BS_1887_10

Ficha

Título
BS_1887_10
Descripción
Boletín Salesiano. Octubre 1887
Fecha de publicación
1887.10
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Sale una vez al n1es.
OCTUBRE

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In~ru~ó al pue~.lo y di,v~ügó t~clo l~~~e-ha~a hecho.[l ~o. se enga~a~·ia mucho

quie:1 intentase de atribuir
, prmCJpalmente a la prensa malvada, todos los males
11 y la deplorable conclicion de las cosas á la cual

Bus?~ las

doctrmas utiles y escnbw, documentos
ree~rsrmos yllenos de v~rdacl. Las patabras de los
sabws so~ como punzas o clavos. que. penetran profunclameme, y nos fueron dadas meclmnte nuestros
maestro8 por· el único pastor.
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(EcusrASTES XII, 9, 10 Y ll)

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El peligro, Sto. Paclre·:•·está todo en la contínna

clacion de una imprenta Católica, puesta bajo el patroh cinio ele la Santa Sede. De esta manera, no hacién\l.
dos e esperar nuestras respuestas, podrémos con mayor
ventaja de8cencler al campo de la lid v responder con
fel~z éxito á las provocar.iones ele los apgstoles del
'· en or.
(oALES)
:
1



., hemos lleoado actualmente ... , los escutores. catuhcus
~ deb.en con todas sus fuerzas volveda en bren de la
" socreclad.
~
(LEON XIII)

La prensa periódica sometida á la autoridad jerárquica, revestida del espíritu ele Jesucristo, viene á
~ ser un poder inmenso: ilumina, sostiene la verdad,
o; hace desaparecer el error, salva y civiliza; es
~ una forma de apostolado sublime.

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(ALIMONDA)

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ROJVIA

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I.~IItRERIA\_

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SALESIANA

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TURI1\L

SARRIA (Rarceimm) - llUENOS AIRES - ~iONTEVlDEO - lUCTHEROY - UTRElU (Sevilla)

'

A NUES1 ROS CAROS COOPERADORES Y COOPERADORAS
1

En el número de Setiembre hemos anunciado que la pia SocieLlaél de S. Francisco de Sales, fundada y dirigida
por el Pbro. D. Jmm Bosco, tiene abierto en ln. ciuclacl ele utrera un Colegio de 1a y 2[\ enseñanza, para proporcionar á la juventud una sólida instruccion y eclucacion religiosa y cientít1c8..
Hoy tenemos el gusto de anunciar que dicha pia Sociedacl ha abierto tambien recientemente en los 11 Talleres
Salesianos 11 ele Sarriá (Bareelomt), y cm el referido Colegio de utrera, do::; pequeñas librerías, con el único fin
ele p1'0J701'cimza¡" á la j~tventucl WUl sólida instruccion y educacion religiosa y científica, mediante la difusion
ele los buenos libros.
Cuál sea el espíritu que regulará á estas dos humildes librerías, clícenlo muy bien los anuncios que en este
número publicamos, los cuales, no solamente revelan el fin general ['de la [clif1lsion ele los buenos libros, sino
tambien el particular que en todas sus obras se propone la Sociedad Salesiana, á saber, proporcionar á!Ia juventud
y al pueblo cristiano una soliclísima instruccion y educacion religiosa, que casi puede compencliarse en el conocimiento y amor al Sagrado Corazon ele Jesús, puesto qne, 'educado el corazon ele la juventud y ele! pueblo segun
el modelo eterno y perfectísimo de este Divino Corazon, fácil es llenar por completo el fin que debe tener todo
libro bueno.
Animo, pues, oh beneméritos Cooperadores y Cooperadoras, ayudadnos, sí, á realizar la preciosa idea ele nuestro
Patrono S. Francisco de S::tles, esto es, á JJOner w2 diq2te ;al rnal;'~inrnenso de] ta contínna difnsion de~los
librosinfcmws:idea del os hombresmás graneles de nuestros clias, y ~entre ellos, del sapientísimo Leon XIII,
~l~'c,Íi~í' llegó··¡;· decir :·c.\t;iNa 'se engañada mucho q2tien intentase de atribuir )J1"incipalmente á la prensa mal- ,
vcula, todos los males y la deplorable conclicion ele las cosas, á la mtal hemos llegado "actualmente 11. ·:'i.
El producto ele clichos libros se de~tina á beneficio ele la Obra Salesiana.1
Los pedidos podrán hacerse nl Se. A:D. Juan Brancla, Director de los 11 Talleres Salesianos¡;cle Sarriá (Barcelona),
ó al Sr. D. Ernesto Oberti, Director del Colegio do Ntra. Sra. del Cármen en utrera (Sevilla) 11.

Sarriá (Barcelona) - I.,!IBRERIA SALESIAl"<\;fAj TURIN - Utrera (Sevilla)

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CONVERSACIONES FAMILIARES
'
DE UN PADRE CON SUS HIJOS, REFERENTES A
LA REUGION
por el Sacerdote

se
TRADUCIDO DEL ITALIANO AL CASTELLANO

por el Dr· . P . Gil .
Primera Parte

Un tomito en-32. -

2 pesetas el ejemplar.

Nos es sumamente grato el anm1ciar este librito desde el principio de la apertura de nuestras Librerías, pues fué
tambien uno de los primeros que anunció la que tenemos en Turin. Es un libro de oro, sumamente adaptado á los
tiempos presentes en que á cada paso tropezamos con personas ignorantes, sumergidas en el error y negando por consiguiente todas líts verdades de nuestra santa Religion Católica ; por cuya razon no podemos menos que recomendarlo
vivamente á nuestros Cooperadores, esperando nos ayudarán á divulgarlo, acogiéndolo con verdadero y singular entusiasmo.

HISTORIA ECLESIÁSTICA
pat~1
V

la

Juve11tud

W

Y UTIL A TODA CLASE DE PERSONAS
por

D& JUAN BOSCO
FUNDADOR
DE LA CONGREGACION DE S. FRANCISCO DE SALES
Ouatro opúsculos en-32°, 4 Pesetas

Sale una vez al mes.

AÑO II. -N. 10.

OCTUBRE 1887.

~-·--~~~--·---------------

Debemos ayudar á nuestros herma
nos á fin de cooperar á la difusion de la verdad.
(III. S.

,TUAN,

Cualquiera que reciba á un niño en
mi nom)ne, recibe á mí mismo.
(MAT. XVIII)

8)

Atiende á la buena lectura, á la exhortacion y á la enseñanza.
(I. Tm. rv. 13)

:Entre las cosas divinas la más divina es la de cooperar con Dios '
á la, salvacion c1e las almas.
(S. Dror;rsro)

Un amor tierno hácia el prójimo es
uno de los más grandes y excelen~
tes dones , que la divina boni!.ad
puec1e hacer á los hombres.
(El Doct. S, FRANC. de SALES)

Os recomiendo la niñez y la juventud; cultivad con grande empeño la
eduoacion cristiana¡ proporcionadles
libros que enseñen á huir el vicio
y á practicar la virtud,
(Pro IX)

Redoblad todas vuestras fuerzas para
retraer á la niñez y juventud de
las insidias de la corrupoion y de
la incredulidad y preparar de esta
manera una nueva generacion.
(LEON XIII)

evangelizando las regiones de las Indias y
de la China; á los Capuchinos y Dominicos, la Mesopotamia y las Antillas ; á los
Benedictinos la Oceanía, y en fin, á muchas
otras que, impelidas por el espíritu de caridad, propio de nuestra santa religion católica, mandan generosamente por todo el
mundo á sus hijos, los cuales, despues de
hacer enormes sacrificios, exponen gustosísimos sus vidas , con tal de extender más
y más el santo reino de Jesucristo.
Don Bosco , pues , quiso tambien que su
institucion,
si bien nacida en Italia y comDON SOSCO
puesta principalmente de hijos de aquella
y las ~!fisiones Salesianas.
hermosa tierra, fuese sin embargo católica.
Su celo, encontrándose como estrechado y
Es carácter propio de toda obra católica oprimido dentro de los límites de un solo
la propension á extenderse cada vez más pueblo, ha atravesado los mares, ha llepor todo el universo y á consagrar en la gado á los postreros confines del globo y
conquista de las almas y en la propaga- hoy cuenta en la América del Sur más de
cion de la verdad aquel afan y ardor que cuarenta establecimientos.
los mundanos emplean en adquirir riquezas
A alguno le parecerá esto mucho, Y. sin
y aumentar sus dominios. Por esto vemos embargo no deja de ser muy poco, Sl se
á casi todas las Congregaciones religiosas, considera la grande necesidad de sacertanto de hombres como de mujeres, mandar dotes que hay en aquellas regiones. Nadie
á sus apóstoles á lejanos parajes, yendo ignora el número de católicos Europeos
c1esde el polo ártico al antártico con el que emigran todos los años, obligados por
único y exclusivo fin de enseñar á conocer muchas y diversas causas, a la América
y amar al Dios verdadero, Creador del cielo del Sur. De estos, la mayor parte, hállanse
y de la tierra.
por aquellas regiones faltos de instrucciori
Entre otras muchas,. vemos por ejemplo religiosa y moral, y si con dificultad consiá los Jesuitas unidos con los Lazaristas, guen poderse ganar un pedazo de pan?

sumario. - D. Bosco y las Misiones Salesianas.- Carta
del Cármen de Patagones. - Pensamientos del Papa
Leon XIII sobre al Catecismo para la buena educacion
de los niños. - Exploracion de la Tierra del fuego y D.
José Fagnano. - Gracia de Maria Auxiliadora.- Una
Madre y un hijo que ruegan por el Papa.- Historia del
Oratorio de S. Francisco de Sales.- Valentin ó laVocacion contrariada.

