BS_1913_06

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Título
BS_1913_06
Descripción
Boletín Salesiano. Junio 1913
extracted text
AÑO X X V III - N. 6

J u n io d e 1913

Edición de España

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Boletín §ale$iano
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Turin — Via Coitpicngo N. 32 .



SUMARIO*.
El X V I Gentenárío de W j)a z dé la Iglesia
El raqnuraeiito a D. Bosco. . ............... .. .
La religión en las escuela . . . . . .
Tesoro espiritual.. . . ^. . i . . .• .A v is o ............................................................
D i NUESTRAS MifiiONES./^ Ciiia: E s c e n a s la s lim o '
la f en u n la z a r e to d e ^ p e s ia d o s , . . . . . .


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E l C u l t o d e M a r í a A u x i l i a d o r a : A los favore­
cidos con gracias de Maiía Auxiliadora . .
Graéias de Mari.T A u x ilia d o r a .......................' ■
P o r e l m u n d o s a i . e s i a n o : El sucesor de D. Bosc
en España : ^ífíV/a, C á d iz , S . J o s é d e l l-’a llc , C a r
m ona — Asocinc.ón ;4e Ex-almnuo.s: S e v illa , C in
d a d e t a ..............................................
Libros régaladce a nuestra- Redacción . .' .
Memorias biográficas J<ie Mons. Luis Lasagpa

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( S 1 S « 1 0 1 S )

L. acontecimiento más impor­ de Milán sino La aceptación de la doc­
tante de la historia'de la Iglesia trina católica por parte de la sociedad
católica en los primeros siglos civil? En aipiel memórale documento
es, sm duda alguna,' e l ‘sucedido en el mundo pagano^ se declaraba ven­
tiempo del emperador' Constantino el cido por la constancia indomable de
año 313, acontecimiento que el mundo los mártires, el sacerdocio santo ins­
católico va celebrando con grandiosas tituido por Jesucristo sustituía al sacer­
fiestas, Y es cosa que da lástima el ver docio idólatra de las divinidades pa­
que los demás elementos de la sociedad ganas; después de tres siglos de encar­
celebran con- tanto aparato otros cen­ nizada persecución, los verdugos, can­
tenarios de hechos y personas sin sados de perseguir a los que no habían
significación alguna, y desgraciadamente podido vencer, ofrecían a las humildes
algunos de sentido harto perjudicial, y víctimas con la paz la libertad, creando
apenas se han tomado la molestia de el derecho nuevo inspirado por el Evan­
concurrir a la celebración de un acon­ gelio. Amansado aquel populacho feroz
tecimiento que tiene tanta trancenden- por la mansedumbre heroica de inermes
cia en la historia de la civilización como muchedumbres de hombres y mujeres
el establecimiento, del cristianismo en inocentes, que se dejaban descuartizar,
el mundo*. En efecto ¿qué es la libertad balbuciendo con los labios mutilados una
de la Iglesia otorgada por el decreto plegaria por sus enemigos; viendo pal-



142

pablemeiite que la Religión de Jesucristo
producía virtudes sublimes altamente
provechosas para el bien d é la sociedad,
el ruinoso imperio galvanizado por Diocleciano no pudo menos de reconocer en
la Iglesia un factor inesperado de rege­
neración social; y sin abandonar de un
golpe el culto antiguo, ornato mara­
villoso de la historia romana, volvió
sus ojos al culto nuevo, le abrió el
corazón y lo declaró oficialmente de
utilidad públicai Constantino, con sus
grandes cualidades y no pequeñas
faltas, cristiano fervoroso a veces y a
veces idólatra empetlernido, es el sím­
bolo y la expresión de aquel mundo de
transición, en que la gracia luchaba
contra los hábitos inveterados del pa­
sado, preparando la reforma definitiva
del hombre viejo del viejo mundo.
Y así como la conversión de un li­
bertino es de ordinario una serie de
avances y retrocesos, en la cual, no
obstante, la virtud va ganando terreno,
del mismo modo la conducta del hombre
providencial que Dios destinaba para
dar el paso de más trascendencia en
la historia de la cristiana Religión, tenía
que conservar rastros de la vida pa­
sada, caídas vergonzosas con ascen­
ciones admirables.
Bajo la inrtueiicia de la nueva doc­
trina y con los resabios de la antigua
moral, Constantino pone en sus ban­
deras el Lábaro y toma parte activa en
las ceremonias del culto pagano; ve a
Jesucristo en visión, cree en él cual otro
Pablo, y difiere el bautismo hasta los
últimos momentos de su vida; mitiga
los procedimientos penales, prohibiendo
la crucifixión, la marca de infamia,
mejorando el tratamiento carcelario, y
manda asesinar sumariamente al joven
Licinio, a su hijo Crispo y a su mujer
Fausta, causa de la muerte de su hijo.
Dejando aparte estos y otros con­
trastes, la obra grande que llevó a cabo
con el famoso edicto de libertad basta
para dar una idea del político y del



cristiano. Hasta entonces la Religión
cristiana era tenida por una secta perni­
ciosa; él, tocado sin duda por el ¡nsiinctu
divinitatis, penetra el venero riquísimo
de bienestar civil y progreso contenido
en los principios evangélicos, y ve en
los cristianos, vilipendiados y perse­
guidos por los anteriores políticos,
hombres útilísimos para la sociedad; y
en vez de destruir a poder de incali­
ficables torturas- aquel elemento de
prosperidad y cultura, como estúpida
y bárbaramente habían hecho sus
predecesores, lo incorpora a la vida
oficial de su imperio, infundiendo con
ello nueva vida a aquella sociedad de­
crépita. Los efectos de la levadura civiliz idora no tardaron en hacerse sentir;
y él se retira a Bizancio para que la
autoridad espiritual no tenga roces ni
dificultades con la autoridad civil en
la grande obra de regeneración social.
El nuevo estado jurídico de la Iglesia
permite a los sumos Pontífices influir
en la legislación, y ésta comienza a
cristianizarse: los decretos imperiales
prohíben las luchas de gladiadores, los
espectáculos inmorales, el infanticidio
y la exposición de los niños; ponen
límite a los abusos de la autoridad
paterna dando derechos a la madre,
se dulcifica la condición de los es­
clavos, poniendo los emancipados bajo
la protección de la Iglesia; se prohíben
también los matrimonios entre parien­
tes próximos, el rapto de las niñas y
el adulterio, que todo esto había que
prohibir; y en fin, se acepta en prin­
cipio la gran reforma cristiana dcl
mundo pagano; lo demás era cuestión
de tiempo. La Iglesia comienza desde
entonces su vida civil y con ésta la
era nueva de civilización de que hoy
nos enoriinllecemos.
O
Los cambios y acontecimientos po­
líticos del largo imperio de Constantino
con ser tan interesantes (i), lo son
(t) Recomendamos a nuestros lectores el precioso
opúsculo histórico publicado por nuestra Librería de



143

menos que los cambias religiosos y
morales que se verificaron en la socie­
dad. No es para los límites de un ar­
tículo el relatarlos, pero teníamos que
decir algo para edificación de nuestros
cooperadores y animarnos a celebrar
debidamente el centenario, hoy que la
paz de la Iglesia se ve turbada por
persecuciones que recuerdan las de
aquellos tiempos; hoy que la libertad de
la Iglesia sancionada por el edicto de
Milán, se ve comprometida en nombre
de otra libertad mentida, que no es se­
guramente más que la opresión de las
almas, destruida por el gran Constan­
tino al declarar « que dejaba a los
cristianos, como también a los demás
súbditos del imperio, en plena libertad
de seguir su religión, para que des­
cienda sobre nosotros la bendición del
cielo ». El fundador de las grandes
basílicas cristianas, que introdujo en el
culto público de una manera tan prodi­
giosa la veneración del Cruz del Salva­
dor del mundo, y mandó que su estatua
la llevara en la mano como símbolo y
trofeo de sus victorias, se asombraría
hoy si resucitara, al ver que después de
i6 siglos se pretende volver a la im­
piedad y tiranía que el abolió con sen­
tido tan profundamente político como
netamente cristiano. La Cruz, señal
de victoria y de paz es arrojada de
los centros oficiales; y la Iglesia a quien
él restituyó los bienes confiscados, se
bs ve arrebatar de nuevo con expolia­
ciones tan impías como impolíticas; el
derecho a la libertad que la Iglesia
había adquirido a costa de la sangre
de su divino Fundador y de sus már­
tires, se le disputa en nombre de no
^ qué derecho novísimo, forma nueva
de la tiranía antigua con que oprimía las
conciencias el despotismo brutal de los
. In hoc signo vinces » en que se relatan con estilo
••íBo y claro los principales het±os de la vida de
^•■ stamino y de su tiempo. Su lectura altamente pro^^Qsa e instructiva, es la más apropiada para apreciar
■ '•portancia del centenario y encender Jos corazones
d amor a nuestra santa Madre la Iglesia.



césares; el derecho, deber más bien
que le impuso el Maestro divino, de
enseñar a todos la doctrina salvadora y
moral cristianas, las verdades de la fe,
derecho adquirido a través de los siglos
con la elocuencia avasalladora de sus
apologistas, la ciencia indiscutible de sus
sabios y las virtudes admirables de sus
santos, se le arrebata también, para
dar lugar a que los sofistas vuelvan
las inteligencias a las nieblas y con­
fusiones de un paganismo peor que el
de la Roma antigua, que tenía a lo
menos la disculpa de no haber estu­
diado los veinte siglos de la historia
de la Iglesia, ni tenía ante sus ojos ek
hecho colosal de esa institución única,
que cobija con sus alas divinas a todas
las instituciones humanas.
Por eso el Vicario de Jesucristo, su­
premo Pastor de esta Iglesia siempre
perseguida y siempre triunfante, ha in­
vitado a los fieles de todo el mundo
a celebrar con jubileo el décimosexto
centenario de aquella fecha gloriosa, en
que la Iglesia de Jesucristo entraba
solemnemente en la vida oficial con el
triunfo de la santa Cruz sobre los ídolos
del paganismo. Para ello, abriendo los
tesoros celestiales a fin de que todos
los cristianos saquen del centenario
copiosos frutos, recomienda el bonda­
dosísimo Padre de los fieles que se
dirijan preces especiales al Señor t para
que las naciones, devolviendo a la Igle­
sia su decoro y honor, se acojan al
regazo de esta Madre amantísima, re­
chacen los errores con que los des­
atentados enemigos de la fe pretenden
oscurecer su brillo, vuelvan a reveren­
ciara! sumo Pontífice y vean con ánimo
confiado en la católica Religión el fun­
damento y defensa de la sociedad.
Así podremos esperar que los hombres,
volviendo de nuevo los ojos a la Cruz
de Cristo, vencerán con esta señal de
salvación a los perseguidores del nom­
bre cristiano y las desenfrenadas con­
cupiscencias del corazón ».

— 144 —

E l m onum ento a D, Bosco.
La exposición de los bocetos.
con sumo gusto en el
salón del Oratorio, fué inaugurada la tarde _del jjrimero

LSPUESTA

Aposto! de la juventud un monumento
digno de su obra en la ciudad donde
nació esta obra misma- Un niño del
Oratorio leyó en nombre de sus compañeros una delicada poesía; y en se-

JURADO
de la ExposlcióDl

Sr. B^r^ierl
■ '



d i Bolonia

Sr. Pogliaghi
de Milán

Sr. Conte de Ceppí

de Ttó'ln'

Sr.' CqUaniRrini' .

de Bplonin

Rehtor.
Sr. Marq. do erispoltl- ’ ..
de T u r t n

PrORidente.
Sr. •Vermeylen
de Lovaina

Sr. Dal Zoto
de Venecta

de marzo por S, A , I. y R. la Princesa
Leticia de Savoya Napoleón y S. K.
el Cardenal Richelmy. Los acompañaba
lucido séquito de dignidades y personas
de la aristocracia turinesa y fueron
recibidos al llegar por el Senador
Sr. Manno y D. Felipe Rinaldi con otros
distinguidos cooperadores. El Sr.Manno
dirigió a la Princesa y al Sr, Cárdena!
elevadas frases de circunstancias. co­
mentando el numeroso y brillante con­
curso de los artistas para elevar al

guida S. A. y S. E. acompañados por
D. F. Rinaldi y el Senador Sr. Manno,
comenzaron a examinar los bocetos.
La visita duró más de una hora, pues
los artistas se esmeraron en explicar
a los ilustres visitantes el concepto que
ellos habían querido expresar con la
forma plástica. La banda del Oratorio
ejecutaba en tanto en el patio hermosas
piezas hasta que S. A . y el Sr. Cardenal
abandonaron el salón, llevando las
halagüeñas impresiones.

I. Bonetti Raoul — 2. Passaglia — 3. Panzini — 4. Vetter — 5. Carollo — 6 . Leonardo
7. Micheletti — 8. Gíribaldi — 9. R uscodí — 10. Del Santo — 11. Gíribaldi — 12. Graziosi

13. Sala — 14. Hervai — 15. Martin D e Laurel — 16. Cerini.

— 146 —

Grande fue el entusiasm o que la exposición
h a despertado. E n los diez días que estuvo
abierta al público antes y después del veredicto
del Jurado, fué visitad a por más de diez mil
personas, que pertenecían en general a las clases
elevadas de Turín. A ello ha contribuido mucho
no sólo el tratarse de D. Bosco, sino tam bién
el nombre de los artistas que presentaron sus
bocetos. L a prensa sin distinción de colores
le dedicó vibrantes artículos, haciendo observa­
ciones artísticas y ensalzando el hombre y la
obra que suscitaba ta l porfía de arte. O m iti­
remos los hermosos pensam ientos de la prensa
católica, que y a se suponen, pero vam os a copiar
para m uestra algunas frases de la Gaceta del
Pueblo, periódico socialista. A pesar de sus pre­
venciones. ensalza al « Apóstol de la caridad »,
« figura simple y conqdeja a un mismo tiempo,
m iilliform e en el ejercicio de su bondad y de su
fe
« humilde sacerdote de Castelnuovo d ’Asti,
que solo y pobre, ante el espectáculo doloroso
de los niños abandonados, siente de repente
nacer en su corazón la idea de hacer algo por
aquellos infelices, y com ienza reuniendo una
veintena..... y con tenacidad y confianza cons­
tantes, v e aum entar poco a poco, con los soco­
rros que le llegan de todas partes, su obra de
bondad; aumentar, agrandarse hasta convertirse
en una grande Obra de caridad >>.

