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Título
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BS_1892_11
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Descripción
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Boletín Salesiano. Noviembre 1892
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extracted text
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m
ANO VIL -N. 11.
Publicación mensual.
NOVIEMBRE de 1892.
BOLETIN SALESIANO
D ebem os a y u d a r k n u e s tro s h.er>
m anos k fin d e c o o p e ra r á la
d ifu sió n de la v erd a d .
( m S. JuAK, S).
A tie n d e á la b u e n a le c tu r a , á la
e s b o rta c ió n y á l a en se ñ a n z a .
( I T im o t h . IV, 13.)
' E n tr e la s cosas d iv in a s, lam & s d i
v in a , es la d e co o p e rar con D ios
á la sa lv a c ió n de la s alm as.
(S. D io n is io .)
£1 am o r a l p rójim o, es u n o d e
lo s m a y o re s y m ás e x c elen te s
d o n e s, qu e la d iv in a b o n d a d
p u ed e conced er á lo s h o m b res.
(E l Doct. S. F ranc . de Sales).
Q u ien re c ib ie re á u n n iñ o en m i
n o m b re, á m i m e recib e.
(Ma t u . x v m .)
Os rec o m ien d o la ñ in e z y la j u
v e n tu d ; c u ltiv a d c o p garande, es
m e ro su ed u cació n c r is t ia n a ; y
p ro p o rc io n a d le lib ro s que le en
señ en k h u ir d el vicio y á p ra c
tic a r la v irtu d .
{Pío IX.)
R e d o b la d to d a s v u e s tra s fu erzas
á fin d e a p a r ta r á la n iñ e z y
ju v e n tu d de la co rru p ció n é
in c re d u lid a d y p re p a ra r asi u n a
n u ev a g en e ració n .
(LacON X III.)
—f§(j( D IR E C C IO N en el O rato rio S ale sia n o — C alle de C ottolengo N. 32, T U R IN (Italia)
S um ario.
Sn Santidad León X IU y el Santo Rosario.
£1 Mes de las Ánimas.
La onestión social.
I n g l a t e r r a . Colocación de l a primera piedra de la
iglesia del Sagrado Q crazóu do Jesús.
F r a n c ia . Xiza. L a Obra del Pan Cotidiano.
•Nuevo Oratorio Festivo. U na gracia de san José.
N o t ic ia s d e n u e s t r a s m is io n e s . Tierra del Fuego.
Nuevos neófitos.
B e l é n . Asilo do la S a n ta F am ilia.
Gracias de María Auxiliadora.
H istoria del Oratorio de San Francisco de Sales.
Privilegio especial.
Grabados. Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. Una
cosa Salesiaua eu la isla de Da^ sou. L a Misión Saleeiana en la Tierra del Fuego.
SU S. LEON XIII
y el S a n to R o s a r io
ó¡>jeto del Boletín es el de dar noticia
de las Obras Salesianas á nuestros Coope
radores. JVo podemos, por tanto, reproducir
re<jalármente todas tas encíclicas del Sumo
Pontífice ; y asi con respecto á la del Santo
Rosario nos es grato recomendar siquiera su
lectura d los fieles y llamarles la atención
sobre la importancia de la devoción de que
trata.
Manifiesta Su Santidad cuán grato le
es recomendar la devoción á M aría, de
voción que lia cultivado desde sus pri
meros años, y á la cual debe innumera
bles beneficios y consuelos,
Grandes son los males que boy en día
afligen á todos los pueblos: el espíritu
do impiedad y libertinaje siembran la
desolación ; apenas si en alguna parte so
trabaja como es debido para contenerlos,
y al contrario fomóntause con la indife
rencia y la libertad con que los autori
zan los llamados á reprim irlos; la ense
ñanza pública avergüénztiso de,pronun
ciar el nombro de D io s; iii.siiltase á la
Iglesia, relájase la fe de no jiocos cató
licos... Do aquí la necesidad do la oración,
sobre todo para desagraviar á la divina
Providencia.
Y bien sabido es que el Rosario es una
de las oraciones más eficaces para repa
ra r tantas desgracias y mejorar las cos
tumbres.
Si la Iglesia triunfó de los Albigenses
•y salvó á la religión de mil peligros fuó
mediante la proteción que por medio del
Rosario obtuvo de la Santísima Virgen.
Recurramos, pues, á ella con la misma
—
162
confianza con que tan solemnemente se
la invocó en tiempos pasados y no ta r
daremos en atraernos singulares favores
ílel Cielo.
Después del sacrificio de la M isa y de
los Sacram entos, dice Saldá, la oración
es la parte más esencial del Catolicismo,
y el PateTy Ave y Gloria son las fórmu
las más completas y acabadas de ella.
Toda la sabiduría de los más eminentes
teólogos no hubiera acertado á prescribir
un medio más sencillo y más completo
de orar.
E l Padre nuestro es el memorial dictado
por el mismo Jesucristo en persona, que
lo dejó como en borrador á sus discíi>ulos, para que de allí lo copiásemos todos
cuantas veces tuviésemos que dirigirnos
demanda do algo al Padre celestial.
L a prim era dificultad que aqueja al lu
gareño que b a de presenta l* á una auto
ridad elevada una súplica cualquiera, es
el modo de expresarla. Por esto la cos
tum bre lia puesto en práctica ciertas fór
mulas de pedir que, con ligeros cambios,
sirven para todos los casos. P or esto se
dice al atribulado en talos apuros:« Ponga
V. una solicitud ó memorial. » Y si por
su rudeza no sabe cómo em pezar, no
falta por allí un oficial caritativo que le
tome la plum a de las manos y se lo en
dilgue en u n dos por tre s , y le diga
lu eg o ; € Ea, firmo V. ahora aquí al pie,
y asunto concluido. »
El ejemplo es vulgar y ordinario, pero
exactísimo. Somos delante de Dios mucho
menos que rudos lugareños ante el go
bernador de la provincia, y con todo y
sentir mucho nuestras necesidades, no
acertamos con el remedio que hemos de
pedir por ellas, ni aunque lo acertáramos
sabríamos tal vez pedirlo. Oristo, minis
tro, y como secretario de Dios Padre, y
enviado por Él para instruirnos, vió esta
necesidad y nos dijo un día (Math. vi, 0):
Mirad de qué modo habeie de pedir: Padre
nuestro que estás
los cielos, etc. Y dictó
el Padre nuestro. A l memorial cuyo bo
rrador nos puso Cristo en las manos no
le falta punto ni coma. Comprende todas
las necesidades, empezando por las del
alma, siguieudo por las del cuerpo, y aca
bando con aquel tan expresivo Líbranos
de mal que lo dice todo. Y es brevísimo
como ha de serlo todo memorial, que dcsI)ués iiel Illmo. Lxmo, Sr. hasta lo de Gra
cia que espera, etc., no ha de contener
más que lo sustancial de la súplica. Aquí
—
el Illmo. Sr., el encabezamiento, lo forman
aquellas palabras Padre nuestro que estás
en los cielos, y la conclusión la constituye
aquel Amén que añadim os, y que signi
fica, según el Catecismo A sí sea, que no
es más que aquello de Gracia que espera
obtener del buen corazón etc., etc.
El Ave M aría no forma p arte del me
morial. Es, digámoslo así, la carta de re
comendación , como que tam bién valen
en el cielo los empeños y las cartas de re
comendación , porque el dogma católico
las admite con el nombre de intercedón,
aunque rabien los protestantes. Y cabal
m ente la doctrina católica nos dice que
hay allí cerca del trono de Dios una Mu
jer, á quien los Angeles de parte de Dios
llamaron ya en este mundo llena de gra
cia, y á quien nosotros reconocemos llena
de gloria, de poder y de majestad. Es
M adre del E e y , y con esto está dicho
todo. Y es además de una hermosura in
comparable, en su alma más aún que en
su cuerpo. Y por ser tal puede mucho y
muchísimo, y u n a palabriUa suya, vamos
al d ecir, un gesto so lo , un movimiento
del corazón bastan para arrancar del trono
de Dios la merced que suplicamos. Por
esto nos asimos á su m anto y después
de firmado el memorial consabido, unimos
á él otro memorialito á la M adre del Bey
para que ai)oye al primero, y si conviene
lo presente ella misma en persona.
P o r e sto , después de dirigirla algunos
saludos le decimos Ruega por nosotros pe
cadores, os decir, recomienda, apoya, haz
valer tu empeño. E n suma, lo dicho, una
verdadera carta de recomendación, un
empeño como cualquier otro.
E l Padre nuestro es el memorial. El
Ave María es la recomendación. E l Glo
ria Patri viene á ser la dirección ó el
sobrescrito.