~

118-

concluyen, despues de algun tiempo, por
perder todo principio de moralidad y religion.
Muchísimos, aislados en medio de interminables llanuras y es1)arcidos por desiertas
montañas, lejos de las residencias de los
sacerdotes, viven y mueren sin ningun
auxilio religioso y sin pensar en la eternidad. Otros se establecen en los centros
poblados , . pero los ministros del error
buscan todos los medios de robarles el
ünico tesoro que se llevaron consigo de
Europa: la Fe. Hasta en la Tierra del
Fuego han colocado ya los ministros protestantes sus demoras, para esperar allí á
las gentes emigradas y tentar de robarlas
á nuestra santa Religion.
Los Obispos americanos, llenos de dolor
á la vista de tan triste y deplorable espectáculo y sabedores de ser deudores , como
decía S. Pablo, sapientibus et insipientibus,
es decir, obligados á procurar la salvacion
eterna de todos, se esfuerzan, sí, en tener
sacerdotes europeos que conozcan el idioma
de dichos emigrados, que vivan entre ellos,
los visiten con frecuencia para instruirlos
y proveer, siquiera en parte, á sus necesidades religiosas y morales; pero por mucho
que hagan, es sin embargo imposible atender a todo, proveer a la educacion de los
niños y adultos, porque tanto unos como
otros son miles y miles, y los sacerdotes son
en cambio poquísimos.
Hacen llorar las cartas que á cada momento recibe D. Bosco de los más eximios
Prelados de todas las partes de la América
del Sur y del Norte, con las cuales describiendo especialmente las necesidades, mi-·
serias y peligros repiten con frecuencia :
~- Venid, venid, aunque no sea más que
para salvar á vuestros compatriotas.
D. Bosco escuchó estas voces y empezó
á socorrerles mandando no pocos de sus
hijos en varias de aquellas inmensas provincias; los mandó no como uno que tan
solo cree de cumplir una obra buena , de
ejercitar un acto de caridad dictado por el
corazon, sino como uno que esta persuadido
ser ésta una grande ob1Jgacion, ser ésta la
mision que le confió el Supremo Pastor de
la Iglesia; mision que debe cumplir irre~
miSiblemente y de la cual el Señor le pedirá
cuenta: ser esta su vocacion, ésta la volun~
tad de Dios.
Pero esto no es mas que e1 principio de
una empresa que á nosotros los Europeos
nos debe ser muy grata. Son hermanos
nuestros los que vemos todos los c1ias irse

á aqmlllas tierras lejanas, víctimas la mayor
parte de los indigno:s especuladores, abandonados muchas veces en pueblos a los
cuales ni siquiera pensaban llegar y donde
nada encuentran de lo que 'les parecia llegarían á tener, guiados solamente por su
fantasía y lisonjera esperanza.
No hay fuerza humana que sea capaz
á detener á esas turbas ele gente que ,
guiadas por la ilusion ó por la necesidad
aspiran á una nueva patria. Por con.si =
guiente el Misionero debe ir delante para
esperarlos donde no están toda via y acudir
adonde se encuentran ó han comenzado ya
á regar con el sudor y las lágrimas una
tierra que les hace desear la patria abandonada.
Por esto y por otras muchas razones,.
D. Bosco no desistirá de extender sus Misiones hasta donde podrá con los auxilios
de sus generosos Cooperadores. Enormes
son los gastos, los sacrificios y las deudas.
¿Quién _puede calcular cuánto cuesta albergar, mantener y educar por varios afíos a
centenares de jóvenes apóstoles? ¿Cuánto
los larguísimos viajes y las muchísimas
provisiones? ¿Cuánto el levantar Hospicios y
acoger en ellos centenares y millares de niños
en aquellas lejanas ciudades, confiando tan
solo en la caridad cristiana , que provea
diariamente el pan a los que la Divina
Providencia nos confia'1 ¿Cuánto el establecer casas en rnedio de los desiertos, donde
falta todo, iglesia, materiales y conlida?
Dios solo conoce las ansiedades, preocupaciones y estrecheces contínuas de los Misioneros y de quien los ha mandado.
Y por esto ¿debemos acaso desanimarnos?
No se diga que desconfiamos de la Divina
Providencia. ¿Nos volveremos atras? De
ninguna manera, porque el camino está ya
trazado. ¿Pararnos, aunque no sea más que
por breves instantes? Pero y ¿cómo hacer
semejante cosa si en los últimos confines,
tocados por nuestros Misioneros, aparecen
contínuamente nuevas tribus s:üvajes, infinidad de Europeos y especialmente de niños
abandonados que invocan nuestro socorro?
Si, avivemos nuestra fe á pesar de los
grandes peligros y dificultades que se nos
presentan. El avenir pertenece á la Iglesia
y la gloria es toda para Dios Ntro. Señor.
La impiedad que redobla sus esfuerzos para
robar á las almas aquella fe que sola puede
fortalecerles, es una prueba ele nueva vida,
corno lo es el maravilloso renacimiento de la
religion, del cual somos testimonios. No hay
nada en la historia y en el mundo que

-119---- -------------

sobrepase en pureza y gloria á este nuevo
arrojo de la caridad cristiana. Don Bosco
dice: -- Los Cooperadores Salesianos correspondieron siempre con una genero~idad sin
igual á mi llamamiento, y estoy cwrto que
auxilio no me faltará nunca. Su nümero es grandísimo, y por poeo que haga
cada uno de ellos en favor de las Misiones,
se tendrá un resultado suficiente para llevar á cabo las empresas más grandes á
gloria de Dios, á salvacion de las almas y
á glorificacion eterna en el cielo.

su

CARTA DEL CARf\fiEN DE PATAGONES.
Nuestro buen Director y Vicario general de
Mons. Cagliero , D. Riccardi, me encarga dé á
V. R. una noticia que por estos parajes es no
poco importante.
Díeha noticia consiste en que despues de un
año de trabajos púdose el 25 de Mayo p. pdo.
inaugurar el nuevo faro de,l Hio .Negr?, eol? ..
cado en su embocadura. Fue eleg1do dwho d1a
porque era el de la fiesta de la independencia
Arg~mtina, y las ~utoridad~s con l~udable .p,ensamlerüo nos suplicaron fuesemos a bendecu el
nuevo edificio juntamente con el faro que lo corona. Don Riccardi, por hallarse muy ocupado,
no pudo intervenir y .me mandó á mí pa.ra que
lo representase en diCho acto y cumpliese el
sagrado rito.
A las 7 112 de la mañana del 25 de Mayo,
con un tiempo hermosísimo, á pesar de estar en
otoño , entraban á bordo del vaporcito Limay,
de la Escuadra del Río Negro, el Excmo. Señor
Gobernador del territorio del Río Negro , general \Vinter , las autoridades civiles y militares
de Patagones y Viedma, más de cien convidados,
entre propietarios , comercia~tes , e~pleados de
aquellos alrededores y el m.frascrlto con los
acólitos Aceto y De Stefenelh. Despues de dos
horas y media de placidísima navegacion , reinando á bordo la más completa alegria, llegamos
al referido sitio. Hallábanse allí otros vapores
bonitamente engalanados esperando al Lima?/ con
sus pasageros , y á la orilla derecha del no un
buen número de caballos y coches estaban preparados para llevarlos hasta el faro 1 distante unas
,
dos leguas.
.
El Gobernador me h1zo sentar a su derecha
en el bote que nos llevó á tierra y en el coche,
mostrándose siempre cortesísimo con t~do~ ?Osotros. A las once se llegó al faro, hnd1s1ma
torre de unos nueve metros de elevacicn, sobre
un grande octáo·ono de cuatro metros de altura.
De allí á un °poco nos pusimos á comer , despues de lo cual, el Comandante de la Escuadra,

Sr. Rivadavia, nos manifestó podía procederse
inmediatamente á la bendicion. Me puse , pues.
el roquete y la estola y, juntamente con los referidos acólitos, me coloqué delante de la puerta
nrincipal del faro. A mi alrededor se hallaban
las Autoridades y' circunstantes, todos los cuales
se quitaron el sombrero respetuosamente. Entonces, en medio de un religioso y sepulcral silencio, sintiendo el misterioso ruido que el fuerte oleaje
del Océano Atlántico hacía,contemplando el inmenso
desíerto que nos rodeaba y la singular atencion de
los Indios prisioneros, cuyos robustos brazos habían levantado aquella torre, y viendo la artillería á muy poca distanda que se preparaba para
saludar con sus cañones la dedicacion al Altísimo de aquel benéfico edificio, no pude memos
de conmoverme y pronunciar algunas férvidas
palabras que pueden reducirse á estas: Su1·sum
corda! Ch·atias agamus Domino Deo nostro, y
luego dí la bendicion loci domus novae , novi
ignis , no hallando en el Ritual una particular
para el faro.
Despue:s el Sr. Comandante de la Escuadra
con uri breve pero elocuente discurso consignó
el faro al Excmo. Sr. Gobernador, el cual respondía con felicitaciones y manifestando sus deseos acerca de la prosperidad de la República.
Al pronunciar las siguientes . ~alabras:. « A~ora
dejémoslo en manos de la D1vma Providencia »
se sintió una fuerte descarga de aplausos, brilló
por primera vez la luz del faro al 42° paralelo
austral y los cañones, con una salva de 21 golpes, saludaron la solemne inauguracion.
· La comitiva emprendió enseguida la vuelta
para llegar á tiempo á la inanguracion de la Biblioteca pública de Viedma, ceremonia fijada para
las 4 112 de la tarde del mismo di a.
ó U na Biblioteca pública en Patagonia? Quizá
se" preguntará V. con no poca maravilla. Pues
yo le responderé que la maravilla fu~ general
cuando se tuvo noticia de este pensamiento del
Gobernador. Pero cosa {atta capo ha, que en
castellano diríase á lo hecho pecho. Cierto, esta
Biblioteca tendrá pocos lectores. Sin embargo la
intencion es buena.
La ceremonia fué, poco más ó menos, como la
del faro, exceptuando la Bendicion y el di~curs?.
Firmamos todos los circunstantes el test1momo
verbal de inauguracion y luego nos despedimos
de todos, habiendo prometido al Sr. Gobernador
la coleccion de nuestra Biblioteca de la Juventud
Italiana , para nuestros compatriotas q?e. están
aquí. Ahora espero en la bondad y med1acion de
V. no me hará faltar á la palabra.
Salúdole con particular afecto, me encomiendo
en sus oraciones , suplícole se digne hacer, J?resentes nuestros más gratos recuerdos al car1s1mo
Sr. D. Bosco y demás superiores, y conc.l~yo en
este hermoso mes de Junio con un: ¡ V1va el
Sagrado Corazon de Jesús: ¡Viva S. Juan! ¡Viva
D. Bosco!
Suyo afmo. hermano,
ANGEL G. PrccoNo, PBRO.
Cármen de Patagones, 14 de Junio de 1887.

