BS_1913_01

Ficha

Título
BS_1913_01
Descripción
Boletín Salesiano. Enero 1913
extracted text
AÑO X X V III - N . I
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Edición de España
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E n ero de 1913
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Via Cottoicngo N.

SUMARIO. — Carta anual del Rdo. Sr. D. Pablo
Albera a los Cooperadores y Cooperadoras . . .
La VI Reunión de los Directores Diocesanos . . 6
El autógrafo del S. P a d r e ....................................
7
Tesoro esp iritual..................................................... 10
Dk n u e s t r a s m is io n e s . — China: Primera visita
a la capital del distrito de Heung-Shan . . .

32.

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^

Libros regalados a nuestra R ed a cció n .................. 17
Gracias de María A u xiliad o ra............................... 18
El Sgdo. Corazón de Jesús cumple sus promesas eii
en el Templo Expiatorio-Nacional del Tibidabo . 21
P o r e l m u nd o s a l u s i a n o : Noticias varias: B arcelona, VigOy B ahía Blanea, Sta. A n a . . . .
23
Memorias biográñcas de Mons. Luis Lasagna . . 26

Carta anual del Rdo. Sr. D. Pablo Albera
a los G o o p e r a d o r e s y C o o p e r a d o r a s .

Benemériios Cooperadores
y Cooperadoras :
^

RA el 8 de octubre de 1863
y "D. Bosco enviaba al­
gunos de sus hijos a fun­
dar el Pequeño Semina­
rio o Colegio de S. Car­
os, en Miraheüo Monferrato, que en
1870 fué trasladado a Borgo S. Martino. E l jefe de la expedición era el
sacerdote T>. Miguel Rúa, el cual
contaba apenas 26 años; y el que tiene
el honor de escribiros esta carta, se
encontraba también entre los primeros
que se alejaban del Oratorio para fim-

dar fuera de Turín el primer Colegio
Salesiano e imitar los ejemplos de cari­
dad y celo del Venerable Padre y Funda­
dor. ¿Quién hubiera dicho entonces que,
en el breve espacio de 50 años, la Pía
Sociedad Salesiana había de tomar un
incremento tan rápido y prodigioso, y
que el humilde infrascripto había de
ser llamado por la divina Providencia
a gobernarla, después de D. Bosco y
de su primer sucesor D. M. Rúa? Per­
donadme, queridos amigos, esta alu­
sión personal, que me da ocasión para
manifestar todo el reconocimiento que
debemos al Señor; creo que ninguno
mejor que los primeros hijos de Don
Bosco puede y debe apreciar las ma­

ravillas de la divina Providencia para
con nosotros.
i Cuántos beneficios incomparables
nos prodiga Dios a cada instante! Re­
cuerdo la confianza con que D. Bosco
sobrellevaba la más duras pruebas, y
me parece oir todavía las palabras, por
él repetidas tantas veces, con que ase­
guraba el grande incremento de su obra.
En efecto, cuando murió, la Pía So­
ciedad Salesiana había abierto muchas
casas en varios sitios; y , siguiendo el
avance apostólico del queridísimo Mons.
Cagliero y del amado Mons. Fagnano, se
había lanzado valerosamente hasta los
confines más lejanos de la Patagonia.
No puedo olvidarme del celo con que
D. M. Rúa procuraba cada día copiar
escrupulosamente la conducta de D.
Bosco; y vosotros bien sabéis como
Dios premió este celo quintuplicando
bajo su dirección nuestras casas. En
cuanto a mí, no puedo menos de repetir
que hoy, como otras veces, los rasgos
amorosos de la Providencia divina se
han hecho más visibles y manifiestos,
y a que la Pía Sociedad Salesiana, a
pesar de la pequeñez de mi humilde
persona, continúa cumpliendo satisfac­
toriamente su apostolado del bien en
uno y otro hemisferio.
No puedo ocultaros, amados Coo­
peradores y beneméritas Cooperado­
ras, la dulce emoción que experimenté
el mes de mayo último, al oir de los la­
bios de los Inspectores del Antiguo
Continente, reunidos en Turín para
tratar los asuntos de nuestros Insti­
tutos, el homenaje más amplio y ex­
plícito a la continua benevolencia de
nuestros Cooperadores.
Poco después, lo pude comprobar por
mí mismo en mis viajes por Francia,
Inglaterra, Bélgica y la Italia septen­
trional y central; por todas partes
me vi rodeado de numerosos gru­
pos de distinguidas y celosas personas,
de toda clase y condición social, que

tienen el nombre y la memoria y de
D. Bosco y de D. Rúa profundamente
esculpidos en el corazón; y admiré,
merced a su apoyo material y moral,
nuestras casas atestadas de alumnos.
También en Valsálice, en la sexta :
reimión de los Directores diocesanos,
Celadores y Decuriones, debí repetir
que el Señor continúa dispensando su
paternal protección a la obra de D.
Bosco y nos ama de un modo intensa­
mente especial, puesto que nos manda
tal sostén y socorro. ¿Y por qué no
recordar también aquella ola de sim­
patía que se levantó de un confín al
otro de Italia, y me atrevo a decir,
del mundo entero, al simple anuncio de
que el Sucesor de D. Bosco, heredero
del espíritu y - el corazón del Vble.
Fundador, había abierto las puertas de
los Institutos salesianos a los pobres
niños prófugos de su patria adoptiva?
¿Por qué no recordar asimismo la fama
creciente de D. Bosco, cuyo nombre y
obras se alaban y propoponen a la
pública admiración e imitación en to­
das las reuniones de beneficencia, má­
xime las que se proponen el bien de la
juventud? Ahora bien, estas múlti­
ples manifestaciones de estima y afecto,
estas espléndidas prendas de constante
benevolencia que continúa recibiendo
en todas partes la Congregación Sale­
siana, son, a mi juicio, otros tantos fa­
vores celestiales. Así que, la coopera­
ción aumenta; y al mismo tiempo que
el buen ejemplo se difunde, los Hijos
de D. Bosco pueden llevar a cabo nue­
vas empresas a mayor gloria de Dios
y salvación de las almas.

Resumen de 1912.
También este año que acaba de pa­
sar hemos tenido el consuelo de hacer
nuevas fundaciones.
E n VerceÜi (Italia), en el populoso
barrio de la estación, se erigió, merced

— 3 —

al celo pastoral del Sr. Arzobispo,
Mons. Teodoro Valfré, una hermosa
iglesia parroquial cuyo servicio ha en­
cargado a los salesianos, los cuales han
abierto además un Oratorio festivo.
En Saluggia, ciudad de la misma archidiócesis, cediendo al celo caritativo
del Párroco, hemos aceptado la direc­
ción del Oratorio festivo, que se debe
a la generosidad de un antiguo alumno
de D. Bosco.
Para favorecer mejor las vocaciones
al estado eclesiástico en los jóvenes ale­
manes, ha sido trasladado al Imperio
Austro-húngaro, iyernsee, Stiria) , el
Colegio germánico de Penango Monferrato; ios locales de éste se destina­
ron a los adultos italianos que aspiran
también al estado eclesiástico. Así la
Obra de María Auxiliadora, tan querida
de D. Bosco y tan oportuna en nues­
tros tiempos, tendrá con la ayuda de
Dios mayor incremento.
Poco lejos de Nueva York, PortChester, hemos aceptado ima impor­
tante parroquia para la asistencia de
númerosos emigrados italianos y po­
lacos.
El 23 de marzo llegaron a Granada,
Nicaragua, algunos Salesianos los cua­
les tomaron la dirección de una escuela
pública y al mismo tiempo comenza­
ron la construcción de un edificio des­
tinado a Escuelas Profesionales. F i­
nalmente, debido al celo de Mons. Pau­
lino de Acevedo, hemos vuelto a abrir
en Macao (China) el «antiguo Orfano^
trofio de la Inmaculada, conservando
además la Misión en el vasto distrito
de Heung-Shan que promete y a con­
soladores frutos. Si al lado de estas
fundaciones quisiera enumerar tantas
construcciones de nuevos brazos de
edificio, reclamados por el desarrollo de
los institutos y a existentes, de nuevos
oratorios festivos e iglesias en las
casas, os admiraríais, beneméritos Coo­
peradores, de tanta audacia y al mismo

tiempo de tanta confianza en la divina
Providencia y en vuestra generosidad.
No puedo pasar por alto, sin em­
bargo, algunas iglesias o capillas abier­
tas al culto divino, por ejemplo, la de
la Inmaculada en Puntarenas para aten­
der al servicio espiritual de aquella in­
dustriosa población que cada día va en
aumento; otra, dedicada a S. José, en
Manga, Uruguay, y una tercera en
Londres, en honor de María Auxilia­
dora, para recuerdo del X X V año de
la entrada de los salesianos en Ingla­
terra. Me creo obligado también a
mentar el oratorio festivo « Andrés
Beltrami » que se construye en Talca,
Chile; el santuario de María Auxilia­
dora comenzado en Concepción y la.
reconstrucción fehz del colegio de esta
ciudad de la misma república destruido
por un incendio; el gran templo de la
Inmaculada del Instituto «Juan Bosco»
también en Puntarenas; la iglesia pa­
rroquial de Rawson en el Territorio del
Chubut; el santuario de María Auxilia­
dora en Cuyahá, Matto Grosso; y la
nueva iglesia del colegio de S. Joa­
quín en Pernamhuco, Brasil; dejando
a parte, para no recordarlos de nuevo,
el santuario del Sdo. Corazón de Jesús
en Casal Monferrato, y dos templos
monumentales, uno en Florencia en
honor de la Sgda. Familia, y otro, en
honor también del Sgdo. Corazón, so­
bre el Tibidabo junto a Barcelona,
el cual recomiendo particularmente a
vuestra exquisita caridad.
A todas estas obras, añadid los gran­
des gastos ordinarios para la conser­
vación de tantos institutos y la ma­
nutención de los que los habitan, ade­
más de los dispendios extraordinarios
que hemos debido hacer este año para
enviar una nueva Expedición de M i­
sioneros, y vendréis en conocimiento,
piadosos Cooperadores, del empleo de
vuestras limosnas.
Y puesto en este orden de ideas.

— 4

séame permitido enviar a S. B . el Car­
denal Maffi, Arzobispo de Pisa, ima
palabra de admiración por su generosa
iniciativa en favor de Pisa Marina.
E l se puso a edificar en aquella nueva
ciudad, que tanto la necesita, una igle­
sia que se dedicará a la poderosa A u­
xiliadora de los Cristianos, confiándola
a los pobres Hijos de D. Bosco. Nuestros
buenos Cooperadores harán ciertamente
con nosotros los más ardientes votos
para que la obra sea llevada pronto a
su término; y estamos seguros de que,
en cuanto lo permitan sus fuerzas, se­
cundarán el celo de Emo. Príncipe de
la Santa Iglesia.

Propuestas para 1913.
Para el año, al cual Dios mediante
hemos llegado, dos cosas quisiera re­
comendaros calurosamente. E l nuevo
año señala el XVI® centenario de la liberdad y de la paz dada a la Iglesia
por Constantino, mediante el recono­
cimiento oficial del Cristianismo y de
los derechos esenciales inherentes a la
sociedad cristiana, con el edicto de Milán
en la primavera del año 313, y a nos­
otros nos recuerda también el quincua­
gésimo de la expansión de la Obra salesiana y el vigésimoquinto de la muerte
de D. Bosco. Por ambas cosas 110 debe
pasar inadvertido el año 1913.
Para conmemorar dignamente el
gran hecho primero, me sería muy
grato que cada Cooperador y Coope­
radora se propusiese cooperar del mejor
modo que le sea posible al pleno triimfo
del espíritu de Jesucristo en la propia
alma. « Fin fundamental de los Coope­
radores Salesianos » escribió D. Bosco
en el Reglam ento, « es hacer bien a
sí mismos mediante un tenor de vida
que se asemeje en cuanto sea posible
a la vida común». Según este programa,
el S. P. Pío X , que a pesar de los cui­
dados del gobierno de toda la Iglesia

nos da tantas pruebas de paternal in­
terés, en su precioso autógrafo del ii
de agosto último, inculcaba a todos los
Cooperadores « mantener y aumentar,
si cabe, en sí mismos el espíritu de N.
S. Jesucristo, para la propia santifi­
cación, a fin de poder después aplicarse
a la salvación de la juventud, al cui­
dado de las vocaciones eclesiásticas y
religiosas, a la difusión de la buena
prensa, a la erección de oratorios fes­
tivos y a difundir la obediencia, el
amor y la devoción a la Iglesia y al
Papa ».
« E s muy inexacta » observa Mons.
Morganti en el Manual de los Coope­
radores Salesianos, « la opinión de
aquellos que hacen consistir la coope­
ración salesiana solamente en ayudar
al prójimo... Un cooperador que sea
negligente en la propia santificación,
menos pensará en la de los demás....
Cuando más, podrá conmoverse ante
las necesidades físicas y sociales; pero
por pura filantropía, no en virtud de la
caridad sobrenatural que animó á D.
Bosco y debe informar todas sus obras
y el trabajo de sus cooperadores...
Cuidemos, pues, cada uno de nosotros de
reformar, donde sea necesario, nuestra
conducta, enfervorizarnos en las prác­
ticas de piedad y adornar nuestra
alma con todas las virtudes cristianas
propias de nuestro estado; que así,
además de salvamos nosotros, nos ha­
remos aptos para salvar a los demás ».
Para recordar, después, el cincuente­
nario del primer desarrollo de la Obra
Salesiana y el vigésimoquinto año de
la muerte de nuestro inolvidable fun­
dador, os ruego, beneméritos Coope­
radores, que dirijáis vuestra caridad
a consolidar todas nuestras obras que
tengan necesidad de vuestra a50ida.
Nuestros Oratorios festivos, para
que puedan cumplir plenamente y
con fructo su misión providencial en
pro de tantos hijos del pueblo, necesitan

— 5 —

siempre nuevos atractivos y por lo
mismo continuos gastos.
Nuestros Colegios, en los cuales se
han recogido y mantienen gratuita­
mente gran número de huérfanos y
jovencitos abandonados, aunque no
disminuya la ordinaria caridad que los
socorre, por el mero hecho-del encare­
cimiento de los víveres más indispen­
sables, se encuentran todos en gran­
dísima estrechez. También nuestras
Escuelas Profesionales, por más que
dejen suponer algún lucro, gravan
cada vez más el pasivo de nuestro ba­
lance, atendidas las exigencias siem­
pre nuevas para la completa formación
en los oficios modernos y el carácter
eminentemente didáctico de dichas es­
cuelas.
Los mismos colegios, que tienen pen­
siones tan módicas, se ven también,
mis buenos Cooperadores, en el caso
de ser socorridos con vuestras limosnas.
¿Y qué diré de las Misiones? En la
Patagonia solamente más de 29 cen­
tros, poblados por más de quinientos,
mil, dos mil y aun tres mil habitantes,
ven al misionero cada dos o tres años;
y tendrían necesidad de servicio reli­
gioso permanente. En el Euador, la
muerte de varios generosos misioneros
ha dejado sin recursos aquella pobre
Misión; en el Matto Grosso muchos
Bororos piden establecerse en nuestras
colonias, y nuestros hermanos no pueden
contentarlos, porque están muy esca­
sos de personal y de medios indispen­
sables para proveer a su mantenimien­
to. De la Misión de la China, me escri­
ben que se siente demasiado vivo el
dolor de no poder rescatar tantas al­
mas, únicamente porque no hay di­
nero, y en tanto urge también la nece­
sidad de edificar \m orfanotrofio para
tantos niños y niñas abandonados.
Pues bien, beneméritos Cooperado­
res y bondadosas Cooperadoras, este
año dirigid enteramente vuestra cari­

dad a socorrer nuestras obras, a con­
solar a tantos hermanos nuestros, los
cuales se ven dolorosamente obligados
a emplear la mayor parte de su tiempo
y actividad en remediar cada día sus
grandes estrecheces.