L a gloria de Dios es el fin supremo de
todo, así en el órden natural como en el
sobrenatural. Por ella fueron criados cie
los, tierra, án g eles, hom bres, cuerpos y
almas. Lo que á ella no se dirige es esen
cialmente defectuoso. El que desease la
mayor y más elevada suma de heróicas
virtudes, si no dirigiese implícita ó explicitamente este deseo para gloria de
Dios, no sería un santo, sino un satánico
egoísta. H asta el deseo de salvar nues
tras almas debe estar subordinado á este
fin único y suprem o: q u esea para gloria
de Dios. Por esto aquel lema bendito de
un gran Santo y do una g ran sociedad
— 163 —
religiosa: Á d maiorem Dei gloriam: A l a
mayor gloria de Dios, es más elocuente y
dice más que cien libros. Si la gloria de
Dios ha de ser el fin de todo, con mayor
razón debe ser el fin de la oración. A
esta debe dirigirse toda. Bueno es, pues,
consignarlo después de e lla, y como si
dijésemos, añadir en el sobre del memo
rial qu e, acompañado de la recomenda
ción de María, enviamos á Dios esta di
rección: « Todo lo que acabo de pedir es
para la gloria del Padre, del H ijo y del
Espíritu S anto: » Gloria Patri et FiliOj etc.
El Eosario es, pues, una excelente fór
mula de oración, un medio poderoso para
encendernos en la devoción de los jgredestínados, para conservar la fe y conseguir
de la Eeina del Cielo toda suerte de
gracias.
EL MES DE LAS ANIMAS
Noviembre es el mes de las almas del
Purgatorio, el mes consagrado por la
Iglesia para hacer especiales sufragios á
fin de abreviarles sus penas y llevarlas
al Cielo.
La devoción á las ánimas es de las más
populares, y en muchas iglesias se con
serva aún la antigua costumbre de tocar
las campanas á cierta hora de la noche
para avisar á los fieles que nieguen á
Dios por las benditas almas del P u rg a
torio. Esto indica la generosidad de los
sentimientos del pueblo y su buen co
razón; pues que sabe recordar agrade
cido á sus deudos y bienhechores, no con
vana ostentación de palabras ó con obras
puramente terrenas que más halagan el
amor propio de los vivos, que sirven de
consuelo á los m u erto s, sino con sufra
gios, misas, oraciones, ayunos, indulgen
cias e tc ., que son la expresión más va
liosa del verdadero afecto hacia ellas.
< Vosotros preguntáis, dice Bourdaloue,
qué es lo que u n alma sufre en el P u r
gatorio, y yo os respondo que sería más
oportuno preguntar qué es lo que no su
fre, tantos y tan grandes son sus pade
cimientos. Á la verdad, todos los males de
este mundo nada son en comparación de
lo que aquellas almas padecen. San A gus
tín y San Gregorio lo aseguran, siendo
así que los m ártires sufrieron que los
metiesen lentam ente en aceite y pez hir
viendo, que los descoyuntasen, que los
recostasen en parrillas hechas ascuas, que
los revolcasen sobre piedras agudas y
cortantes, que los arrojasen entre escor
piones y los devorasen las fieras.
• •
Cada alm a vale más que un mundo, y
por consiguiente librar á u n a de ellas de
las llamas del Purgatorio es causar á
Jesucristo un placer tan vivo como si se
le libertase á E l mismo y se le abriese
el cielo.
Sí, Jesús que ha derramado su sangro
por cada uuo de los hombres los ama
infinitamente, y si no los lleva luego del
Purgatorio al Cielo es porque en el cielo
no puede entrar nada manchado.
Bienaventurados los misericordiosos porque
ellos alcansarán misericordia. jQ ué con
suelo poder decir: H ay un alma en el
cielo que me debe en parte su felicidad,
que está obligada á rogar por mí 1 ¡ A h í
si Dios j)or expresa revelación os hiciera
ver un alma en la gloria que con vxiestros sufragios hubierais sacado del P u r
gatorio, ¿ Con qué fe la invocaríais f Pero
aunque no la conozcáis ella tos conoce,
y en el cielo no hay ingratitud. ¿ P e r
mitiréis, Señor, que se pierda mi liber
tador ? clamará ella. i Dejaréis de usar
de misericordia con quien ha sido tan
misericordioso conmigo ?
Eefiérese que en otro tiempo una nave
llamada L a Redención^ de las costas de
España se hacia á la vela para las playas
de Africa, llevando el dinero destinado
al rescate de los cautivos cristianos. A
vista del barco libertador, los prisioníeros
cargados de grillos, so esforzaban en darse
prisa para acercarse á la ribera, espe
rando ver con tal arrivo el fin de su cau
tiverio. Y luego, con mirada, inquieta y
temblorosa voz, preguntaban al capitán:
i C ap itán , me traéis la libertad ? ¿ Mis
hijos, mi esposa, mi madre, mis herm a
nos os han entregado el precio do mi
rescate 1 Eepresentaos su aflicción cuando
se les respondía: No, no, aun tenéis que
esperar. ¡ A h , exclamaban en su deses
peración, hijos desnaturalizados, esposas
ingratas, crueles padres que no vendéis
algunos bienes, que no os priváis siquiera
de vuestro lujo, de vuestras alhajas para
tener con vosotros á quienes tanto llo
ramos vuestra separación! Mas, con qué
trasportes de entusiasmo y alegría ben-
— 164 —
decían otros las manos bienhechoras que
Ies enviaban el precio de su libertad.
Ved, de un modo semejante, al ángel
del Señor que desciende al Pui'gatorio.
-Jdirad cuántas almas le rodean. Celestial
m ensajero, le dicen, ¿venis á romper
m iestras cadenast — S í, tocó el fin de
vuestros torm entos: las oraciones, las li
m osnas, las buenas obras de vuestras
anadres, esposas, hijos y amigos han lle
gado hasta Dios y satisfecho su justicia.
¡Almas dichosas, subid al Cielo I (1).
Oigamos los lamentos do las benditas
aliiicas: Apiadaos de m i, á lo menos voso
tros, amigos míos, nos dicen. Apiadaos de
mí i)orque soy más miserable que el po
bre andrajoso (¡iie golpea á vuestra puerta,
,<luo el eníermo que reclama un remedio
<Iuo el huérfano que os pido amparo, que
el encarcelado que suspira por la liber
tad ; pues todas esas miserias son fáciles
do rem ediar y son sólo miserias del cuerpo
pero yo ¡ ay. de mí! soy una pobre alma
<pie llena do deudas, no tengo cómo pa
g ar y soy atorm entada con rigurosa ju s
ticia.
E n el último día Jesús nos dirá:
Bienaventurados vosotros, porque tuve
hambre y me distéis de comer, tuve sed
y me disteis de beber, estaba desnudo y
3ue vestísteis, enfermo y me socorristeis,
<‘nc5iTcelado y me visitasteis; porg'we lo que
habéis hecho con el último de los míos mvmigo lo hicisteis.
La cuestión social.
iíuestro siglo, dice un célebre escritor,
tiene uiiu diílcultud que no acierta á re
solver. Es la eterna cuestión entre ricos y
pobres, es la cuestión Humada como por ex
celencia la cuestión social.
El siglo y sus lilósofos' se ven en tales
apuros porque para ínula cuentan con Je•sneristo, solución suprema de todas las difi
cultades. Nosotros católicos acudamos ú esa
única solución, cojamos el pavoroso problema,
y vámonos con él á Jesucristo.
¡Jesucristo! Precisamente le tenemos ahí
cutre nosotros en la mejor disposición para
responder á nuestras dudas; se acerca la
fiesta de su dichosa Navidad, v entre el re
gocijo del universo y los cantares del cielo
(1) ORTúraa, Catecismo eu Ejemplos.
vamos á adorarle niño y pobrecito en na
establo ruinoso, envuelto en pobres envol
turas ; sin cuna, porque yace en un pesebre
de bestias. Allá va todo el mundo, allá han
ido desde mil ochocientos años atrás todos
los siglos, allá han ido pobres, allá se han
presentado ricos, los mendigos con sus hara
pos, los reyes con sus coronas. Allá han ido
todos, ¿por qué no hemos de ir nosotros?
¿ Por qué no ha de ir también nuestro
siglo XIX, con su abrumadora cuestión entre
pobres y ricos, á ver si se la resuelve con
una palabra ó con un sollozo este Dios, que
es Dios de ricos y pobres!
Vedle. La casa no es tal, sino cueva des
trozada y abierta á toda lluvia y á todo
viento, y ¡cuidado que la^ estación es cruda
y la noche destemplada I T aun a sí, aquel
portalejo no es habitación propia, sino pres
ta d a : menos que'prestada, tomada de'li
mosna, después de groseros desaires é igno
miniosos desdenes. El mueblaje es tan ruin
como la habitación. Duas pobres pajas, un
tosco pesebre, telarañas por toda colgadura,
suciedad y miseria por todo adorno. ¿Resta
añadir alguna cosa á este cuadro de po
breza t Sí, porque la vecindad, á los aco
gidos en aquel albergue, les es completa
mente forastera, el poder público no tarda
en convertírseles en perseguidor. Todo cuanto
tiene de desconsoladora la miseria se halla
allí reunido.