E l fallo dcl Jurad o.
Tom aron parte en el concurso cin c u a ita y
nueve artistas con 6 2 ‘ bocetos. E l Jurado se
componía del Marqués de Crispolli, Presidente;
D . Eduardo Collamarini, arquitecto, de Bolonia;
el Conde de Ccppi. arquitecto, de Turín; 1). En
rique Barberi, de Bolonia; D. l'rancisco \'erineylen de Lovaina (Bélgica);
Ludovico Pogliaghi, de Milán; P . Antonio U al Zoto, de Venecia. Todos los señores del Jurado estuvieron
d e acuerdo v en notar con v iv a com placencia
el número considerable de los bocetos y el valor
de gran parte de los mismos; y sin dificuldad
ni discusión han declarado que el concurso era
válido. P cclararon además con satisfacción que
los representantes de las diferentes escuelas
escultóricas del día. tan to la que con sentido
de la realidad expresa palpablem ente el ca­
rácter de un hombre o de un suceso que debe ser
celebrado, como la que con representación pers­
picaz de gracia y fuerza, indica simbólijsamente
la trasfonnación por la cual el hombVe y el
suceso han pjis;ido en la m ente del artista, y,
finalmente, la que saca las formas y alegorías
para el m odenio renacimiento de los grandes

ejem plos de la estatuaria antigua, todos ellos
se han esforzado en comprender y expresar
debidam ente la alteza y religiosidad de la figura
y em presas de D . Bosco. E l mismo Jurado,
después de haber leído « con recogimiento y
a fe c to »las relaciones de los concurrentes, después
de haber exam inado sus proyectos e inte^p^^
tado sus interpretaciones, reconociendo la importancia del concurso y el valor notable de los
bocetos presentados por algunos de los 59 concu­
rrentes, no ha creído poder hacer una gradua­
ción precisa de los m éritos de cada uno, y ha
propuesto dividir en partes iguales la suma
de los premios, establecida en diez mil liras,
distribuyéndola entre los cinco cuyos trabajos
le parecieron mejores. L os autores, por orden
alfabético, s o n : Sr. Cellini, Sr. Graziosi, Sr.
R ubini, Sr. Vespignani y Sr. Zocchi.
Después de los premiados, se declararon exce­
lentes los trabajos de los Sres. Bartolini, OrigoDoni, Jorge K iss y Ceccarelli; obtuvieron mención
especial los de los Sres. Baroncini, Buffa, Chrisilied. De Angelis, Frezzotti,> Fiimagalli, Giacomasso, Girhafranti, Giribaldi, Passaglia, Rossdlint, Riva, Sala, Sassi, Sociedad Marmífera de
Seravezza, Stagliano y Ximenes.
E l Jurado al term inar su relación <( se congra­
tu la de la fam iliar concórdia que hubo entre s;;s
miembros; agradecido por el modo escnipoloso
con que la Comisión promotora- proveyó a la
libertad y dignidad del juicio; contenió sobre
todo de haber visto una manifestación que hace
honor al arte, por medio de la cual rinde su tri­
buto de admiración a la imperecedera grande?a
de D. Bosco y de la obra providencial cumpli la
por él
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EN E L C O N C E P TO DE LOS ARTISTAS
Valdría la pena de exponer la'significact¿n at'.iítica de los 62 bocetos; pero para no causar a nucsí> '>
lectores diremos el significado de los cinco pror.-ii 'S,
pties en ellos, según el parecer competeniisiuxt.-- de
los ilustrados miembros del Jurado, se resurr.cn hs
mejores formas plásticas sugeridgs por D. Boso' y
Obra a los escultores.
E l boceto de Cayetano Cellini, de Turín, • es
esencialmente de carácter simbólico. 1.a figura del
Vble. D. Bosco, que domina sonriente y amable,
surge en medio de una turba de niños y jóveies,
algunos de los cuales le ofrecen lirios y otros están
en actitud de oración. E l artista ha querido repre­
sentar así una de las principales caracteristicffl de
D. Bosco. que tanto se complacía en la compafiia
de los niños y de los jóvenes. Más abajo están fi­
guradas las cinco partes del mundo: Europa en me­
dio con sus buhos y frutos copiosos; las otras

— 147 —

1. Bufia —

2. Ximenes —

3. Titta —

4. Rubino — 5. Barbieri —

6. BartoHní —

8. Societa Catiolica per VIndustria iífarmifera — 9. BartoUni — 10. Jobbagy
II.

Fumagalli —

12. Jacopi — 13. Frezrotti-Bufia.

7. Fozzi

— 148 —
cuatro divididas en dos grupos forman mi solo
cuerpo con el semicírculo. Los frutos de las cinco
¡larles del mundo componen im característico mo­
tivo decorativo, al -paso que las ménsulas están
formadas por elementos inherentes a cada una de
las partes. Así el león se refiere al Africa, el can­
guro a Oceanía, el trigre a la América y el oso al
Asia. A la dereclia del espectador, los malvados des­
hechos después del delito; a la izquierda los ineptos,
después los ladrones; en medio de ellos se alza la
Piedad que redime al pecador, representado en el
acto de besar la cñiz, símbolo de redención. En
este grupo se resume el concepto fimdamental de
la exaltación de D. Bosco, cuya obra ha sido sen­
cillamente obra de redención, de liberación del
delito y de sabio impulso al bien y las inagotables
consuelas de la fe. E l artista ({uiso afirmar la obra
himianitaria y piirificadora de D. Bosco en su ín­
timo significado religioso y social. Kn el vasto plan,
del boceto está también representado simbólica­
mente el cmnino que él debió recorrer; al principio
esta sembrado de espinas, las cuales van disminuyenuuyendo a medida que avanza, y j>or fin se convier­
ten en fragantes flores. E n medio aparece el escudo
salesiano. En la parte jxtsterior del boceto están los
misioneros que en el monumento deben tener mía
parte notable, cu razón de la cooperación inteli­
gente, amalile y heroica que ellos prestaron al Vble.
D. Bosco. A lOvS lados las Hijas de María Auxilia­
dora, que por una parte socorren a los leprosos y por
la otra cuidan a los abandonados ». — N .° 14,
pág. 105.
José Grasiosi, de Florencia, « simboliza la apo­
teosis de la fe y de las obras de D. Bosco. I/U fi­
gura de éste está representada no en modo realista
sino concebido con personalidad mística. Tiene
en la mano derecha, como patrono de antiguas obras
congéneres, el hospicio y la iglesia, que fueron la
principal manifestación de s u ideal y de su fe, im­
plorando deL Señor la bendición y la protección
para ellas y para la juventud, representada por un
grupode niños que a su derecha, llevados en alas de la
gratitud, le hacen corona, sosteniéndole en actitud
liimiilde y amorosa el manteo. Varias figuras sim­
bólicas se agrupan en tomo a la base del monu­
mento. Las dos de la derecha, que con las manos
entrelazadas sostienen el escudo salesiano. repre­
sentan la unión y el triiuifo la Fía Sociedad &ileslana; las das de la izquierda que, abrazándola, sos­
tienen la cruz, rcpu'sentan el triunfo de la fe al
través de todas las luchas. Una de dichas figuras
lleva las facciones de im patagón, elevándose del
estado salvaje, y casi atraido por la \tsíóu del cá­
liz que sastiene la figura posterior, símbolo de
las misiones. En los vanos y escudos hay motes
explicativos: EunUs doceie omnes gentes — In
vita sua sutfuisit dotuum, et in dtebus suis corroboravit i^mpium — Charifas Chrisíi urget nos.... etc. ».
— N * 12. pdg. 107.
Eduardo Jíubino, de Turin, representó en su bo­
ceto * el triimfo de D. Bosco y de la obra salesiana
en el numdo. ^ el homenaje de los pueblos de dife­
rentes razas, representadas por figuras de pa­
tagones. africanos, indios, etc.; es el homenaje de
lu juventud estudiosa y c^>eraria, el homenaje de

la madre del obrero; son todas las expresiones de
afecto y gratitud que se reúnen a los pies de D.
Bosco junto al lábaro de la Cruz, llevado por los
misioneros en medio de una gloria de figuras espi­
rituales, que tienen en la mano cirios encendidos,
símbolo de la idea que es luz de fe, de caridad y de
amor *. — N .° g, pág. 109.
Ernesto Vespignani; de Buenos Aires, sobre un
basamento cuadrilátero, escalonado en pirámide,
< desarrolla im conjimto de figuras de alto relieve,
con algunas enteramente destacadas, en tomo a un
grueso pedestal. -Delante, sobre la plataforma, sos­
tenida por colunmitas, se yergue la figura simpótica de D. Bosco en su vestido ordinario, con su
aspecto sencillo, jovial y amable, teniendo al lado
dos niños, uno de los cuales representa a un estu­
diante jiricioso -y el otro más pequeño, vivaracho,
representa al picaruelo de la cMle que frecuenta el
oratorio festivo. Detrás de este gmpo mía muche­
dumbre de niños y niñas se apiñan para acercarse
a D. Bosco. A m b a se lee; Venite, fili, audite me.
Ps. 13. — A l lado de los niños hay dos figuras; a la
derecha de D. Bosco un sacerdote, en el cual está
representada la persona humilde y ascética de D.
M. Rúa, el salesiano que mejor supo copiar los
ejemplos del padre, empujando suavemente los
niños hacia D. Bosco; en uno de ellos, por los uten­
silios que lleva, se adivina al artesano. Por el otro
lado, simétricamente, una monja instruye a una
muchacha que con un manojo de flores se adelanta
hacia D. Bosco... Esta monja representa la Insti­
tución de las Hijas de María Auxiliadora, bajo las
apariencias de sor María Mazarello, que ajnidó a D.
Bosco en la fundación de este instituto. Detrás de
D. M. Rúa, están representadas las misiones con la
instrucción de los pobres salvajes..... Por la otra
parte, la eduoación, que comienza en los primeros
añosj confiada también a diclias hermanas, se míe a
la cooperación personificada en una noble matrona
que les confía ima huérfana.....E n la facliada pos­
terior un caballero bienliechor, que, recogiendo a un
pobre huérfano, lo entrega al maestro de arte para
que lo enduque y le enseñe un oficio. E sta obra se
detalla más en tres cuadros del frontispicio trian­
gular que abajo se destacan del basamento. I^a
escuela, propiamente la nocturna, de la cual D.
Bosco fue promotor... el Oratorio festivo que fué el
medio popularizado por él para atraerse la juven­
tud e instruirla en sus principales deberes... Las mi­
siones con la conmovedora escena del adiós de D
Bosco a sus primeros diez hijos que partían con D.
Juan Cagliero para las tierras americanas...».
Entre el grupo total se levanta t el grueso pedestal
coronado por la figura alegórica destina a sinte­
tizar la obra magnánima de D. Bosco...». — N.® 4.
pág. 107.
César Zocchi, de Turin, « «>bre un amplio basa­
mento. en cruz, dispuso el conjunto del mo­
numento con el propósito de dar del modo más evi­
dente e inmediato la idea de la personalidad de D.
Bosco y de la grande obra religioso-humanitaria
que él tubo la fortuna de concebir y ver realizada...
Delante, aislada, sobre la parte principal del ba­
samento, está la figura de D. Bosco, contemplando
la \-isión del mayor triunfo dcl cristianismo que,

I b

— 149 —

I.

Angeloni — 2. Pacciani — 3. Rosseílini — 4. Biscarra — 5. Ceccarelli — 6. Kiss GyOrgy
7. Zaccagnini — 8. Gerosa — 9. Vespignani — 10. Stagliano — i i . Origo-Boní
12. Kiss Károly — 13. V igna — 14. Cellini — 15. Zocchi — 16. Sassí.

— líO —
por medio de la obra salesiana, fué el fin de su vida,
mientras sobre las tres caras del dado del pedestal
de D. Bosco están, para completar el significado
de su figura delantera, el bajo relieve que representa
su madre, confortadora fidelísima, contra todo
obstáculo en tan grande empresa, y a los lados, en
bajo relieve, los retratos de los dos continuadores
de D. Hosco. Ivateralinente a la derecha del espec­
tador, está el grupo de los misioneros, los cuales
conducen a la obra salesiana los salvajes y semi­
bárbaros convertidos al cristianismo; luego el grupo
de los jóvenes artesanos, simbolizando el trabajo,
al cual la Providencia, colaboradora incansable, pro­
mete una recompensa y los medios materiales ne­
cesarios para la magna empresa. A la izquierda, está
representada la instrucción religiosa dada por los
salesianos, tanto a las poblaciones más abandona­
das de Europa, como a las ignorantes de lejanas
tierras. En el centro de la parte posterior del mo­

numento, la figura de la humanidad ó caridad, a
cuya significación de cuidado y protección del próji­
mo desgraciado concurren otros dos grupos leterarales, que representan el uno la asistencia de los
salesianos (religiosos y monjas) en las enfermedades
e infortunios, y el otro la instrucción primaria dada
a la niñez y a la juventud, allí donde el elemento de
civilización viene a faltar, y a entre notros ya en
los otros continentes. E n el centro del monumento,
como símbolo de catolicidad, es decir de la universa­
lidad de la obra de D. Bosco, el globo terráqueo,
que casi todo ha sido visitado por su propaganda
de redención; y como prueba de ello, lleva una
zona de escudos de tantas ciudades y naciones
adonde la autoridad espiritual de la obra de D.
Bosco llegó e impera, y dominando el globo una
gran crriz y la figura de la Virgen inspiradora y tu­
telar ». — iV.** 15, pág. 105.