Conclusión.
Por nuestra parte, no seremos in­
diferentes a los sacrificios de vuestro
buen corazón. « Todos los sacerdotes
repetiré con D. Bosco, todos los clé­
rigos, todos los niños recogidos y edu­
cados en las casas de la Pía Sociedad
Salesiana, alzaran al cielo por la ma­
ñana y por la noche especiales oracio­
nes por sus bienhechores. Por la ma­
ñana y por la noche invocarán con ora­
ciones a propósito las divinas bendi­
ciones sobre vosotros, sobre vuestras
f amilias, vuestros parientes y amigos.
SupHcarán al Señor que conserve la paz
y la concordia en vuestros hogares;
que os conceda salud y vida feliz; que
aleje de vuestras casas las desgracias
espirituales y corporales, y que a todo
esto añada la perseverancia en el bien,
y, lo más tarde que plegue al Señor, os
conceda una santa muerte. Si por for­
tuna en nuestra vida mortal tenemos
la dicha de vemos... entonces recor­
daremos con alegría los beneficios re­
cibidos y respetuosos nos descubri­
remos la cabeza en señal de imperece­
dera gratitud en la tierra, mientras
Dios misericordioso os tendrá asegu­
rado el premio de los justos en el cielo, p
Que estos v o to s , estos deseos, que
yo transcribo sentado ante la mesa
sobre la cual brotaron directamente del
gran corazón del Vble. Padre y Maes­
tro, tengan especialmente este año
memorable su entero cumplimiento.
Acordaos por vuestra parte en vues­
tras oraciones del que tiene el honor
de ofrecerse vuestro afmo.
P. A L B E R A .



6

-

La Vi Reunión de los Directores Diocesanos.
celebró, como dijimos en otro núk3l*l mero, en Valsálíce, jimto a la tumba
_____ de D. Bosco. Todas las diócesis del Piamonte estaban dignamente representadas y no
faltaron representantes de las demás regiones de
Italia.
Muchos llegaron el día anterior hospedándose
en el Colegio de las Misiones extranjeras de Valsálice, donde los recibió D. Pablo A lb era ; D.
Esteban Trione dió aquella noche una conferen­
cia con proyecciones luminosas sobre las Obras
Salesianas. L a mayor parte llegó el día siguiente
por la mañana. Se veían muchos Prelados, V i­
carios Generales, Canónigos y otros eclesiásticos
ilustres sin que faltaran seglares activos, coope­
radores eximios de las Obras de D. Bosco.
La asamblea se abrió a las 9,30 a la llegada del
Emhio. Card. Richelmy, Arzobispo de Turín,
que siempre se muestra bondadoso con los hijos
de D. Bosco.
Terminada la salva de aplausos a que dió lu­
gar la entrada del Emmo. Purpurado y después
de haber rezado una oración, el secretario D.
E. Trione dió lectura al autógrafo del Padre Sto.
El P. Albera había anunciado desde los pri­
meros meses al Vicario de Jesucristo la reunión
proyectada, implorando una palabra de aliento
y la bendición apostólica para los futuros Congressistas y para todos los Cooperadores.
«.....Como Vuestra Santidad bien sabe — de­
cía — los Cooperadores Salesianos son como los
Terciarios nuestros que, además de procurar la
propria perfección espiritual, conforme a su re­
glamento, se proponen también revestirse del
mismo espíritu y laboriosidad de la Pía Sociedad
de S. l*'rancisco de Sales, para ser como salesia­
nos en medio del siglo, cooperando principal­
mente a la salvación de los niños, al cuidado de
las vocaciones eclesiásticas y religiosas, a la di­
fusión de la buena prensa en el pueblo, a la
erección dé oratorios festivos, escuelas, iglesias,
colegios y asilos, y a cultuivar y difundir por to­
das partes aquel espíritu de adhesión ilimitada
al Papa, que tan a pechos estaba a nuestro Ven.
D. Bosco.
» E ste programa de acción de D. Bosco, con
los sabios consejos, bendición y aprobación del
imortnl Pío IX . atrajo en poco tiempo a la Pía
Union gran número de fieles de todas clases y
países; de modo que el Boletín Salesiano, órgano
de dicha Pía Unión, tuvo que publicarse bien
pronto en varias lenguas.

» Mas los Cooperadores Salesianos no sób
crecieron en número, sino que, gracias a Dios,
crecieron también en generosa actividad soste­
niendo y difundiendo con celo siempre creciente
las obras de la Pía Sociedad Salesiana y las de
las Hijas de María Auxiliadora, fundando y sos­
teniendo por sí mismos oratorios festivos y pa­
rroquiales, escuelas de religión, círculos de jó­
venes, escuelas de día y de noche, escuelas pro­
fesionales, y otras obras innumerables en bien
de los niños y del pueblo. E sta actividad, entre
otras manifestaciones, tuvo también la de va­
rios congresos locales y especialmente seis Con­
gresos generales celebrados con íeliz éxito en el
espacio de pocos años en Bolonia, Buenos Aires,
Turín, Lima, Milán y Santiago de Chile ».
E l Padre Santo se dignó responder con el pre­
cioso autógrafo del cual publicamos facsimile y
cuya traducción es la siguiente:
A nuestro amado hijo el Presbítero Pablo Albera,
haciendo votos para que el V I Congreso de los
Dicretores de la Pía Unión, que se celebrará en Valsálice el 27 de este mes, sirva para mantener y
aumentar, si fuera posible, en todos los coopera­
dores el verdadero espíritu de Nuestro Señor Jesu­
cristo para la propria santificación con la cual
puedan después dedicarse a la salvación de la ju­
ventud, al cuidado de las vocaciones eclesiásticas y
religiosas, a la difusión de la buena prensa, a la
erección de oratorios festivos y a cultivar y defen­
der la obediencia, el amor y la devoción a la Igle­
sia y al Papa, enviamos de corazón la Bendición
Apostólica, extendiéndola con afecto igual a iodos
los hijos de la Congregación y a los bienhechores
y cooperadores de la Pía Unión.
Del Vaticano a i i de agosto de 1912.
P l u s PP. X.
Se envió a S. Santidad un extenso telegrama,
dándole humildes gracias y prometiéndole ili­
mitada adhesión de parte de todos los con­
gresistas, y acto seguido fueron propuestos y
aprobados otros telegramas al Emmo. Card.
Mariano RampoUa del Tíndaro, Protector de
la Pía Sociedad Salesiana y de los Cooperado­
res, y al Emmo. Card. José Calasanz Vives y
Tutó, Ponente de la causa del Ven. D. Bosco,
que celebraba aquel día su onomástico.
Después tomó la palabra el Emmo. Card. Ri­
chelmy:
Haciendo eco a la palabra del Padre Santo,
dejo los diversos puntos de acción que enumera, para

El autógrafo del S. Padre.

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pata tocar uno solo que me ha Uamado la atención
más que los otros; la recomendación de atender a
nuestra propria santificación. S i recordamos las
exhortaciones que el Pontífice reinante dirigió
al Clero y otras recomendaciones suyas más re­
cientes, casi tenemos que decir que el Padre
Santo acercándose al día [que Dios tenga lejano)
en que tendrá que presentarse a D io s, siente
más viva la necesidad de insistir sobre este fun­
damento.

8



de trasmitir a la posteridad los hechos gloriosos dá
Venerable, mientras nosotros hubiéramos creído
que el Venerable había de recibirlo con los brazos
abiertos y besarlo en la frente, se paró y le dijo:
« S i viene para hacerse santo, yo le acepto ; pero no
venga con otro fin ». Y sabemos que aquel sacer­
dote está en camino de hacerse santo y pedimos a
Dios que le ayude a conseguir su intento.
Terminó el ilustre Purpurado invocando las
bendiciones del Cielo sobre el Rector Mayor y

STA. ANA (El Salvador) — Alumnos del colegio de S. José.

Dejo a los Congresistas el desarrollo de los otros
puntos y me limito a esta recomendación: que to­
dos nos ocupemos generosamente en nuestra propia
santificación.
Y con esta insistencia creo interpretar los de­
seos de D. Bosco y D. Rúa. Es la primera vez que
«os reunimos aquí después de la muerte de D.
Rúa; y bien podemos decir que quien ha conocido
los principios de la Obra del V. D. Bosco, quien
ha podido conocer al P . Rúa, quien mira ai P.
Albora, tiene desde luego la íntima persuasión de
que ellos nos invitan a hacertws sanios.
Recuerdaré sólo un hecho. Cuando al Señor iba a
poner al lado de D. Bosco a un sacerdote que había

demás superiores de los Salesianos, sobre los
Congresistas y Cooperadores y sobre toda la
Pía Sociedad.
El P. Albera con breves pero sentidas palabras
le dió las gracias por la bondad y atenciones que
dispensa a los actos salesianos, honrándolos con
su presencia aun a costa de sacrificios.
S. Emcia. se retiró entre las más sinceras de­
mostraciones de reverencia y afecto de los Con­
gresistas y el P. Albera dirigió a estos un sen­
cillo pero afectuoso discurso. Recordó la im­
presión de desconfianza que produjo en los pri­
meros salesianos el proyecto que les presentó
D. Bosco de fundar una asociación tan vasta y

— 9 —
tan bien organizada cual es hoy la Pía Unión
de los Cooperadores.
« Nosotros, decía el orador, quedamos asus­
tados al oir esto: ¿Cómo es posible que nosotros
tan pobres y tan pocos podamos ni siquiera
soñar en llegar a tanto? »
Slas el Siervo de Dios, con la suave energía que
le caraterizaba cuando se trataba de hacer una
obra para gloria de Dios, respondió que el proyec­
to se crealizaría a pesar de cualquier oposición,

tiempo de D. Bosco y del P. Rúa, como des­
pués de la muerte de estos personajes que
atraían con siis virtudes, pues no tienen por objeto
las personas, sino la Obra salesiana que es
siempre idéntica. Termina haciendo votos por­
que el presente congreso sea coronado por fru­
tos tan abundantes como lo fueron los celebra­
dos bajo la presidencia del P. Rúa, y dándoles las
gracias por haberse reunido sin perdonar tra­
bajos ni sacrificios.

ST A . ANA (El Salvador) — Círculo gimnástico r,,U nion“ ,

que la Asociación de los cooperadores sería un
hecho y en ella encontraría la Congregación Sa­
lesiana el más poderoso auxilio para desarrollar
su benéfica acción.
Y la Asociación de los Cooperadores es hoy un
hecho consolador, pues en todos los países se
encuentran Cooperadores llenos de celo y entu­
siasmo por las obras salesianas y su fundador; de
tal modo que, si no hubiera otras, esta sería ima
prueba suficiente de la santitad de D. Bosco.
También la presente reunión, pros^ue el
orador, es tma muestra de este entusiasmo y
acción que han sido siempre lo mismo tanto en

Habla después Mons. Francisco Homodei
Zorini, Director honorario de los Cooperadores
de la Dióceis de Vigévano, dando gracias al P.
Albera y recordando con brío y afecto su pri­
mer encuentro con D. Bosco de lo cual toma
ocasión para ensalzar la misión de la obra sale­
siana en los tiempos presentes.
A continuación el P. Trione comunica varias
adhesinones, entre las cuales está la de Mons. Morganti, Obi^x) de Ravena, la de Mons. Marenco,
Obispo de Massa-Carrara, y la de Mons. Carlos
Salotti.
Hace después una breve relación de la V

r



l O

Reunión y de les frutos que ha dado, y de los
acontecimientos que han tenido lugar desde
aquella época. L a asamblea recibe con satisfacci?m visible el recuerdo del P. Rúa y de la apo­
teosis que recibió el día de su muerte juntar
mente con el de la elección de su sucesor. Da
cuenta de las reuniones y congresos celebrados,
anuncia los nuevos Directores diocesanos y re­
cuerda los que pasaron a mejor vida y los que
han sido elevados a la dignidad episcopal.
Pasa en seguida a la lectura y discusión de
los temas siguientes;
I) Catálogo de los Cooperadores t, inscripción de
Cooperadores nuevos.
II) Acción de las celadoras.
III) Conjerencias y fies'as salesianas.
IV) Procedimientos prácticos para obtener au­
xilios morales y materiales para las obras saltsianas.
V) Monumento a D. Bosco enTurínpara 1915.
VI) Propuestas varias.
K 1 Secretario P. Trione dará a conocer a los
Diretcores, decuriones y celadores, los acuerdos
de la reunión y por tanto nos limitaremos a in­
dicar los puntos siguientes.
I — a) Los cooperadores y cooperadoras tengan
cuidado de notificar a la Administración dd Bo­
letín Salesiano, cuando haga falta, las correcciones
necessarias en la dirección con que reciben el pe­
riódico, para que éste pueda llegar regularmente a
su destino.
b) Se considera como uno de los medios más
aptos para dar incremento a la Pía Unión, y por
tanto pura sostener las obras salesianas, d mandar
a la Dirección el nombre y señas de las personas
piadosas que se crea conveniente inscribir como
cooperadores. Y no se tema exagerar en esto, pues
todo encargo se recibirá con gratitud y será ejecu­
tado puntualmente.
II) Quien desee normas para la acción de ¡as
celadoras, pida el opúsculo titulado: Comisiones
de señoras para la acción salesiana, que se le
enviará en seguida.
III) Los cooperadores, cuando asistan a las
conferencias prescritas por d reglamento, excepto
cuando se celebren en forma privada, procuren
llevar n ellas rt las personas que conozcan y crciin
aptas para promover las obras de D. Bosco, y por
tanto para inscribirse como cooperadoras.
IV) Entre los modos prácticos para procurar
auxilios morales y materiales a las obras salesianas
fio se olvide ¡a difusión dd Boletín Salesiano y la
l dura de ¡a vida de D. Bosco y de los opúsculos
que tratan de shs indiluciones.
V) Respecto al monumento de D. Bosco, los
Cooperadores recibirán con gusto las disposicio­
nes de la Comisión promotora.
De entre las propuestas varias recordamos y



recomendamos a los Directores, decuriones y ce­
ladores la de enviar a la Redacción dd Boletín Sa­
lesiano, Via Cottolengo 32— Turín — «n ejem­
plar de todo lo que se imprime (periódicos, revistas,
hojas, opúsculos) sobre Don Bosco o los salesianos y sus obras, sin exceptuar las reseñas de
fiestas o conferencias.
Entre las sesiones de la mañana y de la tarde
hubo almuerzo en que el venerando P. Francesia en fluidos versos saludó a los congresistas
y varios de estos expresaron sentimientos de
la admiración más sincera por la obra salesiana,
uniendo en un solo afecto los nombres de D.
Bosco, D. M. Rúa y D. P. Albera, sin olvidar a
nuestros Cooperadores, bienhechores, admira­
dores y Patronos, entre los cuales fué recordado
con el mayor afecto el Smo. Pontífice.
E l P. Albera coronó esta delicada expansión
de afectos con un sentido brindis en que se con­
gratulaba con los comensales por verlos a todos
tan unidos en el espíritu de D. Bosco, y los ani­
maba a seguir dispensando su apoyo y proteción
a la obra salesiana.
Así terminó la V I Reunión de los directores
diocesanos cuya benevolencia a la obra sale­
siana recordaremos siempre.
E l Padre Santo envió al congreso su bendición
con el siguiente telegrama.
« Cordenal Arzobispo, Turín — Santo Padre
complacido vivamente, homenaje filial gratitud,
veneración, ocasión V I Congreso Directores
Diocesanos, Celadores Pía Unión Cooperado­
res Venerable D. Bosco, da gracias vuestra Emi­
nencia, Revmo. D. Pablo Albera, y todos los
congresistas, a los cuales envía con efusión de
espíritu Bendición Apostólica implorada, ha­
ciendo votos para que trabajos iniciados con
tanto celo bendecidos por Dios sean coronados
de copiosos y consoladores frutos para bien de
las almas. — Cardenal Merry del Val.
También contestaron telegráficamente los
Emmos. Card. Rampolla y Card. Vives y Tutó,
dando gracias por los saludos del congreso y
haciendo votos por su feliz éxito.