Y no obstante^ Cristo Jesús no es pobre
por necesidad, sino por elección. ¡Qué ha
de ser pobre si es el Criador de todas las
riquezas, y el Remediador de todas las ne
cesidades! Es Dios y puede formarse un pa
lacio en un momento, del mismo modo que
con una palabra formó un mundo. Puede
dar á sus miembros entumecidos por el frío
lecho mullido y regalado, puede improvi
sarse corte obsequiosa que atienda á los
menores detalles de su comodidad personal,
puede rodear á su Madre de cuantas deli
cias ha imaginado la princesa más capri
chosa. X puede y no lo hace. Luego si no
lo hace es porque no quiere. Y no quiere
porque así debe de convenir á alguien. Y
¿á quién puede convenir sino á nosotros!
¡ Misterio profundo! se dirá. S í, pero no
tan profundo que no lo alcance al momento
ciialquiera que se digne observarlo. Mejor
dicho: lio es misterio, sino lección oportu
nísima. El Dios de ricos y pobres al entrar
eu el mundo quiere hablar muy alto á ricos
y pobres, y eu el silencio de esta noche he
lada, en la soledad de este desquiciado por
tal, su enseñanza es más elocuente que la
de los liceos y academias del mundo que
hau asombrado á los siglos con sus altas
cuestiones, sin haber resuelto aún la cuestión
principal.
La solución que con su ejemplo da el mismo
Dios á la gran cuestión actual entre pobres
y ricos, es la siguiente.
— 165 Supuesto que ha de haber pobres y ha de
haber ricos, los dolores de la pobreza deben
templarse con la resignación cristiana^ los
placeres de la riqueza deben templarse con
la moderación cristiana. Esta resignación y
^ta moderación acercarán las distancias que
separan al pobre del rico, alzando un po
quito al uno y bajando otro poquito al otro,
con lo cual, y con la caridad que dé la
mano á entrambos, quedarán unidos y her
manos los que, aconsejados por solas sus
pasiones, se han mirado siempre como ene
migos.
Y dadle las vueltas que queráis al teme
roso problema, no hay otra salida que ésta:
que sea resignada la pobreza, y que sea mo
derada la riqueza.
— 4 Pero qué entender por resignaciónf —
4Qué por moderación f
Resignación es una virtud cristiana que
fiólo la fe puede comunicar, por la cual,
aunque podemos practicar los medios para
salir ó librarnos de nuestras aflicciones, sin
embargo, sometemos con humildad nuestro
corazón á ellas, sabiendo que es Dios quien
las ha ordenado ó las ha permitido.
Pobres de Jesucristo, grabad en vuestro
corazón estas palabras; no se os prohíbe
buscar arbitrios con que salir de vuestra
pobreza, y mejorar la posición de vuestros
hijos.
No es pecado desear ser rico, ni es pecado
trabajar honradamente para serlo. Pero es
pecado, sí, rabiar día y noche contra la po
breza, y renegar de Dios que no os ha dado
la salud ó la fortuna de vuestro vecino, y
odiar al rico, sólo por no poder serlo como
él. Es pecado murmurar de la Providencia
de Dios, quien, porque es dueño de todo y de
todos, da lo que quiere y á quien quiere y del
modo que quiere. Es pecado desesperarse y
rechinar de dientes contra el Cielo, maldi
ciendo la necesidad de trabajar para comer,
como si el que come sin trabajar se viese
por esto sólo libre de trabajos. Es pecado,
en una palabra, olvidarse de la resignación,
que no es otra cosa que acomodar nuestra
voluntad á la do Dios.
La resignación no es una mortiñcación, es
una verdadera virtud de conveniencia. Hemos
de padecer sin remedio; ¿qué vale más, pa
decer rabiando ó padecer consolado ? Hemos
de trabajar; ¿qué es más duro, trabajar
maldiciendo la necesidad que nos obliga á
ello ó trabajar alabando á Dios que nos ha
criado para esta suerte? Ya que hemos do
llevar la cruz, llevarla con aire, y así se
hará más ligera. La pobreza resignada es
más feliz, muchas veces, que la misma ri
queza, y no es raro encontrar pobres, muy
pobres, en cuya casa reina más tranquilidad
que en los palacios. Mil veces lo he oído de
los labios de un pobre resignado: c | Pobre
soy, pero... jalabado sea Dios! » Hé aquí
la resignación.
Mas el Niño del portal no habla solamente'
á los pobres. También los ricos dependen de
jül y han de ser ensenados por Él, y por Él
han de ser rigurosamente juzgados. A los
pobres encarga la resignación en el sufrimiento
de su pobreza, á los ricos encarga la mode
ración en el goce de sus riquezas.
Moderación significa templanza, sobriedad,
límite en el uso de los goces de la tierra :
significa privarse de esa borrachera de lujo
y de diversiones en las cuales se consumen
grandes caudales sin utilidad para el rico y
con grave escándalo del pobre. No significa
guardar el dinero, sino saber gastarlo hon
rada y cristianamente en el aumento de la
Religión, en el consuelo de los necesitado.'»,
en la instrucción de los ignorantes, en obras
de utilidad pública, en el fomento de las
buenas costumbres.
¡ Ricos de la tierra I Muchas veces os por
táis mal, muy mal, y por esto estallan sobro
vuestras cabezas todas las iras del cielo y
braman bajo vuestros pies todos los volcanes
del infierno. Tenéis grandes riquezas, y como
aquel rico de que nos habla el Evangelio,
sentados en vuestro trono de dinero, vivís
únicamente para vosotros solos y para los
deseos de vuestro cuerpo y para los capri
chos de vuestra vanidad. No es vuestro so
lamente el dinero que tenéis, es de Dios, y
de consiguiente sólo podéis gastarlo del modo
que ha dispuesto Dios. La Religión, la patria
y el pobre gimen abrumados de necesidades;
| á qué ese lujo que os llega á poner en ri
dículo de puro exagerado? ¿á qué esos espec
táculos en los cuales disipáis en una sola
noche lo que bastaría para mantener á una
familia una porción de meses? ¿á qué ese
banquetear sin qué ni para qué, couvirtiendo
el alma humana en esclava vil de la parte
más grosera del cuerpo, el estómago?
No obraban así nuestros abuelos, que sa
bían adular menos á las masas y obrar más
y mejor por ellas. Nuestros abuelos tenían
teatros monos suntuosos, pero sabían fundar
vastos hospitales, y no sólo fundarlos, sino
enriquecerlos con rentas. Nuestros abuelos
hacían menos discursos sobre la suerte de
las clases jornaleras, pero sabían mejor el
camino de la casa del jornalero enfermo, y
legaban dotes para sus hijas. Nuestros abuelos
hablaban menos de soberanía popular y do
derechos del pueblo, pero vivían en medio
de él más que nosotros, y compartían con él
BUS alegrías y sus tristezas más que no
sotros , y eran menos altivos con él que
nosotros. Nuestros abuelos, en una palabra,
eran más cristianos, és decir, creían más en
Dios, obedecían más á la Iglesia y amaban
más á sus hermanos. Hoy para ciertos ricos
no hay más Dios que su dinero, ni más re
ligión que su negocio, ni más templo que su
fábrica, ni más prójimo que su yo. Hoy para
muchos ricos el pobre no es su hermano, es
una máquina alquilada á la cual se da cada:
—
160
día un jornal, como se da cuerda á un reloj,
sin amor, sin piedad, sin entrañas. Ko es
esto lo que debe ser la riqueza cristiana.
]La limosnaI ¡Ay Dios mío! ¿Quién da
limosna en el día de hoyl «Porque, no es
(lar limosna arrojar un ochavo á un men
digo para librarnos de su asquerosa pre
sencia. No es dar limosna consignar una
partida en una suscrición pública para que
luego la trompeteen todas las gacetillas de
la ciudad. Dar limosna, oh ricos, es dar
vuestro dinero en abundancia si lo tenéis
en abundancia; es darlo con modestia, sin
herir la dignitad personal del que lo recibe j
es darlo con la mano y con el corazón, es
decir, acercándoos al pobre, interesándoos
por 61, amándole, consolándole, instruyén
dole y mejorándole. Dar limosna es ir en
busca del necesitado antes que él venga en
busca de vosotros, es visitarle en su barraca
ó en su buhardilla, es sufrirle aunque os sea
repugnante.
¡líicos de la tierral oíd la voz del Niño
de Belén, que es vuestro Dios y será vuestro
Juez I Moderación en todo, moderación en
vuestro lujo, moderación en vuestras em
presas, moderación en vuestras ganancias,
moderación en vuestro placeres. No queráis
gozarlo todo, ni ganarlo todo, ni explotarlo
todo. Al íln vendrá la muerte, pasito á paso,
lenta y silenciosa, á sorprenderos en vuestras
casas y en el bullicio de vuestros negocios,
y no liarán más dulce vuestra agonía mil
duros más ó mil duros menos que dejéis á
la otra parte de la losa. Y en cambio el
buen uso do vuestro dinero, el goce mode
rado de vuestras riquezas puede haceros fe
lices en vida y en eternidad.