L a religión en la eseuela.
H ¡os educadores, padres, sacerdotes, y a todos los que se interesan
por ¡a educación cristian a de ¡a ¡uuentud. (1)
Siempre hemos sentido inclinación de espe­
cial y afectuosa estim a hacia los que ejercen en
la sociedad cargos docentes. Desde los que ocu­
pan los más elevados puestos académicos hasta
el humilde m aestro rural, todos los dedicados a
la misión de enseñar se nos ofrecen con la au­
reola de que esa función nobilísima circunda a
cuantos la desempeñan.
Crear con el soplo del genio m aravillas de ar­
quitectura prestando esbeltez y primor a toscas
moles de granito, imprimir con el cincel senti­
m iento y vida al duro mármol, arrebatar con los
pinceles sus colores al sol y su frescura a las
selvas, sorprender en la gam a musical los soni­
dos misteriosos que hacen brotar en el ánimo
emociones llenas de dulzura, cantar en estrofas
inm ortales a los héroes o en cadencias delicadas
las nostalgias del espíritu, arrancar a la natura­
leza sus secretos y aprisionar en una fórmula
(1) [Y en
ty nuestros Cooperadores! Estnshernu»sa» iv^ginas, salidas del coraxón más bien que de la
inteligencia, del Exilio. Sr. Dr. D. Victoriano Guisasola,
ArxobisjK) de Valencia, entran de lleno en el pensa­
miento de nuestra revista, que es el j>ensamiento de
gran apóstol de la escucha católica, Vble. Juan Bosco.
No encontramos manera mejor de mostrar al eximio
Prelado nuestra profunda gratitud ^wr la delicada aten­
ción que nos ha dis|>ens.'K]o al enviarnos su bellísima
PMtoral, que honrar est.as columnas con algunos de sus
párrafos. — L. R.

los m ovim ientos de los astros, son cosas grandes,
m uestras vigorosas del poder del humano en­
tendimiento. Pero formar un hombre, desarro­
llar su débil cuerpecito, cuando niño, convir­
tiéndole en robusto soetén de una fam ilia, fo­
m entar el des¡)ertasiiento de su inteligencia
como el de una luz que v a creciendo y que ilu­
m ina cada v e z más anchos espacios y arde cada
día con seguridades m ás firmes, y sobre todo,
modelar su corazón, fuente de todos los heroís­
mos y origen de todas las bajezas, cielo de aspi­
raciones nobilísimas o infierno de pasiones de­
gradantes, m od^ar ese corazón y enderezar
esa voluntad para que, formado el carácter, el
hombre sea digno, útil a la sociedad, descanso y
orgullo de los suyos, ornam ento de la patria y
m ás tarde ciudadano del cielo, eso es mucho
m ás que levantar monumentos y entonar cantos,
descubrir secretos naturales o dom inar fuerzas.
Y esa adm irable obra, en p arte principalísima
se debe a los maestros, a aquellos a quienes en
las diferentes fases de la existencia del hombre
se les confía su enseñanza; y entre todos, no du­
damos afirm ar que de modo particularísim o a los
de instrucción primaria. E l m aestro de escuela
ejercita y desenvuelve su labor en las circuns­
tancias m ás a propósito para que su acción sea
eficaz y honda. Tierno aún el espíritu como

— tsi —

T. Rollo — 2. Ríva — 3. Girbafranti — 4 . Baronciní-Macchi — 5- Bianconí — 6. Montí

Dronzio — 8. Castrucci-Ricci — 9- Gallizzi — 10. Galliano — i i . De Angelis — 12. Chrístlied
13. Gam fi — 14. ChristUed — 15. Giacomasso — 16. Fantoni — 17. Piaña.

15 2

blanda cera, cuando el niño, apenas desprendido
del seno de su madre, pisa las aulas, aparece
como una placa lim pia donde las primeras im ­
presiones dejan enorme huella. D e aquí la tras­
cendencia de la buena dirección de esa enseñanza
y los efectos , m uchas veces irreparables, de los
errores en ella cometidos. Por eso, hemos creído
siempre que el m agisterio no es simplemente
una carrera, y menos un cargo burocrático, para
resolver el problema económico de la vida, sino
que requiere especial vocación y alteza de miras
para desempeñar debidam ente tan delicada mi­
sión.
Se ha llegado a llam arle sacerdocio, y en cierto
sentido es verdad, porque tiene ese sello au­
gusto del que, colocado entre Dios y el niño,
debe enderezar hacia lo alto el desenvolvimiento
de sus facultades, preparándole para ser digno
miembro de la sociedad y cum plidor de su des­
tino terreno y ultraterreno.
Si queréis, hijos nuestros m uy amados, cum ­
plir vuestros más elevados e inexcusables de­
beres, si deseáis corresponder a la confianza
de los padres de fam ilia que delegan en vosotros
sus funciones al entregaros sus hijos, si queréis
no defraudar las esperanzas que la patria ha de­
positado en vuestra labor, si queréis, en fin, m e­
recer las bendiciones de Dios, penetraos m uy
íntimamente de la obligación en que estáis de
dar a la fornjación religiosa el lugar preferente
que en la enseñanza debe corresponderle. D es­
cuidar esa formación sería cometer un crimen
de lesa Pedagogía, si así vale decirlo.
Bien sabéis que existe entre educación e ins­
trucción diferencia m uy marcada, aunque sea
ésta instrumento y medio poderoso de aquélla.
Da instrucción ilumina principalm ente el en­
tendimiento; la educación modera y dirige con
preferencia la voluntad, y tiene sobre la instruc­
ción tal ventaja, que un hombre ineducado y de
malas inclinaciones no domadas será tan to más
funesto cuanto más instniído. y en cam bio con
voluntad etpulibrada y normal, aun con pocos
conocimientos, puetle resultar ciudadano a lta­
m ente útil y provechoso. Quiere esto decir que,
sin descuidar la instnicción, debéis preocuparos
ante todo de la parte educativa, procurando una
cultura com pleta o vüe^nxl, como ahora se dice,
del niño encomendado a vmestros cuidados.
Y ¿qué lugar pertenece en esta cultura íh tepral a la formación religiosa? A poco que pen­
séis en ello, veréis con claridad meridiana que
la educación religiosa no es una clase o una rama
de la formación de niño, sino que es el alma de
toda su instrucción y educación, el alm a de toda
cultura.
Consta el niño de cuerpo y espíritu, y éste de
facultades intelectivas y apetitivas que ejercita



unas veces con menos y otras con más partici­
pación del cuerpo, resultando de aquí la vulgar,
pero profundam ente filosófica trilogía de sensi­
bilidad — conocimiento y apetito sensitivo, —
entendimiento — conocimiento superior, — y
voluntad — apetito racional. — L a Pedagogía,
tom ando de la Fisiología, de la Psicología, de
la Lógica, de la E tica y de las numerosas disci­
plinas en que los conocimientos de las dos pri­
meras se va n entrelazando, los principios para
su fecunda labor, y aplicándolos a su objeto,
preside y dirige el desarrollo normal y ordenado
del niño.
P ara ello, entre otras cosas, cuida de su cuerpo,
y ateniéndose a los preceptos de la Higiene,
aprovecha la eficacia del ejercicio corporal, sa­
biamente regulado, y procura su cultura física.
L a im portancia de esta es incontestable, aun­
que sea grave equivocación esmgerarla en tanto
grado, que el cuidado y desarrollo corporal se
se considere como el casi to ta l objeto de la labor
educadora. Pero, puesto el asunto en su justo
medio, os preguntaríamos: ¿cuál es el funda­
mento. sólido y cuáles los medios más eficaces
para llegar a esta educación física? L a obliga­
ción de la propia conservación y las rugías de
tem planza y moderación, que l a . Religión nos
impone, son, sin duda, parte importantísima
en la materia. Muchas páginas de los higienistas
parecen arrancadas de libros de m oralistas eristianos, y es natural que Dios, autor de la natu­
raleza, sea tam bién con sus preceptos su conser­
vador y tutor amorosísimo.
Pero si del cam po de la cultura física pasáis a
ese otro tan vasto y tan misterioso de la sensi­
bilidad, que brota del comercio del alm a con la
m ateria, su formación y desarrollo se ofrecen
a vuestra m ente con dificultades más hondas.
Ciencias que han hecho progresos admirables,
pero que dejan aún por explorar espacios in­
mensos, la Psicofisiología, la Fisiología celular,
la Psiquiatría, etc., os ocuparán en difíciles
disquisiciones, no exentas de peligros. Y des­
pués de hacer la anatom ía de hechos y fenóme­
nos, quedará siempre ante vuestra v ista el per­
petuo problema de la sensación como primer paso
en el camino del conocimiento y del apetito, como
jom ada inicial de las facultades expansivas o
afectivas. Y así como la verdad es el objeto pro­
pio del entendimiento y el bien lo es de la vo­
luntad, así la belleza sensible se bridará con sus
encantos como objeto de la sensibilidad, el pla­
cer y el dolor como su acicate y las pasiones
como su fuerza...
¿Cómo formar y dirigir en el niño el senti­
m iento, cómo conducirle a la percepción de la
belleza, cómo m oderar sus pasiones, fuente de
elevación o de atracción siniestra de n ^ o s abis-



mos, según sean bien o m al encaminadas, si pres­
cindís de las enseñanzas y de los m otivos reli­
giosos? B asta indicar este punto para que en
ello convengáis todos: la formación religiosa es
la única que tiene eficacia para conseguir en esta
difícil tarea éxitos reales y duraderos; ella es la
que presentando m otivos de saludable temor,
sanciones que llegan a los actos m ás íntimos,
dirige el desenvolvim iento de la sensibilidad,
haciéndola m anantial de dulces emociones y
refrenando las inclinaciones al mal.
Mas pasando de la educación de la sensibibilidad a la del entendimiento, y penetrando
en la región de los principios generales y de las
afirmaciones fecundas, ¿cómo prescindir de las
grandes verdades de la fe? E lla s nos ofrecen
con la creencia en Dios, Creador, Conser\’ador y
Remunerador, la base sólida y única de todos los
conocimientos: ellas explican la primera causa,
el mundo, el hombre; ellas, la naturaleza ín­
tima de éste, su principio, su fin, sus destinos.
Esquivad el tra ta r de esas realidades, y daréis al
entendimiento, en vez de pan nutritivo de ver­
dad, alimento insubstancial de vaguedades en­
gañosas.
Avancem os un poco más y llegaremos al sa­
grado de la personalidad humana, a su apetito
racional, a la voluntad. E n ella reside ese poder
verdaderamente augusto, que llamamos libertad,
facultad nobilísima que hace al hombre dueño
de sí mismo, responsable, merecedor de premio
o de castigo. Ofrecer a la actuación de la libertad
el cauce de una conciencia bien formada, crear
el carácter, eso es hacer que el hombre sea hom ­
bre. si nos perm itís la redundancia. Mas para
tan alta y árdua empresa, haced caso omiso
de los m otivos religiosos y seréis como el forja­
dor que quisiera trab ajar en frío el acero. Los
mejor hilados razonamientos, la labor de mu­
chos años, caerán hechos pedazos ante el im ­
pulso de una tentación violenta, y la austera y
vacía frase de hacer el bien -por el bien, quedará
burlada ante los incentivos de la pasión o los
postulados de un utilitarism o sin entrañas.
Además, que siendo la voluntad potencia ciega,
si el entendimiento no se halla nutrido de só­
lida verdad, ella se encontrará como en mar pro­



celoso, donde ni una estrella del cielo, ni un faro
de la tierra, m arcan su derrotero.
D e estas consideraciones surge como conse­
cuencia irrefragable esta verdad: no puede haber
educación sin religión, y esta otra que es como
su ex p licació n : la educación y formación reli­
giosa no es una rama de la educación, sino que hts
compenetra y vivifica todas, como la savia no es
una parte del árlx)l como las raíces, el tronco o
las ramas, sino que a todas se extiende y a to ­
das d a \rida. R azón tenía Portalis ministro de
Napoleón I, cuando dirigiéndose a la Cámara
después de aquellos diez años de horrible despo­
tismo, en que la Revolución francesa había
querido imponer a la República el yugo afren­
toso de la escuela atea, y ante su tremendo fra­
caso, exclam aba: «Tiempo es y a de que las teorías
callen ante los hechos: no hay instrucción sin
educación, ni educación sin religión i>. Frase sin­
cera, cu ya verdad jam ás podrán echar por tierra
ni sofismas, ni malevolencias.
{Continuará.)

T E S O R O E S P IR IT U A L .
L os Cooperadores Salesianos que confesados
y comulgados, visiten devotam ente una iglesia
o capilla pública, o si viven en comunidad, la
propia capilla, y rueguen según la intención
del Sum o Pontífice, pueden g an arlas siguientes
indulgencias plenarias:
Ptra el mes de jonlo:

r. D ía 22 La Natividad de S. Juan Bautista.
2. Día 29 San Pedro y San Pablo, Apóstoles.
Cada mes:
1. U n día cualquiera de libre elección.
2. E l día en que hagan el Ejercicio de la
bruna mrurte.
3. E l d ía en que tengan conferencia.

P a ra evitar retrasos y extravíos, rogam os a ¡os beneméritos Coope­
radores que envíen ¡as lim osnas p ara ¡a

Obra de D. Bosco ú n ica y di-

peefamente a nuestro venerando Superior, Revino. Sr. D. P a b lo ñiberO f
Via Coftolengo, 32



T a rín (Italia).

DEMUESTRAS MI5 IOME5

C IÑ A .
Escenas lastimosas en un lazareto ile apestados.
{Carta de D . L uis Versiglia).
Heilng-SIian (Macao, China) 24 de enero de 1913.

Kci'mo. Sr. D. P . A ltera:
^arece que esta parte de la China está
pasando un mal rato. L a guerra civil
•y la revolución pasaron por todas par­
tes como una torm enta rápida en un su curso,
pero terrible en sus efectos, sembrando el terror
entre los pacíficos ciudadanos; al paso que ha
crecido el atrevim iento de los facinerosos, el
comercio y el trabajo se pararon y en varios
lugares los pobres fueron despoj ados y la fuerza
se convirtió en derecho.
H1 hambre ha hecho tam bién sus víctim as; y
como si todo esto no bastase, el terrible azote de
la peste bubónica ha infestado varias comarcas.
L legaba y o de una larga excursión, cuando
un cristiano saludándome, me dice: — Padre,
¿no has ido tod avía a Wan Chai?
— ¿A qué?
— ¡H ay muchos apcstadosl
— ¿Dónde?
— Hn el lazareto.
N o me lo hice repetir. Se tratab a de una hora
de camino, y partí en seguida. N o se crea que
había allí un lazareto. L o que v i fué una gran
barraca de bam bú, cubierta de hojas y rodeada
de esteras; tiene por pavim ento una especie de
rejilla de cañas levantada un m etro del suelo.
Tam bién las dependencias están separadas
por esteras, teniendo cada una unos tres metros
de lado con la entrada por una cru jía central.
Cada lado, excepto el de la puerta, está ocupado
|X)r una cama; cam a de nombre, es decir, dos ta ­
blas colocadas en el suelo con una estera encima y
un ladrillo de m ayólica por alm ohada... D e lim pie­
za, desinfección, higiene, etc. no h ay que hablar;
baste decir que los enfermos ordinarios y los
apestados están todos juntos. Cuando muere
uno, se cam bia, a lo más, la estera y la m ugrienta

m anta; el resto se deja y allí se coloca al primer
enfermo que llega, sea como sea la enfermedad.
I£1 médico se le acerca una sola v e z al día; pero
no habla de cura... L a com ida es de lo más ruin
que puede darse: unas p atatas dulces cocidas con
agua y condimentadas con un poco de manteca o
un pedazo de calabaza am arilla presentada del
mismo modo; en fin, lo suficiente para no morir
de hambre.
— Padre, rae decía el catequista, aquí vienen
los que quieren m orir de balde y sin dar qué
hacer a la familia.
L a primera vez que entré, m e encontré frente
a un dependencia de mujeres.
E n tro y veo una pobre m uchacha de unos 12
años, que no parecía del todo descuidada, pálida
con la palidez de la m uerte y los cabellos en
desorden. Con la vehem encia del mal tenía la
saliva teñida de sangre que enrojecía sus labios.
Tendida sobre una de aquellas camas, le pu­
sieron en un pie una gruesa cadena para que nc
huyese en el delirio de la fiebre; cerca de ella
estaba el padre que acurrucado en tierra la com­
tem plaba inmóvil; parecía la imagen del dolor.
— ¡Lau-fan ! (extranjero), m e dice, a penas
me vió; si tienes algún remedio salva a mi hija...
Se me vino a la m ente la plegaria de la Cananea. ¡Oh si yo tuviera en aquel momento el
poder del divino Maestro para consolar al
padre desgraciado!
— O ye, le dije casi llorando; y o no puedo
curarte la hija, pero si quieres le daré una medi­
cina que la hará feliz después de la muerte, y
desde el lugar de su felicidad podrá protegerte.
— ¡V aya si quiero! respondió en seguida.
— Pues bien, dile que renuncie a los ídolos y
adore al D ios creador del cielo y de la tierra.
A l oir la palabra Dios, la niña abre los ojos en
acto de adhesión, escucha la breve explicación
que el caso requería y responde a todas mis pre­
guntas con débil pero clara voz.
— Si, señor, creo.
— ¿Quieres, pues, ser bautizada?
— Sí.
— T e bautizaré pues.
Derram o sobre su cabeza el agua salvadora
la pobrecita parece trasform arse; se nota visi