T E S O R O B S P IR IT C A L .

Los Cooperadores Salesíanos que confesados
y comulgados, visiten devotamente una iglesia
o capilla pública, o si viven en comunidad, la
propia capilla, y nieguen según la intención
del Sumo Pontífice, pueden ganar las siguientes
indulgencias plenarias:
Para el mes de Febreero:

Día 2 T^a Purificación de la Virgen SS.
V* 22 La Cátedra de S. Pedro en Antioquía.

DEJMUESTRAS MI5IOJ^E5
CHINA.

Primera visita a la capital del distrito
de Heung-Shan.
{Carta del misionero D. Luis Versiglia).
Macao, 24 de junio, 1912.

Reverendísimo Padre:
'acia y a tiempo que deseaba ir a la
ciudad de Eong-Shan (o Heungh-Shan)
capital del distrito del mismo nombre,
llamada vulgarmente Seak-Kei, la cual tiene más
de 150.000 habitantes y entre ellos un grupo
de cristianos con una pequeña residencia. Un
asunto serio me ofreció la ocasión en el pueblo
de Seong-Chau, cerca de Tau^Mun. Se trataba
de proteger la cristianidad de aquel pueblo con­
tra los abusos de los gentiles. Un cristiano me
lo advirtió y partí inmediatamente.
Peripecias del viaje. — Recibimieato de cristianos
y gentiles. — Seak*Kei. — Curiosidades chinas.

Me embarqué en una barca, que debía en­
contrar otra en un punto dado para llegar al fin
de mi viaje; pero después de medio día de na­
vegación no muy cómoda, la otra había mar­
chado ya.
Fleté xma lanchita, del grueso de una cáscara
de nuez, y allí nos embanastamos el criado, el ca­
tequista y yo, con el barquero y su mujer. Esta
dirigía el rústico timón y aquel manejaba la vela,
que venía a ser un pedazo de trapo atado a
una caña de bambú. Después de un breve tre­
cho, el río se ensanchaba y el viento favorable
empujaba nuestra embarcación con velocidad ex­
traordinaria; i>eTO de cuando en cuando no fal­
taba algún remojón que nos intimidaba no poco.
Hubo un momento en que nos creimos perdidos;
dos o tres veces vimos la barquilla levantada al­
gunos metros sobre el nivel ordinario y preci­
pitada con la misma furia en la vo r^ in e abierta
por las olas que parecía querer engullimos.
« p io s mío, salvadnos! * exclamamos instinti­
vamente de todo corazón. E l barquero que no
entendía nuestro lenguaje, arrió la vela de un

golpe y gritó: ¡Quietos! ¡Nadie se mueva! Nos­
otros nos asimos uno del otro con una mano y
con la otra nos agarramos al borde de la lancha
para que las violentas sacudidas nos nosecharan
fuera, y cerrando los ojos para 110 mirar el abis­
mo que a cada momento amenazaba tragamos,
nos encomendamos en silencio al Señor. Afor­
tunadamente era una borrasca pasajera, pro­
ducida por el cruce de las corrientes atmosfé­
ricas en aquel punto; pasando de allí, volvió
de nuevo la calma.
Dimos gracias a Dios por habernos librado
del peligro, que por cierto no fué único. Tres
veces estuvimos a pique de zozobrar; y nos sal­
vamos gracias a Dios y a la serenidad de nuestro
Caronte el cual, impasible, agachado a proa con
las cuerdas de la vela en la mano, daba órde­
nes con la energía de un almirante, exigiendo
inmediatamente el concurso de cualquiera de
los pasajeros.
Poco a poco fué calmándose el viento y la
lancha se quedó inmóvil bajo un sol que nos
freía.
— E sta noche tendremos que pasarla en el
río — dice el piloto.
Esta perspectiva ng era muy halagüeña...
¡Una noche inmóviles allí! Además de algunos
inconvenientes fáciles de suponer, había el pe­
ligro grave de los piratas los cuales no dejarían
de advertir nuestra crítica situación. ¿Pues?
Pues un poco de consulta, y decidimos cambiar
de itinerario. A fuerza de remo metemos la barca
en un canal bastante estrecho y la escena va to­
mando un aire grotesco. Los dos cónyuges bar­
queros saltan al agua; atan dos cuerdas a la
barca, suben a la orilla, y tirando de ellas nos
hacen andar a la velocidad de... una pareja de
bueyes. ¡Paciencia! Ocho horas largas anduvi­
mos de esta manera, admirando los recursos de
la n a v^ a d ó n china.
A l bajar, las piernas y a no podían sostener­
nos; con todo, fué preciso andar cuatro horas a
pie y hacia las diez de la noche llegamos a la
cristiandad.
A pesar de la hora avanzada y la oscuridad de
la noche, pronto se difundió la notida de la lle­
gada del misionero. Mientras los cristianos acu-

dfan gozosos a darnos la bienvenida, los gentiles
se reunieron apresuradamente en la pagoda
de sus abuelos, y se dieron a golpear el tam-tam
y a disparar cohetes y fusiles, como si se tra­
tara de espantar a los piratas.
Invidentemente tenían intención de asustarme
y hacerme h u ir; los cristianos en efecto se asus­
taron; pero cuando me vieron tranquilo, se se­
renaron. Nos reímos un poco de la simpleza y
después de refocilarnos, nos fuimos a la cama.
Por la mañana después de haber examinado
un ¡)oco el asunto, decidí volver a subir río
arriba y presentar querella ante el Mandarín del

‘i ^

W -3

chísimos), como seres privilegiados ocupaban
la cubierta.
Aquí, cada uno en su reservado, escoge el lu­
gar que le más le gusta, abre su silla de viaje
y se sienta o se estira a sus anchas; en el mismo
sitio come, si le parece, fuma, juega, se descalza,
se quita la chaqueta, y no tiene que decir a na­
die: Dispense, Pardon, o Picase. Todo el mundo
es libre y nadie se maravilla de nada. ¿No es es­
to el colmo de la comodidad? ¡Cuántas trabas
con nuestras etiquetas! Y o también busqué mi
rincón, y me acomodé como pude. Eran las
seiete de la mañana.

d-T:

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(Argentina) — Secciones deportivas del Colegio ,,D. Bosco“ .

partido; y así me dirigí íiSeiik-K ñ {EotigS/iar ,
1*11 viaje, por supuesto, hay que hacerlo o a
pie o en barca.
Esta voz, no obstante, no se trataba ya de
vela, ni a-mos ni cuerdas; la civilización ca­
minaba aquí con ruedas. Movía la barca una
rueda de ])aletas, la cual a su voz era movida por
ocho hombres que la hacían andar con los pies.
Había también todas las comodidades del pro­
greso: comedor, ftmoir, inodoros, etc. etc.
La embarcación, que tenia una altura de
tR‘S metros, estaba dividida en tres pisos: el más
bajo para las mercancías; los otros dos, de un
metro de altura, estaban rescr\*ados el uuo para
señoras y el otro para caballeros.
Los puercos, gallinas, y gansos (había mu-

Apenas allí, todas las miradas se vuelven a mi
persona con grande admiración. Poquito a poco,
los más civilizados se me acercan y comienza
el palique.
Lo que más les llama la atención es mi nariz
larga y mi espesa barba.
— ¿ Por qué vosotros los europeos tenéis la
nariz tan larga?
— ¿Y por qué vosotros, diablos de chinos, la
tenéis tan chata?
Mi respuesta les hace reflexionar un poco
acerca de los límites de la cultura v luego me
llaman ' Señor extranjero *.
Sin embargo, me doy cuenta de que mi res­
puesta, o mejor mi pregimta, los ha dejado un
poco aturdidos, casi para hacerles crecer las

J



1 3

narices im palmo. Los dejo reflexionar un poco
y después con mucba pachorra com ienzo:
— Nuestras madres de pequeños nos llevan
en brazos y para acariciamos nos tiran de la
nariz; y naturalmente la nariz crece. E n cam­
bio a vosotros os llevan las vuestras atados a la
espalda, así que cuando ellas andan o se mueven
dais con la nariz en sus espaldas; y así se os
achata.
Si la primera respuesta los sorprendió, esta
explicación científica les hizo abrir les ojos y la
boca con asombro.
— He aquí im extranjero que sabe más que
todos nosotros juntos:
— ¡Es asombroso !
La curiosidad del auditorio aumenta, y de
la nariz pasamos a la barba.
— ¿Y por qué tienes tú la barba tan larga y
espesa, y nosotros los chinos sólo tenemos cuatro
p'elos?
Espeso un poco para responder; y luego con
el aire dogmático de un Sócrates, pregunto:
— ¿Qué alimento tomáis ordinariamente y
con más gusto?
— Carne de cerdo.
— Muy bien, les dije. ¿Queréis saber ahora
que comemos nosotros en Europa?
— ¡Claro!
— Carne de vaca...
— ¿Y qué hay con eso?
— ]Y qué hay con eso! ¿No comprendéis to­
davía? La vaca tiene mucho pelo y hacer cre­
cer la barba; el puerco tiene poco y por lo mis­
mo os deja la barba corta y rara.
— ¡The! No creíamos que tu sabiduría fuera
tan profunda... Debes haber estudiado muchí­
simos libros...
— Sí; más de los que hacer falta para cargar
una vaca, sin contar los que ella me comió.
— ¿Y sabes leer los libros chinos?
— Sí por cierto.
Y antes que ellos me den uno, saco el catecis­
mo en chino, el único libro que puedo leer, y me
pongo a declamarlo con mucho énfasis.
A este punto su mara\nlla llega al colmo.
— ¿Pero es posible que un extranjero co­
nozca nuestras letras? ¡Es un prodigio...!
Esta es una muestra de las ideas chinas.
Para ellos ningiin extranjero puede saber
más que los chinos y la ciencia suprema es saber
leer sus garabatos.
— Y di, extranjero, continúa mi interlocu­
tor. ¿sabes explicar esas letras?
— No se asombren los lectores de esta pre­
gunta. Los chinos aprenden maquinalmente du­
rante tres , cuatro o cinco años un cierto nú­
mero de letras sin preocuparse de su significado.
Más tarde, si el alumno tiene dinero y quiere



continuar sus estudios, pasa a aprender la expli­
cación.
Esto me daba buena coyimtura para hablar­
les de religión, y la aproveché para explicarles
nn poco de catecismo. Me escucharon con la
boca abierta, admirados de la novedad... ¿Y
el fruto? Ñeque qui planiat ñeque qui rigat...
E l fruto, vendrá tal vez más tarde. Los chinos
no hacen saltos. Quizás dentro de cuatro o cinco
años serán capaces de volver a pensar en lo que
les dije y buscar al Misionero para conocer mejor
y aceptar las verdades que entonces escuchaban
por curiosidad. La experiencia de antiguos mi­
sioneros nos lo asegura.
Llegada a Seak<KeÍ. — En casa de! Mandarín. —
Voces de alarma. — Llegan los revolucionarlos.
Efectos de la revolución.

Con esta conversación, un poco de siesta y
escribir algunos apuntes, pasó bastante a prisa
el pesado viaje, y llegamos aSeak-kai a las g de
la noche. Me encaminé a la casita de la misión
y el catequista, maravillado de verme, me dice
después de saludarme:
— ¿Cómo te has atrevido. Padre, a venir
aquíí?
— ¿Por qué?
— ¿No sabes que el país está infestado de pi­
ratas y los revolucionarios republicanos están
para llegar y apoderarse de la ciudad?
— ¡Está muy bien! También yo vengo para
apoderarme de la ciudad; aunque mi empresa es
mucho más difícil y no espero concluirla tan
pronto.
— ¡Es verdad! dijo riendo. Y se fué a prepa­
rar un poco de alimento. Después de cenar, di­
mos gracias al Señor y nos fuimos a dormir.
L a mañana siguiente, sentado en mi litera,
acompañado por ótros tres que venían tam­
bién en sendas literas, íuínie a ver al Manda­
rín, el cual estuvo muy amable y me prometió
muchas cosas que él saliía no poder cumplir,
puesto que llegaban de todas partes noticias muy
confusas de la revolución.
Unos decían:
— Han sometido ya el Son-tak.
Otros aseguraban:
— Están y a para atrevesar los confines de
Eong-Shan.
Los de más allá:
— V an a atacar a Sin^Latn.
No faltaban algunos que creían que los revolulucionarios eran piratas disfrazados. Afirmaban
que Sim~Lam había sido atacada por más de
400; que habían robado las principales tiendas,
llevándose consigo mujeres y niños. Ahora, aña­
dían, bajan a Seak-Kai.
— ¿Llegarán esta noche?
* *

ú k



— No, mañana.
Estas noticias exageradas, aumentadas y de­
talladas comienzan a difundirse y se convierte
aquello en una barabúnda tremenda. A l mí­
nimo rumor sospechoso, se cierran las puertas de
las calles, se atrancan las puertas de las casas y
todo el mundo se pone en guardia como puede.
Por otra parte, no faltaban particulares alar­
mantes para aumentar el pánico. Todos los sol­
dados tenía su consigna; grupos de tropa atra­
vesaban de cuando en cuando las calles, como si
hubiera algún asalto; y la soledad del puerto, en
el cual no se veía ningún vaporcito de los que
suelen llegar cada hora de Hong-Kong, Macao,
Kaníon, Kong-Meun etc. De ahí mil suposicio­
nes extrañas y el hecho de que los vaporcitos
habían sido fletados a la fuerza por los revolu­
cionarios para transportar tropas.
Muchos cristianos, consternados por las no­
ticias, no de los revolucionarios que eran muy
deseados, sino de los piratas cuyas fechorías
se multiplicaban en los alrededores, se reunieron
en la casa de la misión para estar cerca del Pa­
dre.
Y o para tranquilizarlos, aprovechándome
de las buenas palabras del Mandarín, mandé
pedirle un piquete que me fue concedido en se­
guida. Diez soldados llegaron muy pronto y se
apostaron delante de la casa, lo cual sirvió para
levantar los ánimos.
Muchas veces durante el día hubo falsas alar­
mas; un incidente cualquiera bastaba para
aumentar la confusión y el m iedo; en estos
sustos se fué pasando todo aquel día y al venir
la noche pocos tenían ganas de dormir.
Por la mañana las noticias eran aún más
confusas.
— ¡Que llegan los piratas! ¡Que queman la
ciudad!
— ¡No, son los revolucionarios!
— ¡Ya vadean el río! ¡Son cuatrocientos!
— ¡Son seiscientos) ¡Son más de mil!
En efecto, poco después se oían los disparos.
La tropa revolucionaria acababa de llegar.
Concentráronse primeramente en Son-tak,
al Sur de Cantón, donde tuvieron serios encuen­
tros con las tropas inqxíriaies, y luego baja­
ron a Eoixg-Shan. Atacaron antes la ciudad de
5 t«-£am el N o rte; descendieron después a
Nam-hng, y siguiendo el camino llegaron a
Seak-Kei; estaban y a para entrar en la capital
forzando primero la puerta del Oeste.
Los soldados que la defendían opusieron al­
guna resistencia; pero una descarga de los si­
tiadores tendió algunos en el suelo y los demás
huyeron. Afortunadamente no hubo más vícti­
mas en todo el día.
El Mandarín militar intentó reunir sus tropas