¡Ricos y pobres! Escuchad otra cosa y es
la íiltiina. No en vano la primera página de
nuestra sacrosanta Religión, única verdadera,
nos muestra un Dios en la miseria y en la
persecución. Si habéis creído poderos formar
de este mundo un valle de delicias en lugar
de un valle de lágrimas, errásteis la cuenta,
y andáis soberanamente equivocados. Los
pobres sufriréis por vuestra-pobreza, y los
ricos sufriréis á pesar de vuestra riqueza,
y todos creeréis dichoso al vecino, ^ nadie
tendrá la suerte de creerse dichoso á sí
propio.
liesignacióny pues, en el llanto cuando
acaezca tener que llorar, y moderación en la
risa cuando haya ocasión de reir. ya que do
risas y llantos se compone al fin nuestra
vida. En medio de todos los goces y do todas
las penas la fe en Dios, la esperanza en
Dios, la caridad según Dios.
Cada día se os predican nuevos derechos
y 80 os ofrecen nuevas libertades y se os in
ventan nuevos progresos. Nuevos á la ma
ñana y viqjos ya y desacreditados al ano
checer. La palabra de Belén, la voz del ca
tolicismo es la venlad inmortal siempre an
tigua y siempre nueva, que nunca envejece
^
y nunca decae, que posee siempre, cuando
es obedecida, su maravilloso poder ae salvar
á los individuos y á los pueblos. Ésta permanece eternamente.
¡ Ricos y pobres! Con ella seréis hermanos
y seréis dichosos en lo que quepa serlo en
este mundo. Sin ella ¡ay de la sociedad!
¡ ay de vosotros!
IN G L A T E R R A
Colocación de la primera piedra
de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús
en Londres.
Entre las obras recomendadas especial
mente á nuestros Cooperadores, en enero
del presente ano, por nuestro Rector General
Sr. Don Rúa, enumerábase la iglesia para
la Casa salesiana de Londres.
La capilla que había allí servido hasta
ahora de iglesia parroquial era ya demasiado
estrecha para el número siempre creciente
de fieles que acudían á ella.
La necesidad de edificar otra mayor era
manifiesta; pero sin poder esperar gran
des socorros de aquella nación donde las
obras católicas están recargadas de deu
das, no podía emprenderse la nueva obra
sino poniendo toda confianza en Dios y en
nuestros Cooperadores.
Habiéndose encontrado un sitio conveniente
al objeto, se dió principio al trabajo, y el
3 de agosto se colocó solemnemente la pri
mera piedra de la iglesia, fló aquí la rela
ción correspondiente:
R evmo. Sb . D. R u a :
Por fin comienzan á efectuarse nuestros
ardientes votos y esperanzas. El 3 de agosto
será memorable para esta Casa, como que
se echaron entonces los fundamentos de
una obra de suma importancia.
Bien conoce V. R. cuán indispensable es
en este barrio, donde nada falta á las se
ctas, la construcción de un templo católico,
y comprenderá por tanto el contento de
toda nuestra pobre feligresía al asistir á la
colocación solemne de la primera piedra
de la iglesia del Sagrado Corazón.
Deseábase dar el mayor esplendor posible
á la ceremonia tanto para consuelo de los
católicos para quienes tales funciones son
como viva manifestación de la luz después
de espesas tinieblas, cuanto para dar á co
nocer á los protestantes la majestad de
nuestro culto.
Adornado convenientemente el local, lle
nóse de fieles y aun de protestantes atraídos
por la curiosidad. Todos los balcones del
Pj-TsN,
^ '^^■'Í-OndC^
[E ^ tí
Iglesia del Sdo. C orazón de Jesú s en Londres.
t
— 1C8 —
vecindario estaban igualmente atestados de
gente.
A las cuatro de la tarde dióse comienzo á
la ceremonia por el limo. Sr. Obispo Butt
acompañado de los sacerdotes salosianos. Si
bien el rito correspondiente á una función
semejante os liermosísimo y encierra gran
ensefianza, eii esta ocasión .parecía tener
mayor signíflcado. Cerca de tantos templos
do distintas sectas. cada una de las cuales
pretende anunciar la verdadera doctrina de
Jesucristo, el templo católico en nombre de
la Iglesia les dice: « Vosotros sois de ayer
origen es antiguo como el mundo. »
Í micolocación,
pues, de la primera piedra
es un acto importantísimo que reviste un
carácter de censura, profe(5Ía y triunfo. La
unidad, peri)etuidad y santidad de la Igle
sia recordadas en las oraciones que el
Sr. Obispo recitaba en alta voz acusaban la
desunión , instabilidad y esterilidad de las
trecientas sectas qao dividen este pueblo y
que son como víístagos áridos ó infructuosos
de la vid d<‘l Seilor.
Así (]U0 se Imbo lioclio la aspersión de
las c.i'U(!cs, el ¡rfr. Obispo bendijo la pie<lra
1‘u ndamciilal, la cual encerrando un i>ergamino con la lobudóji del lieclio y algunos
retratos y Jiiedallas, fii6 sellada y colocada
al son de iiii precioso cántico acompañado
de música.
Terminada la ftinción, el limo. Sr. Butt
tomó asiento y dió la bendición al Sr. Ca
nónigo Akers quien subiendo á una tribuna
pronunció el discurso correspondiente á las
circunstancias, y en el cual con gran copia
de doctrina y singular elocu\)iioia manifestó
cuán grande era el beneficio con qne la di
vina Providencia regalaba á este pueblo, y
cuáu ardiente ora el afecto que sentía bacía
Don Bosüo y la Pía Sociedad Salesiana.
Luego que terminó el discurso el limo.
Sr. Obispo visitó el establecimiento y se
dignó acei)tar un modesto té á que asistieron
varios invitados. Difícil es expresar la pa
ternal benevolencia con que nuestro insigne
Prelado nos honra y alienta.
Todos abrigamos la esperanza de que el
Señor bendecirá singularmente esta obra.
Los trabajos se continúan con gran actividad,
y confiamos no habrán de susjuniderse aun
que sea grande nuestra estrecliez. J jOs de
votos del Sagrado Corazón vomlrún en nues
tra ayuda á fin de ganar aquí muchas almas
para el cielo.
Sírvase V. lí. aceptar los más afectuosos
recuerdos do mis hernumos y bendecimos á
todos.
De V. B.
Afmo. lujo
JUVENAL BOXATÍA
Pi-esbítero.
Loudrea Batt«isea, 7 do agosto de 1802.
F R A N G IA
N IZA .
>La Obra del Pan cotidiano.
Los Cooperadores Salesianos de Kiza que
de años atrás han tomado bajo su protección
á los huérfanos del Patronato de San Pedro,
recogiendo limosnas y proporcionándoles tra
bajos, han establecido ahora una obra emi
nentemente cristiana con el título de Obra
del Pan cotidiano, cuyo objeto es proveer el
pan necesario á los huérfanos del Patronato.
Bastan cuarenta pesetas para el pan de un
día : una persona ó familia elige, por ejemplo,
el día de su santo, el de su cumpleaños, el
de su matrimonio ii otro de su agrado para
celebrarlo y atraer las bendiciones del Señor
con la limosna corres])oiidiente al jian de tal
día y da aviso al Director del Patronato.
Don lina .,1 pasar no hace mucho por
aquella ciudad exi)resó la más viva gratitud
á IOS fundadores do esta preciosa Obra. En
una reunión tenida entonces uno de los
miembros del Consejo refirió el hecho si
guiente : Dos Cooperadores Salesianos que
viven en una misma casa y que acostumbran
reunir en la tarde á sus familias para rezar
el Ivosario, luego que hubieron terminado
su devoción, se pusieron á hablar de la re
ciente Obra del Pan cotidiano. Haciendo cum
plidos elogios de semejante institución, de
terminaron suscribirse á ella y tomar cada
uno de su cuenta el pago correspondiente al
pan de un día. Dos sirvientas de aquellas
familias, que habían oído la conversación,
dijeron á sus amos que tubieran á bien
suscribirlas también á cada una con la li
mosna para el costo del pan de un día. Con
movidos éstos, aceptaron el encargo y á
nombre de los huérfanos del Patronato die
ron las gracias á aquellas buenas mujeres.
Pero vino la noche y á cada uno de aque
llos Cooperadores le ^^no á la mente el re
cuerdo de semejante caridad, pareciéndoles
que para sirvientes que ganaban 30 ó 40 pe
setas mensuales aquella limosna era dema
siado crecida.
Al día siguiente al verse de nuevo advieríeu que les había ocurrido el mismo
escrúpulo. Hablan á las sirvientes y les dicen
que mucho harían con tomar una suscrición
entre ambas. Tiempo perdido. Es verdad que
somos pobres, dijeron; pero lo poco que gana
mos es nuestro y ningún empleo mejor podemos
hacer de ello que dándolo á los más necesita
dos. Queremos tener cada una nuestro día y
nos sentiremos muy felices co?i ser una vez al
año como madres de los hijos de Pon Sosco.
Dios «os recompensará.
Sí, Dios las premiará con largueza. ¡ Qué
tan noble ejemplo sirva para tocar en el
corazón á quienes viven en la abundancia!
— 16í> —
HÍEYO ORATORIO FESTIVO EN NIZA
Una gracia de Saa José.