blemente que un influjo misterioso recorre su
— ¿Crees lo que acabo de decirte? le pre­
cuerpo y tom a un aspecto angélico.
gunté yo.
— ¿Soy y a h ija de Dios? m e pregunta con
— Sí, sí; creo.
infantil ingenuidad.
— D i con todo tu corazón: « Mi Dios uno y
— Sí; y dentro de poco irás a verlo y a gozar
trino, ten piedad de mí; Jesús, hijo de Dios,
de sus riquezas.
salvadm e ».
— Gracias, Padre, gracias. Y con un arranque
— Sí, respondió; y repitió con mucho fervor
superior a su edad, m e coge una m ano y estam pa
mis palabras. Entonces la bauticé y lo hice a
en ella un beso, dejando una m ancha de sangre.
tiempo; poco después, sufrió un violento ataque
Después, indicando la gruesa cadena que
y murió exclamando: « Jesús, hijo de Dios,
sujetaba uno de sus pies, continuó:
dadme la felicidad... ».
— ¿ Y ésto no me impedirá ir a ver a Dios?
E n el primer día llegaron a doce los que reci­
— No, hija, no.
bieron el bautismo, y todos pasaron a mejor vida.
\‘olviéndome a un en[ermero, le dejé caer una
moneda en la mano, diciéndolé:
— D esata esta cadena;
no tengas miedo, que no
se m overá de su sitio. Luego
dije a la muchacha: R epite
de cuando en cuando: ¡Je­
sús, María, kaitngoo! (Je­
sús, M aría, salvadm e).
— Sí, Padre.
Y lo repitió inm ediata­
mente.
Me retiré dándole la bendicióm; y ella quedó repi­
tiendo: ¡Gracias, gracias!
Después de una hora ter­
miné la visita, y v o lv í de
nuevo al mismo sitio: la
niña había volado al cielo.
E n otro com partin:ieiito
oigo gritos desgarradores.
Entro y veo un hombre y
C H IN A — Un chino que asiste a su hijo apestado.
un niño delante de una
mujer joven con síntomas
evidentes de m uerte cercana, que conjuraban
Después de cu atro días que iba al lazareto
los espíritus con gritos horripilantes. Entonces
y a llegaron a treinta. E l cuarto día me encontré
le dije al hombre:
con un pobre campesino de unos cuarenta años,
•— ¿N o ves que en v e z de aliviarla, la m atas
en el cual los tum ores de la enfermedad eran tan
antes de tiem po con tu s gritos?
grandes que le cubrían la cara, m ientras la
— ¿ Y qué es lo que debo hacer?
fiebre lo consum ía y el estertor de la agonía lo
— S i la quieres bien de veras, procúrale la
sofocaba. Pero conservaba perfecta lucidez
felicidad a lo menos en la otra \dda.
mental.
— ¿Cómo?...
— Am igo, le dije acercándome, ¿sufres m u­
— D ile que se haga cristiana,
cho, verdad?
— ¡Pero y o no tengo dinero!
Me respondió inclinando la cabeza.
— N o hace falta.
— ¿Quieres al acabar estos dolores ir a gozar
L e expliqué un poco de doctrina cristiana,
para siempre?
mientras la enferma tenía los ojos fijos en la
— H izo una m ueca de desprecio, creyendo que
cara del m arido para leer su pensamiento.
m e burlaba de é l
Después de un poco de reflexión le p r^ u n tó él:
— N o, añadí, no te engaño. Se tra ta sola­
— ¿Quieres ir al lugar de fd icidad que te
m ente de renunciar a los ídolos y adorar a Dios,
promete este extranjero?
creador del cielo y de la tierra; y él te dará la
— Sí.
felicidad cuando mueras.

— r?6 —
A estas palabras su sem blante se cam bió, y
plegó con una sonrisa de aprobación sus labios
contrahechos.
— Kscucha, pues, la poca d<x:trina que te
enseñaré; hiego, si quieres, te lavaré la frente con
un poco de agua pronunciando una oración, y
así te serán perdonados los pecados y serás
digno de ir al cielo.
lü pobre hombre, aunque estaba m uy grave,
se quedó como quien oye una noticia extraor­
dinaria. L e expliqué las principales verdades
de la fe, en tan to que la enfermedad avanzaba a
ojos vistas, y casi lo ahogaba y a . L uego le
pregunté;
— ¿Crees lo que te he dicho?
T'.l recogiendo todas sus fuerzas, me respondió
con un gemido.
— So... o... n... (sí, creo).
— ¿Quieres que te lave para que te sean ¡x rdoiiados los pecados?
Con otro esfuerzo inclinó un poco la cabeza
diciendo: Quiero. Pero en tan to los ojos se le
nublan y la palidez de la muerte cubre su rostro.
A un era tiemiio, Su voz se perdía en largo y aho­
gado gañ id o; c! agua bautism al cayó sobre su
frente y con la últim a palabra sacram ental exhaló
el últim o suspiro, naciendo al mismo tiem po a
la vid a de la gracia y a la vida del cielo.
Bendije el cadáver y, volviéndom e al cate­
quista, v i que se enjugaba las lágrim as con el
dorso de la mano. E sta gente, sólo cuando se ve
al punto de abandonar el mundo, oye hablar
con gusto de un porvenir que no conocen.....
Vencidos por el dolor y con frecuencia aban
donados de todos, sin esperanza de ningún gé­
nero, los m ás casi siempre se encuentran d is­
puestos a aceptar la esperanza de una felicidad
futura y la acogen con alegría. Pero no siempre
las cosas salen así; y el misionero tiene sus des­
engaños. lu í otra habitación encontré una vieja
tan descarnada que parecía un esípieleto, Tenía
los ojos hundidos, los pómulos salientes, los
brazos desnudos y las manos tan huesosas que
solam ente le faltaba la guadaña en ellas para
representar la muerte. Su voz era cascada como
la de un instrum ento roto; pero tenía la lengua
suelta y charlaba continuam ente aunque bien
atacada del mal.
A penas m e vió entrar exclamó:
— T e conozco; eres un adorador de Dios.
Y o no quiero adorarlo porque vosotros los cris­
tianos juntáis todos los huesos de los muertos
en una cisterna (aludía al osario del cementerio
de Macao).
— ¿ Y qué te im portan los huesos, una vez
muerta? Piensa en salvar el alma.
— L os « p íritu s que yo adoro, replicó, harán
renacer m i alma, cam biándom e en una m oza y

entonces seré feliz. Vosotros que no queréis
adorar los espíritus volveréis a nacer perros.
— ¡En ese caso te ladraremos! le gritó el cate­
quista resentido.
— ¿Quién te dijo, añadí yo, que nosotros
no adoramos los espíritus? M as aún, adoramos
al Prim er Espíritu, el único que merece ser ado­
rado, Dios, que tiene poder para resucitamos
no en otra persona, sino en nuestro mismo Cuerpo
para premiarnos o castigam os según hayamos
observado o no su santa ley.
— Vosotros fan quai (diablos europeos) lo
creeis así; nosotros los chinos creemos otra cosa
y y o no quiero nada de E uropa.....
— ¡Ya! ¿ Y el sol clúno no es el mismo de
Europa? Sin embargo, tom a. Y le ofrecí una
moneda inglesa. E lla alargó inmediatamente la
mano; pero yo retirando la moneda le dije;
— Despacio que es inglesa.....
— M ejor aún que va le más.
— De modo que las monedas, aunque no
sean chinas, las recibes porque son buenas y
aun las prefieres a las monedas chinas... ¿ Y por­
qué no qirieres la religión europea, si es mejor
que la tuya?
Con un gesto de despecho se vo lvió de la otra
parte refunfuñando.
— Nosotros hemos hecho siempre así y no
tenem os necesidad de cam biar; quédate con tu
religión y con tu moneda.
Mas allá había una pobre m adre con una niña de
unos dos años. Sin preámbulos le dije: Déjame
bautizar la niña; si cura, será cristiana; si muere,
tendrás una protectora en el cielo.
L a infeliz m ujer me contem plaba indecisa.
— ¡No la dejes bautizar, gritó la vieja; te la
robarán y no la verás más!
— ¿ Y qué ganaría el Padre con llevarse una
de vosotras? observó el catequista. E stáis aquí
porqué no sabéis adonde ir.....
— Calla , le dije.
Y volviéndom e a la m ujer continué:
— N o hagas caso a esa vieja; y a que tienes
tiem po piensa en hacer feliz a tu hija, al menos
en la vid a futura; tan to m ás qrre la niña no
escapa; no pierdas la ocasión .
— E s verdad, respondió llorando; pero temo
la venganza de los espíritus.
— A l contrario; los espíritus le tendrán miedo
cuando sea cristiana.
— ¡Los cristianos no honran a sus muertos!
tom ó a chillar la \úeja.
— Puedes estar segura que ninguno se cuiderá de tí, v ieja r^ añ o n a, se apresuró a decir
el catequista.
D ebí llam arle al orden p>or s^;unda vez; pero
dije tam bién a la anciana:
— Y o no hablo contigo, ni nada de esto te

— 157 —
importa; no te m etas, pues, donde no te llaman.
Si tu quieres irte a los infiernos, v e te en paz;
pero deja a los dem ás hacer lo que les pa­
rezca.
Luego me v o lv í a la m adre de la niña y le
dije:
— Después de m uerta t u h ija no necesitará
de tus ofrecimientos para nada; antes bien,
podrá a30idarte obteniéndote favores del cielo...
— ¡Bueno! {Bautízala!
— L a v ie ja continuó regañando, pero un
gesto enérgico del catequista, que casi perdía la
paciencia, la hizo callar; pero ella no dejó de
lanzamos un insulto, diciendo cuando y a está­
bamos a la puerta.
— ¡Idos endemoniados europeos!
Un día llo vía a cántaros. Algunos me decían
que no saliese; pero escuchando la voz del co­
razón, o m ejor la inspiración de Dios, vo h í
al lazareto para consolar algunas almas.
\'enía conmigo el catequista, el ex-fum ador de
opio convertido. Caminamos largo trecho sin
decir palabra aguantando el agua que caía.
De repente m e dice: — Padre, hoy debemos tener
un gran consuelo. — ¿P or qué? le respondí.
— ¿Por qué? ¿Te parece que el Señor no te
premiará? T ú eres europeo y m ás delicado
que nosotros; y sin embargo, con un tiempo tan
malo no te cuidas de ti mismo para socorrer a los
que sufren. — \'ereraos, le repliqué.
— Sí, Padre; el corazón me dice que el Señor
te guía.....
— A sí sea. Y la conversación terminó allí.
Y a en el lazareto, oigo gritar: — ¡Padre
Padre! E l ángel del Señor te ha enviado... Ven
pronto y bautízam e antes que muera.
Me vuelvo y veo una m ujer enferma.
— ¡Cómo! ¿ Y sabes tú qué cosa es el bau­
tismo?
— Sí, padre; he estudiado ya la D octrina cris­
tiana; pero pronto; ¡por Dios! que me v o y a morir
antes de bautizarm e.
— L a exam ino y veo que sabía efectivam ente
la Doctrina.
— D e hoy en adelante , le dije, te llam arás
María; haz un acto de contrición que y o te bau­
tizo en el nombre del Padre, etc.
Term inada la breve ceremonia, le pregunté:

— ¿E stás contenta? ¡Ahora y a no tendrá.*
miedo de la muerte!
— N o, Padre, no la temo. ¡Gracias, gracias?
Pero a^’-er noche... ¡qué momentos. Padre, qué
momentos, qué angustia! Escucha. Y m e co n té
su historia.
— Criada en una fam ilia cristiana aprendí
la D octrin a ; de aquí a dos meses debían bauti­
zarm e para casarme con un joven cristiano;
pero, como ves. Dios ha dispuesto otra cosa.
A tacad a por este terrible contagio, aquella
fam ilia se deshizo de mí; y con pretexto de lle­
varm e al médico, me abandonaron aquí en este
lugar de dolores... Eigúrate, Padre, mi conster­
nación cuando caí en la cuenta. Sola en m edio
de gente pagna, con la fe en el corazón pero to ­
d avía sin bautismo. N o era el abandono lo que
que me acongojaba más; era el tem or de pre­
sentarme delante de Dios sin ser tod avía cris­
tiana... ¡Padre, qué dolor! Pero el Señor tu v o
piedad de m í... y tu ángel, sí, tu ángel te tra jo
aquí...
D e los ojos le brotaban abundantes lágrimas,
y los sollozos le ahogaban las palabras.
L a animé a poner su confianza en Dios en el
espacio de vid a que le quedaba, y cuando la v i
tranquila le pregunté:
— ¿Te gusta, pues, ir al Cielo?
— Sí, Padre; y a que el Señor no m e quiere
para la boda de acá abajo; vámonos, vám on os
al cielo.
L e di luego una m edalla de M aría A u xilia­
dora que besó con gran fervor; le recomendé
que rezase de cuando en cuando alguna oración
de las que salría, y bcndiciéndola me alejé coui
el corazón lleno de emociones.
Aquella misma tarde un hermano nuestro que
pasó por allá la vió en la agonía. Parecía que ya
no comprendía n a d a ; pero tenía las m anos
cnizadas hacia al cielo y de sus labios, como si
delirase, salían a monosílabos las palabras J e ­
sús. María.
K1 catequista que la vió m ás tarde muerta,
me dijo que se dibujaba en su rostro una son­
risa, y todo el semblante tenía algo de celestial.
Después añadió; — ¡Y a te le había dicho. P ad re,
que el Señor había de premiarte!
{Coniinmrá).

xP

II los favorecidos con gracias de l a r í a Huxiliadora.
(ia6éis cxpcrlmeiiíodo visi6lcn]^cn(e la proíccción de caía J12adre 6on^ dadqao, loa que sabéis cfccíivamcqle que no cti vano
llonj^a JJu^iliadora de los
criafianqa, redoblad viicalroa esfiicrsos para pagar la deuda de _gralilud que le debéis. ÍIl
üpradccinpicnío debe se^ proporcionado a los favores recibidos; así el alma se libra de
deseo que nace ^ crece csponláiicanienlc en los cora-ones bien nacidos. ¡iR^s ían o(\ro*
dable dar q^racias a p^uqsíra cefcsíial ií^ienííccliora! J ? s í pues, los que bebéis ^ido favore­
cidos con prueblas langiblcs de la bondad ¡liinilada de |12ana Jíu^xiliadora no dejéis de
enviornoB la rclaciói\^ de las gracias obícnidos (l); ademas de sei[ el cumplimienfo de uq
deber a^padabfe, es la maicera mejor, de propagar la devoción a fo Virgen de í ) . :6osco.
¿ 2 qué devoío de flí-aría Jíu^xiliadora no desea que To.s corazones de lodos los bonibrcs
se enciendan en el an\o^ de cala :I^cii\a iiiconiparoblc? í^ucsíros eooperadores espccioín^^cnlc.
cu^a misión principal es c^íender por iodo el n^undo la devoción a |12aria Jíuxiliadoro,
po dejen de e«\\’iaijno8 la i^clación de las fiesías. fui\^cior(C8 c^íraordinarias, inaugurociói]^dc
copillüs, peregrinaciones, ele.; lodo elfo redundora a rnoso^^ ^oi'^ra ^ gloria de nueslra excelsa
jl2adre que nos pogat^d cuniplidan^cnlc ib que bavamqs pedido sacrificar para difui|^dip su cufio.
(1 ) Advertimos a los que nos mandan relaciones de gracias, que solo publicamos en nuestra Revísta las
que no han sido publicadas en otra parte, es decir, las originales. También recomendamos una vez más que
dichas, relaciones vengan escritas con claridad, trayendo la fecha, el lugar y el nombre y apellido del agraciado,
indicando, si así fuese su deseo, que se publiquen sólo las iniciales.