120

PENSAMIENTOS DEL PAPA LEON XIII

~

En el Catecismo católico se halla el modo más perfecto de una sana educacion.

SOBRE EL CATECISJ1l!:O

para la buena educacion de los niños.

Hace ya algun tiempo, y hoy más que nunca,
viene tratándose calurosamente de una cuestion
vital para la Iglesia y para la sociedad, es decir,
de la enseñanza religiosa en la educacion de la
niñez y juventud. Estando, pues, para abrirse
las escuelas, nosotros querríamos que todos nuestros Cooperadores y Cooperadoras se persuadiesen bien de la necesidad de la instruccion religiosa, á fin de obtener una buena educacion, y
que por consiguiente, no se descuidasen en darla
ó hacerla dar á sus hijos mientras están todavía
en tiempo.
A este fin juzgamos oportuno ponerles á la
vista una parte de la sapientísima carta que nuestro
Santísimo Padre Leon XIII, con fecha del 28 de
Junio de 1878, escribio al Emmo. Sr. Cardenal
Vicario á propósito de la ensefíanza del Catecismo; y les suplicamos encarecidamente se dignen aprovecharse convenciéndose de las razones y poniendo en práctica los consejos del
Supremo Gerarca de la Iglesia, para bien de la
Religion , de la familia y del mismo civil consorcio.
El Catecismo católico
hizo siempre mucho bien en el mundo.
« Ciertamente no podría uno imaginarse (así
dice el Maestro de todos los Cristianos) qué pretexto haya podido aconsejar semejante medida
de suprimir el Catecismo en las escuelas, si no
existiese aquella irracional y perniciosa indiferencia para todo lo que es religion , y que por
desgracia hoy va invadiendo pueblos enteros.
Hasta ahora la razon y el mismo sentido comun
ensefíó á los hombres á echar á un lado, como
fuera de uso, todo lo que en práctica no habría de
ofrecer utilidad alguna. Pero i quién podrá afirmar que la ensefíanza del Catecismo no ha proporcionado siempre á todos grandísimos é innu-merables bienes ? t Acaso no fué la enseñanza
religiosa que renovó el mundo, que santificó y
hermoseó las mútuas relaciones -entre los hombres, que hizo más suave el sentido moral y
educó aquella conciencia cristiana que reprime
moralmente los excesos, reprueba la:s injusticias
y eleva á los pueblos :fieles sobre todos los demás?
¿Se dirá quizá que las condicione$ sociales de
los tiempos actuales lo han hecho volver inútil
y nocivo? Pero el bienestar y prosperidad de
los pueblos no tienen segura tutela fuera de la
verdad y de la justicia, de las cuales la presente
sociedad siente una grande necesidad y á las
?uales el Catecismo católico conserva plenamente
mtactos sus sag-rados derechos. Por amor pues
. .....,
'
'
~e los preciosos frutos que ya se recogieron y
JUStamente se esperan de dicha enseñanza, lejos
de desterrarla de las escuelas públicas se debería promover y aumentar con mayor ahinco y
devocion. »

« La enseñanza del Catecismo, prosigue Su
Santidad , ennoblece y eleva al hombre en su
propio concepto, conduciéndolo á respetar en todo
tiempo á sí mismo y á los demás. Es tristísimo
el considerar que los que desean desaparezca el
Catecismo de las escuelas se hayan olvidado tan
fácilmente de lo que efl. él aprendieron en sus
primeros años. Pues de lo contrario no dejaría
de serles sumamente fácil el eomprender cómo
ensefíando al niño que Dios Ntro. Sefíor fué quien
le dió el ser por su infinita bondad é inmenso
amor; que todo cuanto ve fué hecho para él,.
como rey y señor de lo creado ; que el hombre
es tan grande y vale tanto que el Hijo Eterno
de Dios no tuvo á menos el tomar su carne para
rescatarlo; que su frente fué rociada con la Sangre del Hombre-Dios en el santo bautismo; que
su vida espiritual se alimenta de las carnes del
Cordero divino ; que el Espíritu Santo, demo~
rando en él como en su templo vivo, le infunde
vida y virtud enteramente divina, así como le da
impulsos eficacísimos para custodiar la cualidad
gloriosa de hijo de Dios y para honrarla con una
virtuosa conducta. 'l,ambien comprenderían que
pueden esperarse muchas y grandes cosas de un.,
niño, el cual en la escuela del Catecismo aprende
que fué criado para un fin altísimo en la vision
y en el amor de Dios , que vela contínuamente
sobre sí mismo y confortado con toda clase de
auxilios lucha y sostiene la guerra que le hacen
sus implacables enemigos , que comienza desde
pequeñito á ser dócil y humilde aprendiendo á
venerar en RUS padres las imágenes del Padre
que está en los Cielos, y en el Príncipe la autoridad que viene de Dios y de Dios toma la razon de ser y la majestarl; que respeta en sus
hermanos la semejanza que brilla sobre su misma
frente y conoce bajo las míseras apariencias del
pobre , al mismo Redentor;, que es salvado á
tiempo de las dudas é incerti.dumbres por beneficio del Magisterio católico, que lleva impresos
en su origen los títulos de su infalibilidad y autenticidad, en el prodjgioso hecho de su establecimiento sobre la tierra y en la abundancia de los
frutos dulcísimos y saludables que acarrea. Finalmente entenderían que la moral católica juntamente con el temor del castigo y la esperanza
cierta de altísimos premios , no corre la suerte
de aquella ética civil que se querría sustituir á
la religiosa ; ni habrían tomado jamás la triste
y funesta resolucion de privar á la presente generacion ct.e tantas y tan preciosas ventajas, suprimiendo en las escuelas la enseñanza del Catecismo. »

Ef dejar esta enseñanza libre no es suficiente.
« La determinacion, continúa Su Santidad, que
se tomó de dar instruccion religiosa tan solo á
aquellos niños cuyos padres la pidieren expresamente, es enteramente inútil é ilusoria. En
efecto; no se puede comprender cómo los autores

-

12i

de la triste y desgraciada determinacion no se
hayan hecho de cargo de la mala impresion que
debe hacer en el ánimo del niño el ver puesta
la enseñanza religiosa en condiciones tan di versas de las demás. El niño que, para ser estimulado á un estudio diligente , tiene neeesidad de
conocer la importaneia y utilidad de lo que le
viene enseñado, i euál será el empeño que podrá
tener por una enseñanza, háeia la cual la autoridad eseolástica se muestra fria ú hostil, tolerándola contra toda su voluntad? Y además , si
hubiesen (como no es difíeil hallarlos) padres, que,
ó por maldad de ánimo, ó mucho más, por ignorancia y neg·ligencia, no pensasen en pedir para
sus hijos el benefieio de la instruccion religiosa,
quedaría una gran parte de la juventud privada
de los documentos más saludables, con gravísimo
daño no tan solo de aquellas almas inocentes sí
que de la misma sociedad civil. »