14



para marchar contra los revolucionarios; pero
los soldados se negaron a seguirle; luego le ame­
nazaron y por fin huyeron todos a unirse con los
revolucionarios y el pobre jefe tuvo que escon­
derse para salvar la vida.
Dueños de la puerta, los revolucionarios en­
traron en la ciudad, atravesando precisamente
la calle en que está la casa de la misión.
Las noticias inciertas que antes se h a b ía n
difundido, y la incertidumbre acerca del origen e
intenciones de aquellos hombres, habían aumen­
tado de tal manera el espanto, que después de
las primeras detonaciones, la ciudad se convirtió
en un sepulcro. Ni uno se veía por la calle.
Muchos cristianos, después de haber oído
misa, no se atrevían a volver a casa; y reunién­
dose en tomo mío, algunos se arrodillaron, ex­
clamando:
¡Ah Padre! sálvanos. Si somos culpables, cas­
tíganos tú; pero defiiéndenos.
Su miedo creció más aún cuando vieron que
los soldados que debían, defenderlos también se
iban.
Los animé mandándolos a la capilla a rezar;
me obedecieron y uno de ellos entonó la Letanía
de los Santos, a la cual respondían todos con
profunda devoción.
Entre tanto, me puse a la puerta en espectativa, a ver lo que venía; a mi juicio no había
para espantarse tanto.
Efectivamente, al cabo de un rato, llega un en­
viado de los revolucionarios y comienza a gritar:
— No temáis; somos vuestros hermanos que
venimos a libertaros de la larga eslavitud que
os oprimía. Tranquilizaos. Mañana habrá anoz
y leña en abundancia, la justicia se adminis­
trará legalmente y los malvados serán castidos con severidad. Regocijaos y vengan cohetes.
Estas palabras produjeron un efecto mágico.
Échanse a la calle los unos a comprar cohetes,
otros a improvisar banderas, otros a aplaudir a
los soldados que vestidos de colores atrave­
saban la calle.
Hubo algunos que s ' cortaron la coleta; los
más salían a la calle en pelo o con un gorro de
paja; pocos con sombrero y hasta v i uno con
un bonete. Tal vez había visto algún europeo,
sacerdote por supuesto, y se creyó con derecho
a llevarlo él también, creyendo en eso subir un
grado más de civilización... ¡Y pensar que en­
tre nosotros el bonete es señal de oscurantismo!
No faltaron algunos, que sobre los calzones
chinos, anchos y arremangaudos hasta las ro­
dillas, se ponían un frac o un redingote. En
aquellos momentos todo lo que parecía europeo
era civilización; las armas eran asimismo tan
variadas que parecía que habían desvalijado
un rico museo.

El continente de los oficiales era marcial de
verdad. Casi todos ellos eran jóvenes que en su
mayor parte habían pasado algún tiempo en el
extranjero; vestían un traje de tela muy ligera
con rayas amarillas, una gorra de visera en la
cabeza, y cabalgaban unos en asno y otros en un
caballo que debían guiar dos soldados a guisa
de palafreneros. Pero su actitud era un poco re­
celosa pues temían a cada paso una emboscada;
así que avanzaban sendos revólveres en la cada
mano, dispués losa disparar al primer indicio.
Detrás de la tropa revolucionaria venía a todo

de veinte soldados y circundan la casa. Algunos
cristianos vienen a avisarme, diciendo:
— ¡Padre, ya te lo habíamos advertido! Ko
quisiste comprar los cohetes y los soldados vie­
nen a castigamos.
— Veamos, respondí. Y me dirigí al cabo, el
cual, después de saludarme respeluosamcnle,
me presentó una orden del comandante en la cual
se decía que, para evitar que algún malhechor
se aprovechara del cambio de gobierno para ha­
cer cualquier ofensa a la Misión católica, había
dispuesto que veinte soldados custodiaran la

4

BAH IA BLAN CA (Argentina) — Grupo de alumnos del colegio „D . Bogeo".

escape la del Mandarín, atándose a la cabeza
una benda blanca que era el distintivo de los
revolucionarios.
Los cristianos y a tranquilos, salieron para
ir a sus casas; y querían que yo com- prase
también cohetes y bombas.
— Eso no es de mi incumbencia, les dije.
— Pero es preciso hacerlo, si nonos degüellan
o nos embargan...
Respondí que no; y no lo hice.
Entre tanto, los revolucionarios dieron una
vuelta por la ciudad, aclamados por la multitud
y recibidos en todas partes con cohetes y gritos
de alegría.
De allí a poco, llega a la misión otro piquete

casa hasta que se restableciera la tranquilidad.
Nos reímos un poquitín del miedo de nuestros
amigos, pero los probrecitos eran dignos de com­
pasión; en tales casos hay para temérselo todo
en China. Entre tanto, mandé uno a dar las
gracias al comandante de la fuerza. También
el Mandarín militar se la pasó bastante bien.
Perseguido por los revolucionarios, lo encon­
traron finalmente, conduciéndolo tembloroso a
la presencia del conquistador, que le perdonó
generosamente la vida a condición de que
tase: ¡Viva la revolución! y se pusiese la divisa.
El único efecto del cambio de gobierno fué
hasta la fecha la iala de las coletas. E l mismo
día se publicó un edicto que mandaba cortarla;

-

i6 —

así que todas las tiendas se convirtieron en
barberías; tijeras, navajas de afeitar, cuchillos,
todo servía para el caso. E l esquileo que resultó
era clásico; quien tenía la cabeza entera­
mente rapada, quien se había rasurado solo en
derredor dejando un tupé en la coronilla, quien
se lo había dejado delante o a un lado. No ha­
blemos del corte artístico; las escaleras menu­
deaban por doquiera.
Por su parte el Gobierno, para asegurar la
ejecución de su primer decreto (los principios
son siempre importantes), mandó un gran número
de soldados a los embarcaderos y alas diferentes
puertas de la ciudad, armados de grandes
tijeras, a fin de que a todos aqirellos, que en­
traban y salían sin haber ejecutado la sagrada
ceremonia de la tonsura, se les hiciera suma­
riamente en un santiamén. No valían protestas
de ningún género; a lo más le restituían el mi­
serable apéndice cortado, diciendo: Ahí lo tie­
nes, eso es tuyo, y vete en paz. Y el infeliz no
tenía más remedio que cogerlo, callar y largagarse. Pero la tranquilidad no duro mucho
tiempo, jjucs un nuevo incidente vino a tur­
barla. Sometida la ciudad y restablecido el or­
den, el Gobernador de la provincia que reside
en Cantón, mandó un representante a tomar el
mando efectivo de la ciudad y del distrito; pero
el jefe de la fuerza se resistió alegando los de­
rechos del conquistador. También la tropa
se dividió, declarándose unos por el primero y
otros por el segundo, y pasando de las amenazas
a las obras, comenzó una verdadera batalla.
Eos rebeldes corrieron a atrincherarse en los
inintos estratégicos de la ciudad y los demás se
prepararon para expulsarlos. L a empresa era
ardua porque las calles de la ciudad son muy
t strechas y las casas muy débiles para oponer
resistencia; así qué, las balas silbando por todas
partes llegaban a las casas de los veciuc s, ha­
ciendo no pocas víctimas y hubo bastantes
trmbién por parte de los beligerantes.
Desde la casa de la misión oíamos aterrados
las descargas, la gritería de los combatientes y los
ayes de los heridos. El combate duró desde las
seis de la mañana casi hasta las cinco de la tarde,
y tenuinó con la victoria de los imperiales.
Los otros, parte se rindieron, parte escaparon
y algunos fueron hechos prisioneros y después
fusilados. El comandante de los rebeldes huj’-ó
a travé's de los campos; pero, poco después, fué
alcanzado y conducido a la ciudad, donde la
tropa vencedora se echó sobre él furibunda, decuartizándolo vivo para arrancarle el corazón
y pasearlo en una pica. De poco le sir\‘ió la
victoria anterior y el hal>erse apoderado de la
ciudad.

Consuelos del Misionero. — Dos niñas bautizadas.
— Caso lastimoso. — Otro bautismo.

En este estado de cosas el fin de mi venida era
imposible de lograr. Hablar entonces de evangelización era soñar despierto; los ánimos esta­
ban demasiado exaltados. Sin embargo, mi pre­
sencia entre aquellos cristianos no fué inútil
y a para animarlos y a para mantener el honor
de la bandera.
— Nuestro padre, decían los cristianos a los
afiliados a otras sectas, ha venido en los momen­
tos de peligro, exponiendo la propia vida; y vues­
tros ministros ¿qué han hecho? Ni uno se ha
visto por aquí.
Esto hizo muy buena impresión, aun en los
paganos. Pero no fué esta la única ventaja. Pude
reunir a los catequistas de aquella misión, a los
cuales comuniqué mis pro5'ectos de extender
cada vez más la evangelización por aquellos pa­
rajes y me pareció encontrarlos animados de
las mejores disposiciones. También tuve la
dicha de ganar algunas almas. L a primera obra
buena fué arreglar una familia pobre, donde sólo
el marido era cristiano y a causa de la miseria
no había consentido en bautizar dos niñas, pues
pensaba venderlas aun señor rico, que le prestaba
dinero. Pero espantado por el peligro de aquellos
días y animado por mis palabras y una peque­
ña limosna, acabó deshaciendo el contrato ya
hecho en daño de las pobres criaturas y convino
en bautizarlas. Una tenía cuatro años y la
otra ocho. También la mujer se determinó a
hacerse católica y ahora estudia el catecismo.
El vender los propios hijos no es raro en
China; con frecuencia lo hacen también desgra­
ciadamente los padres cristianos, los cuales, no
teniendo aun muy viva la fe, las falta valor para
resistir a la tentación cuando se hallan necesi­
tados.
No hace mucho se me presentó un caso muy
lastimoso. Dos pobres muchachas de ig y 15
años respectivamente, sabían y a la doctrina
cristiana; pero no estaban todavía bautizadas
porque sus padres, aunque cristianos, las ha­
bían vendido antes de que pudieran recibir el
bautismo. Las infelices, conociendo su triste
condición, se me presentaron llorosas, conju­
rándome a que las rescatara.
— Bautízanos, Padre, y seremos buenas cris­
tianas. Llévanos adonde te parezca; pero quí­
tanos de esta casa infernal en que viramos. Su
rescate costaba 200 dólares (500 francos cada
una) y el misionero no está siempre en con­
diciones de hacer tales gastos. Las animé a es])erar, prometiéndoles interesarme por ellas ; y
llorando, pero ya con un poco de esperanza en el
corazón, vohderon a su mísera \*ivienda.

r

— 17 —
¡Que el Señor inspire a algún corazón pia­ cesidades de estas tierras a los beneméritos Coo­
doso, para que ayude al Misionero a arrancar de peradores; y con el socorro material pida la
ayuda de oraciones continuas. Suyo, amadílas fauces del demonio estas pobres almas y
sisimo Sr.D. Pablo Albera,
otras muchas.....!
afmo. hijo en Jesucristo.
Me sucedió también otro caso curioso que
causó mucha impresión. E n aquellos días revuel­
L u is V e r s i g l i a , Póro.
tos, de cuando en cuando no faltaban mal in­
Misionero Salesiatio.
tencionados que se apove chaban de las cir­
cunstancias para hacer su agosto.
Una noche, ima pandilla de foragidos asalta­
ron una tienda, cercana a la casa de la misión,
por creerla fácil presa.
Pero se engañaron mucho. Los empleados
Clliros regalados a nuestra Redacción.
estaban bien arm ados; y saliendo todos a
una, rechazaron a los ladrones, matando e hi­
riendo a varios. Uno, mozo, herido gravemente, De la C a sa E ditorial de B . H ER D E R , Frise fue arrastrando hasta un campo vecino; y no
burgo de B risgovia (Alemania).
pudiendo andar más, se quedó allí toda la noche.
Los siete pecados capitales, por Donj Anloliii López
Habiéndolo sabido yo, me fui por la nrañana con Peláez, Obispo de Jaca. Uu volumen en 8® (IV y
el catequista, le curé y le hice comprender que 220 págs.). En rústica Fr. 2,25; enciiad. en tela
su desgracia había sido permitida por Dios Fr. 3.— .
en castigo de su mala acción; pero que aquel
Vida de la Beata Margarita María Alaeoque, de la
castigo no era todo; otro peor lo aguardaba des­ Orden de la Visitación de Santa Maria. Publicada
pués de la muerte, si no pedía perdón a Dios en su Monasterio de Paray-Le-Moníal, traducida
N. S. de todo corazón..., un castigo que duraría por una Religiosa de la misma Orden. Forma un
para siempre, sin esi>eranza de perdón.
tomo en 12® de X IV y 260 pAgs. esmeradamente
El desgraciado se quedó con los ojos abiertos impreso en papel muy fino. Su precio : en rústica
Fr. 2.75 ; en tela Fr. 3,50.
y después se echó a llorar. Luego añadió;
— Lo conozco; conozco que hice mal. ¿Qué
De la L ib rería C atólica Internacional de
tengo que hacer ahora?
L U IS GILI, C laris, 82 — Barcelona.
La gracia del Señor lo había tocado; tal vez
La niSa santa Imelda de Lambertinl y la Archicohabía permitido que llegarse a este punto
fradía de la Primera Comunión y perseverancia
para salvarlo.
Después, lo instruí en cuanto las circunstan­ instituida bajo sii patrocinio, por I. de [., D. T.
cias lo permitían, y recibió el bautismo con — Un tomito de 8i/.x U cm., de 142 púg.s. enri­
quecido con 2 preciosas láminas, impresas en papel
mucha compunción. Luego, mientras se le trans­
cauche. Elegantemente encuadernado en cartoné,
portaba a una especie de hospital, en la calle Ptas. o’so; en lujosa encuadernación, tela inglesa
misma cesó de vivir; ladrón en vida y ladrón y cortes dorados, Ptas. i. (Por correo, certificado,
en muerte, robando durante la vida lo que no Ptas. 0*30 más).
era suyo, y a la hora de la muerte, el Cielo.
Verdadera prictica de ia Devoción ai Sgdo. Corazón
He aquí, amadísimo Padre, las aventuras
de Jesús, para uso de sus devotos por T . A. M. H.
que me sucedieron al ir por vez primera a la ca­
Traducida al castellano, con atitorización de los
pital del distrito.
Superiores, por unos devotos del mismo Sagrado
Desde entonces y a volví algunas veces y pude Corazón. Un tomito en 8® de 340 págs.
administrar varios bautismos de adultos; te ­
Ramillete del ama de caw, escrito por Nieves. —
nemos también algunos catecúmenos, entre los
Contiene fórmulas de Cocina y Repostería. — Un
cuales está el maestro de las principales fami­
volumen de 12x19 cm., de XVI-375 páginas, im­
lias de la ciudad.
preso en tipos claros y artísticamente encuadernado,
Merced a la gracia del Señor, se nos prepara con hermosa cubierta a dos tintas, Ptas. 4. (Por
por lo tanto una mies abundante. Si tuviéramos correo, certificado, ptas. 0*40 mñs).
medios de fundar aquí un instituto, ¡cuánto
podríamos hacer! ¡Qué bien vendría igualmente De la L íb reria S alesian a de S arriá.
Los niños al Corazón de Jesús. Práctica de los nueve
un instituto de religiosas para la obra de la
primeros viernes acomodada a los niños con ejemSanta Infancia y para educar las niñas!
Los protestantes están aquí desde hace mu­ plitos. Su precio es 3*50 ptas. el ciento y 25 ptas.
cho tiempo y hacen proséhtos porque no ca­ el millar.
recen de medios.
Dé a conocer nuestras condiciones y las ne­

®OooO®

Ooooo®

EL CULTO

de María íluxiliadora
'“ 1

Ndi tenemot la persuasivo de que, en las vidslludes doloroaas de los tiempos
que atravesamos, no nos quedan más consuelos que los del Cielo, y entre estos,
la poderosa protección de la Virgen bendita, que íué en lodo tiempo el Auxilie
de los Cristianos.
pio x.