GRACIAS DE MARIA AUXILIADORA. *
A lm e ría (Esp.). — Triste y desconsolada veía
coitio se escapaba la vida de mis queridos hijos.
(•) Ateniéndonos a las prescripciones de N. S. M. Igle­
sia, no entendemos dar a estas gracias más valor que el
-que merecen atendibles testimonios humanos.

Maria Luisa y Manolito. Acudí a cuantos medios
me proporcionaba la ciencia, pero los esfuerzos
de ésta se estrellaban contra los estragos de la en­
fermedad que avanzaba paso a paso, dispuesta a
arrebatarme a los seres mas queridos de mi corazt^
Las mejores medicinas, los médicos más afama­
dos. todo fué inútil y casi hube de resignarme al
fatal desenlance. Pero en medio de tanto deseen*

^59 —
suelo, con los ojos arrasados en lágrimas, levanté
mis mis manos suplicantes al Cielo, y dirigiéndome
a la que es Auxilio de los Cristianos, la dije más que
cou los labios con el corazón. — T ú que sabes. Virgen
Santa, lo que es el dolor de una madre, apiádate
de mí, haz que la muerte se aleje de mis hijos. No
mucho después, desapareció todo peligro, y en la
actualidad gozan de perfecta salud. H ^ o pública
esta gracia, y doy rma limosna para la celebración
de cuatro misas en el Santuario de María Auxilia­
dora de Sarriá. Barcelona. jGracias, Madre mía!
Enero de 1913.
Ma r í a J u a n a F

ernández.

P uerto de C a b r a s (Fuerteventura, Canarias).—
A los dos años de haber contraído matrimonio, trai­
dora enfermedad arrebatóme a mi esposo. A l mes
y medio escaso de tanta desgracia, mi liija, mi
consuelo en la amargura en que me veía, luchaba
durante quince días con la muerte. E n medio de
mi pena, acudí confiada a la Virgen Auxiliadora
ofreciéndole ima onza de oro, moneda española,
como limosna y publicar la gracia en el Boletín.
Desde aquel momento mi hijita empezó a mejorar,
y hoy se encuentra restablecida. iQué hubiera sido
de mí, si después del trance amargo de la muerte
de mi esposo, llegase también a perderla! ¡Gradas,
buena Madre!
D o lo r es P e r é z M e d in a viuda de M a r t in .
Fu nza (Colombia). — H acía largos años sufría
de una enfermedad grave en el estómago; y en el
año de 1909 me redujo a tal postración, que los
médicos decían que sin operadón no me era po­
sible vivir, por lo cual yo tristísima acudí a María
Auxiliadora, ofredéndole publicar la gracia y dar
una pequeña limosna. María oyó mi humilde sú­
plica; y en la misma semana que fui desahuciada y
en que había declarado definitivamente el médico
que sin operación era iniítil todo remedio, repentina­
mente me sentí sin el dolor, me levanté y vi que
el mal había desaparecido por completo. Añádese
a esto que, siendo Directora de Escuela, durante
el año escolar de 1909 no pude desempeñar con re­
gularidad mi empleo, ni siquiera pre.sentar las sa­
batinas reglamentarias del 20 de julio. La pro­
mesa fue hecha en el mes de setiembre, y pude pre­
parar a los alumnos para dar exámenes el día 19
de noviembre.
Para gloria de María h ^ o gustosa esta relación
y suplico humildemente se publique en el Boletín
Salesiano, enviando ima insignificante limosna.
Enero 1910.
A n a D u q u e B.

B o g o tá (Colombia) — Habiendo sido atacada
por una violenta pulmonía, y estando convaleciente
de otra enfermedad, fui desahuciada por uno de
los mejores médicos de esta c i u d ^ Mi familia
acudió a María Auxiliadora ofreciéndole una co­
munión de todos el día 24 próximo. A los pocos
momentos de este ofredmiento, empezó a notarse
mi reporición no obstante haberse demorado por
largas horas la aplicación de los remedios. A los
*ds día« estaba fuera de peligro; por lo cual hoy
gustosa doy al público esta manifestación de gra­

titud hacia María Auxiliadora y pido se haga co­
nocer en el Boletín.
Enero i i de 1910.

M e r c e d e s de M e n d o z a .
Dsu tambiéa gracias a .^aría Auxiliadora y envían s i
limosna:

Alicante (Esp.). — Cleinentina Celohán, por ha­
ber curado milagrosamente a su m aiido y a un
sobrino, y manda 10 ptas. de limosna.
Almodóvar del Campo (Esp.). — Ricardo Añón,
por haber conseguido la .salud de su esposa, y
manda una limosna.
Barcelona. — Pedro Cortés, por haber curado de
un acídente del trabajo para poder asistir a .su
padre político moribundo. ~ Id.: Sabina Kscubós,
por haberla librado de una muerte cierta en una
cuida, y da 10 ptas. de limo.sna.
Bucaramanga (Col.). — Sofia Camacho, por mu­
chos favores recibidos. — Id.: Francisco V élcz,
por varios favores, y envía una limosna.
Cali (Col.). — María Guerrero, por haberla li­
brado de una molestisinia enfermedad del estómago.
— /(f..-Cristóbal Mafia, por haberle concedido la cu­
ración de una grave enfermedad y manda 25 pesos.
— '/¿..•Encarnación Mafia, por un favor nuiy seña­
lado, y manda 75 pesos de limosna. — Id.: María
F . Ochoa, por haberla librado de im ataque cerebral
en el cual ya la creían muerta y por otros favo­
res, manda i.ooo ptas. y la limosna 'de una misa.
Chiquinquirá (Col.). — Emilia Bernal, por ha­
berla librado de varios achaques que amenazaba*
reducirla a un estado grave.
Coruña (Esp.). — Dolores Qniroga, por haber
sacado bien a su hijo en los exámenes de la A ca­
demia de Infanteria , y manda 5 pesetas. — Id.:
U. por varios favores, y envía 60 ptas de limosna.
Don Benito (Esp.). — E. M., por un favor, y
envía su limosna.
Esmeralda (Ecuad.). — V irginia W eír, por varios
favores, y envía 10 ptas. de limosna. — Id.: Una
cooperadora, por un favor nuiy grande y hace nii
obsequio para su altar.
Florida (Ec.). — Camilo G arcía, por haber librad»
a uno de su familia de una peligrosísima enfermedad.
Granada (Nic.). — Felicidad Villavicencio, por
haberle salvado la hija.
L as Palmas (Canarias). — Soledad Sánchez, por
varios favores.
Pasto (Col.). — S . Moreno, por itaberle sanado
del tifo.
Pujal (Esp.). — Una devota, por un favor, y
envía su limosna.
Rivadeo (Esp.). — Rosa Cuervo, por un favor y
envía su limosna.
Sanión (Esp.). — Antonia Sánchez, por haber
alcanzado la curación de su hijo, y envía su limosna.
Sta. Ana (S. Salvador). —
familia de José
M. Aim edo, por muchos favores.
TrujíUo (Venez.). — Jesús Ramírez por varios
favores, y envía 4 ptas. — Id.: María de C. R. de
Pacheco, por un favor, y manda 10 ptas. — Id.: Pedro
R. R . Rocha, por otro favor, y manda 2*10 ptas.
Valencia (Venez.). — Francisco Lím ongi e Isabel
Espinal, por varios favores.
V igo (Esp.). — María Pérez Griñón de Góm ez,
por dos favores, y envía 50 ptas. de limosna.
Yontagna (V en ez.),— Ildefonsade Moza, Abigai!
Puertas, Ramón Ramos, María Londínez, Encar­
nación Rojas y E va Gutiérrez por varios favores.
Zurgena (Esp.). — Josefa E gea, por un favor, y
manda una peseta de limosna.



IÓ2

gulos, y los escudos de las provincias habían sido
colocados en las colunmas.
A l frente el artístico escenario que preside la
imagen dcl venerable Don Bosco, frontero a él un
tapiz de grandes j)roporciones con la inscripción
« ¡Viva Don Albera! * y a los costados dos carteles,
de los colores nacionales también, con los letreros
« ¡Viva el Ven. Padre Juan Bosco! » * ¡Viva don
Miguel Riia l ». De los arcos pendían macetas
verdes y farolillos venecianos.
Ante el escenario se había colocado una tribuna
para los oradores y sillones, y en el resto del patio
sillas que bien pronto fueron ocupadas por el pú­
blico, entre el que figuraban numerosas y aristocrá­
ticas damas.
Entre ellas vimos, además de las que se encon­
traban en la estación y de la citada señorita de Almaraz, a las señoras y señoritas de Recout, de Fer­
nández Palacios, de Alvarez Ossorio, de baraña,
de Calvi. de Trasclla, de Pabón, de Marinque, de
I^ara, de Beluich y de I^ópez de Rueda.
También vimos, además de los señores citados,
al coronel I^rdo de Tejado, Núfiez Gámiz, Grimarest (don J.), Morgener, Portillo, Herrero,Hazañas
(don Joaquín), Olmo, Calzada (don M.), Pinelo,
Traseltas (don M.), Santa Cruz, Aguilar, Vega
(don José), Cortíuez Muruve, López Dmreude
(don Miguel), Becerra, Naranjo, López Guerrero,
Morón, Cansino y otros.muchos.
Las campanas animciaron la llegada del Emmo.
3r. Cardenal Arzobispo y a poco penetró éste en el
patio a los acordes del Himno Nacional, acompañado
dcl Padre Albera, el Provisor de la Diócesis, el ca­
nónigo señor Anuario, los padres Salesianos antes
citados, el cónsul de Italia y otras j>ersonalidade3
además de representaciones de las Comunidades,
de Carmelitas, Franciscanos, Capuchinas y Esco­
lapios, que ocuparon los süiones tlcl estrado.
El P. Dionisio P'erro ocupó la tribuna después
de ejecutado el hermoso himno de ocasión. Pon­
derando su atrevimiento al hablar ante tan nume­
rosa y selecta concurrencia y mtte presidencia tan
augusta, afirma que sólo se siente alentado para
hacerlo cuando, echando una mirada en derredor
y otra retrosi>ectiva, ve la müóu de corazones que
laten al unísono y tienden a xm mismo ideal, y en
la presidencia <los corazones que no sienten más
(¡ue afectos para derramarlos en favor de sxxs ama­
dos hijos. En esttxs circunstaxicias la misión no es
difícil, pxxos basta que hable el corazón. Ammcia
su tem a: Qué es Sevilla y qué Don Albera para la
Congregación salesiana; lo desxuToUaluego consen­
tida elocuencia y temiixxa dándole la benvenida
en nombre de los salesianos.
A l dirigirse a la tribima el ilustrado y elocuen­
tísimo catedrático de la Universidad, D. Manuel
Sánchez de Castro, el público le aplaude con entu­
siasmo.



Iva oratoria del señor Sánchez de Castro es bri­
llante, fluidísima, no sabiendo qué admirar
si la profundidad de la idea, la precisión del concepto, la belleza de la forma, el bien estudiado
cambiante de matices de la palabra o la imagina­
ción poderosa que lo embellece todo con la imagen
adecuada y ameniza el discurso con el sazonado
chiste.
Pero la oratoria del señor Sánchez de Castro es
para oída.
Imposible para el que, con pluma y papel, se
dispone a tomar nota de lo dicho por tan elocuente
y brillante orador.
Por eso, prescindiendo de ello como inútil, di­
remos que le hemos oído con deleite saludar pri­
mero a Su Eminencia como a Padre y Pastor y fe­
licitarlo porque como de la fiesta recaía todo honor
sobre la Iglesia, debia estar Su Eminencia muy sa­
tisfecho de ver la labor que realiza la Congregación
salesiana.
Con donosísima palabra comenta el señor Sán­
chez de Castro el títvilo de benemérito que aplicado
a él aparece en el programa; y dice que si él es be­
nemérito ¿qué calificativo podrá dar a don P.
Albera?
Recuerda que ha tenido la dicha de saludar a D.
Bosco y a D . M. Rúa, cuya figura ve reaparecer en su
digno sucesor. TvC saluda después en nombre de Se­
villa, describiendo los recibimientos populares que
por todas partes lo acompañan; toca Ixxego la cues­
tión de la escuela neutra con la lógica fina con que
él sabe hacerlo y termina glosando la estrofa final
del liiimio. Una prolongada ovación ooronó su dis­
curso. E l culto abogado Sr. Monge Bem al ocupa
luego la tribxma para saludarle también en nombre
de los obreros, siendo interrxunpido varias veces
en su elocuente discurso por atronadores aplausos.
Tenninado el programa, se levantó el Emo.
Prelado para dar a nuestro Rector Mayor la bien­
venida en nombre propio y en el de su amada Se­
villa.
Dedicó frases de elogio a la labor de los hijos
de D. Bosco, y dirigiéndose a D. P. Albera, le dijo
que veía en él al digno sucesor de Don Bosco, al
varón de eximias virtudes a quien estaba enco­
mendada esa obra tan grande y tan hermosa que
se llama la obra salesiana.
Terminó S. E. diciendo que declinaba en Don
P. Albera el dar la bendición a todos los allí con­
gregados.
Una nutrida salva de aplausos acogió las úl­
timas palabras del Prelado.
Seguidamente se levantó a hablar Don P. Albera.
Vivísimamente emocionado, expresó su agrade­
cimiento por la cariñosa acogida que se le había
hedió, las atenciones de que había sido objeto
por parte de las autoridades y cooperadores, dando
especialmente las gracias a los que habían hecho

uso de la palabra y a todos los presentes.
Cediendo luego a las delicadas instancias del
Emmo. Sr. Almaraz dió la bendición. L a muche­
dumbre antes de salir ovacionó de nuevo al su­
cesor de D. Bosco.
El día 7 a las 8 de la mañana, y a se encontraban
en la ^lesia de la Santísima Trinidad los alumnos
delas escuelas de S. Benito y los de la escuela mrmicipal de la calle Juzgados. E l P. Albera iba a cele­
brar la misa y darles la comunión que irnos 8o reci­
bían por vez primera. Al acercarse los devotos ni-

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siendo recibidos por las Hijas de María Auxiliadora,
del colegio establecido eu la calle de San Vicente.
Luego empezó la misa, en la que, después de
consumir, dirigió D. P. Albera su palabra, llena de
unción y de fervoroso celo, a las religiosas y a las
niñas que allí se educan y les administró la sagrada
comunión.
A la una almorzó el Rector General de los Salesianos en el Palacio Arzobispal, habiendo nute.s.
recibido en la Trinidad, de diez a doce, la visita de­
gran niuuero de cooi>cradores y personalidades dis-

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S E V I L L A — Los colegiales estudiantes con el Rvm o. Sr. D. Pablo Albera.