Debemos animarnos á redoblar nuestro celo
en la enseñanza del Catecismo.
« Pero mientras que, concluye nuestro Santím
simo Padre, la Divina Providencia permite, por
sus adorables juicios, que dure esta prueba, si
no está en Nuestro poder el mudar la condicion
de las cosas, es sin embargo deber Nuestro ha·
cer todo lo posible para mitigarla, á fin de que
los daños se hagan menos sensibles. Por consi~
guiente es preciso que los párrocos redoblen su
diligencia y celo en la enseñanza del Catecismo
por todas partes con nuevos eficaces medios. Y
Vd . , Señor Cardenal, con la experiencia y firmeza
que le adornan, procure que aumenten los oratorios y las escuelas , donde puedan recogerse
los niños :para ser instruidos en las verdades de
nuestra santísima Religíon católica , en la cual
por insigne gracia del cielo hemos nacido. Procure además , segun se hace ya con mucho fruto
en algunas iglesias, que virtuosos y caritativos
seglares, bajo la vigilancia de uno ó más sacerEl privar á la juventud cl.e la enseñanza religiosa
dotes, se ofrezcan á enseñar el Catec.ismo á los
es una cosa cruel y pemiciosa.
niños. Cuide tambien de que los padres sean
exhortados por sus respectivos párrocos á fin de
Esperando ventajas, observa el Supremo Pas- que envien á sus hijos á oir dichas pláticas, y
tor, esperando ventajas, sin duda alguna ménos que se les recuerde al propio tiempo el deber
importantes, se pensó, no hace mucho, de hacer que tienen de exigir en las escuelas la instrucobligatoria por la ley la instruccion elemental, cion religiosa para sus propios hijos. Serán muy
obligando hasta con multas á los padres á enviar á convenientes las explicaciones del Catecismo á
sus hijos á la escuela; y ahora i eómo podría los adultos, á fin de mantener siempre vívas en
tenerse corazon para privar á los niños católicos sus ánimos las saludables enseñanzas que aprende la instruccion religiosa, que indudablemente dieron cuando eran aún niños. No deje nunca de
es la más segura garantía del sabio y virtuoso aumentar más y más el espíritu de piedad, y
rumbo dado á la vida ? ¿ N o es una crueldad avivar siempre el empeño de los sacerdotes y
pretender que esos niños crezcan sin ideas y seglares , haciéndoles ver la importancia de la
sentimientos de religion, hasta que, llegada la obra, y los méritos que ganan ante Dios, ante
ardiente adolescencia, se hallen delante de lison- Nosotros y ante la entera sociedad. »
jeras y violentas pasiones , desarmados, desproveídos de todo freno , con la certeza de encaminarse por los lúbricos senderos del delito ? Es
una pena para Nuestro corazon paterno el ver
EXPLORACION DE LA TIERRA DEL FUEGO
las tristes consecuencias de tan inconsiderada
y D. José Fagnano.
é inicua deliberacion , y nuestra pena se hace
todavía mayor considerando que hoy son más
Buenos Aires, 3 de Marzo de 1887.
que nunca fuertes y numerosos los atractivos
M. RDo. SR. DIRECTOR
al vicio. V d. señor Cardenal, que , por su alto
Empiezo hoy á enviarle las primeras noticias
oficio de Nuestro Vicario, ve desde muy cerca
el desarrollo de la guerra que se hace á Dios concernientes á la expedicion que se hizo á la
y á la Iglesia , bien sabe , sin que Nosotros Tierra del Fuego. Vd. sabrá disimular las incornos entretengamos á ha·blarle más por extenso , recciones de estilo con que van escritas, pues no
cuáles y cuántos sean los peligros de perversion ignora las mil dificultades que se hallan para
á que se halla expuesta la juventud; doctrinas hacerlo en los viajes y especialmente en un viaje
perniciosas y enteramente erróneas, audaces y como el nuestro. Trataré sin embargo de ser lo
violentas resoluciones en daño y descrédito de más exaeto posible en lo que guarda relacion con
toda autoridad legítima, y en fin la inmoralidad las indicaciones geográficas , con los números y
que sin freno procede abiertamente en mil y mil con las fechas.
maneras contaminando los ojos y corrompiendo
los corazones. Cuando estos y semejantes asaltos 1° Preparativos para la salida.- Patagones,
Sta. Cruz, Golfo Nuevo. - Llegada á la
se dan á la fe y á las costumbres, cada cual
Tierra del Fuego.
puede hacerse de cargo de cuán poco oportunaComo V. sabe ya, el dia 31 de Octubre nos
mente se haya elegido el momento para suprimir en ·las escuelas públicas la educacion reli- embarcamos á bordo del vapor Villarino que
debia zarpar el mismo dia para Patagones, á fin
giosa. »
de embarcar allí las ovejas vi vas , el charque,

-

1~2-

las mulas para el trasporte y los 25 hombres perderían las mulas y quien censuraba que un
que debían escoltar la expedicion al mando del soldado solo hubiese ido en su busca, contándolo
ya como presa de los indios.
Capitan Sr. D. José Marzano.
Estando en esto, llegó la lancha á vapor r/3El dia 3 llegamos á Patagones donde tuvimos
que detenernos ocho dias esperando á la referida molcando el bote , y los que quedaban á bordo
escolta y haciendo los últimos preparativos. Com- se dispusieron á saltar en tierra con el Jefe para
ponían la expedicion el Sr. Lista, Oficial Mayor tratar de recuperar los animales y defenderse
del Ministerio de la Guerra; el Dr. D. Polidoro contra los ataques de los indios si se atrevían á
Segers, cirujano de la armada nacional; 25 mi- acercarse. Pero al llegar á la orilla vimos , con
litares y el que estas líneas escribe. Los recur- sorpresa, al soldado Manuel Arce que volvía con
sos con que contábamos eran de cuarenta mulas las mulas perdidas, las cuales, siguiendo la costa,
para el trasporte de las personas y carga, cin- se habian alejado más de tres millas de la úlcuenta ovejas y víveres secos, suficientes para tima barranca al sud-oeste de la bahía. El soldado refirió que había encontrado un hombre á
seis meses.
Salimos de Patagones el dia 12 de Noviembre. caballo que iba en direccion al norte y que no
Tocamos por la noche en el puerto de Golfo tenia trazas de ser indio sino cristiano. Supúsose
N uevo , de donde sale el ferro-carril que va al más tarde que éste sería uno 4e los que compoChubnt; en el de Santa Cruz, donde pude visi- nían la expedicion Poper. Esperábase poder detar á nuestros hermanos D. Angel Savio y Don sembarcar al dia siguiente, pero no se pudo por la
José M. Beauvoir; y por último en el de Ga- marejada que reinaba en la bahia.
llegos, notable por su marea que sube hasta de 3. 0 Trasporte á tierra de las municiones y
48 pies en su pleamar. Llegamos por fin felízvíveres. - Un golpe de pistola y el temor
mente el 21 á la Bahía de S. Sebastian, situada
de los indios.
al Este de la Tierra del Fuego. Llevóse á cabo
El comandante Sr. Spaur, temiendo que faltael desembarco , siguiendo las indicaciones del
mapa hidrográfico de Fitzoroy, por la parte sud- sen víveres en tierra, les mandó dos sacos de
oeste de la bahia, donde se divisaba un chorro galletas y otros dos de chasque, y si bien fueron
de agua que caía de la barranca, el cual parecia llevados ·por 6 robustos marineros, sin embargo
con dificultad pudieron llegar á la orilla. Cuando
invitarnos é echar pie á tierra.
volvieron, el capitan D. José Marzano mandado
2. 0 Dificultades del desembarco. - Fuga y en comision, entregó al Sr. Comandante un billerecuperacion de las mulas. - Ansiedades. te del Sr. Lista que decía: estoy rodeado de
- Aparicion de un Europeo.
indios por todas pa1·tes, mándeme víveres.
Al dia siguiente, 23 de Noviembre, pudiéronse
Fué el primero en bajar á tierra el Sr. Don
José Marzano con 12 soldados y seis mulas. To- desembarcar las ovejas, las otras mulas y la
dos los pasajeros miraban con curiosidad, mez- carga; bajamos tambien á tierra el Sr. D. Poclada con cierta inquietud , el desembarco de a- lidoro Segers y yo, habiendo tenido que echarnos
quellos hombres , en medio del mar agitado de al agua para conseguirlo. El trabajo más grande
la bahia. Forma el fondo de ésta un gran des- que nos esperaba era el trasporte de la carga á
playado, de suerte que durante la marea alta (de la orilla del mar , y de allí al lugar del campa18 á 21 pies), cuando puede el buque acercarse mento. Todos los soldados , descalzos y en camás á la costa , queda á una distancia de tres misa, acercábanse al bote para recibir c2da uno
milla~, y las pequeñas embarcaciones "puede a asu carga mientras la marea bajaba con gran
proximarse en dicho tiempo á unos 120 metros fuerza, por lo cual se veían los marineros oblide distancia. La marea baja con mucha rapidez, gados á empujarlo para que no se quedára abarcausando un ruido espantoso. Por este motivo rancado. Lo primero que se hizo despues de bajar
los que bajaron á tierra con los animales~ tu- las onjas, fué subirlas á un sitio donde babia
vieron que echarse al agua á una milla , poco pasto y buena agua, así como las mulas para que
más ó menos, de la Barranca. Esto dió lugar á no se al~jaran del lugar y dejaran libres á los
un gracioso percance. Al echarse al agua las hombres para el trasporte de la carga. No es
mulas, habíanse soltado de los cabestros y como fácil imaginar el trabajo y la pAciencia que se
hacia nueve dias que estaban embarcadas y dos requería para llevar en hombros durante una
que no tomaban agua, muertas de hambre y de milla tan crecido número de bultos y en tan posed, en lugar de dirigirse á la barranca se pu- · cas horas , pues de no hacerlo así nos exponíasieron á correr á todo escape hácia el Oeste, bus- mos á que la marea nos los llevase ó los inuticando el campo llano. ¡Imagínese V. que sobre- lizase, como sucedió con algunos.
salto sería el del Jefe de la expedicion al ver
Al anochecer dejóse oir un tiro de pistola adesde el buque desaparecer las primeras mulas, compañado de una voz que me llamaba por el
y al pensar que caerían en manos de los indios nombre. Acudí á ver lo que era y me encontré
y que le faltarían los medios de trasportacion. con el Jefe de la e1:pedidon que decia haber
Por suerte una de las mulas quedó bien sujeta visto indios que se acercaban al campamento.
al bote; al llegar á tierra la ensillaron y un sol- Viendo, pues, la necesidad de atender inmediatadado emprendió la persecucion de las otras. Noso- mente al trasporte, en lugar seco, de los víveres
tros mirábamos desde á bordo, con no poca an- que habían descargado en la plaza las lanchas
siedad , el triste suceso : quien opinaba que se del Villa1·ino, me ofrecí al Sr. Lista para ha-

-

123

cerme cargo de la guardia, asegurándole que yo
vigilaría el campamento. ¡Qué movimiento vióse
en todas partes en aquel momento! Unos corrían
trasportando bultos, otros los arrastraban, aquellos abrian los cajones reduciéndolos á menor
peso , estos estaban en la orilla r·ecibiéndolos y
disponiéndolos. El Sr. Lista lo di.rigia todo y el
capitan Marzano con su energia y actividad animaba á los soldados. De cuando en cuando estos
se acercaban al fog·on para calentarse y tomar
alguna cosa. En :fin, aquella noche fué un finimundo, y á· eso dé las tres de la mañana se concluyeron los trabajos. Los soldados, rendidos de
cansancio, echáronse á dormir sobre los arneses.

