edad de 33 años.
Fervorosísimo hijo de Don Bosco, cumplió como
bueno hasta el xUtimo de sus días.
Animado del más ardiente celo, y sin perdonar
ni sacrifidos en la educación de los niños,
trabajó asiduamente, como buen Salesiano, y vió
Rdo. Don J uan Ferrazza , nació en Bocciiago
(Trento); murió en Potchester (E. U.), el 30 de
octubre de 1921.
Entró de edad madura en la Pía Sociedad Sale
siana, e inmediatamente fué destinado a la Amé
rica del Norte donde consumó su vida j>or la causa
católica. Su muerte fué el epílogo de ima vida labo
riosa, consagrada al servicio de Dios.
Don C'XRi.os Gorgerino, natural de Govone
(Piamonte-Italia); murió en Santiago de Chile el
15 de octubre de 1921, a los 76 años de edad. Ejerció
su oficio de albañil en la construcción de la Basí
lica de María Axixiliadora en Turín. Trabó rela
ción^ de amistad con el Ven. Don Bosco, y fué
tal el atractivo que simó al contacto con el ahixa
de nuestro Ven. Padre, que decidió ingresar en
nuestra Pía Sociedad, en cuyo seno edificó a cuantos
le conocieron con el perfimie de su lumiildad y le
su buen ejemplo.
Don J udio Oreddana , nació en Guacarhue
(Qiile), murió en S a n ti^ o €14-10-191, a la edad de
24 años.
Pasó rápidamente p»or este raimdo, que dejó en
la flor de la juventud, víctima terrible del dolor
que le acompañó casi toda su vida, y que ofreció
al Señor con resignación y paciencia admirables.
Rdo. Don E dvigio P aodini, nació en Piave de
Corsiano (Mantua); murió en Bem al (Argentina), el
17 de septiembre de 1921 a los 61 años de edad.
(Véase el Boletín de febrero).
Don S advador P eris , nació en Bonrepós (Va
lencia) y murió en Campello (Alicante), el 16 de
enero de 1922 a la temprana edad de 18 años.
Piadoso, hiunilde, desprendido, ofreció a Dios el
sacrificio de su vida en plena juventud, sin proferir
el menor lamento, prometiéndose realizar en el
Ciclo por nuestra Pía Sociedad la labor que, s^ ún
sus deseos, no pudo llevar a cabo en la tierra.
Era Tina flor hermosa y frí^rante. crecida en un
—
vergel <le vocaciones salesianas. E l ángel de la
muerte In segó y la ofreció al Señor. ¡Quiera desde
el cielo bendecir a sus amigos y compañeros de
estudio que tanto le aiiiaban!
Rdo. Don F rancisco P erramón , murió el 25 de
febrero d d año corriente. Emprendedor y cdoso,
se lamentaba en los días de enfennedad por no
poder atender a sus tareas en medio de los niños,
como lo hacían sus hermanos de rdigión. Era devo
tísimo de María Auxiliadora, por el progreso de
cuya Archicofradía trabajé sin descanso, y logró
ver coronados sus esfuerzos con el cumplimiento de
sus santos propósitos.
Da Virgen Auxiliadora le haya dado el galardón
debido a los muchos trabajos que por la propaga
ción de su culto tan generosamente se impuso.
142 —
la confianza de los alumnos; era celoso en preparar
sus lecciones, en corregir las tareas, en promover
la disciplina y la piedad, y en alejar de los nífirv?
cuanto pudiese resultar un obstáculo a su cristiana
educación.
E l sepelio de sus restos en el cementerio local,
al que participó en gran mayoría el vecindario v
ima buena representación de alumnos en vaca
ciones, puso de manifiesto las simpatías de que
gozaba el difunto, y la pena que en todos ocasionó
su muerte.
A los numerosos miembros de su familia espe
cialmente as US virtuosos padres, nuestro más sen
tido pésame, junto con la promesa de abimdantes
sufragios.
Don A n g e l Z an etti (Véase el Boletín de abril).
Rdo. Don J acinto Pr.tNA, nació en Pettinengo
(Biella), y murió en Caracas (Venezuela), el 9 de
febrero de 1922 a los .\y años de edad.
E ra imiy jo v a i cuando abandonó su patria y
emigró a la América con el ideal puesto en las mi
siones salesianas. Murió prematuramente y ro
gando a Dios se dignara enviar muchos propaga
dores del Evaygelio al campo de las misiones.
Rdo. Don Duis Z an ch etta , nació en Vicenza,
y murió en S. Pablo (Brasil, el 27 de septiembre
de 1921. Fué devotísimo de María Auxiliadora y
entusiasta propagandi.sta de su devoción. A él se
debe la erección del monumento a nuestra Auxi
liadora en Nictlieroy y d majestuoso Santuario
en dicha ciudad.
Don ViCToRAiNO P uente , nació en Beruiillo de
Sayago y murió en Cannonn (Sevilla), el 18 de
octubre de 1921 a Iqs 21 años de edad.
Es el primer Salesiano que muere en Camiona.
Era muy piadoso y trabajador, ángel de pureza y
modelo de sufrimiento. Su muerte ha side/ edi
ficante y hermosa a los ojos de Dios, como había
sido su vida.
Otros Sres. Cooperadores difuntos.
Rdo. Don C arlos V id a l , murió el 13 de enero
del año corriente en el Colegio « Don Bosco » de
Rodeo del Medio.
Plugo al Señor, para embellecer siempre más
la corona de sus méritos, aquilatar su virtud antes
de morir, probándole con una larga enfennedad,
que el buen padre sobrellevó cristianamente, con
fortado con el auxilio de los Santos Sacramentos
y con las delicias de una vida de fervorosa piedad
y de íntima unión con Dios.
N o obstante su débil constitución y su salud
precaria, trabajó incansablemente en los oficios
que le cncometuió la obediencia, desplegando en
modo especial sus actividades como maestro de
nuestros niños, cargo a que se había habilitado en
Bernal. recibiendo brillantemente el diploma de
maestro nonna!.
No le faltaba, por cierto, ningún requisito para
llenar cumplidamente su nobilísima misión: po
seía ese carácter alegre y expansivo que se atrae
Barcelona: Da. Dolores Huó, Da. Manuela Grezner, D. Miguel Font, D. Luis Jener.
Cieza: D. Ramón Capdevilla Marín, (Abogado).
Cuidad Real: D. José Ma. Flores.
Galdar (Canarias): D. Antonio Pérez.
Sarriá -Barcelona: Da. Pilar Badiola.
Villar de D. Fadrique: Da. Jacinta Gil y Da.
Victoria Lucas Baquero.
\’ iioria:l.^ M. Rda. Madre Josefa María Pojadillo, Superiora del monasterio de la Visitación
A m érica .
Arenal de San Carlos (Costa Rica): Da. Julia
Nabarríes.
Betulia: (Colombia): Da. Elvira García de Gómez.
Haio (Colombia): Da. Filomena Díaz.
Rocafuerie (Ecuador): Srta. Lucrecia Villaricencío.
Una oración por nuestros difuntos.
R . 1. P. A.
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Libellae 18,50. ~ Apud exieras uationes; Libellae 26.
Redacción y Administración: Vía Cottolengo, 32 - TURIN.
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Fecha
-
1922.05