■ el Sr. D. P. Albera les dirigió ima bellísima
tthortación que enterneció a todos los presentes;
? entre cánticos y perfumes les distribuyó el Pan
wcarístico. Poco después de la m isa, salió para de^ver la visita al Sr. Alcalde, visitó luego laCate^ y el Alcázar, admirando las bellezas artísticas
o ellos encerradas.
* El altar mayor de la ^lesia de S. Antonio, dice
• Correo de Andalucía, aparecía esta mañana,
íde marzo, iluminado profusamente con motivo
celebrar el santo sacrificio de la misa el General
la Orden Salesiana. Rvdo. Padre Albera.
A las ocho, próximamente, llegó el venerable
*cerdote acompañado de Don C Brctto y del vi:^*ador de las Escuelas Salesianas en Andalucía,

tinguidas de la población que fueron a ofrecerle
sus respetos.
También recibió después de almorzar hasta laa
tres muchas visitas, entre ellas la de los presiden­
tes de la Diputación y de la Audiencia.
Como había prometido, dio una conferencia a
la junta de señoras que deseaban ardientemnte oir
su apostólica palabra. Más de sesenta, de la mayor
distinción, se congregaron ante el altar de María
Auxiliadora engalanado con multitud de flores y
luces. E n el relato de los episodios de la vida del
Vble. fundador, estuvo felícísisimo ya que como
discípulo predilecto de D. Bosco él los había pre­
senciado. A l terminar la conferencia algunas se­
ñoras se inscribieron en la Pía Unión de Coope-

— IÓ4 —
radores, y otras en la Asociación de Señoras pro­
tectoras y en la Archicofradía de María Auxilia­
dora. »
Faltaban todavía por visitar las escuelas de la
calle Castellar y allí se dirigió el g por la mañana.
I<as Hijas de María Auxiliadora y sus niñas le reci­
bieron con sentidas demostraciones de afecto y
veneración. Celebró la misa dándoles la comunión
<]ue recibieron en gran mlmero con mucha devoción.
Después también ellas quisieron manifestarle su
cariño en una velada que resultó m uy bonita. De
allí regresó a la Trinidad, donde y a le esperaban
varios cooperadores para la comida íntima. A su
lado se sentaron el Sr. Valdenebro, el Sr. Sánchez
■ de Castro, el Ecónomo General. P. Bretto, el P.
Oiorgi, Director de la casa y el Sr. Monge y Bemal.
A los postres la banda tocó « Fausto »y * Les Cío•ches de Corneville* y el alunmo de diez años José
■ Sedaño mostró ser un «niño prodigio», ejecutando
varias piezas de concierto. Después pasaron al lo­
cal del Cpiitro de Antiguos alumnos donde estos
celebrabati su reunión. Se pronunciaron varios dis­
cursos, tenninando con el de nuestro Rmo. Su­
perior que los exliortó con afectuosas frases a perse­
verar en las enseñanza recibidas en la escuela de
D. Bosco; y dejándose llevar por su paternal
bondad, obsequiólos después con dxilces. copas y
puros. E l Sr. Sánchez de Castro puso fin a el acto
con mía improvisación chispeante y a ratos pro­
funda. E l Centro « Domingo Savio » también ofre­
ció su homenaje al P. Albera, haciéndole pasar un
rato muy entretenido con sus cantos .andaluces y el
■ cuadro Nicolás, en que derrocharon esa gracia sin
igual que el Señor ha prodigado a los risueños
hijos del Betis.
Pasó luego al Palacio de Sr. Cardenal con el cual
■ conversó largo rato, invitándole éste a almorzar
para el día siguiente.
E n medio de tantos agasajos y visitas, todavía
no hábía podido ver las e.scuelas de S. Benito ,
-donde los salesianos y los niños y a le aguardaban
ansiosos juntamente con varios cooperadores.
Al llegar, estallaron los vivas y aclamaciones que
.se coufmrdían con los acordes de la marcha real
tpie tocaba la banda de la Trinidad. Después de
orar breves instantes en la iglesia, pasó la comitiva
al salón de actos del colegio, el cual estaba adornado
■ con exquisito g\isto. y comenzó la velada-home­
naje. Aquella era más bien fiesta de familia, y la
parte principal la hicieron los niños, desbordándose
-de su agradecido corazón el cariño filial que tan
bien salxi inspirar la amable presencia y delicadísiiiio trato de nuestro Superior General. Los dis­
cursos. cantos, poesías y diálogos todo respiraba la
■ confianza y alegría con que un padre es recibido,
•tiespués de haber sido esperado largo tiempo. Para
jK>ner remate a la fiesta del corazón, el buen Padre
abrió el suyo a los hijos que lo bendecían, acom­

pañando sus dulces palabras con dulces carameles
que los niños saboreaban doblemente por venir
de quien venían. Asi terminó la escena de familia
en la cual disfrutó inmensamente el bondadoso co­
razón del Sr. D. Pablo Albera.
CÁDIZ. — Cádiz, que es altamente caritativo
porque es altamente cristiano, y que se enorgu­
llece de tener una perla de tal valía, supo rendir
los merecidos tributos de afecto y respeto al Re­
verendísimo D. P. Albera, e inclinándose reverente
ante la majestuosa figura del segundo sucesor dd
inmortal D. Juan Bosco, le tributó un grandioso?
público homenaje de adliesión y respeto.
L a concurrencia a las fiestas fué extraordina­
ria; el éxito de los actos, brillante ; el programa
íntegra y felizmente ejecutado.
E n la inqx)sibilidad de reseñar la regia recepción
y los imponentes festejos, nos limitaremos a entre­
sacar las notas culminantes de la prensa local.
« En el expreso de hoy (dice e l « Correo de Cádi: >
del-io marzo) llegó procedente de Sevilla el Sup^
rior General de los Salesianos, acompañado de D.
Antonio Candela, Inspector de Andalucía, D. Sal­
vador Rosés, Director del Colegio de Utrera y D.
Clemente Bretto, Ecónomo general ».
« E l fuerte viento reinante no fué obstáculo
para que concurrieran a la estación para recibir al
ilustre viajero numerosísimas personas ».
« Vimos en los andenes al canónigo Provisor
. D. José García, en representación del Exino. S*.
Obispo: la caritativa dama Doña Ana de Viva
fimdadora del Colegio; D. Tomás E. Beltrami y suhijos Auita y I.,uis: D. Ivuis Baral y señora; el co­
mandante de Artillería Sr. Martín y señora: D.
Santiago Valderraraa, coronel de Artillería: D.
Fenrando Aranaz, coronel de Alava; D. Juan G.
Peinan; canónigo D. José Cortés; el Director do!
Colegio Salesiaiio, D. Joaquín Bressán; D. Gu:llemio Alvarez; contador de navio Sr. Gómez Siínico; representaciones de las Comunidades Reli­
giosas y la J unta de antiguos alumnos del C o l^ .
y otros muchos cuyos nombres omitimos en honor
de la brevedad.
« E l P. Albera, se dirigió al Colegio de Extramu­
ros, ocupando el automóvil de D. Luis Baral. En
los automóviles de la Sra. Marquesa de Sto. Do­
mingo de Guzmán, y D. Joaquín del Cu\*illo, y
coches particulares de la Sra. Viuda de MorsIraola, Sevilla, Viesca, V iya y otros, acompañan»
al ilustre vdajero hasta Extramuros la mav’oria de
los señores citados.
« L a entrada del hermoso edificio hubiese re­
sultado de un aspecto brillantísimo, si el dicho»
Levante, enemigo de todas nuestras fiestas, no hu­
biese destrozado la mayoría de las guirnaldas J
artísticas guarniciones, que, hábilmente coloca­
das, formaban una especie de techo en todo el es-

— i6 s —
pació comprendido entre la portada exterior y la
fachada principal del Colegio i.
< En ¿ t a había diversas banderas, apareciendo
engalgados los balcones. E l del centro estaba cu­
bierto con colgadura de los colores nacionales, so­
bre la cual se destacaban los escudos de España,
Cádiz e Italia ».
< Al llegar el P. Albera y sus acompañantes, se
incontraban a la entrada del paseo toda la Comu­
nidad y los alumnos en dos largas filas con su banda
de música a la cabeza; el cura párroco, el teniente

« Acto seguido, los señores que le habían acom­
pañado ofrecieron sus respetos al venerable re­
ligioso, y abandonaron el establecimiento.
« A las cuatro salió nuestro ilustre huésped en el
automóvü del Sr. Baral, acompañado del Director
del Colegio, a saludar al Sr. ObisfX) y a devolver la
visita a la fundadora del colegio Da. Ana de
Viya,
« Por la noche, dado el viento huracanado que
reinaba, no p\ido tener lugar la artística ilumina­
ción proyectada.

C Á D IZ — Grupo de bienhechores con el Superior General.
En el centro Da. Ana de Viya, fundadora del colegio.

de carabineros y numeroso público, que pro­
rrumpió en estruendosos vítores y aclamaciones.
« E l ilustre religioso dirigióse al recibidor de­
piso alto. Los altmmos internos y externos, acomñados de la brillante banda del c o l^ o interpre­
taron un precioso himno; un alumno le dió la bien­
venida y los diminutos artistas tocaron algo de
su bien escogido repertorio.
« El Sr. D. P. Albera, con frases cariñosísimas,
^radedó las atenciones que le habían dispensado el
Sr. Obispo y la fundadora del colegio, para la que
tuvo palabras de reconocimiento; lo mismo mani­
festó a los militares presentes, y a todos en gene­
ral por las molestias que les pudiera haber causado
su visita.

1

♦ E l día I r desde poco después de las siete, eran
muchas las personas que, a pesar de lo cruda que
estaba la mañana, se trasladaron a Extramuros
para asistir a la bendición de la capilla nueva que
presentaba brillantísima perspectiva, luciendo es­
pléndida Duminadón y ddicado adorno.
« A las ocho ante una concurrencia distinguida y
numerosísima comenzó la ceremonia de la bendidón
el P. Albera, asistiendo como ministros D. A nto­
nio Candela. Inspector de la Hética y D. Salvador
Rosés, Director del colegio de Utrera.
« Verificada la bendidón, el P. Albera celebró
la TTii«m de comunión general.
« E l altar parecía un ascua de luces y im rami­
llete de flores. Las severas notas de varios motetes.

— i66 —

magistralmente ejecutados por un nutrido coro de
alumnos, llenaba el ambiente del templo, saturado
de ráfagas de incienso y de murmullos de plegaria.
« Acercáronse a la sagrada mesa centenares de
personas, entre otras la fimdadora del colegio y las
familias de Beltrami y Martín.
« También recibieron por primera vez el Pan de
los Angeles, la Srta. de Súnico y veinte niños del
colegio, los cuales lucían al brazo sus lazos blancos
con flecos dorados.
« A causa del fuerte vendaval no pudo verificarse
la velada literario-musical en el patio dispuesto al
efecto, y tuvo lugar en el salón del teatro, profu­
samente adornado con plantas, guirnaldas, ban­
deras, escudos y trofeos.
* Todas las galerías aparecían también adorna­
das con profusión de banderas, escudos, transpa­
rentes y alegorías.
€ A la izquierda del escenario (prosigue el «Díano») se había levantado im grandioso dosel, bajo
el cual se colocaron cinco regios sillones que fueron
ocupados por el P. Albera, quien tenía a su derecha
al R. P. Bretto y el Coronel de Infantería Sr. D.
P'emando Aranaz, y a su izquierda la caritativa
fimdadora del colegio, el canónigo Sr. D. Fran­
cisco Peiró y Peiró, y el señor Cura de la Parroquia
de S. José.
« RI salón estaba completamente lleno de dis­
tinguidas y aristocráticas familias. Pocas veces ha
podido celebrarse en Cádiz ima asamblea más nu­
merosa y más escogida.
« Todos los números del selecto programa fue­
ron m uy aplaudidos.
< E l joven abogado D. Euis Beltrami, entre nu­
tridos aplausos, pronunció una alocución llena
de vida, en la que reseñó las emprosa.s del salesiano en favor de la niñez y de la humanidad do­
liente; explica luego lo que son los Cooi>eradores salesianos, e invita a todas a cooperar a tan santa obra.
« A l subir a la tribuna el elocuentísimo orador
sagrado canónigo D. h'rancLsco Peiró y Peiró,.es
saludado desde luego con una prolongada ovación,
lis el Sr. Peiró un orador de altos vuelos: su racio­
cinio es vigoroso y transparente, frase sobria y
aniuuula, dicción fácil y distinguida, y ademán
grave y correcto. Su discurso fué una acabada
pieza académica. I^a precisión de las ideas, la luci­
dez de la expasición, la elegancia del período,
arrano;ui continuas y prolongados aplausos.
« lín resumen, fué un tierno saludo al sucesor
del V. D. Juan Boaco, una brillante sínte.sLs histó­
rica de la acción de la Providencia por medio de la
Obra Salesiana enlasvicisitudesde nuestra época,y
un admirable compendio de la alta misión y grande
inüueiicia de la mujer en las iliversas etapas del
cristianismo, y especialmente en nuestra historia
patria.
« Primero en la representación de la chistosa