4. 0 El aca,mpamento.- Un hermoso valle.El misionero prepara el altar para celebrar la primera misa en la Tierra del
Fuego.
Los indios no aparecieron, dejándonos en paz
toda la noche. Tocóse la diana á las 10 de la
mañana; entonces se animó el campamento , levantáronse las tiendas, encendiéronse los fogones,
tendióse al sol la ropa mojada, aprestáronse las
monturas y se preparó la <'.omida. El campamento se colocó al sud-oeste de la bahia de
S. Sebastian, y al pie de una altura. Un hermoso arroyuelo , que nace á unos cien metros de allí, corre por el medio, y, despues de
bañar el pequeño valle , cubierto de exuberante
vejetacion, vase á perder en el Océano. Es muy
á propósito este lugar para estar al ahrig·o de
los vientos , para pastar á los animales, y tarobien punto estratégico en caso de ser atacados
por los indios. El Jefe dió órden que se distribuyeran una manta , un poncho y un pantalon
á cada soldado para abrigarse contra la inclemencia del tiempo, y que se- construyera un
corral para encerrar las ovejas. Este se construyó con un arbusto llamado mata-negra , que
es el único que existe desde la Bahia de San
Sebastian hasta el norte del Cabo Peñas, y del
cual nos servíamos tambien muy ventajosamente
para l1acer el fuego.
Mientras los soldados hacian estos preparativos, yo trataba de arreglar mi tienda para celebrar la santa Misa y atraer con ella la bendicion del Cielo sobre la Mision.
(Se continua1·á)

Gracia <le Maria Sma. Auxilia{lora.
Las Pied1·as, 26 de Mayo de 1887.

RDo. PADRE :
Impelido por un dulce y fuerte deber voy á
darle noticia de una gracia que María Sma. se
dignó concedernos, á :fin de que, teniendo V.
ocasion, la haga conocer tambien en esa, y por
consiguiente se reconozca cada vez más la grande
eficacia de las medallas de María Auxiliadora y
cómo debemos hacer uso de ellas con gran confianza.
AMADÍsrMo Y

El dia 22 de Mayo vinieron á esta parroquia,
muy temprano, dos hombres con el :fin de llamar
á un sacerdote para que fuese á visitar á una
enferma. Hallándose el Párroco ausente y el Director un poco indispuesto, no habiendo en casa
otro que pudiese cabalgar , me mandaron á mí.
Cantada la misa parroquial , que terminó á las
1i i l2, dí- gracias brevemente y en seguida me
puse en camino. Hize 10 kilómetros de galope
y finalmente llegué al rancho.
·
Por el camino me avisaron que la referida
enferma, despues de haber pasado bien sus primeros años, se había dado más tarde á una vida
bastante libre, y que me habian llamado sin que
ella lo supiese , pues no quería ni siquiera confesarse á pesar de hallarse en peligro de muerte
Lo mismo me dijo la mujer que la cuidaba, y
yo hube de convencerme bien pronto de que, por desgracia, era verdad lo que se me decia, pues apénas me vió entrar comenzó á gritar: N o quiero
al Padre, no quiero verlo, no quiero confesarme,
y se volvió de la otra parte cubriéndose la cara
con la sábana. De nada servían nuestras palabras , todos nuestros esfuerzos eran vanos y ya
casi me hallaba dispuesto á irme no poco aíligido. No queria ni siquiera oirme, y daba vueltas de una parte á otra mordiendo con rabia las
sábanas.
¿Qué hacer entónces? La enfermedad era demasiado peligrosa. Púseme á encomendarla con
todo mí corazon á la Sma. Vírgen , y sir1 que
ella se hiciese de cargo, me aproximé con la intencion de colgarle al cuello una$llledalla de María Auxiliadora. ¿Lo creería V., amadísimo Don
Bosco? no se la habia puesto aún cuando la enferma muévese fuertemente y vuélvese hácia mí.
Entonces yo, teniendo la medalla en la mano le
dije « bese, al menos, la medalla de la Vírgen. »
La besó, y de allí a un poco me dice : « ¿Padre,
si me confieso , el Señor me perdonará todavía
mis graves pecados? »
Puede V. imaginarse como me quedaría yo al
oir aquellas inesperadas palabras, tan enteramente opuestas á las que habia dicho un poco
antes, y sinó la animaría á con:fiar en la infinita
misericordia de Dios. « Pues bien, dijo, quiero
confesarme; me ayude V., Padre, hace muchos
años que no me confieso! »
Salidas las personas del cuarto, la preparé y
se confesó . .Jamás oí decir el acto de contricion
con tanto dolor ; besaba una y otra vez la medalla, que tenia siempre en la mano. Cuando le
hube puesto un Crucifijo delante, exclamó: « ¡ Cuán bueno es el Señor ! y lloraba á lágrima
viva pidiéndole perdon. Le administré despues
la Extrema Uncion con grande regocijo suyo y
luego con voz alta me dijo : « i Padre, el Señor
querrá hacerme todavía la gracia de venirme á
visitar por medio del S. Viático? Le aseguré
que le concedería tambien aquella gracia y que
yo mismo se ]o traería al dia siguiente, no pudiendo en aquel momento por ser ya demasiado
tarde y estar muy lejos de la parroquia. Por la
mañana, pues, del siguiente dia vinieron 9 hombres montados á caballo para acompañar al santo

~

124-

Viático y llevar todo lo necesario. Despues de
dos horas de camino llegamos al cuarto de la
enferma. Díjele algunas palabras para prepararla
y despues me suplicó encargase á todos los cir. cunstantes que rogasen por ella. Recibió con
extraordinaria devocion al Señor, repitiendo con
frecuencia alguna jaculatoria. Los que la cuidaron aquella noche me dije ron que habia hablado
siempre de su vivo deseo de recibir á Jesús sacramentado, que esperaba con ansia el dia y que
hasta durante el sueño hablaba con el Señor.
Díle tambien la bendicion papal y le puse en
las manos un crucifijo, el cual, queriéndolo retirar despues, me dijo: « Padre, no me lo quite,
de~iémelo para que pueda meditar y rogar un
poco á quien tanto me amó y yo ofendí. »
Tuve que dejárselo. Los circunstantes no sabian explicar este cambiamento tan repentino y
llorando decian : ¡ que gracia le hizo el Señor y
la Sma. Vírgen ! Murió el dia siguiente, :fiesta de
María Sma. Auxiliadora, y yo estoy seguro que
María , la cual le hahia hecho la gracia grande
de la conversion, la habrá tambien llevado consigo para celebrar su :fiesta en el cielo como
prueba de lo muy poderoso que es su Auxilio
para con los que á ella se encomiendan.
¡Oh si el mundo conociese el amor de María
para con nosotros y correspondiese siempre á su
amor! Ruegue , amadísimo Padre, á :fin de que
aumente cada vez más en mí el amor y confianza en nuestra celeste Patrona, la haga amar
y de este modo pueda hacer más fructuoso mi
ministerio. .
~
Mons. Cagliero, que actualmente se halla con
nosotros, habiéndose enterado de esta graeia, me
recomendó de hacer la presente relacion.
Me bendiga y me crea siempre suyo,

Afmo. hiJo en J. C.,
SEBASTIAN GASTALDI, Pbro.

UNA lYIADRE Y UN HIJO
q u e

1~

u. e g a n p o

Jl.~

e l P a JI-" a.

Corrian los últimos dias del año i 7H9 , y el
jóven Mastai-Ferretti, que fué despues Pio IX,
se hallaba en el octavo año de su edad. La condesa Mastai-Ferretti, que, como madre cristiana
procuraba con todo su empeño infundir poco á
poco en el corazon de su tierno hijo una verdadera y sólida piedad, no d~jaba de hacerle rezar
consigo las oraciones todos los días por la noéhe
y por la mañana.
Como hija obediente á )a Iglesia Romana, ha~
bíale enseñado desde sus primeros años con el
nombre de su padre y con los de Jesús y María,
tambien el nombre del Soberano Pontífice , que
poseía entonces la gloriosa herencia del apóstol
Pedro. Pio VI, de gloriosa memoria, ocupaba la
Sede pontifical, y debido á la inconcusa :firmeza
que demostró en defender los privilegios de su
trono y la libertad de la Iglesia, se vió rodeado

de las más amargas vejaciones por parte de los
hombres impíos, que en aquellos días tenian en
Francia el supremo poder.
Llena de un profundísimo dolor al contemplar
al Padre comun de los :fieles en una situacion
tan triste y dolorosa , y comprendiendo además
la necesidad grande de que todos los católicos
orasen incesantemente, la condesa Ferretti quiso
añadir á las oraciones que rezaba con su niño
por la mañana y por la tarde un Pate1· y Ave.
« Querido hijo, le dijo la primera vez que le invitó á hacer esta buena obra, grandes desgracias
qmenazan á nuestro soberano Pontífice Pio VI;
El se halla sumergido en un mar de tribulaciones. Tu rogarás á Dios conmigo á :fin de que se
dig·ne mitigar las penas y dolores á nuestro
santo Padre y ]o libre de todo peligro. » ¡ Oh,
sí! respondió el niño , yo rogaré con V. por el
Santo Padre, y le prometo que rezaré con mucha devocion y con todo mi corazon. » Hecha?
pues, esta promesa, el niño Mastai recordaba todos los días por la maílana y por la noche á su
buena madre el Pater y Ave que debían rezar
juntos por el Santo Padre.
Una noche, mientras rezaban las oraciones, la
condesa llorando á lágrima viva abrazó fuertemente á su querido hijo y le dijo: « Niño mio,
¡ cuánta necesidad tenemos de rogar con fervor
esta noche por el Santo Padre! Las desdichas
que se temia le vendrían encima han llegado ya.
Soldados armados se apoderaron de Pio VI; ahora
lo tienen prisionero y quieren llevarlo muy lejos
de Roma. » A estas palabras, el niño, que hasta
entonces habia escuchado con ternura á su madre, se echó á llorar juntamente con ella, y cru~
zando sus manitas oró con el fervor de un ángel.
De allí á un poco se levantó, y con los ojos llenos de lágrimas se acercó á su mamá y con
acento triste y dudoso la preguntó: i cómo es
posible que nuestro buen Dios pueda permitir
que el Papa, el cual es el representánte deJesucristo, su Hijo, sea tan desgraciado , y lo hagan prisionero como si fuese un malhechor? Hijo mio, respondió la madre, precisamente porque el Papa es el Vicario de Jesucristo, Dios
permite que sea tan maltratado. ¿No recuerdas
la historia de Jesús que te referí? El divino Salvador era la misma bondad y sin embargo ¿cuántos
euemigos no tuvo? Un día lo azotaron, otro lo abofetearon y en :fin despues de haberle hecho sufrir
los tormentos más atroces le dieron inícuamente la
muerte. Pues bien, hijo mio; Dios Ntro. Señor,
bueno y justo como es, permitió muchas veces que
los Papas, á ejemplo de su divino Hijo Jesús,
tuviesen que padecer lo mismo por la injusticia de
los hombres, y esto es lo que le sucede al Santo
Pontífice Pío VI. - Pero, querida mamá, añadió
Juan María, esos que maltratan tan bárbaramente
al Papa deben ser una gente perversa ¿no es verdad? Pues entonces no merece ni siquiera la pena
de pedir á Dios por ellos, antes bien deberíamos
rogar para que él los castigase.- No, hijo mio,
contestó la madre, no debemos pedir á Dios que
castigue á nuestros prójimos, ¿N o te acuerdas de
lo que hacia Jesucristo cuando estaba clavado en