Todos conocen ya el bien que los hijos del
pueblo reportan en los Oratorios Festivos.
Tres años bacía que lo Salesianos de • Niza
buscaban un local donde poder establecer
esta regeneradora institución, sin poderlo
conseguir.
Don Búa tuvo entonces la buena idea de
recomendar el asunto á San Jo sé, é insi
nuó á todos los socios del Patronato que
recitai’an al efecto durante todo el mes de
marzo tros Padrenuestros, Avemarias y felo-,
riapatris á San José, una Salve á María
Auxiliadora y un Pater, Ave y Eequiem
por Don Bosco.
Antes de concluido el mes se obtenía el
deseatlo local, y el 1® de abril el Director
Salesiáno de la Casa de Niza firmaba el
contrato de arriendo por nueve anos. El
local comprende un patio y una barraca, la
mitad de la cual se destinará para capilla.
Aquello es tan pobre que trae ftlcilmonto á
la memoria el recuerdo de Belén. Ojalá los
Hijos de Don Bosco puedan atraer allí minuii-osos niños para enseñarles á conocer,
amar y servir á aquel que por nuestro amor
nació pobre y humilde eu un portal.
ITaa c a sa S a le sia n a e u la is la d e D a w so n .
N O T IC IA S D E N U E ST R A S M ISIO N ES
T IE R R A D E L I^ ü E G O
IViievos neólUos.
Puutarenas, 10 de mayo de 1892.
R ev h o S e . D . B úa :
No hace mucho que le decía que la ins
trucción religiosa que los fueguinos reciben
eu la isla de Dawson no es sólo en provecho
de ellos, sino que contribuye á atraer á los
demás salvajes. Me cabe ahora la satifacción
de avisarle que los indios, que en la prima
vera partieron en sus canoas en busca de
otros de sus compatriotas, comienzan ya á
Volver acomi)aüados cun exultationejportantes
SU08.
El o de los corrientes, después de unos
ejercicios espirituales á nuestros hermanos
de aquella isla, recomendaba (]ue se rogase
á Dios para que otros salvajes llegaran á
aumentar nuestra Misión. Oraron también
los fueguinos y once hicieron la comunión
ese día con tal iníenci(3n. Jbuís bien á las
diez de la mañana de aquel mismo día,
cuando me hallaba retirado en mi jneza lle
gan á anunciarme qne se acercan dos pirogas.
Con gran contento tomo unos anteojos y
diviso las r.^in)as qne vienen al j)uerto. Los
indios celebran á su vez ver llegar nuevos
huéspedes. Venciendo la corriente de las
aguas y bañados con la lluvia que caía á
torrentes llegan por fin , y con gran con
tento desembarcan diez y seiz indios. Todos
los nuestros corren á recibir á los recien lle
gados, ponen en seguro las pirogas^ encien
den fogatas y se prepara carne, galletas, pan
etc:, para festejarlos. Las Hermanas de María
Auxiliadora se encargan de vestir y dar alo
jamiento á los niños y mujeres apenas cu
biertos con algunas pieles, en tanto que los
Salesianos proporcionan á los hombres todo
lo que necesitan.
— 170 —
Guando se hubieron calentado y tomado
alimento con el apetito que es de imaginarse
el jefe de ellos, un tal Santiago que ya
había estado en nuestras Misiones, nos dió
cuenta de su viaje: dijo que había encon
trado niuííhos indios; pero que no le había
sido posible traer por ahora más de quince
por escasez de piroffas; que otros vendrían
tan pronto como hubieran concluido de fa
bricar varins que estaban trabajando con
gran empeño.
¡Pobre Santiago! Cuando había partido
había ido bien provisto por el P. Pistone
de vestidos y alimentos, y ahora llegaba ha
rapiento en un estado ;miserable.
Mucho gozaba yo con oirle hablar con
tanta confianza con el P. Pistone, y en sn
lengua dar á sus compañeros noticia de nues
tros trabajos, talleres, habitaciones etc. Pa
recía volver á su propia casa y con toda
desenvoltura conducía á los in^os recién
llegados ya á una parte, ya á o tra , diciéndoles : Ved, sí es cierto todo lo que os había
dicho. Aquellos le seguían á todas partes y
La M isión Salesiana de la T ie rra del Fuego.
parecían atduitos al ver tantas cosas que
eran para ellos verdaderas maravillas, una
especie de nuevo mundo.
Sentí verme obligado á dejarlo bien pronto;
pues otros trabajos me llamaban á Puntarenas: pero bien saben atenderlos á todos
el P. Pistone. y demás auxiliares.
Las limosnas que me ha enviado y que
acabo de recibir hau sido providenciales; la
necesidad era extrema. ¡ Dios recoinpence
c*m largueza á nuestros Cooperadores!
tíe continúan los prepaiativos para la Mi
sión que vamos á establecer en el Cabo Pe
ñas, donde se hallan los salvajes de la tribu
de Cuas y en la cual no ha llegado hasta
ahora la menor luz de civilización.
Comienzan ya á blanquear de nieve las
alturas y á sentirse valientes fríos; por lo
que es menester suspender las misiones en
movimiento, hasta que vuelva la época fa
vorable.
El P. Bouvoir va con algunos indios á
^loutevideo, de donde seguirá camino á 6 éuovu.
171 —
Sírvase, Eevmo. Don Rúa, bendecirnos
todos y recordarnos en sus oraciones.
De V. E. A. y H, S.
J osé F agnano
Pref. Apostól.
-
■'2—i------
T IE R R A SA N T A (Belén)
A s i lo d e la S a n ta F am ilia.
Belén, 8 de junio de 1892.
E e t m o . S e . D . E ua :
Por encargo de mi Superior, el R. Padre
Belloni, le escribo gustoso la presente para
darle noticia de nuestras últimas fiestas y
renovarle las expresiones de mayor afecto y
veneración de todos los Salesianos de Tierra
Santa.
I g le s ia d e l S a g r a d o C o ra z ó n d e «Fesiis
e n B e lén .
Esta iglesia de treinta metros de largo y
de catorce de alto es esbelta y graciosa como
nuestras antiguas catedrales góticas: el ar
quitecto un sacerdote, compañero del canó
nigo Belloni, ba sido el ingeniero, que ins
pirado por su devoción al Sagrado Corazón
ha impreso en ella un sello particular de
grandeza y armonía, que contribuyen á avi
var la devoción y el recogimiento.
Al entrar en ella el alma se siente como
atraída por el Sagrado Corazón, cuya grande
y rica estatua ocupa allí el puesto de honor.
En la cúpula que domina el coro hállase
representada la aparición del Señor ú la
Beata Margarita Alaría.
El altar mayor de mármol blanco, sobre
el cu^l se ve una preciosa estatua de tres
metros de alto, es un obra maestra, y las
decoraciones ligeramente doradas de exqui
sito gusto. La iglesia en forma de cruz la
tina es de tres naves, y en las laterales se
han hecho tribunas que permiten aumentar
considerablemente el número de los fíeles
que concurran á las fiestas. Si bien en la
decoración domina el estilo griego, el con
junto general es de estilo romano con her
mosas bóvedas, pilastras coronadas de capi
teles corintios, y colores suaves y bien es
cogidos.
Hay siete graciosas capillas laterales alum
bradas con la luz suave y fantástica de las
ventanas de vidrios de colores. Todo inspira
devoción. Eo dudo que elSagrado Corazón
de Jesús y María Auxiliadora derramarán
aquí abundantes bendiciones.
F i e s t a d e M a ría A u x ilia d ó ra .
Solemne y sumamente concurrida fuó la
fiesta celebrada este año el día de María
Auxiliadora. Cantóse una misa en que pon
tificó el Ulmo. Sr. Obispo de Oapitolia y con
asistencia de los canónigos, las diversas ór
denes religiosas de esta ciudad y de un in
menso gentío. El canto ejecutado por los
niños de la casa mereció singular aceptación.
El Cónsul general de Francia, queriendo
que el recuerdo de esta fiesta qiiedjvae inde
leble entre los, pobres, les hizo distribuir
abundantes limosnas.
La fiesta civil con iluminación, fuegos etd,
llenó de entusiasmo al pueblo.
Las abundantes lluvias que han caído en
estos iiltimos meses han tapizado de verdura
loa campos, alegrado á loa agricultores y
contribuido poderosamente al éxito de la co
secha.
Sin más por ahora le saluda con profundo
respeto y afecto S. S. S.
A. N e p l e .
3—CrO—
Gracias de María Auxiliadora
L a p a z e n c a s a . — Hacía tiempo que
vivía afligida é inquieta por cierta discordia
que se había originado entre mis primos. Su
ejemplo era causa de habladurías y de es
cándalo para cuantos les conocen; pero nin
guna consideración era suficiente á calmar
su ánimo. Así las cosas ocurrí al Oratorio
Salesiano á fin de que los Lijos de D. Bosco
rogarau á híaría Auxiliadora por la paz tan
suspirada. Y la Virgen Santísima no tardó en
conceder la gracia: el lU de los corrientes
uno de mis jírimoa me trajo la noticia de
haberse todos reconciliado perfectamente,
j Bendita sea María Auxiliadora I
Tengo el gusto de acompañarle una li
mosna para las Elisiones sulesianas y de sa
ludarle con todo respeto
M a e g a e it a
a
.