Zarzuela « Los dinamiteros *, después en la arreba­
tadora « Salve del Molinero de Suiza » y luego en
la amena Serenata los diminutos artistas y sus pro­
fesores obtuvieron verdaderas tempestades de
aplausos.
« A l erguirse la veneranda figura del P. Albera,
para dar las gracias a todos los allí congregados,
la concurrencia, puesta en pie, le escuchó con religioso silencio y coronó sus emocionantes y sen­
tidas frases con una entusiasta ovación.
. « A los acordes del paso doble La gracia de Dios,
desfilaron los invitados ante el venerable sacer­
dote, besándole la mano y reiterándole todos sus
respetos; muy satisfechos de las atenciones reci­
bidas y muy agradablemente impresionados.
« A las seis y
despidieron los invitados, re­
gresando a Cádiz en carruajes, automóviles y tran­
vías, gratamente sorprendidos por las atenciones
que les fueron dispensados por los Padres Salesianos, y admirados de la exquisita bondad que
para con todos tuvo el amable sucesor de D. Bosco.
« E l Sr. Obispo visitó esta tarde al ilustre hués­
ped y prometió asistir mañana a todos los actos.
Por su delicada salud no pudo hacerlo hoy, como
él deseaba.
^
« Numerosísimas y distinguidas personas y
entidades locales acudieron la mañana del 12
a rendir su tributo de adhesión y afecto al P. Albera; mereciendo especial mención el Exmo. Sr,
Gobernador de la Provincia y el Real Cónsul de
Italia.
* A las rr y % salió el P. Albera, acompañado
del Director del Colegio, en el automóvil del Sr.
Baral a devolver la visita al Sr. Obispo y al
Sr. Alcalde, D. Ramón Rivas.
i L a respetable dama Da. Ana de Viya, dice el
« Diario Conservador », obsequió el 12 en el cole­
gio de los salesianos con un ahnuerzo al Superior
General R . P. Albera y a distinguidas personali­
dades gaditanas,
« Concurrieron además de la Sra. de Viya y del
P. Albera, el Alcalde D. Ramón Rivas, el Dipu­
tado a Cortes D. Imis José Gómez y su señora, los
canónigos Sres Peiró y Cortés, D. Tomás E. Beltranii y sus hijos Ana y Luis, D. Luis Baral y se­
ñora, el coronel de A lava Sr. Aranaz, contador de
navio D. Francisefe Gómez Súnico, el concejal DPedro Lacave, notario D. José Bedoya; los Re\erendos Padres C. Bretto, A. Candela, J. Bressán,
S. Rosés, I. Marchante, L. G. Sampere, E. Biróu,
P. Barba y los Superiores del mecionado Col^».
« E l almuerzo a cargo de la Cervecería Inglesa
fué excelente y al servirse el Champagne pronun­
ció un elocuentísimo brindis el P. Peiró.
« Al terminar el almuerzo la banda interpretó
escc^das composiciones y en el patío se dieron
muchos \nvas al P. Albera, a Doña Ana y al Mcalde.

lia

— i í >7 —
« A las cuatro de la tarde, continúa el « Diario
Conservador » comenzó la velada, concurriendo
a ella el ilustrísimo Sr. Obispo, quien ocupó
el puesto preeminente en la presidencia del acto,
acompañándole en el R . P. Albera, Da. A na de
de Viya, D. Luis I. Gómez, los sacerdotes y reli­
giosos antes citados y demás personalidades con­
currentes al acto. Lo más selecto de Cádiz estaba
allí dando realce con su presencia a la solemnidad.
Era hoy mayor el número de personas que ayer.
La banda y los artistas cumplieron admirable­
mente.
* Concluidas todas las fiestas que se organi-

a su terminación brindaron algimos de ellos por el
P. Albera, por la Congregación Salesiana, por el
Papa, por Da. A na de V iya y por el Director del
C o l^ o .
* E l P. Albera con demostraciones de compla­
cencia, cariñosas y dulces palabras, agradecía los
brindis que en su honor se hacían *.
De la despedida dice el « Diario de Cádiz •: —
« Para despedir en la estación al Superior General,
salieron en formación los niños internos, con sus
profesores.
* A las cuatro abandonó el colegio el P. Albera
dirigiéndose a la e.stación, seguido en automóviles

C Á D IZ — E l R v . Sr. D. Pablo Albera con los alumnos internos de la casa.

zaron en honor del Superior General de los Salesianos, dice el Diario de Cádiz, éste dedicó la ma­
ñana del 13 a realizar varias visitas de despedida
y a recibir a los que con tal objeto pasaron a su
residencia.
: Dirigióse primeramente al palacio del Sr. Obis­
po para despedirse de S. E.
« Estuvo después en el Gobierno civil, devol­
viendo al representante del Gobierno la visita que
ayer le hiyrt en su residencia. Dirigióse por úl­
timo al domicilio de Da. Ana de Viya, despidién^ose de la respetable fundadora del hermoso co­
legio.
4E l almuerzo de hoy fué ptiramente íntimo, sen­
tándose también a la mesa invitados, la Junta de
los antiguos alumnos del Colegio y otros varios;

y carruajes por aristocráticas familias, los Supe­
riores del Colegio y la J im ta de los antiguos alum­
nos.
« A la estación acudieron a despedirle muchas
y distinguidas personas: entre ellas Da. Ana de
Viya, provisor eclesiástico Sr. Deulofeu, Sr. Alcalde
D. Ramón Rivas, canónigos Sres. Cuervo y Peiró,
representadoaes de las Comunidades Religiosas,
D. Luis Alvarez Ossorio, D. Tomás E. Beltrami y
sus hijos Da. Ana y D. Luis, D. Luis Baral, y se­
ñora. D. Guillermo Alvarez; coronel de Infantería,
Sr. Arauaz; coronel de Artillería, Sr. Valderrama;
teniente de Carabineros, Sr. Núñez; Dr. D.Pedro
L . Lacave; Sr. Santasilia, cónsul de Italia, y otras
Tm«^hi<íma«» personas de alto prestigio y valia.
< E l P. Albera reiteró las gradas a todos y repe-

— i68 —

tados por más de ochenta jinetes, por aquella pin­
toresca serram'a. En la explanada del Molino, los
esperaban los superiores, estudiantes y novicios
de la casa salesiana con
numeroso gentío que re­
petía los vivas y aplau­
sos, encaminándose al
c o l^ o por el paseo de
las Acacias. A l pasar
' bajo el ar<X) triunfal,
resonaron entre nuevos
vivas y aplausos las no­
tas de la marcha real.
IX)S jinetes fueron obse­
quiados con espléndida
meri<inda, y terminado
el desfile, comenzó la
recepción con un himno
al cual siguió un di^uiso
de uno de los estudian­
tes. E l P. Albera les
dió las gracias, manife­
stando la grata impre­
sión que le había he­
CARMONA (Sevilla) — Llegada de ouestro Soperlor en la estación.
cho el encuentro de la
cabalgata, reprodución
de escenas bíblicas.
está siendo objeto de los elogios y alabanzas de la
E l sabado, 15, tuvo lugar la velada homenaje.
prensa, (jue ^xme en movimiento las comarcas que
visita. <jue se cautiva el aprecio y la estima gene­ Inútil es repetir aquí lo que hemos dicho en otras
ral, y (pie deja en pos de sí uiia blanca estela, sím­ relaciones. Todo muy lindo y lindamente ejecu­
tado. E l brillante discurso del presbítero salesiau©
bolo de la gran aureola de las enmieiites virtudes y
sublimes dotes del,
bajo todos conceptos,
digno sucesor del V.
D. Juan Bosco *.

tió Cjue va satisfechísimo de su estancia en Cádiz.
<i Entre delirantes ovaciones, termina el Diario,
te despidió al ilustre huésped que, hace meses.

S. JOSÉ DEL VALLE

(Sevilla) — Después un
recibimiento triunfal
en Jerez, se dirigió el
14 de marzo nuestro
Hmo. Superior a S.
J osé del Valle para v i­
sitar la casa de forma­
ción allí establecida.
K 1 pueblo de S. José,
en cmruajes y caba­
llerías había salido a
su encuentro a varios
kilómetros de la poblacúSu: a la cabeza
CAR.líONA (Sevilla) — Despedida.
de todos estaban el
Sr. Cura Párroco y el
Dr. D. Jo.sé Torrens arrancó muchísimos aplauso*.
Sr. Guerra en representación de la alcaldía. DesE l 16, domingo de Ramos, se celebraron los oficios
jiués de los vivas, aplausos y saludos de costumdel día en la iglesia parroquial, oficiando de preste
iire, subió de nuevo al automóvil del Sr. Garvey,
nuestro Superior (jeneral. L a procesión de los ra­
y entre estruendosas aclamaciones y continuos
disparos de cohetes, siguieron el camino, escol­ mos llegó hasta el colegio, poniendo el bravio

— it>9 —
paisaje un marco grandioso al poético cuadro.
Honraron la mesa de los salesianos, haciendo co­
rona a nuestro queridísimo Superior, D. Rafael
Romero, y los médicos Dr. Fabra y Porrúa, el Sr,
Párroco, el Sr. Tujillo, el Sr. Guerra con otros in­
vitados, los superiores salesianos y los estudiantes
de primero y segundo curso. A los brindis el Sr.
Cnra-párrocó, d Sr. Porrúa y sobre todo el abuelito
de los salesianos, D. Rafael Romero, ensalzaron
con gran elocuencia la obra salesiana y a su Su­
perior allí presente; éste les manifestó su profundo
ígradecimiento, observando que en otros sitios le
habían recibido con más pompa y solemnidad
erterior, pero no con más cariño.

mente Bretto, Ecónomo general de la orden, don
Antonio Candela, inspector de Andalucía y don
Federico Pareja, director del colegio de San B e­
nito de Sevilla. Desde mucho antes de la hora de
la llegada del tren, hallábanse la estación y sus al­
rededores invadidos por inmenso gentío. Eiv los
andenes vimos a 1117a comisión del ANnnitaiuiento
compuesta por el alcalde don José del Valle, y los
concejales don Manuel Jiménez y don.
cisco de la Barrera; el digno Juez de instrucción
don I<uis de la Sem a; el coronel de la zona don
Angel Fernández con el comandante don Tomás
Valiente; el señor Arcipreste don Francisco Rodrí­
guez Ríos; los curas párrocos de Saiv Pedro y Son

CARMONA (Sevilla) — Ei Rvmo. Sr. D. Pablo Albora entra ea el colcflo acompafiado de las autorldadea.

Toda\na después de la cena continuaron los es­
tudiantes derramandó en hermosas composiciones
y cantos el afecto filial que el venerando Padre les
inspiraba: y esta manifestación se acentuó más en
la comida del último día, reproduciéndose la es­
cena de lá despedida de S. Pablo, como la llamó
uno de los oradores.
A l ponerse-en marcha el antomóv'il. multitud
de colonos le acompañaron hasta muy lejos de S.
José; el Sr. Cura-Párroco y los Superiores llegaron
hasta la Parada, donde se separaron definitivamente
con visible emodón.
CARMONA (Sevilla). — Tomamos del r Correo sev\Uano Vdel 26 de marzo:
« A yer llegó a esta ciudad el R. P. Albera, acom­
pañando al venerable apóstol salesiano don Cle-

Bartolomé don José María Molina y don Antonio
González; todos los coadjutores y clero particular;
y a más. había muchas personas distinguidas que
nos es imposible recordar.
A l entrar el tren en ^ u ja s, las campanas de las
iglesias hicieron im repique general y la muclicr
dumbre se apiñaba para contemplar la respetable
figma del virtuosd'Sacerdote.
Este tomó asiento en im carruaje con el señor
Alcalde, señor Arcipreste-y don Fermín Molpeceres,
director de este Cdegio salesiano; las demás
autoridades ocuparon distintos coches particula­
res, que eran de don José Gavira Sanjuán, don Luis
Tormo, viuda de Couradi, viuda de Pérez Camiana,
viuda de Méndez, don José Valverde, don Manuel
MarÜnez Chacobo, dcai Antonio Fernández, don
Antonio Barrios Cabrera, don Rafael García y don

— 170 —
Antonio Cuesta, recorriendo las calles hasta la
iglesia de Santiago, donde estaba la banda de mú­
sica infantil salesiana, penetrando en el templo el
padre Albera y su acompañamiento a los acordes de
la Marcha Real; una vez dentro se cantó el Te Deum
entonado por el reverendo Padre, el cual dió la ben­
dición al pueblo con el Santísimo.
Después entró en las Escuelas Salesianas por
un patio, donde se había levantado im arco triun­
fal que d ecía: ¡Viva D. A lb era!
Despedidas las autoridades y cooperadores, salió
el Padre Albera en carruaje, acompañado de don
Clemente Bretto y don Fermín Molpeceres, para vi­
sitar al anciano sacerdote don Antonio Crespo, que
se encuentra gravemente enfermo. Hoy, por la
mañana, dijo una misa rezada en la iglesia de San­
tiago; administró la comunión general, dirigiendo
una sentida plática a los nimierosísímos fieles que
llenaban el templo; después entraron muchas se­
ñoras en la sacristía para que el General de los Salesianos bendijera sus rosarios. *
«I,a tarde del ¿5, continúa el mismo diario en otro
número, se celebró en el teatro de las Escuelas Sale­
sianas la velada músico-literaria enbonor del Padre
Albera. A pesar de lo lluvioso y desapacible del
tiempo, el amplío salón hallábase lleno de señoras
y respetables personalidades.
A l penetrar el venerable sacerdote fué saludado
con ima nutrida salva de aplausos. Comenzó la
velada con un alegre pasodoble titulado«Miramar *.
El programa se ejecutó brillantemente.
E l discurso del señor Molina, cura de las parro­
quias de San Pedro y San Sebastián, fué la nota
más saliente de la velada. Empezó pidiendo un
aplauso para el Padre Albera, que el público le
tributó con entusiasmo; después saludó al vene­
rable General de la Orden Salesiana, en nombre de
Carmona y ensalzó en párrafos elocuentes la virtud
y sabiduría del ^asajado. Fué muy aplaudido.
A l finar la velada el Padre Albera, muy emocio­
nado. dió las gracias ix>r las atenciones de que ha­
bía sido objeto y (jue quedaban grabadas en su co­
razón.
La despedida del itisigne ajxSstol ha sido tan ca­
riñosa como el recibimiento.
Muchas cosas de la carrera ludan en sus bal­
cones colgaduras.
banda infantil bajó a la estación tocando ale­
gres pasodobles.
E l Padre Albora llegó en un coche con el Alcalde
don José del Valle, el señor Arcipreste y el presbí­
tero señor Mortinez Gómez; las demás autoridades
llegaron en carruajes cedidos por particulares.
Hasta que el tren marchó la nuisica interpretó
escogidas composiciones.
Al partir el tren la banda salesiana tocó la mar­
cha real, y se dieron vivas al venerable sacerdote a
quien desamos un feliz viaje.