GRACIAS DE MARIA AUXILIADORA.
G ra n a d a (Nicaragua). — Cuando lleguen a las
Ulanos de nuestros lectores esta líneas, que motiva
un sentimiento de gratitud hacia nuestra buena
madre M. Auxiliadora, el cable y los diarios los liabrán ya puesto al corriente de los horrores de la
guerra fratricida que. desde el 29 de julio hasta los
primeros dias de octubre último, sembró diaria­
mente estrago y muerte en las hermosas tierras
de nuestra querida Nicaragua.
Hacía apenas cuatro meses que el Rev. P. Misieri (obedeciendo a la consigna del Illmo. y Rmo.
Mons. Juan Cagliero, quien refiriéndose a la con­
sabida escasez de personal le telegrafiaba estas
textuales palabras: Haga milagros) había venido a
dejamos tres hermanos, un sacerdote, un acólito,
y mi coadjutor, primera semilla salesiana, en las
liospitalarias tierras de Los Lagos. L a sociedad
granadina nos recibió en triunfo, apoyándonos
generosamente, y solicitando con ansia que nos
encargáramos de la educación de sus Iiijos; pero,
muy a pesar nuestro, obligados por lo exiguo del
personal y la estrechez del edificio, tmnmos que
limitamos a 140 niños, de los cuales «cuarenta eran
internos y Icvs otros medio pensionistas.
Llegó el huracán del 29 y todo lo arrasó en un
momento: las conlitui:is olamias hicieron sobre
manera peligrosa primero y después imposibili­
taron del todo la asistencia de los niños; y nuestros
patiivs tlonde antes reinaba el bullicio y la ale­
gría. quedaron en pocos dias tristes y desiertos. Por
todo el mes de setiembre la ciudad estrechada con
riguroso sitio vió jmitarse los horrores del hambre
a los estragos de la gucmi. Saco del « BoUíin del
Ejército » (11 de setiembre) órgano oficial de Ma­
nagua. los siguientes datos:
« lU tiempo que tieue esta guerra puede decirse
que es igual a nuestros sufriiuientos y calamidades,
líl fardo de harina costaba en Granada (cuando se
podía entnu: y salir con muclias dificultades) dos
mil quinientos pesos: ahora no se consigue a nin­

gún precio. L a libra de arroz vale diez pesos; el
atado de dulce seis pesos; la libra de azúcar, tres y
cincuenta; esto cuando se conseguía del modo
que llevo dicho; hoy no se consigue absolutamente
nada; ni harina, in arroz, ni azúcar, ni maíz. Este
costaba antes cien pesos el modio. Aliora a ningún
precio. Aquí lo que comemos es carne y queso ran­
cio; también tomamos leche; pero esto sólo lo ha­
cen los propietarios a quienes les lian quedado al­
gunas vacas; lo demás de la gente se alimenta conraíces de jocote, piñuela y papayo; y hasta esto
se va agotando.
Y nosotros añadiremos que para conseguir este
tan disputado y escaso alimento había que expo­
nerse todavía a mil ansiedades y peligros, porque
a veces en ló mejor de las compras comenzaba el
tiroteo y resonaba el pavoroso grito de « sálvese
quien pueda *. Más de una vez tuvimos que auxi­
liar en nuestra casa a pobres mujeres medio desma­
yadas por las angustias de tan penosa situación.
Pero lo que agravaba en extremo el estado de cosas
era el peligro inminente de un bombardeo que,
por encontrarse la fortaleza en la parte casi central
y más baja de la ciudad, se preveía en extremo de­
sastroso para la misma. Y que el peligro no era ima­
ginario lo atestiguaban los bombardeos de las
ciudades vecinas como Managua. León. Masaya, en
donde, además de mi crecido número de combatien­
tes. perecieron centenares de mujeres y niños in­
defensos.
Pero la SS. Virgen velaba por sus hijos. E n esta
ciudad la devoción a María Auxiliadora éstá tan
difundida que es la devoción de tixlos; baste
decir que solo en Granada se reciben unos 500
boletines. E n estos dias especialmente nuestra
capilla se veia extraordinariamente adornada de
lámparas, velas y flores; y muchos, escapados mi­
lagrosamente de algún combate, venían a colgar
ex votos en sus altares. Casi sin interrupción se
sucedían los rezos y novenas, con que madres y
esposas afligidas venían a pedir, para sus queridas
prendas en peligro, el amparo de la SS. Virgen. En
menos de un mes se despacharon más de mil dos-



1 9

cienias medallas de María Auxiliadora particular­
mente entre los soldados; y si el número no fué
mayor, se debió al único motivo de que se nos ha­
bían agotado por completo y no porque faltase
qüien las soHcitara. Era imposible, pues, que a tan­
tas muestras de fe y devoción faltara la protección
del Cielo y asi el dia 24 de setiembre, día dedicado
a María Auxiliadora y fiesta de la Virgen de la
Merced (circunstancia que a muchos parecerá for­
tuita pero que para nosotros es una prueba más de
la amorosa asistencia de la Providencia divina), se
efectuó inesperadamente la rendición de esta ciu­
dad. centro y cabeza del movimiento, sin que hu­
biese un solo tiro, y la consiguiente liberación de mi
gran número de presos políticos. Tan a la vista sal­
taba el auxilio de María que todos ellos, antes de irse
para sus casas, quisieron asistir en cuerpo a mi so­
lemne « Te Deum » de acción de gracias.
Ahora la paz parece asegurada; el peligro está
conjurado y todo se irá nonnahzando; por lo cual
todos a una voz. los hermanos de esta casa, las Hijas
de María Auxihadora y los Cooperadores Salesianos de esta ciudad, hacemos púbhco este insigne
favor para mayor gloria de la S. Virgen y firme
esperanza de los que la invocan.
Octubre de 1912.
J osé D in i , Pbro.
B arcelo n a. — Muchas y grandes eran las difi­
cultades que encontraba para continuar en el es­
tado a que Dios me llamaba, de una manera tan
clara y manifiesta, que no había lugar a dudas.
Arideces de espíritu, continuos desasosiegos,
imaginaciones crueles que atormentaban mi mente,
y todo ello junto, robando la paz a mi corazón, me
hizo desmejorar tanto que pronto llegué a un estado
harto triste y lastimoso, no tardando en presen­
tarse en todo su desarrollo una hepatisis depaupe­
rante, muy de temer por sus fimestas consecuen­
cias.
En tan criticas circunstancias, volví mis ojos
a María Auxiliadora, pidiéndole con todo el fervor
de mi alma, que si era volimtad de su Divino
Hijo continuase en el camino emprendido, desva­
neciera E lla mis dudas, cicatrizase las llagas de
mi corazón y me desvolviese la salud del cuerpo.
Al presente, ha vuelto la paz a mi alma y las fuer­
zas a mi cuerpo, encontrándome bastante mejorado
y en disposición de poder continuar en mi verda­
dero estado. Gracias. Madre mia.
Octubre 1912.
Un religioso.
H an acor, (Baleares). — Atacada de tisis pul­
monar y sin esperanzas ya de curación, pues los
vómitos de sangre se sucedían irnos a otros, supe
por medio de im cooperador salesiano (A. F.) que
María .^titUima desea que en estos últimc« tiem­
pos se la invoque bajo el hermoso título de Auxilio
de k>s Cristianos. Luego leí en uno de los boletines
salesianos las gracias extraordinarias que concede
todos los días, me encomendé a Ella, le empece una
ooveua y a los pocos djas me hallaba fuera de todo
ptíigro completamente curada. E l médico no sabe
jalir de su admiración al ver que lian pasado vanos



meses sin que haya \*uelto a aparecer síntoma al­
guno de tan terrible mal.
Muy agradecida a tan buena Madre, doy de li­
mosna, según prometí. 25 pesetas y publico la
gracia a fin de que los mallorqtiines se animen a
acudir a E lla en sus necesidades.
Agosto 1912.
A. S. U .
S a n tia g o (España). — Habiéndose puesto grarisimamente enfenna la hermana de uu amigo,
y temiendo un fatal desenlace, invoíjué a María
Auxiliadora, ofreciéndole publicar su favor y en­
viarle una limosna.
E sta Madre cariñosa oyó las súplicas, desapa­
reciendo el peligro y poniéndose bien la enferma en
pocos dias. Por lo que cumplo lo prometido para
que todo sea en honor de la Reina de los cielos y doy
de Uniosna cinco pesetas.
J o s é M . A b o y , Pbro.
S e v illa . — Hallábase mía hermana mía con im
dolor muy grave, temiéndose un funesto desen­
lace, según la opinión del médico que mandó la
administrasen.
E n tan apurada situación recurrí a María A u­
xiliadora, ofreciéndole ima Misa si le concedía la
salud, y haciendo traer un poco de aceite de su
lámpara, se le apheó encontrando de seguida ali­
vio. Aimque le repitió varias veces a causa de su
estado tan delicado, fué cada día mejorando,
hasta quedar completamente bien, con asombro de
todas las personas que la habían visto.
Pasados algunos años volvió a caer gravemente en
enferma, y de nuevo la encomendé a la Santísima
Virgen, prometiéndole públicar las dos gracias si
sanaba. A l dia siguiente la encontró el médico tan
mejorada que le causó gran sorpresa, pues la en­
ferma tenía unos 70 años; y en pocos días quedó
completamente restablecida.
E n otra ocasión le pedí con fe y confianza mía
colocación para mi liijo, y habiendo E lla oído mis
ruegos, he cumplido lo ofrecido, y le doy gracias
por tantos favores, rogándole perdone mi moro­
sidad en publicarlos.
Setiembre de 1912.
Una cooperadora agradecida.
S e v illa . — Miguel García, de oficio albañil, se
hallaba enfermo desde a^ún tiempo, sin esi>eranza
de sanar, pues las medicinas no le proporcionaba
ningún aüvio. Nabiendo oído liablar de la Virgen
Auxiliadora y de los portentos que liace en favor
de la pobre humanidad, le pidió que lo curara, pro­
metiéndole hacer celebrar una misa, y un cuerpo
de plata, y confesar y comulgar en acción de
gracias. Hecha la petición y la promesa, no se hizo
esperar la gracia. Casi inmediatamente sintió aUrio
de la continua hemorragia que sufría desde el 6
de junio hasta el 26 de juUo de este año; y des­
pués de haber á d o desahuciado de dos médicos,
el dia 14 de setiembre pudo venirse a la Santísima
Trinidad a dar gracias a la Virgen del Venerable
Bosco y cumplir sus devociones.
Setiembre de <912
M

ig u e l

G

a r c ía

H

ig u e r a

.

ni
Dan también gracias a María Auxiliadora y envían su
limosna:

Alicante (iLsp.). — ClemeiUina Curt, por haber
devuelto la salud a su -hermauo ausente, y envía
5 ptas. de limosna. — Id.: F. C. C., por haberle
in>rado de una ^rave tribulación y haber devuelto
la salud a un lujo suyo.
Asunción (Paraguay). — J. de V. H., por liaber
librado de la muerte a un niñito. — Id.: C. R. de
D., por haber devuelto la .salud a una hija suya.
— /</..• María de Jesús Calvalún, por haber salvado
a su hijo (le las peripecias de la revolución. — Id.:
^Iaria C. de Lamas, por haber obtenido que reci­
biera los últimos sacramentos una persona querida.
Barcelona (lCs[).). — Ignacia Casas, por varios
favores, y manda decir dos misas.
Bogotá (Col.). — J. A ., por hal)erle librado de
los peligros de una inundación en que peligraba su
vida y la de su familia , y eiivia una limosna. —
Id.: C. M. F., por un favor muy señalado. — Id.:
Manuel José Casas, por un nuevo favor, después
de lud)orle Hljrado de larga y peligrosa enfermedad.
— Id.: Una familia agractecida, por liaberla sacado
bien de tm gravísimo apuro.
Cádiz (Esp.). — F. M. S., por varios favores y
envía 5 pías, de limosna.
Cali (Col.). — Teresa 12. de Cobo, por haber
librado a su peqiieñnelü de una meningitis gravisinui. — Juan Antonio Mina y Constantino Sáez,
por un favor y envían una limosna. — Id.: B. E.
C., por haber devuelto la salud a una persona por
la cual se interesaba, y envía limosna para una
misa. — Id.: A. G. M., por un gran favor, y manda
50 g. ¡d.: Enriqueta Holgin, por haberle devuelto
milagrosamente la salud en trance de muerte.
Cerrito (Colombia). — Rebeca Tenorio de Saavedia. por un favor, y envía cien pta.s. de limosna.
Cuenca (Esp.). — Sor María de !a Natividad, por
un favor.
Horcajo de las Torres (Esp.). — Damiana Alba,
por haberla librado de una fiebre tifoidea, y envia
4 ptas.
K1 Rosario (Col.). — Alfonso Ma. Rodríguez, por
tin favor, y envía una limosna.
Fontiveros (Esp.). — Nicolás Fernández, por
haber lilrrado a su hijo de calenturas perniciosas
y envía 1 ¡)tas. — Id.: Anastasia Luengo, por un
favor 2 ptas. — V . Q., para conseguir un favor,
5 pías.
Guayabal (Col.). — Bonifacia Arzayuze e hijas, por
haberlas socorrido en sus íiecesidades y haberles
alcalizado uii medio de vivir con desahogo; enviaii
too ptas. de limosna.
Huelva (Ksp.l. — Manuel Jiménez , por haber
sacado bien a uno de sus hijos de una diñeílisima
operacii'm.
La Coruña ( 12sp.). — E. U., por varios favores
y envia 38 ptas. de limosna. • • Id.: Juana San
Martin, por un favor, y envia una limosna.
La Crux (Col.). — Isabel Hoyos N., por liaber
recibido la salud, 200 ptas. — Raquel Muñoz O.,
por haber obtenido un favor e.spiritual de grande
estima. 200 ptas.
TeiSfilo Bravo O., por haber
alcanzado la salud después de haber ofrecido alis­
tarse en la Asociación y de colocar sobre su cama
una estampa de la \'irgen .\oxiliadora. — Id.: Clo­
tilde Realgre, por haber alcanzado la salud ofre­
ciendo llevar al cuello la medalla de María la VirAuxiliadora. — Id.: José Muñoz, por favores que
gen le ha alcanzado.
La Unión (Colonib.). — Gabriel Y u sti, Clotilde
de Millán y María de Millán, por favores especiales.