-

125-

la Cruz? Rogaba por sus enemigos y pedia á
Dios se compadeciese de ellos y moviese sus corazones. Esto mismo, estoy segura, es lo que hace
actualmente Pi o VI; es, pues , preciso nos unamos á él y pidamos al misericordioso Señor se
digne convertir á todos esos insensatos, que han
puesto sus manos inícuas sobre el Santo Pontífice. »
A esta dulce invitacion de su madre, el niño
Mastai se puso otra vez de rodillas , y repitió
con voz angelical el Pater y Ave por los enemigos de Pio VI.
Hé aquí, oh amados Cooperadores y Cooperadoras un hermosísimo ejemplo que debemos imitar en nuestras familias. Sí, hagamos lo mismo
con nuestros hijos por el angustiado Pontífice
Leon XIII , hasta el dia que pueda entonar el
himno de la victoria sobre los enemigos de Dios
y de la Religion. Acoged , pues , benig·namente
esta propuesta .• aconsejad á hacer lo mismo á
vuestros amigos y conocidos. Sea ésta , entre
otras, una de las flores del ramillete de afecto y
devocion que presentaremos al S. P. Leon XIII
en el gl'ande y fausto día de sus Bodas de Oro,
pues no hay duda que le será de sumo consuelo
y á nosotros nos proporcionará tambien celestes
y copiosas bendiciones.

HISTOHIA DEL ORATORIO DE S. FRANCISCO DE SALES.
CAPITULO VII.
El

Orato!'io en un prado • Un niño hambriento • Un
paseo á Superga • El 1\h¡·qués Cavom· y sus ame·
nazas.

Algunos desearán conocer el método que seguimos para reunir la materia que forma esta
historia, y vamos á satisfacerlos. Uno de los
primeros alumnos del Oratorio escribe lo que
sabe y lo que recuerda; en seguida pasa su
escrito á otro, y este á otro, y lo que, á juicio
de todos, falta, se añade. En caso de duda se recurre á algunos de los sacerdotes que en los
primeros años enseñaban y asistían frecuentemente al Oratorio; en último caso 8cudimos al
mismo Don Bosco, sobre todo para conseguir
algunos documentos y nombres que no recordamos. Con tal método creemos poder dar á nuestra
relacion el más alto grado de verdad que se
pueda desear. Bien es cierto por razones poderosas, ya indicadas en otra parte, tenemos que
pasar por alto muchos casos, pero nos consuela
el pensamiento que no damos á luz hechos
inexactos ó exagerados. Dada, pues, esta explicacion, prosigamos nuestra narracion.
No se desanimó Don Bosco al verse· despedido de la casa del Sr. Moretta. Arrendó para
el Oratorio un prado en Valdocco, eu cuyo sitio
hay actualmente una fundicion. En este prado
cerrado con un cerco, que permitía libre entrada
·hasta á los perros, que no raras veces venían á
juntar sus ladridos con nuestros gritos, trasportamos el Oratorio el año i846. El vasto :firmamento que nos servía de bóveda , las rústicas

paredes que nos rodeaban, la alegria, las diversiones y nuestros cantos atrajeron muy pronto
la atencion del público , y el número de niños
llegó á 400. Sncedia, pues, que á medida que los
hombres obligaban á Don Bosco á peregrinar de
un lugar á otro , Dios aumentaba su familia y
le proporcionaba el medio de sacar mayorés
frutos.
Nos preguntará alguno: ¿cómo podían practicarse en un prado los actos de piedad ? Los
practicábamos de un modo romántico, ó mejor
dicho, como los practicaban muchas veces los
Apóstoles y los primeros Cristianos. Para las
confesiones observaba Don Bosco el método siguiente : Los dias festivos, por la mañana tem- ·
prano, se dirigia al prado de sus fatigas, en
donde poco á poco se reunían tambien los niños.
A lli, sentado sobre un ribazo, oía las confesiones de
los que habían venido con tal objeto, y al mismo
tiempo otros arrodillados junto á él, se proparabanó
daban gracias. Mientras esto sucedia en una parte,
en otra los que ya habían concluido estaban ó entonando cánticos, ú oyendo leer ó referir algun
ejemplo edificante; otros finalmente se divertían
ó jugando á la pelota, á las bochas, á los tejos,
ó caminando con los zancos. Al concluir Don
Bosco, uno de nosotros, por falta de campanas,
con un tambor que parecía de la época antidiluviana, reunía á todos en el medio del prado; otro
soplando una ronca corneta imponía silencio ; y
Don Bosco nos indicaba la iglesia adonde debíamos ir á oir Misa y comulgar. Despues de esto,
todos nos poníamos en camino, y, observando un
devoto recogimiento , oíamos la Misa ; después
cada uno se dirigia á su casa para el almuerzo
y comida.
Despues del medio dia, lo mas pronto que nos
era posible volvíamos á reunirnos en el famoso
prado , y empezábamos nuestras recreaciones
siempre asistidos por nuestros ángeles visibles.
Llegada la hora , Don Bosco hacia dar la conocida señal con el tambor, nos dividía en diferentes grupos segun la edad é instruccion de
cada uno, y sentados en el verde tapete del
prado, recibíamos media hora de Jeccion de catecismo. Despues de cantados algunos salmos de
las Vísperas, el mismo Don Bosco, ó el teólogo
Borelli subía sobre una silla ó un banco y
nos dirigía un breve serm~mcito, con el cual
nos instruía y al mismo tiem~ o nos divertía, y
por eso lo escuchábamos coL:l grande atencion.
No pudiendo dar la Bendicioa con el Santísimo,
concluíamos nuestra funcion con cánticos á la
Vírgen, implorando juntamente con la suya la
bendicion de su divino Hijo. En seguida volvíamos á nuestras diversiones que duraban hasta el
anochecer. Cuando todos habíamos abandonado el
prado, Don Bosco se retiraba á su domicilio en el
Refugio. A veces se hallaba tan rendido de cansancio que apénas podía tenerse en pié, llegando hasta ser necesario sostenerlo entre dos y
llevarlo en brazos. Ahora bien i no tenia algo de
singular este espectáculo? iN o os parece muy
semejante al que daban las piadosas turbas instruidas y bendecidas por el divino Salvador en