Turín, 22 de noviembre del 1889.
U n a c o n v e r s ió n e n la h o r a d e la
m u e r te . — Hacía diez y seis anos que yo
vivía con una señora de 64 años, que de
niña había abandonado la religión católica
y pasado á una secta protestante. Grande
era mi temor de que le ocnrriera la muerto
sin haberse convertido.
El 21 de mayo de 1889 habiéndole con
fiado mi inquietud á una amiga, resolvimos
no hablarle de sacerdote ni confesión, re-
— 171
oomendaiia íí María Auxiliadora y conseguir
tan sólo que llevara al cuello una medalla
do esta advocación.
ICü el mismo día hablamos con ella, y ob-.
tenido esto, dos horas después le sobrevino
un ataque apoplético. Llamados los médicos
declararon ser el caso muy grave y apenas
dieron alguna esperanza de sanarla.
Sefíora, le dijo entonces mi amiga, un día
que yo caí muy enferma hice llamar un sacerdoln y luego que me dió la bendición me
sentí notablemente mejor; haga XJ. lo mismo,
y no le pesará.
Todas las personas que aquí la acompa
ñamos deseamos aliviarla; poro nada pode
mos. El único que puede sanarla es el Señor,
dueño de nuestra existencia. ¿ Quiere hacer
la prueba ? j Quiere que llame un sacerdote?
La señora la miró y con cierta irónica
sonrisa le contestó burlescamente, no ha
ciendo aprecio alguno de los sa(;erdotes ul
de la Iglesia. Luego quedamos en silencio.
Pero á poco con sori)resa general exclaTiió:
— S í, s í , llamad un sacerdote, que venga
luego.
Vino luego un eclesiástico que la exhortó
á eonñar en María Auxiliadora.
La enlerma le oyó atentamente, y en se
guida besando la medalla y estrechándola
al corazón terminó por confesarse con gran
des muestras de arropeJitimiento. 'Vivió al
gunos días todavía, casi sin darse cuenta de
lo que pasaba á su al rededor; pero pronto
que llegaba el sacerdote recobraba sus facultíidos y manifestaba singular contento y
reconocimiento.
Por lili expiró en gran paz el 24 de mayo,
día de María Auxiliadora.
A na Valino .
Varasse, 23 ele noviembre de 1889.
M a r ía A u x ilia d o r a y lo s h u é r fa
n o s d e D o n lío s e o . Antes da 1887 ha
bía yo prestado, sin documento legal, una
gruesa suma de dinero á una persona que
hallándose en cierta estrechez no se mani
festaba dispuesta á pagármela. Gomo nece
sitara aquella cantidad se la pedí repetidas
veces, y me valí de personas intluyentes para
conseguirla, aunque ftiera concediéndole una
reducción; pero todo en vano, pues que en
vez de darme esperanza alguna me amenazó
y calumnió.
Sin saber que recurso tomar me volví á
María Auxiliadora y le prometí que, si re
cobraba dicho dinero, daría la décima parte
á los huérfanos de Don Bosco. Mils aún,
para alcanzar su protección hice desde luego
una limosna al Asilo Salesiaiio. ¡Cosa ad
mirable ! A los pocos días el deudor, cam
biando de seutimientOvS, sin que yo le ha
blara una palabra, me dió imdocumento legal
on que reconocía la deuda j al cubo de pocos
meses me pagó todo el valor, y acosado de
deudas huyó á América.
Alentado con semejante éxito encomendé
á María Santísima otros valores prestados
que consideraba perdidos, y los cuales no
tardé en recobrar. Le confié entonces á
ella todos mis intereses, renovándole la pro
mesa de dar la décima parte de las ganan
cias al Instituto de Don Bosco, y he visto
sin demora llover las bendiciones sobre mi
casa sin que desgracia alguna turbe el bie
nestar de la familia'
Es más : en la primavera de 1888 como en
una noche le robaran á mi padre sobre 2000
pesetas, que eran casi todo su capital, fui
á consolarlo, ó invoqué al propio tiempo á
mi protectora María Auxiliadora. Aun esta
vez fui e.scuchado, pues á poco tuvimos no
ticias de haberse encontrado lo robado y no
tardó mi padre en recibirlo todo enteramente.
Indigno do tan señalados beneficios, agra
dezco de todo corazón la bondad de María
Auxiliadora y para su mayor gloria público
con toda fidelidad lo sucedido.
E
a pa el Mello n i
Cooperador Salesiano.
San Pedro do Caaalo, 2i do enero de 1891,
***
R e t íio . S e . D on E
üa
:
Hacía doce días que padecía agudísimos
dolores en una mano á causa de una enfer
medad, que el médico calificó de muy grave,
cuando el Sr. D. Francisco Atzeni Pro. Sa
lesiano , me recomendó qne en nombre de
María Auxiliadora, me pasara por la mano
una medalla de la misma qne dicho señor
tuvo la bondad de darme; hícelo así, y sentí
una mejoría tan notable qne á los dos días
el médico rae daba de alt-a admiradísimo de
ver un cambio tan repentino.
En prueba de mi agradecimiento y para
honra y gloria de la Santísima Virgen le
dirigo la presente carta escrita de mi propia
mano, que, aunque débil todavía, es un tes
timonio evidente del poder de María Auxiliiulora.
Oon este motivo tengo, el honor de ofre
cerme como su más afectísimo y humilde
servidor
Q. B . S. M.
M a etín G onzález GAEoUb
Setiembre de 1893.
• •
A madmo. P a d e e :
Desde Sevilla y del convento de la Tri
nidad le escribo estos dos renglones para
decirle que en Utrera la señora D* Tomasa
Escribauo de Murube ha vestido á doce ni*
— 173 —
ños pobres, en acción de gracias, por un
favor que ha recibido de nuestra Madre María
Attxilitadora por intercesión de Don Eosco.
Soy siempre de V.
F
. iA/moi hijo y servid/)r
A t z e n i Pbro. Sal.
k a n c is c o
Sevilla, l l de setiem bre de 1892.
BISTOEIA DEL OEATOEIO DE S. FEANCISGO DE SALES
PAUTE
SEGUXDA
C a p ít u l o
IX.
Elogio dei sistema preventivo de educación. — Prueba
de su bondad. — La Generala. — Un paseo á Stupinigi. — Relación del Conde Conestabile. — Palabras
de Don Bosco.
Una de las preguntas que el Sr. Eatazzi
hizo á Don Bosco, en la visita de que hemos
hablado, fuó sobre los medios de que se
valía para conservar el órden entre tantos
niños que concurrían al Oratorio.
— jNo tiene U ., le preguntó, uno ó dos
guardias civiles, sin traje militar, que le
ayuden á mantener la paz entre tantos chicuelos ?
— Xo es menester, señor.
— 4Es posible T Estos niños deben de ser
inquietos y traviesos como son los do todo
el mundo. 4De qué castigos se vale entonces
Ü. para impedir la contiendas y disturbiosi
— La mayor parte de ellos son vivos y
bulliciosos, como que no han bajado del
cielo; pero con todo no se empica con ellos
castigo de ninguna suerte.
— Esto es bien esti'año j tenga la bondad
de explicarme semejante misterio.
— Xo ignora U., señor, que dos son los
sistemas usados para la educación de la ju
ventud : el sistema represivo que emplea la
severidad, la fuerza y el castigo, y el sis
tema preventivo que basado tan sólo en la
caridad, ayuda con dulzura á observar los
propios deberes y suministra los medios eñcaces al efecto. Éste es el adoptado en esta
ca.sa: se comienza por infundir en el corazón
del niño el santo temor de Dios é inspirarle
amor á la virtud y horror al vicio; se em
plea gran vigilancia y acompañando siempre
á los muchachos se les enseña con el ejem
plo, con amor de padre, preciso es servirles
de guía á cada paso, aconsejarlos con gran
paciencia y bojidad, prevenirlo todo para
ponerlos casi en la imposibilidad de faltar.
— t Ab, ciertamente que este es el método
más a proposito para la educación 1 4 pero
es acaso conveniente para todos f
— ü e noventa, entre ciento, el resultado
es sobremanera consolador, en cuanto á los
otros diez se consigue ai menos mejorar su
índole, y rara vez ocurre que sea necesario
expulsar á alguno como incorregible. A veces
vienen aquí algunos rapazuelos que han de
sesperado á sus padres; pero al cabo de
pocas semanas se transforman completa
mente ; de lobos, por decirlo osí, se cam
bian en corderos.
— Es lástima que el Gobierno no pueda
adoptíir el mismo sisteuvi eu sus esUiblecimientos penales donde lo es preciso emplear
centenares de guardias y donde los encar
celados en vez de corregirse, empeoran de
día en día.