— Id.: Rufino Rojas, por un favor, y manda una
limosna.
Madrid. — Nicolás Alonso Díaz, por un favor.
— Id.: C. B., por un importantísimo favor (¡ue
habia de ejercer notable influjo en su porvenir, y
envia una limosna. — Id .: Felisa Antón, por dos
señaladísimos favores, y manda 10 ptas. — Id.: Mana
T . A ., por un favor, y mando i pta. — Id.: luán
Rodríguez, por haberle deparado un buen destino.
Managua (Nlcar.). — Josefa Cabeza, por haberle
curado milagrosamente a su mamá y al chiquito,
y manda una limosna. — Id.: Delfina Cenia deLiboa,
por haber librado a su esposo de la muerte al pa­
sarle una carreta jior encima del cuerpo, y manda
una limosna. — Id.: María de Jesús Castrillo, por mu­
chos favores, y manda una limosna. — Id.: Julián
López, por haberle librado de unos granos cangrenosos en la boca, y manda una limosna. — Id.: .Angel
Trinidad , por un favor, y manda una limosna.
Orense (I2sp.).' — Guadalupe Outeiríño, por un
gran favor, y envía 15 ptas. de limosna.
Pedroso de la Sierra (Esp.). — Joaquina Sáeiiz,
por varios favores.
Puebla de D. Fadrique (Esp.). — Una devota,
por un favor, y manda 5 ptas. — Id.: Policarpo
Zaballos, Benito Diaz, Sebastiano Villarrubia, por
varios favores, y mandan su respectiva limosna.
Segovia (Esp.). — María de Figueras , por ha­
berla librado de una grave enfermedad.
Santana (Col.). — Flinio López, por haber li­
brado a sus dos hijos de una terrible tos ferina.
Sevilla (Esp.). — Elisa Ruíz, por haber curado
a su hijo de una enfermedad grave que le aquejaba
desde hacia 3 años. — Trinidad Hoyos, por ha­
berle buscado una colocación para su hijo. — Id.:
Josefa Armero, por haberle sacado bien de una
operación peligrosísima. — Id .: Una madre agra­
decida, por liaber devuelto la salud a su hija. —
Id .: D. de la C., por haberle colocado a su hijo
en un instituto religioso. — Id.: María Beaucliy,
por haberla librado de una infección intestinal que
la redujo al extremo de recibir los últimos sacra­
mentos, y envia una limosna. .
Tarrancón ( 12sp.). — Rafael Murillas, por salir
bien de una enfermedad, y manda 5 ptas.
Tetir (Canarias). — Tomasa Mariscal , por un
favor, y.envia una limosna. — Id.: Andrés Cruz,
por haber librado a su sobrino de una grave en­
fermedad, y envia 9 ptas.
Trujillo (Venezuela). — Angel Domingo Brasetú,
por un favor y envia una limosna.
Versalles (Col,). — Manuel Dorpina y Ester Gordillo, por varios favores, y envían 50 ptas. de li­
mosna.
Vigo (Esp.). — María Sarmiento, por 1111 favor,
y envia una limosna. — Id.: Elena .Solleíro, Vda.
de Curbera, por un favor y envia una limosna. —
Id.: C. H. de S. por un favor, y envía una limosna.
— Id.: C. R. S. por un favor, y envia 5 ptas.
Zamora (Elsp.). — Dolores Arias, Tomasa Bolano, Josefa Chimeno, por favores y mandan su
limosna.

IM P O R T A N T E .
Tenemos que repetir una vez más a los favorecidos
con pacías de María Auxiliadora, que tengan la bon­
dad de escribir claro lo que quieren decir, no omi­
tiendo nunca el lugar del suceso, la fecha y el nomh:e.
l'a hemos advertido que a veces no podemos públicar las gracias por no saber en qué pueblo o ciudad
colocarlas. S i algunas gracias quedan sin publicar,
¡os interesados piensen si habrá sido por eso.



21



El i o . [ m É le lesls oiqle i pioHis
&XX & 1 'T e r i : a .i > l o

E > x j> ia .- t o r io = I V a .o io n a Í d e l

Las almas tibias se enfon'orizarán; las fervorosas a elevarán
con rapidez a una gran perfección.
(Promesas 7* y 8»).

Está visto que dentro de algunos años, e^
Templo Nacional Expiatorio del Tibidabo va
a ser uno de esos santuarios adonde se reúne
las almas, como en las grandes estaciones vera­
niegas se reúnen los viajeros para pasar unos días
de solaz. Perdónesenos lo profano de la com­
paración, porque el Tibidabo esta llamado a ser
las dos cosas, que, aunque de ordinario sean
muy opuestas, no son, sin embargo, siempre in­
compatibles. ¡Cuántas veces hemos \dsto allí
individuos que subían sólo a solazarse mezclados
con devotos que sólo iban a rezar! Y no faltan
tampoco los que van a las dos cosas de muy di­
ferentes maneras.
No hace dos meses siquiera, hallábanse una
tarde en la gradinata de la Cripta tres personas
cuyo aspecto no tenía nada de devoto. Dos seño­
ras, que parecían bastante mundanas, y un caba­
llero, que parecía mucho más mundano que las se­
ñoras. Por la conversación que sostenían se com­
prendía claramente que su objeto no era religioso;
y sin embargo, atraídos por el arte, se decidie­
ron ellas a entrar y él a esperarlas, pues, a lo
que parecía, a él le repugnaba mucho entrar en
una iglesia. Comtemplaban las señoras con harta
ostentación de frivolidad las bellezas que la
Cripta atesora; y al volverse para salir, como
si una mano invisible le hubiera tocado en el
hombro, volvióse una de ellas, diciendo a la
compañera; ¿Por qué no rezamos algo? Sonrióse
la otra con una sonrisa un poco forzada, que deaotaba las pocas ganas que tenía de hacerlo;
pero ambas se arrodillaron junta a la última
fila de las sillas. E l caballero por su parte,
cansado y a de esperar, subió las gradas y asomó
la cabeza solamente para ver si las damas aca­
baban la visita. Un gesto de sorpresa y disgusto
se pintó en su rostro al ver a las señoras arro­
dilladas a cuatro pasos de la puerta. Nosotros
uo sabemos lo que pasó en su alma, ni como
estaba de relaciones con Dios; sólo vimos desde
la penumbra de la Cripta que su rostro tomaba
de repente una expresión muy seria, y se arro­
dillaba con ima sola rodilla en el umbral de la
puerta, dirigiendo una mirada furtiva a la ima­
gen del divino Corazón que desde el altar le

tendía los brazos. Apoyó después un codo en la
rodilla izquierda y la frente en la mano, y so quedó
un buen rato hasta que las señoras vinieron a
sacarle de su meditación... ¡Dulce tarea la délos
ángeles que ven lo que pasa en el fondo de estas
almasl ¿Quién será capaz de contar estos mis­
terios?
A nosotros sólo nos es dado ver el movimiento
de los cuerpos; sólo vemos devotos que vie­
nen a orar, turistas que vienen a divertirse,
niños que suben a jugar, curiosos que se llegan
a la Cripta a satisfacer su curiosidad; pero no
vemos los corazones afligidos que van allí a
buscar consuelo; no vemos las almas que viven
lejos de Dios y allí le encuentran; no vemos lo
sobrenatural que estas respiran, donde los hom­
bres creían respirar tan sólo oxígeno más
puro, saturado del olor acre de los pinos. Allí
suben, conftmdidos con los amantes del Corazón
de Jesús, la mujer casquivana, el joven liber­
tino, el hombre descreído, el amo cruel, el obrero
rencoroso; y todos, llevados por la curiosidad a
la presencia de Jesucristo, entran en la atmós­
fera sobrenatural donde viven las almas. Desde
luego que la impresión primera es una impre­
sión material, carnal si se quiere; pero pronto el
espíritu reacciona y se siente lo invisible, ese
algo que viene alienar el vacío infinito que expe­
rimenta el alma cuando no está llena de Dios.
En la mayor parte, así como al bajar del monte
sienten más despejada la cabeza, más agra­
dable la respiración, más sano el organismo, del
mismo modo esa sensación de bienestar fisioló­
gico va acompañada de un estado de ánimo más
tranquilo; el corazón esta más sosegado, el ¡>ensamiento es más puro, la conciencia moral más
viva, en suma, el alma baja también más sana.
También ella ha hecho su ascención a una
atmósfera más pura, ha respirado el aroma de
la virtud, el aire oxigenado que da la vida
eterna.
Parece que los encantos de naturaleza y los
refinarhientos de la comodidad están allí de
señuelo para cazar esas avecillas incautas que
vuelan fuera del arca sobre las aguas pútridas
del mimdo. Ir en busca de Jesús a una iglesia,
escondida entre un grmpo de casas de ma«i o
menos viso; una iglesia oscura, fría, poco ven­
tilada, de paredes desnudas y altares viejos,.



eso se queda para las almas heroicas, para los
momentos de crisis profunda, de grandes do­
lores. ¡Hay tantas almas frívolas que necesitan
frivolidades para acercarse a Dios! Así se explica
la presencia de Jesús en ciertos litios: al lado del
hotel el santuario; junto al espectáculo de salón
la función de iglesia. E l buen Jesús no desdeñará
esperar en cualquier sitio a la oveja perdida:
junto al pozo de Jacob aguardaba a la amance­
bada de Sicar: y sentado a la mesa de un ban­
quete, a la castellana de Magdalo.
Pero al hablar de las aUnas pecadoras, no de­
bemos olvidar a las santas; las almas santas
que descubrirán desde el Tibidabo junto al Co­
razón Jesús, fuente de santidad, horizontes
nuevos de mayor perfección. Los rasgos de ca­
ridad sublime que las limosnas para el templo
ocasionan, son por sí solos un serie de actos de
la mas elevada perfección. Los sacrificios son
lo más subido de la caridad, y la caridad es la
plenitud de la ley. No es el caso de repetir aquí
los hermosos ejemplos que leimos con profunda
emoción en el número 22 de nuestro colega. E l
Vble. Bosco y el Tibidabo.
Al leer semejantes cosas, el corazón se en­
sancha y los ojos se sienten humedecidos por lá­
grimas de esperanza. Todos esperamos algo de
la numificencia del Corazón divino.
Era la noche de 27 de octubre de este mismo
año, centenario glorioso de aquella noche en
que la señal de la redención, apareciéndose a
Constantino en el cielo de Roma, le indicaba la
victoria de sus armas y la victoria eterna de la
cruz. Desde la terraza de nuestras Escuelas
profesionales de Sarriá mirábamos extasiados
la simbólica cruz del Tibidabo que brillaba allá
en el fondo de las tiniebas de la noche, como
la aparición misteriosa de Constantino. Con­
templando aquella cruz, suspendida entre el
cielo y España, extendiendo sus brazos de luz
sobre nuestra amada patria, refulgente en medio
de la oscuridad como la esperanza, escribiendo
con estrellas la gran promesa: In hoc signo
vinces, se nos venían a la mente las estrofas tris­
temente inmortales del más grande de nuestros
líricos del pasado siglo.
S i en esta confusión honda y sombría
Señor, todavía
raudal de X'ida tu palabra santa,
di a nuestra fe desalentada e incierta:
Anímate y despierta;
como dijiste a Lázaro: Levanta.
Esa condicional de los tres primeros versos
será tal \*ez una figura; pero a nosotros siem­
pre nos ha parecido una blasfemia. Si es, Se­
ñor, todavía raudal de vida tu palabra santa.
¿ y acaso ha dejado de serlo, hombre de poca fe?

22



Esa fe desalentada e incierta, esas dudas y Tris­
tezas, sobremanera contagiosas por estar admi­
rablemente expresadas, son las que han dejado
a esta pobre nación sin pulso, como dijo imo de
nuestros políticos. ¡Corazón de Jesucristo, que
sois la resurrección y la vida, abrios desde esa
cumbre y derramad a torrentes sobre esta ge­
neración de almas esterilizadas por la duda, la
fe y la esperanza, esa esperanza bienhechora
que hace llevadera la vida y amable el trabajo;
esa fe poderosa que traslada las montañas y en­
sancha las fronteras de las naciones; esa fe ar­
diente que espolea los corazones a las grandes
empresas! Devolved, Corazón divino, a nuestra
patria aquella fe gigante que sostenía a nuestros
padres en la lucha de tantos siglos contra los
enemigos de vuestro nombre, que es el nuestro;
aquella fe que, para combatirlos, hacía excla­
mar al piadoso adorador del Cristo de Burgos
e intrépido debelador de las huestes agarenas:
Por necesidad batallo;
y en cuanto monto en mi silla,
se va ensanchando Castilla
delante de mi caballo.
Nuestros padres. Señor, impelidos por esa fe que
hacia de cada fraile español un conquistador y
de cada conquistador un apóstol, atravesaron
en frágiles carabelas los mares hasta entonces
tenebrosos, para ganaros millones de almas; y
vos en recompensa hicisteis de esos millones
de almas otros tantos millones de súbditos
de aquella España, cuya bandera, en la cual
iba vuestra cruz, dió el primer abrazo al globo.
Vuestra palabra santa ha sido, es y será
siempre raudal fecundísimo de energía vivi­
ficante; haced, Jesús mío, ahí en el Tibidabo
una gran fuente, adonde vengan a beber esos
hombres tan abúlicos como anémicos, cuya
carne se atrofia y degenera porque le falta vues­
tro espíritu, que la vivifique. Transformad, Se­
ñor, ese montón de excépticos quejumbrosos en
hombres creyentes y activos, de fe grande como
vuestras promesas; transformad esos poetas
que gimen sobre las ruinas en operarios labo­
riosos que las reconstruyan; que callen las aves
agoreras de los ocasos y aparezcan los poetas de
las auroras. Si En Flandes se ha puesto el sol,
comience un nuevo día con esa luz misteriosa
que corona la silueta de vuestro monte....
Sobre el Tibidabo brilla y a la estrella men­
sajera del alba. Con esa señal venceremos. ¡Luz,
Señor, más luz! ¡España, fe; más fe! Habéis pro­
metido, Corazón divino, que en el Tibidabo
aumentaríais nuestra fe; cumplid vuestra pro­
mesa y reinaréis en España con más esplendor
y veneración que en otras naciones.