-

i2:G

-=

las orillas de los ríos, ó en las faldas de las basílica de Superga. Creemos que nuestros lectores
montañas, ó en las riberas del mar?
leerán con gusto una breve descripcion de dicho
Mientras nuestro Oratorio tuvo sus reuniones paseo.
Reunidos en el prado, despues de haber asisen el prado, sucedió un episodin que juzgamos
no deber pasar en silencio. Una tarde, mientras tido al santo sacrificio de la Misa, á las 9 de la
nos divertíamos en el prado corriendo y jugando, mañana nos formamos de dos, en dos y así emse aproximó al cerco un jovencito de unos 15 años. prendimos nuestro viaje en direccion á Snperga,
Parecía que queria vencer el débil obstáculo que Llevábamos nuestra banda de música compuesta
nos separaba, pero no atreviéndose á hacerlo, nos de un viejo i:1 mbor, una corneta, un violín y una
observaba con un aire triste y melancólico. No guitarra desafinada: banda bien insignificante por
tardó en verlo Don Bosco y acercándose á él, ],e cierto, pero suficiente para nosotros , pudiendo
dirigió varias preguntas : ¿ Cómo te llamas ? t de ·con ella meter ruido. Llevábamos tambien todos
dónde vienes? ¿qué oficio tienes? Pero el pobre- nuestra abundante provision; quien llevaba canastas
cito no contestaba nada. Don Bosco sospechó que de pan , quien el queso , quien el salchichon y
fuese mudo y estaba por hablarle con señas con- frutas, quien los útiles necesarios para la mevencionales, pero quiso antes hacer una nueva rienda. Miéntras estuvimos en la ciudad, obsertentativa y poniéndole la mano en la cabeza le vamos un moderado silencio, pero apenas llegamos
preguntó: ¿Qué tienes, hijito ? ¿Estás enfermo ? al Po, empezamos una algazara, capaz de hacer
Animado el niño con estas demostraciones de creer que íbamos á tomar de asalto la colina.
amor, con una voz que parecia salir de una
Desde muy temprano había ido delante de
caverna, dijo: tengo hambre. Esta palabra con- nosotros el teólogo BorelU con el fin de dar allí
movió á todos é inmediatamente se trajo un las órdenes oportunas, y hacer los preparativos
poco de pan, y se le dió el alimento necesario. convenientes para nuestro batallon que, como era
Despues de esto, Don Bosco estableció con él el fácil suponer, llegó muy dispuesto á devorar lo
siguiente diálogo: ¿Tienes todavía padres? que hubiese. Al llegar á las faldas de la colina,
Tengo, pero están lejos. - ¿En que oficio te nos esperaba un pacífico corcel todo enjaezado
ocupas? - Soy sillero, pero por falta de habi- puesto á disposicion de Don Bosco por el buen
lidad, me han despedido. - ¿No has buscado sacerdote Sr. Guglielmetti, párroco de Superga. Al
colocacion en otra parte? - He buscado ayer mismo tiempo recibía Don Bosco una cartita del
todo el dia, pero no he encontrado ninguna, por- teólogo Borelli , en que le decia: « Venga con
que no tengo conocidos en esta ciudad. - ¿En toda tranquilidad con sus queridos jóvenes: la
dónde has dormido esta noche? - En la gra- sopa, el guiso, el vino, están ya preparados. »
dería de la iglesia de San Juan. -¿Has oiüo la Don Bosco montó á caballo y nos leyó estas líMisa esta mañana? - Sí, poro la he oído mal neas que fueron acogidas con tantos aplausos y
porque tenia hambre. - ¿A dónde ibas cuando gritería qué asustaron no solo al caballero sino
te has acercado aquí? - Tenia intencion de co- tambien al caballo. Despues de esto, nos pusimos
meter un robo. - ¿No has pedido alguna li- en marcha háóa la cima de la colina. En este
mosna? - Sí, pero viéndome sano y jóven , trayecto, el pobre animal fué el objeto de nuestras
todos me respondían diciendo: anda á trabajar, diversiones; unos le tomaban las riendas , otros
haragan, y no me daban nada. Si hubieses le tiraban las orejas y la cola; unos le acaricometido un robo, te habrían llevado preso. ciaban, otros le daban empellones , y el manso
Ese temor es precisamente lo que me lla conte- cuadrúpedo todo lo soportaba tan pacientemente
nido; pero Dios ha tenido compasion de mí, y que más bien parecía un asno que un caballo.
en vez de permitir que tomase el camino del
Entre tanto en medio de alegría, de cantos y
deshonor, me ha conducido hasta Vd. - ¿Qué risas, llegamos á la cima de la empinada colina
pensamientos te ocupaban, cuando observabas á y al Santuario. Despues de una breve parada,
estos jóvenes? - Me decia á mí mismo: ¡ cuán nos acercamos á la mesa. El teólogo Santiago
dichosos son estos niños! Contentos y alegres Audisio, entonces Presidente de la Academia
saltan, corren, cantan; tenia envidia: habría de-- Edesiástica, nos obsequió con una excelente sopa
seado juntarme con ellos, pero no me atrevia. y guiso, y el Párroco con la fruta y el vino ,
- En adelante ¿vendrás á este prado los dias de demostrando así cuanto apreciaball á Don Bosco
fiesta? - Si Vd. me lo permite, vendré muy y á su obra. Agradecimos á estos nuestros biengustoso. - Ven, pues, cuando quiel'as, y siempre hechores y en medio de vivas al Presidente y al
serás bien recibido. Entretanto yo cuidaré de Párroco, nuestros músicos tañeron sus desafiproporcionarte la cena y la cama para esta noche, nados instrumentos que causaron no poca hilaridad.
mañana te presentaré á nn buen patron, y tenA cierta hora Don Bos.::o nos refirió el orígen
drás casa, comida y trabajo.
de la Basilica dedicada á la Augusta Madre de
Inútil es añadir que este jóven fué siempre Dios; nos habló del panteon real y de la Académia
puntual en concurrir al Oratorio hasta el año 1852, allí fundada por Carlos Alberto, enseñándonos así
época en que fué llamado al servicio de las algunos hermosos trozos de historia patria. Viarmas, y se conservó agradecido, al que con su sitamos en seguida la iglesia , el panteon de
afabilidad y paternal solicitud lo habia alejado nuestros monarcas, la sala de los retratos de los
del sendero de la perdicion.
Papas, subimos á la cúpula de donde _se divisa
Un domingo de aquel mismo verano, nuestro una parte considerable del Piamonte , y se conDirector nos proporcionó un paseo á la célebre templa con admíracion la majestuosa corona de

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127-

los Alpes, que con sus nevadas puntas parecen
tocar el cielo.
Hácia las tres de la tarde nos reunimos en el
templo á donde al oír los repiques de las campana~; había acud]do un crecido número de personas. Cantadas las vísperas, Don Bosco sq,hió al
púlpito para dirigirnos pocas palabras. N os pa~
re.ce recordar que habló de la poderosa intercesion de María ante su divino Hijo Jesús y del
modo de orar para ser escuchado por María.
« Si os es posible, nos cüjo, haced primeramente
una visita al SS. Sacramento; implorad clespues
la proteccion de la Vírgen, pidiéndole la gracia
que deseais, y estad seguro que esa poderosa y
benigna Madre os conseguirá esa misma gracia,
ú otra equivalente que os convendrá aún más. »
Despues del sermon, algunos . subimos al coro
y acompai'íaclos en el órgano por Don Bosco entonamos el Tantum eryo. No se acostumbraba
entonces hacer cantar á los niños en la iglesia;
· fué, pues, un motivo de admiracion y de ternura
para los miembros de la Academüt y para el
pueblo el oir aquellas voces ciaras y sonoras de
niños, que parecían un coro de ángeles alabando
á Dios.
Concluidas las funciones de Iglesia , largamos
algunos globos que en su rápida ascension pareda invitar á los espectadores á elevar sus pensamientos y afectos al Seilor.
Hácia las siete el sonido del tambor y de la
corneta nos reunió en un momento , y despues
de haber renovado nuestros agradecimientos á
los que nos habían acogido tan amorosamente,
regresamos á la ciudad ora cantando, ora rezando
el H.osario y las oraciones ele la noche. Al llegar á
Turin empezó el desbando separándose eada uno
á medida que se aproximaba á su respectivo domicilio.
Este paseo fué como el principio de una larga
serie de muchos otros semejantes que Don Bosco
nos proporcionó tanto en aquel afio, como en los
sucesivos. Generalmente los anunciaba con alguna
anticipacion y los proponía como un premio, exigiéndonos puntualidad al Oratorio, diligencia en
aprender el Catecismo, y frecuencia de los Santos
Sacramentos. Así este buen Padre todo lo utilizaba para atraernos al bien , empeñándose en
hacernos conoe0r por experiencia que pueden
unirse perfectamente al servicio de Dios y las
honestas recreaciones , habiendo dicho el real
Profeta : SenJite Domino in laetitia.
Es indescribible el entusiasmo que producían
en nosotros aquellos paseos y di versiones. Convencidos además íntimamente del sincero amor
que nos profesaba Don Bosco al ver la tierna
solicitud y vivo interés que se tomaba por nuestro
bien, nos empeñábamos en corresponderle del
mejor modo posible, y sobre todo le obedecíamos
con una prontitud admirable. Bastaba una sola
palabra, una seña, y á veces una mirada para
poner término á un litigio, impedir un desórden
6 imponer silencio á más de cuatrocientos muchachos. Entre otras muchas veces, sucedió un
dia que estábamos en plena algazara corriendo ,
saltando y gritando, cuando Don E oseo tuvo ne-

cesidad de hablarnos: una simple señal hizo cesar
al instante todo divertimiento reuniéndonos alrededor de sí. Al ver esto un celador que hacia
rato nos estaba observando, no pudo menos que
exclamar : « Si este sacerdote fuese un Q'eneral
de ejército, podría combatir con el más,Jformidable enemigo con la seguridad de la victoria. '/
En aquellos días se empezaba á hablar de motines y revueltas populares en algunas partes de,
Italia; de aquí nació que nuestra aficion y obediencia dió orígen á las ridículas voces que Don
Bosco podia ser un hombre pdigroso , y de un
momento á otro ]JOdria promover un desórclen
en la ciudad. Estas voces merecieron crédito
ante las autoridades civiles , sobre todo ante el
jefe de policía el Marques Cavour, padre ele los
célebres Camilo y Gustavo. Dió, pues, órden á
Don Bosco de presentarse en su palacio, y despues
de una larga conversacion sobre los rumores que
corrian respecto al Oratorio y su director, concluyó diciendo : Me aseguran que las reuniones
de sus jóvenes son peligrosas, y por lo tanto no
puedo tolerarlas. Siga, pues, apreeiable Don Bosco,
mi consejo, abandone esos pillos que no harán
más que causar disgustos á V d. y trabajos á las
autoridades. Don Bosco le contestó : Yo, señor
Marqués, no tengo más intenciones que mejorar
la suerte de esos pobres hijos del pueblo. N o
pido dinero; pido solamente permiso para reunirlos en un paraje donde puedan divertirse honestamente, á fin ele impedir que sean unos vagos,
y al mismo tiempo instruirlos en la Religion y
en las buenas costumbres. Con este medio espero
poder disminuir el número de los díscolos y los
habitantes de las cárceles. - V d. se equivoca ,
replie;ó el N.farqués, y trabajará inútilmente. Y
además ¿en dónde encontrará recursos para pagar
los alquileres y atender á los gastos que le producen esos vagos? Le repito, pues, que no puedo
permitirle esas reuniones. Los resultados
conseguidos hasta ahora. demuestran que no trabajo en vano. Muchos jóvenes completamente
abandonados han sido recogidos, alejados ele evidentes peligros de irreligion é inmoralidad y
puestos en camino de aprender algun oficio con
provecho propio, de sus familias y de la sociedad.
Recursos materiales no me han faltado hasta
ahora: están ellos en las manos de Dios que SLlele
hacer grandes cosas con pocos recursos, y tam-bien sacar el todo de la nada. - Tenga paciencia, señor Don Bosco, obeclézcame y prométamo
disolver sus reuniones.- Concédame este favor,
señor Marqués, no por mi, sino por tantos jóvenes que tal vez sin el Oratorio tendrán un fin
desgraciado.
Esta noble resistencia de Don Bosco desagradó
al Marqués, y algo disgustado añadió : Cállese,
no estoy aquí para discutir con V d. Su Oratorio
es un desórclen , que quiero y debo impedir"
i Ignora V d., por ventura, que toda reunion es
prohibida á úo ser que esté legítimamente autorizada? - Mis reuniones , contestó Don Hosco
sin intimidarse, no tienen fines políticos , sino
religiosos. Y o no hago más que ensei1ar el Catecismo á infelir.es muchachos, y esto con la au-