— 4 Y qué impide al Gobierno adox)tar tal
sistema eu sus cárceles t Que haga enseñar
allí la religión, que dé tiemxío para las ins
trucciones y prácticas de piedad, que les dé
á éstas la importancia que merecen, que se per
mita entrar allí con frecuencia al sacerdote á
fin de que consuele á los desgraciados, quienes
oigan siquiera de sus labios algunas pala
bras de caridad y de paz, y el sistema pre
ventivo producirá análogos resultados. An
dando el tiemx)o bien poco ó nada tendrían
que hacer los guardias y cabría al Gobierno
la satisfacción de dar á las familias y á la
sociedad útiles y morales ciudadanos. De
otro modo gastará grandes sumas de dinero
eu el encierro y castigo de los criminales, y
luego puestos en libertad, al terminar el
tiempo de condena, deberá no perderlos de
vista temeroso do que sean peores que antes.
Entretúvose un rato Don Bosco en ha
blarle sobre la materia á Ratazzi; y como
desde 1841 conocía el estado délas cárceles
y las había visitado no pocas veces no le
fuó difícil demostrar cuánto necesitaban de
rehabilitarse por medio de la religión. — Al
ver al sacerdote, añadió Don Bosco, al oír
BUS palabras de aliento, el encarcelado re
cuerda los felices años en que asistía á las
instrucciones de catecismo, recuerda los con
sejos del párroco ó del maestro, reconoce que
si estó en una prisión es por haber dejado
de asistir á la iglesia y de i)oiier en práctica
las enseñanzas recibidas f se siento conmo
vido, el corazón le dice la verdad, una lá
grima asoma á sus ojos, se arrepiente, sufre
con resignación, se propone enmendar su
conducta, y cumplida la pena vuelve á la
sociedad dispuesto á reparar los pasados es
cándalos. Si por el contrario se le priva de
la benéfica influencia de la religión , si le
falta un amigo sincero que se interese por
su alma 4que podrá esperarse de tal infeliz
entre cuatro paredes que odia mortalmente?
Sin sentirse alentado á levantar el espíntu
sobre las cosas de la tíera, sin reflexionajque con su falta no sólo ha quebrantado lag
— 174 —
leyes del Estado sino también las de Dios,
Legislador Supremo, sin sentirse movido a
implorar i>erdón, ni á sufrir resignado la
pona temporal en ybz de la eterna, no verá
en su miserable condición sino el resoltado
fatal de una Jadversa fortuna, y por tanto
en vez de bailar sus prisiones con lágrimas
de arrepentimiento las morderá con desen
frenada rabia} en vez de proponerse mudar
<le vida se obstinará en el m al; aprenderá
nuevas Iniquidades de sus compañeros en la
X>risión, y combinará con los mismos la ma
nera de proceder con más sagacidad en la
ejecución de otros crímenes en proyecto.
Demostró Don Bosco á llatazzi la utilidad
del sistema preventivo sobro todo para la
onseñanza en las escuelas, donde se cultiva
el espíritu y se forma el corazón de los niños
dóciles á la voz de la persuación y del amor,
inocentes aun de verdaderos delitos. — Bien
comprendo, dijo al Ministro, que el implatitar
este sistema no es incumbencia del minis
terio do su cargo} pero una palabra, una
indicación suya será de gran importancia en
el Ministerio de instrucción pública.
El señor Itatazzi escuchó con vivo interés
á Don Bosco, convencióse perfectamente de
la bondad del sistema establecido en el Ora
torio, y prometióle que haría todo lo posible
para conseguir que se adoptará en loa esta
blecimientos del Gobierno.
Si no cumplió su palabra respecto á todo
lo que prometió á Don Bosco fué porque no
tuvo valor para expresar sus convicciones
religiosas.
Apenas había trascurrido un ano de esta
conversación, cuando, después de la Pascua
de 1855, un hecho singular vino á hacer
tocar como con la mano al ministro Ratazzi
la efícacia de tal sistema, aun entre los mu
chachos díscolos.
Debemos comenzar por advertir que existe,
desde 1845, en Turín una cárcel, llamada la
Generala, para muchachos menores de veinte
años. Los detenidos pasan la noche en celdas
separadas, y durante el día trabajan ora en
la agricultura, ora en algún arte ú oQcio
siempre vigilados por guardias con vara y
bayoneta. Excusado es referir las riñas, pen
dencias, revueltas, atentados contra la buenas
costumbres y demás deplorables excesos que
allí diariamente ocurrían. Mas coutlada por
el Gobierno la dirección al Instituto de San
Podro ad Vincula, obtuvo Don Bosco el per
miso de visitar con cierta frecuencia á esos
pobres desgraciados y do enseñarles la reli
gión : instruíalos con el mayor afecto, con
fesábalos, y 011 las horas de recreo se entre
tenía con ellos cual si ftieran sus hijos. Los
jóvenes prisioneros al verse tratados con
tanta ternura le miraban como á propio pa
dre, empeñábanse en expresarle su estima
ción y simpatía, y procuraban cumplir sus
constóos al píe de la letra.
Un día obraron por decirlo así uu milagro
y demostraron claramente la importancia del
sistema preventivo, aún tratándose de los
ánimos más obstinados y rebeldes. £1 hecho
ha sido ya publicado, entre otros autores,
por el Presbo. Luis Mendre, el doctor Carlos
d’Espiney, el conde Carlos Conestábile etc.
Es el siguiente;
Dando una vez Don Bosco ejercicios es
pirituales á loa detenidos fué escuchado con
tanta atención y cariñoso respeto, y salió él
tan satisfecho y edificado que resolvió acor
darles un premio por su buen comporta
miento. Con esta idea pide al Alcaide que
le permita hacer con aquellos jóvenes un
paseo á Stupiuigi, aldea con unas mil almas
cerca de Sangone, á cuatro millas de Turín,
y donde hay un parque real.
Para el i)risionero uu día de aire libre,
lejos de los estrechos muros que le encie
rran, es el solaz más ambicionado.
— Vengo, dijo Don Bosco al Alcaide á
hacerle una propuesta, que le ruego tenga
á bien aceptar.
— Haré lo que pueda por complacerle,
pues tan buenos servicios presta U. á esta
cárcel.
— Gracias, señor. Desearía que para dar
una recompensa á estos pobres jóvenes, que
de tiempo atrás no dan motivo alguno de
queja, que tenga U. la bondad de darles
pertniso para hácer conmigo un día de paseo
á Stupjnigi. Esto convendrá no sólo á su
salud corporal sino también á su espíritu.
El Alcaide le miró atónito y luego le res
pondió : — 4 Me habla U. seriamente í
— Con toda seriedad, señor; y mucho le
agradeceré que atienda mi súplica.
Larga fué la entrevista. Por fin, excusán
dose el Director con la inflexibilidad del re
glamento, concluyó por decirle que hablaría
con el Ministro de lo Interior, el Sr. Urbano
Batazzi.
Katazzi oyó no sí extrañeza la solicitud;
pero, como quiera que ya conocía á Don
Bosco, contestó que deseaba verle. Se pre
sentó Don Bosco al Ministro con aquella
actitud humilde, sencilla y franca, inalte
rable delante del pobre aldeano, como del
más ilustre personaje. Recibióle aquél con
gran gentileza, y liablándole del asunto le
dijo: — Me pide U. un imposible.
— No, señor; permítame insistir : las dis
posiciones de los encarcelados son excelen
tes} seguro estoy de su docilidad y de que
ninguno burlará mi confianza...
Supo Don Bosco hablarle con tan persua
siva elocuencia que, al fin, el Ministro vino
en lo que le pedía.
— Bien, le dijo, accedo á la petición de
usted, y le proporcionaré un piquete de ca
rabineros, que vayan disfrasados con traje
de paisano á la distancia y á quienes U.
pueda ocurrir eu caso necesario.
El Ministro había pronunciado estas pa
labras con grave y blando acento, como si-
r
— 175 —
dejara completamente satisfecha la petición.
Mas Don Bosco replicó :
— Agradezco, señor, profundamente la
bondad de TJ.; con todo no me sería dable
así realizar mi deseo: la vista de aquella
gente podría infundir sospecha en el ánimo
de los agraciados y amargarles el placer,
^ad.i tema TJ. Yo me constiluyo responsable
y me someto á sufrir la prisión si ocurre el
menor desorden.
El Ministro quedo como estui)efacto.
— Así se le escaparían todos y TJ. vol
vería solo á Turín.
— Confié TJ., señor, que volveré con todos
ellos.
Don Bosco no cedía un punto en su in
tento. No había más que permitir ó negar.
Ocurrió entonces un fenómeno extraordina
rio: Don Bosco inspiraba toda confianza al
ministro liatazzi, quien curioso de tentarla
prueba y no dudando quizá de que fuera fácil
coger de nuevo á los que se fugaran, aceptó
la indicación.
En la víspera de tan memorable fiesta
Don Bosco se presenta á sus protegidos y
les dice: — Hijos míos, veugo á daros una
buena noticia: en premio de la benevolencia
que habéis usado conmigo, en premio de la
buena conducta que desde hace algún tiempo
venís observando, en premio sobre todo de
vuestra correspondencia á mis trabajos en
los ejercicios espirituales, me he visto con
el Sr. Alcaide y con el Sr. Ministro y he
obtenido la licencia de conduciros mañana
á paseo al parque real de Stupinigi.