E l desfile resultó brillante, presentando la calle
González Girón un bonito golpe de vista ».

I ASOCIACIÓN DE EX-ALMNOS. ^
SEVILLA.— Los antiguos alumnos sevillanos se
reunieron el 13 de abril en el colegio de la Trinidad
para celebrar la fiesta de su Patrono, S. José.
Dando muestras de acendrada piedad, recibieron
en gran número la comunión de manos de Sr. Di­
rector P. Giorgi. En la misa solemne de las diez
les predicó un instructivo sermón el P. Sánchez y
luego se reunieron en ágape fraternal.
Según dice E l Correo de Andalucia, la mesa presi­
dencial la ocupaban, además del Inspector don Anto­
nio Candela y el Director de la Casa, varios profe­
sores de la misma y cooperadores invitados al acto.
Uno de los antiguos almnnos pronunció un sen­
tido discurso, concluida la comida, recordando c»n
frases de cariño, que fueron muy aplaudidas, al
antiguo Inspector don Pedro Ricaldone. y dedi­
cando palabras de agradecimiento a los actuales
Superiores, que procuran con estas fiestas reunir a
sus antiguos discípulos, estrechando así los lazos
de amistad que empezaron en la niñez.
Invitado a hablar el entusiasta cooperador y ca­
tedrático de la Universidad, don Manuel Sánchez
de Castro, lo hizo con el gracejo y elocuencia en él
característicos, arrancando nutridas salvas de
aplaiisos y enalteciendo el entxisiasmo de los alum­
nos, en especial al exponer el concepto de Patria,
que lo hizo de una manera magistral, y al tocar la
cuestión candente de la enseñanza del Catecismo
en las escuelas.
E l Sr. Inspector con frases nacidas del corazón,
dió las más expresivas gracias a los jóvenes y coo­
peradores que habían asistido al acto y a los qiie
habían hecho uso de la palabra.
Por la tarde pasaron un par de horas de regoci­
jado entretenimiento en el salón del colegio, eje­
cutando un ameno programa en el cual sobresalió
el duetto de bandurria y guitarra y clarinete. Luego
se despidieron de sus queridos maestros con la pla­
centera emoción cien veces repetida y cien veces
deseada de vivir un día más entre sus bienhechores.
CIUDADELA (Menorca).— E l Sr. Director del co­
legio salesiano de Cindadela, P. Olivazzo, ha reci­
bido una carta de la Habana que publica « Nuestro
Auxilio * y que nosotros reproduciremos, porque
la creemos muy provechosa para nuestros exalum*
nos. Ix» sentimientos en ella manifestados hablan
muv alto en favor de la educación recibida y hon­
ran en gran manera a esos antiguos alumnos tan
dignos por tantos conceptos de alabanza e imita­
ción.

— 17* —
Habana, 14 de febrero de 1913.
Reverendo Padre Director del
Colegio Salesiano de Cindadela.
Sr. Director: Conocedores de los muchos e in­
discutibles beneficios que a nuestra Ciudadela
reporta el Colegio de su digna dirección, y que­
riendo coadyuvar y demostrar nuestras simpatías a
esa obra de patentes resultados, tenemos el gusto
de acompañarle un giro a la or. de Vd. y c. del
Banco de Menorca, por valor de Ptas. 50, cantidad
que esperamos remitirle mensualmente y en la
misma forma, para que sea destinada al sosteni­
miento de ese centro docente.
Aunque lejos de nuestra querida patria chica,
sentimos al luiísono y estamos identificados con
las aspiraciones y deberes de ese pueblo. I«a ge­
nerosa cruzada contra la ignorancia a que Vds.
consagran toda su vida y entusiasmo, tiene que
merecer el aplauso de tirios y troyanos; pues na­
da hay en la vida más meritorio que educar a los
hombres de mañana. Por nuestra parte no hemos
titubeado en aportar a la obra de Vds. nuestro
pequeño óbolo; pues la obra por Vds. desarrollada
sobra de amor y de paz. de civilización y progreso;
3bra santa en que el maestro tiene que moldear y
dirigir los espíritus de modo que esos ciudadanos
Idel porvenir sepan hacer fuerte y próspera a CiuIdadela y ayudar al eugrandecimiento de España
Itoda.
Somos, Sr. Director, sus tnás fervientes admijndores.
\^fael Mercadal y Juan
Juan Comella
Domingo Molí
Antonio Bagar
Francisco Pons
Luisito Mercadal y Pomar
José Bagur
José Triay
Adolfo Mercadal
José Anglada. ■

CIbros regalad o s a n u eslra Redacción.
|0e B. Herder, Librero editor Pontifício; Friburgo de Brísgovia - Alemania.
lalUdóa de Cristo px>r Fr. Tom ás de Kem pís. TraIdocción española de Fr. Luis de Granada, según
|h primera edición hecha en Sevilla en 1536. SeIrúda de oraciones y ejercicios religio.«'os. Con la
Improbación de los E xm os. e lim os. Sres Arzobispos
[lie Friburgo y Valladolid. En-24®.: 1 3 x 7 1 / , cm.
]
y 488 págs. y dos estampas.)
N. 31, T ela, cortes blancos F r. 1,50 — N . 35.
Tda, cortes dorados F r. 1,90 — N . 93, Cabra, cortes
forados, Fr. 2,75 — N . 94, Cuero de Rusia, cortes
ados, Fr. 3,25 — N . 98. Becerro pulido, cortes
los, Fr. 4,25 — N . 240, Becerro pulido, acol­
lo, ccHtes dorados, F r. 4,50 — N . 426, Becerro

pulido, acolchado, con adornos, cortes dorados
f r . 5,75 — N . 504. Becerro pulido, cortes dora­
dos superfinos, F r. 4,75.
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necesidades de la Época presente por el l'adre
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española por Guillerm o Jünemann. Con la A p ro­
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zobispos de Bogotá, Buenos A ires, Burgos, F riburgo
y Obispo de Madrid-Alcalá, Segunda Edición ente­
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1 2 x 7 cm . (X V I y 452 págs.).
Impreso en papel finísimo con tipos muy claros
y en tamaño cóm odo, este libro se vende en varias
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elegantes, a saber: N. 34, T ela, cortes encarnailos»
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El Aa{cl 4 e la Primera Cotnanlóo. Curso de instruc­
ciones y prácticas preparatorias para este acto d e
la vida cristiana por el Presbítero Rodolfo V ergara
Antúnez. Cuarta edición, aumentada, aprobada por
el Exm o. Sr. Arzobispo de Friburgo, con un gra­
bado. E n-i6, 1 5 x 9 cm . (X X IV y 462 págs.). En­
cuadernado en tela, F r. 4,20 — En cuero, cortes
dorados, Fr. 5,75.

MEMORIAS BIOORÜFICAS
DE MONS. LUIS LASAGNA
CAPITU LO X L IX .
Tres nuevas fundaciones — Los preparativos de la
salida — Vacilación inexplicable — En la ca­
pilla del iaslUuto de Quaratía^uetá — Los pre­
sagios del corazón — Nunca estuvo tan indeciso
— Hechos y palabras de color oscuro — Los
percances de un convoy — ¿Intencional o causalmente? — Tristeza y silencio — Hombres de
siniestra catadora y sus insultos — Tristes pre­
sentimientos — Una reliquia en broma — Todos
rezando — El mo.Tento del choque y la catástrofe
— Víctimas y salvamento — Escenas desgarra­
doras — La paz del justo en el semblante de
nuestro mártir — Nótese bien.

Nos vamos acercando con azoramiento al ptmto
fatal, tan lúgubre como glorioso, de la vida del
heroico apóstol, dcl adalid de la Iglesia de Dios,
del invicto misionero salesiano, de nuestro malo­
grado obispo Mous. I.a5agna.
Había llegado el plazo fijado desde 1893
la
apertura de «na escuela agrícola en Cachoeira
do Campo y de dos institutos para niñas en Ouro
Preto y Ponte Nova, en el E s ta ^ de Minas Geraes



raes que es el más pdpuloso de toda la República'
■ del Brasil. Para realizar este plan Mons. Lasagna,
despué.s de haber elegido entre los Salesianos y las
Hermanas de María Auxiliadora todo el personal
necesario para las nuevas fundaciones, había dis­
puesto «lue se le reuniesen en Guaratinguetá por­
gu e pensaba, en terminando la misión, acompa­
ñarlos al nuevo campo que la Divina Providencia
se había dignado encomendar a su celo. Al frente
de las religiosas iba Sor Teresa Rinaldi, Visita­
dora del Brasil, justamente encomiada por la am­
plitud de sus miras y por su abnegación en pro
4 e las niñas. Eran en todo diez y siete personas
que, dispuestas a cualquier sacrificio, aguardaban
la orden del Superior para volar adonde la obedien­
c ia las había destinado. Para la salida de los mi­
sioneros con nmibo a Ouro Preto, a la sazón capital
d e.I^ x a s Geraes (capital, trasladada más tarde a
Bello Horizonte), parecía fijado el 4 de noviem­
bre, porque para tal día se había encargado el
v£^ón en que debían hacer el viaje. Pero las gravísima.s tarcas de Monseñor, y más que todo
cierta indecisión a 'que hemos hecho referencia y
<iuc lio se compadecía Con su acostumbrado denueilo y resolución, le indujeron a aplazar la salida
para el día siguiente.
'
lievantáiidose todos de madrugada, antes de ar­
reglar sus maletas, bajáií á la capilla para cmnplir
con sus prácticas de piedad. E l buen Obispo, des­
pués de liaber oído las confesiones de los que se lo
pidieron, quiso a su vez confesarse y celebró con
particular devoción la santa Misa. Después mien­
tras los demás se ocupaban en los preparativos,
conversó largameAte con el P. Carlos Peretto, D i­
rector de la.cash. ele Sánijoaquín'en Lorena. Este
se llenaba de asombro al oírle franquearse con
tanta intimidad,, revelarle ciertos secretos parti­
culares, darle ciertas órdenes: no comprendía por
<|ué le demostraba Monseñor tan tierno afecto
como nunca se lo había demostrado. Más aún: el
l-uen Padre, no acertando a separarse de su que­
rido 1’ . I’eretto qxúso <]ue éste le acompañara du­
rante \m trecho del viaje para continuar la con­
versación. A las diez y inedia se reúne toda la fa­
m ilia religiosa de Guaratinguetá y el Obispo le da
con efusión su bendición postrera. M salir del co­
legio abruza de modo insólito y con particular ter­
nura al P. I'oglino, Director del Instituto de S.
Paulo, y acompañado de sus hermanos se dirige a
la estación. Todos reparan en que su semblante
está, contra su costumbre, velado por una.ligera
nube de tristeza y que en aquel momento también,
e l Misionero, siempre resuelto, se muestra inde­
ciso acerca de si debe partir ó no. ¡Desgraciada­
mente se decidió por la salida!
Kn la estación sul>cn los misioneros a un coche
<le piimcra clase, galantemente cedido por el Mi­
nistro de Agricultura. Dicho vagón tiene diez metroí» de loígo y esta dividido en dos vastos compar­
timientos, el imo para los Salesianos y el otro para
las Hennanas, con una puerta de comunicación,
l ’n homhffe de aspecto siniestro, después de haber
mirado de luto en hito a todos aquellos religiosos
«nientras .«se acomodan en el vagón, extrañando
■ que no esté allí el P. Albanello, pregunta en voz

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baja el motivo, de ello a un empleado. Y como éste
le responde que aquel sacerdote se ha marchado
el día anterior, el desconocido añade: « Es listo el
hombre; pero no importa, y a caerá en el garlito ».
Estas palabras oídas por. una religiosa y referidas
a Monseñor, le convencen de que los que han inten­
tado perturbar la misión de Guaratinguetá están
fraguando, para vengarse, alguna maquinación te­
nebrosa. Es otro sombrío presentimiento que viene
a acrecentar aquella tristeza que y a se ha mostrado
en su semblante al salir del institntó. Sin embargo,
lejos de abatirse, para reanimar los espíritus edia
el lance a broma, exliortando a todos a resignarse
en las manos de Dios, cualquiera que haya de ser
la suerte que los aguarda. Una ferviente jaculato­
ria y una generosa oferta de sí mismo a Dios es la
respuesta de cada uno a las palabras del Obispo.
E n esto el tren se pone en movimiento y a las 5
p. m. nuestros viajeros llegan sin ningún percance
a la Barra do Piray donde tienen que pernoctar
pues no hay tren para continuar el viaje. El día
siguiente, hechas las prácticas' de piedad, Salesia­
nos y Hermanas se encuentran a ptmto a las siete
y media para tomar el tren que, pasando por Lafayette, debe llevarlos a Ouro Preto. Este tren,
debido a la rotiura de rma ruedú llega con tres horas
dé atraso. E s el primer incidente de aquel malha­
dado viaje.
A llí se ejecuta la maniobra para preparar un
nuevo tren, y nuestros misioneros advierten con
extrañeza que dicho convoy es dispuesto con el or­
den siguiente; a la máquina sigue un ví^ón de
carga, luego el de los misioneros,‘en seguida el del
correo y después los otros de primera y segunda
clase. E l P. Albanello que ac^ba de incorporarse a
la comitiva (juéjase con razón al jefe, del sitio se­
ñalado al coche de lo s misioneros; mas el jefe le
oye con la mayor indiferencia y no le hace caso. Y
esta es otra jxarticularidad más que suficiente para
aumentar las penas de nuestros viajeros. ¡Por des­
gracia no ha de ser la ú ltim a!
Finalmente, cuando Dios es servido, sale el tren
con runibo a Juiz de Pora. Nue.vos y maguíficüs.
son los panoramas que se ofrecen a la \'ista de lofl
misioneros en las comarcas que van cruzando; el
calor no es excesivo aunque que se acerca el me­
diodía; ni aun se levÜnta aquel polvo que tanto les
ha molestado en otras partes. Con todo, en aquella
piada'» comitiva reinan la tristeza y el silencio
apenas internmipido por alguna breve picaría.
Diríase que todos sufren mi malestar muy seme­
jante al mareo: ninguno puede dormir ni tomar
alimento. I.a que sufre más es la buena madre Te­
resa y esto recrudece la pesadumbre de sus amadas
hijas. Todas estas congojas se aumentan con tm
espantoso huracán acompañado de incesantes re­
lámpagos y truenos y de ima lluvia torrencial, que
en cierto punto parece v a a detener el tren.
{C oniinuará).

Con aprobación de la .-Autoridad Eclesi.istica:
Gerente: JO SE G.AMBINO.
fcstablec. T ip . d é l a S. A. In t.d é la Buena Prensa
Corso Regina Margherita, N . 176- TG RIN .

Fecha
1913.06