P O R E li M U N D O S f IL E S ia N O

BARCELONA. — L a iglesia de nuestro colegio de
S. José va a ser una realidad. Deciuips la iglesia,
porque las paredes hace más de cuatro años que
están allí mudas y solitarias, como mi nido a me­
dio hacer, abandonado por los pájaros. Daba lás­
tima contemplar la espaciosa nave, cuya bóveda
es todavía el cielo azul tendido sobre las vigas,
nave que desde hace tanto tiempo está reclamando ,
un techo. E l 9 del pasado diciembre, se reanuda­
ron las obras y ahora es casi cierto que se llegará
hasta el fin. E l Sr. Inspector, P. Manfredini, sin
descuidar el templo expiatorio nacional del Tibidabo, se lia propuesto ofrecer su inauguración
como homenaje a nuestro amadísimo Superior Ge- •
aeral, D. Pablo Albera, en su próxima visita a Ivspaña. E l Sr. Director del colegio, P. Marmo, no
perdona sacrificio por su parte, para que el home­
naje sea lo más acabado que sea posible; el entusias­
mo de los cooperadores aumenta y nuestro Rector .
Mayor tendrá el consuelo de celebrar el sacrificio que
borra los pecados del mmido en aquel sitio donde se •
ven todavía las huellas de los pecados de im pueblo,
que, en una semana de locura, incendió la casa donde
se educaban a centenares sus propios hijos. Aun se
ven en algunas dependencias paredes ennegrecidas,
a pesar de los esfuerzos que viene haciendo el P.
Marmo para borrar de allí las huellas de tanto cri­
men, que son para nosotros padrón de ignominia.
Los generossos Cooperadores de Barcelona acredi­
tarán en ello una vez más su esplendidez. E s una
obra en que está empeñado nuestro honor y nues­
tro patriotismo; la reparación material se impone
tanto como la reparación moral. Algimas de las
iglesias.y edificios destruidos han resurgido con el
nuevo esplendor que les dió la prueba del fuego; la
casa
á bien ha sido en parte reparada,
aun conserva las señales bochornosas de aquellos
dias infaustos. L a iglesia no necesita menos im­
pulso por parte de nuestros Cooperadores; y espe­
ramos que estos, según su tradicional generosidad,
acudirán al llamamiento del P. Manfredini, para
qt»e aquel barrio tan necesitado del pan espiri­
tual, tenga ima iglesia donde se les recuerde a los
hijos del pueblo, materializados por el trabajo in­
cesante, la vid a futura y nuestro destino sobreuaturaL Bien saben nuestros cooperadores barce­
loneses el olvido en que se viv e allí de k) que más

interesa al hombre; el humo de las chimeneas les
obscurece la luz consoladora del cielo, el ruido
ensordecedor de l;is mátiuimis no les deja oir la
voz de Dios; los dias festivos son para muchos dias
de abyección, en los cuales, en lugar de reparar las
fuerzas del cueqx), consumen en innobles pasa­
tiempos cuerpo y alma a la vez. Buena ocasión se
les presenta a las celosas cooperadoras de la ciu­
dad condal de manifestar su piedad y su celo, que

BAHIA BLANCA (Arg.) — Curso de comercio
del Colegio „D. Hosco'*.

aUi encuentran mi campo propicio. \'n barrio que
no tiene iglesia, es como una casa que no tiene ven­
tanas ni balcones, le fa'.ta el aire y la luz. Abra
pronto, puc--.. la generosidad de nuestros coopera­
dores las puertas y ventanas de la iglesia, que
por ellas respiran las almas auras de arriba y ven
el cielo.
VIGO (Arenal). — E l oratorio festivo de la parro­
quia del Sgdo. Corazón continúa poblándose de
niños. Los deseos del celoso párroco, D. I'rancisco
Perramón, han alcanzado una satisfacción muy
grande. Después de tantas tentativas y fatigas ha
logrado por fin una cosa que los oratorianos de­
seaban tanto como el Párroco: un cinematógrafo. Y
el cinematógrafo es ya una realidad. Se inauguró el
día del onomástico del Párroco, lo cual ha consti­
tuido un acontecimiento. E n los patios del oratorio
festivo se notaba una a^arabia desusada que los
caramelos y confites endulzaban con frecuencia; y
luego la espectatáva del cine, la lusíón que acari­
ciaban desde hace tiempo. Por falta de im sitio

— 24 —
más a propósito ha debido colocarse el cine en el
salón escuela, que, si bien es muy capaz, como es
escuela, tiene sus inconvenientes. Pero los niños
no se fijan en eso y lo lleiuan durante las sesiones
de cine con más gusto que durante la sesiones
de cla.se.
VIGO (Ronda). — También los niños del colegio
de la Ronda han estrenado algo al principiar el
curso. Nos ha sorprendido sobre manera el verlos

a

r. <

y

I

pintura, donde el maestro Ramos decora las imá­
genes que hoy son admiradas en todas partes,
dicho se está que la obra es digna de tales artistas
y la capilla del colegio gana con ello lo iadecible.
A mediados de octubre tuvo lugar la inaugura­
ción solemne que los niños celebraron con tanta de­
voción como entusiasmo. E l Padre Bemardino Si­
món pronimció ima bonita plática de ocasión que los
u ños oían con emoción visible; y por la tird e en el
salón de actos atestado de gente tuvieron el com­
plemento de. la fiesta. Estos disfrutan
de cine hace ya varios años; siendo
nuestro colegio el primero que en Vigo
pudo permitirse ese lujo, merced a la
'
generosidad de los cooperadores de
.
la pintoresca ciudad,
r"'
E l Sr. Director, P. Honorato, reci'■ j
bió muchas felicitaciones y en la cara
se le veía la satisfacción de propor'donar a sus queridos niños una ca:^
pilla más grande y ima María Auxiliadora más bonita, lo cual les hará
más agradables y provechosos los
actos del culto divino,
-,
Con el nuevo brazo que se ha añar',v
dido este año al colegio, éste y la
•' 1
capilla tendrán mucho más desahogo
J
y se podrá aumentar el número de
niños. ¡Bendito sea Dios que a pesar
de haberse agrandado las escuelas,
dormitorios, la capilla, etc. ya no ca­
ben más! ¡Que Dios recompense a los
cooperadores vigueses que tan eficaz­
mente cooperan a la educación dentifica y religiosa de tantos niñosl

BAHIA BLANCA (Argent.) — Merece
especial mención el colegio « D. Bosco»
ensalzado por todos con voz unánime.
Cuenta este año 158 internos. 42 me­
dio pensionistas y 465 externos, di­
vididos todos en seis clase elemen­
tales y cursos especiales de Italiano.
Francés, Inglés, Dibujo y Canto. AlH
se preparan para la segrmda enseñanza
y tienen un curso completo de Co­
mercio y Contabilidad, con lecciones
de telegrafía dactilografía y gimnasia.
E l batallón del colegio constituyó im
atractivo especial y el pomto culmi­
nante de las últimas fiestas cívicas;
BARCELO NA — Interior de la iglesia del Colegio de S. José.
los tiradores obtuaderon el primer pre­
mio en el concurso de tiro al cual con­
en el patio deshaciendo \m montón de cajas; nos
currieron casi todos los colegios de la ciudad.
acercamos a ver lo que había y vimos las piezas
Entre los 700 niños del colegio ejercen su verda­
de un hernioso altar mayor para la capilla. Pero la
dero apostolado las varias compañías que D. Bosco
pieza más bonita era una hemiosisima imagen de
mstituyó en sus colegios para fomentar la piedad.
Moría Auxiliadom. No es el caso de ponderar la
Para sus niños y también para otros muchos, pu­
habilidad técnica y el gusto estético de los artistas
blican nuestros hermanos de aqueUa casa im p>eriode nuestras Escuelas profesionales de Sarriá;
diquito muy ameno titulado * E l Amigo de la ni­
sabiendo que el altar esta hecho allí donde los maes­ ñez * que tira cada semana mil ejemplares. E l 8
tros Requesens y Mostré dibujan altares como los
desagosto se puso la primera piedra de ama capilla
que se ven en muchas iglesias de Barcelona y en la
para el instituto. L a actoial es insoificiente, y ni aún
misma iglesia de diclias escuelas; sabiendo que
en dos fameiones distintas caben todos los niños.
la imagen ha sido decorada en nuestro taller de
L a nuea*a capilla será dedicada al Corazón de Jesús.

— 25 —
STA. ANA (El Salvador). — Este colegio con­
tinúa desarrollándose de una ma ñera consola­
dora. merced a las solicitudes con que nuestros
hermanos han procurado poner la enseñanza
al dia, como suele decirse. Hemos visto el nuevo
programa.y por cierto q^ue puede satisfacer las
aspiraciones de los más exigentes. L a parte instruc­
tiva comprende la enseñanza primaria, carrera de
Comercio y Hacienda, todo ello en conformidad
con el plan de estudios oficial. Además el colegio
añade a las asignaturas oficiales, aquellos adornos
que en las condiciones de nuestros tiempos y a
veces también en las necesidades de la vida, no
dejan de servir a los que saben aprovecharlos: la
gimnasia, el canto, piano, taquigrafía, italiano, etc.

M E M O R inS B IO G R R F IC R S
de M ons. L U I S L A S A G N A .
CAPITULO XLV.
Los caminos de la Providencia — Un alto — Espí­
ritu de piedad — Las flores para el altar de la
Virgen — E s ta b a equ ivocado... - - Sin acepdldn
de personas — Siempre puntual en todo • • Obe­
diente á costa de cualquier sacrificio - Una en­
señanza preciosa - - Igualdad de carácter — Un
descubrimiento— Por amor de Jesús — Un recuerdo
del Padre — Su adhesión á nuestra Pia Sociedad.
La divina Providencia cuando destina a uno para
iniciar o llevar a cabo alguna obra esi>ecial. suele

LV.I'fV'i’.í

7 -¿'W-'
VIGO (Arenal) — Grupo de niños del Oratorio festivo de la Parroquia.
Respecto a la higiene y educación fisica, dispone
de •: grandes y ventilados salones, para las clases y
dormitorios particularmente, recién construidos,
espaciosos patios rodeados de extensos pórticc»
para recreo, que hacen el colegio agradable e hi­
giénico*. Nada falta de lo necesario para formar
U mente y el corazón, el cuerpo y el alma.
La ciudad de Sta. Ana lo ha comprendido aa
y por eso el estado del colegio es cada vez más
Acreciente.

no sólo proporcionarle las dotes y los medios con­
ducentes a tal fin. sino también infundirle en el
corazón un misterioso presentimiento de la época
en que han de estar llenos los días de su mortal pe­
regrinación; quiere que tal presentinúento les sírva
de acicate para aumentar en actividad y celo, y
compensar en cierto modo la brevedad del tiempo
con la actividad de la acción. Así vemos que
obró Dios con respecto a Mons. Lasagna, al cual
podemos por tanto aplicar con toda justicia aquel
el<^io de la Sabiduría: Consummatus in brevi explevit témpora multa (i): « E n pocos años llenó la
carrera de una laiga vrida ». E l mismo confesaba
que este presentimiento le hacia abarcar más tra­
bajo del que podían llevar sus fuerzas, y que sólo

le ajjesaraba el dejar aun al demonio tan vasto
campo donde hacer el mal. Especialmente después
que con la consagración episcopal recibió la ple­
nitud del sacerdocio, su anhelo de salvar almas
Cual torrente que mana en alta cumbre
ya no tuvo líimites ni coto: esto se deduce a las
claras de sus peregrinaciones apostólicas. Sin em­
bargo, para <jue resulte mas acabado el retrato de
nuestro Obisi)o Misionero, y al propio tiempo se
conozca el manantial en que bebía aquel denuedo
y aquella fuerza que nunca se arredró por ningún
obstáculo, es bien que nos detengamos un momento
a estudiarle en su vida íntima. Si la sucinta enu­
meración de sus tareas nos mostró en él al tipo cas­
tizo y genuino del misionero y del apóstol infatigable
gablc, ñas servirá también de consuelo y edificación
el considerar en él al religioso humilde y ferviente.
E l que trabaja en bien de las almas debiera ate­
sorar tan grande caudal de ])iedad y de virtudes
que no diera a los otros sino lo que le fuera super­
fino. conforme a las palabras de S. Pablo a su amado
Timoteo: Atiende tibí et docírinae: insta in illis.
Hoc enim faciens et te ipsum salvum facies et eos qui
te audiuui: * Vela sobre ti mismo y atiende a la
enseñanza de la doctrina: insiste y sé diligente en
estas cosas. Porque haciendo esto, te salvarás a ti,
y salvarás a los que te o y e r e n L le v a b a esta adver­
tencia del Apóstol hondamente grabada en el cora­
zón. y meditándola bien se persuadió intimamente de
que antes de consagrarse al ministerio de salvar
almas, le era preciso acaudalar arjuellas virtudes
que deseaba ver practicadas por los demás. Por tanto
para hacerse poderoso en obras y palabras, puso
todo ahinco en cultivar en sí mismo la piedad.
El sacerdote D. Ambrosio Turriccia que tantos
años vivió a su lado, asegura que, a fuer de ver­
dadero hijo de S. Francisco de Sales e hijo de D.
Hosco, no ejueria que en la devoción hubiese nada
de extraordinario, sea en cuanto al i)orte, sea en
cuanto al número y calidad de las prácticas religio­
sas; pero, eso sí, era puntualísimo en las cosas co­
munes. Y a Obispo era el jmmero en bajar a la me­
ditación y el último en salir de ella. Trabajo costó
persuadirle que a ninguno e.scandalizaria el que,
después de su largas viajes se levantíise algo más
tarde y postergase la meditación algunas horas.
Era también diligentísimo cu los demás ejercicios
de piedad prescritos por la Regla, a no ser que lo
estorb;ise algún impedimento insu])erablc. Ivl P.
Foglino, Lirector cu S. Pablo, escribe: « Era todo
fervor y recogimiento cu la oración. A mí me cupo
la dicha de acompañarle en un viajo del Uruguay
al Prasil. líl pobre Monseñor sufría mucho el ma­
reo, y sin embargo por nada del mundo dejaba el
oficio, ni la meditación, ni la lectura esjriritual
Celebraba muy devotamente la Santa ^lisa, evi­
tando toda afectación, y prefiriendo, a ser posible,
el altar consagrado a María S;mtísima. Cuando
llegaba de un hu^o viaje lo primero que hacia era
entrar en la iglesia a celebrar el santo Sacrificio.
Otrirs ^*eces. aun s;ibiendo que desembarcaría
muy tarde se mantenia en asumas, para celebrar
a\mque fuese a mediodía. A todas partes llevaba
consigo un viejo crucifijo que solía tener sobre el
libro cuando estudiaba o rezaba el breviario. Ja-

m<ós difería su confesión semanal, aunque no tu­
viese a la mano a su confesor ordinario y se viese
obligado a hacerlo con alguno de sus subalternos.
Extraordinaria y ternísima era su devoción a la
Reina de los Angeles. E n mil trances apurados se
le oía repetiri: Reguemos a María Auxiliadora y
luego veremos; y esto en especial cuando se trataba
de alguna alma que parecía resistir a la gracia.
Agradable en extremo ver adornado el altar de
la Virgen y se le vió, ya Obispo, coger flores como
una sencilla criatura y llevarlas alborozado a los
pies de la celeste Madre. A l acólito sacristán que
preparaba el altar para el mes de María le reco­
mendó una vez que se empeñase con todo ahínco
en embellecerlo y engalanarlo a fin de que todos se
sintieran prendados de la Virgen Santa. Son célebre.s en Villa Colón los sermones con que se inge­
niaba en hacer conocer a los oyentes la grandeza,
la bondadad, la hermosura de María y en enamorar
de ella a todos los corazones. Un día mientras
estaba tratando este su tema predilecto, entró en
la iglesia un caballero conocido por .sus sentimien­
tos irreligiosos. De tal suerte le cautivaron las pa­
labras del predicador que sentándose en medio de
los niños oyó con la más viva atención toda la plá­
tica, y antes de salir dejó una copiosa limosna a la
'capilla. Tampoco hemos de olvidar que, siempre
fiel a las enseñanzas de D. Bosco, se imponía to­
dos los sábados una mortificación en honor de Ma­
ría Santísima.
E sta fervorosa piedad hacia fecunda, en los más
sazonados frutos su predicación en la cual sabia
valerse admirablemente de la Sagrada Escritura.
Explicaba los textos de una manera tan apropiada,
que asombraba a los sacerdotes que le oían; narraba
los hechos de los Libros Santos con tal viveza y les
daba tal colorido que los acontecimientos más co­
nocidos parecían nuevos. Asi lo hubo de afirmar
el mismo Vicario General de Montevideo después
de haberle oido predicar sobre el Sino. Sacra­
mento de la Eucaristía. Abominaba de las frases
huecas y altisoiumtes y de las vanas galas retó­
ricas que si halagan el oído, dejan asnina la mente
y frío el corazón: hablaba cual corresponde a un
misionero, a un Obispo que lejos so buscarse a si
mismo sólo se preocupa de la salvación dé las al­
mas. Notaremos finalmente que en sus predicacio­
nes le era familiarísimo el nombre de D. Bosco,
nombre que parecía ser un ascua encendida que
tocase sus labios para purificarlos y dar eficacia a
su palabra.
I^a piedad también formaba y santificaba su
correspondencia epistolar comunicándola, estoy
por decir, algo de aquella tinción que admiramos
en las incomparables cartas de D. Bosco. Y esto
se verificaba no sólo cuando escribía a sus her­
manos de religión, sino también en las carta.s que
dirigía a sus conocidos, bienhechores y amigos.
La señora de Celoria que le amaba como a hijo
asegura que las cartas que le escribía Mons. La*
sagua, aunque de carácter iyüimo, revelan un <dnia
grande de sacerdote y de misionero que va a ííJ'riícarse voluntariamente con fe xñva y con generóse- en­
tusiasmo.
Un querido hennauo nuestro escribe estas pala-