Loa pobres jóvenes, al oír estas palabras,
dieron un grito atronador de sorpresa y ale
gría. Bestablecida la calina, continuó Don
Bosco: — Bien comprendéis cuán grande
sea este favor, que nunca jamás se ha con
cedido.
— ¡ Viva Don Bosco 1 ¡ Viva el Ministro!
exclaman todos.
— Sí, viva el Ministro; poro no olvidéis
lo que voy á deciros: Yo he empeñado mi
palabra de que todos vosotros^ del primero
al último, os conduciréis tan bien que no ha
brá necesidad de guardias ni de carabiueru.s; he enipeñado mi palabra de que ni uno
solo dejará mañana de volver acá. ¿Podré
estar tranquilo ? ¿ Podré estar seguro de que
ninguno procurará huírl
— Sí, sí, esté seguro ; nos portaremos perfectHineiite, re^üpondleron unánimes. TJno de
los más adultos añadió:
— ¡Cuidado, que si alguno intentara huir
com*ría tras de él y le estrujaría como á un
pollo!
— Y yo, dijo otro, le quebraría una pied^a en la cabeza.
-- ¡ No volvería vivo á casa, gritó nn ter
cero I
— ¡ Basta, basta! interrumpió Don Boscoj
estas palabras sou duras y están de más.
Yo couilo en cada uno de vosotros; sé que
me queréis bien y que no me daréis disgusto
alguno. La ciudad de Turíii tendrá mañana
puestos en vosotros los ojos. Una falta cual
quiera caería sobre todos y particularmente
sobre raí que he alcanzado este favor; me
acusarían de imprudente y de que me he
dejado engañar. Por otra parte ¿qué apro
vecharía una fuga ? La policía la descubriría
al día siguiente y la haría pagar con máe
severa prisión. En cambio vuestra buena
conducta os atraerá aplauso general y os
acarreará nuevos favores. Mus, aparte de
estas consideracione humanas, vosotros, hijos
míos, habéis prometido á Dios no volverle á
ofender. Él os mira desde el cielo ^ i)ronto
para bendeciros ahora y en el porvenir. Vais,
pues, á darle mañana una prueba manifiesta
(le la fidelidad de vuestra palabra, do la fir
meza de niestras resoluciones. Conque así,
todos en orden; ninguna desobediencia, nin
guna riña ni altercado. ¿Me lo prometéisf
— Sí, sí, lo prometemos, le damos nuestra
palabra. TJ. será nuestro capitán, añadió
uno, y ya verá que ningún capitán ha te
nido soldados más fieles y disciplinados.
Cuando Don Bosco los hubo dado las bue
nas noches, aquellos jóvenes no cabían do gozo.
A la mañana siguiente, después de misa,
se abren las puertas del presidio y salen los
trescientos detenidos, radiantes de contento,
guiados tranquila y paternalmente sólo por
Don Bosco. No les acompaña ni uii soldado;
todos van sueltos, festivos, en completa li
bertad. Palpítales vivamente la sangre en
las venas y en su rostro se pinta la más
apacible alegría. El dulce regocijo y la sa
tisfacción que ven en el sacerdote que los
acompaña parece reflejarse en todos ellos.
Jamás se vió paseo más hermoso.
Han tomado el camino de Stupinigi, y lle
gados allá se derraman por las sendas, pra
dos y florestas del castillo; se sientan á la
sombra de los árboles y junto á las puras
aguas del lago, juegan, saltan, so divierten,
comen y so entregan al más delicioso pasa
tiempo y á la más tumultuosa alegría. El
goce de la espansiva libertad ha ochado al
olvido la oscuridad y tristeza do la cárcel.
Describir las escenas de placer, las impre
siones de los muchachos en aquel día es
imposible.
Lo cierto es que no ocurrió ni sombra de
desorden. La gran preocupación de todos
era llenar de tiernas mauifestacioues al buen
P adre, y , como le notasen un tanto fati
gado, descargan el animal que conduce los
cestos de provisiones, y en él montan á Don
Bosco, sin permitirle siquiera la molestia de
teuer las riendas. En cuanto á los cestos,
los mismos jóvenes encargáronse de llevarlos
á hombros.
El Ministro esperaba con impaciencia el
resultado de la prueba. No obstante la con
fianza que Don Bosco le inspiraba, no podía
sentirse del todo tranquilo.
— 176 En ]a tarde, de vuelta los jóvenes á la
cárcel, pasó lista el Alcaide. No faltaba nin
guno.
l>on Bosco, sin perdida de tiempo, va á
Eatasísci y le da cuenta del resultado.
Atónito el Ministro, le dijo r — Le quedo
reconocido de cuanto U. lia becbo por nues
tros prisioneros j mas desearía saber cómo
alcanza U. sobre ellos una inftuoncia que
ojalá fuese posible obtuviera el Estado.
— Señor, la fuerza que los sacerdotes te
nemos, como U. lo sabe, es tan sólo moral 5
á diibreiicia del Estado que ordena y cas
tig a , nosotros bablamo.s principalmente ól
corazón, y nuestra palabra es la palabra
de Dios.
El Ministro debió comprender que la Igle
sia posee un misteriosa fuerza superior á
todo recurso liumaiio y cuanto pueda in
tentarse para abatirla (1).
fConthmardJ.
mi i i 1111111111111 i.i 11111.111
P R IV IL E G IO E S P E C IA L
Nuestro Santísimo Padre el Papa León X III
accediendo á las súplicas del Revino. Prior
General do la Orden Cármelitana, se ha di
gnado promulgar un importante decreto que
se nos pide demos á conocer á los fieles á
fin de que gocen de nuevos favores en be
neficio propio y do las almas del Purgatorio,
liólo aquí;
León P apa XIII.
Para perpetua memoria.
A fin de que aumente más y más la deToción y piedad de los fieles hacia la Bea
tísima Virgen del Carmen, con lo que pueden
derivarse abundantes y saludables ñu os
para las almas de los mismos, inclinado Nos
benignamente á la piadosa demanda de nues
tro carísimo hijo Luís María Galli, sumo
moderador de la Orden de la Bienaventu
rada Virgen María del Monte Carmelo do
la AutiguU Observamúa, liemos determinado
enriqiUHHU* las Iglesias Carmelitanas con un
privilegio especial. Por cuya razón es q u e ,
por la misericordia de Dios omnipotente y
usando de la autoridad de sus Apóstoles
Sun Pedro y San Pablo, concedemos á todos
y á cada uno de los íielos cristianos, de uno
y otro 80X 0, verdaderamente contritos y con( l ) K l C oxdf . CoxKSTAim.F, Opere rcligioie e morati
in Italia. - (2) E l C a íiu e x a l A l im o s d a , J)on Botoo
jr «H tiglo.
fosados y que hayan recibido la Sagrada
Comunión, que devotamente visitáren cualquiera de las iglesias ó cualquiera de loa
Oratorios públicos, así de los Hermanos
como de las Monjas de toda la universal
Orden Carmelitana, tanto de los Calzados
como de los Descalzos, en cualesquiera lu
gares existentes, en el día diez y seis del mes
de julio de cada año, en que se celebra la
festividad de la Virgen Madre de Dios del
Monte Carmelo, desde las primeras vísperas
hasta el ocaso del sol del mismo día, y allí
dirigiesen pías preces á Dios por la con
cordia de los Príncipes cristianos, extirpa
ción de las herejías, conversión de los pe
cadores y exaltación de la Santa Madre la
Iglesia, cuantas veces esto hicieren, tantas
voces {toties quoties) Indulgencia plenaria y
remisión de todos sus pecados, la cual pue
dan apli(;ar por modo de sufragio álas almas
de los fieles en Cristo, que unidas con Dios
1 or la caridad hubieren salido de este mundo.
No obstante nuestra Regla y la de la Can
cillería Apostólica de no conceder Indulgen
cias ad instar^ las otras Constituciones y
Ordenaciones Apostólicas y las demás y
cualesquiera que existan en contrario. Va
liendo las presentes para los futuros tiempos
perpetuamente. Queremos también que á los
trasuntos ó copias de las presentes Letras,
6 asimismo ejemplares impresos, autorizados
por mano de algún notario público y refren
dados con el sello de persona constituida en
ilignidad eclesiástica, se le.s preste desde
luego la misma fe que se prestaría á las
propias presentes Letras, si fuesen exibidas
ó manifiestas.
6 U S an Pedro de Eoiua, bajo el anillo del
Pescador, d ía XVI de mayo de ^IDCCCXC 1I , aüo décim oquiutü do N uestro P outiüeado.
S. Cardenal Vannutelli.
Lugar 0 del sello.
G«n aprobidói d# l i Autoridad ScIesiksUcs - Gerente JOSÉ GAIBIH
Tuiln, 1892 - Tipoffi*fU SaleaUnJk
-
Fecha
-
1892.11