-

128-

toridad y aprobacion del Arzobispo. - ¿Está el
Arzobispo informado de eso? - Está plenamente
informado, pues hasta ahora no he dado un paso
sin su consentimiento. - Si el Arzobispo le aconsejase, á desisiir de esa ridícula empresa ¿opondría Vd. alguna dificultad? - Ninguna: he empezado esta obra , y la he continuado hasta el
presente con la aprobacion de mi Superior eclesiástico , y á una simple indicacion de él , la
abandonaría inmediatamente. - Pues bien, siga
Vd. por ahora; yo hablaré al Arzobispo. Espero
que Vd. no se opondrá á sus órdenes; en caso
contrario me veré obligado á tomar medidas severas.
Así terrninó esta conversacion, pe!' O no terminaron
con esto los incidentes desagradables, como veremos más tarde.
(Continuará)

VALENTIN
Ó LA VOCACION CONTRARIADA
(Continuacion).
CAPÍTULO

II.

Primer año de Colegio.

ciones se rezaban en comun y no más que una
sola vez al. dia, de pié y como á la carrera. Los
alumnos no asistían al santo sacrificio de la Misa
más que los días festivos y las confesiones eran
una sola vez al año en la Pascua de Resurrecciono
Todo /esto ocasionaba grande disgusto en el corazon de Valentin; además sus oidos no acostumbrados á oír malas palabras, tenían grande
mortifi.cacion con aquella libertad de hablar de
sus nuevos compañeros , entre quienes toda palabra era permitida y todo chiste picante era
tolerado, y á un lo que es más, corrían libremente de mano en mano toda dase de libros y
papeles obscenos. Espantado ante aquellos peligros, Valentin escribió á su padre una carta en
que le refería detalladamente aquellas cosas que
en tanto peligro ponían su alma , y haciéndo~e
notar que la vida de aquel Coleg-io le era completamente funesta. Pero como en aquella carta se
censuraban necesariamente la disciplina y el régimen del establecimiento, el director pOL' cuyas
manos tuvo que pasar, la retuvo y n.o la envió
á su destino. Algun tiempo después Hosnero hizo
una visita á su hijo, y en ésta pudo ya el j óven
exponer libremente sus sentimientos y deseos;
pero el padre, echando poca cuenta en ello, dijo
á su hijo que convenía n.o entregarse tanto á los
escrúpulos y vivir un poco más despreocupado.
« Si no puedes rezar, confesarte y asistir todos
los días á la santa Misa, podrás, le decía luego,
desquitarte de estas faltas en el tiempo de las
vacaciones. Ahora procura hacer lo que hacen
tus compañeros más alegres, y haz por imitarlos
en su vida felíz. » Valentin tenia un r,arácter
dulce, y era de índole muy impresionable , por
lo que, las palabras del padre fácilmente le tranquilizaron, y sin echar ya cuenta de lo que sería
de él en el porven~r, se entregó á la lectura de
libros y papeles de todo género.
Formó amistad con toda clase de compañeros
indistintamente, alternando en todas sus conversaciones, y- si algunas veces eran indiferentes y
rara vez buenas, de ordinario y casi siempre perversas. Pocas semanas habían trascurrido desde
este cambio, y no sólo no sentía ya el jóven repugnancia alguna de aquel desordenado tenor de
vida, sino que cada vez ansiaba más un nuevo
motivo de disipacion. Es excusado decir que en
aquel desórden de vida quedaron completamente
olvidadas sus antiguas confesiones y comuniones;
no así los avisos de su madre, cuyo recuerdo le
producía grandes remordimientos porque no los
practicaba. U na tarde fué tal la lucha empeñada
en su corawn entre el mal que hacía y el bien
que dejaba de practicar, que no pudiendo contenerse más, prorumpió en un amargo llanto. Sin
embargo, el desarreglo de su vida continuaba ;
y lo único bueno quo no dejó de hacer nunca
fué una oracion por el alma de su madre , que
todas las noches r.ezaba antes de acostarse.
(Se continuará)

Hosn.ero sintió tambien mucho la muerte de
su mujer, especialmente por la educacion de su
hijo, de la que no podia ocuparse mucho, porque
la admin.istracion de sus negocios, mercados, ferias
y hasta sus ratos de café y de casino, le robaban
el tiempo que á ella debería haber dedicado.
Valentin había concluido ya los estudios elementales ; y no habiendo en su pueblo clases preparatorias y superipres , se hacia necesario mandarlo á un colegio donde pudiera continuar sus
estudios. Fué elegido para esto uno muy renombrado, porque era fama que en él la ciencia y la
urbanidad, no menos que la moralidad, lograban
grandes progresos en sus alumnos; y por otro
Jado , la eleganeia del uniforme tenia cierto
atractivo para aquellos y para sus parientes.
Valentin aceptó gustoso y fué allá á emprender
su nuevo género de vida; al principio tropezó
con alguna dificultad para acostumbrarse; porque
en vez de la dulce voz de su tierna madre, tenia
la de un director, afable sí, pero resuelto en el
mandar, severo en el pretender y riguroso en
todo lo referente á la disciplina. Esto no obstante,
Valentin supo ganarse el afecto de sus nuevos
superiores, y se aplicó de buena voluntad al
cumplimiento de sus deberes. Pronto á cumplir
los mandatos de sus maestros , puntual en las
horas de clase y de estudio, no perdia un instante
de tiempo. Mas en cuanto á las prácticas de
piedad, encontró un gran vacío; antes, segun se
ha dicho, acostumbraba todos los clias oir la santa
Misa; todas las tardes leía con su madre un
poquito en algun libro espiritual; se confesaba
ordinariamente cada quince dias, y comulgaba
las veces que el confesor se lo permitía. En el
colegio la cosa cambió notablemente: allí no se
hacia meditacion ni lectura espiritual, las ora- '

Con aprolJacion 1le lit Aut. Eclesiástica - •\lerente DUTEO GIHGLJONE
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por el P. iUVAD ENE IRA
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PtE~sei.

o~

80

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jesuita español Pedro de Rivadeneira, es ciertamente el libro que una Librería Salesiana Española debe presentar por primero, y debe ser tambien el que los Cooperadores todos procurarán difundir lo más que les
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Es esta la entrega 36 de nuestras Lecttwas Católicas de Buenos Ain~ pttblicctda en el
mes ele Junio del corriente afío. De su oporttmidad y objeto óigase lo que dice el P. Coloma.
« Las magnificencias y hermosuras de este mundo vienen generalmente como el sol, precedidas de una
aurora que las anuncia y que llamr~ y atrae hácia sí todos los corazones y todas las miradas.
¿ Quién pudo imaginar jamás, exclama un escritor, que la Iglesia dejára trascurrir diez y siete siglos
sin pensar en el Corazon adorable de su divino Esposo ? ¿ que tantas vírgenes abrasadas de su amor no
hubiesen nunca envidiado la dicha de San Juan, dormido en el pecho de su divino Maestro ? ¿que tantos doctores no se hubiesen extasiado ante el costado abierto de Cristo ? Y pues es verdad que aquel Corazon pasó
siempre en la antigüedad como en nuestros dias por la sede del amor, y que todos los pueblos guardaron con
respeto y glorificaron los corazones de sus héroes fallecidos, ¿ cómo explicar que tantos siglos cristianos, que
respiraban entusiasmo por la persona del Salvador, no consagráran ni una mirada, ni un afecto, ni un acto
de adoracion al Corazon más hermoso, más noble, mas amante y más grande de todos los corazones ?
¿Había olvidado la Iglesia, dice otro ·autor inglés, al Corazon de su Señor, cuando dejó trascurrir mil
y seiscientos años hasta el dia en que se acordó y le rindió el homenaje tardío de instituir misa y oficio para
glorificarle ? No tal: no lo había dado al olvido, pero el momento favorable no habia llegado. La Iglesia guardaba el secreto y aguardaba la sazón, y es cosa maravillosa ver á los santos más grandes y que más influyeron en su época, presagiar esta devocion y ocuparse en ella siglos antes que fijára la atencion de los
,demás cristianos. »
Pero por fin el tiempo llegó 1 y desde S. Francisco de Salesl como aurora que anunció esta devocion,
hasta nosotros, en que el amor de las almas hácia tan Divino Corazon se aviva y enciende contínuamente,
brilla y resplandece cada vez más por todo el universo. A aumentar, pues, este amor en los tiernos corazones
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Y DE LAS VISPERAS DE 'rODO ]}L ANO
por el Sacerdote

Un ton:üto en-32. El ejemplar: t Peseta.

Esta obrita está dividida on tres partes. En la primera encontraréis todo lo
que debéis practicar y lo qtw debéis huir para vivir cristianamente. En la
segunda se encuentran reunicliw las principales oraciones, que están en uso en
las parroquias y en las casas de eclucacion. La tercera) en fin, contiene el
Oficio ele la Santísima Vírgen) las Vísperas ele todo el año y el Oficio de Difuntos. Encontraréis además un pequefio diálogo sobre los fundamentos de nuestra
santa religion católica, adaptado al tiempo en que vivimos. Añadimos al fin una
corta coleccion ele canciones espirituales.
<<

Conjuntos de fichas
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