— 27 —
habrán podido reparar en estas sus preciosas cua­
lidades, porque era naturalmente vivo, elocuente,
jovial y de trato sobremanera atrayente y caballe­
roso. Más de una vez me sucedió verle pedir discolpa a hermanos a quienes sospechaba resentidos
por algún a\*iso o reproche que de él habían reci­
bido. Aunque Superior e Inspector no se obsti­
naba en sus ideas cuando advertía que estaba
equivocado, y era edificante oírle decir, como me
sucedió a mí mismo: « ¿Sabes que tenias razón?
Yo estaba equivocado *. E n cierta ocasión se tra­
taba de ciencias naturales, y él estaba explicando
con todo entusiasmo algmios fenómenos de la na­
turaleza, cuando im hemaano le interrumpió
a lo mejor asegurando que aquella teoría estaba
refutada en imo de los últimos números del Cosmos
y que los doctos habían adoptado otra mas racio­
nal. A todos les pareció imprudente la conducta
de aquel interlocutor, pero Mon5. Lasagna son­
riendo le agradeció la advertencia, y la conversación
continuó animada como si nada hubiese habido *.
Era asimismo la hmuüdad la que le inspiraba gran
respeto para con los hermanos coadjutores, cuyos
sacrificios y valioso trabajo sabia él aquilatar en
su justo mérito. Y esto lo reconocieron varios de
aquellos hermanos que a gran dicha hubieran te­
nido el pasar con él toda la vida. ¡De tal modo sa­
bia granjearse las voluntades!
Sin acepción de personas y con idéntico afecto
amaba a grandes y pequeños, a ricos y pobres, re­
conociendo en todos almas igualmente preciosas,
igualmente rescatadas con la sangre de Jesucristo.
¿Qué no hizo por los desventurados Indios? ¡Cómo
se interesaba por sus humildes artesanitosl ¿ Y no
se le vió ya Obispo, jugar a los bolos con los niños
del oratorio? ¡Oh! (nos lo aseguró él mismo) aquella
cruz de oro que colgaba de su cuello sobre el pecho
más que recordarle su altísimo carácter le impul­
saba a tener para todos entrañas de ternísima ca­
ridad, a ser el siendo de todos. Pero donde más re­
saltaba su humildad era en la práctica de la obe­
diencia. Aunque investido de la dignidad episcopal
se sujetaba escrupulosamente a la Regla y a las dis­
tribuciones del horario: de aquí una exactísima
puntualidad al tañido de la campana adonde
quiera que le llamase: de aquí el silencio riguroso
en los tiempos en que está prescrito, en especial
después de las oraciones de la noche. De aquí
también aquel cuidado de atenerse en todo y por
todo a los manjares de la comunidad, a no ser que
Sus dolencias exigiesen absolutamente lo contrario,
sin cuidarse de su precaria salud, que a los hermanos
les parecía motivo harto suficiente para que se
permitiese algunas excepciones.
Su obediencia resplandecía en todo el lleno de su
bamosura cuando se recibía alguna orden del Rec­
tor Mayor o de los miembros del Capítulo Supe­
rior. « Sucedió, escribe un hermano, que tuvimos
que sometemos a una orden penosa de un Supe­
rior Mayor: yo le dije al querido Mons. Lasagna:
< Pero Su Señoría como In^>ector puede hablar,
b » » ulteriores observaciones *. E l me respondió:
«¡Ah. querido! debemos acatar las órdenes de los
S<q>eriores atm cuando de ello se nos origine alguna
bías: i E n Moas. Lasagna he admirado siempre una

profunda humildad acompañada de encantadora
sencillez e ingenuidad de modales. Quizá no todos
incomodidad o sufrimiento *. Y así lo practicaba
él a costa de cualqmer sacrificio, sobre todo cuando
los superiores por el bien general hacían algún
cambio en el personal de su Inspectoría o le nega­
ban algún hermano de que tenia urgentísima nece­
sidad. E n tales adversas coynmturas era real­
mente de admirar la ingeniosidad con que. de viva
voz o por escrito, sabia excusar la buena intención
de los superiores. Este espíritu de olxxliencia le
dictaba también, aun siendo yxi Übis|>o, expresio­
nes como la vsiguiente: « Le agradezco de todas ve­
ras sus cartas y sus cariñasas advortcncia.s ♦ ,
expresiones edificantísimas con que se tropieza
de vez en cuando en las cartas que me escribió a nil
o a otros Superiores Mayores.
En las expansiones intimas que era una verda­
dera necesidad para su corazón tan sensible, solia
decir que por obediencia había hecho la profesión
religiosa, por obediencia había recibido las vSagradas órdenes, por obediencia expresa había ido a las
misiones de América: a este sacrificio de su vo­
luntad atribuía el poco de bien (son sus palabras)
que había logiado hacer, dando una nueva pmeba
de lo que ?i ■ •eña el Espíritu Santo: Vir obediens
loqueiur vi ionam (i): « E l hombre obediente can­
d a rá la victoria ¡>.
A las referidas virtudes aunaba el espíritu de
mortificación y de sacrificio que tan bien sabía in­
sinuar con la palabra y el ejemplo a sus hermanos
y a las Hijas de María Auxiliadora, siempre que
se le ofrecía la ocasión. Repetía con frecuencia
que la Sociedad Salesiana será grande mientras
sus miembros sepan ser mortificados particular­
mente en el uso de d nos y licores. Aun a los enfer­
mos les inculcaba la mortificación asegurándoles
que esta les ayudaría en gran manera a recobrar
la salud. Anadia que el salesiano debiera preferir
abre\Tar su vida en algunos años a ser causa de
que se introduzcan abusos con mcnoscalx> de toda
la Sociedad. Y su conducta se ajustaba plenamente
a estas enseñanzas. A tal propósito me escribía
con fecha del i6 de enero de 1895 desde la cuaren­
tena de la isla de Flores: * Tendré (¡ue dictar cua­
tro tandas de ejercicios espirituales. Afortunada­
mente me siento más recio que el año pasado. No
bebo gota de vino, licores o café: doy la jjreferencia
a la leche y esto me sostiene en medio de mis pe­
sadas fatigas •. E n la mesa no se permitía ninguna
excepción, contentándose con la comida de la co­
munidad, y jamás quiso que en sus aposentos se
conservaran vinos ni licores so pretexto de convidar
a las visitas, repitiendo que en esto ¡ay del que em­
pieza! ¡Y con todo había nacido en una comarca
feracísima en vinos, había plantado tantas vides y
ponía por las nubes el producto de éstas, entusias­
mándose a las veces tanto como pudiera liacerlo
el más empecatado consumidor! Ayunaba escru­
pulosamente los ^^ernes, sin que hubiera instancias
capaces de disuadírselo. Había aprendido en la es­
cuela de .D Bosco que la penitencia más edecuada
y meritoria para un salesiano, además de la vida
común, es aceptar de buen grado las penalidades de
la existencia, soportar las incomodidades de los

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viajes y de la pobreza y sufrir con. paciencia las ad­
versidades y flaquezas del prójimo. Y fué en ver­
dad admirable en la práctica de tan caritativa en­
señanza, tanto en casa como fuera de ella. Entre los
muchos ejemplos baste citar imo narrado por el
Padre Foglino en los términos siguientes: « Re­
cuerdo (jue en uii viaje al Brasil no teníamos muy
buena compañía. Nos hallábamos nada menos que
entre veinticinco artista.s de teatro, todos italianos.
Al principio tuvimos que oír alguna pulla, alguna
palabra capaz de hacernos brotar los colores al
rostro: todo .lo sufrió Monseñor con admirable pa­
ciencia, sin proferir la más minima frase de queja.
Finalmente pudo tratar con los directores de la
compañía y supo hablarles tan bien, que en breve
totlos eran sus amigos y acabaron por gritar a
una : ¡Vivan los misioneros italianos! o
Con el ejercicio de estas virtudes habia llegado
al punto de poseer siempre la más perfecta igual­
dad de espíritu y de carácter, y a fuera que todo
le saliese a medida del deseo, ya que soplara el
viento de la tribulación. Desde que fué enviado a
América, por más que le pxmzaran las espinas de
las contrariedades, por más que le amargasen los
desencantos, nunca se le vió triste ni se oyó de sus
labios la más mínima queja. Poseía también una
santa industria para lograr las buenas cualidades
de los individuos, aun cuando estuvieran mezcladas
con muchas y no leves flaquezas. « No se ha de pre­
tender que ningimo enferme, que ninguno tenga
sus momentos malos que influyan en su parte
moral: esto no es de los hombres el evitarlo s>.
Tal era su pensamiento, tal su conducta conforme
se desprende de una carta que me escribió a mi
Fiel discípulo de D. Bosco, ordinariamente no
jjracticaba ni aconsejaba a los demás graves peni­
tencias corporales. Sin embargo tenia mi cilicio,
una cintura entretejida con finísimas puntas y solia
llevarla por lo menos una hora los viernes en ho­
nor de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Na­
die hubiera penetrado jamás este secreto, si miacircunstancia fortuita no lo hubiese puesto en claro.
Mientras el Director del Colegio Pió de Villa
Colón estaba registrando en una cómoda en busca
de algo tiue el Übisix). allí presente, le habia pe­
dido, dió con el cilicio. Apenas lo advirtió Monse­
ñor, con un a ligerisitna contracción del rostro ma­
nifestó (¡ucdar algo contrariado; mas con aquella
sagacidad (jue le caracterizaba, dijo: ♦ Bien: ca­
balmente (lueria avisarte cjue le destruyeras, por­
que ya luui desaparecido todas las piuitas *.
K 1 Director, algo mortificado con el descubri­
miento, mientras escondía aquel instmmento de
penitencia, no pudo menos de decirle: « ¿Cómo?
¿Su Señoría lleva cilicio? — « ¿ Y por qué no?
¿Quién no querrá sufrir algo por amor de Jesu­
cristo en dia de \'iemes? ^ llevarlo siempre no
estaría bien hecho porque dañarla a la salud, pero
alguna hora hay que llevarlo ». Y este era el reme­
dio que recetaba contra las tentaciones impuras.
Por eso no es de admirar que todos los que vivieron
con él hayan dado imáuime testimonio de la ente­
reza de sus costumbres y de su gran recato en tra­
tar con todo linaje de personas y especialmente
•con los aluumos de los colegios salesianos.

Entre los recuerdos que D. Bosco solía inculcar
a sirs misioneros habia el siguiente: < Respetad a
todas las ordenes y congregaciones religiosas ha­
blando siempre con loa de todo el bien que haa
obrado y siguen obrando en la Iglesia *. Mons. La­
s a ñ a lo grabó en su corazón con letras indelebles:
de aquí las amistosas relaciones que en seguida supo
trabar y conservar con todas las comunidades reIdiosas de aquellos países: de aquí también sus
frecuentes y entusiastas alusiones a las proezas de
celo que en América realizaron y siguen realizando
los hijos de S. Ignacio, de Santo Domii^o, de S.
Francisco de Asís y otros muchos. Con júbilo y
agradecimiento aceptaba la hospitalidad que cari­
tativamente le ofrecían, p reviendo mil veces
aquella pobreza religiosa a los palacios de los ricos:
además aseguraba que en aquellas comunidades
siempre había aprendido algo nuevo, y que siem­
pre había salido de ellas edificado. Mas como
quiera que Dios le había traído por la mano al lado
de Don Bosco, bien se el alcanzaba que debía
amar con predilección a la Pía Sociedad Salesiana,
aunque nacida ayer no más, aunque pequeñita en
comparación de esos gigantes de órdenes rel^osas que hace siglos están peleando las batallas del
Señor y tan bien han merecido de la Iglesia de Je­
sucristo. De esta su filial afición a la Congregación
ción Salesiana a la cual solía él apellidar con el
dulce nombre de madre, nacía aquel ardentísimo
anhelo de cultivar las vocaciones eclesiásticas y re­
ligiosas, en la esperanza de prociuarla nuevos
hijos. Así es que consagraba los más solícitos des­
velos a los novicios que eran reahnente el embeleso
de su corazón, la pupila de sxxs ojos y la esperanza
de las nuevas obras a que había dado nombre y
vida. A su querida Congregación donó con gran
consuelo de su alma, cuanto en el mundo posda
según ya en otro lugar lo hemos indicado, y velaba
por los intereses de ella como no lo hiciera el más
industrioso padre de familia. Pero de otra manera
mucho más eficaz había de aprovechar a la Pía
Sociedad Salesiana. a saber, granjeándola inmen­
sas simpatías de parte de todas las personas que le
trataban. Bastaba conocerle, hablarle para ser
amigo y cooperador de las obras de D. Bosco. Con­
fió a un amigo, que, habiendo venido xma vez a
Europa, se apresmó a volver a América temiendo
ceder a irresistibles instancias, a seductoras pro­
mesas ijue se le hacían, con algún peligro de su vo­
cación de misionero. Era, pues, más que justo que
uu amor tan tierno y tan activo hallara eco fiel en
los corazones de todos sus hermanos. Ellos en re­
torno le profesaron siempre la más alta estima, le
amaron con el más acendrado afecto, le conside­
raron espléndida y purísima lumbrera de la Con­
gregación y lloraron amargamente su inopinada
muerte. De él podemos repetir con toda verdad las
palabras del Evangelio: Qui fecerit ei docuerit.hic
magnus vocabiíur in regno coelorum ; « El que
practicare y ensenare, ese será tenido por grande
en el reino de los cielos *.
Con aprobación de la .Autoridad Eclesiástica:
Gerente: JO SE GAM BIN O.
Establee. Tip, de la S. A. Int. de la Buena Prensa
Corso Regina Margherita, N. 176-TÜ RIN.

Fecha
1913.01